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martes, 8 de enero de 2019

Capítulo 2


Vanessa detestaba tener que cubrir tragedias. Sabía que era su trabajo como periodista informar sobre las catástrofes y entrevistar a las personas heridas. Creía firmemente en el derecho del público a saber lo que estaba ocurriendo. Pero emocionalmente, cada vez que dirigía un micrófono al protagonista de una tragedia, se sentía como un cotilla de la peor calaña.

Ness: El tranquilo suburbio de Wood Dale ha sido esta mañana escenario de una tragedia repentina y violenta. La policía sospecha que una disputa doméstica desembocó en la muerte a tiros de Lois Dossier, de treinta y dos años, una maestra de escuela primaria originaria de Chicago. Su marido, el doctor Charles Dossier, se encuentra detenido. Los dos hijos del matrimonio, de cinco y siete años, están al cuidado de sus abuelos maternos. Poco después de las ocho de la mañana, en este tranquilo hogar se oyeron disparos.

Vanessa trató de serenarse mientras la cámara realizaba una panorámica de la vivienda de dos plantas. Prosiguió con su informe mientras miraba fijamente a la cámara, sin prestar atención al gentío que comenzaba a amontonarse, a los equipos de otros noticieros que cumplían su tarea, a la brisa primaveral con fuerte aroma a jacintos.

Su voz era firme y desapasionada, pero sus ojos trasuntaban mucha emoción.

Ness: A las ocho y cuarto de la mañana, la policía respondió a una llamada que denunciaba disparos de armas de fuego, y Lois Dossier fue encontrada muerta en la escena del crimen. Según los vecinos, la señora Dossier era una madre abnegada y una mujer que participaba activamente en los proyectos de la comunidad. Era respetada y querida. Entre sus amigas más cercanas estaba su vecina Bess Pierson, quien llamó a la policía para denunciar lo ocurrido -giró para mirar a la mujer de conjunto deportivo color púrpura que estaba a su lado-. Señora Pierson, que usted supiera, ¿existía alguna clase de situación violenta en el hogar de los Dossier antes de esta mañana?

Bess: Jamás pensé que él pudiera hacerle daño y todavía me cuesta creerlo. -La cámara hizo un zoom hacia el rostro hinchado y surcado por las lágrimas de esa mujer pálida en estado de shock-. Era mi mejor amiga. Hace seis años que somos vecinas. Nuestros hijos juegan juntos.

La mujer comenzó a llorar. Mientras sentía desprecio por sí misma, Vanessa aferró la mano de la mujer y prosiguió:

Ness: Usted conocía a Lois y Charles Dossier, ¿está de acuerdo con la policía en que esta tragedia fue el resultado de una disputa familiar que fue subiendo de tono hasta descontrolarse?

Bess: No sé qué pensar. Sé que tenían problemas conyugales. -Su mirada se perdió en el vacío-. Había peleas, gritos. Lois me dijo que quería que Chuck fuera con ella a ver a un psiquiatra, pero él se negaba. -Comenzó a sollozar y se cubrió los ojos con una mano-. Él se negaba, y ahora ella está muerta. ¡Dios mío, si éramos como hermanas!

Ness: Corten -pasó un brazo por los hombros de la señora Pierson-. Lo siento muchísimo. Usted no debería quedarse aquí.

Bess: No hago más que pensar que es una pesadilla. No puede ser real.

Ness: ¿No hay ningún lugar al que pueda ir? ¿La casa de una amiga o un familiar? -escrutó el lugar, repleto de vecinos curiosos y de periodistas ávidos. A unos metros hacia la izquierda, otro equipo de televisión filmaba la escena-. Las cosas no estarán muy tranquilas por aquí durante un tiempo.

Bess: Sí. -Después de un último sollozo, la señora Pierson se secó los ojos-. Esta noche pensábamos ir al cine -agregó, y se alejó corriendo-.

Ness: Dios santo -dijo al ver que otros periodistas perseguían a la mujer que huía-.

Joe: Tu corazón sangra demasiado -comentó su cámara-.

Ness: Cállate, Joe.

Trató de componerse, respiró hondo. Tal vez su corazón sangrara, pero no podía permitir que eso afectara su trabajo. Debía proporcionar un informe claro y conciso, y darle al televidente una imagen visual que causara impacto.

Ness: Terminemos esto. Necesitamos que esté listo para las noticias del mediodía. Haz un zoom hacia la ventana del dormitorio y vuelve a mí. Asegúrate de encuadrar también los jacintos, los narcisos y el cochecito rojo del chiquillo. ¿Entendido?

Joe estudió la escena, la gorra con visera ladeada sobre su cabeza para evitar el sol en los ojos. Ya se imaginaba la grabación cortada, compaginada y editada. Entrecerró los párpados y asintió.

Joe: Estoy listo.

Ness: Vamos allá. Tres, dos, uno -aguardó un instante mientras la cámara hacía un zoom de aproximación y luego una panorámica vertical-. La muerte violenta de Lois Dossier ha conmocionado a este tranquilo barrio. Mientras sus amistades y su familia se preguntan el motivo de esta tragedia, el doctor Charles Dossier se encuentra detenido. Vanessa Hudgens desde Wood Dale, para la CBC.

Joe: Buen trabajo -apagó la cámara-.

Ness: Sí, eso espero.

Caminó hacia la furgoneta, y se llevó dos antiácidos a la boca.


La CBC utilizó la grabación de nuevo en el bloque local de las noticias de la tarde, con un agregado tomado en la comisaría donde Dossier se encontraba detenido, acusado de homicidio en segundo grado. Acurrucada en un sillón de su apartamento, Vanessa observó con objetividad la emisión, en la que el presentador hacía una suave transición a la noticia de un incendio en un edificio de apartamentos del South Side.

Fran: Buen trabajo, Ness.

Arrellanada en el sillón también estaba Ashley Tisdale.

Llevaba su cabello rubio peinado con raya a un lado. Tenía una cara angulosa de expresión inteligente, acentuada por los ojos castaños. Su acento era típico de New Jersey. A diferencia de Vanessa, ella no había crecido en un hogar de un barrio suburbano lleno de árboles sino en un ruidoso apartamento de Atlantic City, New Jersey, con una madre divorciada dos veces y una creciente colección de hermanastros y hermanastras. Bebió su ginger ale y luego señaló la pantalla con el vaso. El movimiento fue tan perezoso como un bostezo.

Ash: Siempre sales bien por televisión. A mí, en cambio, el vídeo me hace parecer un gnomo gordinflón.

Ness: Intenté entrevistar a la madre de la víctima. -Con las manos metidas en los bolsillos de sus tejanos, se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación-. No contestaba el teléfono, así que yo, como buena periodista, conseguí su dirección. Tampoco abrían la puerta. Las cortinas estaban echadas. Me quedé fuera una hora con un grupo de periodistas. Me sentí un monstruo truculento.

Ash: A estas alturas deberías saber que los términos «monstruo» y «periodista» son intercambiables. -Pero Vanessa no rió. Ashley reconoció la existencia de culpa debajo de esos movimientos incesantes. Después de dejar su vaso sobre la mesa, señaló una silla-. Muy bien. Siéntate y escucha los consejos de la tía Ashley.

Ness: ¿No puedo escucharlos de pie?

Ash: No -cogió la mano de Vanessa y tiró hasta hacerla sentar en el sofá. Pese a los contrastes de ambas en cuanto a antecedentes y estilos, eran amigas desde los últimos años de la universidad. Ashley había visto a Vanessa librar esa batalla entre el intelecto y los sentimientos decenas de veces-. Muy bien. Pregunta número uno: ¿por qué fuiste a Yale?

Ness: Porque conseguí una beca.

Ash: No alardees tanto de tu inteligencia, señorita Einstein. ¿Para qué fuimos tú y yo a la universidad?

Ness: Tú lo hiciste para conocer hombres.

Ashley entrecerró los ojos.

Ash: Eso fue solo un beneficio adicional. Basta de rodeos y contesta mi pregunta.

Derrotada, Vanessa suspiró.

Ness: Fuimos a estudiar, convertirnos en periodistas y poder así obtener trabajos importantes y muy bien retribuidos en la televisión.

Ash: Correcto. ¿Y tuvimos éxito?

Ness: Más o menos. Tenemos nuestros diplomas. Yo soy periodista de la CBC, y tú eres productora asociada de Temas de mujeres por cable.

Ash: Excelentes puntos de partida, por cierto. Ahora bien, ¿has olvidado acaso el famoso «plan quinquenal» de Vanessa Hudgens? Si es así, estoy segura de que en ese escritorio tienes una copia mecanografiada.

Vanessa miró hacia su orgullo y alegría, la única pieza de mobiliario que había comprado desde que se mudó a Chicago. Eligió ese precioso escritorio Reina Ana en una subasta. Y Ashley tenía razón. En el cajón superior había una copia mecanografiada del plan que se había trazado para su carrera. Y en duplicado.

Desde la universidad, esos planes se habían modificado algo. Ashley se había casado, instalado en Chicago e instado a su antigua compañera de cuarto a trasladarse a esa ciudad y probar suerte.

Ness: Primer año -recordó-, un trabajo frente a las cámaras en Kansas City.

Ash: Hecho.

Ness. Segundo año, un puesto en la CBC, Chicago.

Ash: Cumplido.

Ness: Tercer año, un bloque pequeño para mí sola.

Ash: Lo que actualmente se denomina El rincón de Vanessa -brindó por ese bloque con su ginger ale-.

Ness: Cuarto año, presentadora de la sección local de los informativos de la tarde.

Ash: Algo que ya has hecho varias veces como suplente.

Ness: Quinto año, enviar cintas de prueba y currículum vitae al sanctasanctórum: Nueva York.

Ash. Donde jamás podrán resistir tu combinación de estilo, fotogenia y sinceridad... a menos, desde luego, que quieras seguir en un segundo plano.

Ness: Tienes razón, pero...

Ash: Nada de peros .se mostraba implacable-. Tu trabajo es excelente, Ness. La gente habla contigo porque eres sensible. Para un periodista, eso es una ventaja, no un defecto.

Ness: Pero no me deja dormir por las noches.

Inquieta y al sentirse de pronto cansada, Vanessa se mesó el pelo. Se sentó sobre las piernas y se puso a estudiar el cuarto.

Allí estaban el desvencijado juego de comedor para el que todavía debía encontrar un sustituto conveniente, la alfombra deshilachada, el sólido sofá que había retapizado con una tela gris suave. Solo el escritorio se erguía allí en todo su esplendor, como testimonio de un triunfo parcial. Sin embargo, todo se encontraba en su lugar; las pocas chucherías que había logrado coleccionar estaban dispuestas en forma precisa.

Ese pulcro apartamento no era el hogar de sus sueños pero, como Ashley acababa de señalar, sí era un excelente punto de partida. Y ella estaba decidida a catapultarse hacia el triunfo, tanto personal como profesionalmente.

Ness: ¿Recuerdas que en la universidad pensábamos lo excitante que sería correr tras las ambulancias, entrevistar a asesinos en serie, escribir notas incisivas que cautivaran la atención de los televidentes? Pues bien, lo es -suspiró y volvió a ponerse de pie-. Pero es algo que se paga caro. Brittany me ha dado a entender que yo podría tener el puesto de jefe del equipo de periodistas de investigación de su programa con un aumento significativo de sueldo y que mi nombre saliera destacado en el listado de colaboradores.

Para no ejercer influencia sobre su amiga, Ashley mantuvo su voz neutral.

Ash: ¿Y lo estás pensando?

Ness: Cada vez que lo hago, recuerdo que tendría que renunciar a aparecer en antena. -Sonrió y sacudió la cabeza-. Dios, cómo extrañaría esa lucecita roja. ¿Ves?, ese es el problema. -Se dejó caer en un brazo del sofá. Sus ojos brillaban de nuevo-. No quiero ser jefa de investigación de Brittany. Ni siquiera estoy segura de querer trabajar en Nueva York. Creo que lo que quiero es mi propio programa y que se transmita por ciento veinte canales. Quiero una tajada del veinte por ciento. Quiero aparecer en la portada de TV Guide.

Ashley sonrió.

Ash: Y bien, ¿quién te lo impide?

Ness: Nadie. -Más confiada ahora que lo había dicho en voz alta, Vanessa apoyó sus pies desnudos en el almohadón del sofá-. Tal vez eso ocurra en el año séptimo u octavo, todavía no lo sé. Pero lo quiero y puedo hacerlo. Pero... significa tener que cubrir notas con sudor y lágrimas hasta que me lo haya ganado.

Ash: La extensión del plan de carrera de Vanessa Hudgens.

Ness: Exactamente. -Le alegraba que Ashley lo entendiera-. ¿No te parezco un poco chiflada?

Ash: Cariño, creo que cualquiera con tu mente meticulosa, tu presencia ante las cámaras y tu fuerte ambición, conseguiría todo lo que desea. Pero recuerda que, cuando lo obtengas, no debes olvidar a la gente insignificante.

Ness: ¿Cómo decías que te llamabas?

Ashley le arrojó un almohadón.

Ash: Bueno, ahora que tienes la vida arreglada me gustaría anunciarte un agregado a la saga de Ashley Tisdale: «Mi vida no es en absoluto lo que pensé que sería».

Ness: ¿Conseguiste un ascenso?

Ash: No.

Ness: ¿Lo obtuvo Richard?

Ash. No, aunque existe la perspectiva de que le ofrezcan el puesto de socio junior en Dowell, Dowell y Fritz. -Respiró hondo y su rostro se encendió como una rosa en flor-. Estoy embarazada.

Ness: ¿Qué?  parpadeó-. ¿Embarazada? ¿En serio? -Se echó a reír y se deslizó en el sofá para cogerle las manos a Ashley-. ¿Un bebé? Qué maravilla. Es increíble -la abrazó y al instante se echó hacia atrás y observó la cara de su amiga-. ¿No lo es?

Ash: Ya lo creo. No lo esperábamos hasta dentro de uno o dos años, pero, diablos, solo son nueve meses, ¿no?

Ness: Creo que sí. Estás feliz, te lo noto. Es que no puedo creerlo... -Calló, volvió a echar la cabeza hacia atrás-. Por Dios, Ashley, llevas aquí casi una hora y solo ahora me lo dices. Y después hablas de esconder la cabeza.

Complacida, Ashley se palmeó el vientre chato.

Ash: Quería solventar los demás asuntos para que pudieras concentrarte en mí. En nosotros.

Ness: De acuerdo. ¿Sientes náuseas por la mañana o algo por el estilo?

Ash: ¿Yo? hizo una mueca-. ¿Con mi estómago de hierro forjado?

Ness: Correcto. ¿Qué dijo Richard?

Ash: ¿Antes o después de subirse por las paredes?

Vanessa se echó a reír de nuevo, y se puso de pie de un salto para dar unas volteretas. Un bebé, pensó.
Tenía que planear una fiesta con regalos, comprar animalitos de peluche, abrir una cuenta de ahorro.

Ness: Tenemos que celebrarlo.

Ash: ¿Qué hacíamos en la universidad cuando teníamos algo que celebrar?

Ness: Comida china con vino blanco barato -respondió con una sonrisa-. Perfecto, con el agregado de leche pura.

Ashley hizo una mueca y se encogió de hombros.

Ash: Supongo que tendré que acostumbrarme a eso. Pero tengo que pedirte un favor.

Ness: Dime cuál.

Ash: Sigue trabajando en ese plan para tu carrera, Ness. Creo que me gustará que mi hijo tenga una estrella por madrina.


Cuando sonó el teléfono a las seis de la mañana, Vanessa se vio arrancada con violencia del sueño y arrojada en una resaca. Mientras se apretaba la cabeza con una mano, tanteó con la otra en busca del auricular.

Ness: Hudgens.

Britt: Vanessa, querida, lamento despertarte.

Ness: ¿Brittany?

Britt: ¿Quién más tendría la insolencia de llamarte a esta hora? -La risa de Brittany brotó mientras Vanessa trataba de enfocar su vista en el reloj-. Tengo que pedirte un gran favor. Hoy grabamos, y Drew está en cama afectado por un virus.

Ness: Lo lamento.

Con valentía, Vanessa carraspeó y logró incorporarse en la cama.

Britt: Esas cosas pasan. Ocurre que hoy trataremos un tema muy delicado, y he pensado que tú eras la persona perfecta para manejar a los invitados fuera del escenario. Como sabes, esa es tarea de Drew, así que estoy en un apuro.

Ness: ¿Qué me dices de Simon o Maureen?

Tal vez su mente estuviera un poco nublada, pero Vanessa recordaba bien la cadena de mandos.

Britt: Ninguno de los dos es adecuado para esto. Simon hace excelentes entrevistas previas por teléfono, y Dios sabe que Maureen es una joya para todo lo que tiene que ver con transportes y alojamiento. Pero estos invitados requieren un toque muy especial. El tuyo.

Ness: Me encantaría ayudarte, Brittany, pero debo estar en el estudio a las nueve.

Britt. Yo lo arreglare con tu productor, querida. Me debe un favor. Simon puede ocuparse de la segunda grabación, pero te estaría muy agradecida si me ayudaras a solucionar este problema.

Ness: Por supuesto. -se resignó a desayunar un café rápido con un bote de aspirinas-. Siempre y cuando no haya problemas.

Britt: No te preocupes por eso. Todavía tengo influencias en el departamento de noticias. Te necesito aquí a las ocho en punto. Gracias, querida.

Ness: Está bien, pero...

Todavía un poco aturdida, se quedó mirando el teléfono. Se dio cuenta de que hubo un par de detalles que ni siquiera se mencionaron. Por ejemplo, ¿qué demonios era el tema de esa mañana y quienes eran los invitados que requerían un cuidado tan especial?

Vanessa entró en el camerino con una sonrisa intranquila en el rostro y una taza de café en la mano. Ahora conocía el tema, y paseó la vista con cautela por los invitados, como un soldado veterano que reconoce un campo minado.

Triángulos conyugales. Vanessa respiró hondo. Una pareja y la tercera en discordia que casi había destruido su matrimonio. Un campo minado habría sido más seguro.

Ness: Buenos días. -El camerino permanecía sumido en un silencio funesto, salvo por el murmullo de las noticias de la mañana por el televisor-. Soy Vanessa Hudgens. Bienvenidos a El programa de Brittany. ¿Puedo ofrecerles café recién hecho?

**: Gracias. -El hombre sentado en un rincón movió el maletín abierto que tenía sobre las rodillas y luego extendió su taza. Le dedicó a Vanessa un rápida sonrisa que se vio aumentada por el brillo divertido de sus ojos castaños-. Soy el doctor Crosby. Mike Crosby. -Bajó la voz mientras Vanessa le llenaba la taza-. No se preocupe, están desarmados.

Vanessa le sostuvo la mirada.

Ness: Bueno, pero tienen dientes y uñas -murmuró-.

Ella sabía quién era él: el asesor del programa, un psicólogo que intentaría controlar esa caja de Pandora antes de que finalizara el interminable rollo de los créditos. Vanessa calculó que tendría treinta y tantos años. Confiado, distendido, atractivo. Conservador, a juzgar por su pelo rubio cuidadosamente recortado y su impecable traje a medida. Sus zapatos brillaban como un espejo, tenía las uñas manicuradas y su sonrisa era fácil.

Mike: Yo vigilaré su flanco, si usted vigila el mío.

Ella le devolvió la sonrisa.

Ness: Trato hecho. ¿Señor y señora Forrester? -preguntó mientras la pareja la miraba. La expresión de la mujer era de profundo resentimiento: él parecía un hombre desdichado y confundido-. Ustedes estarán en el primer bloque... con la señorita Draper.

Lori Draper, el último elemento del triángulo, se veía muy nerviosa y exaltada.

Lori: ¿Mi atuendo es apropiado para la televisión?

Viendo la mueca burlona de la señora Forrester, Vanessa le aseguró que sí lo era.

Ness: Se que en la entrevista previa ya les explicaron los detalles. Los Forrester y la señorita Draper saldrán en el primer...

*:  Yo no quiero estar sentada junto a ella -masculló la señora Forrester-.

Ness: Eso no será problema...

*: Y tampoco quiero que Jim se siente al lado de ella.

Lori Draper puso los ojos en blanco.

Lori: Por favor, Shelly, terminamos lo nuestro hace meses. ¿Qué te pasa? ¿Crees que me abalanzare sobre él ante las cámaras?

Shelly: No me extrañaría -apartó la mano cuando su marido intentó acariciársela-. No nos sentaremos junto a ella -le dijo a Vanessa-. Y Jim tampoco le dirigirá la palabra. Nunca.

Esa afirmación fue como acercar una cerilla a las brasas que ardían en el triángulo número dos. Antes de que Vanessa pudiera abrir la boca, todos comenzaron a hablar al mismo tiempo. Una andanada de acusaciones y reproches atravesó el camerino. Vanessa miró a Mike Crosby, quien le sonrió y se encogió de hombros.

Ness: De acuerdo -dijo con voz aguda para ser oída en medio del alboroto-. Estoy segura de que todos tienen puntos de vista válidos y bastante que decir. ¿Por qué no lo reservamos para el programa? Todos aceptaron venir aquí esta mañana para ofrecer su versión de los hechos y buscar alguna posible solución. Estoy segura de que arreglaremos la disposición de los asientos para complacer a cada uno.

Hizo un rápido repaso del resto de las instrucciones y se ocupó de controlar a los invitados de la misma manera en que una maestra lo hace con los chiquillos díscolos de cinco años: con tono jovial y mano firme.

Ness: Bien. Señora Forrester, Shelly, Jim, Lori, por favor vengan conmigo. Los instalaremos y les colocaremos los micrófonos.

Diez minutos después, Vanessa regresó al camerino, agradecida de que no hubiera habido derramamiento de sangre. Mientras los integrantes del triángulo restante permanecían inmóviles en sus asientos, la vista fija en el monitor de televisión, Mike se encontraba de pie y examinaba con atención una fuente de pastas.

Mike: Bien hecho, señorita Hudgens.

Ness: Gracias, doctor Crosby.

Mike: Mike -la corrigió mientras elegía un pastelillo con canela-. Es una situación difícil. Aunque el triángulo fue técnicamente roto cuando la aventura terminó, tanto emocional como moral e incluso intelectualmente, permanece vigente.

Tiene razón, pensó Vanessa. Si alguien que ella amaba le era infiel, sería él el que resultaría roto... en todos los sentidos.

Ness: Supongo que usted suele enfrentarse a situaciones similares en su práctica profesional.

Mike: A menudo. Decidí dedicarme a este campo después de mi propio divorcio. -Su sonrisa fue dulce y un poco tímida. Por razones obvias. -Miró las manos de Vanessa y notó que usaba un único anillo, un granate en un engarce antiguo de oro en la mano derecha-. ¿Usted no tiene necesidad de recurrir a una especialidad como la mía?

Ness: No por el momento.

Mike Crosby le resultaba muy atractivo: la sonrisa encantadora, el cuerpo alto y enjuto que hacía que ella, que con tacones medía uno sesenta, tuviera que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. Pero, en ese momento, necesitaba enfocar su atención en el grupo que se encontraba detrás de él.

Ness: El programa comenzará inmediatamente después de este anuncio -y señaló el plató-. Mike, usted no entrará hasta los últimos veinte minutos, pero convendría que viera el programa para darnos un asesoramiento concreto.

Mike: Por supuesto. -Disfrutaba al mirarla. Casi alcanzaba a oír su energía-. No se preocupe. Yo he estado tres veces en este programa.

Ness: Ah, un veterano. ¿Puedo ofrecerle algo?

Los ojos de él enfocaron el trío que tenía a sus espaldas y luego de nuevo los de Vanessa.

Mike: ¿Tal vez un uniforme de combate?

Ella rió por lo bajo y le dio un apretón en el brazo. Decidió que todo saldría bien.

Ness: Veré lo que puedo hacer.

El programa resultó muy emotivo, y aunque volaron fuertes acusaciones, nadie salió herido de gravedad. Fuera de antena, Vanessa admiró la forma en que Brittany mantenía con suavidad las riendas: permitía que sus invitados tomaran su camino, y los hacía retroceder y los tranquilizaba cuando sus temperamentos comenzaban a entrar en ebullición.

Lo mismo hizo con el público. Con un instinto infalible, le cedía el micrófono a la persona adecuada en el momento adecuado, y a continuación pasaba con suavidad a una pregunta o un comentario propio.

En cuanto al doctor Crosby, en opinión de Vanessa no se podía haber elegido un mediador más hábil. Exudaba la perfecta combinación de intelecto y sensibilidad, a lo cual se sumaba el asesoramiento preciso tan necesario para ese medio.

Cuando el programa finalizó, los Forrester estaban cogidos de la mano. La otra pareja había cesado de recriminarse entre sí, y las otras dos mujeres conversaban como viejas amigas.
Brittany había vuelto a triunfar.


Roger: ¿Has decidido volver a nuestro lado, Vanessa? -preguntó Roger mientras la tomaba del brazo-.

Ness: Sé que no podéis estar sin mí.

Vanessa avanzó por la ruidosa sala de redacción hacia su escritorio. Había ruido de teléfonos que sonaban y tableteo de teclados. Sobre una pared, los monitores exhibían los programas de ese momento de la CBC y de las otras tres cadenas. Por el aroma reinante, alguien había volcado hacía poco su café.

Ness: ¿En qué estáis trabajando? -le preguntó a Roger-.

Roger: En el incendio de anoche en el South Side.

Vanessa asintió y se instaló detrás de su escritorio. A diferencia de los otros periodistas, ella mantenía el suyo meticulosamente arreglado. Los lápices de punta bien afilada asomaban en un vaso cerámico decorado con flores, junto al cual había un anotador.

Ness: ¿Premeditado?

Roger: Esa es la opinión general. Tenemos grabada una entrevista con el jefe de bomberos, y otra en la escena del siniestro. Y, como soy un chico bueno, recogí tu correspondencia.

Ness: Ya veo. Gracias.

Roger: Esta mañana vi unos minutos del programa de Brittany. ¿El hecho de hablar sobre adulterio tan temprano por la mañana no pone nerviosa a la gente?

Ness: Les da tema de conversación para el almuerzo.

Vanessa cogió un cortapapel de ébano y abrió el primer sobre.

Roger: ¿Y ventilarlo por la televisión en todo el país?

Ella levantó una ceja.

Ness: Pues parece haber contribuido a mejorar la relación de los Forrester.

Roger: A mí me pareció que la otra pareja enfilaba hacia un juzgado.

Ness: A veces el divorcio es la respuesta adecuada.

Roger: ¿Eso piensas? ¿Si tu marido te fuera infiel, perdonarías y olvidarías o le pondrías un juicio de divorcio?

Ness: Bueno, primero lo escucharía, hablaríamos, trataría de descubrir el motivo de lo que ocurrió. Y después le llenaría el cuerpo de balas a ese cerdo asqueroso y adúltero. -Le sonrió-. Bueno, pero eso es lo que haría yo. Y, ya ves, nos ha dado tema de conversación. -Miró la hoja de papel que tenía en la mano-. Eh, mira esto.

Inclinó la hoja para que los dos pudieran verla. En el centro del papel, escrita con tinta roja, había una única frase: «Vanessa, te quiero».

Roger: El viejo admirador secreto, hmmm -dijo con tono ligero, pero había preocupación en sus ojos-.

Ness: Eso parece. -Dio vuelta al sobre-. Nada de remitente. Ni estampilla.

Roger: Yo acabo de sacar la correspondencia de tu buzón -sacudió la cabeza-. Alguien debe de haber metido allí ese sobre.

Ness: Bueno, supongo que es bastante tierno. -Se frotó los brazos que de pronto sintió fríos-. Y siniestro.

Roger: Podríamos preguntar si vieron a alguien rondar por tu buzón.

Ness: No tiene importancia.

Vanessa arrojó la nota y el sobre en la papelera y tomó la siguiente carta.

Mike: Perdón.

Ness: Oh, doctor Crosby -dejó la carta en el escritorio y le sonrió al hombre-. ¿Se ha extraviado camino a la salida?

Mike: No. En realidad, me dijeron que la encontraría aquí.

Ness: Doctor Mike Crosby, este es Roger Crowell.

Mike: Sí, lo he reconocido le tendió la mano-. Yo los veo a ustedes dos con frecuencia.

Roger: Yo también vi parte de su actuación -seguía pensando en la carta, y se prometió recuperarla de la papelera-. Necesitamos una copia del programa con los perros, Ness.

Ness: Ningún problema.

Roger: Mucho gusto en conocerlo, doctor Crosby.

Mike: Lo mismo digo -giró hacia Vanessa cuando Roger se alejó-. Quería agradecerle por contribuir esta mañana a mantener la cordura general.

Ness: Es una de las cosas que mejor hago.

Mike: Estoy de acuerdo. Siempre he pensado que usted relata las noticias con gran sensibilidad y perspicacia. Es una combinación notable.

Ness. Y también un cumplido notable. Gracias.

Crosby paseó la vista por la sala de redacción. Dos periodistas discutían acaloradamente sobre béisbol, sonaban los teléfonos, y un hombre empujaba un carro repleto de carpetas por el espacio angosto entre las mesas.

Mike: Qué lugar tan interesante.

Ness: Lo es. Con mucho gusto lo acompañaría en un recorrido, pero todavía tengo que escribir una nota para el noticiario del mediodía.

Mike: Entonces me conformaré con la promesa de otra ocasión. -Volvió a mirarla, con su sonrisa fácil y dulce-. Vanessa, tenía la esperanza de que, después de haber estado juntos en las trincheras, aceptaría cenar conmigo.

Ness: ¿Cenar? -Lo estudió con más atención, como hace toda mujer cuando un hombre deja de ser simplemente un hombre y se convierte en una posible relación. Sería tonto simular que no le interesaba-. Sí, supongo que aceptaría.

Mike: ¿Esta noche? ¿Digamos, a las siete y media?

Ella vaciló. Rara vez era impulsiva. Pensó que él era médico, tenía buenos modales y era agradable. Y, lo más importante, había exhibido inteligencia y corazón en una situación de gran tensión.

Ness: De acuerdo.

Tomó una hoja de su bloc y escribió su dirección.


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Mike es un amor
Quien sera el de las notas misteriosas
Todo muy interesante
Siguela pronto
Saludos!!!

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