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domingo, 2 de febrero de 2020

Capítulo 5


Zac: Ness -gritó al entrar a toda prisa en la oficina el lunes por la mañana-.

Esa vez tampoco se sacudió la nieve de las botas fuera, pero ella apenas lo notó. Toda su atención estaba centrada en la sillita que llevaba en una mano.

Había echado de menos a la niña el día anterior, y estaba preocupada por cómo se le habría dado a Zac cuidarla.

Había deseado llamarlo, pero... se sentía extraña, casi tímida.

Siempre había sentido un montón de cosas cuando estaba con Zac: irritación, ira, frustración... pero nunca timidez.

En un fin de semana su relación había cambiado, no sólo por haber pasado tiempo juntos, sino porque Zac la había besado.

Había pasado el domingo intentando mantenerse ocupada: hacer la colada, hablar con sus hermanos, limpiar... pero en todo lo que hacía, sus pensamientos se centraban en el hecho de que Zac la había besado.

Y ella le había devuelto el beso.

Aquello era la parte más rara del asunto: la parte de que ella le había devuelto el beso.

No lo había pensado, ése había sido el problema. Estar con Zac veinticuatro horas seguidas le había atontado el cerebro. Ésa era la única explicación que podía encontrar, porque de otro modo no lo hubiera besado nunca.

Nunca.

Ahora, después de un día entero sin Zac, su mente volvía a funcionar sin problemas y se daba cuenta de que aquello no había significado nada, pero se sintió extraña al verle entrar con Katie en su sillita.

A Ness no le gustó y decidió ignorarlo. La timidez, el beso y el que ella le hubiera devuelto el beso.

Ella sonrió, sin timidez, y dijo:

Ness: Hola, Zac.

Después se arrepintió de no haberle llamado Zachary.

Él no pareció darse cuenta, de apresurado que estaba.

Zac: Quedé con Brigitta, la hija de Larry, para que cuidara hoy de Katie mientras yo estaba en los tribunales, pero me ha llamado esta mañana diciéndome que sus hijos están resfriados, y no quiero que Katie corra el riesgo de contagiarse, así que...

Se detuvo y dejó la pregunta en el aire.

Ness podía haberle obligado a que se lo pidiera formalmente, pero en su lugar, dijo:

Ness: Yo la cuidaré. La eché de menos ayer.

Zac: ¿No te importa?

Ness: Claro que no. Katie y yo somos amigas. Lo hago por ella -añadió. Lo último que quería que pensara era que lo hacía por él-. Y ya conoces al señor Wagner. Todo por las familias, así que no creo que le importe que esté aquí hoy.

Larry: ¿Qué es lo que no debe importarme? -preguntó saliendo de su oficina-.

Llevaba bien su edad; cabellos grises y sonrisa fácil. Él era la razón de que el bufete se sintiera más como una extensión de su familia que como un negocio.                         

Ness: ¿No le importará que vigile al bebé de Zac mientras él está en los tribunales, verdad?

Zac: No es mi bebé -la corrigió horrorizado ante la idea-.

Larry: No te pongas nervioso, Zac -dijo con una sonrisa-. He hablado con Brigitta esta mañana y me ha contado toda la historia. También me ha contado lo que vas a hacer por la niña y claro que no me importa que esté aquí. Ya sabes que nosotros creemos en las familias, así que puedes traerla hasta que encuentres otra solución para ella.

Zac: Gracias -dijo al señor Wagner, antes de volverse hacia Ness-. Sus cosas están en la bolsa. Te lo sabes todo tan bien como yo. Me voy corriendo, voy a llegar tarde.

Ness: Vete -dijo tomando la sillita de sus manos-. Creo que después de lo de este fin de semana, puedo con cualquier cosa.

Larry: ¿Este fin de semana? -preguntó después de que Zac se hubiera marchado-. Brigitta no me ha contado nada importante acerca de Zac y de ti.

Ness: Oh, no ha sido nada. Nada de importancia -aseguró sintiendo su cara enrojecer. Nadie podía saber lo del beso, pero tampoco quería decirle a nadie que habían pasado tiempo juntos-. Sólo le ayudé un poco con Katie.

Larry: ¿Ayudaste a Zac? ¿Por tu propia voluntad? ¿Y los dos sobrevivisteis? -se rió-. Bien, me encantan las sorpresas.                               

Ness: Vamos, Zac y yo tampoco nos llevamos tan mal, ¿verdad?

Larry: Vosotros dos sois una institución en la oficina, por vuestras peleas. Normalmente sólo hay dos motivos por los que dos personas se pelean de ese modo. ¿No vas a preguntarme cuáles son? 

Ness: Me lo va a decir de todos modos -repuso acabando de soltar a Katie-.

Larry: Por supuesto. Ésa es una de las ventajas de ser el mayor de la oficina. Uno habla y todo el mundo tiene que escucharle. Como te decía, la primera razón es porque no se gustan el uno al otro.

Ness: Sí, ésa es la buena -dijo levantando a la niña en brazos y besándola en la frente-. ¡Hola, chiquitina!

Katie sonrió, contenta.

Larry: O...

Ness miró a su jefe, que sonreía.

Larry: O se gustan el uno al otro, pero no quieren admitirlo, así que pasan el rato discutiendo para intentar encubrir la atracción.

Ness: No hay atracción que encubrir entre Zac y yo. Está claro que es la primera razón. No nos gustamos, pero a los dos nos gusta Katie. Así que hemos firmado una tregua.

Ése era el motivo del beso de Zac: la tregua. Eso no explicaba por qué aparecía con tanta insistencia en sus sueños, pero Ness no iba a cuestionárselo más.

Un beso de tregua, símbolo de unidad. Nada más.

Larry: Si tú lo dices -dijo con un tono de voz que dejaba lugar a la duda. Se volvió a Katie-. Es preciosa. ¿Cómo se llama?

Ness: Katie. Katie Smith.

Ness abrazó a la niña. ¿Cómo podía Zac pensar en separarse de ella? Si fuera suya, no la dejaría marcharse nunca.

Larry: Katie, preciosa, ¿vienes con el abuelito Wagner? -La tomó en brazos como un experto, pero Ness no dejaba de vigilarla como un halcón-. Creo que voy a llevarla a dar una vuelta por la oficina para que la vean todos.

Ness: Oh, estará bien aquí conmigo. Ya es muy amable por dejarme cuidarla aquí.

Larry: Estás nerviosa por que la deje caer o por perderla de vista. Tranquila. Todas mis hijas son así: sobreprotectoras. Se olvidan de que yo las crié a ellas. No te preocupes, la traeré sana y salva dentro de un ratito.

Ness no podía decir nada. Sonrió y asintió, pero sintió un poco de ansiedad al verle subir las escaleras con la niña en brazos.

Era ridículo. El señor Wagner tenía mucha más experiencia con bebés que ella, pero se sentía inquieta.

Tenía que ser por la niña, no tenía ningún otro motivo.

En su mente se dibujó una imagen de Zac, que intentó bloquear de inmediato.   

El señor Wagner se equivocaba. Entre Zac y ella sólo existía el vínculo del amor que compartían por el bebé.

Eso era todo.

Pero mientras lo pensaba, no estaba segura de acabar de creérselo.

Zac tuvo que esforzarse para mantener la concentración en la audiencia, porque su mente volaba una y otra vez hacia Ness y la niña. Llamó en los dos descansos para comprobar si estaban bien.

Su excusa era Katie, pero lo que en realidad quería era hablar con Ness. Había querido llamarla el domingo, pero entonces no había tenido una excusa.

Se había dado cuenta de que la casa estaba vacía sin ella. Para su sorpresa, se había defendido bien con el cuidado de la niña, que había llenado la casa de risas infantiles.

Zac había comprado la casa hacía cinco años, y hasta entonces había sido un buen lugar para vivir. De repente, se había convertido en algo más. Con la niña, se había convertido en algo vivo:

Y no sólo con Katie, Ness también había dejado su huella en la casa. La había echado de menos el domingo.

A las cuatro y media, cuando salió del tribunal, caminó las pocas manzanas que le separaban del bufete. Volvía con Ness y con Katie, y se sentía increíblemente contento.

Zac: ¡Hey! ¿Gomo están mis chicas? -preguntó cuando entró en la oficina-.

Ness: Shh -dijo tras su escritorio-. Se ha dormido hace una hora. Estaba agotada, y puedes echarle la culpa al señor Wagner. Se ha pasado toda la mañana paseándola por la oficina, enseñándosela a todo el mundo.

Zac se echó a reír.

Zac: ¿Está bien, entonces?

Ness: Ya te lo he dicho dos veces. Está más que bien, genial. Me ha ayudado a recibir a los clientes y todo el mundo ha caído rendido a sus pies.

Pero no les había pasado sólo a los clientes... Zac podía ver por el brillo de sus ojos que a ella le había ocurrido lo mismo, por el tono en que pronunciaba su nombre.

A él le gustaría oírla pronunciar su nombre con la misma suavidad, en lugar del tono enfadado que solía utilizar.

Zac: No sé cómo agradecerte lo que has hecho por nosotros, así que me gustaría invitarte a cenar con Katie y conmigo. Te echó de menos anoche.

Ness: Zachary, no sé...

Su nombre no sonaba tan suave como cuando pronunciaba el de Katie, pero carecía de la dosis habitual de enfado. Sólo notaba la confusión.

Aquello estaba bien, porque Zac también se sentía terriblemente confuso. Entre el trabajo y Katie no había tenido tiempo para pensar qué lo tenía tan trastornado.

Sólo sabía que quería pasar la tarde con Ness, pasar tiempo con ella.

No iba a ponerse a valorar su nivel de necesidad, sólo pensaba aceptarla.

Ness seguía callada.

Zac: ¿Tienes una cita? -dijo con el estómago anormalmente contraído-.

Ness: No -dejó escapar el aliento que no se había dado cuenta de que había contenido-.

Zac: ¿Algún otro compromiso? ¿Una cena con algún actor de Hollywood?

Ella se rió.

Ness: No, esta semana no tengo ninguna cena de ésas.

Zac: Pues entonces, ¿por qué no vienes a cenar con nosotros? No puedes decir que te sientas intimidada conmigo, con otro, tal vez, pero no conmigo. Vamos, pizza a tu gusto.

Su sonrisa se evaporó.

Ness: El beso.

Zac: ¿Qué beso? -preguntó fingiendo estar confundido-.

A decir verdad, aquel beso había sido su máxima preocupación desde que la dejó en casa.

Si no le gustaba, ¿por qué la había besado? Ella era como una piedra en el zapato para él, y la razón de invitarla aquella noche, la verdadera, era que había pensado mucho en ella, debía de ser que le había ayudado mucho con Katie.

Zac: Fue un gesto de agradecimiento. Nada más.

Ness: Así que a todas las mujeres que te ayudan se lo agradeces metiéndoles la lengua hasta la garganta, ¿no?

Aquélla era la vieja Ness.

Zac: Vamos, Ness. Fue un besito de nada. Si un día te beso de verdad, notarás la diferencia, te lo aseguro.

**: ¿Besos? -dijo Donovan al entrar-.

Ness saltó al verse en una situación tan comprometida.

Edward: ¿Quién va a besar a quién? -preguntó Donovan-.

Ness: Yo a Katie. Zachary cree que le voy a pasar mis gérmenes.

Edward: No soy un experto en niños, pero creo que Katie sobrevivirá a unos pocos gérmenes. O eso espero, porque media oficina la ha besado ya.

¿Gérmenes? Zac no había pensado en eso. Se le hizo un nudo en el estómago al pensar que Katie podía ponerse enferma.

Zac: Tal vez deba llevarla a un pediatra, por si acaso. No puedo creer que no lo haya pensado antes.

Ness: Zac, a mí me parece que está bastante sana -dijo intentando calmarlo-.

Zac: Las apariencias engañan. Tal vez deba llamar a Brigitta. Sus niños están enfermos, así que debe de conocer a algún buen doctor. ¿Crees que podrán verla esta noche?

Edward: Es muy tarde.

Ness: Oh, el marido de Lily, la señora de La Tableta de Chocolate, es médico. Trabaja en urgencias, así que seguro que ve a muchos niños. Podemos decirle que se pase y le eche un vistazo a Katie. Puedo llamarle, si quieres. De todos modos, creo que los niños necesitan besos, con gérmenes o sin ellos.

Zac veía que ella también quería que Katie fuera al médico. Pero también notó que se aferraba a la historia de los gérmenes para que Donovan no se percatara del hecho de que lo había besado.

Y Zac la había besado a ella. No sabía muy bien por qué, pero sabía que deseaba volver a besarla.
Primero tenían que ocuparse de Katie.

Zac: Sí, llámalo y pregunta a Joe si puede pasarse a ver a Katie.

Ness: Ahora mismo -dijo sacando el listín telefónico-.

Zac: ¿Puedes cuidar a Katie un segundo mientras subo a mi despacho?

Ness: Claro. Te han mandado un paquete. Lo he dejado en tu escritorio.

Había llegado. No pudo reprimir una sonrisa.

Zac: Gracias.

Subió las escaleras a toda prisa, dándose cuenta de que no habían acabado de solucionar el asunto de la cena. Maldición.

Donovan lo alcanzó en el último tramo de escaleras.

Edward: ¿Así que besaste a Ness?

Zac se volvió hacia él.

Zac: ¿Por qué dices eso?

Donovan no respondió, sólo lo miró, espejando su respuesta.

Zac suspiró.

Zac: Sí, la besé. No sé por qué está sacándolo todo de quicio. No fue para tanto, sólo un beso de agradecimiento por su ayuda. No sé qué hubiera hecho sin ella.

Y puesto que había empezado una tradición de besar a Ness para agradecerle su ayuda, probablemente le debiera otro beso por lo que había hecho aquel día. Un pensamiento agradable.

Edward: Entonces, ¿besas a todo el mundo para darle las gracias? -preguntó Donovan-. Yo te ayudé en el caso de Rogers y no me besaste.

Se echó a reír y después juntó los labios como si fuera a besarlo.

Zac le golpeó en el brazo.

Zac: Y puedes estar seguro de que nunca lo haré.

Edward: Sarah se sentirá muy aliviada de oír eso -dijo Donovan, dejando de reírse-. ¿Vas a volver a besarla?

Zac: ¿A la niña?

Edward: A Vanessa.

Zac: Ness -lo corrigió-. Llámala Ness, que obviamente se está tomando un besito sin importancia en la mejilla demasiado en serio -intentó explicar, sin responder a la pregunta de Donovan-.

Edward: A mí no me ha parecido que fue un besito sin importancia en la mejilla.

Zac: Vale, no fue en la mejilla, pero no fue en serio. Demonios, si la beso de verdad, lo sabrá.

Edward: De acuerdo -dijo Donovan, bajando las escaleras-.

Zac entró en su oficina y vio la caja sobre la mesa.

La abrió y sonrió. Era perfecto. Justo lo que deseaba.


Una cena con Zac.

Por su propia voluntad.

Ness pensó que debía de estar volviéndose loca.

Intentó convencerse a sí misma de que había accedido sólo porque tenía mucha hambre.

Zac había pedido una pizza de pepperoni y champiñones a la pizzería de Teresa, su favorita.

Ness: La pizza es la mejor cena del mundo -dijo acabando su segunda porción y echando un vistazo a Katie, dormida en su sillita-.

Si no hubiera sido por ella, en aquel momento Ness no hubiera estado cenando en la cocina de Zac. Era extraño, y Zac también lo notaba.

Ness: ¿Has investigado algo para buscarle una familia a Katie?

Zac: No. He estado muy ocupado todo el día en el tribunal.

Ness: Pensé que tal vez durante los descansos...

Zac: Durante los descansos te llamé a ti.

Ness: Para preguntar por Katie -se apresuró a aclarar.

Zac: Sí, claro. ¿Por qué si no?

Ness: Por nada, no es que tengamos una relación ni nada parecido.

Zac: En efecto. Lo que tenemos es... una colaboración. Estamos trabajando juntos por el bien de Katie.

Ness: Por ella, nada mas -dijo aliviada-.

Mientras se acababan la pizza, un extraño silencio los envolvió. Katie seguía dormida, ignorando la tensión que crecía entre los dos adultos.

Zac: Tengo que ir a buscar una cosa al coche -dijo en cuanto acabó la cena-.

Ness: No hay problema -repuso aliviada por el respiro que le daba-. Yo limpiaré esto. Tal vez Katie se despierte y pueda ayudarte a bañarla antes de marcharme a casa.

Cuando estaba acabando de limpiar la mesa, Zac entró con una caja en las manos.

Zac: Ten -dijo, incómodo, poniendo la caja en sus manos-. Esto es para ti.

Ness: ¿Para mí?

Zac: Quería hacer algo para agradecerte tu ayuda. No tenías que hacerlo, y sin embargo, lo hiciste. No sólo el fin de semana, sino hoy también.

Ella no sabía qué hacer.

Ness: No tenías que... quiero decir...

Zac: Ábrelo. Llamé a Sarah y me dijo que éste estaba bien, por la talla y esas cosas.

Ness dejó la caja sobre la mesa y la abrió lentamente. Era negro... un abrigo. Lo sacó de la caja. Era largo, de lana, suave, grueso y, desde luego, mucho más calentito que su vieja chaqueta.

Zac: Escucha. Sé que te vas a poner gruñona, porque hice aquel comentario sobre tus capas de ropa, pero no quería comprártelo como un insulto. Quería comprarte algo que fueras a usar, para agradecértelo... -se detuvo y después dijo-. Y estaba en rebajas.

Ness: Zac, no voy a enfadarme. Es -se paró a acariciar la tela-, muy considerado y amable por tu parte. Nunca pensé que utilizaría esas palabras contigo, pero estoy descubriendo muchas cosas sobre ti que no sabía.                                         

Zac: ¿Te vas a quedar así todo el rato sin probártelo? -dijo, sin saber cómo responder a su cumplido-.

Ness no sabía cómo tomarse todo aquello, cómo tomarse todo lo que estaba descubriendo de Zac.

Zac: Si no es la talla adecuada, puedes cambiarlo, pero según Sarah, debería quedarte bien.

Tomó el abrigo de sus manos y lo sujetó para ayudarla a ponérselo.

Le llegaba hasta las rodillas y le quedaba perfecto.

Ness: Es precioso.

Zac: No lo he elegido por bonito, sino por cálido.

Ness: Pues es las dos cosas. No tenías que hacerlo, pero te lo agradezco -antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, se inclinó hacia él y lo besó en la mejilla-.

Ahora era ella la que tenía la expresión extraña.

Ella empezó a retirarse, pero Zac la detuvo rodeándola con sus brazos y acercándola a él.

Zac: De nada -dijo con voz suave-. Ness, yo...

Ella no lo dejó acabar. Sabía lo que quería, así que se adelantó y lo besó de nuevo, pero esa vez en los labios.

Pretendía que fuera un beso rápido, pero al final no salió así.

El beso se alargó, se hizo más profundo... Los brazos de Zac la abrazaron con más fuerza, hasta que el abrigo se convirtió en una barrera demasiado grande. Todo lo que la separara de él era demasiado. Quería estar más cerca de él, sentir el calor de su cuerpo, absorberlo.

Deseaba...                                                     

En ese momento, sonó el timbre de la puerta y ella se apartó, extrañada.

Zac lanzó un juramento.

Zac: ¿Quién será?

Ella tardó un segundo en organizar sus ideas.

Ness: Tal vez sea Joe. Se supone que iba a pasarse a ver a Katie, ¿recuerdas? -su voz sonaba entrecortada, como si acabara de correr una carrera-.

Zac: Pues qué inoportuno -gruñó soltándola-.

Ness se apartó, poniendo distancia entre los dos.

Ness: O tal vez muy oportuno. No sé qué estaba haciendo.

El timbre volvió a sonar y Katie se despertó en enfadada.

Zac: Recuérdame que te explique lo qué estábamos haciendo y lo que podíamos haber hecho después.

Ness se quitó el abrigo, acariciando la suave tela una vez más, antes de correr hacia la niña.

No iba a pedirle a Zac las explicaciones que él le ofrecía, porque sabía que no iba a volver a besarlo. Tenía planes, un futuro, y a pesar de que besar a Zac no estaba mal, sabía que no tenía futuro alguno.

Sabía que no debía dejar que pasara nada más.

Sabía que no había nada que deseara más.


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