topbella

sábado, 27 de abril de 2013

Capítulo 8


Apretando un paño húmedo sobre la herida que tenía en la frente, Vanessa decidió que la historia oficial sería la puerta de un coche o quizá una lámpara mal colocada. Cualquier cosa antes que la verdad.

Contar que un hombre furioso le había dado un golpe en la cabeza con un móvil era más bien embarazoso.

Y contar que se había metido en una pelea que terminó con un claramente furioso chihuahua meándole encima, era sencillamente humillante.

No, mejor contar lo de la puerta del coche.

Cuando apartó el paño y vio que estaba manchado de sangre, Vanessa hizo una mueca. El aspecto lastimero iría bien para la reunión que iba a mantener en el hotel Charles. Daría la imagen perfecta de una ejecutiva que controla todo lo que le rodea. Ja, ja.

Ni siquiera el maquillaje podría cubrir ese moratón.

Y la semana había empezado tan bien...

Vanessa se tomó libre el lunes por la tarde para teñirse el pelo y para buscar un traje adecuado con todo el dinero que tenía. Podría parecer una frivolidad, pero ella sabía que era mucho más fácil exigir respeto a un montón de ejecutivos cuando una lleva puesto encima un traje de Chanel que vale mil quinientos dólares. Además, casi podría considerarlo una armadura.

Cuando llegó a casa, rezó para que Miley no estuviera porque no quería que viese la bolsa con el famoso logo. Cuánto deseaba que llegara el día en el que ya no tendría que fingir. La tensión, el miedo, las mentiras cada día le pesaban más.

Se recordó a sí misma que debía saber si Miley estaría en casa el día que iba a verse con los supuestos compradores de la cadena Hudgens. Si no, tendría que reservar otra habitación en el hotel Charles para vestirse en privado, lo cual era ridículo.

Usar su dúplex como base de operaciones sería lo ideal, pero no estaba preparada para volver a casa. Además, estaba segura de que, en el momento en que pusiera un pie en la puerta, alguien llamaría a Drake para alertarlo de su regreso. Sin duda, su «prometido» pagaba bien por ese tipo de información.

No, lo mejor sería esperar un poco.

El lunes por la mañana estuvo dando vueltas por el apartamento de Zac, preguntándose si debía ir a verlo al restaurante. Pero luego pensó que seguramente no iban a pasar todas las noches juntos a partir de aquel momento... ¿o sí?

Vanessa volvió a su casa, o más bien a casa de Miley, y sacó un cartón de helado del congelador. Seguramente lo de la noche anterior había sido solo eso, una noche, y Zac no querría repetirlo.

Cuando sonó el teléfono casi se le cayó el helado de las manos.

Ness: ¿Dígame?

Zac: ¿Por qué no estás en mi casa? -preguntó a modo de saludo-.

Ness: Pensé que...

Zac: ¿Qué? ¿Que no querría verte allí cuando volviera? Cariño, me gustaría encontrarte allí todos los días.

Ness: Muy bien -sonrió-. Espero que no te importe que duerma desnuda.

Zac: Estás intentando torturarme, ¿verdad?

Ness: ¿Y funciona?

Zac: Vuelve a mi casa, ¿de acuerdo? Tienes la llave. No me apetece meterme en tu cama con mi hermana en la habitación de al lado, pero si me obligas...

Ness: No lo haré. Cierra el restaurante lo antes posible, cariño.

Zac: Intentaré llegar lo antes posible, pero...

Ness: No te preocupes, te entiendo. Llegarás cuando puedas.

Vanessa colgó, sabiendo que Zac estaba sorprendido. Seguramente nunca había encontrado a una mujer tan comprensiva con su trabajo. Pero ella lo era porque conocía el negocio. Y lamentaba que otra mujer lo hubiera dejado escapar por eso. O, más bien, no lo lamentaba en absoluto.

Desde aquel día había dormido en casa de Zac casi cada noche. Hacían el amor y luego se quedaban dormidos con los brazos y las piernas entrelazados, sin separarse más que lo necesario para respirar.

Pero un día llegó al restaurante y comprobó que Zac había contratado a un nuevo camarero, Jack, un chico joven y delgado que parecía conocer bien el negocio. Resultó ser también un ligón con las clientas, particularmente con las que tenían edad para ser su madre. Pero la cuarta vez que llegó tarde a trabajar, Vanessa decidió hablar con Zac.

Ness: No es que no me caiga bien. Trabaja mucho, pero...

Zac: ¿Pero?

Ness: Llega a la hora que le da la gana. Hoy me ha dicho que ha llegado tarde porque la chica con la que ligó anoche quería... que se quedase un poco más.

Zac: ¿Ah, sí?

Ness: Según él, es demasiado joven como para rechazar un revolcón.

Zac soltó una carcajada.

Zac: ¿Y tú qué le has dicho?

Ness: Que ya tiene edad para poner un despertador y que su trabajo debería ser lo más importante para él.

Zac: Estoy de acuerdo -sonrió-. Bueno, pues entonces ya está decidido.

Ness: Un momento. Yo no quiero que lo despidas, solo que le llames la atención.

Zac: Si él llega tarde, tú tienes que trabajar más, ¿no? Además, ya le he advertido un par de veces. Si mañana vuelve a llegar tarde, se acabó.

Ness: Muy bien -sonrió-. Eso me parece justo.

Zac: Me alegro de que estés de acuerdo.


Unos días más tarde, cuando Zac volvió del banco, Vanessa había despedido a Jack.

Zac: ¿Qué?

Ness: He hecho lo que habrías hecho tú. Ha vuelto a llegar tarde y no tenía ninguna excusa. Así que lo he despedido.

Zac: Lo has despedido.

Ness: Pero no te preocupes. Esta noche llega una camarera nueva. Ya he llamado a la agencia de trabajo temporal.

Zac: Has despedido a Jack y has contratado a otra persona -murmuró-.

Ness: Sí, es la chica que entrevistamos la semana pasada, Anita.

Zac: ¿Ésa? Pero si estaba tan histérica que apenas la entendía. ¿Te has vuelto loca?

Ness: Claro que no. Charlé con ella después y me pareció una chica muy simpática. Lo que pasa es que tú la ponías nerviosa -sonrió-. Y necesita el trabajo, Zac. Yo la entrenaré, no te preocupes.

Zac: No sé para qué me molesto en venir. Eres tú quien dirige el restaurante -protestó-.

Ness: Lo siento. Sé que me he pasado, pero es que Jack tiene una cara increíble.

Zac: Debería despedirte -sonrió inclinándose para darle un beso-. Pero si te despido, dejarías de acostarte conmigo.

Ness: Oye...

Zac: Además, has hecho bien. Pero si Anita echa a todos los clientes con sus nervios, tú pagarás las consecuencias.

Vanessa soltó una carcajada.

Ness: De acuerdo.

Zac: Venga, a trabajar.

Desde ese momento, Vanessa intentó no extralimitarse. Pero, en realidad, ese incidente pareció acercarlos todavía más. Si eso era posible.

Un domingo por la mañana, le hizo tortitas para desayunar y, para hacerlas, tuvo que mirar la receta.

Ness: ¿Creías que era una broma lo de la comida hindú? Es lo único que sé hacer. Bueno, también algo de cocina francesa...

Zac: ¿Cocina francesa?

Ness: Pero no te preocupes, con una receta a mano puedo hacer casi cualquier cosa. Y no pienso envenenarte, tranquilo.

Vanessa se mordió los labios. «Cocina francesa». Cada vez metía más la pata. En cualquier momento se le escaparía algo sobre su vida que a Zac no le pasaría desapercibido.

Zac: Me arriesgaré -sonrió abrazándola-.

Como Vanessa solo llevaba una camiseta, el juego no terminó ahí. Empezó acariciándola de broma y acabó tomándola en brazos.

Ness: Las tortitas -murmuró entre beso y beso-.

Zac: Más tarde -dijo llevándola al dormitorio-.


Cuando se fue al restaurante, Vanessa llamó a su abogado. La reunión con los supuestos compradores de la cadena tendría lugar la semana siguiente.

Ness: Diles que el viernes por la tarde. No puedo esperar mucho más.

Franklin: Pero señorita Hudgens...

Ness: No discutas conmigo, Franklin.

Setenta y dos horas antes de la reunión, Vanessa empezó a tener problemas. El comentario sobre la cocina francesa durante el desayuno fue el primero de una cadena de incidentes.

Cuando su alma mater ganó el primer partido de baloncesto de la temporada y ella gritó: «¡Arriba Stanford!», Zac la miró, sorprendido.

Ness: Me habría gustado estudiar allí -dijo a modo de explicación, antes de ir corriendo al servicio. Una vez allí, se miró al espejo-. Sé Vanessa Montez durante unos días más, solo unos días más.

Pero no valió de nada. Con el retorno inminente de su vida, cada día le resultaba más difícil ser Vanessa Montez y no Vanessa Hudgens.

Además de trabajar con Zac, dormía con él, de modo que en cualquier momento podría meter la pata hasta el fondo. Y eso no podía pasar.

Si a Zac le pareció raro que se levantara antes que él para volver a casa de Miley, no dijo nada. Y tampoco pareció extrañarle que no hablase más que de trabajo.

Pero Miley sí se dio cuenta y la arrinconó en la cocina.

Miley: ¿Qué te pasa, Vanessa? No me has dicho más de diez palabras desde que has llegado. Y me he dado cuenta de que tampoco hablas con mi hermano. ¿Qué ocurre?

Ness: Nada. En serio, no me pasa nada. Es que últimamente he pensado mucho en mi familia... Estoy intentando decidir qué debo hacer.

Miley: Ya.

Ness: No estoy planeando matar a mi novio...

Miley: ¡Ex novio! -gritó-.

Lily se volvió, sorprendida. Vanessa no sabía si sus recetas eran especialmente complicadas, si la nueva cocinera era una inútil o si la madre de Zac no quería dejar de trabajar en el restaurante. En cualquier caso, seguía allí.

Y Miley actuaba de una forma muy extraña.

Ness: ¿No serás tú la que está planeando algo raro?

Miley: Fantasear con meterlo en una jaula y clavarle una aguja hipodérmica no es ningún crimen. ¿Te puedes creer lo que me ha dicho?

Ness: ¿Quién? -preguntó confusa-.

Miley: Jake. ¡Me ha dicho que no podemos seguir trabajando juntos!

Ness: Lo que tienes que hacer es dejar la clínica y no volver nunca más. A ver qué hace sin ti.

Miley: Lo sé -suspiró-. Pero encontrar un buen asistente de veterinario no es tan fácil como crees y no puedo dejar que esos animales estén mal cuidados porque mi ex novio es imbécil... ¡y encima está casado!

Vanessa soltó una carcajada.

Ness: Pensé que ibas a estar deprimida durante años. Cuánto me alegro de que no sea así.

Miley: Es que era una estupidez salir con mi jefe. Ahora que sé que, además, está casado, me gustaría estrangularlo.

Ness: Y tu hermano también.

Miley: Estaba dispuesto a darle una paliza -suspiró-.

Vanessa se quedó pensativa. Zac se puso furioso al saber que Jake había mentido a su hermana. Cuando supiera la verdad sobre ella... No quería que la comparase con un canalla como aquél, pero mentir sobre su nombre, su ocupación, su situación económica... por no decir que la alta sociedad de Chicago la consideraba prácticamente casada... sí, ella no era muy diferente del ex de Miley.

Pero no podía pensar en eso. Tenía que ponerse a trabajar.

Delante del restaurante se habían reunido casi veinte personas para celebrar un cumpleaños. Vanessa les indicó dónde estaban el guardarropa y los servicios y luego empezó a repartir copas.

Ness: Dos cervezas, un martini, un whisky con hielo, dos coca-colas y una tónica -pidió, en la barra-. Si instalaras otro grifo de coca-cola al final de la barra, yo misma podría servir los refrescos. Eres el único camarero y no deberías perder el tiempo.

Zac sacudió la cabeza.

Zac: Estás intentando esconder tu adicción a la cafeína, señorita. ¿Cuántas coca-colas tomas al día?

Ness: Es como la leche materna para mí, te lo aseguro.

Zac: Es malísimo para ti, te lo aseguro. Sobre todo, cuando se toman tantas.

Vanessa sonrió.

Ness: Me gusta que me regañes.

Zac: Ven aquí -sonrió abrazándola-.

Los clientes empezaron a aplaudir.

*: ¡Muy bien, Vanessa!

**: Nunca pensé que vería a Zac enamorado -dijo un cliente habitual-.

***: Dejadlo, chicas. Ese hombre ya no está en el mercado.

Zac sonrió, pero Vanessa se apartó de la barra a toda prisa, cortada. Aunque ya daba igual. Pronto podría decirle la verdad, de modo que no importaba que la gente supiera lo que había entre ellos.

De modo que se volvió y le tiró un beso, muy celebrado por todos los parroquianos.

Dos horas más tarde, Zac seguía sonriendo detrás de la barra. Cada vez que ella se acercaba, aprovechaba la oportunidad para darle un beso, una palmadita en el trasero o cualquier otra caricia.

Ness: ¿De qué te ríes, tonto?

Vanessa miró por encima del hombro de Zac y creyó ver... aunque no podía ser, un chihuahua saltando por el aire.

Zac: ¿Vanessa? ¿Qué te pasa?

Ness: ¿Un perro... que vuela?

Antes de que pudiera dar un paso, algo que parecía una bola de pelo rosa con unos lazos fue lanzado contra una mesa.

Y entonces llegó el desastre.

Una pelea, una antigua pelea de saloon, con gente tirándose cosas, gritos, puñetazos...

Los ladridos que salían de debajo de una mesa confirmaron también la presencia canina.

#: ¡Ha matado a mi Poopsie! ¡Ha matado a mi Poopsie!

Algo golpeó a Vanessa en la frente... un objeto no identificado, pero evidentemente lanzado por alguien. Cabreada, enganchó con una mano a cada uno de los contendientes: una mujer medio borracha y un hombre enfadadísimo.

Ness: ¡Que se siente todo el mundo! -Zac estaba a un paso de ella, con el chihuahua en las manos y una expresión de incredulidad total-. Usted deje de llorar y dígame qué ha pasado. Usted cállese.

##: De repente he visto una rata asquerosa y, cuando le he dado una patada, esta loca se me ha tirado encima. ¿Qué clase de restaurante es éste?

#: Pobre Poopsie...

**: Está borracha -dijo alguien-.

Ness: En este restaurante no hay ratas. Lo que sí parece que tenemos es un problema con los perros -dijo señalando a Zac, que sujetaba al Chihuahua-. Alguien... parece haber pensado que su perrito debía disfrutar de la fiesta y lo trajo escondido en el bolso -añadió, sintiéndose como Hércules Poirot-. Y las cosas se le han escapado de las manos. -Desde la cocina, vio a Anita acercándose con una enorme bandeja-. Para compensar la momentánea interrupción de la fiesta, Zac quiere invitar a todo el mundo a una copa. Y Anita acaba de traer una fabulosa selección de aperitivos. -Gritos y aplausos de la multitud-. Y ahora, si me disculpan, voy a pedirle un taxi a la señora del perrito.

Zac: Controlas bien a las multitudes.

Ness: Mejor eso que dejar que se maten.

Zac: Cierto, pero esta mujer está completamente borracha -murmuró entonces-. ¿Cómo has dejado que se emborrachara de esta forma?

Ness: ¿Yo? Pero si solo ha pedido dos copas -suspiró-. Señora, ¿qué ha bebido?

#: Un poco... -la mujer era incapaz de articular palabra-.

Ness: ¿Un poco de qué?

#: Un poco de todo -rió ella por fin-. La gente no se termina nunca una copa.

Miley: ¿Qué pasa aquí? -exclamó saliendo de la cocina-. Esto parece la III Guerra Mundial.

Zac señaló al diminuto perrito, que seguía teniendo en las manos.

Zac: La culpa la ha tenido esta rata...

Indignado, el chihuahua decidió que ya lo habían insultado suficiente y mordió lo primero que encontró a mano... o deberíamos decir «al diente»: Zac. Que soltó al perro y se sujetó la mano dolorida.

Zac: ¡Maldita sea!

#: ¡Poopsie! -gritó la mujer, levantándose para estrangular a Zac-.

Ness: Otra vez no -suspiró-. ¡Nada de peleas, señora! En mi bar nadie se pelea con nadie. ¿Me entiende?

#: No es tu bar -replicó ella-. Tú solo eres una camarera.

Ness: Cuando estoy trabajando, es mi bar. Y no tolero broncas en mi bar. ¿Lo entiende o no lo entiende? Porque si no lo entiende, seré la camarera que llama a la policía para denunciarla por montar un espectáculo en un lugar público. -La mujer asintió, asustada. Vanessa se volvió entonces hacia Zac y lo señaló con el dedo-. Y tú... -Él la miró, perplejo-. Tú deberías saber que yo no le serviría demasiadas copas a nadie. Que hago bien mi trabajo y...

Entonces notó que tenía la pierna mojada. Y cuando miró hacia abajo comprobó que Poopsie le estaba haciendo pis en los pantalones.

Zac: Vanessa... -murmuró-.

Ness: Déjalo. Anita puede encargarse de todo. Me voy a dar un paseo.

Vanessa se dio la vuelta y salió del restaurante con toda la dignidad de la que era capaz en aquella situación.

El aire fresco la calmó un poco. El trabajo de camarera era más complicado de lo que uno podía creer, desde luego. Incluso peligroso para la salud, pensó, tocándose la frente, donde ya empezaba a salirle un chichón.

Aunque no había pasado nada importante. Solo era un perro...

Pero debería haberse dado cuenta de que aquella mujer estaba bebiendo demasiado. Por no hablar del chihuahua. Si no estuviera siempre pendiente de Zac y preocupándose por sus propios problemas... No estaba haciendo bien su trabajo.

Lo cual no era justo para Zac, una persona que lo único que había hecho era ayudarla. Tampoco era justo para su familia...

Quizá lo mejor sería marcharse, pensó.

Cuanto más importante era Zac para ella, más responsabilidades aceptaba en el restaurante y más grande sería el hueco que dejase.

Su restaurante...

No, Zac's no era suyo. Pero sí era suya la cadena que le dejó su abuela. Y a eso debía dedicarse. Se negaba a dejar que Drake y su madre se lo gastaran todo en viajes y lujos absurdos. Se negaba a dejar que el miedo la volviera tan irresponsable como ellos. No podía permitirlo.

¿Qué hacía ella trabajando de camarera cuando tenía tantas cosas que resolver en su vida?

Había llegado la hora de decir la verdad.

Llevaba mucho tiempo temiendo aquel momento, pero no podía esperar más. Se lo contaría todo. Si él la perdonaba, bien. Si no... se marcharía de todas formas.

Podría enviar a alguien de la cadena para que la reemplazase... incluso pagar su sueldo porque sabía que le debía mucho. Y quizá algún día, cuando tuviera su vida bajo control, podría volver. Para ver cómo iban las cosas sin ella, para decirle hola.

Vanessa abrió la puerta y fue directamente hacia Zac. Aquello era demasiado importante; no podía esperar.

Pero Anita la sujetó, deshecha en lágrimas.

Ness: ¿Qué pasa ahora?

Anita: Yo... hay un hombre que no... y el perro sigue... ¡Por favor, ayúdame!

Vanessa vio que Zac tenía sus propios problemas en la barra. Todos los clientes parecían haber pedido a la vez y el pobre luchaba con las cervezas, los martinis, los combinados...

Su mirada de angustia le dijo lo que estaba pensando: «Échame una mano, por favor».

Ness: Muy bien. Vamos a respirar profundamente. No pasa nada, no pasa nada. Yo me encargo del perro y tú haz lo que tengas que hacer, Anita.

Anita: Lo intentaré.

Ness: Tengo que hablar contigo, Zac -dijo entonces, acercándose a la barra-.

Zac: Y yo contigo. Pero hablaremos más tarde, esto es un caos.


A las dos de la mañana, Vanessa estaba agotada, enfadada y muerta de sueño. Había enviado a Anita a casa una hora antes, con instrucciones para que se tomara un té descafeinado antes de irse a la cama y la promesa de que no tendría que volver a soportar una noche como aquella.

Exhausta, se sentó en un taburete y apoyó la cabeza sobre la barra. Zac se acercó poco después y observó la herida que tenía en la frente, enfadado consigo mismo.

Era un imbécil. La hacía trabajar hasta las tantas en un bar que, evidentemente, necesitaba más camareros... Y Vanessa lo hacía por él. Menudo jefe, menudo novio era.

Con ternura, apartó el pelo de su frente. Su Vanessa. La veía todos los días, a todas horas, y cada día le parecía más interesante. Había visto en su rostro todas las emociones y cada una de ellas estaba impresa en su memoria para siempre.

Enfadada, agotada, muerta de risa, pensativa, controlándose... Y las miradas especiales, reservadas solo para él; esas miradas que lo derretían o lo convertían en un coloso.

Zac: Vanessa.

Ness: ¿Sí?

Zac: Vanessa, despierta.

Ness: Estoy despierta.

Zac: Estás dormida. Vete a casa, cariño. Hay un taxi en la puerta. Yo iré enseguida.

Ness: ¿Qué?

Zac: Es hora de irse a dormir, cielo.

La acompañó hasta la calle envolviéndola en su chaqueta y cerró la puerta del taxi después de darle la dirección al taxista. Luego volvió al solitario restaurante, donde solo se oía el ruido de la máquina de hielo, el de la cafetera, incluso una canción de Billie Holiday que sonaba muy bajito... pero todo parecía vacío, aburrido.

Estaba enamorado de ella.

Estaba enamorado de Vanessa.

Todo lo que era importante en su vida: su negocio, su familia... todo palidecía en comparación. La quería, quería cuidar de ella.

Media hora después llegó a su casa, se quitó los zapatos y fue directamente al dormitorio.

La ternura que sintió al verla en su cama le encogió el corazón. Estaba tumbada ocupando todo el espacio, como si la cama fuera suya.

Y lo era.

Zac se tumbó a su lado, la abrazó y le dijo cositas al oído hasta que consiguió despertarla.

Al verlo, una sonrisa iluminó su rostro.

Ness: Hola -murmuró, medio dormida-.

Zac: Te quiero, Vanessa -Ella cerró los ojos-. Te quiero. Y quiero que seas mi socia en el restaurante.




Aaawww... Enternecedor.
Y que vida tan dura lleva Vanessa v.v
Tienes razón, Zac: eres un imbécil (¬_¬). ¡Mira que explotar de esa manera a tu novia! ¡Qué vergüenza! Pobre Vanessa...

Gracias por los coments del capi anterior. ¡Comentadme más!
Por cierto, no es cierto que la nove tenga 18 capítulos. ¡Ja! XD

¡Un besi!


martes, 23 de abril de 2013

Capítulo 7


Vanessa respiró profundamente. Y se dio cuenta de que la mano que previamente estaba en su cintura en aquel momento estaba en su pecho, un dedo rozando perezosamente el pezón. No había podido ponerse sujetador con el top y la sensación de la seda rozándose contra aquella zona tan sensible era exquisita.

En el silencio, el suspiro que emitió cuando Zac apretó su pecho fue claramente audible.

Zac: ¿Vanessa?

Ness: Sí.

A todo lo que quisiera.

La luz de la luna entraba por la ventana iluminando su brazo desnudo, la mano de Zac acariciándola, la sombra de Zac, sus ojos azules como un imán.

Estaba encima de ella, tan cerca que el calor que irradiaba su cuerpo era casi insoportable. Vanessa esperó lo que parecía una eternidad hasta que él inclinó la cabeza. Sus hombros rozaban la alfombra, dura, en contraste con la suave humedad de la boca del hombre.

Zac tiró del top hacia arriba y cuando Vanessa abrió la boca aprovechó para besarla; sus lenguas enredándose en un ritmo antiguo y desenfrenado. Apasionado como nunca.

Cuando se apartó, los dos respiraban con dificultad. Una pierna de él estaba entre las suyas y Vanessa se encontró apretándose contra ella.

Zac: Llevas... demasiada ropa.

En respuesta, Vanessa levantó los brazos, dándole permiso con la mirada.

Zac murmuró su nombre una y otra vez antes de levantar el top hasta arriba para admirar sus pechos. Luego inclinó la cabeza y empezó a besarlos, primero uno, luego otro, acariciándolos con las dos manos, levantándolos para llevárselos a la boca. Le pasó el top por la cabeza, pero no se lo quitó, lo dejó sujetando sus manos como una soga.

Acostumbrada ya a la oscuridad, Vanessa vio cómo acariciaba su cara, su cuello y sus pechos, sin dejar de mirarla.

Zac: Eres tan preciosa. Tan perfecta.

Ness: No -murmuró-. No soy perfecta.

Pero no quería dejar entrar el mundo real en aquel momento.

Zac la silenció con un beso, mientras metía la mano por debajo de su falda para acariciarla por encima de las braguitas. Vanessa sintió un calor intenso, como un incendio. Casi no se dio cuenta de que le quitaba braguitas y falda al mismo tiempo, de un tirón.

Entonces abrió sus piernas con las manos y se quedó mirándola. Él estaba vestido. La dura costura de los vaqueros estaba apretando su rodilla.

Zac: No te muevas, Vanessa -le dijo, cuando intentó cerrar las piernas-. Deja que te toque.

Empezó deslizando una mano por su estómago, con caricias sabias que despertaban una tormenta en su interior. Luego la dejó entre sus piernas un momento. La apartó y volvió a acariciarla de nuevo, suavemente, casi sin tocarla.

Ness: Por favor, por favor... -murmuró levantando las caderas-.

Zac la acarició de nuevo, esta vez con la mano abierta, una mano grande que la cubría entera. Vanessa sintió que llegaba al orgasmo y cerró los ojos, dejando escapar un gemido de placer. Se quedó exhausta, sin aliento... hasta que Zac la colocó encima de su pecho. Un beso con la boca abierta disipó el estado de desmayo en el que estaba sumida.

La sensación de su lengua, la mano recorriendo su espalda, la erección de él bajo los vaqueros... todo se unía para excitarla de nuevo.

De repente, era importante tocarlo, sentir su piel desnuda. Vanessa tiró de los vaqueros y, en un minuto, lo tuvo desnudo. La suavidad de su piel era abrumadora. Sus piernas y sus brazos estaban unidos de tal forma que moverse un centímetro era como separarse de él para siempre. Todos sus músculos estaban duros, tensos, y se dio cuenta de que estaba intentando controlarse. La tocaba, pero no le metía prisa, no insistía, más bien esperaba a ver lo que ella decidía hacer.

Vanessa disfrutaba acariciándolo, pasando la mano por su torso, por sus abdominales, por sus bíceps. La piel de su estómago era muy suave, como la de un niño...

Pero era su turno de súplica.

Zac: Vanessa, por favor -dijo con voz ronca-. Necesito...

Ness: Lo sé -lo interrumpió poniendo un dedo sobre sus labios-.

Zac lo metió en su boca para chuparlo furiosamente. Entonces Vanessa levantó las caderas y fue descendiendo poco a poco, colocándolo dentro. Se apretó contra él hasta que ya no podían estar más cerca y luego se quedó parada, concentrada en él, sintiéndolo dentro.

Zac levantó las manos para acariciar su cara, mirándola con sus ojos azules.

Entonces Vanessa dejó de pensar. Su cuerpo empezó a moverse con un ritmo propio, cada vez más rápido, con el deseo instintivo de buscar placer.

Sintió, como en una nebulosa, que él metía la mano entre los dos para acariciarla. Y eso fue como un rayo que la hizo gritar de placer.

Una, dos, tres veces levantó Zac las caderas. Su grito gutural fue seguido de un espasmo. Apretaba sus caderas hacia abajo con fuerza hasta que se quedó parado y Vanessa cayó sobre su pecho, agotada.

Unos segundos después rodaron hasta quedar uno al lado del otro sobre la alfombra. Zac puso una mano sobre el corazón de Vanessa y luego sobre el suyo.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Comprobar si seguimos vivos. -Vanessa rió. Estaba viva, más viva que nunca-. ¿Tienes frío?

Ness: No.

Zac besaba su cara suavemente y ella le devolvía los besos, intentando decirle sin palabras lo feliz que era. Casi había olvidado sus problemas, el caos que era su vida.

Zac: ¿Sabes lo que me gustaría hacer ahora? -murmuró-.

Ness: ¿Qué?

Zac: Comer. Por alguna razón, estoy muerto de hambre.

Ness: Muy bien. Te echo una carrera hasta la cocina.

Golpeando la nevera con la mano, Vanessa cantó victoria. Pero cuando abrió la nevera lanzó un grito. Acababa de darse cuenta de que estaba desnuda delante de la ventana. ¡De una ventana que no tenía cortinas!

Histérica, volvió corriendo al salón.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Tú ganas. El ganador lleva la comida.

Se dieron de comer el uno al otro, riendo, chupándose los dedos como críos y besándose entre bocado y bocado.

Al final, se besaban más que comían.

Zac: ¿Preparada para otra carrera?

Ness: ¿Dónde?

Zac: A mi habitación.

Riendo, se levantó y se la echó al hombro.

Ness: ¡Zac! -exclamó cuando la tiró sobre la cama sin ceremonia alguna-. Qué bruto eres.

Zac: No lo puedo evitar. Me gusta que grites.

Ness: ¿Ah, sí? Ya te enseñaré yo...

Pero antes de que pudiera hacer nada, Zac la tumbó de espaldas y sujetó sus dos manos con una de las suyas.

Zac: ¿Qué vas a enseñarme?

Cuando empezó a darle besos por todo el cuerpo, las risas se habían convertido en suspiros.

Luego volvieron a hacer el amor y la noche se llenó de estrellas.

Despertaron una vez en medio de la noche e hicieron el amor despacio, sin decir una palabra. Cuando Vanessa se quedó dormida, Zac estaba todavía dentro de ella.


Él tocó su hombro suavemente cuando sonó el despertador, que apagó de un manotazo.

Zac: Tenemos media hora.

Vanessa volvió a quedarse dormida entre el lío de sábanas oyendo el ruido de la ducha. Oyó algo más, ruido de cajones, zapatos... pero fue el olor a café lo que la despertó del todo.

Zac: Buenos días -sonrió ofreciéndole una taza-.

Ness: Buenos días. Gracias.

Zac. ¿Tienes sueño?

Ness: No, ya estoy despierta -sonrió incorporándose-. ¿Te vas?

Zac: Tengo que irme -suspiró-. He quedado con los proveedores en el restaurante. Pero tú puedes dormir hasta la hora que quieras.

Ness: Qué pena.

Zac: Ya. Ojala pudiera quedarme contigo.

Ness: Ojala -sonrió alargando la mano para acariciar su pelo-. Ojala pudieras quedarte un poquito más.

Cuando se dio cuenta de que lo había excitado sonrió, contenta.

Zac: No puedo llegar tarde... He quedado con los proveedores -Vanessa, naturalmente, seguía acariciándolo-. No me hagas esto, cariño...

Un segundo después, Vanessa estaba bajando la cremallera de su pantalón.

Ness: Si no puedes llegar tarde -le dijo, sintiéndose perversa- tendremos que hacer esto rápido.


Cuando despertó, el sol de mediodía entraba a través de la ventana. Vanessa hizo una mueca al sentir un leve dolorcillo en cierta parte íntima. Nada importante, incluso placentero por los recuerdos que llevaba.

Pero cuando se miró al espejo abrió los ojos como platos. Estaba despeinada por tantas horas de pasión y las raíces oscuras se veían claramente. No le gustaba esa imagen, la imagen de alguien que estaba mintiendo y que, sin embargo, había pasado la noche más maravillosa de su vida. Tenía los labios hinchados, ojeras, el pelo revuelto... Había hecho el amor con Zac.

¿El amor? Lo de la noche anterior había sido eso. Sabía que se estaba enamorando de él, pero... ¿era real? ¿Cómo podía estar enamorándose de un hombre en el que no confiaba lo suficiente como para contarle la verdad sobre su vida? ¿Era real si todo lo que Zac creía saber sobre ella era mentira?

Ness: Le he dicho la verdad -murmuró-. Sabe muchas cosas importantes de mí.

«No te engañes a ti misma. Eres Vanessa Hudgens, millonaria y heredera de una cadena de restaurantes. ¿No es ese un hecho importante? Y estás prometida con otro hombre, un compromiso anunciado en las páginas de sociedad de los periódicos de Chicago».

Vanessa se quedó largo rato bajo el chorro de agua de la ducha, pero por mucho que quisiera engañarse a sí misma no pudo evitar la inevitable conclusión: era una cobarde.

Desde que salió del restaurante, de su dúplex, de su vida, había estado huyendo. Diciéndose a sí misma que necesitaba tiempo para pensar, para tomar una decisión.

En lugar de hacer lo que sabía que debía hacer, había dejado que otra gente la intimidase, que la amenazasen hasta que, por fin, les dejó el camino libre. Había cedido al primer empujón ante gente que no tenía un poder real para hacerle daño, ni para robarle el negocio que legalmente era suyo.

Su madre no podía hacerle daño. Apenas estaba en Chicago porque se pasaba la vida de un crucero a otro. Y solo hablaban cuando su madre la llamaba para pedirle dinero.

Ni siquiera Drake, el presidente de la corporación, podría darle auténticos problemas. En primer lugar, porque su absoluta ignorancia del negocio de restauración lo incapacitaba para actuar. Y con un cincuenta por ciento de las acciones en su poder, no podía tomar decisiones importantes sin contar con ella.

Al menos, no podría si ella estaba allí para negarse a hacer lo que Drake pretendía hacer.

Ness: ¿En qué demonios estaba pensando? -murmuró, enfadada consigo misma-.

Se sentía como si acabara de salir de una piscina de fango.

Salir corriendo no era la respuesta.

Vanessa sabía cuál era la respuesta: volver a su vida y solucionar sus problemas.

La tensión que tenía en la espalda, el peso que parecía llevar sobre sus hombros desde que salió de su casa desapareció de inmediato. Era tan sorprendente que enseguida supo que había tomado la decisión adecuada.

No sabía qué le había pasado, por qué se asustó tanto... pero cuando murió su abuela perdió el rumbo y dejó que Drake y su madre controlasen su vida. Tanto que cuando decidieron que debía casarse con él no tuvo fuerzas para protestar.

Pero eso había terminado. Solucionaría sus problemas y después le explicaría a Zac quién era y por qué le había mentido.

Él se enfadaría, sin duda. De hecho, se pondría furioso, pero si era tan buena persona como ella creía acabaría por entenderla. Además, ¿no le había dado permiso hasta final de año para solucionar sus asuntos?

«Te doy hasta el treinta y uno de diciembre para solucionar esta situación. Y te ayudaré en todo lo que pueda. Pero el día treinta y uno de diciembre tienes que darme un número de la seguridad Social. A partir de entonces no podrás seguir escondiéndote. ¿Trato hecho?».

Esas habían sido sus palabras exactamente.

Ness: Desde luego que sí -sonrió mirándose al espejo-. Tenemos un trato y pienso cumplirlo. Dame unas semanas más para solucionar todo este lío y te contaré la verdad antes del día de Acción de Gracias.

Mientras colocaba un poco la cocina, escuchó otra vocecita en su cabeza, una que le decía que lo mejor era contarle la verdad de inmediato.

Porque lo peor que podía pasar era que Zac se enterase por otra persona. Si pudiera contárselo con tranquilidad, a solas... si pudiera decirle por qué le había mentido, por qué se había escapado, por qué había dejado a su familia, su trabajo...

Tenía que decírselo personalmente. Eso era lo más importante. Si se enteraba por otra persona...

No, tenía que contárselo de inmediato.

Vanessa levantó el teléfono. En realidad, se alegraba de poder contarle la verdad, de poder ser ella misma otra vez, de dejar a un lado las mentiras y los fingimientos. Sabía, además, que podía confiar en él, que Zac la ayudaría en todo lo que pudiese.

Pero cuando iba a marcar el número pensó otra cosa: Zac la ayudaría, la protegería, y cuando hubieran solucionado todo, cuando creyese haberla salvado... se creería también enamorado de ella. Su relación ya iba en esa dirección.

Desde el principio se preguntó si los sentimientos de Zac por ella estarían basados precisamente en eso, en su deseo de protegerla. Un deseo típicamente masculino, al verse enfrentado con una chica joven, sola, sin trabajo, sin dinero y, aparentemente, huyendo de un novio abusivo.

Si le contaba la verdad, ¿no estaría haciéndole creer que tenía que protegerla? Ella no quería ser protegida. O más bien, no quería que la amase porque necesitaba protección.

Tenía que estar con Zac sin necesitar nada de él. Deseaba que la quisiera por ella misma, porque era una mujer adulta, con la vida solucionada... y no una cría llena de problemas.

Solo necesitaba un poco de tiempo, pensó. Unas semanas, quizá menos, y podría hablar con Zac sin el impedimento de sus problemas.

Era un riesgo, pero debía aceptarlo. Lo mejor sería confesarle de inmediato quién era, pero debía arriesgarse para poder sentirse segura del todo.

Una vez tomada la decisión, Vanessa marcó el número de Parker. Necesitaba un último favor.

Parker: Sí, chérie, el idiota de tu prometido sigue viniendo aquí, a lo que él llama «su oficina». Hace como que trabaja, pero sobre todo mete sus sucios dedos en mis cacerolas hasta que lo amenazo con un cuchillo.

Ness: Necesito que me hagas otro favor, Parker.

Parker: Cualquier cosa. Especialmente si así consigo echar a ese idiota de mi cocina.

La siguiente llamada fue para su abogado. Vanessa no se había puesto en contacto con él desde que le envió una nota explicando que iba a tomarse «algún tiempo libre».

La mayoría de la gente no consideraría que «un par de meses» fueran un tiempo razonable de vacaciones, pero la nota era lo suficientemente vaga como para que nadie pudiera actuar en su contra.

Ness: Hola, Franklin. Soy Vanessa Hudgens.

Franklin no pareció particularmente contento de oír su voz. Quizá estaba molesto por la posición en la que su huida lo había dejado y era comprensible. Seguramente su familia habría intentado intimidarlo.

Ness: Un señor llamado Parker Mayer te llamará esta tarde con una lista de gente con la que debes ponerte en contacto. Por favor, consígueme una reunión con ellos lo antes posible.

Franklin: Tardaré algún tiempo en hacerlo, señorita Hudgens. Y su prometido...

Ness: Déjales claro que quiero verlos de inmediato -lo interrumpió-. Usaremos la suite del hotel Charles para la reunión. De hecho, reserva una habitación para cada uno de ellos, como gesto de agradecimiento. Yo pagaré la factura personalmente.

Franklin: Señorita Hudgens, sé que el señor Bell querría reunirse con usted antes de que tome ninguna decisión...

Ness: Cualquiera diría que eres su abogado -lo interrumpió-. Por favor, convoca esa reunión y asegúrate de que acude todo el mundo, ¿de acuerdo? Y no te preocupes por el señor Bell. Yo me encargaré de él.



¡Super capi! Ha pasado de todo, ¿verdad? Pero sobre todo ha pasado lo que tenía que pasar XD. ¡Ya era hora!

Lau, debería decir que también confío en ti, pero no quiero que me crezca la nariz XD. Y sobra que digas que eres tú cuando estás como anónima. Tus comentarios son inconfundibles XD. Pero al menos podrías poner tu nombre (¬_¬). Debajo de donde pone "anónimo" pone "nombre". Bueno, como ves las cosas entre Zac y Ness no podrían ir mejor. Por ahora...
Y ahora por lista no diré cuantos capítulos tiene la nove XD. Ni siquiera lo diré cuando quede uno. Que mala soy XD.

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¡Un besi!


sábado, 20 de abril de 2013

Capítulo 6


Ness: ¿En qué estaría yo pensando?

Vanessa estaba frente al armario el domingo por la mañana, hablando sola mientras intentaba decidir qué iba a ponerse. Pero solo tenía vaqueros y camisetas o la ropa que llevaba al restaurante. El único vestido que había llevado con ella, a saber por qué, era demasiado elegante para una cena en casa.

No sabía por qué le había dicho que sí. Zac no era solo su jefe sino un hombre que le había dicho que estaba enamorándose de ella.

Aunque seguramente no era verdad.

Podrían haber quedado en algún restaurante... pero no, le dijo que cocinaría ella. Un ataque de locura, seguramente, inspirado por la broma con las chicas de la barra. O por el sentimiento de posesión que despertaba en ella y que la hacía tener siempre a mano una copa de vino, por si había que tirársela a la cara a alguna de aquellas frescas.

El caso era que estaba delante del armario, intentando encontrar un vestido adecuado. Y si no encontraba algo pronto, tendría que ponerse a hacer la cena desnuda.

Deprimida por el estado de su armario, Vanessa decidió llamar a los marines.

La puerta del dormitorio de Miley estaba abierta, afortunadamente.

Ness: Socorro. Necesito ayuda.

Miley estaba tumbada en la cama, estudiando.

Miley: ¿Qué pasa?

Ness: No tengo ropa. Tengo que hacer la cena para tu hermano.

Miley cerró el libro y saltó de la cama.

Miley: Gracias, gracias. Si hubiera tenido que memorizar el nombre en latín de otro parásito intestinal, habría tirado la toalla.

Ness: Necesito una inspiración o tendré que cenar con tu hermano en pelotas.

Miley: Qué bien. Me encanta vestir a mis amigas -sonrió abriendo la puerta del armario. Quince minutos después, Vanessa se había puesto una falda negra, un top sin mangas de color azul y unas sandalias de tacón-. ¿Ves? Divina. Guapa, pero como si no te lo hubieras pensado mucho.

Ness: La verdad es que tienes razón. Muchas gracias, cielo.

Miley: Ya te dije que me gustaba vestir a mis amigas -rió-. Otro día te dejaré mi vestido rojo. Es precioso, pero nunca tengo ocasión para ponérmelo. Ni nadie para quien ponérmelo.

Ness: Solo voy a cenar con Zac porque no puedo hacerle un regalo.

Miley: ¿Y por qué ibas a hacerle un regalo?

Ness: Por haberme contratado. Además, necesita que le obliguen a tomarse una noche libre y esto me pareció buena idea.

Miley: Lo que tú digas, hermana -sonrió-. Mi trabajo termina aquí y los parásitos intestinales me esperan. Que lo paséis bien.

Vanessa volvió a su habitación, pensativa. El instinto no le decía nada. La vocecita se había quedado muda por el momento. Pero sabía que estaba en peligro.

Lo único que la animaba era que Miley estaría en casa y Zac no intentaría seducirla delante de su hermana. No pensaría hacer nada allí... ¿o sí?

Ella, por otro lado, no podía dejar de pensarlo.

A las seis de la tarde, sus esperanzas se desvanecieron.

Miley: Lo siento, Vanessa -se disculpó-. Jake acaba de llamar. Va a venir porque dice que «tenemos que hablar».

Ness: No te preocupes, no pasa nada.

Miley: No sé si viene para decir que quiere casarse conmigo o para decir que no quiere saber nada de mí.

Vanessa arrugó la nariz.

Ness: Yo creo que es lo segundo.

Miley: ¿Y por qué quiere venir aquí?

Ness: ¿Qué más da?

Miley: No quiero estropearte la cena con mi hermano...

Vanessa dejó escapar un suspiro.

Ness: No pasa nada, de verdad. Además, yo creo que lo de cenar aquí no es buena idea.

Miley: Venga ya... ¡Espera un momento! Acabo de tener una idea -exclamó mostrándole unas llaves-. Son de la casa de mi hermano.

Ness: ¡De eso nada!

Miley: Gallina.

Ness: No, imposible. Seguro que no tiene ni cacerolas ni...

Miley: Mi hermano es un hombre moderno y tiene de todo -insistió-. Además, es la única forma de que estéis solos.

Ness: No pienso hacer la cena en casa de tu hermano.


Una hora después, entraba en casa de Zac con la llave de Miley. En el salón había un enorme sofá azul oscuro y el sonido de sus tacones se evaporó al pisar la alfombra persa. Muebles de madera oscura y fotografías en blanco y negro decoraban la habitación.

Cuando pasó por delante del dormitorio, Vanessa apartó la mirada. Se sentía como una ladrona. Pero por el rabillo del ojo vio que la cama no estaba hecha y que había una almohada tirada en el suelo. El único signo de caos en una casa perfectamente ordenada.

En la cocina descubrió que Miley le había dicho la verdad. Zac tenía coladores de varios tamaños, cacerolas, sartenes... incluso un robot.

Evidentemente, le gustaba cocinar.

Lo que había empezado siendo un ligero nerviosismo amenazaba con convertirse en un ataque de nervios.

«No pienses, ponte a cocinar».

Se puso a cortar cebolla, con los ojos cerrados para no llorar, ajos, zanahoria en juliana... Media hora después decidió que lo que necesitaba era una copa de vino, de modo que abrió la botella que había llevado.

Ness: Además, el vino tiene que respirar -murmuró-.

Luego decidió invadir la colección de discos de Zac. En realidad, se sentía como en su casa.

Cuando él entró una hora después y oyó la música creyó que era un sueño. Sonriendo, se quitó los zapatos y fue de puntillas a la cocina. Desde la puerta vio a Vanessa bailando delante del horno, con un cucharón en la mano.

Zac: Huele muy bien.

Ella se volvió, con una mano en el corazón.

Ness: Si a la cocinera le da un infarto, puede que la cena se retrase un poco.

Zac: Perdona -sonrió señalando la botella de vino-. ¿Puedo?

Ness: Claro. Estás en tu casa.

Zac: ¿Qué estás haciendo, mademoiselle chef? ¿O debería llamarte besana?

Ness: Si no te gusta la comida india, estamos en un aprieto.

Zac: Afortunadamente, me encanta la comida india. Me gusta todo lo que sea picante.

Vanessa sonrió.

Ness: Mejor. Porque ya casi está. Pero no sabía dónde poner la mesa. ¿Sueles comer en el salón o en la cocina?

Zac: En el salón. Termina lo que estés haciendo, yo pondré la mesa.

Al quedarse sola, Vanessa dejó escapar un largo suspiro. Pero aquélla solo era una cena entre amigos. Nada más. No debía asustarse.

«Asústate, asústate», le decía la vocecita. Pero no le hizo caso.

Vanessa colocó cada plato en su bandeja correspondiente y dio un paso atrás para revisar el menú: pollo al curry, Dal: un plato típico hecho con lentejas, arroz basmati, verduras y raita, la salsa de yogur presente en todos los platos hindúes, tan refrescante.

Había hecho comida para un regimiento.

Ness: Puede que me haya pasado un poco -dijo en voz alta-. Pero lo que sobre puedes tomarlo mañana para comer. Y para cenar...

Cuando entró en el salón con una de las bandejas en la mano se quedó helada. Ella había pensado que cenarían en el sofá, con los platos sobre la mesita de café; una cena entre dos amigos.

Pero Zac, que parecía tener una idea muy diferente, había colocado un mantel sobre la alfombra, como si fuera un picnic. Además, apagó la luz y colocó velas por todas partes. La música de jazz había sido sustituida por un disco de Billie Holiday, cantando a su amor perdido.

Ness: Vaya... Esto es muy romántico. ¿No te parece?

Zac: Pensé que podríamos hacer algo especial. Pero si quieres, podemos encender la luz.

Ness: No, claro que no. Ha quedado muy bonito. Bueno, voy por los demás platos.

Zac: Siéntate, Ness. Y sírvete una copa de vino.

Vanessa se quitó las sandalias y se levantó un poquito la falda antes de dejarse caer sobre el cojín, con las piernas cruzadas. Olía a la colonia de Zac, pensó. Y se preguntó entonces si dormiría desnudo.

«No pienses tonterías». Imaginar a Zac desnudo precisamente aquella noche no era buena idea. «Piensa en un partido de béisbol».

Ness: ¿Qué tal van los Cubbies? -le preguntó cuando volvió a su lado-.

Él la miró, confuso. No parecía entender por qué, de repente, tenía interés por la liga.

Zac: Van fatal -contestó por fin-. ¿Viste la cara de Donnie la otra noche, cuando estábamos viendo el partido en televisión?

Vanessa asintió con la cabeza. Hablar sobre el trabajo era lo más seguro. O sobre Donnie, un viejecito que no se quitaba el sombrero y que era uno de los clientes habituales.

Ness: Cuando perdieron el último pase pensé que le iba a dar un infarto.

Zac: Pues deberías haberlo visto cuando le di la cuenta -sonrió-. Siempre le digo que no invite a todo el mundo, pero cuando se emociona no hay quien lo pare. Dentro de poco él será pobre y yo seré un hombre rico.

Ness: Así que solo te importa el negocio, ¿eh?

Zac: Exactamente.

Ness: Ya, claro. Y por eso sueles quitarle un veinte por ciento de la cuenta -sonrió-.

Zac metió la cucharilla en el platito de raita y, sin darse cuenta, se manchó los dedos de salsa.

Zac: Ah, vaya...

Sin pensar, Vanessa tomó su mano y se metió un dedo en la boca. Después de chuparlo, se apartó, colorada como un tomate.

Zac se quedó con el dedo en el aire durante unos segundos, incrédulo. Tan incrédulo como ella. ¿Por qué había hecho eso?

Zac: De haberlo sabido, me habría tirado de cabeza a la salsa.

A Vanessa le salió una risita nerviosa. Era lógico que estuviera confuso. Después de tantos días diciéndole que no quería saber nada de él...

No había podido evitarlo. Estar allí, a solas con Zac, la hacía sentir diferente. Y una sensualidad que casi había olvidado se apoderó de ella. Zac la deseaba y ella lo deseaba también y era absurdo aparentar que no sentía nada. Quizá había tomado la decisión el día anterior, cuando lo invitó a cenar en casa de Miley, pero no quiso reconocerlo.

Ahora lo hacía y la idea era emocionante. Deseaba a Zac, aquella noche, allí mismo, y pensaba irse a la cama con él. Todo lo demás en su vida había dejado de tener importancia. Aquello era algo que podía controlar, un sitio donde ella ponía las reglas.

Zac: ¿Vanessa?

Ness: Relájate, Zac. Ha sido un impulso momentáneo.

Zac: Pues no te detengas -dijo con voz ronca-. ¿Te gustaría chupar algo más? Si es así, me gustaría que fueras específica.

Vanessa soltó una carcajada.

Ness: Venga, come.

Zac: Eso quiero, comer. -Ella levantó una ceja-. Por favor, Vanessa, me estás matando.

Ness: ¿No tienes hambre, Zac?

Él se pasó una mano por la cara, en un gesto de desesperación.

Zac: Voy a pensar que sigues siendo la dulce Vanessa, la Vanessa que no quiere saber nada de mí -dijo, sin mirarla-. Por cierto, esto está riquísimo. Sabes mucho de cocina.

Ness: Algo. Como tú.

Zac: ¿Yo?

Ness: Tienes de todo en la cocina, de modo que también tú sabes cocinar.

Zac sonrió.

Zac: No has abierto el armario que hay sobre el horno, ¿verdad?

Ness: No. ¿Por qué?

Zac: Porque está lleno de libros de recetas. No me importa cocinar, pero sin receta soy bastante limitadito. Y te aseguro que esto está riquísimo.

Vanessa sonrió, encantada.

Ness: Gracias.

Zac: ¿Qué más sabes hacer?

Ness: Solo comida hindú. La hice una vez en un cóctel y todo el mundo me dio la enhorabuena, así que...

Vanessa se mordió los labios. «En un cóctel». Como si una camarera normal organizase cócteles todos los días. Y, en realidad, ella nunca cocinaba en las fiestas. Para eso estaba Parker...

Zac: Eres una mujer de muchos talentos. ¿Qué más me escondes?

Vanessa decidió que era el momento de cambiar de tema y eligió el más seguro: el restaurante. Zac le habló de ciertos cambios, mejoras, cosas que debían arreglar...

Hablaba con alegría, con ilusión. A Vanessa le habría encantado absorber parte de esa alegría para sí misma. Zac tenía la convicción de que estaba haciendo lo que debía hacer, lo único que podía y quería hacer en su vida.

Zac: Debería haber dejado de comer hace media hora. Estoy lleno -dijo entonces-. Pero está todo riquísimo.

Ness: Muchas gracias -sonrió incorporándose-.

Zac: No, déjalo. Tú has hecho la cena, yo lavaré los platos.

Vanessa tomó un sorbo de vino. El ambiente, el vino, la música de jazz, todo se unía para hacerla perder la cabeza.

Zac dejó su copa y la miró durante unos segundos sin decir nada.

Zac: Esto no puede ser -murmuró, levantándose para sentarse a su lado-.

Eso era lo que ella quería, pero no sabía si estaba preparada. A pesar de todo, su vida sexual se limitaba a un par de encuentros que la habían dejado insatisfecha. Y empezó a temblar... la ilusión de que controlaba el encuentro se había esfumado por completo.

Zac se tumbó en la alfombra y apoyó la cabeza en su regazo.

Zac: Ah, perfecto -soltó-.

Vanessa respiró profundamente, intentando controlar los latidos de su corazón. Zac había cerrado los ojos y parecía estar quedándose dormido. Unos minutos después, cuando su respiración se hizo más rítmica, empezó a acariciar su pelo suavemente. Consolándolo, pensó, aunque no sabía por qué.

El tiempo parecía haberse detenido y cada momento duraba una eternidad. La sensación era tan familiar... Vanessa se dio cuenta entonces, con un cansancio infinito, de que llevaba semanas corriendo de un lado a otro. No había tenido tiempo de respirar.

En la silenciosa habitación respiró, buscando calma, serenidad. Miró a Zac y sintió una oleada de gratitud por aquel hombre y por el santuario que le había ofrecido.

Cuando empezó a dolerle la espalda, consiguió levantar su cabeza y colocarla en el cojín sin despertarlo.

Debería marcharse...

Pero la decisión de tumbarse a su lado fue instintiva. Sin pensar, Vanessa apoyó la cabeza en el mismo cojín, de espaldas a él.

Creyó que controlaría la situación aquella noche y que resultaría fácil acabar en la cama, pero estaba tan relajada, tan cómoda al lado de aquel hombre...

El calor de su cuerpo despertó en Zac una reacción inmediata. Sin decir nada, le pasó un brazo por la cintura y la apretó contra él. Vanessa podía sentir su trasero apretado contra la entrepierna masculina.

Y se sintió tan segura en sus brazos que se quedó dormida casi de inmediato.




Aaawww!
¡Qué bonito!
Que romántico todo ^_^
Y que calentito se está poniendo esto XD

Ey, menos mal, menos mal, gracias a Dios que Vanessa encontró algo para ponerse, porque Zac se habría disgustado mucho si se la encuentra desnuda XD. Seguro que Zac agradece infinitamente a Miley que le dejara ropa a Vanessa XD XD XD.

Por otro lado me parece un poco contradictorio que Vanessa quiera hacer una cena de amigos ¡y que luego le chupe el dedo! ¡No jodas! XD. Pero para qué vamos a manchar una servilleta, ¿verdad?

Bueno, veremos a ver como acaba todo esto. Yo tengo una teoría XD.
¿Qué pensáis vosotras?

¡Gracias por los coments! ¡Comentadme más!

Lau, acepto tu oferta. Si yo podría publicar cada día. Pero siempre espero a los comentarios porque es mi confirmación de que habéis leído el capítulo. Para que no se os acumulen. Por lo menos a las que soléis comentar.
Contestando a tu pregunta: no, no me llegan los comentarios al mail. Pero lo de odiarte es verdad.
¡Es broma! XD XD XD

¡Un besi!


miércoles, 17 de abril de 2013

Capítulo 5


Ness: ¿Por qué haces esto?

Zac le guiñó un ojo.

Zac: Digamos que me gusta correr riesgos. Además, tenemos a Drew, que siempre nos dará una visión legal de las cosas. Aunque, si he de ser sincero, quiero enrollarme contigo y será más fácil si sigues...

Ness: ¡Zac!

Zac: Era una broma, tonta. Qué fácil es tomarte el pelo.

Ness: Sí, ya.

Zac le dio un beso en la mano como gesto de compensación. Pero luego siguió hacia arriba, besando su muñeca, su antebrazo...

Zac: O quizá porque te deseo desde que entraste aquí. Y cada vez que te veo sirviendo cenas o dándole órdenes a mi familia, me doy cuenta de que me importas de verdad.

Aquello no podía estar pasando, pensó Vanessa. Zac no podía estar enamorándose de ella. Era imposible, se negaba a aceptarlo.

Ness: No seas tonto -murmuró, cuando pudo encontrar aire-. Y suéltame.

Cuando la soltó, bruscamente, Vanessa le dio la mano como una niña.

Zac: Vaya, ésa no era la reacción que esperaba -intentó bromear-. Debería haberlo dejado en lo del revolcón.

Ness: Mira, no puedes...

Zac: No te preocupes, cariño -la interrumpió-. Haz como si no lo hubiera dicho nunca, mejor, piensa que me he equivocado.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Pensé que me estaba enamorando, pero te he conocido un poco más y... me he dado cuenta de que solo somos amigos. No sería la primera vez que me equivoco.

Vanessa se sintió absurdamente ofendida. Eso era lo que quería, ¿no? Que fueran amigos. Pero, ¿qué clase de hombre dice cosas así, para luego echarse atrás un minuto después?

¿Y por qué su corazón latía como si hubiera corrido toda una manzana al pensar que Zac podría amarla?

Zac: Bueno, vamos a concentrarnos en el trabajo. ¿Quieres seguir aquí o no?

Dos hombres con vaqueros sucios entraron entonces en el restaurante y se sentaron frente a la barra. Zac les sirvió dos cervezas y volvió a su lado.

Ness: Sí. Quiero quedarme.

Zac: ¿Y el día treinta y uno de diciembre?

Ness: Te diré todo lo que quieras saber -suspiró-. Entonces me detestarás y no tendremos que preocuparnos por si estás o no enamorado de mí.

Zac: Trato hecho -contestó estrechando su mano. Pero aquella vez, Vanessa sintió que estaba perdiendo algo-. Y en cuanto a lo otro, no te preocupes. No me gusta que me rechacen, así que no volveré a intentarlo.

Media hora después, Miley llegó al restaurante. Y Vanessa supo enseguida que pasaba algo. Miley, que había sido siempre tan simpática con ella, entró directamente en la cocina sin mirarla siquiera.

Cuando Vanessa entró tras ella, la hermana de Zac estaba secándose las lágrimas.

Ness: ¿Qué ocurre?

Miley: Nada, es una bobada. Los veterinarios tenemos que sacrificar animales todos los días -contestó atándose el delantal-. Piper era viejo y estaba enfermo... no podía andar, no podía comer. Pero es que me da una pena...

Vanessa la abrazó.

Ness: Te entiendo, cielo. De verdad.

Miley: Jake dice que no puedo llorar cada vez que sacrificamos a un animal -dijo entonces. Vanessa intuyó que Jake era el hombre del que estaba enamorada-. Que es algo natural y que así no ayudo nada a los propietarios de las mascotas. Y tiene razón.

Ness: La muerte es algo natural, pero también es natural sentirse triste. -También su familia se había mostrado sorprendida por lo que ellos llamaban «un exceso de dolor» ante la muerte de su abuela. Y a Vanessa le pareció intolerable-. Y si yo tuviera que sacrificar a mi mascota, me gustaría que el veterinario también sintiera pena. Prefiero eso a un bloque de hielo que solo sabe hacer su trabajo.

Miley: Jake no es así. Lo que pasa es que él sabe esconder sus emociones cuando está trabajando. Es un veterinario excelente.

Ness: Ya, claro.

Miley: ¿Va todo bien esta mañana? -preguntó entonces-.

Ness: Ningún problema. No sabes cómo te agradezco que me dejes vivir en tu casa.

Miley: La verdad es que no me gusta vivir sola. Es una casa vieja y hay demasiados ruidos misteriosos por la noche, así que me estás haciendo un favor. Pero no se lo digas a mi hermano o me buscará una compañera de piso quiera o no quiera.

Su hermano.

Ness: Zac.

Vanessa ni siquiera se dio cuenta de que había pronunciado el nombre en voz alta.

Miley: ¿Qué ha hecho ahora? Cuando fue a casa por la mañana, le pedí que dejara de molestarte.

Ness: ¿Qué le dijiste exactamente?

Miley se mordió los labios.

Miley: No mucho. Solo que tenía la impresión de que acababas de sufrir un desengaño amoroso.

Vanessa dejó escapar un suspiro.

Eso explicaba por qué Zac se portaba tan bien con ella. Seguramente pensaba que estaba escondiéndose de un novio. De un novio maltratador, quizá.

Si pensaba eso, su instinto protector lo obligaría a ayudarla... Claro, por eso la había dejado seguir trabajando en el restaurante. Por eso le había dicho que se estaba enamorando de ella.

Miley: ¿Vanessa? ¿He hecho mal?

Ness: No importa, no te preocupes.

Miley: Pero pareces triste.

Ness: No sé si estoy contenta, triste, enfadada... pero ya imaginé que se lo contarías tarde o temprano.

Miley: ¿Qué ha ocurrido? Pareces frustrada.

Ness: Ah, nada, solo que dice estar enamorándose de mí -suspiró-.

Miley: ¿En serio? -rió. En ese momento se abrió la puerta de la cocina-. ¡Mamá, Zac está enamorado de Vanessa!

Lily: ¿Ah, sí?

Ness: Claro que no. Solo ha dicho que le importo.

Lily, que llevaba en las manos un cesto con tomates, empezó a lavarlos en el fregadero.

Lily: Mi marido me dijo que me quería la noche que nos conocimos. Era músico, tocaba el saxofón. Yo entonces tenía diecisiete años... Michael se acercó a mi mesa y me dijo que era la chica más guapa que había visto nunca.

Miley: Sigues siendo la más guapa, mamá -sonrió-.

Lily: Los halagos no evitarán que peles todos esos limones -rió-. Bueno, digamos que me resultó encantador. Al final de la noche, cuando mis amigas insistían en que nos fuéramos, me acompañó a la puerta, me dio un beso y me dijo que se había enamorado.

Ness: ¿Y tú qué dijiste?

Lily: Nada. Le di una bofetada porque pensé que se estaba riendo de mí. Pero a partir de entonces iba a la puerta de mi casa todas las noches.

Sarah: Así es mi madre, una romántica -rió, que entraba en la cocina en aquel momento-.

Lily: Algún día te enamorarás y te darás cuenta de que no todo es romanticismo. El amor da miedo si no estás preparado -sentenció-.

Sarah: Yo paso. Además, ¿quién está enamorado? No estarás hablando de Miley y el veterinario del infierno, ¿verdad?

Miley: ¡Sarah! -gritó-. Zac está enamorado de Vanessa.

Sarah: ¿En serio?

Ness: No es verdad. Pensó que lo estaba, pero se ha dado cuenta de que no es así.

Miley: ¿Qué?

Sarah: Ni idea. No hay quien lo entienda.

Miley: Entonces, ¿tú no estás enamorada de él?

Ness: No puedo estarlo -contestó automáticamente-.

Lily: Ésa no era la pregunta -sonrió-. A mi hijo le importas, cielo. La cuestión es si él te importa a ti.

Vanessa apretó los labios. No sabía qué decir y, absurdamente, sus ojos se llenaron de lágrimas.

Ness: No lo sé.

Lily: No quiero que le hagas daño.

Ella negó con la cabeza.

«No quiero hacerle daño a nadie». «Solo estoy intentando salir de este caos».

Ness: No pasa nada -dijo controlando las lágrimas-. Zac solo estaba bromeando.

Lily dejó escapar un suspiro.

Lily: Lo mejor es que él no se enamore de ti y tú no te enamores de él. Venga, vamos a cortar tomates.

Trabajaron durante horas, sin volver a mencionar el asunto. Cuando Vanessa vio que Zac había hecho nuevas copias de la carta, incluyendo los dos platos vegetarianos que ella había sugerido, se sintió orgullosa de haber podido contribuir un poco.

Y cuando empezó a servir las primeras copas y él le sonrió desde la barra, pensó que podría funcionar. Que podrían ser amigos. Incluso sonrió cuando una rubia empezó a cantarle una canción de Ella Fitzgerald, con la sana intención de ligar con él.

Pero sonrió poco.

Ness: Una Heineken y una cerveza sin alcohol, por favor -le pidió, soltando la bandeja con cierto estruendo sobre la barra-.

Zac: ¿Celosa?

Ness: ¿De quién?

Zac: De la rubia.

Ness: ¿Por qué iba a estarlo?

Zac: Porque canta bastante bien. ¿No te gusta?

Ness: Es... normalita.

Zac: Ya, claro.


Por la noche, en casa de Miley, Vanessa se metió en la cama, agotada. Había sido una buena noche: muchos clientes, buenas propinas...

Pero le decepcionó que Zac le pidiera un taxi en lugar de acompañarla. Aunque era lo mejor. Convertir una relación profesional en algo más profundo era un peligro.

Quería aquel trabajo y lo había conseguido. No debía querer nada más.

Sobre todo, algo que no podía tener.

Vanessa cerró los ojos y se concentró en relajar los tensos músculos de la espalda. Al día siguiente iría a trabajar sin tensiones, sin miedos. Era estupendo poder levantarse de una cama normal e ir a trabajar como una persona normal.


Una semana después estaba subiéndose por las paredes. Como siempre, había unas chicas en la barra ligando descaradamente con Zac. Subirse al Empire State no podría ser más frustrante que tener que ver aquello todos los días.

Zac y su harén de clientas.

Para ser justos, él no lo provocaba; sencillamente ocurría. Pero, ¿tenía que ser tan encantador?

Aquel hombre ligaría con una farola. Y parecía tontear con todas las mujeres que pisaban el restaurante... con todas menos con ella.

Vanessa había dejado de contar las servilletas con números de teléfono que le dejaban antes de irse. Algunas tenían invitaciones más explícitas y otras, la inevitable marca de unos labios.

Y ese hombre, con sus sonrisas y sus bromas, diciéndole que no quería herir los sentimientos de sus clientas tirando las servilletas...

Cuando Vanessa contestó que para herir sus sentimientos tendría que darles una patada en el trasero porque tenían la cabeza abotargada por los martinis, Zac soltó una carcajada.

Harta, Vanessa se quitó el delantal.

Zac: ¿Vas a dejarme solo con esas lobas?

Ness: Parece que «esas lobas» se lo están pasando de maravilla. Deberías estar orgulloso.

Zac: Vanessa, por favor... La morena ha amenazado con hacerme juez de un concurso de camisetas mojadas.

Ness: ¿Qué?

Zac: Venga, ayúdame. Si no lo haces, voy a tener un montón de mujeres medio desnudas en la barra.

Ness: John y Ted estarían encantados -suspiró-.

Se refería a los dos albañiles que iban a comer allí todos los días.

Cuando intentó alejarse, Zac la sujetó por la cintura. Entonces, absurdamente, inclinó la cabeza y enterró la cara en su cuello, sin decir nada. Vanessa se quedó paralizada. Era un gesto tan infantil, tan tierno que se le rompió el corazón.

Ness: ¿Qué haces, tonto?

Zac: Tienes que hacerte pasar por mi novia -le dijo en voz baja-. Para salvarme.

Vanessa lo apartó suavemente.

Ness: No me haría pasar por tu novia ni para salvarte de una manada de lobos hambrientos.

Zac: Seguramente los lobos no intentarían meterse en mi cama. Échame una mano, Ness.

Ness: Relájate, donjuán. No volverán a ligar contigo -sonrió dándole un besito en los labios-.

Después, se alejó hacia el otro lado de la barra, dejando a Zac como un crío con una erección difícil de controlar.

Totalmente inapropiado, humillante... e inevitable.

Nervioso, se colocó el delantal que Vanessa había dejado.

No debería tomarle el pelo porque luego terminaba escaldado. En cuanto la rozó se dio cuenta de que estaba cometiendo un error. El deseo de levantar las manos y acariciar sus pechos había sido casi irresistible.

Cada día se sentía más atraído por ella. Le dolía en el alma meterla en un taxi cada noche y no poder ir con ella a casa.

El hecho de que su corazón se acelerase cada vez que la miraba era otro problema. Uno que no le contaba a nadie, aunque su madre se había dado cuenta.

Estuvo así durante todo el mes de octubre, intentando mirar a Vanessa como si fuera una de sus hermanas. Pero era imposible.

La había visto muchas veces hacer una mueca al oír una voz extraña y relajarse luego al comprobar que no era quien había temido.

El deseo de encontrar a esa persona, al hombre al que Vanessa tanto temía, y darle una paliza para que la dejase en paz casi lo asustaba.

Entonces oyó una estruendosa carcajada y miró al final de la barra, donde las tres chicas y Vanessa lo miraban con una expresión muy poco tranquilizadora.

Pero no podían estar riéndose de él... ¿o sí? Después de pagar la cuenta, las chicas se despidieron con la mano, sin dejar de reírse.

Vanessa se acercó entonces, con una sonrisa victoriosa en los labios.

Zac: ¿Qué les has dicho?

Ness: Ha sido facilísimo, cariño -contestó dándole una palmadita en el trasero que lo dejó estupefacto-.

Zac: A ver si acierto... les has dicho que tengo alguna enfermedad.

Ness: No.

Zac: Si has mencionado la palabra impotente, te estrangulo.

Ness: Relájate, romeo. Tu reputación está a salvo.

Zac: ¿Qué les has contado, Vanessa?

Ness: ¿Yo? Poca cosa. Pero ellas me han dicho que les encanta tu trasero.

Zac: ¿Qué?

Ness: ¿Nunca te has preguntado por qué siempre te piden las botellas que están en las estanterías más altas?

Zac: Pero...

Ness: Como te lo estoy diciendo.

Zac: ¿Y qué les has dicho tú?

Ness: Nada. Son unas buenas clientas, ¿no? Van a seguir pidiéndote botellas de la estantería de arriba durante mucho tiempo. No puedes perder clientes, Zac.

Zac: Vanessa...

Ness: Son unas chicas muy solidarias, ¿sabes?

Zac: ¿Solidarias?

Ness: Les he dicho que acabas de abrir el restaurante, que la mayoría de los nuevos negocios cierran en menos de seis meses...

Zac: Pero Vanessa...

Ness: No te preocupes, me han prometido que vendrán al menos tres veces por semana. Y traerán a sus amigas.

Zac: ¿Qué pasa, les doy pena? -preguntó con voz estrangulada-.

Ness: ¿Qué más da? El caso es que seguirán viniendo. Y como creen que soy tu novia, ya no estás en peligro. -Zac no sabía si darle las gracias o echarla de allí-. Por cierto, ¿sigo teniendo la noche libre?

Zac: Sí, claro. Puedes tomarte el domingo si quieres. O el lunes.

Ness: Tú también deberías tomarte una noche libre, por cierto.

Zac: Es posible que lo haga. Drew se ha ofrecido a hacer un turno en la barra el domingo por la noche... ¿por qué no cenamos juntos, Vanessa?




¡Sí quiero! Ay no, que no es a mí XD.
Dios santo Vanessa, ¡di que sí! Si no cenas tú con él, ceno yo. Encima dice que se ha enamorado de ti. ¿¡Qué más quieres!? ¬_¬
Y, por cierto, yo no me haría pasar por su novia, ¡sería su novia! XD XD

¿Os ha gustado el capi? Apuesto a que sí.
Gracias por los coments del capi anterior.

Lau, de nada por el coment en tu nove. Pero ni se te ocurra regañarme de que tardo en publicar porque tu te pasas una vida y media ¬_¬

Abigail, ¡suerte con tus proyectos musicales! ¡Y ánimo! Seguro que conseguirás todo lo que te propongas. Yo he estudiado Educación infantil. Así que en Londres trabajaría de eso. Pero primero hay que aprender más el ingés XD. Y lo de Zanessa pues es eso que ya te expliqué. Pero no tengo twitter. Por eso necesito ayuda XD. Y aunque ellos no lo miren mucho, cuando sea que lo miren igual lo ven XD.

¡Comentad mucho!
Thank you!
Un besi!


domingo, 14 de abril de 2013

Capítulo 4


La última vez que lo sugirió ella le dio en la cabeza con un cucharón.

Vanessa se imaginó a sí misma en un espejo y dejó escapar un suspiro de frustración y vergüenza. Sentada a horcajadas sobre Zac, con la blusa abierta, el sujetador bajado... debía ser la viva imagen de la lascivia.

Ojala él no hubiera hecho esa pregunta. Ojala hubiera seguido con su silenciosa seducción. Ojala la hubiera dejado pensar que ella era solo Vanessa y él solo Zac, que el resto del mundo y sus problemas no existían.

Pero ella no era solo Vanessa. Y no podía creer que una noche de sexo, aunque fuera con Zac, iba a cambiar nada.

Un revolcón, especialmente con Zac, solo le complicaría aún más la vida.

¿Qué demonios estaba haciendo sobre sus rodillas?

Suspirando, bajó la cabeza y la apoyó en su frente.

Ness: No, parece que no.

Zac: Me lo temía -musitó-.

Vanessa sonrió. Se sentía absurdamente cómoda así, medio desnuda encima de aquel hombre.

Zac: ¿Estás segura?

Ness: Sí.

Cuando él arañó suavemente la costura central del pantalón, Vanessa se lo pensó un momento. Pero enseguida se levantó. No podían seguir, era imposible.

Zac: Pensé que ibas a fingir que no sentías nada... otra vez.

Ness: Tú sabes perfectamente que he sentido algo.

Zac: ¿Algo?

Algo, un relámpago, un rayo, las olas chocando contra la playa, un deseo increíble... Pero no pensaba decírselo.

Ness: Mucho.

Zac: Mucho, ¿eh? -rió-.

Ness: Aunque creas lo contrario...

Zac: Lo sé, lo sé. Tú normalmente no haces estas cosas.

Ness: ¿Tan evidente es?

Le habían llamado «fría» antes; hombres que no entendían su falta de interés por ellos. Cuando le dejó claro a su prometido que, a pesar de las intenciones de su familia, no pensaba acostarse con él, Drake empezó a llamarla la «princesa de hielo».

Pero «fría» no era una palabra que usaría para describirse a sí misma cuando estaba con Zac.

Zac: ¿Por qué crees que te he preguntado si venías a casa conmigo? Porque sabía que si te parabas a pensar un momento dirías que no.

Ness: Entonces, ¿por qué has preguntado?

Zac: Porque me gustas, Vanessa -contestó pasando una mano por su pelo-. Y te deseo. Tanto como para llevarte a mi casa y hacerte el amor hasta que salga el sol. Pero te despertarías mañana convencida de haber cometido un error. Y eso no me gustaría nada.

Vanessa apartó la mirada para abrocharse la blusa. Tenía razón. Si se hubiera ido con él...

Si hubieran terminado lo que empezaron allí mismo, en la silla, lo lamentaría enormemente. Y si lo lamentaba se marcharía del restaurante.

Había abandonado a su familia, ¿no? Y a su prometido. ¿Por qué Zac iba a ser diferente?

Pero lo era. No habría podido alejarse de él y eso complicaría las cosas.

Zac: Venga, te acompaño a casa de mi hermana.

Vanessa asintió, sin decir nada.

Tenía miedo de quedarse dormida. Tenía miedo de verse en sueños sentada en las rodillas de Zac, con los brazos alrededor de su cuello. Temía que, en sus sueños, no podría dejar de besarlo.

Y tenía miedo de despertar y seguir deseándolo.

Por el contrario, soñó con el paseo que dieron desde el bar hasta la casa de Miley. Sus pasos resonaban por la calle desierta a las tres de la mañana. Las ramas de los árboles ocultaban en parte la luz de las farolas, creando sombras sobre el pavimento. Fue un paseo extrañamente íntimo. Cuando pasaron al lado de un rosal, Zac tomó una rosa y se la puso a ella en el pelo.


En el sueño, oía su voz: ¿Y ahora qué, Vanessa?

«Nada», contestaba ella, sintiendo una tristeza abrumadora. «No pasa nada».

Pero entonces oyó de nuevo la voz de Zac: «Cuando cambies de opinión, estaré aquí».

Vanessa se despertó con una sonrisa en los labios. De incredulidad, claro.

Pero se sentía cómoda, segura. Y feliz. Y hacía mucho tiempo que no se sentía así.

Estaba en una habitación pequeña, con el techo abuhardillado y las paredes pintadas de color mantequilla. El suelo era de madera y había una ventana con un asiento lleno de cojines para mirar la calle. Vanessa se imaginó a sí misma leyendo un libro durante una tarde lluviosa y deseó poder quedarse allí el tiempo suficiente.

Miley había dejado una nota sobre la cómoda:

Vanessa,

Espero que hayas dormido bien. El baño está al final del pasillo. Usa todo lo que necesites y lo mismo en la cocina. Si encuentras algo comestible, claro.

Zac me ha dicho que no vayas al restaurante hasta las cuatro, pero que lleves los papeles para el contrato. Me voy a trabajar; nos vemos luego.

Bienvenida,
Miley

Vanessa se dejó caer sobre la cama. Había olvidado el contrato, pero su jefe no.

Pensaría en ello más tarde, se dijo. En aquel momento lo que necesitaba era una ducha. Mientras se lavaba el pelo se dio cuenta de que las raíces negras empezaban a asomar. Se lo había teñido el día que desapareció, en una peluquería a la que no iba ninguna de sus amigas. Con el corte y el nuevo color tenía un aspecto diferente. Parecía más joven, más vulnerable que nunca. Y nadie la reconocería.

En aquel momento no tenía dinero para ir a la peluquería, pero esperaba aguantar un par de semanas más sin llamar la atención.

Entonces pensó en los papeles para el contrato. ¿Qué podía hacer? ¿Decirle que se los habían robado? Pero eso no serviría de nada... Tendría que denunciar el robo y, una semana más tarde, Zac volvería a pedírselos.

En una película de espías siempre era facilísimo conseguir papeles falsos, pero en la vida real... Seguro que John LeCarre nunca había tenido que hacerse pasar por otro.

Mientras se ponía los zapatos, Vanessa decidió que, aunque la historia no valiese de mucho, el robo de los papeles le daría una semana más. Quizá en una semana se le ocurriría algo.

Una vez en la calle compró el Sun Times y el Tribune para comprobar si su familia había comunicado su desaparición.

Nada.

Ni una sola palabra sobre su desaparición en dos semanas.

No esperaba encontrar en las portadas un titular tipo «¡Heredera secuestrada!» ni nada parecido, pero la falta de noticias era muy extraña.

Ella era una persona conocida y solía aparecer en las crónicas de sociedad del periódico, pero nadie mencionaba su nombre para nada.

Suspirando, Vanessa guardó los periódicos en el bolso y se acercó a una cabina. Quizá Parker podría darle alguna respuesta.

De nuevo, uno de los mejores chefs de Chicago se enfadó porque, según él, las doce del mediodía no era una hora decente. Pero se alegró mucho de hablar con ella y le explicó el misterio de que su familia no hubiera comunicado su desaparición.

Ness: ¿Qué?

Parker: Van diciendo por ahí que estabas muy triste por la muerte de tu abuela, chérie. Que, tras su muerte, sufriste una depresión y estás recluida en un sanatorio de esos para mujeres ricas. Ya sabes, como la mujer del ex presidente...

Ness: ¡Por favor! ¿Le han contado a la gente que estoy en una clínica de rehabilitación? ¿Quién se va a creer eso?

Parker: Ma chére, si no apareces pronto, se lo creerá todo el mundo.

Ness: Qué horror -murmuró-.

Parker: Todo se arreglaría si volvieras a casa.

Ness: No puedo, Parker.

Parker: ¿Por qué no?

Vanessa respiró profundamente. Tenía que compartir sus penas con alguien.

Ness: Quieren vender los restaurantes.

Parker: ¿Quién?

Ness: Mi familia, Parker. Y Drake. Ya tenían comprador.

Al otro lado del hilo hubo un largo silencio. Parker llevaba años trabajando para el grupo Hudgens y Vanessa sabía que esa noticia lo disgustaría terriblemente. Había trabajado en todos los restaurantes de la cadena y, para él, eran como sus hijos. Durante los últimos diez años se había convertido en el rey del Nice, el mejor de todos.

Parker: ¿Incluso el mío?

Ness: Sí.

Parker: ¿Estás segura?

Ness: Completamente -suspiró-.

Parker: Pero no entiendo... Tu abuela te dejó a cargo de toda la cadena, ¿no?

Ness: No exactamente. Me hizo gerente de la cadena, pero Drake es el presidente.

Drake había conseguido ese puesto convenciendo a su madre de que, dadas las relaciones entre ambas familias, él sería la imagen perfecta para la cadena Hudgens.

Parker: Ese tipo no sabe la diferencia entre un paté y un... bueno, da igual -suspiró-. Yo pensé que tú eras la propietaria, Vanessa.

Ness: Tengo una parte, pero no todo. Mi abuela quería cambiar el testamento, pero se puso enferma... Me dejó el cincuenta por ciento de la cadena Hudgens. Suficiente como para que no puedan venderla sin contar conmigo, pero tampoco yo puedo quitármelos de encima.

Parker: ¿A esos idiotas?

Ness: Sí, a esos idiotas -sonrió. Su supuesto novio, su madre, su familia. Gente que debería apoyarla, no traicionarla-. Parker, me he quedado sin monedas. A ver si puedes enterarte de algo, ¿de acuerdo? Creo que tengo una última posibilidad. Si ocurre algo importante, puedes dejarme un mensaje en... en un restaurante que se llama Zac's. Pero no se lo digas a nadie.

Vanessa utilizó las horas que le quedaban antes de ir a trabajar para hacer un último intento por salvar sus restaurantes. Era curioso, pensó; hasta aquel momento no había pensado en ellos como «sus restaurantes».

Pero eran suyos.

Y se sentía orgullosa.

Para Drake y su madre solo eran inversiones. Dinero que usaban para irse de vacaciones por el Mediterráneo o comprar ropa de diseño. Nunca entendieron lo que significaba para su abuela, lo que significaba para ella misma que una tiendecita en la calle State se hubiera convertido en una cadena de lujosos restaurantes.

Vanessa imaginaba a los ejecutivos de las empresas interesadas en comprarlos como a bestias babeantes; los imaginaba como galgos dispuestos a salir corriendo para quedarse con el mejor bocado. Pero eso era injusto. Ninguno de ellos sabía que los que proponían la venta de la cadena Hudgens no estaban autorizados para ello.

Y eso le dio una idea.

En menos de una hora hizo una lista de instrucciones para su abogado. Habría querido arreglar el asunto con su familia de manera amistosa, pero si era necesario usar todas sus armas, lo haría.

Drake y su madre se darían cuenta de que no eran los únicos capaces de traicionar a los de su propia sangre.


Zac sonrió al verla.

Zac: Hola, Vanessa.

Ness: ¿Qué tal ha ido la comida?

Aquél había sido el primer día que el restaurante estuvo abierto a la hora del almuerzo, aunque Zac esperaba que no hubiese mucha gente.

Zac: Mejor de lo que creía. Seguramente porque me estuvo ayudando Drew -sonrió señalando a un hombre que estaba detrás de la barra-. Vanessa, te presento a Drew Seeley, el marido de Brittany. Y el mejor abogado de Chicago.

Drew: No le hagas caso -sonrió-. Está impresionado porque convencí a los inspectores para que nos diesen la licencia en menos de dos días. Un golpe de suerte.

Alto y rubio, se parecía un poco a Clark Kent.

Era comprensible que Brittany se fuera a casa todos los días con una sonrisa en los labios, pensó Vanessa.

Zac: No vale de nada abrir un bar si las autoridades se niegan a darte la licencia -rió-.

Ella intentó sonreír. Aunque no le hacía gracia tener que enfrentarse con un abogado. Particularmente, con uno que la miraba especulativamente, como intentando recordar su cara. ¿Y si la había reconocido?

El contraste con Zac era tremendo. Drew era el tipo de hombre al que Vanessa estaba acostumbrada: sofisticado, elegante, atractivo. Aunque ella lo miraba como se mira una fotografía de Ansel Adams, con cierta admiración, pero sin ganas de comprar.

Con Zac, sin embargo, le pasaba lo contrario.

Tenía aspecto de hombre duro, pero tierno. El tipo de hombre que era capaz de besar a una mujer en medio de un bar o acompañarla a casa sin intentar darle la mano siquiera. Perseguía sus objetivos sin descanso, era muy trabajador y se preocupaba tanto de sus empleados como para buscarles una casa.

Y, además, la hacía perder la cabeza.

Vanessa se alegró de que Zac saliera de la barra. Le resultaba difícil mirarlo y no imaginarlo desnudo...

Zac: Ven, vamos a terminar con el papeleo.

Ella tragó saliva. No podía contarle que le habían robado el monedero. Era ridículo.

Pero, ¿decirle la verdad? Imposible. No lo conocía lo suficiente. ¿Y si, al saber quién era, se lanzaba al teléfono para hablar con los periódicos? La publicidad que eso le daría no tenía precio: Vanessa Hudgens trabaja como camarera en el restaurante Zac's.

O podría llamar a su familia por pena, pensando que así arreglaría las cosas.

Además, no podía decir nada delante de Drew.

Ness: No puedo rellenar esos papeles.

Zac: ¿Por qué?

Aunque no parecía sorprendido.

Ness: ¿Importa mucho?

Zac: Claro que importa. ¿Qué pasa, Vanessa, has cometido algún delito?

Ness: Claro que no.

Zac sonrió.

Zac: Yo te ayudaría aunque acabases de robar un banco.

Ness: Si no me hubieras dado trabajo, lo habría hecho -murmuró-. No puedo rellenar esos papeles y no puedo explicarte por qué.

Zac: Y yo no puedo pagarte en negro.

Al menos, no parecía enfadado. Un poco triste sí. Quizá podría pasar por allí para verlo de vez en cuando. Aunque tendría que irse de la casa de Miley...

Zac: Vanessa, mírame. Tú sabes lo importante que es este restaurante para mí. Tan importante que no puedo arriesgarme a meter la pata.

Ness: Lo sé. Y lamento mucho darte problemas, de verdad. Sé que tendrás mucho éxito porque eres muy trabajador y...

Zac: Viniendo de ti, eso es un halago.

Vanessa se mordió los labios. Si tuviera valor... pero no podía hacerlo. No podía decirle quién era porque la vería como a una tonta niña rica que no ha tenido nunca un problema de verdad.

Zac se quedó en silencio, como si estuviera intentando tomar una decisión.

Zac: No puedo pagarte en negro.

Ness: Entiendo...

Zac: Oye, Drew, tengo que hacerte una pregunta legal.

Drew: Dime.

Zac: Si me equivocase al cumplimentar los papeles de la Seguridad Social de un empleado, ¿qué pasaría?

Drew levantó la mirada, sorprendido.

Drew: No creo que pasara nada. Lo corriges dentro de unos meses y en paz.

Zac: ¿Qué dices, Vanessa? -preguntó entonces-. Estamos en octubre. Te doy hasta el día treinta y uno de diciembre para solucionar esta situación. Y te ayudaré en todo lo que pueda.

Vanessa lo miró, atónita. ¿Haría eso por ella?

Ness: ¿Lo dices en serio?

Zac: Claro. Pero el treinta y uno de diciembre tienes que darme un número de la Seguridad Social. A partir de entonces no podrás seguir escondiéndote. ¿Trato hecho?




Cuando un tio infringe la ley por ti, esta claro que te quiere XD.
Zac, ¡eres idiota! ¿Para qué preguntas? De haberte quedado callado habríais amanecido los dos juntitos. Pero Vanessa también es idiota. ¿Quién en su sano juicio se arrepentiría de hacer el amor toda la noche con un tio como Zac? Solo ella ¬_¬

¡Ey! Thank you very much por los coments! ¡Qué contenta me puse! Ojala tuviera tantos comentarios en un día, así pondría capi every day.

Gracias por las felicitaciones de cumple.
Lau, es curioso que digas lo de que nos gusta que los hombres traten bien a sus madres, hermanas, etc. Porque Vanessa, la de verdad, dijo eso cuando estuvo en El hormiguero, un programa de la tele aquí en España y pues el Zac de verdad apuesto a que es muy bueno con su madre. No sé si sabes a donde quiero llegar... XD XD
Mi parte favorita también es la del cucharón XD. Y como ves, no te has equivocado. No han hecho nada (¬_¬). Al menos por ahora ;)

¡Abigail, qué surprise! Me ha alegrado saber de ti. Y me alegro de que te gustara La última noche en Los Ángeles. Respecto a tu problemilla con tu cuenta, te diré lo que puedes hacer. En la página de Google arriba pone: Búsqueda, Imágenes, Maps, etc... ¿verdad? Bueno pues cuando no has iniciado sesión, antes de "Búsqueda" pone "Tú". Pues le das y te sale para que pongas el correo y la contraseña, pues tienes que darle a donde pone: ¿No puedes acceder a tu cuenta? Y ahí ya sigues.
Qué guay que vayas a estudiar a Londres. Yo también quiero ir, pero a trabajar XD. Y sí que conozco a 1D pero no soy fan. Así que mi respuesta es Zac XD. Pero es una pena que no puedas ir con tus pases VIP. Espero que tengas otra oportunidad de conocerles.
¡Gracias por apoyarme con lo de Zanessa! Que alegría que tú también quieras hacer algo y que a tu amiga también le encante Zanessa. Bueno, ya viste que lo único que quiero es que el vídeo con la reacción de Vanessa al ver a Zac pues "de la vuelta al mundo" XD. Espero que me ayudes junto con tu amiga. Pero lo del trending toppic lo veo difícil.
Bueno, espero verte más por aquí y que soluciones lo de tu cuenta. Ah, y, me alegro de que te gusten las noves que adapto. Esta es muy chula, ya verás.

Nata, pues sí. Mucho tiempo sin comentarme (¬_¬). ¡A ver si te veo más a menudo! Que gracia, tú llegas y yo me voy XD. Bueno sí, pero yo ya volví la semana pasada. Pero con lo que me gustó Londres, la verdad me hubiera quedado mucho más tiempo XD.
El nombre de Zac, sí es raro XD. En la novela original también es así, solo que el apellido no es Zac, sino Tyler. Zac es mejor XD.

¡Gracias de nuevo!
¡Comentad!
¡Un besi!


miércoles, 10 de abril de 2013

Capítulo 3


Al final de la semana, Vanessa admitió que ni siquiera se le había pasado por la cabeza la idea de que podría fracasar como camarera. O que el restaurante tendría que cerrar por falta de clientes.

Sabía por experiencia lo duro que era abrir un negocio, incluso con el dinero de su familia, los importantísimos contactos y las conexiones publicitarias que hacían falta. Se tardaba tiempo en encontrar clientela para convertir un restaurante en un negocio estable.

Y también sabía que la mayoría de los restaurantes cerraban en menos de seis meses.

Pero mientras Zac preparaba las bebidas que le había pedido, se dio cuenta de por qué no había pensado en el fracaso en ningún momento.

Aparentemente, aquel hombre lo hacía todo bien. Y parecía haber invitado a todo el barrio.

Zac: Dos cervezas alemanas, una tónica y un martini para mi mejor camarera -sonrió, sirviéndolo todo en una bandeja-.

Ness: Soy la única camarera que tienes, Zac. Tu hermana acaba de decirme que es ingeniero de caminos -sonrió mirando a Brittany-.

Zac: Es una chica estupenda, ¿verdad?

Ness: Genial -asintió-.

Su madre no habría cancelado una cita para hacerse la manicura por ayudarla, mientras que la familia de Zac lo había dejado todo para echarle una mano.

Zac: Tengo suerte, sí.

Ness: Pero si siguen viniendo clientes a este ritmo vamos a necesitar otro camarero. ¿Miley va a seguir en la cocina?

Zac: No, lo suyo es coser gatos, perros y hámsteres.

Vanessa parpadeó, confusa.

Ness: ¿Es veterinaria?

Zac: Le queda un año para terminar la carrera, pero está haciendo prácticas en una clínica.

Ness: Ah, ya. De todas formas, necesitamos más gente. ¿Qué has hecho, poner un anuncio en el periódico diciendo que hay barra libre?

Zac: No, la mayoría son amigos de amigos que esperan conseguir una cena gratis -sonrió. En ese momento, alguien lo llamó desde el otro lado de la barra-. ¡Espera un momento, Billy! ¿No ves que estoy intentando ligar con mi camarera?

Ness: Atiende a tus clientes -suspiró-.

**: ¡Señorita, mi cerveza! -le gritó alguien-.

Ness: Ya voy, ya voy -murmuró abriéndose paso entre la gente-. Aquí está su cerveza.

*: ¿Qué tal te trata el jefe? -le preguntó uno de los clientes, un hombre de pelo rubio-.

Ness: Como un negrero.

Evidentemente, la mayoría de los clientes eran amigos. Estaba claro que, en ese aspecto, Zac no tenía ningún problema. Y tampoco tenía ningún problema con las mujeres, a juzgar por las miraditas que le echaban las clientas.

*: Me lo temía.

Ness: ¿De qué conoces a Zac?

*: Es el mejor empleado que he tenido nunca. Hasta que tuvo la idea de abrir su propio restaurante, el ingrato.

La pelirroja que iba con él soltó una carcajada.

#: No le hagas caso. Mi marido está enfadado porque Zac no nos ha dejado invertir en su negocio.

Ness: ¿Zac era camarero vuestro?

*: ¿Camarero? Bueno, durante unos tres días. Luego me dijo que quería dirigir el negocio. Arregló todos los problemas que teníamos, aumentó la clientela y multiplicó los beneficios.

Ness: ¿En serio?

*: Lo hacía todo. Incluso me convenció para que comprase el local contiguo.

#: Un chico listo -sonrió su mujer-. Lo echamos de menos.

*: Un chico tonto -replicó él-. Ha tardado dos años en abrir este sitio porque se negaba a aceptar socios.

Vanessa sonrió.

Ness: Hay gente muy testaruda. Pero será mejor que vengan siempre que puedan... para que esto no se cierre antes de Navidad.

El hombre soltó una carcajada que llamó la atención de Zac.

Zac: ¿Qué pasa ahí?

*: Tienes una buena Relaciones Públicas. Puede que te la robe.

Zac: Y puede que yo no te deje entrar aquí más, Richard -rió desde la barra. Quince minutos después, cuando estaba de vuelta frente a la barra para pedir otra ronda de copas, se inclinó para hablarle al oído-. Si no tienes mucho jaleo, me vendría bien que lavaras unos vasos.

Ness: Sí, seguro -murmuró suspicaz-.

En la barra no había sitio para dos personas porque tendrían que chocarse continuamente.

Zac: En serio. El lavavajillas no llegará hasta la semana que viene y lo estoy haciendo a mano. Pero no me da tiempo a atender y fregar.

Vanessa miró alrededor y vio que todos los clientes estaban ocupados con su cena. Seguramente Brittany podría encargarse de servir alguna copa.

Ness: No sé...

Zac: Si no me ayudas, tendremos que servir martinis en vasos de plástico -insistió-.

Ness: Muy bien, de acuerdo. -Cuando entró en la barra vio el desastre: copas de vino, jarras de cerveza, copas de martini, vasos largos... todo metido en los fregaderos, incluso colocados en el suelo-. ¿Has fregado algún vaso?

Zac: Es que no me ha dado tiempo -sonrió con cara de inocente-.

Ness: Ya te digo.

Adiós a su manicura, pensó. Estuvo fregando copas y vasos durante veinte minutos.

Cuando encontró uno que alguien había usado como cenicero, maldijo a Zac en voz baja.

Y cuando se dio cuenta de que era dificilísimo quitar las marcas de carmín, empezó a planear un asesinato.

Zac pasó tras ella en aquel momento. Lo había hecho varias veces, pero siempre sin rozarla. Un comportamiento muy profesional, debía reconocer. Aunque sentía el calor de su cuerpo como si la hubiera tocado.

Pero estaba agotada. Por primera vez en mucho tiempo, estaba deseando llegar a la horrorosa habitación del Sherradin.


Cuando llegó a trabajar aquella tarde, Zac le pidió de nuevo que cumplimentara los papeles del contrato. Asustada, volvió a decirle que había olvidado la documentación.

Ness: Me la he dejado en el hotel.

Zac: ¿En el hotel? ¿Vives en un hotel? -preguntó sorprendido-.

Ness: El hotel Sherradin, en la calle Broadway.

Zac: ¿Eres tonta? ¿No sabes qué clase de sitio es ese? -le espetó entonces, indignado-. La mayoría de los clientes alquilan la habitación por horas... no sé si me entiendes.

Ness: Claro que te entiendo. No soy tonta.

Zac: ¿Qué haces tú allí?

Ness: Es barato y la puerta está blindada.

Zac: ¿Una puerta blindada? En el Sherradin deberías dormir con una escopeta.

Ness: Me lo estoy pensando.

No le hacía ninguna gracia vivir en un hotel plagado de prostitutas y drogadictos, pero no pensaba avergonzarse. Y menos delante de él.

Treinta segundos después, Zac marcó un número de teléfono.

Zac: Miley, soy Zac. Necesito que me hagas un favor. ¿Te importaría pasar por el hotel Sherradin antes de venir al restaurante? Allí te encontrarás con Vanessa -dijo, mirándola de reojo-. Eso mismo le he dicho yo. ¿Te importaría ayudarla a guardar sus cosas? Sí, estará allí en diez minutos. Ya veremos luego dónde instalarla. -Vanessa iba a protestar, pero él levantó una mano-. Gracias, Miley.

Ness: No sé qué crees estar haciendo, pero no me gusta que...

Zac: Siéntate.

Ness: Estoy perfectamente bien en el hotel Sherradin.

Zac: Vanessa.

Ness: ¿Qué?

Zac dejó escapar un suspiro.

Zac: Cuando contrato a alguien me gusta pensar que volverá a su casa y dormirá bien para venir a trabajar al día siguiente. En ese hotel podría pasarte cualquier cosa, así que se acabó.

Ness: ¿Ah, sí? ¿Y dónde voy a vivir?

Zac: Para empezar, trae tus cosas aquí. Luego ya veremos.

Los ojos de Vanessa se llenaron de lágrimas. La idea de no tener que dormir con un ojo abierto y el otro cerrado, escuchando los ruidos del pasillo, era algo por lo que nunca imaginó que se sentiría tan agradecida. Pero no iba a llorar, no iba a llorar delante de él.

Ness: Gracias.

Zac: No me des las gracias, tonta. Me gusta cuidar de la gente que me cae bien. Y tú me caes muy bien -sonrió apretando su mano-. Pero vuelve enseguida, ¿de acuerdo?

Vanessa apartó la mano y salió corriendo.

Encontró a Miley esperándola en la puerta del hotel, mirando a todos lados con cara de susto.

Miley: No puedo creer que hayas dormido aquí. Eres más valiente que yo, desde luego.

Ness: Sí, bueno.

Subieron a la habitación y empezaron a guardar sus cosas en la maleta.

Miley: ¿Cómo has podido vivir aquí, Vanessa?

Quizá fue la preocupación que notó en su voz o quizá que se sentía culpable... pero se encontró contándole la historia de su vida, aunque convenientemente tratada para no dar demasiados detalles.

Ness: Trabajaba con mi familia, pero últimamente querían hacer cosas con las que yo no estaba de acuerdo -suspiró doblando un par de pantalones-. Además, estaba saliendo con un hombre que le daba la razón a mi madre en todo. La única que estaba de acuerdo conmigo era mi abuela, pero murió hace unos meses. Poco después no pude soportar más la presión y decidí desaparecer durante un tiempo. Supongo que pensarás que soy una cobarde.

Miley: Lo que yo piense da igual. Pero no creo que seas una cobarde en absoluto. A veces hay que dar un paso atrás para ver lo que uno está haciendo con su vida. Venga, vámonos. Zac estará de los nervios.

Mientras volvían al restaurante, Miley le ofreció que ocupase una habitación en su apartamento. Su compañera de piso se había marchado recientemente y no estaba buscando otra, pero no le molestaría compartir su casa con Vanessa durante algún tiempo.

Cuando le dijo que no tendría que firmar ningún contrato de alquiler, Vanessa aceptó de inmediato.

La familia de Zac estaba empezando a ser muy importante en su vida.


Cuando terminó de lavar vasos detrás de la barra, Vanessa le dio las gracias al cielo por haber encontrado a una familia que la acogía de forma tan cariñosa sin conocerla de nada.

No recordaba la última vez que alguien le ofreció ayuda... En realidad, estaba acostumbrada a hacerlo todo sola. Demasiado acostumbrada.

Perdida en sus pensamientos, tardó unos segundos en darse cuenta de que Zac estaba hablando de ella.

Zac: La recogí de la calle, le quité el polvo y esta noche pienso llevármela a casa.

Ness: ¿Qué? -exclamó levantando la cabeza-.

Al hacerlo, sin querer golpeó a Zac en la barbilla.

Zac: ¡Ay! -gritó-. Estaba diciendo que...

Ness: ¡No quiero oír una palabra más! No voy a tu casa, voy a casa de tu hermana, idiota.

Al oír risotadas, se dio cuenta de que había varios clientes pendientes de la conversación.

Zac: Al novio de Miley no le hará ninguna gracia.

**: ¡O a lo mejor sí! -gritó alguien-.

Ness: Menos tonterías.

Zac: No te enfades, Ness -rió abrazándola-.

Ness: ¿Te importaría soltarme?

Zac: No puedo. Eres irresistible.

Sin dejar de sonreír, Zac inclinó la cabeza y Vanessa supo que iba a besarla delante de todo el mundo.

«La próxima vez, dale en la cabeza con esto», recordó las palabras de su madre.

Sin pensar, alargó la mano y tomó lo primero que encontró: el cucharón con el que había estado sirviendo aceitunas de aperitivo. Y lo golpeó en la cabeza con él.

Britt: ¡Vanessa!

Zac se frotó la cabeza con la mano mientras los clientes se partían de risa.

Ness: Su madre me dijo que lo hiciera -anunció antes de salir de la barra-.

Lily: ¿Qué ha pasado? -preguntó al verla entrar en la cocina con expresión fúnebre-.

Ness: He tenido que hacerlo.

Lily: ¿Qué has tenido que hacer?

Ness: Darle un golpe en la cabeza. Con un cucharón.

Lily: Ya me lo imaginaba -sonrió-.


Jamás en su vida había estado tan cansada. Claro que jamás en su vida había trabajado tanto. Aquella semana había sido una tortura.

Vanessa, agotada, colocó los pies sobre una silla mientras sujetaba el plato de pasta con una mano. Lily había insistido en que comiera algo cuando se enteró de que no había tenido tiempo de cenar.

Por fin, cerraron la cocina a las doce, aunque el bar permanecería abierto hasta las dos de la mañana. Pero Zac podía encargarse de los clientes en la barra mientras ella se tomaba un descanso por primera vez en ocho horas.

Entre bocado y bocado de rigatoni con salsa de tomate, Vanessa contó el dinero que había sacado de las propinas durante la semana. No estaba mal. Por supuesto, con eso no podría comprarse ni un par de zapatos... pero era una vergüenza admitir que solía comprar zapatos de más de trescientos dólares.

Zac: ¿Todo bien por ahí?

Ness: Estupendamente. Tus amigos dan buenas propinas.

Zac: Les has caído muy bien. Todos me han dicho que seguirán viniendo mientras tú sigas aquí.

Vanessa no quería mirarlo a los ojos, así que terminó su plato de rigatoni y se levantó.

Ness: Ya, claro.

Zac: ¿Quieres una copa? Como lo de esta noche ha sido un éxito, estaba pensando abrir una botella de champán.

Ness: Gracias, pero prefiero un café.

Zac: ¿Un café? Pero hoy es un día de fiesta...

Ness: Un café.

Zac: Bueno, si cambias de opinión, dímelo.


Estaban los dos solos en el restaurante porque Zac había mandado a sus hermanas a casa cuando cerró la cocina. Cuando Vanessa protestó, él la llevó aparte.

Zac: Quiero que se vayan a casa, Vanessa. Brittany tiene un niño de dos años y Miley trabaja en una clínica veterinaria por las mañanas...

Ness: Ah, perdona. Es que no lo sabía.

Zac: Prometo no tontear contigo.

Ness: Ya, seguro.

Zac: Bueno, solo un poco. Al fin y al cabo, soy humano.


Y ella también, desde luego. Muchas veces durante la noche se había encontrado mirándolo sin darse cuenta. Estaba fantaseando con su jefe y no podía evitarlo. El jefe al que estaba mintiendo, además. Pero sabía que no necesitaba aquella complicación en su vida y se juró a sí misma que no pasaría nada.

Las horas pasaron rápidamente y, poco después, Zac se despidió de los últimos clientes antes de echar el cierre.

Las luces de la cocina estaban apagadas y solo quedaban encendidas las de la barra. Vanessa limpió un par de mesas con un paño y, al estirar la espalda, hizo un gesto de dolor.

Zac: Déjalo, Ness. Mañana vendrán a limpiar a primera hora -dijo saliendo de la barra-.

En la mano llevaba una botella de champán y dos vasos de plástico.

Ness: ¿Vasos de plástico?

Zac: Es que no quiero que ninguno de los dos tenga que fregar ni un vaso más.

Vanessa sonrió.

Ness: Gracias, pero estoy demasiado cansada como para tomar champán.

Zac: Al menos, siéntate un rato conmigo -sonrió dejándose caer en una silla-.

También él parecía cansado.

Ness: Es que...

Zac: ¿He tonteado contigo estos días?

Ness: No -admitió-.

Zac: ¿Lo ves? Y esta noche estoy demasiado cansado como para hacerlo.

Ness: Lo dudo.

Zac: Venga, una copa.

Ness: De acuerdo. Pero solo una -sonrió-.

Zac abrió la botella de champán y lo sirvió en los vasos de plástico.

Zac: Por una semana de locos. Te estás matando a trabajar y quiero que sepas que te lo agradezco mucho.

Vanessa tomó un sorbo de champán, que rodó por su garganta, frío, delicioso y burbujeante. Pero cuando levantó la mirada vio que los ojos de Zac se habían oscurecido, si eso era posible. Mejor seguir hablando, pensó.

Ness: No he sido yo sola. Tu familia trabaja tanto como yo y tú trabajas el doble.

Zac: Sí, bueno, es que este restaurante es como un hijo para mí -suspiró-.

Parecía cansado, pero contento. Como si pudiera levantarse de un salto y hacer otro turno de doce horas si eso era lo que hacía falta para levantar el negocio. Tal determinación la hizo sentir curiosidad.

Ness: ¿Siempre has querido tener tu propio restaurante?

Zac: A veces me parece que sí -rió-. Pero no, no siempre he sabido lo que quería -añadió, tomando un sorbo de champán-. ¿Tú te llevas bien con tu padre?

Aquella pregunta la dejó sorprendida.

Ness: Mi padre murió cuando yo era muy joven.

Zac: El mío también. Era músico de jazz, ¿sabes? Saxofonista. Cuando yo tenía diecisiete años empecé a ir por los bares para escuchar música de blues... Me decía a mí mismo que era porque así me sentía mayor, porque me gustaba meterme en líos... pero supongo que lo hacía para recordar a mi padre. Dos años después empecé a trabajar en uno de esos bares y, un día, mi jefe me dijo que debería abrir mi propio negocio.

Ness: Y ahora lo tienes -sonrió vagamente celosa de que su restaurante fuera algo tan personal-.

También los de su familia habían sido algo personal para ella, pero...

Zac: Bueno, casi. Si todo va como espero, en un par de años compraré el local de al lado para tener música los fines de semana.

«Y para poder sentir a tu padre», pensó Vanessa.

Ness: ¿Nunca has querido tener un socio?

Zac: Lo tuve una vez. Una socia.

Ness: ¿Qué pasó?

Zac: Que mientras yo planeaba tener un negocio para toda la vida, ella quería venderlo seis meses después de abierto. Por supuesto, disolvimos la sociedad de inmediato.

Ness: Ah, vaya.

Zac: Y me devolvió el anillo. Un detalle -sonrió-. Además, eso me recordó que debía concentrarme en lo que era importante de verdad. Y lo importante es que el negocio funcione.

Ness: Estoy segura de que será así. ¿Cómo no va a funcionar si no paras de trabajar?

Él la miró entonces, pensativo.

Zac: Sabes más de lo que admites saber.

Vanessa lo miró, asustada.

Ness: ¿A qué te refieres?

Zac: ¿No fuiste tú la que decidió quién servía las mesas y quién debía quedarse en la cocina?

Ness: Pues...

Zac: ¿Y no fuiste tú la que invitó a cenar a los de la mesa diez el primer día?

Ness: Eso fue porque Miley les había tirado una copa encima... aunque supongo que debería haberte preguntado.

Zac: ¿Y los dos nuevos platos que has añadido al menú?

Ness: Solo le sugerí a tu madre que los vegetarianos deberían tener un par de opciones... fue ella la que decidió incluirlos en el menú.

Las excusas eran absurdas, naturalmente. ¿Por qué no le decía la verdad? ¿Por qué no le decía que era la gerente de una cadena de restaurantes de cinco tenedores y conocía el negocio de arriba abajo?

Zac: Es imposible que solo hayas sido camarera, Ness.

Ness: Pero lo fui... -empezó a protestar-.

Zac: Seguro que dirigías el restaurante aunque cobrabas un sueldo de camarera. O sea, que tú hacías el trabajo y otro se llevaba las palmaditas en la espalda.

En realidad era algo parecido, aunque a gran escala. Vanessa suspiró.

Ness: Sí, bueno, algo así.

Ella hacía el trabajo de Drake, el hombre que su madre había elegido como yerno. El hombre al que habían hecho presidente de la cadena Hudgens, a pesar de que su única relación con la familia era la suposición de que algún día se casaría con Vanessa.

Ness: Pero debería haberte preguntado antes, es verdad.

Zac: Oye, no pasa nada -sonrió apretando su mano-. No quiero una empleada que no pueda resolver nada por sí misma y esté todo el día preguntándome qué debe hacer. Lo has hecho estupendamente y te lo agradezco.

Vanessa se puso colorada. Le había emocionado el cumplido. Lo cual era completamente absurdo.

Pero era humano querer recibir halagos por un trabajo bien hecho. La única persona que le decía cosas bonitas era su abuela y cuando murió...

Zac: Mi madre me ha dicho que te deje en paz -sonrió entonces, acariciando su pelo. Era una caricia tan íntima, tan tierna, que Vanessa se quedó sin palabras-. Me ha dicho que no quieres que vuelva a besarte.

Ness: Tiene razón. No quiero… pero no recuerdo por qué.

Zac se inclinó para buscar su boca y ella no protestó. Aplastaba sus labios, intentando abrirlos con la lengua, en una danza de seducción que le parecía dulce y emocionante a la vez.

¿Por qué sus besos la hacían sentir así?, se preguntó. La tensión parecía desaparecer como por arte de magia cuando la acariciaba. Zac empezó a darle besos en la cara, besitos suaves como alas de mariposa... hasta que volvió a buscar su boca con fiereza, con una desesperación contenida.

Entonces todo fue diferente. Se convirtió en un beso apasionado, loco, que despertaba en ella un millón de sensaciones.

Zac tiró de sus manos para colocarla sobre sus rodillas. Siguieron besándose sin parar y, como si fuera lo más natural del mundo, Vanessa se sentó sobre él a horcajadas.

Zac: Me estás matando -murmuró con voz ronca-. Te imaginé así el primer día que viniste -añadió, desabrochando el primer botón de su blusa-. Pero, por supuesto, en mi fantasía estabas desnuda.

Ness: ¿Ah, sí? -murmuró acariciando su pelo-. Pero ahora no estoy desnuda. Supongo que será una desilusión.

Zac: Eso se puede arreglar -dijo besándola de nuevo-.

Besándola con tanta pasión que Vanessa olvidó quién era, quién pretendía ser, de quién y de qué estaba escapando...

Solo quería tener aquello, solo aquel momento. Solo quería ser Vanessa durante unas horas, sin mentiras, sin preguntas.

Y quería tener a aquel hombre.

Sin dejar de besarla, Zac tiró de la blusa para sacarla del pantalón y desabrochó los botones con dedos temblorosos. Luego le bajó el sujetador de un tirón, sin molestarse en desabrocharlo, dejando sus pechos al aire. Entonces inclinó la cabeza...

A sentir sus labios en los pezones, un calor inesperado la inundó. Un calor tan sensual que era casi doloroso. Su lengua era tan húmeda y caliente que, cuando sopló sobre su pezón, Vanessa dejó escapar un gemido de placer.

Las palabras de Zac, cuando consiguió hablar, fueron como un jarro de agua fría.

Zac: ¿Voy a llevarte a mi casa esta noche, Ness?




¡Sí, sí, sí!
Ah, que no me lo han preguntado a mí XD XD XD.

Estoy un poco desilusionada, eh. Esperaba más comentarios a mi vuelta de Londres. Y si no he puesto capi hasta hoy es por dos razones: para ver si veía más comentarios y para esperar a publicar hoy que es mi cumple ^_^

Bueno, de todas formas gracias por los comentarios en los otros capis y espero que os esté gustando la nove. ¡Ta guay!

También os informo que por ser mi cumple también pondré capi en la otra nove. Creo que si no lo fuera habría tardado más XD XD.

Y por si queréis saber qué tal en Londres, solo os diré que me gustó tanto que me habría quedado allí a vivir XD. Enserio, ¡me encantó! Ya os enseñaré alguna foto, si queréis.

¡Un besi!


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