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martes, 15 de enero de 2019

Capítulo 4


Estar sentado en la cabina delantera de ese accidentado 747 era como montar un potro con indigestión. El avión corcoveaba, se sacudía y se estremecía como si tratara de deshacerse de sus pasajeros. Algunos de estos rezaban, otros lloraban y otros tenían las caras apretadas contra los cojines, demasiado débiles para hacer otra cosa que gemir.

A Zac Efron no se le ocurrió rezar. A su manera, era religioso. Podía, si sentía la necesidad, rezar el acto de contrición, tal como lo había hecho de niño durante aquellas sesiones sombrías en el confesionario. Pero ahora la expiación no encabezaba su lista de prioridades.

El tiempo se estaba acabando... para la batería de su ordenador portátil. Pronto tendría que cambiarlo por su grabadora. Zac prefería mil veces realizar un reportaje escrito a medida que las palabras fluían de su mente a sus dedos.

Miró por la ventanilla. El cielo negro explotaba una y otra vez con relámpagos. Como lanzas de los dioses... no, esa era una frase demasiado cursi y la tachó. Un campo de batalla; la naturaleza contra la tecnología. Los sonidos eran parecidos a los de una guerra. Las oraciones, el llanto, los gemidos, las ocasionales risas histéricas. Las había oído antes en las trincheras. Y el eco del bramido de los truenos que sacudía el avión como si fuera un juguete.

Utilizó los últimos momentos de la batería que se agotaba para desarrollar ese punto de vista.

Cuando terminó, colocó el disquete y el ordenador en su estuche de metal. Tenía que confiar en lo mejor, pensó mientras sacaba su mini grabadora del maletín. Con frecuencia había presenciado los despojos de una catástrofe aérea y sabía que lo que sobrevivía era por pura suerte.

Zac: Hoy es 5 de mayo, y son las 19.02, hora central -recitó al micrófono-. Estamos a bordo del vuelo 1129 que se acerca a O'Hare, aunque es imposible ver ninguna luz a través de la tormenta. Un rayo cayó sobre la turbina de estribor hace unos veinte minutos. Y por lo que he podido sonsacarle a la azafata de primera clase, hay también algún problema con el radar, posiblemente a causa de la tormenta. A bordo viajan doscientos cincuenta y dos pasajeros y doce tripulantes.

**: Usted está loco. -El hombre sentado junto a Zac levantó por fin la cabeza de entre las rodillas. Su cara, bajo una pátina de sudor, estaba verdosa. Su elegante acento británico se veía bastante empañado por una combinación de whisky y terror-. Podríamos estar muertos dentro de unos minutos y a usted no se le ocurre nada mejor que hablarle a un maldito aparato.

Zac: También es posible que dentro de unos minutos estemos vivos. En cualquier caso, es noticia -extrajo un pañuelo del bolsillo de sus tejanos-. Tenga.

**: Gracias. -El inglés se secó la cara. Cuando el avión volvió a estremecerse, apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento y cerró los ojos-. En lugar de sangre, por sus venas debe de correr agua helada.

Zac se limitó a sonreír. Su sangre no era helada: era caliente, casi hirviente, pero no tenía sentido tratar de explicárselo a un lego. No era que no tuviera miedo, o que fuera particularmente fatalista. Pero sí poseía esa visión especial que solo tienen los periodistas. Tenía su grabadora, su bloc, su ordenador. Eran escudos que daban cierta ilusión de indestructibilidad.

¿Por qué, si no, un cámara seguía filmando cuando alrededor de él volaban los proyectiles? ¿Por qué un periodista ponía un micrófono delante de la cara a un psicópata, o corría hacia un edificio donde se suponía había una bomba, en lugar de huir por piernas? Porque estaba cegado por los escudos del cuarto poder. O quizá, pensó Zac con una sonrisa, sencillamente porque estaban chiflados.

Se movió en su asiento y apuntó la grabadora al inglés.

Zac: ¿Quiere protagonizar mi última entrevista?

El hombre abrió de par en par sus ojos enrojecidos para encontrarse con un individuo solo unos años menor que él, de tez clara oscurecida por una barba incipiente un poco más oscura que la maraña de pelo castaño que rozaba el cuello de una cazadora de cuero. Sus facciones definidas y angulosas se veían suavizadas por una boca grande y sonriente que revelaba un diente torcido. La sonrisa producía hoyuelos que deberían suavizar el rostro, pero sin embargo le conferían más fuerza.

Pero fueron sus ojos los que llamaron la atención a aquel pasajero. En ese momento eran azul oscuro, nebuloso, como un lago moteado por la bruma, y estaban llenos de diversión y temeridad.

Zac: ¿Es su primer viaje a Estados Unidos?

**: Por Dios, sí que está loco. -Pero parte de su miedo comenzaba a diluirse-. No. Hago este trayecto dos veces por año.

Zac: ¿Qué es lo primero que piensa hacer si aterrizamos sanos y salvos?

**: Llamar a mi esposa. Tuvimos una pelea antes de mi partida. Por una tontería. -Volvió a secarse la cara-. Quiero hablar con mi esposa y mis hijos.

El avión perdió altitud. Se oyeron gritos y sollozos.

«Damas y caballeros -chirrió la megafonía-, por favor permanezcan en sus asientos, con los cinturones de seguridad ajustados. Dentro de un momento aterrizaremos. Por su propia seguridad, por favor pongan la cabeza entre las rodillas y cójanse fuertemente los tobillos. Apenas aterricemos, iniciaremos la evacuación de emergencia.»

O nos recogerán de la pista con palas, pensó Zac. La visión de la catástrofe del vuelo 103 de la Pan Am en Escocia cruzó por su mente. Recordaba demasiado bien aquello, lo que había visto y olido, lo que había sentido cuando transmitió ese informe.

Se preguntó quién se pondría frente a los restos metálicos retorcidos y humeantes y le contaría al mundo el destino del vuelo 1129.

Zac: ¿Cómo se llama su esposa?

**: Anna.

Zac: ¿Y sus hijos?

**: Brad y Susan. Oh Dios, no quiero morir...

Zac: Piense en Anna, Brad y Susan. Métaselos en la cabeza. Eso le ayudará.

Con serenidad, estudió la cruz céltica que llevaba debajo del suéter y se balanceaba en la cadenilla.

También él tenía personas en quienes pensar. Cerró la mano alrededor de la cruz y la apretó.

Zac: Son las 19.09, hora central. El piloto inicia el descenso.


Ness: ¿Puedes verlo, Joe? ¿Alcanzas a verlo?

Joe: No veo absolutamente nada con esta maldita lluvia. -Entrecerró los ojos y levantó la cámara. La lluvia resbalaba por la visera de su gorra de béisbol y caía en cascada delante de su cara-. No puedo creer que todavía no hayan llegado otros equipos de televisión. Típico de Zac hacer el reportaje y avisarnos para que podamos tener la exclusiva.

Ness: A estas alturas, creo que ya todos se habrán enterado. -Esforzándose por ver a través de la oscuridad, Vanessa se apartó de la cara un mechón empapado. Con las luces de la pista, la lluvia parecía una andanada de balas de plata-. No estaremos solos mucho tiempo. Espero que estemos en lo cierto con respecto a que usarán esta pista.

Joe: Estamos en lo cierto. Espera. ¿Has oído eso? No creo que hayan sido truenos.

Ness: No, sonaba como... ¡allí! -saltó y señaló con un dedo hacia el cielo-. Mira. Ha de ser el avión.

Las luces de posición eran apenas visibles en medio de esa lluvia torrencial. Se oyó el rugido de una máquina, y a continuación la sirena de los vehículos de emergencia. A Vanessa se le apretó el estómago.

Ness: ¿Benny? ¿Estás filmando? -Levantó la voz y quedó satisfecha al oír la voz de su productor por los auriculares-. En este momento está bajando. -Asintió en dirección a Joe-. Estamos listos. Emitiremos en directo -avisó a Joe, y permaneció en pie de espaldas a la pista de aterrizaje-. Tómame primero a mí, después sigue hasta tener el avión. Quédate con el avión. Ellos nos tienen a nosotros -murmuró, mientras oía el caos de la sala de control por los auriculares-.

Esperó hasta escuchar la introducción del presentador.

Ness: Acabamos de avistar las luces del vuelo 1129. Como pueden ver, la tormenta se ha vuelto muy violenta, y las ráfagas de lluvia barren las pistas de aterrizaje. Las autoridades del aeropuerto se han negado a comentar la naturaleza exacta del problema del vuelo 1129, pero los vehículos de emergencia ya están preparados.

**: ¿Qué alcanzas a ver, Vanessa? -preguntó el presentador de los informativos desde su mesa en el plató-.

Ness: Las luces, y podemos oír el motor a medida que el avión desciende. -Giró al ver que Joe enfocaba la cámara hacia el cielo-. ¡Allí está! -La aeronave resultó visible al resplandor de un relámpago; parecía un misil de plata que se precipitaba a tierra-. A bordo del vuelo 1119 hay 164 personas, entre pasajeros y tripulantes -gritó por sobre el fragor de la tormenta, los motores y las sirenas-. También está Zac Efron, el corresponsal de la CBC que vuelve a Chicago desde su puesto en Londres. Por favor, Dios -murmuró, y después se quedó en silencio para permitir que las imágenes contaran la historia mientras el avión comenzaba a verse con claridad-.

Fue como un parto. Se imaginó dentro del avión mientras el piloto luchaba para mantener el morro levantado y nivelado. El ruido debía de ser ensordecedor.

Ness: Casi -susurró, mientras se olvidaba de la cámara, del micrófono y los telespectadores, y mantenía la vista fila en el avión-.

Vio bajar el tren de aterrizaje, y después el logo rojo blanco y azul de la compañía aérea en el fuselaje.

En sus oídos había solamente estática.

Ness: No puedo oírte, Martin. Mantente listo.

Contuvo el aliento cuando las ruedas tocaron la pista, chirriaron y rebotaron. Siguió conteniéndolo cuando el avión se deslizó hacia un lado, se ladeó y avanzó por la pista seguido por las luces destellantes de los vehículos de emergencia.

Ness: Está resbalando -dijo en voz alta-. Hay humo. Veo lo que parece humo debajo del ala izquierda. Oigo el chirrido de los frenos y que la velocidad va disminuyendo. Sí, ahora avanza más despacio, pero hay problemas para controlarlo.

Un ala bajó, rozó contra la pista y lanzó una lluvia de chispas. Vanessa las vio chisporrotear y apagarse, y que el avión viraba bruscamente. Luego, con un golpe estremecedor, se detuvo y quedó en posición sesgada en la pista.

Ness: Ha descendido. El vuelo 1119 está en tierra.

Martin: Vanessa, ¿puedes evaluar los daños?

Ness: No desde aquí. Solo el humo en el ala izquierda, que corrobora nuestros informes extraoficiales de algún fallo en la turbina izquierda. Los equipos de emergencia están anegando el área con espuma. Las ambulancias están preparadas. Las escotillas se abren, Martin. Sale el tobogán para evacuación de emergencia. Sí, ya los veo. Los primeros pasajeros están siendo evacuados.

**: Acércate -le ordenó el productor-. Cortamos de vuelta a Martin para darte tiempo de acercarte más.

Ness: Nos acercaremos y les proporcionaremos más informaciones sobre el vuelo 1129, que acaba de aterrizar en O'Hare. Vanessa Hudgens, de la CBC, Chicago.

**: ¡Ya no estás en el aire! -le gritó el productor-. Vamos, acércate.

Joe: ¡Dios, menudas tomas! -La excitación hizo que su voz subiera una octava-. Son para un premio Emmy.

Ella lo miró con furia, pero estaba demasiado acostumbrada al estilo del cámara como para hacer un comentario al respecto.

Ness: Vamos, Joe. Tratemos de conseguir algunas entrevistas.

Corrieron hacia la pista mientras los pasajeros se deslizaban por el tobogán de emergencia para caer en brazos de operarios del servicio de salvamento. Cuando los dos llegaron al amontonamiento de vehículos y se prepararon para emitir, ya había media docena de personas evacuadas, sanas y salvas. Una mujer lloraba sentada en el suelo. Con la obstinación de un hombre de prensa, Joe comenzó a filmarla.

Ness: Benny, estamos en la escena. ¿Nos recibes bien?

Benny: Sí. Son muy buenas tomas. Volveréis a antena. Consígueme un pasajero. Consígueme...

Joe: ¡Efron! ¡Eh, Zac Efron!

Vanessa giró la cabeza a tiempo para ver a Zac deslizarse a tierra. Al oír que lo nombraban, también él giró la cabeza. Con los ojos entrecerrados contra la lluvia torrencial, consiguió distinguir la cámara. Y sonrió.

Aterrizó con facilidad, pese al maletín metálico que apretaba contra su pecho. La lluvia le goteaba del pelo, descendía por su cazadora de cuero y le empapaba las botas.

De un par de zancadas, cubrió el espacio que lo separaba del cámara.

Joe: Eres un bastardo con mucha suerte -le dijo con una sonrisa y le dio un puñetazo en el hombro-.

Zac: Me alegro de verte, Joe. Perdóname un minuto.

Y tomó a Vanessa y le estampó un beso en la boca. Ella tuvo tiempo de sentir el calor que irradiaba su cuerpo, de registrar la electricidad que se transmitió de su boca a la suya, antes de que él la soltara.

Zac: Espero que no te moleste -le dedicó una sonrisa seductora-. Había pensado besar la tierra, pero tú me has parecido mejor opción. ¿Puedes prestarme esto por un minuto? -preguntó, y le quitó los auriculares antes de que ella tuviera tiempo de responder-. Eh, tío. ¿Quién es tu productor?

Ness: Benny. Y yo...

Zac: ¿Benny? -repitió él mientras tomaba el micrófono-. Sí, soy yo. Así que recibiste mi llamada. -Rió por lo bajo-. El gusto es mío. Ya sabes que me encanta colaborar con el departamento de noticias. -Escuchó un momento y asintió-. Ningún problema. Saldremos en antena en diez segundos -le dijo a Joe-. Por favor, cuídame esto -le pidió a Vanessa y dejó el maletín a sus pies. Se apartó el pelo de la cara y miró la cámara-. Soy Zac Efron, y les presento un reportaje en directo desde O'Hare. A las 18.32 de esta tarde, el vuelo 1129 procedente de Londres fue alcanzado por un rayo.

Vanessa se preguntó por qué la lluvia que se deslizaba por su ropa no chisporroteaba mientras observaba a Zac presentar su informe. La noticia que en realidad era de ella. Solo dos minutos después de tocar tierra, el muy cabrón le había usurpado el lugar, robado su papel y convertido en su ayudante.

De modo que es un buen periodista, pensó Vanessa con furia mientras lo observaba conducir a los telespectadores por la odisea del vuelo 1129. Bueno, no era ninguna sorpresa para ella. Había visto sus informes antes; sí, desde Londres, América Central y Oriente Medio. Hasta había hecho la presentación de algunas de esas notas.

Pero esa no era la cuestión. La cuestión era que le había sacado su papel. Bueno, pensó Vanessa, lo pagará caro.

Recordó que las entrevistas eran su punto fuerte. Ese era su trabajo. Y eso haría. Brillantemente. Dio la espalda a Zac y fue en busca de algunos pasajeros.

Un momento después, sintió un golpecito en la espalda. Se giró, levantó una ceja y preguntó:

Ness: ¿Qué pasa? ¿Necesitas algo?

Zac: Coñac y un buen fuego -respondió y se secó la lluvia de la cara. Se sentía estimulado por el caos. Y por el simple hecho de seguir con vida-. Mientras tanto, se me ocurrió que podíamos redondear la nota con entrevistas a pasajeros, integrantes del equipo de emergencia, y también a miembros de la tripulación, si tenemos suerte. Creo que podremos conseguirlos para un informe especial antes de las noticias de la noche.

Ness: Yo ya tengo un par de pasajeros dispuestos a hablar conmigo en antena.

Zac: Bien. Llévate a Joe y hazlo, mientras yo trato de conseguir una entrevista con el piloto.

Ella lo retuvo del brazo antes de que él pudiera alejarse.

Ness: Necesito mi micrófono.

Zac: Sí, claro. -Se lo dio, y también los auriculares. Pensó que ella parecía un cachorrito mojado. Pero no un perro mestizo, sino uno de esos elegantes afganos que logran conservar la dignidad y el estilo incluso en las circunstancias más adversas. Su placer de estar vivo subió otro grado. Era una verdadera delicia ver cómo ella lo fulminaba con la mirada-. Te conozco, ¿verdad? ¿No estás en Noticias de la mañana?

Ness: Eso fue hace meses. Ahora estoy en Noticias del mediodía.

Zac: Felicidades. -La observó mejor, y el azul brumoso de sus ojos se volvió nítido y claro-. Valeria... no, Vanessa, ¿verdad?

Ness: Tienes buena memoria. No creo que hayamos hablado antes.

Zac: No, pero he visto tu trabajo. Bastante bueno. -Pero ya miraba más allá de ella-. En el vuelo venían algunos chicos. Si no consigues hablar con ellos, por lo menos tomémoslos con la cámara. Ya está aquí la competencia -dijo y señaló otros periodistas que caminaban entre los pasajeros-. Trabajemos deprisa.

Ness: Conozco bien mi trabajo -admitió, pero él ya se alejaba-. Bueno, parece que ese tipo no tiene problemas con su autoestima.

Joe, junto a ella, añadió:

Joe: Tiene un ego del tamaño de la torre Sears. Y no es frágil. Pero lo cierto es que cuando uno hace algo con él, sabe que lo hará a la perfección. Además, no trata a su equipo como si fueran deficientes mentales.

Ness: Es una pena que no trate a los otros periodistas con la misma cortesía -giró sobre los talones-. Vamos, consigamos esas tomas.


Eran más de las nueve de la noche cuando llegaron a la CBC, donde le brindaron a Zac el recibimiento que se le ofrece a un héroe. Alguien le entregó una botella de Jameson. Con un estremecimiento, Vanessa enfiló hacia su mesa, encendió el ordenador y comenzó a redactar su informe.

Sabía que se emitiría a todo el país. Era una oportunidad que no pensaba desaprovechar.

Se desconectó auditivamente de los gritos, las risas y el bullicio y escribió con furia. Cada tanto, se fijaba en las anotaciones tomadas cuando viajaba en la parte posterior de la furgoneta.

Zac: Aquí tienes.

Vanessa levantó la vista y vio que una mano de palma ancha y dedos largos, con una cicatriz en la base del pulgar, colocaba un vaso sobre su mesa. En el vaso había dos centímetros de un líquido color ámbar.

Ness: No bebo cuando estoy trabajando -dijo con la esperanza de parecer indiferente pero no estirada-.

Zac: No creo que unos tragos de whisky menoscaben tu buen juicio. Además, te calentarían un poco el cuerpo. Supongo que no piensas manipular maquinaria pesada, ¿no? -rodeó su silla y se sentó en el borde del escritorio-. Tienes frío. Vamos, bébelo y sécate el pelo con esta toalla. Tenemos mucho trabajo por delante.

Ness: Eso estoy haciendo -respondió, pero cogió la toalla-.

Y, tras un momento de vacilación, bebió el whisky.

Aunque solo bebió un trago, comprendió que él tenía razón, que le proporcionaba una agradable sensación de calidez en el estómago.

Zac: Tenemos treinta minutos para trabajar. Benny ya está editando la cinta -estiró el cuello para ver el monitor-. Buen trabajo -comentó-.

Ness: Sería mejor todavía si me dejaras tranquila.

Él estaba acostumbrado a la hostilidad, pero le gustaba averiguar de dónde procedía.

Zac: ¿Estás molesta porque te besé? No te ofendas, Vanessa, pero no fue algo personal. Fue, más bien, mi instinto primario.

Ness: No estoy molesta por eso -dijo con los dientes apretados y se puso a escribir de nuevo-. Estoy furiosa porque me robaste la noticia.

Zac se rodeó una rodilla con las manos, pensó en lo que ella acababa de decir y decidió que algo de razón tenía.

Zac: Deja que te haga una pregunta. ¿Qué toma es mejor? ¿Tú de pie, mientras entrevistas gente, o yo al hacer un relato paso a paso de lo ocurrido en vuelo, minutos después de la evacuación? -Ella lo fulminó con la mirada-. Muy bien, mientras lo piensas, imprimiremos mi artículo y veremos cómo se compara con el tuyo.

Ness: ¿Qué quieres decir con eso de tu artículo?

Zac: Lo escribí en el avión. Y además conseguí una breve entrevista con mi compañero de asiento. -De nuevo en sus ojos apareció aquella expresión temeraria y divertida-. Creo que tendrá bastante interés humano.

Pese a su furia, ella casi se echó a reír.

Ness: ¿Escribiste un artículo mientras tu avión caía en picado?

Zac: Estos ordenadores portátiles funcionan en cualquier parte. Tienes unos cinco minutos antes de que Benny venga y empiece a tirarse de los pelos.

Vanessa se quedó mirándolo cuando él se alejó. Ese tipo estaba completamente loco.


Un loco con un enorme talento, decidió treinta minutos más tarde. La cinta editada se completó y los cartones se terminaron menos de tres minutos antes de salir en antena. El texto de la nota, reelaborado y reescrito se introdujo en el teleprompter. Y Zac Efron, todavía con su suéter y vaqueros, estaba sentado detrás del escritorio del presentador, a punto de transmitir su informe a todo el país.

Zac: Buenas noches. Este es un informe especial sobre el vuelo 1129. Soy Zac Efron.

Vanessa sabía que estaba leyendo, puesto que ella misma había escrito los primeros treinta segundos. Sin embargo, daba la impresión de que estuviera contando una historia. Conocía exactamente qué palabra enfatizar, cuándo hacer un silencio. Sabía exactamente cómo meterse dentro de la cámara y los hogares.

Sin embargo no era una actitud de familiaridad. No era como si se instalara para entablar una cómoda conversación. Transmitía noticias, llevaba el mensaje, y, al mismo tiempo, guardaba cierta distancia.
Vanessa pensó que era una excelente interpretación, teniendo en cuenta que había volado en el avión que estaba describiendo.

Incluso cuando leyó sus propias palabras, las palabras que había escrito mientras se precipitaba por el cielo en un avión averiado con la turbina de estribor echando humo, se mantenía distante. Él era narrador del cuento, no el cuento mismo.

La admiración superó las reservas de Vanessa.

Cuando empezaron a emitir lo filmado, miró el monitor y se vio. El pelo empapado, los ojos grandes, el rostro tan pálido como el agua que caía sobre ella. Su voz era firme, sí, tenía eso, pensó Vanessa. Pero no tomaba distancia. El miedo y el terror estaban allí y se transmitían con tanta claridad como sus palabras.

Y cuando la cámara giró para enfocar el avión que resbalaba sobre la pista, ella oyó el murmullo de su propia oración.

Comprendió que se involucraba demasiado en las cosas, y suspiró.

Se sintió peor cuando vio a Zac en el monitor, al retomar el relato minutos después de escapar del avión siniestrado. Tenía el aspecto de un guerrero recién salido de la batalla; un guerrero veterano que podía analizar cada golpe y ataque en forma concisa y sin emoción.

Y tenía razón. Producía más impacto.

Durante la publicidad, Vanessa se acercó a la cabina de control para observar. Benny sonreía como un niño, aunque tenía la frente empapada de sudor. Era un hombre gordo, con el rostro permanentemente colorado, y tenía el hábito de tirarse mechones de su pelo castaño. Pero Vanessa sabía que era un estupendo productor.

Benny: Hemos jodido a los otros canales de la ciudad -le decía a Zac por los auriculares-. Ninguno de ellos tiene una cinta del aterrizaje ni de las etapas iniciales de la evacuación. -Le sopló un beso a Vanessa-. Es un gran material. Estarás de nuevo en el aire dentro de diez minutos, Zac. Emitiremos las entrevistas con los pasajeros.

A lo largo de los siguientes tres minutos y medio, Benny siguió murmurando cosas para sí mientras se tiraba del pelo.

Benny: Tal vez deberíamos haberle puesto una chaqueta -dijo en determinado momento-. Quizá tendríamos que haber conseguido una jodida chaqueta.

Ness: No. -No tenía sentido mostrarse resentida. Vanessa apoyó una mano en el hombro de Benny-. Está espléndido así.

«Y en esos últimos momentos en el: aire, algunos, como Harry Lyle, pensaron en su familia. Otros, como Marcia DeWitt y Kenneth Morgenstern, pensaron en sueños no realizados. Para ellos, y para los otros a bordo del vuelo 1129, la larga noche terminó a las 19.16, cuando el avión aterrizó en la pista 3. Zac Efron, para la CBC. Buenas noches.»

Benny: ¡Música! ¡Hemos terminado!

En la cabina de control estallaron vivas. Benny se reclinó en su silla giratoria y levantó los brazos con aire triunfal. Los teléfonos comenzaron a sonar.

**: Benny, es Barlow James, en la línea 2.

Se hizo un silencio en el control y Benny miró el receptor como si fuera una serpiente. Barlow James, el presidente de la división de noticias, rara vez llamaba por teléfono.
Todas las miradas estaban fijas en Benny cuando tragó y cogió el auricular.

Benny: ¿Señor James? -escuchó un momento; primero se puso pálido y después enrojeció-. Gracias, señor. -Abrió la boca de par en par y levantó el pulgar, y los vivas resonaron nuevamente-. Sí señor, Zac es uno en un millón. Nos alegramos mucho de tenerlo de vuelta. ¿Vanessa Hudgens? -Hizo girar la silla y puso los ojos en blanco en dirección a Vanessa-. Sí señor, estamos muy orgullosos de tenerla en nuestro equipo. Muchísimas gracias. Se lo diré -colgó, se puso de pie y comenzó a bailar un boogie que hizo que su voluminoso vientre se bamboleara-. Le ha encantado -remarcó-. Le ha encantado todo. Quieren la totalidad de los ocho minutos para las repetidoras. Tú le encantaste -tomó las manos de Vanessa y la hizo girar-. Le gustó tu estilo fresco y sensible, y cito sus propias palabras. Y el hecho de que te vieras bonita a pesar de estar empapada por la lluvia.

Radiante, Vanessa dio un paso atrás y tropezó con Zac.

Benny: Dos excelentes cualidades en una periodista -reconoció-. Buen trabajo, muchachos. -Soltó a Vanessa para estrechar las manos a los del equipo de control-. Realmente estupendo. James me pidió que te diera la bienvenida, Zac. Y está impaciente por ganarte al tenis la semana que viene.

Zac: Que ni lo sueñe. -Por el rabillo del ojo vio que Vanessa bajaba por la escalera-. Gracias de nuevo. -La alcanzó en la sala de redacción, justo cuando se ponía el abrigo-. Fue un buen trabajo -reconoció-.

Ness: Sí, lo fue.

Zac: Leer el texto de una nota no es una de mis prioridades, pero leer la tuya fue un placer.

Ness: Parece que es una noche de cumplidos. -Se colgó el bolso del brazo-. Gracias, y bienvenido a Chicago.

Zac: ¿Quieres que te lleve?

Ness: No, tengo mi coche.

Zac: Yo no. -Le dedicó una sonrisa compradora-. Lo más probable es que sea imposible conseguir un taxi con este tiempo.

Vanessa lo miró. Con tacones ella era más o menos de la misma estatura que él. Estudió a fondo esos inocentes ojos azules. Demasiado inocentes, pensó, sobre todo en combinación con esa sonrisa deslumbrante y esos hoyuelos. Pensó que parecer inocente era precisamente lo que él quería: Por lo tanto, lo parecía. Buen truco.

Ness: Supongo que, como deferencia profesional, podría llevarte a tu casa.

El notó que todavía tenía el pelo mojado y que no se había retocado el maquillaje.

Zac: ¿Sigues enfadada conmigo?

Ness: No. La furia se ha convertido en un leve enfado.

Zac: Podría invitarte a una hamburguesa, y así borrar ese enfado.

Ness: Estas cosas suelen seguir su curso. Sea como fuere, tu vuelta ha sido suficientemente excitante. Tengo que hacer una llamada.

Zac comprendió que ella salía con alguien. Una pena. Realmente una pena.

Zac: Entonces, solo acércame a casa. Te estaré muy agradecido.




Me encantó la actitud de Zac: a punto de morir y redactando la noticia 😆
Y su escusa para besar a Vanessa de las mejores.

Muchas gracias por leer y por comentar 😊


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Excelente capitulo
Me estoy poniendo al dia

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