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jueves, 24 de enero de 2019

Capítulo 7


Vanessa no había esperado sentir los aguijones de la deslealtad. Después de todo, la televisión era un negocio. Y parte de ese negocio era ascender, conseguir el mejor trato. Pero, mientras en el edificio de la CBC todos, desde los jefes hasta los equipos de mantenimiento analizaban las encuestas de mayo referentes a los índices de audiencia de los programas nocturnos, Vanessa se sentía una traidora.

Sabía que El programa de Brittany dejaría de retransmitirse por ese canal antes de que comenzara la temporada de otoño. Y con el convenio que había hecho Brittany, ella competiría con los programas diurnos de la CBC y también con los especiales en horarios centrales.

Cuanto más crecía el entusiasmo en la sala de redacción, más culpable se sentía Vanessa.

Zac: ¿Tienes algún problema, Kansas?

Ella levantó la vista en el momento en que Zac se sentaba en el borde de su escritorio.

Ness: ¿Por qué lo preguntas?

Zac: Hace quince minutos que tienes la vista clavada en la pantalla. Y yo estoy acostumbrado a verte mover de un lado para el otro.

Ness: Estoy pensando.

Zac: Eso por lo general no te detiene. -Se inclinó y le froto las cejas con el pulgar-. Tensión.

Ella se apartó.

Ness: Estamos en pleno mes de encuestas. ¿Quién no está tenso?

Zac: Noticias del mediodía va bastante bien.

Ness: Mucho más que bastante bien -saltó-. Tenemos unos índices del veintiocho por ciento. Y desde las últimas encuestas hemos subido tres puntos.

Zac: Eso está mejor. Detestaría seguir viéndote tan triste como hace un momento.

Ness: Yo no estaba triste -dijo con los dientes apretados-. Estaba pensando.

Zac: Ya.

Se puso de pie y tomó la bolsa que había dejado en el suelo.

Ness: ¿Adónde vas?

Zac: A Nueva York -se colgó la bolsa del hombro-. Tengo que reemplazar al presentador de A primera hora. Kirk Brook. Tiene un ataque de alergia.

Vanessa arqueó una ceja. Sabía que ese programa de la CBC andaba mal, muy por detrás de Buenos días América y Hoy.

Ness: Me parece que es más bien un problema de audiencia.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Bueno, sí, hay algo de eso. Los directivos piensan que los telespectadores considerarán muy atractiva a una persona que ha participado en varias guerras y terremotos -dijo con desagrado-. De modo que durante unos días tendré que levantarme muy temprano y usar corbata.

Ness: Será bastante más que eso. Es un programa complicado. Entrevistas, historias conmovedoras...

Zac: Pura cháchara -dijo con desprecio-.

Ness: Eso no tiene nada de malo. Implica al espectador, lo hace participar de los hechos. Y abre puertas.

Los labios de él se curvaron en una mezcla de sonrisa y mueca de desprecio.

Zac: Correcto. La próxima vez que entreviste a Gaddafi, le preguntaré qué le parece el nuevo vídeo de Madonna.

Ella lo estudió. Hasta ese momento lo había considerado un rebelde empedernido que hace lo que se le antoja y da dolores de cabeza a los ejecutivos del canal.

Ness: Si lo detestas tanto, ¿por qué lo haces?

Zac: Es mi trabajo -fue su respuesta-.

Vanessa bajó la vista y jugueteó con unos papeles que había sobre su mesa. Yo también, se dijo y se sintió muy mal. Yo también.

Ness: Entonces es una cuestión de lealtades.

Zac: Por supuesto. -Qué estaba pasando en la cabecita de Vanessa?, se preguntó. Era una pena que no tuviese tiempo para quedarse a averiguarlo-. Después se puede expandir. Si a primera hora se hunde, los ingresos disminuyen. ¿Y quién es el primero en sufrir las consecuencias?

Ness: El departamento de noticias.

Zac: Exacto. El programa de la mañana está en la cola de la lista de audiencia, y un par de imbéciles no parecen capaces de producir un programa decente para la noche del martes; antes de que uno tenga tiempo de nada, le recortan a uno el presupuesto.

Ness: Los lunes y viernes estamos fuertes -murmuró-. Y además tenemos El programa de Brittany.

Zac: Es un poco duro saber que Brittany y un puñado de programas cómicos nos están salvando los papeles. -Sonrió y se encogió de hombros-. Supongo que no querrás darme un beso de despedida.

Ness: Supongo que no.

Zac: Pero me echarás de menos.

En sus ojos había suficiente diversión como para hacerla sonreír.

Ness: No te vas a la guerra, Zac.

Zac. Claro, para ti es fácil decirlo.

Se alejó y Vanessa lo observó acercarse a otra periodista.

La mujer se echó a reír y luego le estampó un beso en la boca. Mientras estallaban los aplausos, él se dio la vuelta y le sonrió a Vanessa. Después, con un saludo final a todos los que estaban en la sala de redacción, traspuso las puertas y desapareció.

Vanessa todavía sonreía cuando volvió a concentrarse en su texto. Ese tipo podía tener sus defectos, pero vaya si tenía sentido del humor y podía hacerla reír.

Reconoció que también podía hacerla pensar.

Mentalmente, puso en pantalla su lista. Dos columnas, mecanografiadas, que especificaban sus razones para aceptar y declinar el ofrecimiento de Brittany. En el cajón superior del escritorio de su casa tenía el original. Era sencillo visualizar esa lista. Con un suspiro, agregó una palabra a la columna con las razones para «declinar».

Lealtad.

**: ¿Señorita Hudgens?

Parpadeó. Detrás de una vasija de porcelana con hibiscos rojos apareció una cara redonda y jovial. Ella tardó un momento en reconocerlo. Pero cuando él se puso unas gafas con montura de metal lo reconoció.

Ness: Hola, Jeff. ¿Qué es esto?

Jeff: Son para ti. -Colocó las flores en el escritorio y se metió las manos en los bolsillos. Como asistente de montaje, Jeff Hyatt se sentía más cómodo con los equipos que con las personas. Le dedicó a Vanessa una sonrisa fugaz y se quedó mirando las flores-. Son bonitas. Me crucé con el chico que las traía, y como yo venía para aquí...

Ness: Gracias, Jeff.

Jeff: De nada.

Vanessa ya lo había olvidado cuando tomó la tarjeta escondida entre las flores: «¿Qué te parecería Hawai?».

Mientras sonreía, estiró el brazo para acariciar un pimpollo. Un punto más para agregar en la lista de motivos para declinar el ofrecimiento de Brittany. Mike.


**: Ha venido la señorita Hudgens. Quiere verla, señorita Snow.

Britt: Dile que espere.

Con un cigarrillo entre los dedos, Brittany frunció el entrecejo frente al informe sobre Mike Crosby presentado por Beeker.

Era un material muy interesante y exigía toda su atención. Sus éxitos estaban bien ganados: doctorado en Georgetown, un año de estudios en el extranjero. Y, financieramente, le iba bien como asesor de personas de la alta sociedad y políticos con respecto a sus matrimonios y familias. Compensaba su lucrativa práctica privada con la dedicación de tres tardes por semana a servicios sociales.

En líneas generales, un buen perfil de un hombre que había estudiado bien y se dedicaba a preservar la vida familiar.

Brittany lo sabía todo con respecto a los perfiles y las ilusiones que fomentaban.

El matrimonio de Mike había fracasado. Su divorcio, tranquilo y civilizado, no había agitado demasiado a la sociedad de Chicago y, por cierto, tampoco había tenido una influencia negativa sobre su actividad profesional. Sin embargo, era un dato interesante. Interesante porque Beeker había descubierto que el monto del arreglo económico con la ex esposa de Mike era colosal, lo mismo que la pensión mensual. Mucho más de lo que exigía un matrimonio breve y sin hijos.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Brittany cuando siguió leyendo. Él no se había atrevido a discutir el monto. Cuando a un hombre de treinta y cinco años lo pescan con la atractiva hija de su secretaria desnuda, a las dos de la madrugada, no queda mucho margen para negociar. Una menor, por dispuesta que se mostrara a hacer el amor con él, seguía siendo una menor. Y el adulterio, sobre todo con una muchacha de dieciséis años, tenía un precio muy alto.

Al seguir leyendo el informe de Beeker, Brittany descubrió que Mike se había cubierto con mucha inteligencia. La secretaria se había llevado una suma cuantiosa y una referencia excelente, y se trasladó con su familia a San Antonio. La esposa se había quedado con una tajada mucho más grande, sin que ni un suspiro escapara de la boca del buen profesional. Y cuando sí dijo algo -y Brittany lo admiraba por su temeridad- los rumores lo vincularon con su secretaria, no con la hija de esta.

Así que el elegante doctor Crosby seguía ejerciendo su profesión como uno de los divorciados más apetecibles de Chicago.

El eminente consejero familiar con debilidad por las adolescentes. Un tema muy interesante para un programa, decidió y se echó a reír. Pero no; lo mantendría en privado. Algunas informaciones valían mucho más que los índices de audiencia. Brittany cerró la carpeta y la puso en un cajón. Se preguntó cuánto de todo eso sabría Vanessa.

Britt: Hazla pasar, Cassie.

Brittany era todo sonrisas cuando Vanessa entró.

Britt: Siento haberte hecho esperar. Tenía que terminar algo.

Ness: Sé que estas ocupada. ¿Puedes dedicarme un par de minutos?

Britt: Por supuesto. -Se puso de pie y le indicó una silla-. ¿Puedo ofrecerte café?

Ness: No, no te molestes -se sentó y se obligó a entrelazar las manos sobre el regazo-.

Britt: No es molestia. ¿Una bebida fría? -se dirigió al bar y sirvió agua mineral para las dos-. Si esta noche no tuviera una cena, le pediría a Cassie que trajera las pastas de chocolate que tiene en el escritorio. -Sonrió-. Ella no sabe que estoy enterada. Pero, bueno, mi política es saberlo todo sobre las personas que trabajan conmigo. -Después de entregarle a Vanessa un vaso, se dejó caer en un sillón y estiró las piernas-. Ha sido un día agotador. Y al amanecer salgo para California.

Ness: ¿California? No sabía que grabarías en exteriores.

Britt: No es eso. Tengo que hablar en la ceremonia académica de Berkeley. -No está mal, pensó Brittany, para alguien que trabajaba de camarera para costearse los estudios en Arkansas-. Estaré de vuelta el lunes para las grabaciones. ¿Sabes una cosa, Ness? Ya que pasaste por aquí, podrías echarle un vistazo a mi discurso. Sabes cuánto valoro tu opinión.

Ness: Por supuesto -se sentía muy mal, y bebió un sorbo de agua mineral-. No podré hacerlo hasta después de las cinco, pero...

Britt: Puedes enviármelo después por fax a casa. Te daré una copia.

Ness: Está bien. Brittany... -La única manera de manejar eso era de forma directa-. He venido para hablar de tu ofrecimiento.

Britt: Esperaba que así fuera. -Distendida y satisfecha, se quitó los zapatos y cogió un cigarrillo-. No puedo decirte lo impaciente que estoy de mudarme a Nueva York, Vanessa. Allí está el pulso del mundo. -Encendió el cigarrillo y dio una calada-. Allí está el poder. Mi agente ya me está buscando apartamento.

Sus ojos perdieron su expresión calculadora y se volvieron soñadores. Dentro de ella existía todavía la muchachita de Arkansas que ambicionaba ser princesa.

Britt: Quiero algo con una buena vista, muchas ventanas y luz, mucho espacio. Un lugar donde pueda sentirme en mi casa, donde pueda recibir gente. Si encuentro el apartamento adecuado, hasta podríamos rodar allí algunos de los especiales. A los espectadores les gusta espiar un poco nuestras vidas privadas. -Sonrió. La suavidad de su mirada se agudizó-. Estamos escalando posiciones, Ness. Las mujeres finalmente nos hemos ganado un lugar en la televisión, y tú y yo llegaremos a la cima. ¿Sabes?, tu inteligencia y tu creatividad son solo parte del motivo por el que te quiero junto a mí. Puedo confiar en ti, Ness. No necesito decirte lo que eso significa para mí.

Vanessa cerró los ojos un momento, mientras la culpa la invadía.

Britt: No creo que me haya sentido alguna vez tan cerca de otra mujer -concluyó-.

Ness: Brittany, yo quiero...

Britt: Serás más que mi productora ejecutiva; serás mi mano derecha. En realidad, debería haberle pedido a mi agente que buscara también un apartamento para ti. Será maravilloso para las dos.

Ness: Brittany, espera un momento -levantó una mano-. Creo entender cuánto significa para ti tu contrato con Starmedia, y me alegro muchísimo. Has sido maravillosa para mí. Valoro muchísimo tu ayuda y tu amistad, y te deseo todo el éxito del mundo -se inclinó y tomó la mano de Brittany-. Pero no puedo aceptar tu ofrecimiento.

El brillo de los ojos de Brittany se oscureció. Su boca se apretó con fuerza. Ese rechazo inesperado casi le quitó el aliento.

Britt: ¿Estás segura de entender lo que te estoy ofreciendo?

Ness: Sí, claro que sí -oprimió la mano de Brittany antes de ponerse en pie para pasearse por la habitación-. Créeme, lo he estado pensando mucho. Me ha costado pensar en otra cosa. Pero no puedo hacerlo.

Muy lentamente, Brittany se enderezó en el sillón. Cruzó las piernas.

Britt: ¿Por qué?

Ness: Por muchas razones. En primer lugar, tengo un contrato.

Britt: Hace suficiente tiempo que trabajas en este medio como para saber con qué facilidad se soluciona eso.

Ness: Es posible, pero cuando firmé di mi palabra.

Brittany dio otra calada y entrecerró los ojos.

Britt: ¿Eres tan ingenua?

Vanessa entendió que eso equivalía a un insulto, pero se limitó a encogerse de hombros.

Ness: Hay otros factores. Incluso al saber que no piensas llevarte a Drew, me sentiría culpable por ocupar su lugar; sobre todo porque no tengo su experiencia. Yo no soy una productora, Brittany. Aunque esa propuesta me resulta terriblemente tentadora como para olvidarlo todo y aceptar: el dinero, la posición, el poder... Dios: y Nueva York. Y la oportunidad de trabajar contigo. No es fácil rechazar todo eso.

Britt: Pero lo estás haciendo -su tono era frío-. Eso es precisamente lo que estás haciendo.

Ness: No es solo por mí. Se han interpuesto otros factores, no importa lo mucho que he tratado de evitarlos. Mis ambiciones tienen que ver con trabajar delante de las cámaras. Y estoy feliz en Chicago. Mi trabajo, mi hogar, mis amistades, están aquí.

Brittany aplastó el cigarrillo con furia.

Britt: ¿Y Mike? ¿Ha influido él en esa decisión?

Vanessa pensó en los hibiscos rojos de su escritorio.

Ness: Algo. Siento algo por él. Y me gustaría dar una oportunidad a esos sentimientos.

Britt: Debo decirte que cometes una gran equivocación. Permites que detalles y sentimientos personales empañen tu juicio profesional.

Ness: No lo creo -atravesó el cuarto, volvió a sentarse y se inclinó. Pensó que resultaba muy difícil rechazar un ofrecimiento sin parecer ingrata. Sobre todo, cuando el ofrecimiento había tomado las connotaciones de un favor a una amiga-. He estudiado esto desde todos los ángulos. Eso es lo que suelo hacer siempre, y a veces de forma exagerada. No me fue fácil rechazar tu ofrecimiento, y confieso que sigue costándome hacerlo. Siempre te estaré agradecida, y me siento muy halagada porque hayas creído tanto en mí como para pedírmelo.

Britt: ¿De modo que te echarás atrás y seguirás leyendo noticias? -se puso de pie, hecha una furia. Le había ofrecido un banquete y la muy tonta se conformaba con migajas. ¿Dónde estaba su gratitud? ¿Dónde estaba su lealtad?-. Bueno, es tu elección -dijo con sequedad mientras se instalaba detrás de su escritorio-. ¿Por qué no te tomas unos días más, por ejemplo este fin de semana, mientras yo estoy ausente, por si cambias de idea? -Sacudió la cabeza para impedir cualquier comentario de Vanessa-. Volveremos a hablar el lunes -añadió con tono de despedida-. Entre una grabación y otra. Digamos, a las... -se puso a pensar mientras hojeaba su agenda- once y cuarto. -Su sonrisa era de nuevo cordial cuando levantó la vista-. Si entonces sigues pensando lo mismo, no te lo discutiré. ¿Te parece correcto?

Ness: Está bien. -Le pareció más elegante y más fácil mostrarse de acuerdo-. Nos veremos el lunes. Que tengas buen viaje.

Britt: Así será. -Deliberadamente aguardó a que Vanessa estuviera junto a la puerta-. Oh, Ness... -Sonrió y levantó un sobre de papel manila-. ¿Olvidas mi discurso?

Ness: Tienes razón.

Vanessa volvió a atravesar el cuarto para coger el sobre.

Britt: Trata de mandármelo de vuelta antes de las nueve. Necesito descansar un rato.

Brittany esperó que la puerta se cerrara para entrelazar las manos sobre el escritorio. Sus nudillos quedaron blancos por la fuerza con que lo hizo. Estuvo largo rato con la vista fija en la puerta, mientras respiraba en forma acompasada. Se dijo que no tenía sentido enfurecerse. No, no esta vez. Debía mantenerse fría, serena y concisa para repasar los hechos.

Le había ofrecido a Vanessa una posición de poder, su propia amistad incondicional, su confianza. Y ella prefería leer las noticias al mediodía porque tenía un contrato, un apartamento alquilado y un hombre.

¿Podía alguien ser tan ingenuo? ¿Tan inocente? ¿Tan estúpido?

Aflojó los dedos y se obligó a reclinarse en su asiento y normalizar su respiración. Cualquiera que fuera la respuesta a esas preguntas, Vanessa aprendería que nadie podía rechazar jamás a Brittany.

Ya más serena, abrió un cajón y sacó la carpeta con el informe sobre Mike. Le temblaban los labios de furia, pero terminaron con la expresión de una criatura a la que se le negaba algo. Vanessa no iría con ella a Nueva York. Pero se arrepentiría.


Vanessa apenas si había puesto un pie en la oficina exterior, cuando sus remordimientos se desvanecieron por una oleada de sorpresa y placer.

Ness: Kate. Kate Lowell.

La mujer de largas piernas y mirada de gacela giró la cabeza y se apartó su gloriosa cabellera. Su cara -la tez de porcelana, los ángulos delicados, los ojos llenos de fuego y la boca generosa- era tan magnífica como famosa. Su sonrisa rápida y resplandeciente fue automática. Por encima de todo, era una actriz.

Kate: Hola.

Ness: Vaya si aquel aparato te arregló los dientes -sonrió-. Kate, soy Ness. Vanessa Hudgens.

Kate: Vanessa. -La tensión nerviosa debajo de su sonrisa se disolvió-. Dios, Vanessa. No puedo creerlo -dijo y se echó a reír-.

Ness: Imagínate lo que siento yo. Han pasado catorce, quince años.

Para Kate, durante un momento maravilloso, fue como revivir el ayer. Recordaba las largas conversaciones, la inocencia de las confidencias.

Bajo la mirada fascinada de Cassie, las dos mujeres cruzaron la habitación y se abrazaron. Y se quedaron así un momento; apretadas con fuerza.

**: Estás espléndida -dijeron las dos al unísono, y rieron-.

Kate: Es verdad -se apartó un poco, pero sin soltarle la mano a Vanessa-. Lo estamos. Hay un largo camino desde Topeka.

Ness: Más largo todavía para ti. ¿Qué hace en Chicago la estrella más reciente de Hollywood?

Kate: Negocios -su sonrisa disminuyó-. Y publicidad. ¿Qué me dices de ti?

Ness: Yo trabajo aquí.

Kate: ¿Aquí? -Lo que quedaba de sonrisa se desvaneció por completo-. ¿Para Brittany?

Ness: No. Abajo, en la sala de redacción. En Noticias del mediodía, ¡con Roger Crowell y Vanessa Hudgens!

Britt: No puedo creer que dos de mis personas favoritas se conozcan -dijo al salir de su despacho-. Kate, querida, siento haberte hecho esperar. Cassie no me avisó que estabas aquí.

Kate: Acabo de llegar. Mi vuelo se retrasó esta mañana, así que hoy he llegado tarde a todas partes.

Britt: Qué terrible que hasta una mujer de tu talento se vea sujeta a los caprichos de la tecnología. Ahora dime... -Se acercó para apoyar una mano en el hombro de Vanessa, como si fuera su propietaria-. ¿Cómo es que conoces a nuestra Ness?

Kate: Mi tía vivía frente a la casa de la familia de Vanessa. De niña, pasé algunos veranos en Kansas.

Britt: ¿Compañeras de juegos? -rió-. Encantador. Y Vanessa no te había contado nada de su fama. Vaya por Dios.

Con un movimiento sutil, Kate cambió de lugar y Brittany quedó fuera del círculo.

Kate: ¿Cómo está tu familia?

Ness: Muy bien. -Sorprendida por la tensión que se respiraba, Vanessa trató de encontrar su origen en los ojos de Kate, pero no estaba ahí-. Jamás se pierden una de tus películas. Tampoco yo. Recuerdo las obras de teatro que interpretabas en el patio de la casa de tu tía.

Kate: Que tú escribías. Y ahora lees las noticias.

Ness: Muchas de las cuales tú produces. Estuviste genial en Impostura, Kate. Lloré a mares.

Britt: Se comenta que será nominada para un Oscar -se acercó y pasó un brazo por los hombros de Kate-. ¿Cómo podía ser de otra manera cuando Kate interpretó tan magníficamente el papel de una madre joven y heroica que lucha para conservar a su hijo? -Las dos intercambiaron una mirada filosa como una navaja-. Yo asistí al estreno. En toda la sala no hubo un par de ojos secos.

Kate: Bueno, imagino que sí hubo uno.

La sonrisa de Kate fue brillante y curiosamente felina.

Britt: Me gustaría daros tiempo para poneros al día -apretó el hombro de Kate-. Pero se nos está haciendo tarde.

Ness: Bueno, entonces te dejaré ir. -Con el discurso de Brittany debajo del brazo, dio un paso atrás-. ¿Cuánto tiempo estarás en Chicago?

Kate: Me voy mañana -también dio un paso atrás-. Ha sido una alegría verte.

Ness: Para mí también -dolida, dio media vuelta y se alejó-.

Britt: ¿No es maravilloso? -le hizo a Kate un gesto para que entrara en su despacho y cerró la puerta-. Que justo te encontraras con una amiga de la infancia (que da la casualidad que es mi protegida), nada menos que en mi oficina. Dime, Kate, ¿te has mantenido en contacto con Ness? ¿Has compartido con ella todos tus secretos?

Kate: Solo una tonta comparte sus secretos, Brittany. No perdamos tiempo y vayamos al grano.

Satisfecha, Brittany tomó asiento detrás de su escritorio.

Britt: Sí, hagámoslo.


Para Zac Efron, Nueva York era como una mujer: una sirena resbaladiza y de piernas largas que sabía manejarse muy bien. Era sexy; alternativamente cursi y elegante. Y Dios sabía que era peligrosa.

Tal vez por eso prefería Chicago. Zac amaba a las mujeres y tenía debilidad por las de piernas largas y tipo peligroso. Pero Chicago era un hombre corpulento y musculoso, con sudor en la camisa y una cerveza fría en sus puños. Chicago era un camorrista. Zac confiaba más en una pelea abierta que en una seducción.

Se manejaba bien en Manhattan. Había vivido allí un tiempo con su madre, durante una de las separaciones de sus padres. Había perdido la pista de cuántas separaciones hubo antes del inevitable divorcio, pero supuso que eso era por ser hijo de una pareja de abogados asesores de grandes corporaciones.

Recordaba lo razonables que ambos se habían mostrado. Tan fríos y civilizados. Y tenía presente el haber sido puesto en manos de criadas, secretarias, escuelas, supuestamente para evitarle formar parte de esa discordia de tan excelente coreografía. En realidad, él sabía que ninguno de sus padres se había sentido cómodo con un chiquillo que les hacía preguntas directas y no quedaba satisfecho con respuestas lógicas y cobardes.

De modo que vivió en Manhattan, en Long Island, en Connecticut y en Vermont. Pasó los veranos en Bar Harbor y en Martha's Vineyard. Estudió en tres de las mejores escuelas primarias de Nueva Inglaterra.

Tal vez por eso seguía siendo tan inquieto y movedizo. Tan pronto comenzaba a echar raíces en algún sitio, era una cuestión de honor para él cortarlas y dirigirse a otro.

Ahora estaba de vuelta en Nueva York. De forma transitoria. Conocía tan bien sus partes bajas como el elegante penthouse de su madre sobre West Central Park.

No sabía cuál prefería, como tampoco sabía si le importaba tener que trabajar algunos días en A primera hora.

En ese momento, Zac apartó Nueva York de su mente y se concentró en la pelota que volaba hacia su nariz. Dios sabía que ese esfuerzo, en una cancha de paddle, era un cambio bien recibido con respecto a las horas que, en los últimos cuatro días, se había pasado sentado en un sofá del plató de televisión.

Durante los siguientes cinco minutos solo existió el eco de las pelotas, el olor a sudor y el sonido de jadeos.

James: Cabrón. -Barlow James se dejó caer junto a la pared cuando Zac le tiró un smash-. Me estás matando.

Zac: Mierda -no se molestó en apoyarse en el muro y se dejó caer al suelo del Vertical Club. Todos los músculos le dolían-. La próxima vez traeré un revólver. Será mejor para los dos. -Tanteó en busca de una toalla y se secó la cara-. ¿Cuándo demonios piensas envejecer?

La risa de su rival rebotó en las paredes de la cancha. Barlow era un tipo musculoso de un metro ochenta de estatura, abdomen liso, pecho amplio y hombros que parecían de cemento. A los sesenta y tres años no exhibía ninguna señal de aminorar el paso. Al cruzar la cancha en dirección a Zac, se quitó la cinta naranja de su mata de pelo plateado.

James: Te estás ablandando, muchacho -dijo Barlow; sacó una botella de agua mineral de su bolsa y se la arrojó a Zac, que la abrió y comenzó a beber con fruición-. He estado a punto de ganarte.

Zac: He estado jugando con británicos -señaló con una sonrisa-. No son tan malvados como tú.

James: Bueno, bienvenido a Estados Unidos -agregó Barlow, le tendió una mano y lo ayudó a ponerse de pie. Era como ser sostenido por un oso amistoso-. ¿Sabes? Muchos hubieran pensado que el puesto en Londres era una promoción, incluso una jugada astuta.

Zac: Es una bonita ciudad.

Barlow suspiró.

James: Vamos a ducharnos.

Veinte minutos después, los dos se encontraban tendidos en sendas camillas para ser masajeados.

James: Muy bueno el programa de esta mañana -comentó Barlow-. Tienes un buen equipo, excelentes redactores. Dale un poco de tiempo y estarás en plena competencia.

Zac: El tiempo parece ser más corto de lo que solía ser en este negocio. Yo detestaba a los que estaban pendientes de la audiencia. Ahora vivo pendiente de ello.

James: Pero al menos tienes imaginación.

Barlow no dijo nada. Zac respetó su silencio; sabía que ese encuentro informal tenía un propósito.

James: Dame una opinión sobre Chicago.

Zac: Son muy buenos -respondió con cautela-. Demonios, Barlow, fuiste jefe allí más de diez años, y sabes cómo trabajamos. Tienes una sólida combinación de experiencia y sangre nueva. Es un buen lugar para trabajar.

James: Los índices de audiencia de las noticias locales de la tarde son pobres. Lo que necesitamos es un anzuelo más fuerte. Me gustaría que emitieran El programa de Brittany a las cuatro, para que arrastrara su audiencia.

Zac se encogió de hombros. No ignoraba los índices de audiencia pero detestaba su importancia.

Zac: Brittany lleva años a las nueve de la noche en Chicago y en la mayor parte del Medio Oeste. Creo que te costará trabajo lograrlo.

James: Más del que crees -murmuró Barlow-. Tú y Brittany... ¿ya no hay nada entre vosotros?

Zac abrió los ojos de par en par y frunció el entrecejo.

Zac: ¿Vamos a tener una conversación padre-hijo?

James: Cabronazo -dijo sonriendo Barlow, pero su mirada era seria. Zac conocía esa mirada-. Me preguntaba si habríais retomado las cosas en el punto donde quedaron.

Zac: El punto donde quedaron fue el cuarto de baño -dijo secamente-. Y no las retomamos.

James: Mmmm. ¿Cómo quedaron las relaciones? ¿Cordiales o tirantes?

Zac: Públicamente cordiales. Pero en realidad me detesta.

Buenas noticias, pensó Barlow, porque le tenía afecto al muchacho, pero malas porque eso significaba que no podría usarlo. Tomó una decisión, así que se giró en la camilla y despidió a las dos masajistas.

James: Tengo un problema, Zac. Es sobre un desagradable rumor que me llegó hace un par de días.

Zac se incorporó.

Zac: ¿Y quieres transmitírmelo a mí?

James: Sí, y que quede entre nosotros.

Zac: De acuerdo.

James: Se dice que Brittany Snow está pensando irse de Chicago, de la CBC y de Delacort.

Zac: Yo no he oído nada de eso. -Como cualquier periodista, detestaba enterarse de cosas de segunda mano. Aunque solo se tratara de un rumor-. Mira, tiene que renovar el contrato, ¿no? Lo más probable es que haya hecho correr ese rumor para que los jefazos le ofrezcan otro vagón de oro.

James: No. Lo cierto es que ella no responde. Lo que me dijeron es que su agente está dispuesto a negociar, pero me resulta dudoso. La filtración vino de Starmedia. Si ella se va, Zac, dejará un hueco muy grande.

Zac: Eso es un problema de la división entretenimientos.

James: Sus problemas son nuestros problemas. Sabes bien que es así.

Zac: Mierda.

James: Bien dicho. Te lo menciono porque creí que tú y Brittany todavía...

Zac: Pero no es así -frunció el entrecejo-. Veré lo que puedo averiguar cuando vuelva allí.

James: Te lo agradecería muchacho. Ahora vamos a comer algo. Así podremos hablar de las revistas de noticias.

Zac: Yo no estoy haciendo una revista de noticias.

Era una vieja discusión, que continuaron amigablemente mientras se dirigían al vestuario.


Ness: Hawai me parece perfecto -dijo por teléfono-.

Mike: Me alegro. ¿Qué te parecería la segunda semana de junio?

Complacida con la idea, Vanessa se sirvió una taza de café y la llevó, junto con el teléfono móvil, a la mesa donde había instalado su ordenador.

Ness: Veré cómo ando de trabajo. No me he tomado vacaciones desde que comencé en el canal, así que no creo que sea problema.

Mike: ¿Qué te parece si paso a verte? Así podremos conversar y ver algunos folletos de viaje.

Ella cerró los ojos y supo que no podía pasar por alto el insistente blip de la pantalla de su ordenador.

Ness: Ojalá pudiéramos hacerlo, pero tengo que trabajar. Se ha presentado algo que me ha retrasado. -No mencionó la hora que se había pasado puliendo el discurso de Brittany-. El hecho de haber tenido que conducir los informativos este fin de semana me ató mucho. ¿Qué te parece un desayuno-almuerzo el domingo?

Mike: ¿A eso de las diez? Podríamos encontrarnos en el Drake. Así vemos un poco los folletos y decidimos qué nos gusta más.

Ness: Perfecto. Esperaré ese momento con impaciencia.

Mike: Yo también.

Ness: Lamento lo de esta noche.

Mike: No te preocupes. Yo también tengo trabajo pendiente. Buenas noches, Vanessa.

Ness: Buenas noches.

Mike colgó. Mozart sonaba por el equipo estéreo, un fuego sereno ardía en el hogar y el aroma de aceite de limón y humo flotaba en el aire.

Después de terminar su coñac, subió a su dormitorio. Allí, mientras sonaban los violines por los altavoces empotrados, se sacó su traje a medida. Usaba ropa interior de seda.

Era una pequeña debilidad suya. Le gustaban las prendas suaves y caras. Le gustaban, reconocidamente y sin vergüenza, las mujeres. Su esposa solía bromear al respecto, y hasta apreciaba su admiración por el sexo opuesto. Por supuesto, hasta que lo encontró admirando a la joven Annie Gilby de manera íntima.

Hizo una mueca al recordar el momento en que su esposa regresó a casa de un viaje de negocios, un día antes de lo previsto. La expresión de su cara cuando entró en el dormitorio y lo pescó haciendo el amor con Annie. Había sido una terrible equivocación. Una equivocación trágica. El argumento que él esgrimió, perfectamente justificado, de que la preocupación de su esposa por su propia carrera y su desinterés en tener relaciones sexuales con él lo habían convertido en presa fácil, cayó en oídos sordos.

A ella no le importó que la muchacha lo hubiera seducido deliberadamente; que se hubiera aprovechado de sus debilidades y frustraciones. Hubo otras mujeres antes, sí. Pero fueron solamente diversiones momentáneas, discretos desahogos sexuales cuando su esposa se encontraba ausente o enfrascada en sus trabajos de decoración. Y ni siquiera valía la pena mencionarlas.

Jamás había deseado lastimar a Patricia, se dijo Mike ahora, mientras elegía pantalones oscuros y una camisa. La había amado profundamente y la echaba muchísimo de menos.

Era un hombre que necesitaba estar casado. Que necesitaba una mujer al lado para hablar con ella, para compartir con ella su vida y su hogar. Una mujer inteligente como Patricia. Es verdad, necesitaba también el estímulo de la belleza. Eso no era un defecto. Patricia era hermosa y ambiciosa; tenía un estilo y un gusto impecables.

En suma, había sido perfecta para él. Salvo por su incapacidad para comprender algunas debilidades muy humanas. Al pescarlos a los dos, se había mostrado tan implacable como una piedra. Y él la había perdido.

Aunque seguía añorándola, comprendía que la vida seguía su curso. Ahora había encontrado a otra mujer. Vanessa era hermosa, ambiciosa e inteligente. La compañera perfecta que un hombre podía desear. Y él la deseaba... la deseaba desde la primera vez que vio su rostro en la pantalla de un televisor. En este momento era más que una imagen, era una realidad, y quería ser muy cuidadoso con ella.

Sexualmente, Vanessa era un poco reprimida, pero él podía ser muy paciente. La idea de alejarla de Chicago, de las presiones y distracciones, había sido brillante. Una vez ella se sintiera relajada y segura, se le entregaría. Hasta ese momento controlaría sus necesidades y frustraciones.

Pero esperaba que no tuviera que hacerlo por mucho tiempo más.


2 comentarios:

Caromi dijo...

Que va a hacer el perro de Mike ??
Buen capi, publica el otro pronto

Maria jose dijo...

Que capitulo tan emocionante
Mike no es santo como creia
Siguela pronto

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