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martes, 22 de enero de 2019

Capítulo 6


Estamos en el aire dentro de treinta segundos.

Ness: Lo lograremos.

Vanessa se deslizó en la silla junto a Roger en el plató de noticias. Por los auriculares oía las voces frenéticas y sobrepuestas de la cabina de control. A pocos pasos de allí, el realizador pedía información a gritos y bailoteaba. Uno de los cámaras fumaba perezosamente y conversaba con un tramoyista.

Roger: Veinte segundos. Dios -se secó las palmas húmedas de las manos en las rodillas del pantalón-. ¿De dónde sacó Benny la brillante idea de agregarle música a la cinta?

Ness: De mí -le sonrió como pidiéndole perdón-. Fue una idea peregrina que tuve mientras miraba la cinta. Creo que quedará perfecto. -Alguien gritaba obscenidades por los auriculares, y la sonrisa de Vanessa fue menos alegre. ¿Por qué buscaba siempre la perfección?-. En serio, no imaginaba que se lo iba a tomar así.

Roger: Diez segundos -se miró de nuevo en su espejo de mano-. Si llegamos a tener que cubrir un bache, dejaré que tú lo hagas, preciosa.

Ness: Todo saldrá bien -dijo con testarudez-.

Por Dios que saldría bien. Sería el mejor minuto diez que el canal había puesto al aire. Las maldiciones de la cabina de control se convirtieron en un escándalo mientras el realizador comenzaba su cuenta regresiva.

Ness: Estoy lista -miró a Roger y luego a la cámara-.

Roger: Buenas tardes, esto es Noticias del mediodía. Yo soy Roger Corwell.

Ness: Y yo Vanessa Hudgens. El recuento de los pasajeros del vuelo 1129 del viernes pasado, procedente de Londres, daba 264 personas. Esta mañana ese número se incrementó. Matthew John Carlyse, hijo de los pasajeros Mice y Eugene Carlyse, hizo su aparición a las cinco y cuarto de esta madrugada. Pese a haber nacido seis semanas antes de término, Matthew pesó dos kilos y medio.

Y mientras el reportaje seguía transmitiéndose, con el acompañamiento de una canción de cuna, Vanessa soltó un suspiro de alivio y sonrió al monitor. Recordó que la idea fue suya. Y resultó perfecta.

Ness: Las imágenes son maravillosas.

Roger: Sí, no están mal -no tuvo más remedio que sonreír cuando en el monitor apareció la imagen de un bebé que se retorcía en una incubadora. En la manta le habían adherido un pequeño par de alas-. Casi valió la úlcera.

Ness: Los Carlyse han puesto a su hijo el nombre de Matthew por Matthew Kirkland, el piloto que hizo aterrizar sano y salvo el avión del vuelo 1129 en O'Hare, a pesar de tener una turbina averiada. El señor Carlyse dijo que ni a él ni a su esposa les preocupaba la idea de tomar un vuelo de vuelta a Londres a fin de mes. El joven Matthew no hizo ningún comentario.

Roger: En otro orden de cosas... -continuó como introducción al siguiente bloque-.

Vanessa miró la copia de su texto para calcular los tiempos. Cuando volvió a levantar la vista, vio a Zac en el fondo del estudio. Estaba de pie, se balanceaba y la felicitó por señas.

¿Qué demonios hacía allí? Tenía una semana de vacaciones por delante. ¿Por qué no estaba en una playa, en las montañas, en alguna parte? Incluso cuando ella giró la cabeza hacia la cámara y comenzó a hablar, sintió su mirada fija.

Cuando por fin interrumpieron para la última tanda de publicidad, antes de El rincón de Vanessa, sus nervios estaban a flor de piel.

Vanessa se puso de pie, bajó el escalón y atravesó el estudio entre una maraña de cables. Antes de que tuviera tiempo de darle la bienvenida a su invitado del día, Zac se plantó delante de ella.

Zac: Eres incluso mejor de lo que recordaba.

Ness: ¿Ah, sí? Bueno, con un cumplido como ese puedo morir tranquila.

Zac: Fue solo un comentario -dijo y la tomó del brazo-. Me desconciertas. ¿Sigo en la lista negra porque te robé la noticia la otra noche?

Ness: No estás en ninguna lista. Sencillamente no me gusta que me vigilen.

Él sonrió.

Zac: Entonces te has equivocado de profesión, Kansas.

La soltó. De forma impulsiva, cogió una silla plegable. No había tenido intención de quedarse, y sabía que lo hacía solo para irritarla. Esa tarde había acudido allí, tal como lo hiciera la noche anterior, porque disfrutaba el estar de vuelta en los estudios de Chicago.

De momento, no tenía en su vida mucho más que su carrera. Observó cómo Vanessa tranquilizaba a su invitada fuera de cámara. ¿Sería un alivio o la enojaría saber que en ningún momento había pensado en ella durante el fin de semana? Todos los años transcurridos en esa profesión lo habían convertido en un experto en separar su vida en compartimientos estancos: las mujeres no interferían en su trabajo, la preparación de un reportaje o sus ambiciones.

Los meses pasados en Londres habían acrecentado su reputación y su credibilidad, pero se alegraba de estar de vuelta.

Su pensamiento volvió a Vanessa cuando la oyó reír. Una risa sonora y sincera. Sutilmente sexual. Esos ojos estaban ahora llenos de calidez y de interés al escuchar a su invitada, una pintora que esa misma noche inauguraba una muestra individual.

En ese momento, a Zac le interesó Vanessa, y mucho. La forma en que se inclinaba apenas para darle cierta intimidad a la entrevista. Ni una sola vez consultó sus notas ni se mostró impaciente por hacer la siguiente pregunta.

Incluso cuando terminó el bloque, Vanessa siguió brindándole su atención a la invitada. Como resultado, la pintora se marchó sintiéndose muy importante. Vanessa se instaló detrás del escritorio de los informativos, junto a Roger, para cerrar el programa.

Simon: Es muy buena, ¿verdad?

Zac giró la cabeza. Simon Crimsley se encontraba de pie al lado de las puertas del estudio. Era un hombre de hombros estrechos, cara angosta y larga en la que se dibujaban líneas de preocupación y duda. Incluso cuando sonreía, como en ese momento, había en sus ojos una expresión de fatalidad. Tenía bastante menos pelo que antes, y Zac calculó que andaría por los cuarenta. Vestía como siempre, con traje oscuro y corbata. Como siempre, su indumentaria acentuaba su cuerpo anguloso.

Zac: ¿Cómo van las cosas, Simon?

Simon: Mejor no me lo preguntes -puso en blanco sus ojos oscuros y pesimistas-. Brittany hoy está de un humor de perros. Me arrojó un pisapapeles de baccarat. Por suerte, no tiene mucha fuerza.

Zac: Tal vez pueda conseguir trabajo en un equipo de béisbol.

Simon rió.

Simon: Bueno, está sometida a una gran presión.

Zac: Ya.

Simon: No es fácil mantenerse en el primer puesto -soltó un suspiro de alivio cuando se apagó el letrero de «en antena». La televisión en directo lo mantenía en un estado de constante agitación-. Vanessa -le hizo una señal y casi tropezó con un cable en su prisa por acercársele-. Buen programa. Realmente bueno.

Ness: Gracias -lo miró, después a Zac, y de nuevo a Simon-. ¿Cómo salió la grabación de esta mañana?

Simon: Bueno, salió -respondió con una mueca-. Brittany me pidió que te diera este mensaje -le entregó un sobre rosa-. Parecía importante.

Ness: Está bien -resistió la tentación de metérselo en el bolsillo-. No te preocupes. Me pondré en contacto con ella.

Simon: Bueno, más vale que suba de nuevo. Si tienes tiempo, ven a ver la grabación de esta tarde.

Ness: Lo haré.

Zac vio cómo la puerta se cerraba detrás de Simon.

Zac: Jamás entenderé cómo alguien tan nervioso y deprimido puede manejarse con los invitados de El programa de Brittany.

Ness: Es un hombre organizado. No conozco a nadie que maneje mejor las cosas que Simon.

Zac: No era una crítica -dijo mientras se ponía a la par de ella, que salía del estudio-. Solo un comentario.

Ness: Hoy pareces estar lleno de comentarios.

Por costumbre, giró hacia el camerino para retocarse el peinado.

Zac: Entonces tengo otro. Tu entrevista a la pintora, se llamaba Myra, ¿no es así? Ha sido excelente.

Vanessa no pudo evitar sentirse complacida.

Ness: Gracias. Era un tema interesante.

Zac: No necesariamente. La frenaste un poco cuando ella trató de embarcarse en la técnica y el simbolismo. Mantuviste el diálogo en un tono cordial y superficial.

Ness: Yo prefiero que sea cordial y superficial -subrayó y sus ojos se encontraron con los de Zac en el espejo-. A Hussein y Gorbachov te los dejo a ti.

Zac: Te lo agradezco. -Sacudió la cabeza mientras ella se retocaba los labios-. Qué susceptible eres. Ese comentario era un elogio.

Vanessa pensó que tenía razón. Estaba susceptible.

Ness: ¿Sabes qué creo, Zac? Que en este cuarto hay demasiada energía. Energía en conflicto.

Él había sentido la electricidad desde el momento en que había tropezado con ella en la pista de aterrizaje mojada por la lluvia.

Zac: ¿Y cómo te hace sentir toda esa energía en conflicto?

Ness: Presionada -sonrió-. Supongo que por eso siempre tengo la sensación de que estás en mi camino.

Zac: Entonces supongo que será mejor que me aparte y te deje más espacio.

Ness: ¿Por qué no lo haces? -tomó el sobre rosa que había colocado sobre la mesa-.

Pero antes de que pudiese abrirlo, Zac le tomó la mano.

Zac: Pregunta. ¿Cómo compatibilizas tu labor como periodista en la CBC con tu trabajo para Brittany?

Ness: Yo no trabajo para Brittany. Trabajo en las noticias. -Con movimientos rápidos se pasó un cepillo por el pelo y se lo sujetó atrás-. De vez en cuando le hago favores a Brittany, pero ella no me paga.

Zac: ¿Sois solo dos compañeras de trabajo que se echan una mano?

Ness: Yo no diría que Brittany y yo somos compañeras de trabajo. Somos amigas, y ella es muy generosa conmigo. La división noticias no tiene problemas con mi colaboración con Brittany ni con el tiempo que le dedico.

Zac: Eso he oído. Por otra parte, la división entretenimientos no tendría inconveniente en aplicar cierta presión por el hecho de poseer el poder que otorga tener uno de los programas de mayor audiencia. Eso me hace preguntarme por qué Brittany se tomará el trabajo de usarte.

Ness: No me está usando. Yo aprendo de ella. Y aprender es algo muy útil.

Zac: ¿Qué es exactamente lo que aprendes?

Cómo ser la mejor, pensó ella, pero no lo dijo.

Ness: Tiene una habilidad increíble para entrevistar gente.

Zac: Es verdad, pero la tuya me parece igualmente excelente. -Hizo una pausa-. Al menos en las noticias suaves.

Ness: Disfruto de lo que hago, y si no fuera así, tampoco sería asunto tuyo.

Zac: Una afirmación muy exacta -debería haber cambiado de tema, pero sabía demasiado bien lo que Brittany podía hacer cuando clavaba sus garras. A menos que se equivocara mucho, Vanessa sangraría pronto y copiosamente-. ¿No quieres un consejo amistoso sobre Brittany?

Ness: No. Yo me formo una opinión sobre la gente sin la ayuda de nadie.

Zac: Como quieras. ¿Eres tan fuerte e implacable como crees ser?

Ness: Puedo serlo más todavía.

Zac: Te hará falta.

Le soltó la mano y se alejó.

Vanessa suspiró. ¿Por qué, cada vez que pasaba cinco minutos con Zac, tenía la sensación de haber corrido un maratón? Exhausta, apartó a Zac de sus pensamientos y abrió el sobre de Brittany. La caligrafía era una serie de lazos y floreos:

Querida Vanessa: Tengo que hablar contigo de algo de vital importancia. Mi agenda de hoy es una locura, pero podré hacerme un rato libre a las cuatro. Reunámonos en el Ritz para tomar el té. Créeme, es urgente. Besos.
Brittany.

Brittany detestaba que la hicieran esperar. A las cuatro y cuarto ordenó un segundo cóctel de champán y comenzó a enfurecerse. Ofrecía a Vanessa la oportunidad de su vida y, en lugar de gratitud, se topaba con descortesía. Como resultado, regañó a la camarera que le sirvió la copa, y observó de mal humor aquel salón tan suntuoso.

Recordó que todo ese lujo y oropel era muy diferente de Arkansas. Y se proponía llegar aún más lejos.

El solo hecho de pensar en sus planes borró la dureza de su expresión. Y su sonrisa hizo que una mujer se acercara a pedirle un autógrafo. Brittany se mostró muy afable.

Cuando Vanessa entró corriendo a las cuatro y veinte, vio a Brittany conversando animadamente con una admiradora.

Ness: Perdón -se sentó frente a Brittany-. Siento llegar tarde.

Britt: No tiene importancia -sonrió-. Un placer haberla conocido, señora Hopkins. Me alegra que le guste el programa.

**: No me lo perdería por nada del mundo. Y usted es mucho más guapa personalmente que en televisión.

Britt: ¿No es una monada? -le dijo a Vanessa cuando quedaron solas-. Ve el programa todas las mañanas. Ahora podrá alardear en su club de bridge de que me conoce personalmente. ¿Por qué no pides una copa?

Ness: Prefiero té. Tengo que conducir.

Britt: Tonterías -le hizo señas a la camarera de que trajera otra bebida igual-. Me niego a hacer una celebración con algo tan aburrido como el té.

Ness: Entonces será mejor que me digas qué estamos celebrando -dijo mientras se quitaba la chaqueta-.

Pensó que una copa podría durarle los treinta minutos que le había asignado a ese encuentro.

Britt: No hasta que tengas tu champán. En serio, quiero agradecerte de nuevo la ayuda de la otra noche. Fue una fiesta fantástica.

Ness: No fue mucho lo que tuve que hacer.

Britt: Eso es fácil decirlo. Pudiste controlar todos esos pequeños detalles que a mí me fastidian muchísimo -sacó un cigarrillo-. Dime, ¿qué opinas de Zac?

Ness: Bueno, que es uno de los mejores periodistas de la CBC y de cualquier cadena. Lleno de energía. Tiene una manera muy especial de ir al fondo del asunto y de mostrar solo un perfil de su personalidad, tanto como para despertar curiosidad en la audiencia.

Britt: No, no me refiero a su faceta profesional -exhaló una espiral de humo-. Como hombre.

Ness: Como hombre no lo conozco.

Britt: Quiero tus impresiones, Vanessa -su tono agudo hizo que Vanessa se pusiera alerta-. Eres periodista, ¿no es así? Estás entrenada para observar. ¿Qué has visto en él?

Terreno peligroso, decidió Vanessa. En el estudio corrían rumores de una historia pasada, y comentarios sobre una aventura actual entre los dos.

Ness: ¿Objetivamente? Es muy atractivo, con carisma, y supongo que no me queda más remedio que utilizar de nuevo las palabras «lleno de energía». Por cierto, les cae muy bien a los técnicos y los jefes.

Britt: Especialmente a las mujeres -comenzó a mover el pie en señal de agitación. También su padre había tenido carisma. Y había sido atractivo y lleno de energía... cuando tenía una racha ganadora. Y las había abandonado, a ella y a su madre, patética y borracha, por otra mujer. Pero desde entonces ella había aprendido mucho-. Sí, puede ser encantador -prosiguió-. Y muy tortuoso. Capaz de usar a la gente para conseguir lo que quiere. -Dio una calada y sonrió entre una nube de humo-. Noté que en la fiesta te buscaba, y me pareció que debía darte un consejo de amiga.

Vanessa levantó una ceja y se preguntó qué sentiría Brittany si supiera que Zac había usado una frase parecida apenas horas antes.

Ness: No es necesario.

Zac: Sé que en este momento estás saliendo con Mike, pero Zac puede mostrarse muy persuasivo. -Apagó el cigarrillo y se acercó Vanessa-. Sé cómo corren los rumores en los estudios de televisión, así que no es necesario que finjas no saber lo que hubo entre Zac y yo antes de que él se fuera a Londres. Me temo que, desde que rompí esa relación, él intente salvar su amor propio y vengarse tratando de conquistar a alguien que a mí me importa mucho. No quisiera verte lastimada.

Ness: No me pasará nada semejante. -Incómoda, se echó hacia atrás-. Brittany, tengo poco tiempo. Si era de esto que querías hablarme...

Britt: No, no, para nada. -Sonrió cuando les sirvieron las copas-. Bueno, ahora tenemos las herramientas apropiadas para un brindis. -Levantó su copa y esperó a que Vanessa hiciera lo propio con la suya-. Por Nueva York -dijo, y las copas tintinearon-.

Ness: ¿Nueva York?

Britt: Ha sido mi meta de toda la vida. -Después de beber un sorbo, apoyó su copa en la mesa-. Ahora es una realidad. Lo que te estoy diciendo es confidencial. ¿Entendido?

Ness: Por supuesto.

Britt: Vanessa, he recibido una oferta de Starmedia, una oferta increíble. Me iré de Chicago y de la CBC en agosto, cuando finalice mi contrato. El programa pasará a Nueva York, con el agregado de cuatro especiales por año en horarios centrales.

Ness: Me parece maravilloso. Pero creí que ya habías aceptado renovar con la CBC y con Delacort.

Britt: Verbalmente -dijo y se encogió de hombros-. Pero Starmedia es una empresa mucho más imaginativa. Los de Delacort no me han prestado suficiente atención, de modo que iré a donde más me aprecien... y más me paguen. Formaré mi propia productora. Y no produciremos solo El programa de Brittany, sino especiales, telefilms, documentales. Tendré acceso a lo más importante y mejor de este medio. Por eso, quiero que seas mi productora ejecutiva.

Ness: ¿Me quieres a mí? -sacudió la cabeza como para aclararse las ideas-. Yo no soy productora. Y Drew...

Britt: Drew -descartó a su asociado de tanto tiempo con un simple movimiento de la cabeza-. Yo quiero a alguien joven, fresco, imaginativo. No, no quiero llevarme a Drew. El puesto es tuyo, Vanessa. Lo único que tienes que hacer es aceptarlo.

Vanessa bebió un largo y lento sorbo de champán. Había esperado que le ofrecieran el puesto de investigadora periodística y, porque su ambición transitaba por otros carriles, estaba preparada para declinarlo. Pero esto no se lo esperaba. Y resultaba mucho más tentador.

Ness: Me siento halagada. No sé qué decir.

Britt: Entonces yo te lo diré: di que sí.

Vanessa rió, se echó hacia atrás y observó a la mujer que estaba frente a ella. Ansiosa, impulsiva e implacable. En suma, cualidades nada despreciables. También poseía talento e inteligencia y una irritabilidad que Brittany creía que nadie advertía. Era la combinación que la había catapultado a la cima y la mantenía allí.

Ness: Ojalá pudiera aceptar, Brittany. Pero necesito pensarlo bien.

Britt: ¿Qué tienes que pensar? En este negocio no se reciben todos los días ofertas como esta, Vanessa. Hay que tomar lo que a uno se le brinda. ¿Tienes idea de la cantidad de dinero de la que estoy hablando? ¿El prestigio, el poder?

Ness: Sí, tengo alguna idea.

Britt: Un cuarto de millón de dólares, para empezar. Y todos los beneficios adicionales. Vanessa tardó un momento en cerrar la boca.

Ness: No -dijo muy despacio-. Creo que no tenía idea.

Britt: Tu propia oficina, tu propio equipo de trabajo, un coche con chófer a tu disposición. Oportunidades para viajar, para alternar con la alta sociedad.

Ness: ¿Por qué yo?

Complacida, Brittany se reclinó.

Britt: Porque puedo confiar en ti, y cuando te miro, veo en ti algo de mí.

Un escalofrío recorrió a Vanessa.

Ness: Es un paso muy grande.

Britt: Los pequeños son una pérdida de tiempo.

Ness: Tal vez, pero necesito pensarlo bien. No sé si sirvo para ese trabajo.

Britt: Yo opino que sí. -La impaciencia de Brittany comenzaba a aumentar-. ¿Por qué dudas?

Ness: Brittany, una de las razones por las que creo que me ofreces este trabajo es porque soy una persona detallista. Porque soy eficaz y obsesivamente organizada. Pero no sería ninguna de esas cosas si no me tomo el tiempo suficiente para aclarar mis ideas.

Brittany asintió y sacó otro cigarrillo.

Britt: Tienes razón. No debería insistir, pero quiero que me acompañes en esto. ¿Cuánto tiempo necesitas?

Ness: Un par de días. ¿Puedo contestarte el fin de semana?

Britt: Está bien. -Accionó el encendedor y se quedó estudiando la llama-. Te diré solo una cosa más. Tu lugar no está detrás de una mesa en un programa local, para leer las noticias. Estás hecha para cosas más grandes. Me di cuenta desde el primer momento.

Ness: Espero que tengas razón -suspiró-. De veras lo espero.


La pequeña galería cerca de la avenida Michigan estaba repleta de gente. Apenas más grande que un garaje suburbano, se encontraba profusamente iluminada para que lucieran los cuadros que cubrían las paredes. Tan pronto Vanessa entró, se alegró de haber seguido el impulso que la llevó a ir. No solo contribuyó a que olvidara el sorprendente ofrecimiento de esa tarde, sino que le permitió hacer un seguimiento de su propia entrevista.

El aire estaba saturado de sonidos y aromas. Champán barato y voces estridentes. Y también color. Los negros y grises de los asistentes ofrecían un violento contraste con el colorido de las pinturas. Lamentó no haber llevado consigo un equipo de filmación para hacer una nota breve.

Mike: Todo un acontecimiento -le murmuró al oído-.

Vanessa sonrió.

Ness: No nos quedaremos mucho. Sé que esto no es exactamente de tu estilo.

Él observó los fuertes colores salpicados sobre las telas.

Mike: Es verdad, no exactamente.

Ashley se abrió paso, cogida de la mano de Richard, su marido.

Ash: Tu programa de esta tarde tuvo un gran impacto.

Ness: No lo sabía.

Ash: Bueno, no creo que te haya caído mal -levantó la cabeza y olisqueó-. Huelo a comida.

Richard: Se le ha agudizado tanto el olfato que ahora es capaz de oler una salchicha hirviendo a tres calles de distancia -rodeó a Ashley con un brazo-.

Él tenía una cara adolescente que sonreía con facilidad. Su pelo rubio exhibía un corte conservador, pero la pequeña perforación en el lóbulo de su oreja izquierda se había visto adornada tiempo antes con una variedad de aros.

Ash: Se me ha acentuado la percepción sensorial. Nos veremos más tarde -añadió y se llevó a Richard a rastras-.

Mike: ¿Tienes hambre?

Ness: En realidad, no -contestó mientras él la apartaba un poco del gentío-. Te agradezco tu actitud frente a todo esto.

Mike: ¿Te refieres a venir aquí? Es interesante.

Ella se echó a reír y lo besó.

Ness: Te lo agradezco. Ahora me gustaría acercarme a Myra y felicitarla -paseó la vista por el lugar-. Si es que puedo encontrarla.

Mike: Tómate tu tiempo. Veré si puedo conseguir unos canapés para los dos.

Ness: Gracias.

Vanessa se abrió camino entre el público. Disfrutaba de la presión de los cuerpos, de los murmullos de excitación, de los fragmentos de conversación oídos al azar. Se encontraba a mitad de camino cuando una tela la hizo detenerse. Las líneas sinuosas y los manchones de color contra un fondo texturado azul convertían al cuadro en una explosión de emoción y energía. Fascinada, Vanessa se acercó. Debajo del marco de ébano, un cartel rezaba: Despertares. Perfecto, pensó Vanessa. Absolutamente perfecto.

Los colores tenían vida y parecían luchar por liberarse de la tela, por alejarse de la noche. Mientras observaba la obra, sintió cómo el placer se convertía en deseo, y el deseo en determinación. Si hacía algunos malabarismos con su presupuesto, tal vez...

Zac: ¿Te gusta?

Vanessa se vio devuelta bruscamente a la realidad, pero no se molestó en girar la cabeza para mirar a Zac.

Ness: Sí, mucho. ¿Sueles venir con frecuencia a las galerías de arte?

Zac: De vez en cuando. -Se acercó a Vanessa, fascinado por la forma en que ella miraba la tela-. En realidad, tu entrevista de esta tarde me convenció de darme una vuelta por aquí.

Ness: ¿En serio? -lo miró-.

Su atuendo era muy parecido al que llevaba cuando cruzó la pista de aterrizaje: cazadora de cuero, tejanos gastados, botas muy usadas.

Zac: Sí, en serio. Y te debo una, Kansas.

Ness: ¿Por qué lo dices?

Zac: Por esto -contestó y movió la cabeza hacia el cuadro-. Acabo de comprarlo.

Ness: Tú...

Lo miró a él y luego al cuadro, y de nuevo a él. Tenía los dientes apretados.

Zac: Me cautivó -apoyó una mano en el hombro de Vanessa-. Y no era caro. Creo que muy pronto se van a dar cuenta de que están vendiendo muy baratas las obras de tu entrevistada.

Maldito sea, si ya casi era de ella. Ya se lo había imaginado colgado en su casa, sobre el escritorio.

Vanessa no podía creer que él se lo hubiera quitado.

Ness: ¿Por qué precisamente este?

Zac: Porque para mí es perfecto. -Aumentó apenas la presión sobre el hombro de Vanessa y la obligó a girar para mirarlo-. Lo supe en cuanto lo vi. Y cuando veo algo que quiero... -agregó y la miró fijamente- hago todo lo posible para obtenerlo.

A Vanessa se le aceleró el pulso, algo que la sorprendió y la enojó. Ahora estaban muy juntos, quizá demasiado, y ella podía verse reflejada en el azul soñador de los ojos de Zac.

Ness: A veces lo que uno quiere es inaccesible.

Zac: A veces -sonrió y Vanessa olvidó el gentío que se apretujaba contra ellos, el ambicionado cuadro que estaba a sus espaldas, la voz interior que le decía que se apartara de Zac-. Un buen periodista tiene que saber cuándo moverse con rapidez y cuándo ser paciente. ¿No opinas lo mismo?

Ness: Sí.

Pero en ese momento le costaba pensar. La culpa la tenían los ojos de ese hombre, la forma en que se fijaban en ella, como si allí no hubiera ninguna otra cosa ni nadie más. Y Vanessa supo, de alguna manera, que él seguiría mirándola así, aunque de pronto se abriera la tierra bajo sus pies.

Zac: ¿Quieres que sea paciente, Vanessa?

Ness: Yo...

De repente sintió que le faltaba el aire.

Mike: Ah, veo que has encontrado algo para beber.

Ness: Sí, Mike -dijo con voz vacilante. Mientras luchaba por serenarse, se aferró a los brazos de él como si fuera una roca en medio de un mar tormentoso-. Me he encontrado con Zac. Creo que no lo conoces. El doctor Mike Crosby, Zac Efron.

Mike: Bueno, conozco bien su trabajo -le tendió la mano-. Bienvenido a Chicago.

Zac: Gracias. Usted es psicólogo, ¿no?

Mike: Sí. Me especializo en asesoramiento familiar.

Zac: Un trabajo muy interesante. Las estadísticas parecen indicar el fin de la familia tradicional y, sin embargo, la tendencia general, a juzgar por la publicidad y los entretenimientos, demostraría que se está volviendo justamente a eso.

Vanessa trató de encontrar algún sarcasmo por parte de Zac, pero solo se topó con un genuino interés por parte de él en iniciar una conversación con Mike sobre la familia estadounidense. Supuso que era el periodista que llevaba dentro lo que le permitía hablar con cualquier persona, en cualquier momento y sobre cualquier tema.

Fue un alivio para ella tener su mano en la de Mike; sentir que podía, si así lo decidía, ser parte de una pareja. Prefería mil veces el suave festejo de Mike que el ataque directo de Zac. Si hubiera tenido que comparar a los dos hombres -que, por cierto, no era el caso- le habría otorgado las mayores calificaciones a Mike por su cortesía, respeto y estabilidad.

Cuando Ashley y Richard se les unieron, Vanessa se hizo cargo de las presentaciones. Al cabo de pocos minutos de conversación intrascendente, se despidieron de los demás. Vanessa trató de simular que no sentía los ojos de Zac sobre ella cuando los cuatro se abrieron camino hacia la puerta.

Ash: Dios -le murmuró a Vanessa al oído-. Es incluso más atractivo en persona de lo que parece por televisión.

Ness: ¿Te parece?

Ash: Querida, si yo no estuviera casada ni embarazada, me moriría por él -dijo mientras lo miraba de nuevo por encima del hombro-.

Mientras reía, Vanessa le dio un empujoncito en dirección a la puerta.

Ness: Vamos, Tisdale. Contrólate.

Ash: Las fantasías no hacen mal a nadie, Ness. Y si me hubiera mirado a mí como te miró a ti, me habría convertido en un charquito de hormonas a sus pies.

Ness: Pues yo no me derrito con tanta facilidad -combatió su desasosiego aspirando una bocanada de aire primaveral-.


No derretirse con facilidad, pensó más tarde Vanessa, era parte del problema. Cuando Mike estacionó su coche junto al bordillo, frente al edificio donde ella vivía, supo que querría subir. Y si lo hacía, esperaría que lo invitara a pasar. Y después... Sencillamente no estaba preparada para ese «después».

Era evidente que el fallo estaba en ella. No tenía problemas en culpar al pasado por su vacilación para intimar. Era verdad. Pero no quería reconocer que otra parte de esa vacilación tenía que ver con Zac.

Ness: No hace falta que me acompañes hasta arriba.

Él se puso a juguetear con el pelo de Vanessa.

Mike: Todavía es temprano.

Ness: Lo sé. Pero mañana tengo que empezar a trabajar a primera hora. Te agradezco que hayas ido conmigo a la exposición.

Mike: He disfrutado. Más de lo que creía.

Ness: Me alegro.

Ella sonrió y le rozó los labios con los suyos. Y cuando él hizo más profundo ese beso, ella cedió.

Había calidez, pasión apenas reprimida.

Mike: Vanessa -comenzó a besarle toda la cara-. Quiero estar contigo.

Ness: Ya lo sé. Pero necesito más tiempo, Mike. Lo lamento.

Mike: ¿Sabes lo que siento por ti? -Le rodeó la cara con las manos y la observó-. Pero entiendo que este no es el momento apropiado para ti. ¿Por qué no nos vamos fuera un par de días?

Ness: ¿Irnos?

Mike: Sí, salir de Chicago. Tomarnos un fin de semana. -Le echó la cabeza hacia atrás y la besó en la comisura de los labios-. A Cancún, St. Thomas, Maui. Donde quieras. Solo tú y yo. Nos permitiría averiguar cómo funcionamos juntos, lejos del trabajo y las presiones.

Ness: Me gustaría. Lo pensaré.

Mike: Entonces hazlo. -En sus ojos apareció una leve expresión de triunfo-. Revisa tus compromisos y déjame a mí el resto.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Oh dios
La relacion de mike y vanessa es linda pero no lo que ella quiere
Zac es un encanto
Quiero saber mas

Caromi dijo...

Pobre Mike xD, que pasará ahora??
Publica rápido que me dejaste con las ganas de saber más
En palabras de Ashley, yo también me derretiría como un charquito de hormonas

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