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martes, 18 de febrero de 2020

Capítulo 9


La mañana del viernes siguiente, Zac, frente al escritorio de Ness, tenía aspecto incómodo.

Había sido una semana muy larga.

Katie había pasado el día con Brigitta. Ness había ido a trabajar en su coche nuevo todos los días y por la noche, a cenar con Zac y con la niña.

Lo que ella quería era compartir los sentimientos que acababa de descubrir.

Pero no lo hizo.

En aquel momento, lo único que deseaba era darle un pellizco cariñoso en la mejilla, para hacer que se sintiera mejor, pero no lo hizo.

Ness: ¿Quieres algo?

Zac: Sí. Escucha... Mañana por la mañana voy a ir a Pittsburg.

Ness: Y quieres que cuide a Katie.

Un día entero con Katie, sin la omnipresente tensión que sentía cuando estaba Zac. Perfecto.

Echaba de menos pasar tiempo con la niña, ahora que se quedaba con Brigitta. La veía por las noches, pero sus nuevos sentimientos por Zac, la hacían sentirse extraña. Era difícil disfrutar de estar con Katie.

Zac: No -dijo aplastando sus esperanzas-. Me gustaría que me acompañaras. Podrías conducir tú y así probamos tu coche en la autopista.

Ness: ¿Por qué a Pittsburg?

Zac: Vamos a comer con los Anderson. No es nada importante. Si tienes otros planes, lo entiendo.

Pero sí era importante, Ness lo veía con claridad.

La invitación no tenía nada que ver con probar el coche.

Zac iba a llevarla a conocer a los Anderson. Había algo diferente en ellos, en la dulzura de su voz cuando hablaba de ellos o de Chad. Había un tono de vulnerabilidad.

Un contacto.

Zachary Efron parecía la alegría de la huerta, pero no tenía muchos contactos. Tenía muchos conocidos, pero siempre mantenía las distancias. Excepto con los Anderson.

Y quería que ella los conociera.

La idea agradó a Ness, que sintió surgir una nueva oleada de esperanza en su interior. Tal vez si conociera a los Anderson, descubriera cómo habían llegado ellos al corazón de Zac... y podría intentar alcanzarlo ella.

Ness: Me encantaría conocerlos. Y será divertido probar el coche.

Zac: Y sabiendo que a Katie no le gusta viajar, será mejor llevar refuerzos.

Parte de la ilusión de Ness se desvaneció. La llevaba porque la necesitaba, no porque la estuviera dejando entrar en su interior.

Ness: ¿A qué hora? -dijo, sin dejar de sonreír-.

Zac: ¿Las ocho te parece temprano? Se tarda dos horas y media en llegar.

Ness: No, está bien.

A la mañana siguiente, Ness esperaba nerviosa a Zac y a Katie. Iba a conocer a unas personas importantes en la vida de Zac de un modo que ella no había conseguido serlo. Tal vez ellos pudieran darle una pista de cómo superar las barreras de Zac.

O tal vez descubriera que sus sentimientos por él eran tan sólo fruto de haber pasado mucho tiempo juntos. Tan pronto como Katie encontrara un hogar y dejaran de verse tan a menudo, la llama desaparecería.

Se dio cuenta de que sus sentimientos por Zac eran sólo una ilusión... Imposible, no se creía a sí misma.

Sus sentimientos crecían día a día, cada vez más reales.

Zac aparcó frente a su bloque y Ness se puso el abrigo antes de que él hubiera acabado de bajar del coche.

Dejó sus pensamientos a un lado y salió corriendo de casa.

Zac: ¡Qué rápida! La mayoría de las mujeres hacen esperar a los hombres -dijo, soltando la sillita de bebé-.

Ness: Yo no soy como la mayoría de las mujeres -dijo riéndose-.

En vez de decir alguna broma de las suyas, él simplemente la miró y dijo:

Zac: No, está claro que no.

Puso a Katie en el Cherokee y subió al asiento del acompañante.

Katie se quedó dormida enseguida. Zac estaba en silencio.

Ness: Cuéntame algo de los Anderson.

No estaba segura de si Zac atendería su petición.

Aparte del incidente del colchón y de contarle que había vivido con ellos durante los años de instituto, no le había dicho nada más.

Zac no hablaba mucho de temas personales y Ness respetaba su privacidad por más curiosidad que tuviera.

Como no respondió, volvió al ataque.

Ness: ¿Viviste con ellos mientras fuiste al instituto, no? ¿Eran los padres de Chad?

Zac: Sí.

Ness: ¿Cómo son?

Zac tenía la mirada perdida.

Zac: El señor A. es callado -dijo por fin-. Por eso, cuando habla, todo el mundo lo escucha.

Ness: ¿Y su mujer?

Zac: Ella no es callada -estaba sonriendo-. A veces me la recuerdas.

Ness: ¿Estás diciendo que soy una parlanchina?

Zac: ¡No! Sólo que ella era la única que me regañaba siempre que era necesario.

Ness: ¿Y eso era muy a menudo?

Zac: No te haces una idea.

Y empezó a contarle un montón de historias.

Después de eso, se calló de nuevo, excepto para darle indicaciones del camino a seguir. Estaba claro que le había contado todo lo que tenía que contarle.

Ness aparcó frente a una casa blanca, de dos pisos, con puertas verdes y aros de baloncesto en la pared del garaje. El jardín estaba delimitado por una valla de madera. Aquella casa parecía un hogar.

Ness se preguntó si Zac y Chad habrían jugado en aquellas canastas. Seguro que sí.

Zac: Qué bien venir a ca... -empezó a decir, antes de cambiar de idea-. Aquí.

A casa. Aquello era importante. Mientras sacaban a Katie del coche, ella siguió preguntándose el motivo de su elección de palabras.

La puerta principal se abrió y de ella salió una mujer morena.

**: Zac -dijo, sonriente-.

Zac: No te has puesto el abrigo -gruñó abrazándola-.

Ness: Zac está especialmente interesado en los abrigos -se rió-.

La mujer se volvió hacia ella y la miró.

**: Tú debes de ser Ness.

Ness: Sí. Seguro que no soy tan mala como cuenta Zac. Es un exagerado.

**: Lo que dice es que no se las hubiera apañado sin ti.

Ness: ¿Ves? Exagera. Zac no necesita a nadie para apañárselas.

Zac: Me encanta esta conversación, pero vamos a llevar a la niña dentro.

**: Oh, vamos dentro. -Una vez en casa, les pidió los abrigos y los colgó en un armario-. Matt, ya están aquí.

Matt Anderson era un poco más bajo que Zac. Más bajo y más gordo, pero con una sonrisa tranquila mientras los observaba.

Matt: Qué agradable verte, hijo.

**: Vamos a sentarnos -dijo su mujer-. Me encanta verte, Zac, pero quiero ver a esa niña. -No paró de soltar expresiones de admiración y emoción mientras Zac desabrigaba a la niña como todo un experto-. Es preciosa -dijo, alargando los brazos-. Déjame tomarla en brazos.

Zac: Sabía que lo dirías -dijo sonriendo-.

**: Me encantan los bebés -declaró haciendo unos ruiditos que Katie imitó enseguida-.

Zac: Y a ella le caes bien tú.

Mientras la señora A. tenía a la niña, Ness vio su anillo.

Ness: Qué anillo tan bonito.

**: Gracias. Matt me lo regaló en nuestro último aniversario. Es un nudo celta.

Miró a su marido de un modo que dejaba notar el amor que se profesaban.

Ness se sentó y observó a Zac y a los Anderson hablar un poco de todo. Podía notar el cariño que se tenían, Zac estaba más relajado que nunca. Hablaba sin hacer bromas, sólo con emociones sinceras. Estaban tan unidos como el nudo del anillo de la señora Anderson.

Eran una familia.

La señora A. devolvió la niña a Ness, no sin reticencias, para servir la comida. Ness se estaba convirtiendo en toda una experta en tener a la niña sobre una pierna mientras comían y manteniéndola lo suficientemente alejada para que no llegara al plato.

**: Estás muy natural con ella en brazos -dijo la señora A.-. Cuando Chad era pequeño, también quería ayudarme a comer.

Ness: A Katie también le gusta. Lo aprendí el día que me encontré con un montón de comida en el regazo, pero prefiero el asado en el plato. Está delicioso.

**: Gracias. Me gusta cocinar y echo de menos tener a los chicos a la mesa todos los días.

Zac: Tal vez debieras tener más niños.

La señora A. se rió.

**: No creo que eso entre en nuestros planes, cariño. Voy a buscar el postre.

Zac: Antes de eso... Ness, ¿te importa si hablo con ellos a solas un segundo?

Ness: No, claro -dijo tomando a Katie-. Katie y yo nos vamos a jugar al salón.

Y le lanzó una sonrisa a Zac antes de salir.

Zac le devolvió la sonrisa. Probablemente no debiera haberla invitado, pero la necesitaba con él. 

Matt: ¿Qué pasa, hijo?

Zac: Yo... -no sabía por dónde empezar. Le había dado millones de vueltas en la cabeza, pero en aquel momento no conseguía encontrar las palabras-. Es sobre Katie -dijo por fin-.

**: Oh, cariño -dijo la señora Anderson-. Es una muñeca. He visto que estás prendado de ella y nos alegramos mucho por ti. Llevo años diciéndole a Matt que necesitas una familia, ¿verdad, Matt?

El señor A. asintió.

Zac: ¿Yo? -preguntó incrédulo-. ¿Creéis que me voy a quedar a Katie?

**: ¿No? -dijo la señora A. mientras desaparecía su sonrisa-. No sé cómo puedes dejarla marchar. Te he visto con ella y con Ness. Los tres estáis perfectos, sois como una familia.

Zac: No -dijo con más fuerza de la que pretendía emplear. Formar una familia no entraba en sus planes. Había pensado que la señora A. se daría cuenta-. No -dijo, con más suavidad-. Ness es una amiga, y hace dos semanas, ni eso. Y Katie, sí es verdad que me tiene loco, pero porque me preocupo por ella y quiero lo mejor para ella. Y eso nunca lo seré yo. Nunca seré un buen padre.   

Los Anderson esperaron el resto de su discurso. Confiados y pacientes. Así eran ellos.

Zac: Por eso quiero hablar con vosotros sobre Katie -continuó buscando de nuevo las palabras-. Quería preguntaros si querríais adoptarla. Nunca podría encontrar para ella a nadie como vosotros. -Lo dijo a toda prisa, y antes de que pudieran responder, siguió-. No teníais que aceptarme como lo hicisteis, pero así fue. Y nunca me hicisteis sentir una carga para vosotros...

**: Para ahora mismo, antes de que digas algo que me haga desear darte una bofetada -dijo la señora A-.

Aquélla era la amenaza típica de la señora A. cuando Chad y él estaban en el instituto, pero hasta donde sabía Zac, no se cumplió nunca.

Siempre que decía aquello, ellos sonreían, como hizo Zac esa vez.

**: Escúchame, jovencito -dijo, apuntándole con un dedo tembloroso-. Tal vez no dejara las cosas claras en el pasado, así que lo voy a hacer ahora. Tú nunca fuiste una carga, sino una alegría. En el mismo instante en que te conocí, me di cuenta de que eras especial. Cuando tu tía tuvo que ir al hospital y viniste con nosotros, supe que lo pasaría mal cuando te marcharas. Por eso me alegré tanto cuando ella se fue a vivir con su amigo a Florida y tú te quedaste con nosotros. Fue un alivio, porque eras mío -se llevó una mano al corazón-. Eras mío. Lo sabía. Tal vez no te diera la vida, pero eres tan mío como Chad. Tal vez me llames señora A. y no pienses en mí como tal, pero soy tu madre. En mi corazón, tú eres mi hijo y lo has sido desde el día que viniste a vivir con nosotros.

Ella se cruzó de brazos, como retándole a que dijera lo contrario.

Zac no lo hizo. No podía.

Se había quedado mudo. Le había dicho que lo quería muchas veces antes, pero nunca la había creído del todo. Siempre había pensado que no estaba «suficientemente cualificado».

La vehemencia de sus palabras no eran simples apariencias, era algo más grande que siempre había sospechado.

**: Matt y yo siempre quisimos tener una familia numerosa, pero Dios no nos dio más hijos. Después llegaste tú, y me di cuenta de que tenía otro hijo. Aprendí que una familia no es algo que das a luz, sino algo que creas. Tú eres parte de esta familia.

Sintió un terrible nudo en la garganta que no sabía cómo quitarse de encima.

Zac: Tal vez Katie sea así, también... parte de la familia que no sabías que tenías.

**: Claro que lo es -dijo la señora A.-. Supe desde el primer momento que era parte de mi familia, tanto como lo eres tú. El corazón reconoce esas cosas.

Él sintió una oleada de alivio.

Zac: Entonces, ¿os quedaréis con ella?

**: No -dijo ella-.

Zac: ¿No? Pero has dicho...

**: Ella es parte de la familia. La quiero, pero no puedo adoptarla. Ya no estoy tan ágil como antes, y ésa es una cualidad necesaria con un niño pequeño. Con ese pelo y ese brillo en los ojos, seguro que será inquieta y rápida. No podría mantener su ritmo.

Zac: No lo entiendo.

Se sentía descorazonado. Estaba tan seguro de haber encontrado la solución perfecta, que los Anderson se volverían locos con ella y se la quedarían... después de todo, Katie era mucho más adorable que él.

**: No la adoptaré -repitió la señora A.-. Pero llevo años queriendo tener nietos, ¿verdad, Matt?

Matt asintió.

**: Y ahora mismo tengo al primero de ellos en el salón. Pienso mimarla todo lo que pueda, y aunque intentes evitarlo, como todo buen padre, no te haré nada de caso.

Zac: Yo no puedo ser su padre -declaró-.

Se lo había dicho a Ness y ahora se lo diría a ellos. Se lo había dicho a sí mismo millones de veces. No podía ser el padre de Katie Smith. Ni de ella ni de nadie.

**: ¿Y por qué? Si se puede saber...

Zac: Mira a mis padres, a mi familia. Mis padres me abandonaron y mi tía estaba deseosa de librarse de la responsabilidad de tenerme. Lo llevo en los genes.

**: Tú no puedes ser más distinto de esa gente -dijo la señora A.-. Creía que lo tenías claro. Aunque no me gusta hablar mal de nadie, no actuaron de forma muy inteligente contigo. Tomaron tu cariño y luego lo dejaron de lado. Tú lo das todo. Tienes uno de los corazones más grandes que he conocido nunca.

Matt: Mira, hijo. Llevo todos estos años presenciando cómo cargas con ese fardo, y pensé que con los años sabrías librarte de él, pero veo que me equivoqué. Deja que te lo vuelva a explicar. Tú no eres en absoluto como ellos.

La señora A. asintió.

**: ¿Te acuerdas de cuando trajiste las primeras notas a casa?

Claro que se acordaba.

Zac: Vi que estabas disgustada y me preguntaste si no lo podía hacer mejor.

**: Y me dijiste que no -repuso ella-. Te dije que las notas eran importantes porque te daban opciones. ¿Qué pasaría si después querías ser neurocirujano? Nunca lo conseguirás si no habías tenido buenas notas antes. Me escuchaste, y desde entonces todo fueron sobresalientes. Obtuviste una beca para ir a la universidad y entraste en Derecho. Estaba muy orgullosa de ti.

Zac se sintió bien. La había hecho sentirse orgullosa.

**: Pero durante años te has cerrado puertas a tus opciones personales, que es lo que estás haciendo ahora con Katie. Tal vez tengas miedo a abrirle las puertas de tu hogar, a pensar que tu casa es el hogar apropiado para ella.

Matt: Zac, eres mi hijo. No podría quererte más ni estar más orgulloso de ti si hubieras nacido de nosotros. No creo que seas el tipo de hombre que se deja vencer por el miedo y no sabe reconocer un regalo. Y esa niña es un regalo para ti.

**: Y Ness también, creo -dijo la señora A-.

Zac: Yo no...

Matt: No tomes ninguna decisión ahora. Piénsalo, hijo. Tienes muchas opciones, sólo tienes que tener el valor de abrirles la puerta.

La señora A. le abrazó.

**: Da igual lo que hagas y lo que decidas. Eres mío. No te olvides de eso. Te quiero.

Zac: Yo también te quiero... -se detuvo, deseoso de decir más-. Mamá... Yo también te quiero, mamá -susurró por fin-.

La señora A. empezó a llorar.

Zac: Lo siento, no debería...

Con lágrimas en los ojos, aún consiguió mirarle de ese modo peculiar.

**: Ni se te ocurra disculparte. He esperado años a que me llamaras así.

Zac: ¿Qué?

**: ¿Sabes? Para ser tan listo, a veces eres un poco lento. Pero te sigo queriendo a pesar de todo.

Matt: Yo también -dijo dándole una palmada en la espalda-.

Zac: Gracias... papá.

Al señor A. se le iluminó la cara.

Zac: Pero Katie...

**: No. No digas nada más ahora. Tampoco tomes ninguna decisión. Date tiempo y valora tus opciones. Sabes lo que haces y sé que harás lo correcto.

Zac: Pero...

**: Vamos a ver qué hacen Ness y Katie antes de que se olviden de nosotros -dijo ella, dándole un beso en la mejilla-. Hay una tarta de chocolate esperando.


Zac sabía que Ness se había preguntado sobre su charla con los Anderson, pero no le dijo nada. Volvieron en silencio a Erie y Katie durmió casi todo el camino.

Como conducía Ness, él fue casi todo el camino mirando por la ventanilla, pensando en lo que había dicho la señora A., su madre.

¿Quedarse con Katie?

No estaba seguro de poder hacerlo. Por una parte, quería, y sabía que lo pasaría muy mal cuando se fuera.

La quería, eso estaba claro. Pero no creía que fuera la mejor opción como padre.

¿Y Ness?

La miró mientras conducía.

Había cumplido con sus deberes y ahora quería realizar sus sueños. Ese coche era sólo el primer paso. Quería volver a la universidad. No tendría tiempo para mantener una relación; y no era que quisiera tener una relación con ella.

Se dio cuenta de que habían llegado a casa.

Ella apagó el motor y lo miró, con sus ojos marrones serios como nunca.                               

Ness: Zac, tengo algo que decirte. Es algo que probablemente no quieras oír.

Zac: Parece que hoy se ha puesto todo el mundo de acuerdo para decirme esas cosas, así que dispara.

Ness: Cuando me contaste lo de tus padres, dijiste que no querías tener niños porque tenías miedo de ser como ellos. No te pedí detalles, y hasta hoy no los he necesitado. Pero acabo de conocer a tus padres, a los de verdad. Lo siento, pero no he podido evitar oír vuestra conversación. Las familias no se crean por lazos de sangre, sino por amor. Los Anderson son tu familia, y si tú le das a Katie la mitad del amor que ellos te han dado a ti, será una chica con suerte.

Ness lo besó en la mejilla y salió del coche antes de que pudiera decir nada.

Fue derecha a su piso, dejando que él se ocupara de cambiar a la niña de coche.


En el camino a su casa, Zac pensó todo el rato en las palabras de Ness y de la señora A.

Familia.

Zac nunca había pensado en una definición para esa palabra antes. Él había asumido que era algo impuesto genéticamente, como un sorteo. Y a él le había tocado el palito más corto.

Pero después encontró a los Anderson. Tenían razón; siempre lo habían tratado como a un hijo, como a Chad, para quien había sido más un hermano que un amigo.

Zac había sido quien había puesto las barreras. Tampoco parecía que les hubiera importado, porque ellos siguieron presionando y rompiendo barreras a su paso.

Zac se dio cuenta de que la señora A. había roto la última aquel día. Tenía razón. Había sido su madre en todo lo que importaba.

Y Ness también tenía razón. Si podía ser la mitad de buen padre que ellos, Katie estaría perfectamente.

Y entonces se dio cuenta con claridad de algo: quería, y siempre había querido, quedarse con Katie. Quería tener la oportunidad de verla crecer.

Tal vez no fuera la mejor opción, pero sabía que no podría encontrar a nadie que la quisiera tanto como él, y tal vez por eso no hubiera buscado padres adoptivos con mucho ahínco.

Pero Katie se merecía algo más que un padre.

Merecía una familia completa. Se merecía...

Ness.

Sabía desde hacía un tiempo que quería a Ness. Se sentía atraído hacia ella, y por más que intentaba convencerse a sí mismo de que sólo era atracción sexual, no lo conseguía.

Quería que ella fuera parte de su familia porque... le costaba encontrar las palabras... porque la amaba. No sólo la quería como madre de Katie, la amaba.

Ness Hudgens.

Quería que le ayudara a criar a Katie, tener más hijos con ella; hijos con su sonrisa y sus ojos. Quería envejecer a su lado.

No sólo la quería, sino que la necesitaba, la amaba.

Pero Ness tenía planes... ¿Podría apartarla de sus sueños?

¿Sería justo pedirle que fuera su esposa y la madre de Katie? Había trabajado duro y merecía una oportunidad de ser feliz.

Zac no sabía qué hacer.

Siempre había sabido lo que quería, en qué dirección andar, pero esa vez estaba perdido.

Zac: Tengo una cosa clara: se acabó buscar familia adoptiva. Eres mía. Sé que lo estropearé todo, pero prometo que te querré y que lo haré lo mejor posible.

La pregunta seguía en el aire...

¿Qué era lo mejor para Ness?


2 comentarios:

Pao dijo...

more cap! plssss

Maria jose dijo...

Que linda novela
Siguela pronto
Saludos!!!

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