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miércoles, 30 de enero de 2019

Capítulo 10


La oficina de Loren Bach se encontraba en el último piso de la torre que era la base de operaciones de Delacort en Chicago. Sus ventanales ofrecían una vista que se extendía más allá de Monopoly. En un día claro y despejado, se podían ver las llanuras brumosas de Michigan. A Loren le gustaba decir que podía mantener la vigilancia sobre cientos de canales que transmitían la programación de Delacoft y miles de hogares que la veían.

La suite de oficinas reflejaba su personalidad. El área principal era una habitación moderna y severa, diseñada para el trabajo serio. Las paredes verde oscuro con terminaciones de nogal resultaban agradables a la vista, como un pulcro telón de fondo para el amoblamiento moderno y las pantallas de televisión empotradas. Sabía que, en ocasiones, además de hacer negocios, en una oficina era preciso entretener invitados. Como concesión y comodidad, había un sofá semicircular con tapizado de cuero burdeos, un par de sillas cromadas con asiento mullido y una amplia mesa de cristal opaco. El contenido de una nevera bien provista abastecía su adicción a la coca-cola.

Una de las paredes estaba repleta de fotografías suyas con celebridades. Estrellas, cuyas comedias y dramas habían pasado a ser transmitidos por infinidad de canales, políticos que se postulaban para algún cargo, capitostes de cadenas de televisión. La única omisión, muy notable, era Brittany Snow.

Contiguo a la oficina había un cuarto de baño en blanco y negro, completo, con jacuzzi y sauna.  Detrás había una habitación más pequeña con una cama, una enorme pantalla de televisión y un armario empotrado. Loren no había perdido el hábito de su juventud, y solía trabajar hasta muy tarde; ese cuarto le permitía dormir unas horas y cambiarse de ropa sin abandonar el lugar.

Pero su santuario era un sector de la oficina lleno de coloridos juegos electrónicos, en los que podía salvar mundos o a una damisela en desgracia.

Todas las mañanas se permitía una hora con esos juegos, llenos de campanas y silbidos, y con frecuencia desafiaba a los ejecutivos de la empresa a superar sus puntuaciones. Pero nadie lo lograba.
Loren Bach era un mago del video, y ese idilio había comenzado durante su infancia, en las salas de bowling que poseía su padre.

A los veinte años, con su diploma del MIT bajo el brazo, había expandido el negocio de la familia, incorporando juegos electrónicos. Después, comenzó a interesarse en el rey de los vídeos: la televisión.

Treinta años más tarde, su trabajo era su juego, y su juego era su trabajo.

Aunque había permitido algunos toques decorativos en el área de oficina, el núcleo central del cuarto era su escritorio, que era en realidad más una consola que un escritorio tradicional. Loren mismo lo había diseñado. Disfrutaba de la fantasía de estar sentado en una cabina de mando mientras controlaba destinos.

Simple y funcional, en la base del escritorio había decenas de compartimientos en lugar de cajones. La superficie de trabajo era amplia y curva, lo que permitía a Loren, cuando se sentaba detrás del escritorio, estar rodeado de teléfonos, teclados y monitores.

Pirata informático consumado, Loren podía obtener la información que deseaba de cualesquiera de los sistemas o programas de Delacort o de sus competidores: desde las tarifas de publicidad hasta a cuanto estaba el dólar respecto al yen.

Como hobby, diseñaba y programaba juegos de computación para una subsidiaria de su empresa.

A los cincuenta y dos años, tenía el aspecto sereno y estético de un monje, con una cara larga y huesuda y cuerpo menudo. Pero su mente era filosa como un bisturí.

Sentado detrás de su escritorio, oprimió un botón en el control remoto. Una de las cuatro pantallas de televisión se encendió. Buscó una botella de coca-cola y se puso a ver la cinta de Vanessa Hudgens.

La habría visto aunque Barlow James no lo hubiera llamado, pero era dudoso que hubiera encontrado tiempo para hacerlo con la misma rapidez sin esa recomendación.

Loren: Atractiva -le dilo a su minigrabadora-. Buena voz. Excelente presencia en cámara. Mucha energía y entusiasmo. Sexy pero sin ser amenazadora. Se relaciona bien con la audiencia. Las preguntas del guión parecen espontáneas, no preparadas. ¿Quién le escribe el guión? Averigüémoslo. La producción necesita mejorarse, en particular la iluminación.

Vio los cincuenta minutos de grabación. De vez en cuando rebobinaba, otras veces congelaba la imagen, pero siempre hacía al mismo tiempo comentarios breves a la grabadora.

Tomó otro sorbo de refresco y sonrió. Él había levantado a Brittany, desde una celebridad menor a un fenómeno nacional.

Y podía volver a hacerlo.

Con una mano congeló el rostro de Vanessa en la pantalla; con la otra, oprimió una tecla del intercomunicador.

Loren: Shelly, ponte en contacto con Vanessa Hudgens en la CBC, división noticias de Chicago. Concierta una cita con ella. Quiero que venga a verme lo antes posible.


Vanessa estaba acostumbrada a preocuparse por su aspecto. Aparecer frente a las cámaras significaba que parte del trabajo estaba relacionado con tener buena presencia. Con frecuencia descartaba un traje precioso que le gustaba mucho, porque el color o el corte no salían bien por televisión.

Pero no recordaba haberse preocupado tanto con la imagen que proyectaba como al prepararse para el encuentro con Loren Bach.

Y seguía buscando justificaciones cuando se encontraba sentada en recepción, junto a la oficina del ejecutivo.

El traje azul marino que había elegido era demasiado severo. Haberse dejado el pelo suelto era demasiado frívolo. Debería haber usado alhajas más atrevidas. O ninguna en absoluto.

La ayudaba bastante el concentrarse en la ropa y el peinado, porque eso le impedía obsesionarse con lo que esa entrevista podría significar para su futuro.

Todo, pensó. O nada.

**: El señor Bach la recibirá ahora.

Vanessa se limitó a asentir. Se le estrechó la garganta, y tuvo miedo de no poder pronunciar ni una palabra, o de que en lugar de voz le saliera un chillido.

Cruzó la puerta que la recepcionista le abrió y entró en el despacho de Loren Bach.

Él se encontraba detrás de su escritorio: un hombre delgado y de hombros caídos, con una cara que a Vanessa le recordó la de un apóstol. Lo había visto en fotografías y en clips de televisión, pero lo creía más corpulento. Qué tonta, pensó. Justo ella que sabía bien lo diferente que sale la gente por la pantalla.

Loren: Señorita Hudgens. -Se puso de pie y le tendió la mano-. Es un placer conocerla.

Ness: Gracias. -El apretón de Loren era firme, cordial y breve-. Aprecio mucho que se haya tomado tiempo para verme.

Loren: El tiempo es mi negocio. ¿Quiere una coca-cola?

Ness: Yo... -Pero él ya atravesaba la habitación hasta una nevera empotrada en la pared-. Bueno sí, gracias.

Loren: Su cinta es interesante. -Dándole la espalda, destapó dos botellas-. Un poco deficiente en algunos valores de producción, pero interesante.

¿Interesante? ¿Qué quería decir? Con una sonrisa tiesa, Vanessa aceptó la botella que él le entregaba.

Ness: Me alegro de que piense eso. No tuvimos demasiado tiempo para montar bien el programa.

Loren: ¿No pensó que era necesario tomarse más tiempo?

Ness: No. No creí tener más tiempo.

Loren: Entiendo -volvió a sentarse detrás de su escritorio y bebió un trago de refresco-. ¿Por qué no?

Ness: Porque hay muchas personas que querrían meterse en el horario que dejó Brittany, sobre todo localmente. Sentí que era importante salir lo antes posible de las gateras.

Loren: ¿Qué es exactamente lo que le gustaría hacer con La hora de Vanessa?

Ness: Entretener e informar. -Demasiado suelta, pensó enseguida. Serénate, Ness. La sinceridad está bien, pero agrégale algo de cerebro-. Señor Bach, desde pequeña quise trabajar en televisión. Puesto que no soy actriz, me centré en el periodismo. Soy una buena periodista. Pero en este último par de años me di cuenta de que presentar las noticias no satisface realmente mis ambiciones. Me gusta hablarle a la gente. Me gusta escucharla.., y creo que hago bien las dos cosas.

Loren: Un programa de una hora requiere algo más que habilidad en el arte de la conversación.

Ness: Exige conocer cómo funciona la televisión, cómo se comunica a través de ella. Cómo puede ser de íntima y de poderosa. Y que, cuando la luz roja se enciende, la otra persona sepa que no soy yo la única que la está escuchando. Ese es mi punto fuerte -agregó y se echó hacia adelante-. Hice algunas suplencias de verano en un canal local de Topeka cuando estaba en el instituto, y después una suplencia de cuatro años en un canal de New Haven, durante la universidad. Trabajé como redactora de noticias en Kansas City antes de mi primer trabajo ante la cámara. Técnicamente hace diez años que trabajo en televisión.

Loren: Lo sé bien. -En realidad, él conocía cada detalle de la vida profesional de Vanessa, pero prefería recibir sus propias impresiones, cara a cara. Apreció el hecho de que ella mantuviera su mirada y su voz equilibradas. Recordaba su primer encuentro con Brittany. Todo ese despliegue sexual, esa energía maníaca, esa feminidad abrumadora. Vanessa Hudgens era completamente diferente. No más débil, pensó. Ni menos potente. Sencillamente... diferente-. Dígame, aparte del tema modas, ¿qué otros tópicos piensa tocar?

Ness: Me gustaría centrarme en cuestiones personales más que en temas de primera plana. Y me gustaría evitar la televisión truculenta.

Loren: ¿Nada de lesbianas pelirrojas y sus amantes?

Ella se distendió lo suficiente para sonreír.

Ness: No; les dejaré eso a los demás. Mi idea es equilibrar programas como el de la cinta con otros más serios, pero mantenerlos a nivel personal y comprometer al público, tanto al que está en el estudio como al que lo ve en su casa. Temas como las familias adoptivas, el acoso sexual en los lugares de trabajo, los encuentros entre hombres y mujeres de más de cuarenta años que buscan pareja estable. Temas que se centran en lo que el televidente medio podría estar experimentando.

Loren: ¿Usted se considera portavoz del televidente medio?

Vanessa volvió a sonreír. Al menos en ese punto podía mostrarse confiada.

Ness: Yo soy un televidente medio. Veo televisión desde que me levanto hasta que me acuesto. Y no me avergüenza confesarlo.

Loren se echó a reír y terminó su coca-cola. Ella acababa de describir lo que él también hacía.

Loren: He oído decir que trabajaba también para Brittany.

Ness: Bueno, no fue exactamente algo tan formal como un trabajo. Y jamás estuve en su lista de pagos. Fue más un aprendizaje. Y aprendí mucho.

Loren: Me lo imagino -hizo un silencio y luego prosiguió-. No es ningún secreto que Delacort siente mucho perder el programa de Brittany. Cualquiera que pertenezca al mundo de la televisión sabe que no deseamos precisamente que le vaya bien. Sin embargo, dados sus antecedentes, lo más probable es que siga dominando la audiencia. Todavía no estamos preparados para competir con ella en un nivel nacional, con otro programa del mismo tipo.

Ness: Entonces piensan luchar contra ella -Loren calló un momento y levantó una ceja-. Contrarrestar su éxito con programas de entretenimientos, puesta en pantalla de viejos éxitos, telenovelas.

Loren: Esa es la idea. Me gustaría también probar un programa de entrevistas en un puñado de emisoras de la CBC.

Ness: Yo solo necesito un puñado -dijo con tono sereno, pero se aferró con las dos manos a la botella para que no le fallara la voz. Me lanzo de cabeza, decidió-. Por ahora.

Quizá era un asunto personal, pensó Loren. Pero ¿y si lo fuera?

Podría usar a Vanessa Hudgens para quitarle una pequeña tajada a Brittany, podía pagar el coste que ello implicaría. Si el proyecto fallaba, lo consideraría una experiencia. Pero si conseguía que funcionara, si lograba que Vanessa tuviera éxito, la satisfacción sería mucho mayor.

Loren: ¿Tiene usted un representante, señorita Hudgens?

Ness: No.

Loren: Consígase uno. Me gustaría darle la bienvenida a Delacort.


Ash: Dímelo de nuevo -insistió-.

Ness: Un contrato por seis meses. -No importa cuántas veces lo dijera en voz alta, las palabras seguían resonando maravillosamente en sus oídos-. Grabaremos aquí mismo, en la CBC, un programa por día, cinco días por semana. -Todavía atontada, aun después de dos semanas de negociaciones, recorrió la oficina de Brittany. Lo único que quedaba eran las paredes en tonos pastel y una alfombra, y la vista de Chicago-. Según el contrato con la CBC, podré usar esta oficina y otras dos más durante el período de prueba. Transmitirán el programa diez emisoras del Medio Oeste, y saldremos en directo en Chicago, Dayton e Indianápolis. Tenemos seis semanas para preparar todo antes de estrenarnos en agosto.

Ash: Bueno, parece que lo has logrado.

Vanessa no sonreía como Ashley, pero los ojos le brillaban.

Ness: Sí, realmente lo he logrado. -Respiró hondo, y agradeció al cielo que no flotara todavía en el aire el perfume de Brittany-. Mi representante dice que lo que me están pagando es una bofetada en la cara. -Entonces sonrió-. Yo le dije que les presentara la otra mejilla.

Ash: Un representante -sacudió la cabeza-. ¿Tienes un representante?

Vanessa se dirigió a la ventana y le sonrió a Chicago. Había elegido una pequeña firma local, una empresa de representantes capaz de centrarse en sus propias necesidades y metas.

Ness: Sí, tengo un agente. Y pertenezco a una empresa... al menos durante seis meses. Espero tener también un productor.

Ash: Cariño, ya sabes que...

Ness: Antes de que digas nada, déjame terminar. Es un riesgo, Ashley, un riesgo muy grande. Si las cosas salen mal, estaremos en la calle dentro de unos meses. Tú tienes un trabajo seguro en Temas de mujeres y esperas un bebé. No quiero que arriesgues eso en aras de la amistad.

Ash: Está bien, no lo haré por eso -afirmó, se encogió de hombros y se sentó en el suelo-. Lo haré por mi ego. Ashley Tisdale, productora ejecutiva. Suena bien. ¿Cuándo empezamos?

Ness: Ayer. -Mientras reía, se sentó junto a ella y le pasó un brazo por los hombros-. Necesitamos personal. Tal vez consiga a algunas personas que fueron despedidas por Brittany o no quisieron trasladarse a Nueva York. Necesitamos temas y gente capaz de investigarlos a fondo. El presupuesto que tengo para trabajar es reducido, así que tendremos que contentarnos con un nivel simple. -Miró las paredes desnudas-. En el próximo contrato el presupuesto será mucho mayor.

Ash: Lo primero que necesitas es un par de sillas, un escritorio y un teléfono. Como productora, veré lo que puedo conseguir, pedir prestado o robar. -Se puso de pie-. Pero primero tengo que presentar mi renuncia.

Vanessa la cogió de la mano.

Ness: ¿Estás segura?

Ash: Muy segura. Ya he hablado del asunto con Richard. Pensamos esto: si todo se va al diablo dentro de seis meses, de todos modos yo tendría que pedir la excedencia para tener mi bebé. Te llamaré -dijo y se detuvo un instante junto a la puerta-. Ah, una cosa más. Pintemos estas malditas paredes.


A solas, Vanessa acercó las rodillas al pecho y bajó la cabeza. Todo sucedía con tanta rapidez: las reuniones, las negociaciones, el papeleo. No le importaba el tiempo que le dedicaba. El hecho de ver cristalizados sus sueños le provocó un estallido de energía. Pero, debajo de todo ese entusiasmo, había una sensación de terror helado.

Las cosas se encauzaban en la dirección adecuada. Una vez se acostumbrara al nuevo ritmo, se orientaría. Y si fracasaba, significaría solo retroceder unos peldaños y empezar de nuevo.

Pero no lo lamentaría.

Cassie: ¿Señorita Hudgens?

Vanessa levantó la vista y vio a la secretaria de Brittany junto a la puerta.

Ness: Cassie. -Paseó la vista por el lugar y sonrió-. Esto está muy cambiado, ¿no?

Cassie: Sí. Quería avisarle que estoy sacando las últimas cosas de la oficina.

Ness: Está bien. No será oficialmente mi territorio hasta la semana que viene. -Se puso de pie y se alisó la falda-. He oído decir que no te vas a Nueva York.

Cassie: Mi familia está aquí. Y yo soy del Medio Oeste hasta la médula.

Ness: Es una decisión difícil -la observó con detenimiento-. ¿Tienes algún otro trabajo en vista?

Cassie: Todavía no. Pero he concertado varias entrevistas. La señorita Snow hizo el anuncio y apenas una semana después se fue. Todavía no he tenido tiempo de acostumbrarme.

Ness: Estoy segura de que no serás la única.

Cassie: No la molestare más. Tenía que llevarme a casa algunas plantas. Buena suerte con su nuevo programa.

Ness: Gracias, Cassie -dio un paso adelante y vaciló-. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Cassie: Por supuesto.

Ness: Trabajaste con Brittany cuatro años, ¿verdad?

Cassie: En septiembre se cumplirían cuatro años. Empecé como secretaria asistente cuando regresé de la escuela de comercio.

Ness: Incluso en la sala de redacción nos llegaban quejas de integrantes del equipo de trabajo de Brittany. A veces eran quejas, otras veces chismes. Pero no recuerdo haber oído nada de ti, y me preguntaba por qué sería.

Cassie: Yo trabajaba para ella. Y jamás hablo mal de la gente para la que trabajo.

Vanessa levantó una ceja y la miró fijo.

Ness: Pero ya no trabajas para Brittany.

Cassie: No. Señorita Hudgens, sé que ustedes dos tuvieron un... desacuerdo antes de que ella se fuera. Tengo entendido que usted sintió cierta hostilidad. Pero prefiero que no me obligue a hablar de la señorita Snow, como persona ni como profesional.

Ness: ¿Es por lealtad o por discreción?

Cassie: Quiero creer que por las dos cosas.

Ness: Bien. Supongo que sabes que haré un programa similar. Tal vez no te guste repetir chismes, pero sin duda no has podido evitar enterarte, así que debes de saber que mi contrato es por un plazo corto. Es posible que no supere los seis meses iniciales o las diez emisiones.

Cassie se ablandó un poco.

Cassie: Tengo algunos amigos allí abajo. Las encuestas de la sala de redacción están tres a uno a favor suyo.

Ness: Me alegro de saberlo, pero imagino que también se trata de una cuestión de lealtad. Necesito una secretaria, Cassie. Me gustaría conseguir a alguien que entienda esa clase de lealtad, que sepa cómo ser discreta y, al mismo tiempo, eficiente.

La expresión de Cassie pasó de un interés amable a una sorpresa total.

Cassie: ¿Me está ofreciendo un puesto?

Ness: Estoy segura de que no podré pagarte lo mismo que Brittany, a menos (no, demonios, hasta) que esto cobre su verdadera dimensión. Y lo más probable es que tengas que trabajar muchas horas tediosas al principio, pero el puesto es tuyo si lo quieres. Confío en que lo pensarás.

Cassie: Señorita Hudgens, usted no sabe si yo participé o no en lo que ella le hizo. Si yo no la ayudé a poner a punto las cosas.

Ness: No, no lo sé. Y no quiero saberlo. Creo que, trabajemos juntas o no, deberías tutearme y llamarme Vanessa. No es mi intención dirigir una organización menos eficiente que la de Brittany, pero sí espero que su carácter sea más personal.

Cassie: No tengo nada que pensar. Acepto el trabajo.

Ness: Espléndido -le tendió la mano-. Empezaremos el lunes por la mañana. Espero que para entonces habré podido conseguirte un escritorio. Tu primera tarea será conseguirme una lista de las personas despedidas por Brittany, y cuáles te parece que nos resultarían útiles.

Cassie: Simon Grimsley estaría en primer lugar de esa lista. Y Margaret Wilson, del departamento de investigación. Y Denny Sprite, el asistente de la gerencia de producción.

Ness: Tengo el número de Simon -murmuró, y sacó su libreta de direcciones para anotar los otros nombres-.

Cassie: Yo puedo darte los otros.

Cuando Vanessa vio que Cassie sacaba una gran libreta y comenzaba a hojearla, se echó a reír.

Ness: Nos llevaremos muy bien, Cassie. Muy bien.


Resultaba difícil creer que Vanessa renunciaría a la sala de redacción, sobre todo al considerar que estaba viendo una cinta en la sala de montaje.

Ness: ¿Cuánto dura ahora?

Jeff Hyatt miró el reloj digital de la consola.

Jeff: Un minuto cincuenta y cinco.

Ness: Todavía es demasiado largo. Tenemos que cortarle otros diez segundos. Pásalo de nuevo, Jeff.

Vanessa se inclinó en la silla giratoria, como un corredor en su marca, y aguardó. La historia de una adolescente desaparecida que se reunía con sus padres tenía que caber en el tiempo asignado. Vanessa lo sabía pero, no quería cortar ni un segundo.

Jeff: Aquí -indicó y tocó el monitor con un dedo-. Esta parte en que todos caminan alrededor del jardín posterior se podría eliminar.

Ness: Pero muestra la emoción del reencuentro. La forma en que los padres caminan con ella en el medio, rodeándola con los brazos.

Jeff: Pero no es noticia -se puso las gafas sobre la frente y esbozó una sonrisa de disculpa-. De todos modos, en la parte de la entrevista, cuando todos están sentados en el sofá, tienes todo eso de estar de nuevo reunidos.

Ness: Es un buen material.

Zac: Lo único que falta es un arco iris que los rodee.

Vanessa giró la cabeza al oír la voz de Zac.

Ness: No tenía ninguno a mano.

Pese al evidente fastidio de ella, Zac se acercó, le puso las manos en los hombros y terminó de ver la cinta.

Zac: Tiene más impacto sin esa parte, Vanessa. Al hacerlos caminar juntos debilitas la entrevista y la emoción que buscas. Además, se trata de una noticia, no de la película de la semana.

Zac tenía razón, pero eso hacía más difícil que ella lo aceptara.

Ness: Corta esa parte, Jeff.

Mientras él hacía correr la cinta, lo compaginaba y marcaba el tiempo, ella permaneció sentada con los brazos cruzados. Era uno de los últimos trabajos que haría para los informativos de la CBC. Y era un asunto de amor propio querer que saliera perfecto.

Ness: Tengo que volver a grabar la voz -miró a Zac-.

Zac: Imagina que no estoy aquí -sugirió-.

Cuando Jeff estuvo listo, ella se tomó un momento para estudiar el guión. Con un cronómetro en la mano, Vanessa asintió y comenzó a leer.

Ness: La peor pesadilla de un matrimonio llegó a su fin esta mañana, cuando su hija Ruth Thompson, de dieciséis años, que faltaba de su hogar desde hacía ocho días, regresó junto a su familia en Dayton...

Durante los minutos que siguieron, olvidó por completo a Zac mientras ella y Jeff seguían trabajando para perfeccionar ese bloque. Hasta que, satisfecha, le murmuró palabras de agradecimiento al editor y se puso de pie.

Zac: Buen trabajo -comentó mientras salía con ella de la sala de montaje-. Sólido, discreto y emotivo.

Ness: ¿Emotivo? -se detuvo y lo miró-. Creí que eso no te parecía importante.

Zac: Sí me lo parece si se trata de noticias. He oído decir que la semana que viene te trasladas al piso de arriba.

Ness: Has oído bien -entró en la sala de redacción-.

Zac: Felicidades.

Ness: Gracias, pero creo que sería más prudente que esperaras hasta después del primer programa.

Zac: Tengo la impresión de que todo saldrá bien.

Ness: Es extraño, pero yo también. Aquí arriba -dijo y se tocó la cabeza-. El que duda es mi estómago.

Zac: Quizá lo que tienes es hambre. ¿Por qué no cenamos juntos?

Ness: ¿Cenar?

Zac: A las seis quedas libre. Me fijé en los horarios. Yo estoy libre hasta las ocho de la mañana, momento en que tengo que abordar un vuelo a Kuwait.

Ness: ¿Kuwait? ¿Qué pasa allí?

Zac: Rumores. Siempre rumores. ¿Qué tal una cita conmigo, Kansas? Espaguetis, vino tinto, y un poco de conversación.

Ness: Bueno, creo que hace tiempo que no salgo.

Zac: ¿Permites que ese tipo te controle la vida?

Ness: No tiene nada que ver con Mike -subrayó con frialdad. Pero en realidad sí tenía que ver-. Mira, me gusta comer y me gusta la comida italiana. ¿Por qué no lo llamamos, mejor, simplemente cenar juntos?

Zac: No pienso discutir sobre semántica. ¿Qué tal si te paso a buscar a las siete? Eso te dará tiempo para volver a tu casa y cambiarte. El lugar en que estoy pensando es informal.


Vanessa se alegró de haberle tomado la palabra. Estuvo tentada de ponerse un poco más elegante, pero finalmente se decidió por una blusa holgada y pantalones, un atuendo adecuado para el calor de pleno verano. La comodidad parecía ser lo importante esa noche.

El lugar que Zac había elegido era un restaurante pequeño y lleno de humo que olía a ajo y pan tostado. Había quemaduras de cigarrillo en los manteles a cuadros y astillas en los bancos de los reservados, que habrían sido fatales si ella hubiera llevado medias.

Un trozo de vela emergía de la boca de la consabida botella de Chianti. Zac la apartó cuando los dos se instalaron en el reservado.

Zac: Confía en mí. Este lugar es mucho mejor de lo que parece.

Ness: A mí me gusta.

El sitio parecía agradable. Una mujer no necesitaba estar en guardia en un restaurante que parecía una cocina familiar.

Zac la vio relajarse. Pensó que tal vez esa era la razón por la que la había llevado allí: un sitio donde no había maitre ni lista de vinos encuadernada en cuero.

Zac: ¿Te parece bien Lambrusco? -preguntó cuando vio acercarse a una camarera...

Ness: Sí, me parece bien.

Zac: Tráenos una botella, Janey, por favor, y un antipasto.

Janey: Muy bien, Zac.

Divertida, Vanessa preguntó:

Ness: ¿Vienes aquí a menudo?

Zac: Una vez por semana cuando estoy en la ciudad. La lasagna de aquí es casi mejor que la mía.

Ness: ¿Tú cocinas?

Zac: Cuando uno se cansa de comer en restaurantes, aprende a cocinar. Pensé en prepararte algo esta noche, pero temí que no aceptaras.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque cocinar para una mujer, si uno lo hace bien, es una poderosa arma de seducción, y es evidente que a ti te gusta andar con cautela, avanzar paso a paso. -Inclinó la cabeza cuando volvió la camarera con la botella y les llenó las copas-. ¿Tengo o no razón?

Ness: Supongo que sí.

Él se echó hacia delante y levantó su copa.

Zac: Bueno, entonces este es el primer paso.

Ness: No estoy segura de por qué razón estoy brindando.

Él la miró a los ojos, extendió la mano y le acarició una mejilla.

Zac: Sí lo sabes.

El corazón de Vanessa latió con fuerza. Enfadada consigo misma, suspiró muy despacio.

Ness: Zac, quiero dejarte claro que no tengo interés en empezar una relación con nadie. Debo volcar todas mis energías y sentimientos en llevar adelante un buen programa.

Zac: Yo diría que eres una mujer con un gran caudal de sentimientos. ¿Por qué no esperamos a ver qué pasa?

La camarera colocó la fuente con el antipasto sobre la mesa.

Janey: ¿Saben ya lo que querrán?

Zac: Yo sí -volvió a sonreír-. ¿Y tú?

Turbada, Vanessa intentó leer el menú. Era extraño, pero no podía comprender nada de lo que había allí escrito. Para el caso, podría haber estado escrito en griego.

Ness: Me decido por los espaguetis.

Zac: Que sean dos.

Janey: Muy bien -le guiñó un ojo a Zac-. Los White Sox ganan por dos en el tercer tiempo.

Ness: ¿Los White Sox? -arqueó una ceja cuando la camarera se hubo alejado-. ¿Sigues siempre a ese equipo?

Zac: Sí. ¿Te interesa el béisbol?

Ness: Sí, una pena que te gusten los Sox.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Bueno, puesto que somos de la misma profesión, trataré de pasar eso por alto. Pero soy fanática de los Cubs.

Zac: ¿De los Cubs? -cerró los ojos y gimió-. Y pensar que casi estaba enamorado de ti. Vanessa, creí que eras una mujer práctica.

Ness: Algún día seremos campeones.

Zac: Sí, tienes razón, en el próximo milenio. Te diré lo que haremos. Cuando yo esté de vuelta, iremos juntos a ver un partido.

Ness: ¿Y a cuál de los dos equipos iremos a ver?

Zac: Lo decidiremos lanzando una moneda al aire.

Ness: De acuerdo -aceptó, y se puso seria-. Podríamos invitar al programa a las esposas de los jugadores de béisbol. De los Cubs y los Sox. Los telespectadores enseguida tomarían partido. Dios sabe bien que, en esta ciudad, la gente se moviliza con que solo mencionemos deportes o política. Podíamos tocar el tema de qué se siente al estar casada con alguien que debe viajar todo el tiempo. Y qué actitud tienen frente a las lesiones, un mal partido, etcétera.

Zac: Eh -hizo chasquear los dedos frente a la cara de Vanessa y la hizo parpadear-.

Ness: Oh, lo siento.

Zac: Uno aprende mucho al observarte. -Para sorpresa de Zac, eso también le resultaba excitante. Le hizo preguntarse si ella se concentraría de igual manera en las relaciones sexuales-. Y me parece una buena idea.

Ness: Presiento que esto me va a encantar. -Con la copa de vino en una mano, se reclinó-. De veras, me va a encantar. Todo el proceso es fascinante.

Zac: ¿Y las noticias no lo eran?

Ness: Sí, pero esto es más... no sé. Personal y cautivante. Es una aventura. ¿Eso es lo que sientes cuando tomas un vuelo hacia un país y otro?

Zac: Sí, la mayor parte del tiempo. Diferentes lugares, diferente gente, diferentes historias. Es duro paralizarse y caer en la rutina.

Ness: No puedo creer que esa posibilidad te preocupe.

Zac: Pero sucede. Uno se empieza a sentir cómodo, pierde la agudeza y las inquietudes.

Ness: ¿Cómodo? ¿En zonas de guerra, áreas de desastre, cumbres internacionales? ¿Por eso no te quedaste en Londres?

Zac: En parte. Cuando dejo de sentirme extranjero, sé que ha llegado el momento de volver a casa. ¿Has estado alguna vez en Londres?

Ness: No. ¿Cómo es?

Fue fácil contárselo, y fácil para ella escuchar. Conversaron mientras comían pasta y vino tinto, y, después, con los cappucino y los cannoli, hasta que la vela de la botella comenzó a apagarse, y el tocadiscos automático calló. Precisamente la falta de ruido hizo que Vanessa paseara la vista por el lugar. El restaurante estaba casi vacío.

Ness: Es tarde -reconoció sorprendida, cuando miró su reloj-. Tienes que tomar un vuelo dentro de menos de ocho horas.

Zac: Me las arreglaré -se puso de pie cuando ella lo hizo-.

Ness: Tenias razón con respecto a la comida. Ha sido fabulosa.

Pero su sonrisa se desvaneció cuando Zac le tomó la cara con las manos, la miró fijo y fue acortando la distancia entre los dos.

El beso fue lento y devastador. Ella había esperado algo más violento de ese hombre; por eso, quizá, ese beso tierno, perezoso y romántico la desarmó por completo.

Vanessa le puso una mano en el hombro, pero en lugar de apartarlo, como era su intención, lo apretó fuertemente.

Cuando su boca cedió a la de él, Zac profundizó el beso. Siguió haciéndolo con lentitud, a la espera de una respuesta de parte de Vanessa, hasta que la mano de ella se deslizó del hombro y aferró su cintura.

Miles de pensamientos cruzaron por la mente de Vanessa. Y Zac deseó más, con desesperación. Pero la apartó levemente, por saber que era importante mantener la cordura, aunque en ese momento no supiera bien por qué.

Ness: ¿Y eso por qué ha sido?

Zac: ¿Además de la razón obvia? Pensé que si lo hacíamos aquí, tú no te pondrías a pensar en lo que podría o debería suceder cuando te lleve de vuelta a tu casa.

Ness: Ajá. Pero te aseguro que yo no planeo cada aspecto de mi vida como el guión de una novela.

Zac: Por supuesto que sí lo haces. Pero a mí no me importa. Considera esto como el principio. El resto del texto lo escribiremos a mi regreso.




¡Muy bien Efron! 
Has metido ficha nada más morir la relación. No has esperado ni a que se enfriara el cuerpo 😆

Espero que estéis disfrutando de la novela 😊
¡Gracias por comentar!


lunes, 28 de enero de 2019

Capítulo 9


“BRITTANY CAMBIA CHICAGO POR LA GRAN MANZANA. LA REINA DE LA TV EN NUEVA YORK.
CONTRATO MULTIMILLONARIO PARA LA RUBIA FAVORITA DE CHICAGO.”

Los titulares aparecieron en todos los periódicos, incluso en los más serios como el Chicago Tribune, el New York Times y el Washington Post. Durante un día soleado de junio, los comentarios sobre el monto récord del contrato de Brittany superaron a temas más inquietantes como la economía y el Oriente Medio.

Brittany se sentía en su elemento.

Con la majestuosidad de una reina, concedió entrevistas, recibió a un equipo de periodistas de People en su casa, conversó por teléfono con Liz Smith. Apareció la noticia en Variety y una nota de varías páginas en McCall's.

Finalmente, a fuerza de mucho trabajo, ambición y agallas, obtuvo lo que siempre había deseado: ser el centro de atención de todo el mundo.

Tuvo la astucia necesaria para expresar solamente palabras de elogio para la CBC, Delacort y Chicago. Hasta derramó algunas lágrimas en Entertaiment Tonight.

Y su servicio de prensa recogió cada palabra, cada centímetro impreso publicado sobre ella.

Entonces, en medio del bullicio, propinó su coup de grace: las últimas seis semanas de contrato se las tomaría como vacaciones.

Ash: Brittany sí que sabe apretar los tornillos.

Ness: Eso no es lo peor -dijo mientras caminaba por el salón del apartamento de Ashley-. Ha despedido a la mitad de su equipo. La otra mitad tiene que elegir entre abandonar la CBC y mudarse a Nueva York o buscarse otro empleo. Y en este momento no hay demasiado trabajo.

Ash: Es obvio que no lees los periódicos. El gobierno asegura que no estamos en recesión. Dice que eso es solo fruto de nuestra imaginación.

Nada divertida, Vanessa tomó un libro de nombres para bebés y se lo golpeó contra la palma de la mano mientras seguía caminando por el cuarto.

Ness: Vi la cara de Drew Seeley cuando abandonó ayer el edificio. Por Dios, Ashley, trabajó con Brittany seis años, y ella lo despidió de un día para otro.

Ash: Lo siento. Lo siento por todos ellos. Los que trabajan en televisión saben que por lo general impera el juego sucio. Pero tú me preocupas más. ¿Mike sigue llamándote?

Ness: Ya no me deja mensajes en el contestador -se encogió de hombros-. Creo que finalmente comprendió que no contestaría sus llamadas. Pero sigue enviándome flores, ¿puedes creerlo? Está convencido de que así terminaré por olvidar lo ocurrido.

Ash: ¿Quieres que hablemos mal de los hombres? Richard está jugando al golf en este momento, así que no tendrá oportunidad de ofenderse.

Ness: No, gracias.

Ash: Te cuento, Ness, que Richard se está poniendo muy formal. Ya sabes, golf los sábados, trajes de tres piezas. La casa que estamos por comprar en los suburbios. Dios, pensar que solíamos ser rebeldes. Y ahora, en cambio... -Se estremeció-.

Vanessa se echó a reír y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

Ness: Lo creeré cuando os compréis un Volvo.

Ash: El otro día estuve a punto de comprar uno de esos autoadhesivos de «Bebé a bordo» para poner en la luneta del coche. Por suerte, recuperé la cordura a tiempo.

Ness: Entonces todo está bien. No te he preguntado cómo te sientes.

Ash: Fabulosamente bien. En el trabajo, las mujeres que han tenido hijos me miran con una mezcla de burla y envidia. Todas tienen historias horripilantes con respecto al embarazo: náuseas, desmayos, retención de líquidos. Y yo me siento como Rocky. Como si pudiera correr kilómetros sin siquiera transpirar. ¿Qué te parece?

Durante los minutos que siguieron permanecieron en silencio.

Ness: Ashley, he estado pensando.

Ash: Me preguntaba cuándo llegarías a eso. Si hasta me parecía ver la idea saltando en tu mente.

Ness: Podría ser impracticable. Demonios, podría ser imposible. Cuando te lo haya contado, quiero que seas franca conmigo.

Ash: Está bien. Adelante, te escucho.

Ness: Delacort, la empresa con la que Brittany trabajaba, se encontrará con un gran hueco en su programación y en sus ingresos. Estoy segura de que podrá cubrirlo en forma adecuada, pero... ¿sabías que el gerente general de Delacort es el segundo marido de Brittany?

Ash: Por supuesto. Loren Bach. -Aparte de las ocasionales novelas de misterio, su lectura favorita eran las revistas de cotilleos, y no se avergonzaba de ello. Si uno quería saber qué celebridad estaba haciendo tal cosa, con quién y dónde, no había más que preguntárselo a Ashley-. Se casaron en cuanto ella dejó a su primer marido, el magnate inmobiliario. Sea como fuere, Loren Bach invirtió mucho dinero y trabajo en nuestra muchacha. La convirtió en una estrella.

Ness: Y pese a que corrieron algunos rumores y comentarios en las columnas de chismes de la farándula diciendo lo contrario, supuestamente se separaron de forma amistosa -eso era lo que había leído-. Pero conociendo a Brittany como ahora la conozco, realmente lo dudo mucho.

Ashley levantó las cejas.

Ash: Se dice que el acuerdo le costó a él por lo menos dos millones de dólares, además de la casa y el mobiliario, así que en total calculo cuatro millones. Y no creo que a Bach le quedara demasiado afecto residual por nuestra heroína.

Ness: Exactamente. Y Bach es amigo desde hace mucho de Barlow James, el presidente de la división noticias de la CBC. Y al señor James le gusta mi trabajo.

Ash: ¿Y entonces?

Ness: Bueno, tengo algo de dinero ahorrado, y también algunas conexiones. -La sola idea le aceleró tanto los latidos del corazón que tuvo que apretárselo con la mano para aquietarlo. Deseaba aquello mucho, quizá demasiado. Lo suficiente como para saltarse varios pasos del plan que había diseñado con tanto cuidado para su carrera-. Quiero alquilar un estudio, grabar una cinta. Y mandársela a Loren Bach.

Ash: Dios -se reclinó en el sofá-. ¿Eres tú la que habla?

Ness: Sé que suena descabellado, pero lo he estado pensando mucho. Bach hizo que Brittany pasara de un programa modesto y local a un éxito a nivel nacional. Podría hacerlo de nuevo. Yo podría reunir varios clips de El rincón de Vanessa y mis informes periodísticos. Creo que puedo conseguir que Barlow James me respalde. Si tuviera un programa piloto, algo simple e ingenioso, quizá tenga posibilidades. -Se puso de pie de nuevo, demasiado nerviosa para permanecer sentada-. El momento es perfecto. Delacort todavía se tambalea por el impacto de la deserción de Brittany, y aún no tienen preparado un sucesor. Si lograra convencerlos de que me dieran una oportunidad en un programa local, y un puñado de mercados en el Medio Oeste, sé que tendría éxito.

Ashley suspiró y tamborileó los dedos sobre su abdomen.

Ash: Sí, suena descabellado. Y me encanta. -Dejó caer la cabeza hacia atrás y se echó a reír-. Es suficientemente loco como para que funcione.

Ness: Yo lo haré funcionar -se acercó al sofá, se puso en cuclillas frente a Ashley y la tomó de las manos-. Sobre todo si cuento con una productora experimentada.

Ash. Cuenta conmigo. Pero piensa en el coste del estudio, los técnicos; incluso en el de un equipo de producción ajustado. Es un gran riesgo.

Ness: Estoy dispuesta a correrlo.

Ash: Richard y yo tenemos algunos ahorros.

Ness: No. -Emocionada y agradecida, sacudió la cabeza-. En absoluto no. No ahora que está en camino mi ahijado. Aceptaré tu inteligencia, tu respaldo y tu tiempo, pero no tu dinero. -Después de palmear el abdomen de Ashley, se puso de pie-. Créeme, esas tres cosas son mucho más importantes.

Ash: Está bien. ¿Cuál es tu proyecto, tu tema y tu público?

Ness: Quiero algo sencillo, cómodo. Hacer lo que mejor hago, Ashley: hablar con la gente. Conseguir que hablen conmigo. Me hará falta un par de sillones mullidos y cómodos. Dios sabe que de todos modos necesito muebles nuevos. Pero me propongo hacer algo íntimo, cordial.

Ash: Y divertido. Si tu enfoque no busca las lágrimas ni la angustia, inclínate por lo divertido. Algo que atrape al público.

Ness: Pensé recurrir a algunos de los invitados que tuve en El rincón de Vanessa. Hacer algo así como La mujer en el arte.

Ash: No está mal, pero es poco interesante. Y pretencioso. No creo que lo mejor para una demo sea presentar intelectuales, sobre todo del mundo del arte -pensó en las distintas posibilidades-. El año pasado hicimos en Temas de mujeres una sección sobre las novedades que se usan. Y salió muy bien.

Ness: ¿Te refieres a algo así como «lo de antes y lo de ahora»?

Ash: Sí, las novedades en maquillaje y peinados. Es divertido. Algo así como un programa de modas. ¿Qué novedades hay? ¿Qué se usará este verano? ¿Cuáles son las últimas tendencias de la moda? Conectarnos con Marshall Field's y que ellos presenten los estilos del verano: modelos para ir al trabajo, trajes de noche, ropa de deporte.

Con los ojos entrecerrados, Vanessa trató de visualizarlo.

Ness: Sí, e incluir zapatos y accesorios, con un coordinador de modas. Después elegimos mujeres del público.

Ash: Exactamente. Mujeres reales, no cuerpos perfectos.

Entusiasmada con la idea, Vanessa buscó su bolso y sacó un bloc.

Ness: Tendremos que elegirlas antes, para que el coordinador de modas tenga tiempo de buscarles la ropa y el maquillaje adecuados.

Ash: Después les damos, por ejemplo, un vale de cien dólares para una de las grandes tiendas.

Ness: Cómo parecer de un millón por solo cien dólares o menos.

Ash: Sí, me gusta -subrayó-. Realmente me gusta.

Ness: Tengo que volver a casa -se puso de pie-. Y hacer unas llamadas. Tenemos que movernos deprisa.

Ash: Cariño, jamás te he visto moverte de otra manera.


Aquello exigía a Vanessa trabajar dieciocho horas por día, la totalidad de sus ahorros y cierta dosis de frustración. Como solamente pudo conseguir una semana libre en sus obligaciones con la CBC, no dormía. Alimentada con café y ambición, siguió con el proyecto. Reuniones con el departamento de promoción de Marshall Field's, llamadas a los encargados de relaciones públicas, horas de búsqueda de los accesorios adecuados.

Quizá el primer programa de La hora de Vanessa tendría que ser producido con muy poco dinero, pero el objetivo era que no lo pareciera. Vanessa supervisó cada paso y cada etapa. Aunque terminara siendo una derrota o una victoria, estaba decidida a que llevara su marca.

Regateó, ofreció canje, suplicó y pidió prestado. Consiguió un juego de sillones, cincuenta sillas plegables, arreglos florales, equipos.

La mañana de la grabación, el pequeño estudio que había alquilado era un caos. Los técnicos de iluminación gritaban órdenes y sugerencias mientras hacían los ajustes de último momento. Las modelos estaban apiñadas en un camerino diminuto, y hacían malabarismos para conseguir vestirse. El micrófono de Vanessa entró en cortocircuito, y el florista entregó una corona para un entierro en lugar de cestas con pimpollos de flores.

«En memoria de Milo.» Vanessa leyó la tarjeta y soltó una breve risa histérica.

Ness: Dios santo, ¿qué más?

Ash: Lo solucionaremos. -En el control de la situación, Ashley intervino-. Ya he enviado a Vinnie, el sobrino de Richard, en busca de cestas. Sacaremos las flores de la corona y las arrojaremos a las cestas como al descuido. Quedará fantástico -dijo con desesperación-. Será un arreglo natural.

Ness: Eso espero. Nos queda menos de una hora. -Hizo una mueca al oír el ruido de una silla plegable que se caía-. Si nadie aparece como público, será un desastre.

Ash: Vendrán -dijo y atacó los gladiolos-. Todo saldrá bien. Entre las dos nos hemos puesto en contacto con todas las organizaciones femeninas del condado. Las cincuenta entradas ya han sido repartidas. Podríamos haber conseguido el doble de público si hubiésemos tenido un estudio más grande. No te preocupes.

Ness: Tú estás preocupada.

Ash: Es la tarea de un productor. Ve a cambiarte y péinate. Imagina que eres una gran estrella.

**: ¿Señorita Hudgens? ¿Vanessa?

La asesora de modas, una mujer pequeña y vivaz, con una sonrisa permanente en la boca, le hizo señas desde fuera del decorado.

Ness: La mataré -dijo en voz baja-. En serio, la mataré.

Ash: Ponte en la cola. Si ha vuelto a cambiar de idea sobre la ropa, yo haré el primer disparo.

**: ¿Vanessa?

Ness: Sí, Karyn. -se obligó a sonreír y giró la cabeza-. ¿Qué puedo hacer por usted?

Karyn: Tengo un pequeño problema. ¿Los shorts en color anaranjado?

Ness: ¿Sí, qué pasa? -hizo chirriar los dientes-.

¿Por qué tenía esa mujer que convertir cada afirmación en una pregunta?

Karyn: No le quedan bien a Mónica. No sé yo en qué estaba pensando. ¿Le parece que podríamos hacer que alguien corriera a la tienda y trajera el mismo conjunto en color berenjena?

Antes de que Vanessa pudiera abrir la boca, Ashley se adelantó.

Ash: Le diré lo que haremos, Karyn. ¿Por qué no llama por teléfono a la tienda y pide que alguien traiga aquí el conjunto?

Karyn: Oh -parpadeó-. Supongo que podría, ¿no? Dios mío, tengo que darme prisa. Ya casi es la hora del programa.

Ness: ¿De quién fue la idea de hacer un programa sobre modas?

Ashley retomó la tarea de desmantelar la corona para entierro.

Ash: Debe de haber sido tuya. A mí jamás se me habría ocurrido algo tan complicado. Ve a arreglarte. No creo que puedas dar indicaciones sobre moda con Jersey y rulos en la cabeza.

Ness: Tienes razón. Si voy a arrojar una bomba, más vale que lo haga con elegancia.

El camerino de Vanessa era del tamaño de un armario, pero tenía lavadero, baño y espejo. Sonrió al ver la enorme estrella dorada que Ashley había adherido a la puerta.

Tal vez fuera solo un símbolo, pensó mientras pasaba un dedo por el papel metálico, pero era un símbolo. Ahora tenía que ganársela.

Aunque todo fracasara, conservaría el recuerdo de tres semanas increíbles. El entusiasmo y el apuro para tratar de organizar el programa, la fascinación y el esfuerzo de ocuparse de todos los detalles. Y la certeza de que eso era exactamente lo que quería hacer con su vida. A lo cual se sumaba, sorprendentemente, el hecho de que muchas personas creían que ella podía hacerlo.

Hubo datos del realizador de la CBC, consejos de Benny y de otros integrantes de la producción. Joe había aceptado dirigir el equipo de cámaras y persuadido a algunos de sus compañeros para ayudar con el sonido y la iluminación. Jeff Hyatt se ocuparía del montaje y de la parte gráfica.

Ahora era el momento de ganarse la confianza de todos... o perderla.

Se estaba poniendo un pendiente y dándose ánimos cuando oyó golpes en la puerta.

Ness: ¡No me digáis nada! -gritó-. El conjunto berenjena tampoco le queda bien y tenemos que conseguir uno color tomate, ¿verdad?

Zac: Lo siento -abrió la puerta-. No he traído comida.

Ness: Oh -exclamó, se le cayó el tornillo del pendiente y lanzó una imprecación-. Creí que estabas en Moscú.

Zac: Lo estaba. -Se apoyó en el umbral de la puerta mientras ella buscaba la pequeña tuerca de oro-. Y mira lo que ocurre cuando me voy por un par de semanas. Protagonista principal de los rumores de la sala de redacción.

Ness: Fantástico -comentó y terminó de ponerse el pendiente-. Debo de estar loca para empezar esto.

Zac: Imagino que pensabas con claridad -se dijo que ella estaba fabulosa. Nerviosa, pero en funcionamiento y lista-. Viste una puerta abierta y decidiste que podías ser la primera en traspasarla.

Ness: En este momento me parece más una ventana abierta. En el último piso.

Zac: Solo preocúpate de aterrizar de pie. ¿Cuál es el tema de programa?

Ness: Es un programa de modas, con participación del público.

Zac: ¿Un programa de modas? ¿Con tus antecedentes como periodista?

Ness: Aquí no se trata de noticias, sino de entretenimiento. Eso espero. ¿No tienes que cubrir una guerra o algo así?

Zac: No por el momento. Pensaba quedarme por aquí un rato, y después volver a la sala de redacción. Dime una cosa. -Le puso una mano en el hombro para serenarla-. ¿Haces esto por ti o para irritar a Brittany?

Ness: Por las dos cosas. Pero sobre todo por mí.

Zac: Muy bien. -Sintió la energía y los nervios que vibraba contra su mano-. ¿Cuál es el siguiente paso?

Ella lo miró de reojo y vaciló.

Ness: ¿Confidencialmente?

Zac. Confidencialmente.

Ness: Una reunión con Barlow James. Y, si consigo su respaldo, iré a ver a Bach.

Zac: De modo que no piensas jugar en segunda división.

Ness: No por mucho tiempo -afirmó y suspiró-. Hace un minuto creí que me moriría. Ahora me siento bien. Estupendamente bien.

Ash: ¡Ness! -Mientras se colocaba los auriculares, Ashley corría por el estrecho pasillo-. El estudio está repleto. No queda ni un asiento libre. Las tres mujeres que elegimos de la Sociedad Histórica del Condado de Cook están histéricas. No pueden esperar a que empiece el programa.

Ness: Entonces no las hagamos esperar.

Ash: Está bien. Podemos empezar cuando estés lista.

Dejó que Ashley motivara al público; se puso a un costado del estudio y escuchó las risas y los aplausos. Sus nervios habían desaparecido. En cambio, sentía una energía tan grande que le costaba quedarse quieta. Impulsada por ella, hizo su entrada y se sentó en su sillón, debajo de las luces y frente a la cámara.

Se oyó la cortina musical, gentileza de Vinnie, sobrino de Richard y aspirante a músico. Fuera de cámara, Ashley pidió aplausos a la audiencia. Se encendió la luz roja.

Ness: Buenos días. Soy Vanessa Hudgens.

Sabía que fuera del plató había un caos: complicados cambios de ropa, órdenes impartidas a gritos, los inevitables inconvenientes. Pero ella sentía que controlaba la situación: conversaba amigablemente con la detestable Karyn y después caminaba entre el público en busca de opiniones mientras las modelos presentaban la ropa.

Casi podía olvidar que era una demo de la cual dependía su carrera y no una travesura mientras reía con una mujer del público a causa de un par de shorts diminutos de tela a lunares.

Parece una mujer que entretiene a sus amigas, pensó Zac al vagabundear por el fondo del estudio. Como periodista implacable, con un desprecio natural por lo frívolo, no podía decir que estuviera particularmente interesado en el tema. Pero, al margen de sus gustos, el público estaba fascinado. Vitoreaba y aplaudía, profería exclamaciones de asombro y después las equilibraba con gruñidos divertidos cuando un atuendo no le satisfacía.

Y, sobre todo, las espectadoras mantenían una relación muy especial con Vanessa. Y ella con su público; en la manera en que le pasaba el brazo a una de las presentes, establecía contacto visual con otra o daba un paso atrás para permitir que sus invitadas estuvieran bajo los focos.

Zac decidió que Vanessa había logrado trasponer la puerta, y sonrió para sí. Se le ocurrió que no estaría de más llamar por teléfono a Barlow James, y sostener la puerta un poco más abierta.


Brittany caminó por el enorme salón de su nuevo penthouse.

Sus tacones repiquetearon en el parquet, se amortiguaron sobre las alfombras, y volvieron a resonar sobre los suelos de cerámica cuando se alejó de un sillón junto a la ventana. Mientras caminaba, fumaba con furia.

Britt: Está bien, Drew. -Más tranquila, se detuvo frente a una mesa baja y apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal-. Dime por qué crees que puede interesarme una cinta casera de una presentadora de noticias de segunda categoría.

Drew se movió con incomodidad en su asiento.

Drew: Creí que te gustaría estar enterada. -Advirtió el tono lastimero de su propia voz y bajó los ojos. Detestaba lo que estaba haciendo, pero tenía dos hijos en la universidad, una cuantiosa hipoteca y la amenaza de quedar sin empleo-. Vanessa alquiló un estudio, contrató técnicos, pidió favores. Consiguió unos días de licencia en la sala de redacción y montó un programa de cincuenta minutos, y una cinta con fragmentos de su material viejo. Me han dicho que el programa es bastante bueno.

Britt: ¿Bastante bueno? -El desprecio en la voz de Brittany fue tan filoso como un bisturí-. ¿Y por qué tendría yo interés en algo «bastante bueno»? ¿Por qué habría de interesarle a alguien? Los aficionados tratan todo el tiempo de meterse en el mercado. Eso no me preocupa.

Drew: Ya lo sé... quiero decir que se comenta que vosotras tuvisteis una fuerte discusión.

Britt: ¿Ah, sí? -su sonrisa fue helada-. ¿Has venido en avión desde Chicago para contarme los últimos chismes de la CBC, Drew? No es que no aprecie tu gesto, pero me parece un poco exagerado.

Drew: Supuse que... -Respiró hondo y se pasó la mano por su pelo claro-. Sé que le ofreciste mi puesto a Vanessa.

Britt: ¿En serio? ¿Te lo dijo ella?

Drew: No. -El poco orgullo que le quedaba salió a la superficie. La miró a los ojos-. Pero se filtró. Tal como se filtró que ella rechazó tu oferta. -Vio un destello familiar en los ojos de Brittany-. Y ahora -se apresuró a continuar-, después de trabajar contigo durante tantos años, sé que no te gustaría ver que ella se beneficiara con tu generosidad.

Britt: ¿Cómo podría hacerlo?

Drew: Al convertirlo en una cuestión de lealtad hacia el canal. Al pedir el respaldo de Barlow James.

Había logrado interesarla. Para ocultarlo, ella giró y sacó un cigarrillo de una caja laqueada. Su mirada se dirigió al bar, donde siempre tenía champán helado. Asustada por la urgencia con que necesitaba una copa de esa bebida, se humedeció los labios y apartó la vista.

Britt: ¿Y por qué habría de participar Barlow?

Drew: A él le gusta el trabajo de Vanessa. Se ha tomado el trabajo de llamar varias veces al canal para decirlo. Cuando la semana pasada fue a visitar la oficina de Chicago, tuvo tiempo para reunirse con ella.

Brittany accionó el encendedor.

Drew: Se comenta que miró la cinta. Y que le gustó.

Britt: ¿De modo que quiere lisonjear a una de sus periodistas jóvenes?

Brittany echó la cabeza hacia atrás. Solo un trago, pensó. Un trago frío y espumoso.

Drew: Vanessa le mandó la cinta a Loren Bach.

Lentamente, Brittany bajó el cigarrillo y lo apoyó en el cenicero.

Britt: La muy hija de puta -dijo en voz baja-. ¿Realmente cree que puede empezar a competir conmigo?

Drew: No sé si se propone eso. Todavía. -Dejó que esa idea se fuera asentando-. Sé que algunas de las repetidoras del Medio Oeste están preocupadas por el coste de tu nuevo programa. Cabe la posibilidad de que prefieran algo más barato, y más cercano.

Britt: Entonces que lo hagan. -Con una carcajada, se acercó a los ventanales para disfrutar de su vista de Nueva York. Tenía todo lo que quería, todo lo que necesitaba. Por fin era la reina que miraba a sus súbditos desde su alta e inexpugnable torre. Ya nadie podía tocarla. Y mucho menos Vanessa-. Yo estoy aquí arriba, Drew, y pienso quedarme aquí. Cueste lo que cueste.

Drew: Yo puedo usar mis conexiones, averiguar qué decide Loren Bach.

Britt: Me parece bien, Drew -murmuró mientras observaba los árboles de Central Park-. Hazlo.

Drew: Pero quiero mi puesto de nuevo. -Su voz tembló con emoción y autodesprecio-. Tengo cincuenta y cuatro años, Brittany. A mi edad, y tal como están las cosas, no puedo empezar a mandar mi currículum por correo. Quiero un contrato por dos años. Para entonces, ya mis dos hijos habrán terminado la universidad. Puedo vender la casa de Chicago. Barbara y yo podremos comprar una más pequeña aquí. Solo necesito un par de años para estar seguro de tener un buen respaldo económico. Creo que no es mucho pedir.

Britt: Por lo visto, lo has pensado todo con cuidado.

Drew: He hecho un buen trabajo para ti -le recordó-. Y puedo seguir haciéndolo. Además, tengo muchos contactos en Chicago. Gente que me pasará información confidencial, si llegáramos a necesitarla.

Britt: No imagino que podamos necesitar eso, pero... -Sonrió para sí-. No me gusta pasar por alto posibilidades. Siempre recompenso la lealtad. -Lo observó. Decidió que era un hombre que trabajaría de forma incansable y que tenía suficiente miedo como para sepultar la ética debajo de la necesidad-. Te diré lo que haremos, Drew. No puedo ofrecerte el puesto de productor ejecutivo porque ya lo tengo cubierto. -Lo vio palidecer-. Pero sí el de productor asistente. Sé que, técnicamente, es un descenso, pero no tenemos por qué considerarlo así.

Sonrió. Con la facilidad de una niña, olvidó su fastidio anterior hacia él y su propia traición. Ahora, una vez más, eran compañeros de equipo.

Britt: Siempre he dependido de ti, y me alegro de poder seguir haciéndolo. La diferencia en el sueldo es muy poca, y estamos en Nueva York. Eso compensa muchas cosas, ¿no crees? -Le sonrió, complacida por su propia generosidad-. Y para demostrarte cuánto te valoro, te quiero conmigo para el primer especial. Haremos que el departamento legal redacte el contrato y sea algo oficial. Mientras tanto... -Se puso de pie, se le acercó y le tomó la mano entre las suyas; como un gesto afectuoso entre viejos amigos-. Vuelve a Chicago y arregla tus asuntos allí. Haré que mi agente inmobiliario busque una vivienda agradable para ti y Barbara. Tal vez en Brooklyn Heights. -Se puso de puntillas para besarlo en la mejilla-. Y mantén los oídos bien abiertos, ¿lo harás, querido?

Drew: Por supuesto, Brittany -respondió-. Lo que tú digas.


domingo, 27 de enero de 2019

Capítulo 8


Ash: ¿Maui? -dijo mientras engullía un bocado de su hamburguesa con queso-. ¿Por un fin de semana? Suena poco propio de ti, Vanessa.

Ness: ¿Te parece? -hizo una pausa en su comida y lo pensó un momento-. Tal vez lo sea, pero pienso disfrutar de cada minuto de ese fin de semana. Hemos reservado una suite en un hotel que está justo sobre la playa, desde donde el folleto dice que se pueden ver las ballenas. Binoculares -dijo de pronto, y metió la mano en la cartera en busca de un bloc-. Necesito un buen par.

Ashley estiró el cuello y leyó la lista que Vanessa había comenzado.

Ash: Esa es mi Vanessa. ¿Te vas a comer todas estas patatas fritas?

Ness: No, cómetelas tú.

Enfrascada ya en su lista, Vanessa empujó su plato hacia Ashley.

Ash: Un fin de semana en Hawai suena bastante serio -dijo mientras bañaba las patatas fritas con ketchup-. ¿Lo es?

Ness: Podría ser. -Levantó la vista y el rubor de sus mejillas dijo más que mil palabras-. De veras, creo que podría serlo. Me siento muy cómoda con Mike.

Ash: Querida mía, tú te sientes cómoda hasta con un par de chanclas.

Ness: No hablo de esa comodidad. Con él puedo distenderme. Sé que no me presionará, así que puedo... dejar que las cosas sucedan cuando a mí me apetezca. Puedo hablar con él de cualquier cosa.

Las palabras salieron rápido. Demasiado rápido, pensó Ashley. Si conocía a Vanessa -y la conocía bien- apostaría el sueldo de un mes a que su mejor amiga intentaba convencerse de ello.

Ness: Mike tiene un increíble sentido de la justicia -prosiguió-. Nos interesan las mismas cosas. Y es tan romántico... No me había dado cuenta de lo maravilloso que es que alguien me mande flores y prepare cenas con velas.

Ash: Eso es porque siempre está buscando una trampa.

Ness: Sí -suspiró y cerró el bloc-. Pienso contarle lo de Jamie Thomas.

Ashley extendió el brazo y cubrió la mano de Vanessa con la suya.

Ash: Bien. Eso significa que confías en él.

Ness: Así es. Quiero una relación normal y sana con un hombre. Y por Dios que la tendré. Pero eso no podrá ser hasta que le cuente lo que me ocurrió. Mañana viene a cenar conmigo.

Ashley abandonó las patatas fritas para cogerle a Vanessa las dos manos.

Ash: Si necesitas apoyo moral, no tienes más que llamarme.

Ness: Estaré bien. Ashley, debo volver -agregó tras consultar su reloj-. Tengo un flash informativo a las veinte y treinta.

Ash: Presentarás las noticias de las diez de la noche, ¿verdad? Richard y yo te miraremos desde la cama. Y me aseguraré de que él esté desnudo.

Ness: Gracias -sacó unos billetes para pagar la cuenta-. Eso me permitirá tener una hermosa imagen mental mientras leo las noticias.


Era casi medianoche cuando Vanessa se metió en la cama. Como siempre, puso el despertador y se aseguró de que en la mesilla de noche, junto al teléfono, hubiera un bloc y un lápiz. El teléfono sonó justo cuando estaba por apagar la luz. Instintivamente, levantó el auricular con una mano y el lápiz con la otra.

Ness: Hudgens.

Mike: Has estado maravillosa esta noche.

Una oleada de placer la hizo sonreír mientras se reclinaba en las almohadas.

Ness: Gracias, Mike.

Mike: Solo quise que supieras que te estaba mirando. Fue casi tan paradisíaco como estar contigo.

Ness: Me alegro de saberlo. -Era una sensación maravillosa estar en la cama, medio adormilada, y oír la voz del hombre al que tal vez podría llegar a amar-. Estuve todo el día pensando en Hawai.

Mike: Yo también. Y en ti. -En la pantalla del televisor tenía la imagen congelada de Vanessa que había grabado, y se excitaba con esa imagen y su voz-. Estoy en deuda con Brittany Snow por habernos reunido.

Ness: Yo también. Que duermas bien, Mike.

Mike: Lo haré. Buenas noches, Vanessa.


Abrigada y contenta, Vanessa colgó. Se abrazó, se echó a reír y se permitió una fantasía. Ella y Mike caminaban por la playa mientras el sol teñía el mar de colores. Una brisa suave, palabras dulces. El cosquilleo que sentía la complació. Es normal, se dijo. Demostraba, por cierto, que ella era una mujer normal, con necesidades normales. Estaba lista para dar el siguiente paso para serlo por completo. Y se sentía impaciente.

Apenas segundos después de apagar la lámpara y acurrucarse debajo de las mantas, el teléfono volvió a sonar. Mientras reía por lo bajo, levantó el auricular en la oscuridad.

Ness: Hola -murmuró-. ¿Has olvidado algo? -Recibió un silencio como respuesta-. ¿Mike? Hola. ¿Quién es? -Pero el silencio continuó-. ¿Diga? ¿Quién es?

El clic le produjo un estremecimiento.

Número equivocado, se dijo al colgar. Pero sintió frío. Y tardó mucho en entrar en calor y quedarse dormida.


Otra persona estaba acostada y despierta en la oscuridad. La luz fantasmal de la pantalla del televisor era el único resplandor en el cuarto. En ella Vanessa sonreía, miraba la habitación, miraba directamente a los ojos de su único espectador. Su voz, tan suave, tan seductora, sonaba una y otra vez al rebobinarse la cinta en el apartado de vídeo.

«Soy Vanessa Hudgens. Buenas noches. Soy Vanessa Hudgens. Buenas noches. Soy Vanessa Hudgens. Buenas noches.»

**: Buenas noches.

El suspiro con que le contestó fue muy leve, más bien un ronroneo de placer.


Brittany había planeado meticulosamente cada detalle. De pie en el centro de su despacho, describió un lento círculo. Todo estaba listo. En el aire flotaba una leve fragancia de jazmín, proveniente de un jarrón con flores ubicado sobre la mesa, junto al sofá. Por una vez, la pantalla del televisor estaba en blanco. Los acordes suaves de una pieza de Chopin sonaban por el estéreo. Reeker había presentado un informe muy completo. Mike Crosby prefería la música clásica, un ambiente romántico y una mujer con estilo. Ella usaba el mismo traje a medida que había llevado para la grabación de aquella mañana, pero se había quitado la blusa. El cuello de la chaqueta era en V y en el escote se insinuaba encaje negro.

Exactamente a las diez en punto, contestó al timbre de su escritorio.

Britt. Sí, Cassie.

Cassie: El doctor Crosby está aquí, señorita Snow.

Britt: Muy bien. -Una sonrisa felina asomó en su cara al encaminarse hacia la puerta. Le gustaban los hombres puntuales-. Mike -extendió las manos para aprisionar la de él, mientras daba un paso adelante y ladeaba la cabeza para ofrecerle una mejilla y, de paso, darle la oportunidad de espiar ese encaje negro-. Le agradezco mucho que haya hecho tiempo para venir a verme.

Mike: Usted subrayó que era importante.

Britt: Y lo es. Cassie, ¿te importaría llevar estas cartas al correo? Después puedes ir a almorzar. No te necesitaré hasta la una -se volvió y condujo a Mike a su despacho, asegurándose primero de dejar entreabierta la puerta unos centímetros-. ¿Qué puedo ofrecerle, Mike? ¿Algo fresco? -Deslizó un dedo por su chaqueta-. ¿Algo caliente?

Mike: Estoy muy bien así.

Britt: Entonces sentémonos. -Ella volvió a tomarle la mano y lo guió hasta el sofá-. Me alegro muchísimo de volver a verlo.

Mike. Yo también de verla a usted.

Con sorpresa, la vio echarse hacia atrás y también observó que la falda se le subía por el muslo cuando cruzó las piernas.

Britt. Ya sabe lo complacida que estoy con la ayuda que me proporcionó para el programa; pero hoy le he pedido que viniera por un asunto personal.

Mike. ¿Ah, sí?

Britt: Sé que ha estado saliendo mucho con Vanessa.

Mike: Sí, es verdad. Estaba pensando llamarla para agradecerle por haber hecho, indirectamente, que nos conociéramos.

Britt: Yo le tengo mucho afecto a Vanessa. Estoy segura de que a usted le ocurre lo mismo -agregó y le apoyó una mano en la pierna-. Toda esa energía, ese entusiasmo juvenil. Es una muchacha muy hermosa.

Mike: Sí, lo es. Y muy dulce.

Los dedos de Brittany comenzaron a acariciarle la pierna.

Britt: Diría que no es para nada su tipo.

Mike: No sé qué quiere decir.

Britt: Usted es un hombre que se siente atraído por la experiencia, por cierta sofisticación. Salvo en un caso especial.

Él se puso tenso.

Mike: No sé de qué está hablando.

Britt: Sí que lo sabe. -Su voz siguió sonando agradable, pero sus ojos se transformaron en dos navajas azules-. Lo sé todo sobre usted, Mike. Estoy enterada de su tonto desliz con una tal Annie Gilby, de dieciséis años. Y de todas sus aventuras, diría que «pre-Vanessa», y los arreglos con cierta mujer que vive en Lake Shore. En verdad, me he propuesto saberlo todo sobre usted.

Mike: ¿Me ha hecho seguir? -Trató de enfurecerse, pero ya el pánico era mayor que cualquier otro sentimiento. Ella podía arruinarlo con solo una mención de paso en su programa-. ¿Qué derecho tiene usted de inmiscuirse en mi vida privada?

Britt: Ninguno en absoluto. Eso es lo que lo hace tan excitante. Y le aseguro que es excitante -agregó y se puso a juguetear con el botón superior de su chaqueta-.

Cuando él bajó los ojos para observar aquel movimiento, ella aprovechó para mirar la hora en el reloj antiguo que había detrás de él. Las once y diez. Perfecto.

Mike: Si cree que puede chantajearme para destruir mi relación con Vanessa, está muy equivocada. -Tenía las palmas de las manos húmedas, por el miedo y por la excitación que sentía. Pero la resistiría. Debía hacerlo-. Ella no es una niña. Lo entenderá.

Britt: Tal vez sí, tal vez no. Pero yo sí. -Mientras lo miraba a los ojos, Brittany se desabrochó el primer botón de la chaqueta-. Yo sí lo entiendo a usted. Y le he dicho a mi secretaria que se vaya, Mike... Para estar a solas contigo. ¿Por qué crees que me tomé el trabajo de averiguar cosas sobre ti?

Se desabrochó el segundo botón y jugueteó con el tercero y último.

Él no estaba seguro de poder hablar. Cuando por fin pudo hacerlo, las palabras fueron como granos de sal en su garganta.

Mike: ¿Qué clase de juego es este, Brittany?

Britt: El que tú quieras. -Y con la velocidad de una serpiente se abalanzó y le mordió el labio inferior-. Te deseo -susurró-. Hace mucho que te deseo. -Trepó encima de él y apretó sus pechos contra su cara-. Tú también me deseas, ¿verdad? -Brittany notó que él abría la boca y tanteaba a ciegas. Ella sintió una oleada de triunfo, de poder. Había ganado-. ¿No es así?

Mike: Sí... -comenzó a subirle la falda hasta la cintura-.


Vanessa aguardó con impaciencia a que el ascensor subiera al piso 16.

En realidad no tenía tiempo para acudir a la cita con Brittany, pero se sentía obligada a hacerlo por esa invencible combinación de cortesía y afecto.

Volvió a mirar su reloj mientras la gente bajaba y subía en el séptimo.

Pensó que Brittany se enfadaría. Y ella no tenía modo de impedirlo. Solo confiaba en que las rosas que le llevaba suavizarían su negativa.

Le debía a Brittany mucho más que unas pocas flores. Eran muchas las personas que no comprendían lo generosa y vulnerable que era Brittany Snow. Lo único que veían en ella era el poder, la ambición, la obsesión por la perfección. Si Brittany hubiera sido hombre, esos rasgos habrían sido aplaudidos. Pero como era mujer, se los consideraba defectos.

Al salir del ascensor en el piso 16, se prometió que ella seguiría el ejemplo de Brittany, y al demonio con las críticas.

Ness: Hola, Simon.

Simon: Ness. -Pasó junto a ella y de pronto se frenó en seco y retrocedió-. No es su cumpleaños, ¿verdad? Dime que no lo es.

Ness: ¿Qué? Oh. -Al ver la expresión de horror en su cara, al mirar el ramo de flores, se echó a reír-. No. Estas flores son de agradecimiento.

Simon suspiró.

Simon: Gracias a Dios. Me habría matado si lo hubiera olvidado. Esta mañana ya estaba en plan de cortar cabezas porque su vuelo se retrasó anoche.

La sonrisa cordial de Vanessa se esfumó.

Ness: Estoy segura de que solo se sentía cansada.

Simon puso los ojos en blanco.

Simon: Claro, está bien. ¿Quién no lo estaría? Yo me canso cuando viajo en ascensor. -Para demostrar su completa comprensión con los cambiantes estados de ánimo de su jefa, aspiró profundamente el aroma de las flores-. Bueno, me parece que este regalo la ayudará a cambiar de humor.

Ness: Eso espero.

Vanessa siguió avanzando por el pasillo y se preguntó si Brittany llevaría a Simon a Nueva York. Si no se llevaba a Drew... ¿cuántos de su equipo serían descartados? Simon, el eterno soltero preocupado por detalles sin importancia, podía ser una lata pero era leal.

El hecho de saber -sin que él lo supiera- que el trabajo de ese hombre corría peligro, la hizo sentirse culpable.

Cuando llegó a la oficina la encontró desierta. Intrigada, volvió a consultar su reloj. Cassie debía de haber salido a hacer algún recado. Se encogió de hombros y se acercó a la puerta del despacho de Brittany.

Lo primero que oyó fue una música suave y delicada. El hecho de que la puerta estuviera entreabierta le llamó la atención. Vanessa sabía que Brittany era obsesiva en lo referente a tenerla cerrada, estuviera ella o no dentro. Volvió a encogerse de hombros, se acercó y llamó a la puerta suavemente.

Oyó otros sonidos, no tan suaves y armoniosos como la música. Abrió un poco más la puerta.

Ness: ¿Brittany?

El nombre se le pegó en la garganta cuando vio las dos siluetas en plena lid amorosa sobre el sofá. Debería haberse alejado inmediatamente, con las mejillas arreboladas por la vergüenza; pero reconoció al hombre, y el calor se convirtió en un frío helado.

Mike tenía las manos sobre los pechos de Brittany, la cara hundida en el valle que los separaba. Incluso mientras Vanessa los observaba, esas manos, las que ella tanto había admirado por su elegancia, se deslizaron hacia abajo para tironear la falda de hilo.

Y en ese momento, Brittany giró la cabeza con lentitud y su mirada se cruzó con la de Vanessa.

Incluso en medio de su conmoción, Vanessa alcanzó a ver la rápida sonrisa, y el astuto deleite antes de que se instalara la congoja.

Britt: ¡Dios mío! -exclamó y se apretó contra el hombro de Mike-. Vanessa...

En su voz apareció el horror que no consiguió llevar a su mirada.

Él giró la cabeza. Sus ojos oscuros se fijaron en los de Vanessa. Todos los movimientos se congelaron, como si un control los hubiera fijado en una pantalla. Hasta que Vanessa gritó, se dio la vuelta y echó a correr, mientras las rosas que llevaba caían a sus pies.

Jadeaba cuando llegó al ascensor. Sentía un dolor intenso en el pecho. Apretó una y otra vez el botón de bajada. Como el ascensor no llegaba, corrió hacia las escaleras. No podía quedarse quieta, no podía pensar. Bajó dando tumbos, y el instinto le impidió caerse. Sabía solamente que tenía que alejarse, y bajó piso tras piso, mientras en las paredes resonaban sus sollozos.

Ya al nivel de la calle, embistió ciegamente contra una puerta. Llorando, la empujó hasta encontrar el picaporte. Al traspasarla, se topó con Zac.

Zac: ¡Eh! -dijo al principio divertido. Pero cuando vio la cara de Vanessa se puso serio. Estaba blanca como el papel, los ojos bien abiertos y empapados por el llanto-. ¿Te has hecho daño? -La tomó de los hombros-. ¿Qué ocurre?

Ness: Suéltame -se retorció para liberarse de él-. Maldita sea, suéltame.

Zac: No, no lo haré.

La rodeó con los brazos.

La meció y le acarició el pelo mientras ella lloraba contra su hombro. Vanessa no trató de soltarse, sino que dejó que toda la impresión y el dolor fluyeran con sus lágrimas. La presión de su pecho se alivió, del mismo modo en que una inflamación mejora con agua fría. Cuando Zac sintió que ella se calmaba, aflojó su abrazo. Con un brazo sobre los hombros de Vanessa, la condujo por el parque hasta un murete de piedra.

Zac: Sentémonos. -Sacó un pañuelo del bolsillo y se lo dio. Aunque detestaba ver llorar a una mujer, escapar lo hubiera convertido en un cobarde de la peor calaña-. Bueno, aquí puedes serenarte y contárselo todo al tío Zac.

Ness: Vete al diablo -murmuró y se sonó la nariz-.

Zac: Ese es un buen comienzo. -Con suavidad, le apartó el pelo de las mejillas húmedas-. ¿Qué ha ocurrido Vanessa?

Ella apartó la vista.

Ness: Acabo de descubrir que soy una idiota. Que no sé juzgar a la gente y que no se puede confiar en nadie.

Zac: Eso me suena como un resumen para una presentadora de noticias. -Al ver que ella no sonreía, le tomó una mano-. No llevo whisky encima, y el año pasado dejé de fumar. Así que solo puedo ofrecerte mi hombro.

Ness: Me parece que ya lo he usado.

Zac: Bueno, tengo otro.

Vanessa se sentó más erguida y cerró los ojos un momento. Tal vez fuera una idiota, pero seguía teniendo orgullo.

Ness: Acabo de pescar juntos a una mujer que consideraba mi amiga y a un hombre que casi consideraba mi amante.

Zac: Vaya, eso sí que es serio. -Y no se le ocurrió suavizar el hecho-. ¿El psicólogo?

Ness: Mike, sí. -Le temblaban los labios. Con un esfuerzo, los controló-. Y Brittany. En el despacho de ella.

Masculló una imprecación y Zac levantó la vista hacia las ventanas del piso 16.

Zac: Supongo que no existe posibilidad de que hayas entendido mal la situación.

Ella se echó a reír con amargura.

Ness: Soy una observadora entrenada. Cuando veo a dos personas, una de la cuales está medio desnuda, sobándose, sé qué ocurre. No necesito corroborarlo.

Zac: Supongo que no -asintió y permaneció un momento en silencio. La brisa susurraba a través del césped detrás de ellos y mecía el parterre de tulipanes que escribían CBC en un amarillo intenso-. Yo podría conseguir un equipo de personas con una cámara, luces y un micrófono, subir al piso 16 y convertir la vida de ese tipo en un infierno.

Ella volvió a reír.

Ness: ¿Y entrevistarlo en la escena del crimen? Es un buen ofrecimiento.

Zac: Realmente lo disfrutaría. -Cuanto más lo pensaba, más se convencía de que era la solución perfecta-. Doctor Crosby, como respetado consejero familiar, ¿cómo explica usted que lo hayan pescado con los pantalones bajados en un despacho antes del mediodía? ¿Era una visita profesional? ¿Una nueva forma de terapia que le gustaría compartir con los telespectadores?

Ness: No los tenía bajados... todavía -dijo con un suspiro-. Yo los interrumpí. Y aunque tu ofrecimiento es tentador, preferiría manejar la situación yo sola. Maldición, me han hecho sentir como una estúpida. Ella lo planeó. No sé por qué, y tampoco sé cómo, pero lo planeó. Lo vi en su ojos.

Esa noticia no lo sorprendió. Nada de lo que hacía Brittany lo sorprendía.

Zac: ¿En los últimos tiempos le has dado motivos para que se enfada contigo?

Ness: No. -Levantó una mano para apartarse el pelo y pensó. Nueva York, se dijo y estuvo a punto de reír de nuevo-. Tal vez sí. Y esta es una forma retorcida de venganza por lo que ella considera una ingratitud de mi parte. -Furiosa ahora, Vanessa lo miró-. Ella sabía lo que yo sentía por él, y lo usó. Qué sentido del tiempo y la oportunidad. Menos de una hora antes de que yo tenga que aparecer en pantalla. -Miró su reloj y se cubrió la cara con las manos-. Dios, solo faltan veinte minutos.

Zac: Tranquilízate. Le diré a Benny que estás enferma. Te conseguirán un sustituto.

Por un momento, Vanessa tomó en cuenta su ofrecimiento. Pero entonces recordó la sonrisa satisfecha de Brittany.

Ness: No. Ella lo disfrutaría demasiado. Puedo cumplir con mi trabajo.

Zac la observó. Tenía las mejillas surcadas por lágrimas y sus ojos lucían enrojecidos e hinchados, pero estaba decidida.

Zac: En Kansas las crían muy valientes -dijo con tono de aprobación-.

Ella levantó un poco el mentón.

Ness: Ya lo creo que sí -afirmó-.

Zac: Te acompaño a la sala de maquillaje.

Ella no dijo nada hasta que cruzaron el parque y traspusieron la puerta.

Ness: Gracias.

Zac: De nada.

Mantuvo con ella una conversación intrascendente hasta que llegaron a la sala de maquillaje. Le llevó hielo para los ojos, agua para la garganta, y después se quedó para charlar mientras ella disimulaba con cosméticos lo peor del daño. Pero él pensaba, y sus pensamientos no eran nada bondadosos.

Zac: Así está bastante bien. Ponte un poco más de colorete.

Zac tenía razón. Vanessa se pasó la brocha por las mejillas. Y entonces vio el reflejo de Mike en el espejo. La mano le tembló antes de apartar la brocha.

Mike: Vanessa, te he estado buscando.

Ness: ¿Ah, sí? -Sintió que Zac se replegaba junto a ella, como un leopardo a punto de saltar sobre su presa, y le puso una mano sobre el brazo. Con un estremecimiento, ella comprendió que atacaría a ese hombre ante la menor señal suya, idea que no era tan poco atractivo como ella quisiera pensar-. Yo he estado aquí -dijo con frialdad-. Tengo que hacer mi programa.

Mike: Ya lo sé. Yo... -La miró con expresión suplicante-. Te esperaré.

Ness: No es necesario. -Qué extraño, pensó. Se sentía poderosa. Invencible. No parecía existir ninguna relación entre la mujer que era en ese momento y la que había salido corriendo y llorando del despacho de Brittany-. Puedo concederte un par de minutos. -Con calma, se irguió y miró a Zac-. ¿Te importaría dejarnos a solas?

Zac: Claro -extendió el brazo y le levantó un poco el mentón con los dedos-. Te ves muy bien, Kansas.

Y con una gélida mirada a Mike, salió del cuarto.

Mike. ¿Era necesario meterlo a él en un asunto privado nuestro?

Vanessa lo interrumpió con una mirada.

Ness: ¿Realmente tienes el descaro de criticarme en un momento como este?

Mike: No -dejó caer los hombros-. No, por supuesto que no. Tienes razón. Es solo que esta situación ya me resulta suficientemente difícil y embarazosa sin que corra la voz por toda la sala de redacción.

Ness: Zac tiene cosas más importantes de que hablar que tu vida sexual, Mike. Te lo aseguro. Ahora, si tienes algo que decir, será mejor que lo digas. Solo me quedan unos minutos.

Mike: Vanessa -dio un paso adelante y habría extendido los brazos hacia ella si el fulgor en sus ojos no le hubiera advertido que no lo hiciera-. No tengo excusa para lo que sucedió... o casi sucedió. Pero quiero que sepas que no hay nada entre Brittany y yo. Fue solo un impulso -prosiguió hablando rápido al ver que Vanessa permanecía callada-. Fue algo puramente físico y sin ninguna importancia. No tuvo nada que ver con lo que siento por ti.

Ness: Estoy segura de que no. Y te creo. Creo que fue una reacción sexual e impulsiva, sin importancia.

Mike sintió alivio. No la había perdido. Se le iluminaron los ojos y extendió los brazos.

Mike: Sabía que lo entenderías. Desde el momento en que te vi por primera vez supe que eras una mujer suficientemente generosa para aceptarme y comprenderme. Por eso tuve la certeza de que éramos el uno para el otro.

Inmóvil como una estatua, ella lo miró.

Ness: Aparta tus manos de mí.

Mike: Vanessa -aflojó apenas la presión de sus manos-.

Ness: He dicho que me sueltes -insistió. Una vez libre, retrocedió y respiró hondo-. Y he dicho que te creía, Mike, y es verdad. Lo que hiciste con Brittany no tuvo nada que ver con tus sentimientos hacia mí. Sin embargo, tuvo todo que ver con lo que yo sentía por ti. Confié en ti, y has traicionado esa confianza. Eso hace que sea imposible que nos separemos como amigos. De modo que, sencillamente, nos separaremos.

Mike: En este momento te sientes herida, y eso te hace no ser razonable.

Era como con Patricia, pensó. Tan parecido a lo de Patricia.

Ness: Sí, estoy dolida. Pero soy muy razonable. Tengo por costumbre ser razonable. Notarás que no te estoy diciendo todos los insultos que se me cruzan por la cabeza.

Mike: Consideras esto culpa mía. Como una debilidad. -Al confiar en su habilidad como mediador, cambió de táctica-. Lo que todavía no has podido ver es tu parte en lo ocurrido. Tu responsabilidad. Estoy seguro de que concuerdas conmigo en que ninguna relación exitosa es fruto de los esfuerzos de una sola parte. Todas las semanas que hemos salido juntos yo me he mostrado paciente y esperado que tú permitieses que nuestra relación avance hacia la fase natural y muy humana del placer físico.

Vanessa no creía que él pudiera volver a lastimarla. Pero se equivocaba.

Ness: ¿Me estás diciendo que porque no quise acostarme contigo, te obligué a caer en brazos de Brittany?

Mike: No estás viendo los matices, Vanessa -dijo con voz paciente-. Yo respeté tus deseos, tu necesidad de un progreso lento. Al mismo tiempo, a mí me resulta imprescindible satisfacer mis propias necesidades. Brittany fue sin duda un error...

Ella asintió.

Ness: Comprendo. Me alegro de que esto se haya aclarado, Mike, antes de haber ido más lejos. Ahora me mostraré muy razonable al decirte que te vayas a la mierda.

Y avanzó hacia la puerta, pero él le bloqueo el paso.

Mike: Todavía no hemos terminado, Vanessa.

Ness: Yo he terminado contigo, y eso es lo único que cuenta. Los dos cometimos una equivocación, Mike, una equivocación muy grande. Ahora apártate de mi camino, y mantente lejos antes de que yo cometa otra equivocación cuando te arranque la piel a tiras.

Muy tieso, él se hizo a un lado.

Mike: Hablaremos de esto cuando te hayas tranquilizado.

Ness: Pero si estoy tranquila -murmuró al dirigirse al estudio-. Estoy muy tranquila, grandísimo hijo de puta.

Traspasó las puertas del estudio y ocupó su lugar detrás del escritorio del presentador de las noticias.

Zac la observó durante todo el primer bloque. Cuando se convenció de que estaba tranquila y controlaba la situación, salió y se dirigió al ascensor.


Mientras celebraba su éxito con una copa de champán, Brittany vio las noticias del mediodía en su oficina. No le importaban las palabras ni las imágenes, lo que le interesaba, incluso la fascinaba, era Vanessa. Tenía un aspecto sereno y dulce... salvo por los ojos. Brittany se habría sentido muy decepcionada si no hubiera notado la furia reprimida en su mirada.

Britt: Fue un golpe directo -murmuró, encantada-.

Yo gano, pensó de nuevo, pero no pudo evitar sentir admiración por Vanessa.

Acurrucada en el sillón de cuero detrás del escritorio, bebió y sonrió, y por último levantó su copa en un brindis silencioso por Vanessa.

Zac: Tiene estilo, ¿verdad? -preguntó desde la puerta-.

Brittany siguió bebiendo y observando atentamente la pantalla.

Britt: Ya lo creo. Podría llegar muy lejos con un buen maestro.

Zac: ¿Ese es el papel que te has adjudicado? -cruzó la habitación, rodeó el escritorio y se paró detrás del sillón de Brittany-. ¿Piensas enseñarle las cosas a tu manera, Brittany?

Britt: Mi manera funciona. Ness sería la primera en contarte lo generosa que he sido con ella.

Zac: Te da miedo, ¿no es así?

Colocó las manos sobre los hombros de Brittany y la sostuvo con firmeza para que los dos viesen la imagen de Vanessa.

Britt: ¿Por qué habría de asustarme?

Zac: Porque tiene algo más que estilo. Tú ya tienes suficiente como para que eso te preocupe. Ella tiene inteligencia, pero tú también la tienes. Pero ella te supera, Brittany. Porque tiene clase. Es algo innato en ella. -Sus dedos se clavaron más cuando Brittany intentó moverse. Él ignoraba con cuánta precisión había dado en el blanco-. Eso es algo que tú jamás tendrás. Por más que te pongas tus perlas y tus trajes de mil dólares, eso no significa nada. Porque la clase es algo que no se puede poner si no se posee. No se puede comprar ni simular. -Hizo girar el sillón para que quedaran frente a frente-. Jamás tendrás eso. Por eso ella te asusta, y tuviste que encontrar la manera de demostrarle quién era la que mandaba.

Britt: ¿Ella acudió enseguida a ti, Zac? -Se sentía muy alterada, mucho más de lo que se atrevía a reconocer, pero levantó su copa y bebió con delicadeza, aunque tuvo la sensación de que ahora la bebida era más una ayuda-. ¿Estaba desesperada y acudió llorando a ti para que la consolaras?

Zac: Qué gran hija de puta eres Brittany.

Britt: Siempre te gustó esa faceta mía -se encogió de hombros-. Lo cierto es que lamento haberla herido así. Es obvio que Mike no era el hombre que le convenía, pero sé que Vanessa lo quería mucho. Pasó que sencillamente él se sintió atraído por mí, y yo por él -explicó, como para convencerse a sí misma de que era así-. Pero las cosas se salieron de control y yo me culpo absolutamente de ello. Fue un accidente, algo que ocurrió sin que me lo propusiera.

Zac: Y un cuerno. Tú ni siquiera respiras sin pensarlo antes.

Britt: No estés celoso, Zac.

Zac: Qué patética eres. ¿Creíste que con esa estratagema la doblegarías?

Britt. Si ella lo hubiera amado, sí. De modo que quizá le hice un favor.

Él se echó a reír.

Zac: Sí, quizá sí. Pero en realidad me hiciste un favor a mí. La deseo, y tú me despejaste el camino.

No hizo falta que él tratara de esquivar la copa que Brittany le arrojó: fue a dar contra la ventana, a quince centímetros de su cabeza. El cristal se hizo pedazos. Encantado, Zac se metió las manos en los bolsillos.

Zac: Sigues teniendo mala puntería.

Ya no había risas, ni el arrepentimiento que ella había tratado de convencerse de que sentía. Solo había furia.

Britt: ¿Crees que ella te aceptará cuando escuche todo lo que yo puedo contarle sobre ti?

Zac: ¿Crees que te escuchará después de lo que hiciste? Esta vez has ido demasiado lejos. No vendrá llorando a ti. Capeará la tormenta y saldrá más fortalecida. Y tú tendrás que empezar a cuidarte las espaldas.

Britt: ¿Acaso piensas que puede preocuparme una insignificante lectora de noticias? Solo tengo que hacer una llamada y la despedirán. Así como así -dijo y chasqueó los dedos-. ¿Quién crees que ha sacado a flote este canal durante los últimos dos años? ¿Adónde crees que irá cuando yo me haya ido?

Zac: De modo que te vas... Bueno, felicidades y bon voyage.

Britt: Así es. Cuando empiece la nueva temporada estaré en Nueva York, y mi programa será producido por mi propia compañía. Las emisoras de la CBC se arrastrarán y tendrán que pagar lo que yo pida para poner al aire mi programación. En dos años seré la mujer más poderosa de la televisión.

Zac: Es posible. Por un tiempo.

Britt: Seguiré estando en la cima de los índices de audiencia cuando tú trates de conseguir un espacio de dos minutos en las noticias de última hora -temblaba, su furia acicateada por una oleada de inseguridad-. La gente me quiere. Me admira. Me respeta.

Zac: Yo también... antes.

Ambos giraron la cabeza hacia la puerta, donde se encontraba Vanessa, pálida debajo de su maquillaje. Notó, sin sorpresa, que Brittany había salvado la mayor parte de las rosas y las había colocado en un lugar prominente del escritorio.

Britt: Vanessa -con lágrimas en los ojos, cruzó la habitación hacia ella-. No sé cómo disculparme.

Ness: Por favor, no lo hagas. Puesto que solo estamos aquí los tres, creo que podemos ser sinceros. Sé que planeaste todo el episodio, que arreglaste las cosas para que yo entrara aquí en el momento justo.

Britt: ¿Cómo puedes decir una cosa así?

Ness: Vi la expresión de tu cara -le falló un poco la voz, pero se serenó. Estaba decidida a no perder el control-. Te vi la cara -repitió-. No estoy segura de si fue porque querías demostrarme que me equivocaba con respecto a Mike, o porque yo no quise aceptar tu ofrecimiento. Tal vez fue una combinación de ambas cosas.

Britt: Deberías conocerme mejor.

Ness: Sí, debería haberte conocido mejor. Pero quería creer en ti. Quería sentirme halagada por tu amistad, pensar que habías visto algo en mí. Así que me quedé en la superficie.

Britt: De modo que estás dispuesta a renunciar a nuestra amistad por culpa de un hombre.

Ness: No. No lo hago por ningún hombre sino por mí. Quería que lo supieras.

Britt: Te di mi tiempo, mi ayuda, mi afecto -saltó-. Nadie me rechaza.

Ness: Entonces supongo que soy la primera. Buena suerte en Nueva York.

Y muy buen libreto el mío, se dijo Vanessa al abandonar la habitación. Un libreto excelente.

Zac: No olvides cuidarte las espaldas -le aconsejó a Brittany al cerrar la puerta tras de sí-.




Wow! ¡Vaya capítulo!
No me gustó lo que le hizo Britt a Ness, pero por lo menos ahora sabemos que Mike no es trigo limpio.

¡Gracias por leer y comentar!

jueves, 24 de enero de 2019

Capítulo 7


Vanessa no había esperado sentir los aguijones de la deslealtad. Después de todo, la televisión era un negocio. Y parte de ese negocio era ascender, conseguir el mejor trato. Pero, mientras en el edificio de la CBC todos, desde los jefes hasta los equipos de mantenimiento analizaban las encuestas de mayo referentes a los índices de audiencia de los programas nocturnos, Vanessa se sentía una traidora.

Sabía que El programa de Brittany dejaría de retransmitirse por ese canal antes de que comenzara la temporada de otoño. Y con el convenio que había hecho Brittany, ella competiría con los programas diurnos de la CBC y también con los especiales en horarios centrales.

Cuanto más crecía el entusiasmo en la sala de redacción, más culpable se sentía Vanessa.

Zac: ¿Tienes algún problema, Kansas?

Ella levantó la vista en el momento en que Zac se sentaba en el borde de su escritorio.

Ness: ¿Por qué lo preguntas?

Zac: Hace quince minutos que tienes la vista clavada en la pantalla. Y yo estoy acostumbrado a verte mover de un lado para el otro.

Ness: Estoy pensando.

Zac: Eso por lo general no te detiene. -Se inclinó y le froto las cejas con el pulgar-. Tensión.

Ella se apartó.

Ness: Estamos en pleno mes de encuestas. ¿Quién no está tenso?

Zac: Noticias del mediodía va bastante bien.

Ness: Mucho más que bastante bien -saltó-. Tenemos unos índices del veintiocho por ciento. Y desde las últimas encuestas hemos subido tres puntos.

Zac: Eso está mejor. Detestaría seguir viéndote tan triste como hace un momento.

Ness: Yo no estaba triste -dijo con los dientes apretados-. Estaba pensando.

Zac: Ya.

Se puso de pie y tomó la bolsa que había dejado en el suelo.

Ness: ¿Adónde vas?

Zac: A Nueva York -se colgó la bolsa del hombro-. Tengo que reemplazar al presentador de A primera hora. Kirk Brook. Tiene un ataque de alergia.

Vanessa arqueó una ceja. Sabía que ese programa de la CBC andaba mal, muy por detrás de Buenos días América y Hoy.

Ness: Me parece que es más bien un problema de audiencia.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Bueno, sí, hay algo de eso. Los directivos piensan que los telespectadores considerarán muy atractiva a una persona que ha participado en varias guerras y terremotos -dijo con desagrado-. De modo que durante unos días tendré que levantarme muy temprano y usar corbata.

Ness: Será bastante más que eso. Es un programa complicado. Entrevistas, historias conmovedoras...

Zac: Pura cháchara -dijo con desprecio-.

Ness: Eso no tiene nada de malo. Implica al espectador, lo hace participar de los hechos. Y abre puertas.

Los labios de él se curvaron en una mezcla de sonrisa y mueca de desprecio.

Zac: Correcto. La próxima vez que entreviste a Gaddafi, le preguntaré qué le parece el nuevo vídeo de Madonna.

Ella lo estudió. Hasta ese momento lo había considerado un rebelde empedernido que hace lo que se le antoja y da dolores de cabeza a los ejecutivos del canal.

Ness: Si lo detestas tanto, ¿por qué lo haces?

Zac: Es mi trabajo -fue su respuesta-.

Vanessa bajó la vista y jugueteó con unos papeles que había sobre su mesa. Yo también, se dijo y se sintió muy mal. Yo también.

Ness: Entonces es una cuestión de lealtades.

Zac: Por supuesto. -Qué estaba pasando en la cabecita de Vanessa?, se preguntó. Era una pena que no tuviese tiempo para quedarse a averiguarlo-. Después se puede expandir. Si a primera hora se hunde, los ingresos disminuyen. ¿Y quién es el primero en sufrir las consecuencias?

Ness: El departamento de noticias.

Zac: Exacto. El programa de la mañana está en la cola de la lista de audiencia, y un par de imbéciles no parecen capaces de producir un programa decente para la noche del martes; antes de que uno tenga tiempo de nada, le recortan a uno el presupuesto.

Ness: Los lunes y viernes estamos fuertes -murmuró-. Y además tenemos El programa de Brittany.

Zac: Es un poco duro saber que Brittany y un puñado de programas cómicos nos están salvando los papeles. -Sonrió y se encogió de hombros-. Supongo que no querrás darme un beso de despedida.

Ness: Supongo que no.

Zac: Pero me echarás de menos.

En sus ojos había suficiente diversión como para hacerla sonreír.

Ness: No te vas a la guerra, Zac.

Zac. Claro, para ti es fácil decirlo.

Se alejó y Vanessa lo observó acercarse a otra periodista.

La mujer se echó a reír y luego le estampó un beso en la boca. Mientras estallaban los aplausos, él se dio la vuelta y le sonrió a Vanessa. Después, con un saludo final a todos los que estaban en la sala de redacción, traspuso las puertas y desapareció.

Vanessa todavía sonreía cuando volvió a concentrarse en su texto. Ese tipo podía tener sus defectos, pero vaya si tenía sentido del humor y podía hacerla reír.

Reconoció que también podía hacerla pensar.

Mentalmente, puso en pantalla su lista. Dos columnas, mecanografiadas, que especificaban sus razones para aceptar y declinar el ofrecimiento de Brittany. En el cajón superior del escritorio de su casa tenía el original. Era sencillo visualizar esa lista. Con un suspiro, agregó una palabra a la columna con las razones para «declinar».

Lealtad.

**: ¿Señorita Hudgens?

Parpadeó. Detrás de una vasija de porcelana con hibiscos rojos apareció una cara redonda y jovial. Ella tardó un momento en reconocerlo. Pero cuando él se puso unas gafas con montura de metal lo reconoció.

Ness: Hola, Jeff. ¿Qué es esto?

Jeff: Son para ti. -Colocó las flores en el escritorio y se metió las manos en los bolsillos. Como asistente de montaje, Jeff Hyatt se sentía más cómodo con los equipos que con las personas. Le dedicó a Vanessa una sonrisa fugaz y se quedó mirando las flores-. Son bonitas. Me crucé con el chico que las traía, y como yo venía para aquí...

Ness: Gracias, Jeff.

Jeff: De nada.

Vanessa ya lo había olvidado cuando tomó la tarjeta escondida entre las flores: «¿Qué te parecería Hawai?».

Mientras sonreía, estiró el brazo para acariciar un pimpollo. Un punto más para agregar en la lista de motivos para declinar el ofrecimiento de Brittany. Mike.


**: Ha venido la señorita Hudgens. Quiere verla, señorita Snow.

Britt: Dile que espere.

Con un cigarrillo entre los dedos, Brittany frunció el entrecejo frente al informe sobre Mike Crosby presentado por Beeker.

Era un material muy interesante y exigía toda su atención. Sus éxitos estaban bien ganados: doctorado en Georgetown, un año de estudios en el extranjero. Y, financieramente, le iba bien como asesor de personas de la alta sociedad y políticos con respecto a sus matrimonios y familias. Compensaba su lucrativa práctica privada con la dedicación de tres tardes por semana a servicios sociales.

En líneas generales, un buen perfil de un hombre que había estudiado bien y se dedicaba a preservar la vida familiar.

Brittany lo sabía todo con respecto a los perfiles y las ilusiones que fomentaban.

El matrimonio de Mike había fracasado. Su divorcio, tranquilo y civilizado, no había agitado demasiado a la sociedad de Chicago y, por cierto, tampoco había tenido una influencia negativa sobre su actividad profesional. Sin embargo, era un dato interesante. Interesante porque Beeker había descubierto que el monto del arreglo económico con la ex esposa de Mike era colosal, lo mismo que la pensión mensual. Mucho más de lo que exigía un matrimonio breve y sin hijos.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Brittany cuando siguió leyendo. Él no se había atrevido a discutir el monto. Cuando a un hombre de treinta y cinco años lo pescan con la atractiva hija de su secretaria desnuda, a las dos de la madrugada, no queda mucho margen para negociar. Una menor, por dispuesta que se mostrara a hacer el amor con él, seguía siendo una menor. Y el adulterio, sobre todo con una muchacha de dieciséis años, tenía un precio muy alto.

Al seguir leyendo el informe de Beeker, Brittany descubrió que Mike se había cubierto con mucha inteligencia. La secretaria se había llevado una suma cuantiosa y una referencia excelente, y se trasladó con su familia a San Antonio. La esposa se había quedado con una tajada mucho más grande, sin que ni un suspiro escapara de la boca del buen profesional. Y cuando sí dijo algo -y Brittany lo admiraba por su temeridad- los rumores lo vincularon con su secretaria, no con la hija de esta.

Así que el elegante doctor Crosby seguía ejerciendo su profesión como uno de los divorciados más apetecibles de Chicago.

El eminente consejero familiar con debilidad por las adolescentes. Un tema muy interesante para un programa, decidió y se echó a reír. Pero no; lo mantendría en privado. Algunas informaciones valían mucho más que los índices de audiencia. Brittany cerró la carpeta y la puso en un cajón. Se preguntó cuánto de todo eso sabría Vanessa.

Britt: Hazla pasar, Cassie.

Brittany era todo sonrisas cuando Vanessa entró.

Britt: Siento haberte hecho esperar. Tenía que terminar algo.

Ness: Sé que estas ocupada. ¿Puedes dedicarme un par de minutos?

Britt: Por supuesto. -Se puso de pie y le indicó una silla-. ¿Puedo ofrecerte café?

Ness: No, no te molestes -se sentó y se obligó a entrelazar las manos sobre el regazo-.

Britt: No es molestia. ¿Una bebida fría? -se dirigió al bar y sirvió agua mineral para las dos-. Si esta noche no tuviera una cena, le pediría a Cassie que trajera las pastas de chocolate que tiene en el escritorio. -Sonrió-. Ella no sabe que estoy enterada. Pero, bueno, mi política es saberlo todo sobre las personas que trabajan conmigo. -Después de entregarle a Vanessa un vaso, se dejó caer en un sillón y estiró las piernas-. Ha sido un día agotador. Y al amanecer salgo para California.

Ness: ¿California? No sabía que grabarías en exteriores.

Britt: No es eso. Tengo que hablar en la ceremonia académica de Berkeley. -No está mal, pensó Brittany, para alguien que trabajaba de camarera para costearse los estudios en Arkansas-. Estaré de vuelta el lunes para las grabaciones. ¿Sabes una cosa, Ness? Ya que pasaste por aquí, podrías echarle un vistazo a mi discurso. Sabes cuánto valoro tu opinión.

Ness: Por supuesto -se sentía muy mal, y bebió un sorbo de agua mineral-. No podré hacerlo hasta después de las cinco, pero...

Britt: Puedes enviármelo después por fax a casa. Te daré una copia.

Ness: Está bien. Brittany... -La única manera de manejar eso era de forma directa-. He venido para hablar de tu ofrecimiento.

Britt: Esperaba que así fuera. -Distendida y satisfecha, se quitó los zapatos y cogió un cigarrillo-. No puedo decirte lo impaciente que estoy de mudarme a Nueva York, Vanessa. Allí está el pulso del mundo. -Encendió el cigarrillo y dio una calada-. Allí está el poder. Mi agente ya me está buscando apartamento.

Sus ojos perdieron su expresión calculadora y se volvieron soñadores. Dentro de ella existía todavía la muchachita de Arkansas que ambicionaba ser princesa.

Britt: Quiero algo con una buena vista, muchas ventanas y luz, mucho espacio. Un lugar donde pueda sentirme en mi casa, donde pueda recibir gente. Si encuentro el apartamento adecuado, hasta podríamos rodar allí algunos de los especiales. A los espectadores les gusta espiar un poco nuestras vidas privadas. -Sonrió. La suavidad de su mirada se agudizó-. Estamos escalando posiciones, Ness. Las mujeres finalmente nos hemos ganado un lugar en la televisión, y tú y yo llegaremos a la cima. ¿Sabes?, tu inteligencia y tu creatividad son solo parte del motivo por el que te quiero junto a mí. Puedo confiar en ti, Ness. No necesito decirte lo que eso significa para mí.

Vanessa cerró los ojos un momento, mientras la culpa la invadía.

Britt: No creo que me haya sentido alguna vez tan cerca de otra mujer -concluyó-.

Ness: Brittany, yo quiero...

Britt: Serás más que mi productora ejecutiva; serás mi mano derecha. En realidad, debería haberle pedido a mi agente que buscara también un apartamento para ti. Será maravilloso para las dos.

Ness: Brittany, espera un momento -levantó una mano-. Creo entender cuánto significa para ti tu contrato con Starmedia, y me alegro muchísimo. Has sido maravillosa para mí. Valoro muchísimo tu ayuda y tu amistad, y te deseo todo el éxito del mundo -se inclinó y tomó la mano de Brittany-. Pero no puedo aceptar tu ofrecimiento.

El brillo de los ojos de Brittany se oscureció. Su boca se apretó con fuerza. Ese rechazo inesperado casi le quitó el aliento.

Britt: ¿Estás segura de entender lo que te estoy ofreciendo?

Ness: Sí, claro que sí -oprimió la mano de Brittany antes de ponerse en pie para pasearse por la habitación-. Créeme, lo he estado pensando mucho. Me ha costado pensar en otra cosa. Pero no puedo hacerlo.

Muy lentamente, Brittany se enderezó en el sillón. Cruzó las piernas.

Britt: ¿Por qué?

Ness: Por muchas razones. En primer lugar, tengo un contrato.

Britt: Hace suficiente tiempo que trabajas en este medio como para saber con qué facilidad se soluciona eso.

Ness: Es posible, pero cuando firmé di mi palabra.

Brittany dio otra calada y entrecerró los ojos.

Britt: ¿Eres tan ingenua?

Vanessa entendió que eso equivalía a un insulto, pero se limitó a encogerse de hombros.

Ness: Hay otros factores. Incluso al saber que no piensas llevarte a Drew, me sentiría culpable por ocupar su lugar; sobre todo porque no tengo su experiencia. Yo no soy una productora, Brittany. Aunque esa propuesta me resulta terriblemente tentadora como para olvidarlo todo y aceptar: el dinero, la posición, el poder... Dios: y Nueva York. Y la oportunidad de trabajar contigo. No es fácil rechazar todo eso.

Britt: Pero lo estás haciendo -su tono era frío-. Eso es precisamente lo que estás haciendo.

Ness: No es solo por mí. Se han interpuesto otros factores, no importa lo mucho que he tratado de evitarlos. Mis ambiciones tienen que ver con trabajar delante de las cámaras. Y estoy feliz en Chicago. Mi trabajo, mi hogar, mis amistades, están aquí.

Brittany aplastó el cigarrillo con furia.

Britt: ¿Y Mike? ¿Ha influido él en esa decisión?

Vanessa pensó en los hibiscos rojos de su escritorio.

Ness: Algo. Siento algo por él. Y me gustaría dar una oportunidad a esos sentimientos.

Britt: Debo decirte que cometes una gran equivocación. Permites que detalles y sentimientos personales empañen tu juicio profesional.

Ness: No lo creo -atravesó el cuarto, volvió a sentarse y se inclinó. Pensó que resultaba muy difícil rechazar un ofrecimiento sin parecer ingrata. Sobre todo, cuando el ofrecimiento había tomado las connotaciones de un favor a una amiga-. He estudiado esto desde todos los ángulos. Eso es lo que suelo hacer siempre, y a veces de forma exagerada. No me fue fácil rechazar tu ofrecimiento, y confieso que sigue costándome hacerlo. Siempre te estaré agradecida, y me siento muy halagada porque hayas creído tanto en mí como para pedírmelo.

Britt: ¿De modo que te echarás atrás y seguirás leyendo noticias? -se puso de pie, hecha una furia. Le había ofrecido un banquete y la muy tonta se conformaba con migajas. ¿Dónde estaba su gratitud? ¿Dónde estaba su lealtad?-. Bueno, es tu elección -dijo con sequedad mientras se instalaba detrás de su escritorio-. ¿Por qué no te tomas unos días más, por ejemplo este fin de semana, mientras yo estoy ausente, por si cambias de idea? -Sacudió la cabeza para impedir cualquier comentario de Vanessa-. Volveremos a hablar el lunes -añadió con tono de despedida-. Entre una grabación y otra. Digamos, a las... -se puso a pensar mientras hojeaba su agenda- once y cuarto. -Su sonrisa era de nuevo cordial cuando levantó la vista-. Si entonces sigues pensando lo mismo, no te lo discutiré. ¿Te parece correcto?

Ness: Está bien. -Le pareció más elegante y más fácil mostrarse de acuerdo-. Nos veremos el lunes. Que tengas buen viaje.

Britt: Así será. -Deliberadamente aguardó a que Vanessa estuviera junto a la puerta-. Oh, Ness... -Sonrió y levantó un sobre de papel manila-. ¿Olvidas mi discurso?

Ness: Tienes razón.

Vanessa volvió a atravesar el cuarto para coger el sobre.

Britt: Trata de mandármelo de vuelta antes de las nueve. Necesito descansar un rato.

Brittany esperó que la puerta se cerrara para entrelazar las manos sobre el escritorio. Sus nudillos quedaron blancos por la fuerza con que lo hizo. Estuvo largo rato con la vista fija en la puerta, mientras respiraba en forma acompasada. Se dijo que no tenía sentido enfurecerse. No, no esta vez. Debía mantenerse fría, serena y concisa para repasar los hechos.

Le había ofrecido a Vanessa una posición de poder, su propia amistad incondicional, su confianza. Y ella prefería leer las noticias al mediodía porque tenía un contrato, un apartamento alquilado y un hombre.

¿Podía alguien ser tan ingenuo? ¿Tan inocente? ¿Tan estúpido?

Aflojó los dedos y se obligó a reclinarse en su asiento y normalizar su respiración. Cualquiera que fuera la respuesta a esas preguntas, Vanessa aprendería que nadie podía rechazar jamás a Brittany.

Ya más serena, abrió un cajón y sacó la carpeta con el informe sobre Mike. Le temblaban los labios de furia, pero terminaron con la expresión de una criatura a la que se le negaba algo. Vanessa no iría con ella a Nueva York. Pero se arrepentiría.


Vanessa apenas si había puesto un pie en la oficina exterior, cuando sus remordimientos se desvanecieron por una oleada de sorpresa y placer.

Ness: Kate. Kate Lowell.

La mujer de largas piernas y mirada de gacela giró la cabeza y se apartó su gloriosa cabellera. Su cara -la tez de porcelana, los ángulos delicados, los ojos llenos de fuego y la boca generosa- era tan magnífica como famosa. Su sonrisa rápida y resplandeciente fue automática. Por encima de todo, era una actriz.

Kate: Hola.

Ness: Vaya si aquel aparato te arregló los dientes -sonrió-. Kate, soy Ness. Vanessa Hudgens.

Kate: Vanessa. -La tensión nerviosa debajo de su sonrisa se disolvió-. Dios, Vanessa. No puedo creerlo -dijo y se echó a reír-.

Ness: Imagínate lo que siento yo. Han pasado catorce, quince años.

Para Kate, durante un momento maravilloso, fue como revivir el ayer. Recordaba las largas conversaciones, la inocencia de las confidencias.

Bajo la mirada fascinada de Cassie, las dos mujeres cruzaron la habitación y se abrazaron. Y se quedaron así un momento; apretadas con fuerza.

**: Estás espléndida -dijeron las dos al unísono, y rieron-.

Kate: Es verdad -se apartó un poco, pero sin soltarle la mano a Vanessa-. Lo estamos. Hay un largo camino desde Topeka.

Ness: Más largo todavía para ti. ¿Qué hace en Chicago la estrella más reciente de Hollywood?

Kate: Negocios -su sonrisa disminuyó-. Y publicidad. ¿Qué me dices de ti?

Ness: Yo trabajo aquí.

Kate: ¿Aquí? -Lo que quedaba de sonrisa se desvaneció por completo-. ¿Para Brittany?

Ness: No. Abajo, en la sala de redacción. En Noticias del mediodía, ¡con Roger Crowell y Vanessa Hudgens!

Britt: No puedo creer que dos de mis personas favoritas se conozcan -dijo al salir de su despacho-. Kate, querida, siento haberte hecho esperar. Cassie no me avisó que estabas aquí.

Kate: Acabo de llegar. Mi vuelo se retrasó esta mañana, así que hoy he llegado tarde a todas partes.

Britt: Qué terrible que hasta una mujer de tu talento se vea sujeta a los caprichos de la tecnología. Ahora dime... -Se acercó para apoyar una mano en el hombro de Vanessa, como si fuera su propietaria-. ¿Cómo es que conoces a nuestra Ness?

Kate: Mi tía vivía frente a la casa de la familia de Vanessa. De niña, pasé algunos veranos en Kansas.

Britt: ¿Compañeras de juegos? -rió-. Encantador. Y Vanessa no te había contado nada de su fama. Vaya por Dios.

Con un movimiento sutil, Kate cambió de lugar y Brittany quedó fuera del círculo.

Kate: ¿Cómo está tu familia?

Ness: Muy bien. -Sorprendida por la tensión que se respiraba, Vanessa trató de encontrar su origen en los ojos de Kate, pero no estaba ahí-. Jamás se pierden una de tus películas. Tampoco yo. Recuerdo las obras de teatro que interpretabas en el patio de la casa de tu tía.

Kate: Que tú escribías. Y ahora lees las noticias.

Ness: Muchas de las cuales tú produces. Estuviste genial en Impostura, Kate. Lloré a mares.

Britt: Se comenta que será nominada para un Oscar -se acercó y pasó un brazo por los hombros de Kate-. ¿Cómo podía ser de otra manera cuando Kate interpretó tan magníficamente el papel de una madre joven y heroica que lucha para conservar a su hijo? -Las dos intercambiaron una mirada filosa como una navaja-. Yo asistí al estreno. En toda la sala no hubo un par de ojos secos.

Kate: Bueno, imagino que sí hubo uno.

La sonrisa de Kate fue brillante y curiosamente felina.

Britt: Me gustaría daros tiempo para poneros al día -apretó el hombro de Kate-. Pero se nos está haciendo tarde.

Ness: Bueno, entonces te dejaré ir. -Con el discurso de Brittany debajo del brazo, dio un paso atrás-. ¿Cuánto tiempo estarás en Chicago?

Kate: Me voy mañana -también dio un paso atrás-. Ha sido una alegría verte.

Ness: Para mí también -dolida, dio media vuelta y se alejó-.

Britt: ¿No es maravilloso? -le hizo a Kate un gesto para que entrara en su despacho y cerró la puerta-. Que justo te encontraras con una amiga de la infancia (que da la casualidad que es mi protegida), nada menos que en mi oficina. Dime, Kate, ¿te has mantenido en contacto con Ness? ¿Has compartido con ella todos tus secretos?

Kate: Solo una tonta comparte sus secretos, Brittany. No perdamos tiempo y vayamos al grano.

Satisfecha, Brittany tomó asiento detrás de su escritorio.

Britt: Sí, hagámoslo.


Para Zac Efron, Nueva York era como una mujer: una sirena resbaladiza y de piernas largas que sabía manejarse muy bien. Era sexy; alternativamente cursi y elegante. Y Dios sabía que era peligrosa.

Tal vez por eso prefería Chicago. Zac amaba a las mujeres y tenía debilidad por las de piernas largas y tipo peligroso. Pero Chicago era un hombre corpulento y musculoso, con sudor en la camisa y una cerveza fría en sus puños. Chicago era un camorrista. Zac confiaba más en una pelea abierta que en una seducción.

Se manejaba bien en Manhattan. Había vivido allí un tiempo con su madre, durante una de las separaciones de sus padres. Había perdido la pista de cuántas separaciones hubo antes del inevitable divorcio, pero supuso que eso era por ser hijo de una pareja de abogados asesores de grandes corporaciones.

Recordaba lo razonables que ambos se habían mostrado. Tan fríos y civilizados. Y tenía presente el haber sido puesto en manos de criadas, secretarias, escuelas, supuestamente para evitarle formar parte de esa discordia de tan excelente coreografía. En realidad, él sabía que ninguno de sus padres se había sentido cómodo con un chiquillo que les hacía preguntas directas y no quedaba satisfecho con respuestas lógicas y cobardes.

De modo que vivió en Manhattan, en Long Island, en Connecticut y en Vermont. Pasó los veranos en Bar Harbor y en Martha's Vineyard. Estudió en tres de las mejores escuelas primarias de Nueva Inglaterra.

Tal vez por eso seguía siendo tan inquieto y movedizo. Tan pronto comenzaba a echar raíces en algún sitio, era una cuestión de honor para él cortarlas y dirigirse a otro.

Ahora estaba de vuelta en Nueva York. De forma transitoria. Conocía tan bien sus partes bajas como el elegante penthouse de su madre sobre West Central Park.

No sabía cuál prefería, como tampoco sabía si le importaba tener que trabajar algunos días en A primera hora.

En ese momento, Zac apartó Nueva York de su mente y se concentró en la pelota que volaba hacia su nariz. Dios sabía que ese esfuerzo, en una cancha de paddle, era un cambio bien recibido con respecto a las horas que, en los últimos cuatro días, se había pasado sentado en un sofá del plató de televisión.

Durante los siguientes cinco minutos solo existió el eco de las pelotas, el olor a sudor y el sonido de jadeos.

James: Cabrón. -Barlow James se dejó caer junto a la pared cuando Zac le tiró un smash-. Me estás matando.

Zac: Mierda -no se molestó en apoyarse en el muro y se dejó caer al suelo del Vertical Club. Todos los músculos le dolían-. La próxima vez traeré un revólver. Será mejor para los dos. -Tanteó en busca de una toalla y se secó la cara-. ¿Cuándo demonios piensas envejecer?

La risa de su rival rebotó en las paredes de la cancha. Barlow era un tipo musculoso de un metro ochenta de estatura, abdomen liso, pecho amplio y hombros que parecían de cemento. A los sesenta y tres años no exhibía ninguna señal de aminorar el paso. Al cruzar la cancha en dirección a Zac, se quitó la cinta naranja de su mata de pelo plateado.

James: Te estás ablandando, muchacho -dijo Barlow; sacó una botella de agua mineral de su bolsa y se la arrojó a Zac, que la abrió y comenzó a beber con fruición-. He estado a punto de ganarte.

Zac: He estado jugando con británicos -señaló con una sonrisa-. No son tan malvados como tú.

James: Bueno, bienvenido a Estados Unidos -agregó Barlow, le tendió una mano y lo ayudó a ponerse de pie. Era como ser sostenido por un oso amistoso-. ¿Sabes? Muchos hubieran pensado que el puesto en Londres era una promoción, incluso una jugada astuta.

Zac: Es una bonita ciudad.

Barlow suspiró.

James: Vamos a ducharnos.

Veinte minutos después, los dos se encontraban tendidos en sendas camillas para ser masajeados.

James: Muy bueno el programa de esta mañana -comentó Barlow-. Tienes un buen equipo, excelentes redactores. Dale un poco de tiempo y estarás en plena competencia.

Zac: El tiempo parece ser más corto de lo que solía ser en este negocio. Yo detestaba a los que estaban pendientes de la audiencia. Ahora vivo pendiente de ello.

James: Pero al menos tienes imaginación.

Barlow no dijo nada. Zac respetó su silencio; sabía que ese encuentro informal tenía un propósito.

James: Dame una opinión sobre Chicago.

Zac: Son muy buenos -respondió con cautela-. Demonios, Barlow, fuiste jefe allí más de diez años, y sabes cómo trabajamos. Tienes una sólida combinación de experiencia y sangre nueva. Es un buen lugar para trabajar.

James: Los índices de audiencia de las noticias locales de la tarde son pobres. Lo que necesitamos es un anzuelo más fuerte. Me gustaría que emitieran El programa de Brittany a las cuatro, para que arrastrara su audiencia.

Zac se encogió de hombros. No ignoraba los índices de audiencia pero detestaba su importancia.

Zac: Brittany lleva años a las nueve de la noche en Chicago y en la mayor parte del Medio Oeste. Creo que te costará trabajo lograrlo.

James: Más del que crees -murmuró Barlow-. Tú y Brittany... ¿ya no hay nada entre vosotros?

Zac abrió los ojos de par en par y frunció el entrecejo.

Zac: ¿Vamos a tener una conversación padre-hijo?

James: Cabronazo -dijo sonriendo Barlow, pero su mirada era seria. Zac conocía esa mirada-. Me preguntaba si habríais retomado las cosas en el punto donde quedaron.

Zac: El punto donde quedaron fue el cuarto de baño -dijo secamente-. Y no las retomamos.

James: Mmmm. ¿Cómo quedaron las relaciones? ¿Cordiales o tirantes?

Zac: Públicamente cordiales. Pero en realidad me detesta.

Buenas noticias, pensó Barlow, porque le tenía afecto al muchacho, pero malas porque eso significaba que no podría usarlo. Tomó una decisión, así que se giró en la camilla y despidió a las dos masajistas.

James: Tengo un problema, Zac. Es sobre un desagradable rumor que me llegó hace un par de días.

Zac se incorporó.

Zac: ¿Y quieres transmitírmelo a mí?

James: Sí, y que quede entre nosotros.

Zac: De acuerdo.

James: Se dice que Brittany Snow está pensando irse de Chicago, de la CBC y de Delacort.

Zac: Yo no he oído nada de eso. -Como cualquier periodista, detestaba enterarse de cosas de segunda mano. Aunque solo se tratara de un rumor-. Mira, tiene que renovar el contrato, ¿no? Lo más probable es que haya hecho correr ese rumor para que los jefazos le ofrezcan otro vagón de oro.

James: No. Lo cierto es que ella no responde. Lo que me dijeron es que su agente está dispuesto a negociar, pero me resulta dudoso. La filtración vino de Starmedia. Si ella se va, Zac, dejará un hueco muy grande.

Zac: Eso es un problema de la división entretenimientos.

James: Sus problemas son nuestros problemas. Sabes bien que es así.

Zac: Mierda.

James: Bien dicho. Te lo menciono porque creí que tú y Brittany todavía...

Zac: Pero no es así -frunció el entrecejo-. Veré lo que puedo averiguar cuando vuelva allí.

James: Te lo agradecería muchacho. Ahora vamos a comer algo. Así podremos hablar de las revistas de noticias.

Zac: Yo no estoy haciendo una revista de noticias.

Era una vieja discusión, que continuaron amigablemente mientras se dirigían al vestuario.


Ness: Hawai me parece perfecto -dijo por teléfono-.

Mike: Me alegro. ¿Qué te parecería la segunda semana de junio?

Complacida con la idea, Vanessa se sirvió una taza de café y la llevó, junto con el teléfono móvil, a la mesa donde había instalado su ordenador.

Ness: Veré cómo ando de trabajo. No me he tomado vacaciones desde que comencé en el canal, así que no creo que sea problema.

Mike: ¿Qué te parece si paso a verte? Así podremos conversar y ver algunos folletos de viaje.

Ella cerró los ojos y supo que no podía pasar por alto el insistente blip de la pantalla de su ordenador.

Ness: Ojalá pudiéramos hacerlo, pero tengo que trabajar. Se ha presentado algo que me ha retrasado. -No mencionó la hora que se había pasado puliendo el discurso de Brittany-. El hecho de haber tenido que conducir los informativos este fin de semana me ató mucho. ¿Qué te parece un desayuno-almuerzo el domingo?

Mike: ¿A eso de las diez? Podríamos encontrarnos en el Drake. Así vemos un poco los folletos y decidimos qué nos gusta más.

Ness: Perfecto. Esperaré ese momento con impaciencia.

Mike: Yo también.

Ness: Lamento lo de esta noche.

Mike: No te preocupes. Yo también tengo trabajo pendiente. Buenas noches, Vanessa.

Ness: Buenas noches.

Mike colgó. Mozart sonaba por el equipo estéreo, un fuego sereno ardía en el hogar y el aroma de aceite de limón y humo flotaba en el aire.

Después de terminar su coñac, subió a su dormitorio. Allí, mientras sonaban los violines por los altavoces empotrados, se sacó su traje a medida. Usaba ropa interior de seda.

Era una pequeña debilidad suya. Le gustaban las prendas suaves y caras. Le gustaban, reconocidamente y sin vergüenza, las mujeres. Su esposa solía bromear al respecto, y hasta apreciaba su admiración por el sexo opuesto. Por supuesto, hasta que lo encontró admirando a la joven Annie Gilby de manera íntima.

Hizo una mueca al recordar el momento en que su esposa regresó a casa de un viaje de negocios, un día antes de lo previsto. La expresión de su cara cuando entró en el dormitorio y lo pescó haciendo el amor con Annie. Había sido una terrible equivocación. Una equivocación trágica. El argumento que él esgrimió, perfectamente justificado, de que la preocupación de su esposa por su propia carrera y su desinterés en tener relaciones sexuales con él lo habían convertido en presa fácil, cayó en oídos sordos.

A ella no le importó que la muchacha lo hubiera seducido deliberadamente; que se hubiera aprovechado de sus debilidades y frustraciones. Hubo otras mujeres antes, sí. Pero fueron solamente diversiones momentáneas, discretos desahogos sexuales cuando su esposa se encontraba ausente o enfrascada en sus trabajos de decoración. Y ni siquiera valía la pena mencionarlas.

Jamás había deseado lastimar a Patricia, se dijo Mike ahora, mientras elegía pantalones oscuros y una camisa. La había amado profundamente y la echaba muchísimo de menos.

Era un hombre que necesitaba estar casado. Que necesitaba una mujer al lado para hablar con ella, para compartir con ella su vida y su hogar. Una mujer inteligente como Patricia. Es verdad, necesitaba también el estímulo de la belleza. Eso no era un defecto. Patricia era hermosa y ambiciosa; tenía un estilo y un gusto impecables.

En suma, había sido perfecta para él. Salvo por su incapacidad para comprender algunas debilidades muy humanas. Al pescarlos a los dos, se había mostrado tan implacable como una piedra. Y él la había perdido.

Aunque seguía añorándola, comprendía que la vida seguía su curso. Ahora había encontrado a otra mujer. Vanessa era hermosa, ambiciosa e inteligente. La compañera perfecta que un hombre podía desear. Y él la deseaba... la deseaba desde la primera vez que vio su rostro en la pantalla de un televisor. En este momento era más que una imagen, era una realidad, y quería ser muy cuidadoso con ella.

Sexualmente, Vanessa era un poco reprimida, pero él podía ser muy paciente. La idea de alejarla de Chicago, de las presiones y distracciones, había sido brillante. Una vez ella se sintiera relajada y segura, se le entregaría. Hasta ese momento controlaría sus necesidades y frustraciones.

Pero esperaba que no tuviera que hacerlo por mucho tiempo más.


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