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viernes, 18 de enero de 2019

Capítulo 5


Para algunos, organizar una fiesta era una cuestión sin importancia. La comida, las bebidas, la música y la buena compañía eran elementos que se ponían juntos y se dejaba que se mezclaran por su propia cuenta.

Para Vanessa era como una campaña presidencial. Desde el momento en que Cassie le pasó la nota, apenas veinticuatro horas antes, no dejó ningún detalle sin atender, ninguna lista incompleta. Como un general que arenga a sus tropas, hablaba con el del catering, el florista, los camareros, las personas encargadas del servicio. Arreglaba, volvía a arreglar y aprobaba. Contaba la cristalería, analizaba los temas que tocaría la orquesta y personalmente probaba las porciones de pollo Van Damme con salsa de mantequilla de cacahuete.

Ness: Increíble -murmuró, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, mientras degustaba el sabor-.

Realmente increíble.

Cuando abrió los ojos, ella y Van Damme se sonrieron.

Van: Gracias a Dios -le ofreció una copa de vino mientras se encontraban de pie en el centro de la amplia cocina de Brittany-. La señorita Snow quería platos típicos de distintas partes del mundo. Requirió mucha investigación y preparación, en un lapso tan corto, conseguir sabores que se complementaran entre sí. La ratatouille, los hongos fritos a la Berlin, la spanakopita...

La lista continuaba.

Vanessa no distinguía la ratatouille del atún, pero hizo gestos de aprobación.

Ness: Un trabajo excelente, señor Van Damme -levantó la copa en su honor y bebió un sorbo-. La señorita Snow y sus invitados se sentirán encantados. Ahora sé que puedo dejar todo esto en sus manos.

Eso esperaba. Había media docena de personas en la cocina, que hacían sonar ollas, arreglaban fuentes, discutían.

Ness: Tenemos treinta minutos -echó una última mirada-.

Cada una de las mesadas rosadas de Brittany estaba llena de bandejas y ollas. En el aire flotaban aromas deliciosos. Los asistentes de Van Damme corrían de un lado al otro. Maravillada de que alguien pudiera funcionar bien en medio de semejante caos, Vanessa se alejó.

Se encaminó hacia la parte anterior de la casa. El amplio salón era todo colores pastel y flores. Delicados lirios de agua emergían en floreros de cristal. Grupos de rosas flotaban en frágiles boles. El tema floral continuaba en las pequeñas violetas que puntuaban el empapelado de seda de las paredes y en el suave diseño de las alfombras orientales que recubrían el suelo.

La habitación, como toda la casa de dos plantas de Brittany, era un canto a la decoración femenina, con colores tenues y almohadones mullidos.

Por un momento, Vanessa imaginó que la casa era suya. Le pondría más color, pensó. Y menos adornos superfluos. Pero decididamente disfrutaría de los techos altos y las ventanas curvadas, y el cálido hogar con leños de manzano.

Pero le gustaría que hubiera obras de arte en las paredes. Grabados y esculturas sinuosas. Algunas antigüedades seleccionadas para mezclarlas con atrevidas piezas modernas.

Algún día... pensó, y desplazó un florero varios centímetros por la superficie de una mesa.

Satisfecha, hizo un recorrido final de la planta baja. Acababa de cruzar la sala hacia la escalera, cuando sonó el timbre de la puerta. Es demasiado temprano para los invitados, pensó y giró para abrir. Esperaba que no se tratara de una entrega de último momento.

Zac estaba de pie en el porche. Le sonrió y la miró de arriba abajo.

Zac: Hola. ¿Estás cubriendo la reunión de esta noche?

Ness: Sí, por así decirlo -notó que él se había afeitado. Aunque no se molestó en ponerse corbata, su chaqueta gris y los pantalones hacían que ese aspecto informal pareciera elegante-. Llegas temprano.

Zac: Por expresa solicitud -entró y cerró la puerta-. Me gusta tu vestido de fiesta.

Ness: En este momento subía a cambiarme. ¿Por qué no te sientas? Avisaré a Brittany que estás aquí.

Zac: ¿Qué prisa tienes? -repuso mientras la seguía al salón-.

Ness: Ninguna. ¿Quieres beber algo? El camarero está en la cocina, pero puedo prepararte algo sencillo.

Zac: No te molestes.

Se sentó en el brazo del sofá y paseó la vista. Decidió que la sofisticada feminidad de ese ambiente no armonizaba con Vanessa, y tampoco con él. Ella lo hacía pensar en Titania. Y, aunque no sabía bien por qué, Titania lo hacía pensar en una relación sexual casi salvaje sobre el suelo húmedo del bosque.

Zac: Nada ha cambiado aquí en estos últimos seis meses. Siempre tengo la sensación de entrar en unos jardines de la realeza.

Vanessa reprimió la tentación de echarse a reír y estar de acuerdo con Zac.

Ness: A Brittany le encantan las flores. Iré a buscarla.

Zac: Déjala acicalarse -tomó a Vanessa de la mano antes de que pudiera alejarse-. Eso también le encanta ¿Nunca te sientas?

Ness: Desde luego que sí.

Zac: Quiero decir, cuando no estás conduciendo un coche o escribiendo en el ordenador.

Ella no trató de liberar la mano.

Ness: De vez en cuando me siento para comer.

Zac: Qué interesante; yo también. Alguna vez podríamos hacerlo juntos.

Vanessa levantó una ceja y ladeó la cabeza.

Ness: Señor Efron, ¿pretende ligar conmigo?

Él suspiró, pero la risa permaneció en sus ojos.

Zac: Y yo que creí estar siendo sutil. ¿No lo soy?

Ness: No, no lo eres. Y no. -Ahora sí liberó su mano-. Es una invitación agradable, pero tengo una relación con otra persona. Y si no la tuviera, igual creo que no es prudente mezclar el deber con el placer.

Zac: Eso me parece muy definitivo. ¿Siempre eres así de categórica?

Ness: Sí. -Sonrió-. Siempre.

Brittany se detuvo junto a la puerta y apretó los dientes para disimular su furia. La imagen de su protegida y su amante sonriéndose en su salón la sacó de quicio. Suspiró hondo y se obligó a sonreír.

Britt: ¡Zac, mi amor! -exclamó y corrió hacia él. En el momento en que él se ponía de pie, ella se arrojó en sus brazos y lo besó en la boca con posesividad-. ¡Cuánto te he echado de menos! -murmuró y deslizó los dedos por su pelo-. Muchísimo.

Zac pensó que Brittany sí sabía cómo producir impacto. Lo sabía muy bien. En la presión de su cuerpo, en el calor de su boca estaba presente el ofrecimiento de una relación sexual. Y el cuerpo de él respondió, aunque su mente trató de batirse en retirada.

Zac: Yo también me alegro de verte. -Se liberó de su abrazo y la apartó para observarla-. Estás espléndida.

Britt: Tú también. ¿Qué ha sucedido, Vanessa -dijo, pero sin apartar los ojos de Zac-, para que no me hayas avisado que mi invitado de honor estaba aquí?

Ness: Lo siento. Iba a hacerlo.

Zac: Pero primero me iba a preparar un trago.

Zac miró a Vanessa por sobre el hombro de Brittany. Sus ojos todavía tenían un brillo divertido.

Britt: No sé qué haría sin ella -giró, deslizó un brazo por la cintura de Zac y se acurrucó contra él-. Dependo de Vanessa para todo. Ah, lo olvidaba... -Mientras reía, extendió un brazo en busca de Vanessa, como invitándola a ingresar en su círculo encantado-. Con toda esta confusión, olvidé por completo lo de anoche. Quedé preocupadísima cuando me enteré de lo del avión. -Se estremeció, y oprimió la mano de Vanessa-. Y olvidé comentaros el maravilloso trabajo que hicisteis. Es tan de Zac, emerger del centro de lo que casi fue una catástrofe y hacer un informe de lo ocurrido.

Vanessa miró a Zac y después a Brittany. Había una atmósfera sexual tan cargada que casi no podía respirar.

Ness: Bueno, no lo sé. Estoy segura de que os gustaría estar a solas antes de que lleguen los invitados, y yo tengo que cambiarme.

Britt: Por supuesto, te estamos entreteniendo. Vanessa es una tigresa para los horarios. Ve, querida. -Su voz fue un ronroneo cuando soltó la mano de Vanessa-. Yo me ocuparé de todo a partir de ahora.

Zac: Me prepararé ese trago -se apartó de Brittany cuando los pasos de Vanessa resonaron en la escalera-.

Britt: Estoy segura de que allí hay champán -le dijo cuando él se encaminó al bar-. Quiero brindar por tu regreso con lo mejor.

Zac sacó una botella de la pequeña nevera empotrada detrás del bar. Pensó en las distintas maneras de manejar la situación con Brittany, mientras descorchaba la botella.

Britt: Anoche te llamé por teléfono varias veces.

Zac: Cuando llegué a casa, dejé que el contestador se ocupara de las llamadas. Estaba agotado.

La primera mentira, pero no la última, decidió con una mueca e hizo saltar el corcho.

Britt: Entiendo -se acercó al bar y apoyó una mano en la suya-. Pero ahora estás aquí. Han sido seis meses muy largos.

Él no dijo nada, le sirvió champán y abrió una botella de agua mineral para él.

Britt: ¿No bebes conmigo?

Zac: Por ahora prefiero esto. -Tenía la sensación de que esa noche necesitaría tener la cabeza bien despejada-. Brittany, te preocupaste demasiado con todo este trabajo. No era necesario.

Britt: Nada es demasiado trabajo para ti.

Bebió el champán y lo observó por encima del borde de la copa.

Tal vez fuera una actitud cobarde, pero él mantuvo el mostrador del bar entre los dos, aunque su mirada fue directa, firme y fría.

Zac: Brittany, hemos pasado muy buenos momentos, pero eso pertenece al pasado.

Britt: ¡Yo diría que también al futuro! -Tomó la mano de Zac, se la llevó a los labios y le chupó un dedo-. Lo pasamos tan bien juntos, Zac. Lo recuerdas, ¿verdad?

Zac: Sí, lo recuerdo. -Y su sangre latió como respuesta. Se maldijo por tener una reacción tan estúpida como el perro de Pavlov-. Pero no funcionará.

Ella comenzó a mordisquearle el dedo, y eso lo excitó.

Britt: Te equivocas -murmuró-. Te lo demostraré... -el timbre de la puerta volvió a sonar, y ella sonrió- más tarde.


Zac tuvo la sensación de estar prisionero entre rejas de terciopelo. La casa estaba abarrotada de gente: amigos, colaboradores, jefazos de las cadenas, asociados, todos para celebrar con júbilo su regreso. La comida era fabulosa y exótica; la música, suave y romántica. Zac quería huir.

No le importaba ser grosero y descortés, pero tenía miedo de que, si intentaba irse, Brittany podía hacer una escena que se comentaría de costa a costa. Había demasiadas personas de la prensa para que un altercado de esa naturaleza pasara sin pena ni gloria. Y él prefería mil veces transmitir noticias que ser noticia. Por ese motivo, optó por aguantarse, incluso con la inevitable y engorrosa confrontación que se produciría al final de esa fiesta interminable.

Por lo menos el aire estaba fresco y agradable en la terraza. Era un hombre capaz de apreciar el olor de la primavera y de la hierba recién cortada, de la mezcla de los perfumes de las mujeres y de la comida con especias. Tal vez habría preferido estar solo para disfrutar de la noche; pero había aprendido a ser flexible cuando no tenía elección.

Y poseía el talento necesario para escuchar y mantener una conversación mientras su mente estaba en otra parte. En ese momento, la dejó concentrarse en su cabaña, donde se sentaría junto al fuego con un libro y un coñac. La fantasía de estar a solas le permitió mantener la tranquilidad durante largas discusiones sobre índices de audiencia y programaciones.

**: Te aseguro, Efron, que si no mejoran los programas de los martes por la noche, nos enfrentaremos a otra reducción en la división noticias. Me pongo enfermo de solo pensarlo.

Zac: Sé lo que quieres decir. Nadie ha olvidado lo de hace dos años. -Vio a Vanessa-. Excúsame un minuto. -Se abrió camino entre el gentío que había en la terraza y la rodeó con los brazos. Cuando ella se puso rígida, él meneó la cabeza-. Esto no es ligoteo, sino una huida.

Ness: ¿Ah, sí? -De forma automática, ella le siguió el ritmo del baile-. ¿De qué huyes?

Zac: De una discusión sobre política televisiva. La programación del martes por la noche.

Ness: Ah. Estamos un poco flojos en ese sentido, como seguramente sabrás...

Zac: Cállate.

Él sonrió cuando ella se echó a reír, y disfrutó de que los dos estuvieran casi mejilla a mejilla.

Ness: Supongo que sabrás también que, como invitado de honor, se supone que debes mezclarte con los demás invitados.

Zac: Detesto toda clase de reglas.

Ness: Yo vivo para ellas.

Zac: Entonces considera que este baile llena ese requisito. Hasta podemos hablar de trivialidades. Me gusta tu vestido.

Era cierto. Las líneas sencillas y la tela roja eran una visión agradable comparado con el vestido excesivamente adornado de tonos pastel y encaje de Brittany.

Ness: Gracias -le observó con curiosidad y hasta le pareció ver el dolor que le pulsaba en las sienes-. ¿Dolor de cabeza?

Zac: No, gracias. Ya tengo uno.

Ness: Te conseguiré una aspirina.

Zac: No te preocupes. Se me pasará. -La acercó más a su cuerpo, apoyó su mejilla contra la de ella-. Ya me siento mejor. ¿De dónde eres?

Ness: De Topeka.

Zac: ¿Por qué Chicago?

Ness: Mi compañera de cuarto de la universidad vino a vivir aquí después de casarse y me convenció de que la siguiese. El puesto para la CBC hizo que todo me resultara más fácil.

El aroma del pelo de Vanessa le trajo a la memoria el vino con especias y el humo de un fuego tranquilo. Recordó su lago, iluminado por las estrellas, y el canto de los grillos en la hierba alta.

Zac: ¿Te gusta pescar?

Ness: ¿Cómo dices?

Zac: Pescar. ¿Te gusta pescar?

Ella se apartó para verle la cara.

Ness: Ni idea. ¿Qué clase de pesca?

Él sonrió, no solo por el desconcierto de sus ojos sino por el hecho de que Vanessa estaba considerando su pregunta con seriedad profesional.

Zac: Has estado muy bien, Kansas. Esa clase de curiosidad te llevará a la cima de tu carrera. Y Dios sabe que tienes la cara perfecta para llegar a la cumbre.

Ness: Yo preferiría pensar que es porque tengo la inteligencia necesaria.

Zac: Si es así, entonces sabes cuánto importa el aspecto físico en las noticias de televisión. Al público le gusta que toda esa información de muerte, destrucción y politiqueo le sea transmitida por una persona atractiva. ¿Y por qué demonios no?

Ness: ¿Cuánto tardaste en ponerte así de cínico?

Zac: Cinco minutos después de mi primer trabajo en antena en el canal 3 de Tulsa. Derroté a los otros dos postulantes porque salía mejor en pantalla.

Ness: ¿Y tu trabajo no tuvo nada que ver con eso?

Zac: Lo tiene ahora.

Zac se puso a juguetear con las puntas del pelo de Vanessa que caían sobre sus hombros. Ella se sintió fascinada por el roce de sus dedos, y reaccionó.

Ness: ¿Cómo te hiciste esa cicatriz?

Zac: ¿Cuál de ellas?

Ness: Esta -se la mostró-.

Zac: Bueno, en una pelea en un bar. Eso fue en... -Entrecerró los ojos tratando de ubicar el incidente-. En Belfast. En un agradable pub donde van a beber los del IRA.

Ness: Mmm. ¿No crees que es poco digno de un conocido corresponsal liarse a puñetazos en los bares?

Zac: Creo que tengo derecho a un poco de diversión. Además, pasó hace mucho tiempo. Ahora soy mucho más mesurado -le sonrió y la estrechó más-.

Ella, literalmente, sintió que se derretía.

Ness: No lo creo.

Zac: Ponme a prueba -dijo en voz muy baja. Era un desafío para el que ella no tenía respuesta-. Alguien te busca.

Vanessa miró y vio a Mike. Cuando las miradas de los dos se cruzaron, él le sonrió y levantó dos copas con champán.

Zac: Supongo que he de dejarte ir -La soltó, pero le tomó la mano un momento más-. ¿Cómo es de seria tu relación con ese hombre?

Ella vaciló y miró su mano entrelazada con la de él.

Ness: No lo sé -dijo y lo miró a los ojos-. Todavía no lo he decidido.

Zac: Avísame cuando lo hagas.

La observó alejarse.

Mike: Siento llegar tarde -le dio a Vanessa un beso fugaz antes de ofrecerle una copa de champán-.

Ness: Está bien -bebió un sorbo y le sorprendió descubrir que tenía la garganta reseca-.

Mike: ¿No te parece que aquí hace demasiado fresco? -Le tocó una mano-. Estás fría. Entremos.

Ness: De acuerdo. -Mientras Mike la conducía dentro, ella miró hacia atrás en dirección a Zac-. Lamento que ayer se nos arruinara la noche.

Mike: No te preocupes. Los dos tenemos que asumir las emergencias de nuestro trabajo.

Ness: Te llamé cuando volví.

Mike: Sí, recibí tu mensaje del servicio de llamadas. Pero me había acostado temprano.

Ness: Entonces no viste el reportaje.

Mike: ¿Anoche? No. Pero vi trozos en las noticias de la mañana. ¿El que bailaba contigo era Zac Efron?

Ness: Sí.

Mike: Le han hecho un gran recibimiento. No puedo entender cómo mostró tanta sangre fría después de estar cara a cara con la muerte.

Vanessa frunció el entrecejo.

Ness: Yo diría que es una cuestión de instinto y entrenamiento.

Mike: Pues me alegro de que tu instinto y entrenamiento no te hayan vuelto tan fría. Tu reportaje desde el aeropuerto fue muy emotivo, muy auténtico.

Ella sonrió.

Ness: Se suponía que debía ser objetiva e informativa.

Mike: Lo fuiste -la besó de nuevo-. Y estabas preciosa bajo la lluvia. -Concentrado en el beso, no notó su mueca de fastidio-. Al margen de las noticias, ¿podemos planear escaparnos temprano para estar un rato a solas?

Veinticuatro horas antes, ella habría dicho que sí. Ahora, con el murmullo de la conversación, la música, el burbujeo del champán en su lengua, vaciló. Mike le puso un dedo debajo del mentón, un gesto que antes a ella le parecía delicioso.

Mike: ¿Algún problema?

Ness: No... Sí. -Suspiró, impaciente con su propia indecisión. Pensó que era el momento de dar un paso atrás-. Lo siento, Mike, pero Brittany cuenta conmigo para que vigile cómo va la fiesta. Y, si quieres que te diga la verdad, las cosas están yendo demasiado rápido para mí.

Mike: No fue mi intención darte prisa.

Ness: Descuida. Tiendo a ser muy cauta, tal vez demasiado, en lo que respecta a las relaciones. Hay motivos, y te los explicaré cuando pueda.

Mike: No hay prisa. Ya sabes cuánto deseo estar contigo, y no es algo solamente sexual.

Ness: Lo sé -se puso de puntillas y apoyó su mejilla contra la de él-.

En ese momento recordó, con toda claridad, lo que sintió cuando apretó su mejilla contra la de Zac mientras bailaban.


Zac estaba cansado, y eso que no se cansaba con facilidad. Tantos años de dormir a ratos en trenes, aviones y autobuses, de acampar en junglas y desiertos y detrás de las líneas enemigas, lo habían endurecido. Disfrutaba de las sábanas de hilo y de las almohadas mullidas de los hoteles de lujo, pero podía dormir igualmente bien con la cabeza sobre una mochila y los ecos del fuego de artillería como canción de cuna.

Esa noche anhelaba una cama y olvidarse de todo. Por desgracia, había un asunto todavía no terminado. Era un hombre que tal vez no hiciera caso de las reglas, pero jamás pasaba por alto los problemas.

Britt: Bueno, ya se fue el último -entró en el salón tan fresca y atractiva como horas antes-. Todos se alegraron mucho de verte.

Lo rodeó con los brazos y apoyó la cabeza en su hombro.

Él le acarició el pelo. Era como estar atrapado en una enredadera fragante que podía terminar por asfixiarte si no la cortabas de raíz.

Zac: Sentémonos. Tenemos que hablar.

Britt: Sé que resulta difícil de creer, pero ya casi se me ha acabado la conversación. -Le pasó una mano por la camisa y jugueteó con el botón de arriba-. Y he estado esperando toda la noche estar a solas contigo para darte una verdadera bienvenida.

Se inclinó para besarlo. En sus ojos apareció un peligroso destello cobalto cuando él la apartó.

Zac: Brittany, lo siento. No me interesa volver a empezar lo que dejamos hace seis meses. -Mantuvo las manos firmes en los hombros de ella-. Terminamos mal, y lo lamento, pero en aquella ocasión pusimos fin a nuestra relación.

Britt: Quiero creer que no piensas castigarme por ser excesivamente impulsiva, por decir cosas en el calor del momento. Zac, significamos demasiado el uno para el otro.

Zac: Tuvimos una aventura -la corrigió-. Tuvimos relaciones sexuales. Y fueron estupendas. También tuvimos una especie de extraña amistad. Tal vez podamos salvar esa amistad si nos olvidamos del resto.

Britt: Eres cruel.

Zac: Soy sincero.

Britt: ¿No me deseas? -Echó la cabeza hacia atrás y rió-. Sé que sí. Puedo sentirlo. -La piel le brillaba cuando volvió a acercarse a él con los labios entreabiertos-. Sabes lo que puedo hacer por ti, Zac. Lo que te permitiré que me hagas. Lo deseas tanto como yo.

Zac: Yo no tomo todo lo que deseo.

Britt: Pero me tomaste a mí. Aquí mismo, en el suelo, la primera vez. ¿Recuerdas? Te volví loco, y tú me arrancaste la ropa. ¿Recuerdas lo que sentiste?

Él lo recordaba, y ese recuerdo lo hizo morir de deseo.

Britt: Quiero que me tomes de nuevo, Zac -le observó la cara mientras su mano descendía-.

Él sabía cómo sería y por un momento deseó con desesperación ese instante de violento placer. Pero recordó bastante más que la urgencia del sexo y las fantasías deslumbrantes.

Zac: No sucederá de nuevo, Brittany.

La reacción de ella fue instantánea. Debería haberlo previsto, pero lo cierto fue que el bofetón que Brittany le propinó lo hizo retroceder varios pasos.

Tenía los ojos calientes como soles, pero fríamente se secó la sangre de los labios.

Zac: Por lo visto, algo más que esta habitación ha cambiado.

Britt: Es porque soy mayor que tú, ¿verdad? Crees que puedes conseguir a alguien más joven, alguien a la que puedas modelar, enseñarle a arrastrarse y humillarse ante ti.

Zac: Esa es una melodía que ya hemos tocado. Diría que las hemos tocado todas -ya cruzaba la sala cuando de pronto ella corrió y se le arrojó a los pies-.

Britt: No lo hagas. ¡No me dejes! -Sollozaba, y se aferró a sus piernas-. Lo siento. -En ese momento, lo decía absolutamente en serio-. Por favor, no me dejes.

Zac: Por el amor de Dios, Brittany -con una mezcla de pena y rechazo, la puso de pie-. No hagas esto.

Britt: Te quiero. Te quiero tanto...

Colgada de su cuello, lloró apoyada en su hombro. Su amor era tan cierto como su furia anterior, e igualmente volátil y caprichoso.

Zac: Si creyera que lo dices en serio, sentiría lástima por los dos. -La sacudió. Lágrimas. Siempre había pensado que eran el arma más poderosa y secreta de las mujeres- Basta, maldita sea. ¿Acaso crees que puedo haberme acostado contigo durante tres meses y no saber cuándo me estás manipulando? Tú no me quieres, y solo tratas de retenerme porque yo quiero dejarte.

Britt: Eso no es cierto -levantó su rostro anegado en lágrimas. Había en él tanto dolor, tanta aparente sinceridad, que él estuvo a punto de ceder-. Te quiero, Zac. Y puedo hacerte feliz.

Furioso con ella y con su propia debilidad, apartó los brazos de Brittany.

Zac: ¿Crees que no sé que presionaste a James para que me despidiera, porque no querías que yo aceptara el puesto en Londres?

Britt: Estaba desesperada -reconoció y se cubrió la cara con las manos-. Tenía miedo de perderte.

Zac: Querías demostrar que lo controlabas todo. Y si James no me hubiera respaldado tanto, podrías haber arruinado mi carrera.

Britt: Él no me escuchó. -Bajó las manos; su rostro estaba frío-. Tampoco tú.

Zac: No. Vine aquí esta noche porque esperaba que los dos habíamos tenido suficiente tiempo para que las cosas se serenaran. Parece que me equivoqué.

Britt: ¿Crees que puedes abandonarme así como así? -Lo dijo con serenidad mientras Zac se dirigía a la puerta. Las lágrimas ya estaban olvidadas-. ¿Crees que es tan fácil darme la espalda y largarte? Te arruinaré. Tal vez tarde años, pero juro que te arruinaré.

Zac se detuvo junto a la puerta. Brittany estaba de pie en el centro de la sala, la cara congestionada por el llanto, los ojos hinchados y fríos como piedra.

Zac: Gracias por la fiesta, Brittany. Ha sido maravillosa.


Vanessa habría estado de acuerdo. Mientras Zac se dirigía a su automóvil, ella bostezaba en el ascensor, camino de su apartamento. Estaba agradecida por tener todo el día siguiente para ella. Le daría tiempo para recuperarse, y para pensar en su relación con Mike. Pero en ese momento solo podía pensar en un baño sedante y prolongado y en dormir toda la noche.

Había sacado las llaves del bolso antes de que se abrieran las puertas del ascensor. Mientras tarareaba para sí, abrió la cerradura común y la de seguridad. Encendió la luz junto a la puerta cuando cruzó el umbral. Qué silencio tan maravilloso, pensó. Después de cerrar la puerta de nuevo con llave, se acercó al contestador automático para ver si había mensajes. Los escuchó, se sacó los zapatos negros de satén y movió los dedos acalambrados. Sonrió al recordar a Ashley enumerando posibles nombres para su bebé, cuando vio el sobre junto a la puerta.

Qué extraño, pensó. ¿Estaba allí cuando ella entró? Atravesó la habitación y observó por la mirilla antes de agacharse para recogerlo.

En el sobre cerrado no había nada escrito. Intrigada, y mientras reprimía otro bostezo, lo abrió y desplegó la única hoja de papel blanco.

Había solo una frase, escrita en letras mayúsculas y con tinta roja: VANESSA, TE ADORO.



Uy, estas notas ya me están dando miedito 😕


1 comentarios:

Maria jose dijo...

😶
Esas notas
Ya me gusta la parejita que harían zac y vanessa
Muy buena siguela pronto!!!

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