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sábado, 12 de enero de 2019

Capítulo 3


“En las Noticias del mediodía presentaremos la historia de una mujer que abrió su casa y su corazón a los chicos desamparados de Chicago. Además, un informe actualizado del deporte con Less Ryder, y el pronóstico meteorológico para el fin de semana con Dan Block. Lo esperamos al mediodía.”

En cuanto se apagó la luz roja de la cámara, Vanessa se quitó el micrófono y se levantó de la mesa de noticias. Todavía tenía que terminar un guión, hacer una entrevista telefónica, y necesitaba revisar sus notas para El rincón de Vanessa. En las dos semanas durante las cuales sustituyó a Drew, había dedicado más de cien horas al trabajo sin bajar el ritmo.

Pasó por las puertas del estudio, y estaba mitad de camino hacia la sala de redacción cuando Brittany la detuvo.

Britt: Querida, pareces tener solo dos velocidades. Frenar y avanzar -le cerró el paso-.

Ness. En este momento es avanzar. Estoy hasta las cejas de trabajo.

Britt: Jamás he visto que no hicieras todo lo que debías, y, además, en el plazo requerido -la tomó del brazo-. Y esto solo te tomará un minuto.

Ness: Te doy dos, pero siempre que podamos hablar mientras camino.

Britt: Está bien -echó a andar al ritmo de Vanessa-. Tengo una comida de negocios dentro de una hora, así que yo también ando corta de tiempo. Necesito un pequeño favor.

Ness: De acuerdo.

Con la mente ya en su trabajo, Vanessa entró en la sala de redacción y se encaminó a su mesa. Sus papeles estaban apilados por orden de prioridad: las notas que debían ser transcritas y desarrolladas en un guión, la lista de preguntas para la entrevista telefónica, y las tarjetas para El rincón de Vanessa. Encendió el ordenador e introdujo su contraseña mientras esperaba que Brittany le dijera lo que deseaba.

Brittany se tomó su tiempo. Hacía meses que no estaba en la sala de redacción, posiblemente más, puesto que sus oficinas y estudios se encontraban en ese lugar que los empleados de la CBC llamaban «la torre», una línea de lanza delgada y blanca que se proyectaba hacia el cielo; una manera no demasiado sutil de separar los programas nacionales de los locales.

Britt: Mañana ofrezco una pequeña fiesta. Esta tarde debe llegar Zac Efron de regreso de Londres, y me pareció oportuno darle la bienvenida con una reunión.

Ness: Ya.

Vanessa comenzó a trabajar mentalmente esa idea.

Britt: Ha estado ausente mucho tiempo, y después de ese feo asunto en Panamá antes de que regresara a su puesto de Londres, pensé que se merecía una recepción decente.

A Vanessa no le parecía que una sangrienta guerra pudiera ser catalogada como un «feo asunto», pero de todas formas asintió.

Britt: Como es algo que se me ocurrió en el último momento, necesito un poco de ayuda para organizarlo: los del catering, las flores, la música y, desde luego, la fiesta en sí misma. Quiero estar segura de que todo funcione perfectamente. Me gustaría que me regalaras un par de horas a última hora de hoy... y, por supuesto, de mañana.

Vanessa luchó contra la sensación de ser usada.

Ness: Me encantaría ayudarte, pero no tengo un minuto libre.

La sonrisa persuasiva de Brittany no cambió, pero su mirada se volvió fría.

Britt: No tienes nada concreto para el sábado.

Ness: No, aunque estoy de guardia. Pero tengo planes -le dio golpecitos a sus notas con un dedo-. Tengo una cita.

Britt: Entiendo. Se rumorea que has estado viendo mucho al doctor Mike Crosby.

Los noticieros de la tarde se basaban en hechos e información contrastada, pero Vanessa sabía que las salas de redacción y los estudios funcionaban a base de rumores y chismes.

Ness: Hemos salido algunas veces en el último par de semanas.

Britt: Mira, no quisiera inmiscuirme, y espero que no lo tomes a mal, Ness, pero ¿realmente crees que es tu tipo de hombre?

Ness: En realidad no tengo uno. Me refiero a un tipo de hombre.

Britt: Por supuesto que lo tienes. Joven, buen cuerpo, del tipo atlético. Necesitas alguien que pueda mantener el ritmo terrible que te has impuesto. Y también un buen intelecto, desde luego, pero no demasiado cerebral.

Vanessa no tenía tiempo para esas tonterías. Cogió uno de sus afilados lápices y lo hizo girar entre los dedos.

Ness: Eso me hace quedar como bastante superficial.

Britt: En absoluto. Querida, yo solo quiero lo mejor para ti. Detestaría ver que un interés pasajero interfiere con la importancia de tu carrera. En cuanto a Mike... es un poco blando, ¿no crees?

Un destello de furia brilló en los ojos de Vanessa.

Ness: No sé qué quieres decir. Disfruto de su compañía.

Britt: Me lo imagino -palmeó el hombro de Vanessa-. ¿A qué joven no le ocurriría lo mismo? Un hombre de más edad, experimentado, culto. Pero permitir que interfiera en tu trabajo...

Ness: No interfiere en nada. Hemos salido algunas veces en las últimas semanas, y eso es todo. Lo siento, Brittany, pero tengo que volver a mi trabajo.

Britt: Lo lamento -dijo con frialdad-. Creí que éramos amigas. No pensé que un pequeño consejo constructivo te ofendería.

Ness: No me ha ofendido, pero en este momento tengo mucha prisa. Mira, si consigo un rato libre, más tarde, haré lo que pueda para ayudarte con esa fiesta.

Como si se hubiera oprimido un interruptor, la mirada fría se transformó en la más cálida de las sonrisas.

Britt: Eres una joya. Te diré lo que haremos. Para demostrarme que no estás ofendida, trae a Mike mañana por la noche.

Ness: Brittany...

Ness: No aceptaré una negativa. Y si puedes llegar una hora o dos antes, te estaría muy agradecida. Nadie organiza las cosas como tú, Ness. Hablaremos de todo ello más tarde.

Cuando Brittany se alejó, Vanessa se echó hacia atrás en su silla. Tenía la sensación de que acababa de pasarle una apisonadora por encima.

Sacudió la cabeza, miró sus notas, los dedos apoyados en el teclado. Frunció el entrecejo. Brittany se equivoca, pensó. Mike no interfería en su trabajo. El hecho de estar interesado en alguien no necesariamente entraba en conflicto con la profesión.

Disfrutaba saliendo con él. Le gustaba su manera de pensar, su forma de ver los dos lados de una situación. Y la forma en que se reía cuando ella se obsesionaba en una opinión.

Apreciaba el hecho de que él permitiera que el aspecto físico de la relación de ambos fuera madurando con lentitud, al ritmo de ella. Aunque Vanessa tenía que reconocer que cada vez le resultaba más tentador acelerar las cosas. Hacía mucho que no se sentía suficientemente segura, suficientemente fuerte con un hombre como para pensar en intimar con él. Cuando eso ocurra, pensó, tendré que contárselo todo.

Apartó los recuerdos, antes de que le clavaran las uñas en el corazón. Sabía por experiencia que era mejor cruzar un puente cada vez y prepararse para el siguiente.

El primer puente consistía en analizar su relación con Mike, si es que existía, y decidir adónde quería llegar.

Una mirada al reloj la hizo gemir.

Tendría que cruzar ese puente personal cuando tuviera tiempo disponible. Puso manos a la obra.


Los empleados de Brittany llamaban «la ciudadela» a su suite de oficinas. Ella reinaba como un señor feudal desde su escritorio estilo provenzal francés, donde impartía órdenes y otorgaba recompensas y castigos en igual medida. Cualquiera que siguiera trabajando con ella al cabo del período de prueba de seis meses, era leal, diligente y mantenía sus quejas en privado.

Brittany era exigente, impaciente con las excusas y quería ciertos lujos personales para sí. Después de todo, se lo había ganado.

Entró en la oficina, donde su secretaria ejecutiva se ocupaba de todos los detalles de la grabación del lunes. Había otras oficinas junto a ese pasillo tranquilo: las de los productores, los investigadores, los asistentes. Hacía mucho que Brittany había dejado atrás el bullicio de las salas de redacción. Había usado el periodismo no solo como escalón, sino como catapulta para sus ambiciones. Había una sola cosa que deseaba, y la había deseado desde que tenía memoria: ser el centro de la atención.

En los noticieros, la noticia era la reina del cotarro. La persona que transmitía esas noticias destacaría, por cierto, si era suficientemente capaz. Brittany lo había sido. Seis años en la olla a presión del periodismo televisivo le habían costado un marido, procurado otro y preparado el camino para El programa de Brittany.

Prefería, e insistía en conseguirlo, el silencio sepulcral de los suelos alfombrados y las paredes con aislamiento acústico.

**: Tiene algunos mensajes, señorita Snow.

Britt: Más tarde -abrió la doble puerta que conducía a su despacho privado-. Te necesito aquí dentro, Cassie.

Se puso a pasear por la habitación. Aunque oyó la puerta que se cerraba detrás de su secretaria, siguió paseándose por la alfombra de Aubusson, frente al escritorio elegante y la antigua vitrina que contenía su colección de premios.

Se detuvo junto a las fotografías que adornaban una pared. Todas de Brittany con celebridades, en espectáculos a beneficio de instituciones de caridad y ceremonias de entrega de premios. Sus portadas en TV Guide, Time y People. Las observó mientras respiraba hondo.

Britt: ¿Sabe ella quién soy? -murmuró-. ¿Se da cuenta de con quién está tratando?

Sacudió la cabeza y dio media vuelta. Recordó que era un pequeño error que resultaba fácil corregir.

Después de todo, le tenía afecto a la muchacha.

Cuando se fue calmando, rodeó el escritorio y se instaló en el sillón de cuero rosa hecho a medida que el gerente general de su sindicato, su ex marido, le había regalado cuando su programa alcanzó el índice de audiencia más elevado.

Cassie seguía de pie. Sabía que no debía acercarse siquiera a una de las sillas de caoba con almohadones bordados hasta que se la invitara a hacerlo.

Britt: ¿Te has puesto en contacto con los del catering?

Cassie: Sí, señorita Snow. El menú está en su escritorio.

Brittany lo miró y asintió con aire ausente.

Britt: ¿Y el florista?

Cassie: Nos confirmaron todo excepto los lirios de agua. Están intentando conseguirlos, pero pueden sustituirse por otros.

Britt: Si hubiera querido sustitutos los habría pedido -saltó y movió la mano-. No es culpa tuya, Cassie. Siéntate -cerró los ojos. Comenzaba a sentir uno de sus terribles dolores de cabeza. Se masajeó la frente con dos dedos. Recordó que su madre también solía padecer fuertes dolores de cabeza, que aliviaba con alcohol-. Tráeme un poco de agua, ¿quieres? Se me está preparando una jaqueca.

Cassie cruzó el despacho hacia el bar. Era una mujer serena, tanto en su aspecto físico como en su habla. Y suficientemente ambiciosa como para pasar por alto los defectos de Brittany con tal de progresar. No dijo nada, tomó el botellón de cristal que todos los días se llenaba con agua mineral fresca y sirvió un vaso.

Britt: Gracias -tragó un Percodan con el agua, rogando que le hiciera electo. No podía darse el lujo de distraerse con nada durante el almuerzo-. ¿Tienes una lista de confirmaciones para asistir a la fiesta?

Cassie: Está en su escritorio.

Britt: Muy bien -mantuvo los ojos cerrados-. Entrégale una copia de eso, y de todo lo demás, a Vanessa. Ella se ocupará de los detalles.

Cassie: Sí, señora.

Consciente de sus obligaciones, Cassie se colocó detrás del sillón de Brittany y le masajeó suavemente las sienes. Pasaron los minutos, y el reloj de carillón dio el cuarto de hora.

Britt: ¿Has comprobado el pronóstico meteorológico?

Cassie: Se anuncia tiempo soleado y frío, con una mínima de siete grados.

Britt: Entonces habrá que poner las estufas en la terraza. Quiero que haya un baile.

Cassie anotó las instrucciones. No hubo palabras de agradecimiento por su atención; tampoco hacían falta.

Cassie: La peinadora llegará a su casa a las dos de la tarde. Le llevarán el vestido, a más tardar, a las tres.

Britt: Está bien. Dejemos de lado todo eso por un momento. Quiero que te pongas en contacto con Beeker. Necesito saberlo todo sobre el doctor Mike Crosby. Es un psicólogo que tiene una consulta privada aquí en Chicago. Quiero la información a medida que Beeker la vaya obteniendo, en lugar de esperar un informe completo. -Volvió a abrir los ojos. El dolor de cabeza seguía allí, pero la píldora que había tomado comenzaba a luchar contra él-. Dile a Beeker que no es una emergencia, pero sí prioridad uno. ¿Entendido?

Cassie: Sí, señorita Snow.


A las seis de esa tarde, Vanessa ya trabajaba a todo gas. Mientras hacía malabarismos con tres llamadas telefónicas, logró terminar una nota para los informativos de la tarde.

Ness: Sí, entiendo su posición. Pero una entrevista, sobre todo si es televisada, contribuiría a mostrar cómo lo ve usted -apretó los labios y suspiró-. Si piensa eso, desde luego. Creo que su vecina está más que dispuesta a contarme su versión de los hechos. -Sonrió cuando su interlocutora saltó con indignación-. Sí, nosotros preferiríamos tener las dos partes representadas. Gracias, señora Wilson. Estaré allí mañana, a las diez. -Vio a Mike y lo saludó con la mano mientras respondía la siguiente llamada-. Lo siento, señora Carter. Sí, como le dije, entiendo su posición. Es una pena lo de sus tulipanes. Una entrevista televisada contribuiría a mostrar su lado en la disputa -sonrió cuando Mike le pasó una mano por el pelo a modo de saludo-. Si usted está segura. La señora Wilson aceptó contarme en antena su versión. -Miró a Mike y puso los ojos en blanco-. Sí, eso sería espléndido. Estaré allí a las diez. Adiós.

Mike: ¿Una historia al rojo vivo?

Ness: Ánimos muy exaltados en un vecindario -explicó-. Después de todo, tendré que trabajar mañana un par de horas. Dos vecinas están librando una batalla por un parterre con tulipanes, una medida antigua e incorrecta y un cocker spaniel.

Mike: Fascinante.

Ness: Te daré más detalles durante la cena. -No puso ninguna objeción cuando él bajó la cabeza y la besó en los labios. Fue un beso amistoso, sin la urgencia de la intimidad-. Estás empapado -murmuró-.

Mike: Fuera está diluviando. Lo único que necesito es un restaurante caldeado y vino tinto.

Ness: Todavía tengo una llamada más.

Mike: Tómate tu tiempo. ¿Quieres algo?

Ness: Me vendría bien un refrescó frío. Tengo las cuerdas vocales en carne viva -atendió la siguiente llamada-. Señor Van Damme, lamento la interrupción. Parece haber una confusión con el pedido de vino de la señorita Snow para mañana por la noche. Necesita tres cajones de Taittinger's, no dos. Sí, eso es. ¿Y el vino blanco? -verificó su lista mientras el proveedor leía en voz alta la suya-. Sí, está bien. ¿Puedo tranquilizarla con respecto a la escultura en hielo? -Le envió a Mike otra sonrisa cuando él volvió con una lata helada de SevenUp-. Eso es perfecto, señor Van Damme. ¿Ha recibido el cambio de tartaletas a petit fours? Fantástico. Creo que lo hemos revisado todo. Le veré mañana. Adiós -con un gran suspiro, colgó el auricular-. Fin -le dijo a Mike-. Eso espero.

Mike: ¿Ha sido un día largo?

Ness: Largo y productivo. -Automáticamente, se puso a ordenar su mesa-. Aprecio mucho que hayas venido a buscarme, Mike.

Mike: Mi agenda no estaba tan nutrida como la tuya.

Ness: Mmm. -Bebió un trago de la lata-. Estoy en deuda contigo, por cambiar los planes de mañana para darle gusto a Brittany.

Mike: Todo buen psicólogo debe ser flexible. Además, parece que la fiesta será memorable.

Ness: Creo que sí. Brittany no es mujer de quedarse a mitad de camino.

Mike: Y tú admiras eso.

Ness: Por supuesto. Dame cinco minutos para que me refresque un poco, y luego prometo dedicar toda mi energía a distenderme contigo durante la cena.

Cuando Vanessa se puso de pie, él se desplazó apenas para que su cuerpo rozara el de ella. Fue un movimiento sutil, una sugerencia sutil.

Mike: Pues para mí estás perfecta.

Ella sintió una oleada de excitación. Al mirarlo a los ojos, vio en ellos deseo, necesidad y paciencia, una combinación que hizo que su pulso se acelerara.

Sabía que solo debía decir «sí» y los dos olvidarían la cena. Por un momento, por un momento muy largo y sereno, ella deseó que pudiera ser así de simple.

Ness: No tardaré.

Mike: Te esperaré.

Vanessa supo que lo haría. Y que ella tendría que decidir pronto si deseaba seguir adelante con esa relación.

Joe: ¿Te están haciendo un lavado de cerebro, Ness?

Vio al cámara junto a la puerta, mordisqueando un chocolate.

Ness: Qué comentario tan estúpido, Joe.

Joe: Ya lo sé. -Sonrió. En su chaleco desflecado llevaba un distintivo que decía DISPONIBLE. Tenía agujeros en las rodillas de los tejanos. Los técnicos no tienen que preocuparse por su aspecto. Eso le gustaba a Joe-. Pero alguien tiene que decirlo. ¿Ya has arreglado esas dos entrevistas para mañana? ¿La guerra de los tulipanes?

Ness: Sí. ¿Seguro que no te importa renunciar a tu mañana de domingo?

Joe: No, si me pagan las horas extra.

Ness: Bien, Delaney sigue en la mesa de los informativos, ¿no?

Joe: Lo estoy esperando -mordisqueó otro trozo de chocolate-. Esta noche tenemos una partida de póquer. Pienso vengarme por el turno doble de trabajo que me endilgó la semana pasada.

Ness: Entonces hazme un favor. Dile que ya he arreglado todo con las dos mujeres para las diez de la mañana.

Joe: Así lo haré.

Ness: Gracias.

Vanessa se alejó deprisa para retocarse peinado y maquillaje.

Se estaba pintando los labios en el tocador de señoras, cuando Joe abrió la puerta y entró.

Ness: Por Dios, Joe, ¿estás loco?

Joe: Vamos, Ness, prepárate. Tenemos un trabajo, y debemos movernos deprisa.

Tomó el bolso de Vanessa del lavabo con una mano, y un brazo de ella con la otra.

Ness: ¿Qué ocurre, por el amor de Dios? ¿Ha estallado una guerra?

Joe: Es algo casi tan caliente como eso. Tenemos que ir al aeropuerto O'Hare.

Ness: ¿A O'Hare? Maldita sea, Mike me está esperando.

Joe le soltó el brazo. La única queja que tenía con respecto a Vanessa era que su visión no era suficientemente estrecha: ella siempre veía la periferia cuando la cámara necesitaba un primer plano cerrado.

Joe: Ve a decirle a tu amigo que tienes que trabajar de periodista. Delaney acaba de recibir la noticia de que llega un avión y está en problemas.

Ness: Dios -echó a correr hacia la sala de redacción con Joe pisándole los talones. Cogió un bloc de notas de su escritorio-. Mike, lo siento. Tengo que irme.

Mike: Ya me he dado cuenta. ¿Quieres que te espere?

Ness: No -dijo y cogió su chaqueta-. No sé cuánto tardaré. Te llamaré por teléfono. ¡Delaney! -gritó-.

El obeso director de operaciones apuntó hacia ella su cigarro apagado.

Delaney: Vete de una vez, Hudgens. Nos mantendremos en contacto. Te estaremos filmando en directo. Conseguidme una buena nota.

Ness: Lo siento -le dijo a Mike-. ¿De dónde viene el avión? -preguntó a Joe mientras subían por la escalera a toda velocidad-.

Joe: De Londres. Nos irán dando el resto de la información por el camino. -Abrió la puerta y lo recibió un baldazo de agua torrencial. Su sudadera de los Chicago Bulls le quedó pegada al cuerpo. Por entre la tormenta gritó, mientras abría la puerta de la furgoneta-: Es un 747. Más de doscientos pasajeros. Falló la turbina izquierda, y hubo algún problema con el radar. Tal vez fue un rayo o algo por el estilo.

Como para subrayar sus palabras, un relámpago cruzó el cielo oscuro.

Ya empapada, Vanessa subió a la furgoneta.

Ness: ¿Cuál es la hora estimada de llegada del vuelo?

Por puro hábito, sintonizó la radio policial debajo del tablero.

Joe: No lo sé. Esperemos llegar allí antes que ellos. -Detestaba perderse una toma de la catástrofe. Aceleró y la miró. El brillo de sus ojos prometía un viaje a toda velocidad-. La ironía es esta, Ness. Zac Efron está a bordo del avión. Y el muy cabronazo fue el que transmitió la noticia.


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Britt es un poco mala
Vannessa es inocente y buena
Ya quiero saber que pasara con el reportaje del avión
Y el encuentro de zac efron

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