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domingo, 6 de enero de 2019

Capítulo 1


Chicago, 1990


«Cinco, cuatro, tres...»

Vanessa sonrió a la cámara desde su rincón del decorado de Noticias del mediodía.

Ness: Esta tarde, nuestro invitado es Jonathan Monroe, un autor local que acaba de publicar un libro titulado Lo mío es mío. -Tomó el delgado ejemplar de la mesilla redonda ubicada entre los sillones y lo inclinó hacia la cámara 2-. Jonathan, usted ha subtitulado su libro Sano egoísmo. ¿Qué lo llevó a escribir sobre un rasgo que la mayoría de la gente considera un defecto caracterológico?

Jonathan: Bueno, Vanessa -respondió y rió por lo bajo. Era un hombre pequeño con una sonrisa radiante, y traspiraba profusamente bajo las luces del estudio-. Yo quería lo mío.

Buena respuesta, pensó Vanessa. Pero debería esforzarse para conseguir que él se soltase.

Ness: ¿Y quién no, si vamos a eso? -dijo para tratar de que él se relajara con cierto sentido de camaradería-. Jonathan, usted dice en su libro que ese sano egoísmo es reprimido desde la cuna por los padres y las personas que cuidan al niño.

Jonathan: Exactamente.

La sonrisa congelada y brillante del hombre no varió, pero sus ojos se movían con pánico.

Vanessa cambió levemente de posición, apoyó la mano sobre la mano rígida del hombre, fuera del alcance de la cámara; sus ojos expresaban interés, el roce de su mano transmitía apoyo.

Ness: Usted sostiene que la exigencia de los adultos para que los chicos compartan sus juguetes establece un precedente poco natural. -Oprimió levemente su mano-. ¿No le parece que compartir es una forma elemental de cortesía?

Así, Vanessa logró que su invitado, entre vacilaciones y titubeos, perdiera su torpeza y timidez, y lo fue guiando a lo largo del bloque de tres minutos y quince segundos.

Ness: Esto ha sido Lo mío es mío, por Jonathan Monroe -dijo a la cámara-. Un libro que está en este momento en las librerías. Muchas gracias por acompañarnos en este programa, Jonathan.

Jonathan: Ha sido un placer. He de añadir que estoy trabajando en mi segundo libro, titulado Salga de mi camino, yo he llegado antes que usted. Es sobre la agresión sana.

Ness: Le deseo suerte con su siguiente obra. Volveremos dentro de un momento con el resto del Noticias del mediodía. -En el intervalo para la publicidad, Vanessa le sonrió a Jonathan-. Ha estado estupendo. Agradezco mucho que viniera a visitarnos.

Jonathan: Espero no haber hecho mal papel. -Apenas le sacaron el micrófono, Jonathan sacó un pañuelo para secarse la frente-. Es la primera vez que aparezco por televisión.

Ness: Ha estado espléndido. Creo que esto generará mucho interés local en su libro.

Jonathan: ¿En serio?

Ness: Sí. Por favor, ¿quiere autografiarme este ejemplar?

Radiante de nuevo, él lo hizo.

Jonathan: Esta mañana me hicieron una entrevista por radio. Y el tipo ni siquiera había leído la solapa del libro.

Vanessa tomó el libro autografiado y se puso de pie. Parte de su mente y casi toda su energía estaba ya en la mesa de las noticias, al otro lado del plató.

Ness: Es lamentable. Gracias de nuevo -dijo y le tendió la mano-. Espero que vuelva cuando salga su próximo libro.

Jonathan: Me encantaría.

Pero ya ella se había alejado entre la maraña de cables que cubría el suelo para ocupar su lugar detrás de la mesa en el plató de los informativos. Después de deslizar el libro bajo la mesa, se colocó el micrófono en la solapa de su traje rojo.

Roger: Otro chiflado -fue el comentario típico de Roger Crowell, quien compartía con ella la presentación de los informativos-.

Ness: Es un hombre muy agradable. 

Roger: A ti todos te parecen agradables. -Mientras sonreía, se miró en su espejo de mano y realizó un ajuste mínimo en el nudo de su corbata. Tenía una cara especial para las cámaras: un rostro maduro, fiable, con pelo rojizo lleno de canas en las sienes-. Sobre todo los chiflados.

Ness: Por eso te quiero tanto, Rog.

Eso produjo risas entre los cámaras. La respuesta de Roger fue interrumpida por una señal del realizador que indicaba que estaban por salir en antena. Mientras corría el teleprompter, Roger sonrió a la cámara y marcó el tono adecuado para un bloque sobre el nacimiento de dos tigres mellizos en el zoológico.

Roger: Eso es todo por hoy. No cambien de canal y podrán ver el interesante programa de cocina. Les ha hablado Roger Crowell.

Ness: Y Vanessa Hudgens. Hasta mañana. -Mientras la música de cierre le cosquilleaba en el auricular, Vanessa le sonrió a Roger-. Eres un blando. Tú mismo escribiste esa nota sobre los cachorros de tigre. Tenía tus huellas dactilares por todas partes.

Él se sonrojó un poco, pero le guiñó un ojo.

Roger: Solo les doy lo que ellos quieren, preciosa.

Jack: Bueno, hemos terminado -dijo el realizador y se desperezó-. El programa ha salido muy bien.

Ness: Gracias, Jack -dijo mientras se desprendía el micrófono de solapa-.

Roger: ¿No quieres almorzar conmigo?

Roger siempre estaba listo para comer, y contrarrestaba su amor por la comida con su entrenamiento físico. El ojo implacable de la cámara no permitía disimular los kilos de más.

Ness: No puedo. Me han asignado un trabajo.

Roger se puso de pie.

Roger: No me digas que es para el terror del estudio B.

Una chispa de fastidio nubló los ojos de Vanessa.

Ness: Está bien, entonces no te lo diré.

Roger: Mira, Ness -dijo después de ponérsele a la par en el extremo del set-. No te enfades conmigo.

Ness: Yo no he dicho eso.

Roger: Ni falta que hace. -Empujaron las puertas del estudio-. Estás enfadada, se te nota. Te aparece una arruga entre las cejas. Mira. -Y la arrastró hacia la sala de maquillaje. Después de encender las luces, se paró detrás de ella, las manos sobre sus hombros, mientras enfrentaban el espejo-. ¿Ves? Todavía la tienes.

Ella se apartó con una sonrisa.

Ness: Yo no veo nada.

Roger: Entonces déjame que te diga lo que yo veo. La vecina con la que todos soñamos. Un sexo sutil y saludable. -Cuando ella lo miró con severidad, él solo sonrió-. Eso es lo que se ve. Unos enormes ojos confiados. Cualidades nada despreciables para la presentadora de un noticiero de televisión.

Ness: ¿Y qué me dices de la inteligencia? -saltó-. La buena redacción, la valentía.

Roger: Hablamos de elementos visuales. Mira, mi compañera anterior era una muñeca. Puro pelo cardado y dientes relucientes. Le preocupaban más sus pestañas que su trabajo.

Ness: Y ahora lee las noticias en el canal 2 de Los Ángeles. -Sabía cómo funcionaba el negocio. Vaya si lo sabía. Pero no tenía por qué gustarle-. Se rumorea que la están preparando para trabajar en cadena.

Roger: De eso se trata. Personalmente, aprecio tener como compañera a una mujer inteligente, pero no olvidemos lo que somos.

Ness: Creí que éramos periodistas.

Roger: Periodistas de televisión. Tú tienes una cara que fue hecha para las cámaras, y dice todo lo que estás pensando y sintiendo. El único problema es que te pasa lo mismo cuando no estás delante de una cámara, y eso te hace vulnerable. Una mujer como Brittany se desayuna a las chicas campesinas como tú.

Ness: Yo no soy una campesina.

Roger: Da lo mismo. ¿Quién es tu compañero, Ness?

Ella suspiró y puso los ojos en blanco.

Ness: Tú, Roger.

Roger: Cuídate las espaldas con Brittany.

Ness: Mira, ya sé que tiene fama de temperamental...

Roger: La fama que tiene es de ser una hija de puta.

Vanessa se apartó de Roger, y comenzó a quitarse el maquillaje. No le gustaba que quienes trabajaban con ella compitieran entre sí ni verse obligada a tomar partido. Ya era bastante difícil hacer malabarismos con sus responsabilidades en la sala de redacción y en el estudio y, al mismo tiempo, cumplir con los favores que le hacía a Brittany. Después de todo, eran solo favores, que realizaba en su tiempo libre. 

Ness: Lo único que sé es que conmigo ha sido muy bondadosa. Le gustó mi trabajo en Noticias del mediodía y el bloque El rincón de Vanessa, y se ofreció a ayudarme a refinar mi estilo.

Roger: Te está usando.

Ness: Me está enseñando -corrigió mientras arrojaba a la papelera los algodones con el resto del maquillaje. Sus movimientos eran rápidos y precisos, y acertó en el centro del cesto-. Por alguna razón, el de Brittany es el programa de entrevistas de mayor audiencia. Me habría tomado años aprender los secretos de esta profesión, y ella me los enseñó en pocos meses.

Roger: ¿Y de veras crees que compartirá contigo un pedazo de la tarta?

Vanessa calló un momento porque, desde luego, quería un trozo de la tarta. Un trozo bien grande. Un sano egoísmo, pensó y rió para sí.

Ness: Bueno, yo no estoy compitiendo con ella.

Roger: Todavía no.

Pero él estaba seguro de que lo haría. Lo sorprendió que Brittany no hubiera detectado la ambición que se ocultaba detrás de los ojos de Vanessa. El ego suele enceguecer a la gente, pensó. Él tenía motivos para saberlo.

Roger: Acepta el consejo de un amigo. No le proporciones munición. -Observó de nuevo a Vanessa mientras ella se maquillaba para salir a la calle. Tal vez fuera ingenua, pensó, pero también era obstinada. Se le notaba en la boca, en el ángulo del mentón-. Todavía tengo que ocuparme de una filmación. Nos veremos mañana.

Cuando quedó a solas, Vanessa dio unos golpecitos con el lápiz delineador contra la mesa de maquillaje. No descartaba todo lo que había dicho Roger. Precisamente porque Brittany era una perfeccionista y exigía -y recibía lo mejor para su programa-, tenía fama de ser una mujer cruel. Y, por cierto, eso le daba sus frutos. Después de seis años de ser emitido en muchos canales, El programa de Brittany ocupaba el primer lugar desde hacía más de tres.

Y puesto que El programa de Brittany y Noticias del mediodía se grababan en los estudios de la CBC, Brittany había podido ejercer cierta presión para que Vanessa tuviera más tiempo libre.

También era cierto que Brittany había sido siempre muy buena con Vanessa: le ofreció su amistad y le demostró una disposición a compartir que no era común en el mundo altamente competitivo de la televisión.

¿Era ingenuo confiar en esa bondad? Vanessa no lo creía. Pero tampoco era tan tonta como para pensar que la bondad siempre era recompensada.

Pensativa, se cepilló el pelo negro que le llegaba a los hombros. Sin el maquillaje exagerado, necesario para las luces del estudio y las cámaras, su piel era delicada y bronceada, a juego con el color oscuro de su pelo y de sus ojos marrones. Para acentuarlo más, se pintó los labios con un lápiz rosa fuerte.

Satisfecha, se lo recogió hacia atrás en una coleta.

Jamás fue su intención competir con Brittany. Aunque confiaba en utilizar todo lo aprendido para adelantar en su propia carrera, lo que quería era tener, algún día, un programa que se emitiera en la red. Y no era totalmente imposible que deseara expandir su bloque semanal de El rincón de Vanessa dentro de los informativos del mediodía, y convertirlo en un programa de entrevistas propio, transmitido por muchos canales. Ni siquiera eso significaría competir con Brittany, la reina del mercado.

La década de los noventa estaba abierta a toda clase de estilos y programas. Si ella tenía éxito, sería porque había aprendido de la personalidad más importante en ese campo. Siempre le estaría agradecida a Brittany por ello.


Britt: Si ese hijo de puta cree que me daré por vencida, le espera una sorpresa bien desagradable -fulminó con la mirada la imagen de su productor que se reflejaba en el espejo de su camerino-. Aceptó venir al programa para promocionar su nuevo álbum. Una cosa por la otra, Drew. Le estamos dando publicidad en todo el país, así que juro que responderá a algunas preguntas sobre las acusaciones de evasión de impuestos que pesan sobre él.

Drew: Él no dijo que no las contestaría, Brittany. -El dolor de cabeza que Drew Seeley sentía detrás de los ojos todavía era lo suficientemente leve para que tuviera esperanzas de que pasara-. Solo dijo que no podría mostrarse muy concreto en ese tema mientras la causa esté en curso, y que preferiría que te centraras en su carrera.

Britt: Yo no estaría aquí si permitiera que un invitado llevara las riendas del programa, ¿no? -De nuevo lanzó algunas imprecaciones y luego desplazó la silla para regañar a la peinadora-. Si vuelves a tirarme del pelo, querida, tu próximo trabajo consistirá en levantar rulos del suelo con los dientes.

Peinadora: Lo siento, señorita Snow, pero tiene el pelo muy corto y... 

Britt: Limítate a cumplir tu tarea.

Brittany observó una vez más su propia imagen y lentamente fue distendiendo las facciones. Sabía lo importante que era relajar los músculos faciales antes de un programa, no importa la cantidad de adrenalina que el cuerpo liberara. La cámara detectaba cada línea y cada arruga como una vieja amiga con la que una mujer se reúne para almorzar. Así que respiró hondo y cerró los ojos un momento para que su productor se callara. Cuando volvió a abrirlos, los tenía despejados, de un azul intenso y rodeados de pestañas sedosas.

Sonrió cuando la peinadora le llevó el pelo hacia atrás y arriba y convirtió su cabellera en un halo dorado. Brittany decidió que ese peinado le quedaba bien. Era sofisticado pero no agresivo. Elegante pero no estudiado. Verificó el efecto desde todos los ángulos antes de dar su aprobación.

Britt: Me gusta mucho, Marcie -dijo, y le dedicó una sonrisa de alto voltaje que la hizo olvidar la regañina previa-. Me siento diez años más joven.

Marcie: Está preciosa, señorita Snow.

Britt: Gracias a ti. -Distendida y satisfecha, jugueteó con el collar de perlas que le rodeaba el cuello-. ¿Y cómo anda el nuevo hombre de tu vida, Marcie? ¿Te trata bien?

Marcie: Es una maravilla -respondió con una sonrisa, mientras pulverizaba laca en el peinado de Brittany-. Creo que decididamente es el hombre de mi vida.

Britt: Me alegro por ti. Si se porta mal, no tienes más que decírmelo -le guiñó un ojo-. Yo lo pondré en vereda.

Marcie rió y comenzó a alejarse.

Marcie: Gracias, señorita Snow. Buena suerte esta mañana.

Brittany se dirigió a su productor.

Britt: Mira, Drew, no tienes que preocuparte por nada. Solo atiende a nuestro invitado hasta que salga en antena. Yo me ocuparé del resto.

Drew: Él quiere que le des tu palabra, Brittany.

Britt: Querido, dale lo que él quiera -se echó a reír, cosa que no hizo sino aumentar el dolor de cabeza de Drew-. No seas pesado.

Se inclinó para coger un cigarrillo del paquete de Virginia Slims que había sobre el tocador. Lo encendió con un encendedor de oro con monograma, un regalo de su segundo marido, y exhaló una suave bocanada de humo.

Drew se está ablandando, pensó, tanto personal como profesionalmente. Aunque usaba traje y corbata, tal como ella exigía, tenía los hombros caídos, como arrastrados por el peso de su vientre en expansión. Ya no tenía tanto pelo como antes, pero sí muchas canas. Su programa era famoso por su energía y ritmo veloz, de modo que a Brittany no le hacía ninguna gracia que su productor tuviera el aspecto de un viejo gordo.

Britt: Después de todos estos años, Drew, creo que deberías confiar en mí.

Drew: Brittany, si atacas a Deke Barrow, harás que nos resulte difícil conseguir que otras celebridades vengan al programa.

Britt: No digas tonterías. Se mueren por que yo los invite. Quieren que promocione sus películas y sus libros y sus grabaciones, y también sus vidas amorosas. Me necesitan, Drew, porque saben que todos los días millones de personas siguen mi programa. -Le sonrió al espejo, y el rostro que le devolvió esa sonrisa era hermoso, compuesto, perfecto-. Y también me siguen a mí.

Drew trabajaba con Brittany desde hacía más de cinco años y sabía exactamente cómo manejar una discusión. Optó por la adulación.

Drew: Nadie lo niega, Brittany. Tú eres el programa. Es solo que me parece que deberías tratar a Deke con cautela. Hace mucho que es una estrella de la música country, y este regreso suyo tiene mucho de sentimental.

Britt: Déjamelo a mí -sonrió detrás de una nube de humo-. Me mostraré muy sentimental con Deke.

Tomó las tarjetas con anotaciones que Vanessa había terminado de organizar a las siete de la mañana.

Era un gesto de despedida que hizo que Drew sacudiera la cabeza. La sonrisa de Brittany se ensanchó mientras repasaba las notas. Esa muchacha es valiosa, pensó, muy eficiente y concienzuda.

Muy útil.

Brittany le dio otra lenta calada al cigarrillo antes de aplastarlo en el pesado cenicero de cristal de su tocador. Como siempre, cada pote, cada cepillo, cada tubo, estaba alineado en un orden meticuloso. Había un florero con dos docenas de rosas rojas, que lo renovaban cada mañana, y una pequeña fuente de pastillas multicolores con sabor a menta, que a Brittany le encantaban.

Le fascinaba la rutina, controlar todo lo que la rodeaba, incluyendo a la gente. Todos tenían su lugar.

Y disfrutaba del hecho de poder darle uno a Vanessa Hudgens. 

A algunos podría haberles parecido extraño que una mujer que se acercaba a los cuarenta años, una mujer vanidosa, hubiera tomado como protegida a una mujer más joven y bonita. Pero Brittany había sido una mujer bonita que, con el tiempo, la experiencia y la ilusión, se había convenido en hermosa. No le temía a la edad. No en un mundo donde era tan fácil combatirla.

Quería tener a Vanessa cerca por su físico, por su talento, por su juventud. Pero, sobre todo, porque el poder intuye y detecta el poder.

Y por la sencilla razón de que la muchacha le caía bien.

Sí, podía ofrecerle a Vanessa consejos, críticas cordiales, cierta dosis de elogios y, tal vez a su tiempo, un puesto de cierta importancia. Pero no tenía intenciones de permitir que alguien que ella ya intuía sería una competidora potencial se alejara de su lado. Nadie abandonaba a Brittany Snow.

Sus dos ex maridos lo sabían. Y ellos no habían sido los que la abandonaron: ella los había echado de su lado.

Ness: ¿Brittany?

Britt: Vanessa -le tendió la mano a modo de bienvenida-. Estaba pensando en ti. Tus notas son una maravilla y me serán de gran ayuda en el programa.

Ness: Me alegro de poder cooperar. -jugueteó con su gargantilla, un síntoma de vacilación que debía aprender a controlar-. Brittany, me da un poco de vergüenza pedirle esto, pero mi madre admira muchísimo a Deke Barrow.

Britt: Y quieres que le pida un autógrafo.

Con una sonrisa tímida y fugaz, Vanessa sacó a relucir el disco compacto que sostenía a la espalda.

Ness: Le encantaría que le autografiara este disco.

Britt: Déjalo de mi cuenta. Recuérdame cómo se llama tu madre, Ness.

Ness: Marilyn. No sabe cuánto se lo agradezco, Brittany.

Britt: Encantada de hacer algo por ti, querida. -Aguardó un instante antes de seguir hablando. Su sentido del tiempo, los silencios y la oportunidad siempre había sido perfecto-. Ah, hay un pequeño favor que podrías hacerme.

Ness: Por supuesto.

Britt: ¿Podrías reservarme una mesa para dos en La Fontaine, para esta noche a las siete y media? Realmente no tengo tiempo para hacerlo yo misma y olvidé pedírselo a mi secretaria.

Ness: Muy bien. -sacó una libreta del bolsillo para anotarlo-.

Britt: Eres un tesoro, Vanessa -se paró frente a un espejo de cuerpo entero para echarle un último vistazo a su traje azul pálido-. ¿Qué te parece este color? ¿No es demasiado tenue?

Como sabía que a Brittany le importaban todos los detalles del programa, desde la investigación hasta el calzado adecuado, Vanessa la calibró con atención. La suave caída de la tela armonizaba maravillosamente bien con la figura firme y curvilínea de Brittany.

Ness: Lo encuentro delicadamente femenino.

La tensión desapareció de los hombros de Brittany.

Britt: Entonces es perfecto. ¿Te quedas para la grabación?

Ness: No puedo. Todavía tengo que pasar en limpio mis papeles para las Noticias de mediodía.

Britt: Oh. -El fastidio salió a relucir fugazmente-. Espero que el hecho de echarme una mano no haya retrasado tu trabajo.

Ness: El día tiene veinticuatro horas. Y me gusta usarlas todas. Bueno, será mejor que me vaya.

Britt. Adiós, querida.

Vanessa salió del camerino. En el edificio, todos sabían que Brittany insistía en estar sola los últimos diez minutos antes de la iniciación del programa. Se suponía que utilizaba ese tiempo para repasar sus notas pero, por supuesto, nada de eso era cierto; estaba perfectamente preparada. Pero prefería que los demás creyeran que seguía estudiando la información. O, incluso, que imaginaran que tomaba un sorbo de coñac de la botella que tenía en el tocador.

Pero no tocaba la bebida. La necesidad de tenerla allí, al alcance de su mano, le aterraba tanto como la tranquilizaba.

Ella prefería que los demás pensaran cualquier cosa, con tal que no supieran la verdad.

Brittany Snow pasaba esos últimos momentos solitarios, antes de cada grabación, sumida en un ataque tembloroso de pánico. Ella, una mujer que transmitía una imagen de seguridad total en sí misma; ella, una mujer que había entrevistado a presidentes, miembros de la realeza, asesinos y millonarios, sucumbía, como siempre le ocurría, a un violento ataque de miedo ante las cámaras y el público. 

Cientos de horas de terapia no habían podido aliviar los temblores, los sudores, las náuseas. Impotente frente a lo que le ocurría, se dejó caer en su sillón. El espejo reflejaba por triplicado la imagen de una mujer perfecta, impecable, de aspecto inmaculado; pero en sus ojos se adivinaba el terror que sentía.

Se llevó las manos a las sienes. Ese día se equivocaría, y todos detectarían en su voz el acento rústico de Arkansas. Verían a la chiquilla no deseada ni querida por sus padres, quienes preferían las imágenes fluctuantes del pequeño televisor Philco a la hija de su propia sangre. La pequeña, que había deseado con tanta desesperación que le prestaran atención, se imaginaba dentro de ese televisor para que su madre pudiera fijar en ella, aunque solo fuera por una vez, sus ojos de mirada extraviada y ebria. Todos verían a la chiquilla con ropa de segunda mano y zapatos de otro número, que había estudiado tanto para alcanzar calificaciones pasables en la escuela. Verían que ella no era nada, no era nadie, una estafa, que había logrado abrirse paso en la televisión a fuerza de trampas, como su padre. Y se reirían de ella. O, aún peor, cambiarían de canal.

El golpe a la puerta la sobresaltó.

**: Estamos listos, Brittany.

Hizo una inspiración profunda, y luego otra.

Britt: Ya voy.

Su voz sonó perfectamente normal. Era un genio para la simulación. Observó su reflejo y vio cómo el pánico iba desapareciendo de sus ojos.

No fracasaría. Jamás se reirían de ella ni la pasarían por alto. Y nadie vería nada que ella no permitiera ver. Se puso de pie y salió del camerino hacia el corredor.

Todavía tenía que ver a su invitado, pero pasó junto al camerino sin pestañear siquiera. Jamás hablaba con un invitado antes de que comenzara la grabación.

Su productor se ocupaba de preparar al público presente en el estudio. Se oía un murmullo nervioso entre los afortunados que habían conseguido pases para la grabación. Marcie, sobre sus tacones de diez centímetros, corrió para una verificación de último momento del peinado y el maquillaje. Un colaborador en la investigación periodística le pasó unas tarjetas más. Brittany no habló con ninguna de esas personas.

Cuando apareció en el escenario, el murmullo estalló en aplausos entusiastas.

Britt: Buenos días -tomó asiento y dejó que los aplausos continuaran mientras le colocaban el micrófono-. Espero que todos estén listos para este gran programa. -Paseó la vista por el público y quedó satisfecha con el aspecto del grupo: era una buena mezcla de edades, sexos y razas... algo visualmente importante para el movimiento de las cámaras-. ¿Alguno de ustedes es admirador de Deke Barrow?

Se echó a reír cuando estalló una nueva salva de aplausos.

Britt: Yo también -dijo, aunque en realidad detestaba la música country en todas sus formas-. Así pues, nos espera un programa muy agradable.

Asintió, se reclinó en su asiento, las piernas cruzadas, las manos entrelazadas con los codos en los apoyabrazos del sillón. La luz roja de la cámara se encendió. La música de apertura resonó.

Britt: Los mañanas perdidos, Esa muchacha de ojos verdes y Un corazón salvaje son solo algunos de los éxitos que han convertido al invitado de hoy en una leyenda. Él ha sido parte de la historia de la música country durante más de veinticinco años, y su más reciente álbum, Perdido en Nashville, no hace más que ascender en la lista de éxitos. Por favor, únanse a mí para darle una calurosa bienvenida a Deke Barrow.

Los aplausos volvieron a estallar cuando Deke apareció en el escenario. Deke, un hombre corpulento, con canas en las sienes que asomaban debajo de su sombrero Stetson de fieltro negro, sonrió al público antes de estrechar la mano a Brittany. Ella se hizo a un lado para permitirle disfrutar del momento y saludar llevándose la mano al sombrero.

Con el aspecto de sentirse feliz, Brittany comenzó a aplaudirlo tanto como lo hacía el público de pie. Cuando termine el programa, pensó, Deke saldrá de este escenario tambaleándose, y ni siquiera sabrá qué lo golpeó.


Brittany esperó hasta la segunda mitad del programa para asestar su golpe. Como buena anfitriona, había lisonjeado a su invitado, escuchado atentamente sus anécdotas, reído con sus chistes. Deke se sentía halagado por tantos elogios, mientras Brittany permitía que sus admiradores pudieran hacerle preguntas. Ella aguardaba, astuta como una cobra.

**: Deke, quisiera saber si en tu gira pasarás por Danville, Kentucky. Nací allí -dijo una pelirroja que comenzaba a sonrojarse-.

Deke: Bueno, en este momento no puedo precisarlo. Pero estaremos en Louisville el 17 de junio. Avisa a tus amigos. 

Britt: Tu gira con Perdido en Nashville te tendrá en la carretera durante meses -comenzó-. Será una época bastante dura, ¿verdad?

Deke: Bueno, más dura de lo que solía ser -respondió y guiñó el ojo-. Ya no tengo veinte años. Pero debo reconocer que me encanta. Cantar en un estudio de grabación no puede compararse con lo que se siente frente al público.

Britt: Y la gira ha sido todo un éxito hasta ahora. Entonces, ¿no es verdad el rumor de que tal vez tengas que interrumpirla debido a tus problemas con Hacienda?

La sonrisa se fue desdibujando del rostro de Deke.

Deke: De ninguna manera. Continuaremos hasta terminarla.

Britt: Me siento portavoz de todos los presentes cuando te digo que tienes todo nuestro apoyo en esta cuestión. Evasión tributaria -puso los ojos en blanco en señal de incredulidad-. Quieren hacerte aparecer como un Al Capone.

Deke: Realmente no puedo hablar de ese tema -movió sus botas y tironeó su corbatín-. Pero nadie lo llama evasión tributaria.

Britt: Caramba -abrió más los ojos-. Lo lamento. ¿Cómo lo llaman?

Él se movió con incomodidad en el sillón.

Deke: Bueno, es un desacuerdo con respecto a impuestos anteriores.

Britt: «Desacuerdo» es una palabra muy suave. Me doy cuenta de que no puedes hablar de esto mientras prosigue la investigación, pero creo que es una atrocidad. Un hombre como tú, que ha hecho felices a millones de personas a lo largo de dos generaciones, tener que enfrentarse a una posible ruina financiera porque sus libros no estaban en perfecto orden...

Deke: No es tan malo como parece...

Britt: Pero has tenido que poner en venta tu casa de Nashville. -Su voz trasuntaba comprensión, lo mismo que sus ojos-. Creo que el país que has celebrado con tu música debería mostrar más comprensión, más gratitud. ¿No opinas lo mismo?

Brittany había oprimido el botón justo.

Deke: Pues parece que los de Hacienda no tienen mucho que ver con el país al que le he cantado durante veinticinco años. -Su boca se estrechó, sus ojos se endurecieron-. En lo único en que se fijan es en el signo del dólar. No piensan en lo mucho que un hombre ha tenido que trabajar. En lo mucho que suda para convertirse en alguien. Solo lo van troceando hasta que casi todo lo que uno tiene es de ellos. Convierten a hombres honestos en mentirosos y estafadores.

Britt: No estarás diciendo que falseaste tu declaración de impuestos, ¿verdad, Deke? -Y le sonrió con aire inocente mientras él se quedaba paralizado-. Volveremos en un momento -le dijo a la cámara y esperó a que la luz roja se apagara-. Estoy segura de que la mayoría de nosotros hemos sido esquilmados por Hacienda, Deke. -Le dio la espalda y levantó las manos-. Todos lo apoyamos, ¿no es así, público?

Los presentes estallaron en aplausos y vivas, pero no lograron borrar la expresión de horrible incredulidad de Deke.

Deke: No puedo hablar de ese tema -logró decir-. ¿Puedo tomar un poco de agua?

Britt: Pasaremos a otro tema, no te preocupes. Tendremos tiempo para algunas preguntas más -se volvió hacia su público mientras un asistente corría en busca de un vaso de agua para Deke-. Estoy segura de que Deke nos agradecerá que evitemos toda mención adicional a este tema tan doloroso. Brindémosle muchos aplausos cuando termine la publicidad. También le daremos a Deke tiempo para recuperarse.

Después de este despliegue de apoyo y comprensión, miró otra vez a la cámara.

Britt: De nuevo están en El programa de Brittany. Tenemos tiempo para un par de preguntas más, pero a petición de Deke evitaremos toda mención adicional sobre su situación tributaria, ya que no tiene libertad para defenderse mientras su causa judicial esté pendiente de sentencia definitiva.

Y, desde luego, cuando cerró el programa unos minutos después, ese fue el tema que quedó grabado en la mente de los espectadores.

Brittany se acercó a Deke.

Britt: Un programa magnífico -dijo, y estrechó la mano floja de él en un fuerte apretón-. Muchísimas gracias por venir. Y le deseo el mejor de los éxitos.

Deke: Gracias.

Aturdido, él comenzó a firmar autógrafos hasta que el asistente de producción lo condujo fuera del escenario.

Britt: Conseguidme una cinta -ordenó al caminar de vuelta a su camerino-. Quiero ver el último bloque.

Se acercó al espejo y sonrió a su propio reflejo.


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Muy interesante
Ya quiero saber mas
Saludos!!!

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