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miércoles, 30 de enero de 2019

Capítulo 10


La oficina de Loren Bach se encontraba en el último piso de la torre que era la base de operaciones de Delacort en Chicago. Sus ventanales ofrecían una vista que se extendía más allá de Monopoly. En un día claro y despejado, se podían ver las llanuras brumosas de Michigan. A Loren le gustaba decir que podía mantener la vigilancia sobre cientos de canales que transmitían la programación de Delacoft y miles de hogares que la veían.

La suite de oficinas reflejaba su personalidad. El área principal era una habitación moderna y severa, diseñada para el trabajo serio. Las paredes verde oscuro con terminaciones de nogal resultaban agradables a la vista, como un pulcro telón de fondo para el amoblamiento moderno y las pantallas de televisión empotradas. Sabía que, en ocasiones, además de hacer negocios, en una oficina era preciso entretener invitados. Como concesión y comodidad, había un sofá semicircular con tapizado de cuero burdeos, un par de sillas cromadas con asiento mullido y una amplia mesa de cristal opaco. El contenido de una nevera bien provista abastecía su adicción a la coca-cola.

Una de las paredes estaba repleta de fotografías suyas con celebridades. Estrellas, cuyas comedias y dramas habían pasado a ser transmitidos por infinidad de canales, políticos que se postulaban para algún cargo, capitostes de cadenas de televisión. La única omisión, muy notable, era Brittany Snow.

Contiguo a la oficina había un cuarto de baño en blanco y negro, completo, con jacuzzi y sauna.  Detrás había una habitación más pequeña con una cama, una enorme pantalla de televisión y un armario empotrado. Loren no había perdido el hábito de su juventud, y solía trabajar hasta muy tarde; ese cuarto le permitía dormir unas horas y cambiarse de ropa sin abandonar el lugar.

Pero su santuario era un sector de la oficina lleno de coloridos juegos electrónicos, en los que podía salvar mundos o a una damisela en desgracia.

Todas las mañanas se permitía una hora con esos juegos, llenos de campanas y silbidos, y con frecuencia desafiaba a los ejecutivos de la empresa a superar sus puntuaciones. Pero nadie lo lograba.
Loren Bach era un mago del video, y ese idilio había comenzado durante su infancia, en las salas de bowling que poseía su padre.

A los veinte años, con su diploma del MIT bajo el brazo, había expandido el negocio de la familia, incorporando juegos electrónicos. Después, comenzó a interesarse en el rey de los vídeos: la televisión.

Treinta años más tarde, su trabajo era su juego, y su juego era su trabajo.

Aunque había permitido algunos toques decorativos en el área de oficina, el núcleo central del cuarto era su escritorio, que era en realidad más una consola que un escritorio tradicional. Loren mismo lo había diseñado. Disfrutaba de la fantasía de estar sentado en una cabina de mando mientras controlaba destinos.

Simple y funcional, en la base del escritorio había decenas de compartimientos en lugar de cajones. La superficie de trabajo era amplia y curva, lo que permitía a Loren, cuando se sentaba detrás del escritorio, estar rodeado de teléfonos, teclados y monitores.

Pirata informático consumado, Loren podía obtener la información que deseaba de cualesquiera de los sistemas o programas de Delacort o de sus competidores: desde las tarifas de publicidad hasta a cuanto estaba el dólar respecto al yen.

Como hobby, diseñaba y programaba juegos de computación para una subsidiaria de su empresa.

A los cincuenta y dos años, tenía el aspecto sereno y estético de un monje, con una cara larga y huesuda y cuerpo menudo. Pero su mente era filosa como un bisturí.

Sentado detrás de su escritorio, oprimió un botón en el control remoto. Una de las cuatro pantallas de televisión se encendió. Buscó una botella de coca-cola y se puso a ver la cinta de Vanessa Hudgens.

La habría visto aunque Barlow James no lo hubiera llamado, pero era dudoso que hubiera encontrado tiempo para hacerlo con la misma rapidez sin esa recomendación.

Loren: Atractiva -le dilo a su minigrabadora-. Buena voz. Excelente presencia en cámara. Mucha energía y entusiasmo. Sexy pero sin ser amenazadora. Se relaciona bien con la audiencia. Las preguntas del guión parecen espontáneas, no preparadas. ¿Quién le escribe el guión? Averigüémoslo. La producción necesita mejorarse, en particular la iluminación.

Vio los cincuenta minutos de grabación. De vez en cuando rebobinaba, otras veces congelaba la imagen, pero siempre hacía al mismo tiempo comentarios breves a la grabadora.

Tomó otro sorbo de refresco y sonrió. Él había levantado a Brittany, desde una celebridad menor a un fenómeno nacional.

Y podía volver a hacerlo.

Con una mano congeló el rostro de Vanessa en la pantalla; con la otra, oprimió una tecla del intercomunicador.

Loren: Shelly, ponte en contacto con Vanessa Hudgens en la CBC, división noticias de Chicago. Concierta una cita con ella. Quiero que venga a verme lo antes posible.


Vanessa estaba acostumbrada a preocuparse por su aspecto. Aparecer frente a las cámaras significaba que parte del trabajo estaba relacionado con tener buena presencia. Con frecuencia descartaba un traje precioso que le gustaba mucho, porque el color o el corte no salían bien por televisión.

Pero no recordaba haberse preocupado tanto con la imagen que proyectaba como al prepararse para el encuentro con Loren Bach.

Y seguía buscando justificaciones cuando se encontraba sentada en recepción, junto a la oficina del ejecutivo.

El traje azul marino que había elegido era demasiado severo. Haberse dejado el pelo suelto era demasiado frívolo. Debería haber usado alhajas más atrevidas. O ninguna en absoluto.

La ayudaba bastante el concentrarse en la ropa y el peinado, porque eso le impedía obsesionarse con lo que esa entrevista podría significar para su futuro.

Todo, pensó. O nada.

**: El señor Bach la recibirá ahora.

Vanessa se limitó a asentir. Se le estrechó la garganta, y tuvo miedo de no poder pronunciar ni una palabra, o de que en lugar de voz le saliera un chillido.

Cruzó la puerta que la recepcionista le abrió y entró en el despacho de Loren Bach.

Él se encontraba detrás de su escritorio: un hombre delgado y de hombros caídos, con una cara que a Vanessa le recordó la de un apóstol. Lo había visto en fotografías y en clips de televisión, pero lo creía más corpulento. Qué tonta, pensó. Justo ella que sabía bien lo diferente que sale la gente por la pantalla.

Loren: Señorita Hudgens. -Se puso de pie y le tendió la mano-. Es un placer conocerla.

Ness: Gracias. -El apretón de Loren era firme, cordial y breve-. Aprecio mucho que se haya tomado tiempo para verme.

Loren: El tiempo es mi negocio. ¿Quiere una coca-cola?

Ness: Yo... -Pero él ya atravesaba la habitación hasta una nevera empotrada en la pared-. Bueno sí, gracias.

Loren: Su cinta es interesante. -Dándole la espalda, destapó dos botellas-. Un poco deficiente en algunos valores de producción, pero interesante.

¿Interesante? ¿Qué quería decir? Con una sonrisa tiesa, Vanessa aceptó la botella que él le entregaba.

Ness: Me alegro de que piense eso. No tuvimos demasiado tiempo para montar bien el programa.

Loren: ¿No pensó que era necesario tomarse más tiempo?

Ness: No. No creí tener más tiempo.

Loren: Entiendo -volvió a sentarse detrás de su escritorio y bebió un trago de refresco-. ¿Por qué no?

Ness: Porque hay muchas personas que querrían meterse en el horario que dejó Brittany, sobre todo localmente. Sentí que era importante salir lo antes posible de las gateras.

Loren: ¿Qué es exactamente lo que le gustaría hacer con La hora de Vanessa?

Ness: Entretener e informar. -Demasiado suelta, pensó enseguida. Serénate, Ness. La sinceridad está bien, pero agrégale algo de cerebro-. Señor Bach, desde pequeña quise trabajar en televisión. Puesto que no soy actriz, me centré en el periodismo. Soy una buena periodista. Pero en este último par de años me di cuenta de que presentar las noticias no satisface realmente mis ambiciones. Me gusta hablarle a la gente. Me gusta escucharla.., y creo que hago bien las dos cosas.

Loren: Un programa de una hora requiere algo más que habilidad en el arte de la conversación.

Ness: Exige conocer cómo funciona la televisión, cómo se comunica a través de ella. Cómo puede ser de íntima y de poderosa. Y que, cuando la luz roja se enciende, la otra persona sepa que no soy yo la única que la está escuchando. Ese es mi punto fuerte -agregó y se echó hacia adelante-. Hice algunas suplencias de verano en un canal local de Topeka cuando estaba en el instituto, y después una suplencia de cuatro años en un canal de New Haven, durante la universidad. Trabajé como redactora de noticias en Kansas City antes de mi primer trabajo ante la cámara. Técnicamente hace diez años que trabajo en televisión.

Loren: Lo sé bien. -En realidad, él conocía cada detalle de la vida profesional de Vanessa, pero prefería recibir sus propias impresiones, cara a cara. Apreció el hecho de que ella mantuviera su mirada y su voz equilibradas. Recordaba su primer encuentro con Brittany. Todo ese despliegue sexual, esa energía maníaca, esa feminidad abrumadora. Vanessa Hudgens era completamente diferente. No más débil, pensó. Ni menos potente. Sencillamente... diferente-. Dígame, aparte del tema modas, ¿qué otros tópicos piensa tocar?

Ness: Me gustaría centrarme en cuestiones personales más que en temas de primera plana. Y me gustaría evitar la televisión truculenta.

Loren: ¿Nada de lesbianas pelirrojas y sus amantes?

Ella se distendió lo suficiente para sonreír.

Ness: No; les dejaré eso a los demás. Mi idea es equilibrar programas como el de la cinta con otros más serios, pero mantenerlos a nivel personal y comprometer al público, tanto al que está en el estudio como al que lo ve en su casa. Temas como las familias adoptivas, el acoso sexual en los lugares de trabajo, los encuentros entre hombres y mujeres de más de cuarenta años que buscan pareja estable. Temas que se centran en lo que el televidente medio podría estar experimentando.

Loren: ¿Usted se considera portavoz del televidente medio?

Vanessa volvió a sonreír. Al menos en ese punto podía mostrarse confiada.

Ness: Yo soy un televidente medio. Veo televisión desde que me levanto hasta que me acuesto. Y no me avergüenza confesarlo.

Loren se echó a reír y terminó su coca-cola. Ella acababa de describir lo que él también hacía.

Loren: He oído decir que trabajaba también para Brittany.

Ness: Bueno, no fue exactamente algo tan formal como un trabajo. Y jamás estuve en su lista de pagos. Fue más un aprendizaje. Y aprendí mucho.

Loren: Me lo imagino -hizo un silencio y luego prosiguió-. No es ningún secreto que Delacort siente mucho perder el programa de Brittany. Cualquiera que pertenezca al mundo de la televisión sabe que no deseamos precisamente que le vaya bien. Sin embargo, dados sus antecedentes, lo más probable es que siga dominando la audiencia. Todavía no estamos preparados para competir con ella en un nivel nacional, con otro programa del mismo tipo.

Ness: Entonces piensan luchar contra ella -Loren calló un momento y levantó una ceja-. Contrarrestar su éxito con programas de entretenimientos, puesta en pantalla de viejos éxitos, telenovelas.

Loren: Esa es la idea. Me gustaría también probar un programa de entrevistas en un puñado de emisoras de la CBC.

Ness: Yo solo necesito un puñado -dijo con tono sereno, pero se aferró con las dos manos a la botella para que no le fallara la voz. Me lanzo de cabeza, decidió-. Por ahora.

Quizá era un asunto personal, pensó Loren. Pero ¿y si lo fuera?

Podría usar a Vanessa Hudgens para quitarle una pequeña tajada a Brittany, podía pagar el coste que ello implicaría. Si el proyecto fallaba, lo consideraría una experiencia. Pero si conseguía que funcionara, si lograba que Vanessa tuviera éxito, la satisfacción sería mucho mayor.

Loren: ¿Tiene usted un representante, señorita Hudgens?

Ness: No.

Loren: Consígase uno. Me gustaría darle la bienvenida a Delacort.


Ash: Dímelo de nuevo -insistió-.

Ness: Un contrato por seis meses. -No importa cuántas veces lo dijera en voz alta, las palabras seguían resonando maravillosamente en sus oídos-. Grabaremos aquí mismo, en la CBC, un programa por día, cinco días por semana. -Todavía atontada, aun después de dos semanas de negociaciones, recorrió la oficina de Brittany. Lo único que quedaba eran las paredes en tonos pastel y una alfombra, y la vista de Chicago-. Según el contrato con la CBC, podré usar esta oficina y otras dos más durante el período de prueba. Transmitirán el programa diez emisoras del Medio Oeste, y saldremos en directo en Chicago, Dayton e Indianápolis. Tenemos seis semanas para preparar todo antes de estrenarnos en agosto.

Ash: Bueno, parece que lo has logrado.

Vanessa no sonreía como Ashley, pero los ojos le brillaban.

Ness: Sí, realmente lo he logrado. -Respiró hondo, y agradeció al cielo que no flotara todavía en el aire el perfume de Brittany-. Mi representante dice que lo que me están pagando es una bofetada en la cara. -Entonces sonrió-. Yo le dije que les presentara la otra mejilla.

Ash: Un representante -sacudió la cabeza-. ¿Tienes un representante?

Vanessa se dirigió a la ventana y le sonrió a Chicago. Había elegido una pequeña firma local, una empresa de representantes capaz de centrarse en sus propias necesidades y metas.

Ness: Sí, tengo un agente. Y pertenezco a una empresa... al menos durante seis meses. Espero tener también un productor.

Ash: Cariño, ya sabes que...

Ness: Antes de que digas nada, déjame terminar. Es un riesgo, Ashley, un riesgo muy grande. Si las cosas salen mal, estaremos en la calle dentro de unos meses. Tú tienes un trabajo seguro en Temas de mujeres y esperas un bebé. No quiero que arriesgues eso en aras de la amistad.

Ash: Está bien, no lo haré por eso -afirmó, se encogió de hombros y se sentó en el suelo-. Lo haré por mi ego. Ashley Tisdale, productora ejecutiva. Suena bien. ¿Cuándo empezamos?

Ness: Ayer. -Mientras reía, se sentó junto a ella y le pasó un brazo por los hombros-. Necesitamos personal. Tal vez consiga a algunas personas que fueron despedidas por Brittany o no quisieron trasladarse a Nueva York. Necesitamos temas y gente capaz de investigarlos a fondo. El presupuesto que tengo para trabajar es reducido, así que tendremos que contentarnos con un nivel simple. -Miró las paredes desnudas-. En el próximo contrato el presupuesto será mucho mayor.

Ash: Lo primero que necesitas es un par de sillas, un escritorio y un teléfono. Como productora, veré lo que puedo conseguir, pedir prestado o robar. -Se puso de pie-. Pero primero tengo que presentar mi renuncia.

Vanessa la cogió de la mano.

Ness: ¿Estás segura?

Ash: Muy segura. Ya he hablado del asunto con Richard. Pensamos esto: si todo se va al diablo dentro de seis meses, de todos modos yo tendría que pedir la excedencia para tener mi bebé. Te llamaré -dijo y se detuvo un instante junto a la puerta-. Ah, una cosa más. Pintemos estas malditas paredes.


A solas, Vanessa acercó las rodillas al pecho y bajó la cabeza. Todo sucedía con tanta rapidez: las reuniones, las negociaciones, el papeleo. No le importaba el tiempo que le dedicaba. El hecho de ver cristalizados sus sueños le provocó un estallido de energía. Pero, debajo de todo ese entusiasmo, había una sensación de terror helado.

Las cosas se encauzaban en la dirección adecuada. Una vez se acostumbrara al nuevo ritmo, se orientaría. Y si fracasaba, significaría solo retroceder unos peldaños y empezar de nuevo.

Pero no lo lamentaría.

Cassie: ¿Señorita Hudgens?

Vanessa levantó la vista y vio a la secretaria de Brittany junto a la puerta.

Ness: Cassie. -Paseó la vista por el lugar y sonrió-. Esto está muy cambiado, ¿no?

Cassie: Sí. Quería avisarle que estoy sacando las últimas cosas de la oficina.

Ness: Está bien. No será oficialmente mi territorio hasta la semana que viene. -Se puso de pie y se alisó la falda-. He oído decir que no te vas a Nueva York.

Cassie: Mi familia está aquí. Y yo soy del Medio Oeste hasta la médula.

Ness: Es una decisión difícil -la observó con detenimiento-. ¿Tienes algún otro trabajo en vista?

Cassie: Todavía no. Pero he concertado varias entrevistas. La señorita Snow hizo el anuncio y apenas una semana después se fue. Todavía no he tenido tiempo de acostumbrarme.

Ness: Estoy segura de que no serás la única.

Cassie: No la molestare más. Tenía que llevarme a casa algunas plantas. Buena suerte con su nuevo programa.

Ness: Gracias, Cassie -dio un paso adelante y vaciló-. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Cassie: Por supuesto.

Ness: Trabajaste con Brittany cuatro años, ¿verdad?

Cassie: En septiembre se cumplirían cuatro años. Empecé como secretaria asistente cuando regresé de la escuela de comercio.

Ness: Incluso en la sala de redacción nos llegaban quejas de integrantes del equipo de trabajo de Brittany. A veces eran quejas, otras veces chismes. Pero no recuerdo haber oído nada de ti, y me preguntaba por qué sería.

Cassie: Yo trabajaba para ella. Y jamás hablo mal de la gente para la que trabajo.

Vanessa levantó una ceja y la miró fijo.

Ness: Pero ya no trabajas para Brittany.

Cassie: No. Señorita Hudgens, sé que ustedes dos tuvieron un... desacuerdo antes de que ella se fuera. Tengo entendido que usted sintió cierta hostilidad. Pero prefiero que no me obligue a hablar de la señorita Snow, como persona ni como profesional.

Ness: ¿Es por lealtad o por discreción?

Cassie: Quiero creer que por las dos cosas.

Ness: Bien. Supongo que sabes que haré un programa similar. Tal vez no te guste repetir chismes, pero sin duda no has podido evitar enterarte, así que debes de saber que mi contrato es por un plazo corto. Es posible que no supere los seis meses iniciales o las diez emisiones.

Cassie se ablandó un poco.

Cassie: Tengo algunos amigos allí abajo. Las encuestas de la sala de redacción están tres a uno a favor suyo.

Ness: Me alegro de saberlo, pero imagino que también se trata de una cuestión de lealtad. Necesito una secretaria, Cassie. Me gustaría conseguir a alguien que entienda esa clase de lealtad, que sepa cómo ser discreta y, al mismo tiempo, eficiente.

La expresión de Cassie pasó de un interés amable a una sorpresa total.

Cassie: ¿Me está ofreciendo un puesto?

Ness: Estoy segura de que no podré pagarte lo mismo que Brittany, a menos (no, demonios, hasta) que esto cobre su verdadera dimensión. Y lo más probable es que tengas que trabajar muchas horas tediosas al principio, pero el puesto es tuyo si lo quieres. Confío en que lo pensarás.

Cassie: Señorita Hudgens, usted no sabe si yo participé o no en lo que ella le hizo. Si yo no la ayudé a poner a punto las cosas.

Ness: No, no lo sé. Y no quiero saberlo. Creo que, trabajemos juntas o no, deberías tutearme y llamarme Vanessa. No es mi intención dirigir una organización menos eficiente que la de Brittany, pero sí espero que su carácter sea más personal.

Cassie: No tengo nada que pensar. Acepto el trabajo.

Ness: Espléndido -le tendió la mano-. Empezaremos el lunes por la mañana. Espero que para entonces habré podido conseguirte un escritorio. Tu primera tarea será conseguirme una lista de las personas despedidas por Brittany, y cuáles te parece que nos resultarían útiles.

Cassie: Simon Grimsley estaría en primer lugar de esa lista. Y Margaret Wilson, del departamento de investigación. Y Denny Sprite, el asistente de la gerencia de producción.

Ness: Tengo el número de Simon -murmuró, y sacó su libreta de direcciones para anotar los otros nombres-.

Cassie: Yo puedo darte los otros.

Cuando Vanessa vio que Cassie sacaba una gran libreta y comenzaba a hojearla, se echó a reír.

Ness: Nos llevaremos muy bien, Cassie. Muy bien.


Resultaba difícil creer que Vanessa renunciaría a la sala de redacción, sobre todo al considerar que estaba viendo una cinta en la sala de montaje.

Ness: ¿Cuánto dura ahora?

Jeff Hyatt miró el reloj digital de la consola.

Jeff: Un minuto cincuenta y cinco.

Ness: Todavía es demasiado largo. Tenemos que cortarle otros diez segundos. Pásalo de nuevo, Jeff.

Vanessa se inclinó en la silla giratoria, como un corredor en su marca, y aguardó. La historia de una adolescente desaparecida que se reunía con sus padres tenía que caber en el tiempo asignado. Vanessa lo sabía pero, no quería cortar ni un segundo.

Jeff: Aquí -indicó y tocó el monitor con un dedo-. Esta parte en que todos caminan alrededor del jardín posterior se podría eliminar.

Ness: Pero muestra la emoción del reencuentro. La forma en que los padres caminan con ella en el medio, rodeándola con los brazos.

Jeff: Pero no es noticia -se puso las gafas sobre la frente y esbozó una sonrisa de disculpa-. De todos modos, en la parte de la entrevista, cuando todos están sentados en el sofá, tienes todo eso de estar de nuevo reunidos.

Ness: Es un buen material.

Zac: Lo único que falta es un arco iris que los rodee.

Vanessa giró la cabeza al oír la voz de Zac.

Ness: No tenía ninguno a mano.

Pese al evidente fastidio de ella, Zac se acercó, le puso las manos en los hombros y terminó de ver la cinta.

Zac: Tiene más impacto sin esa parte, Vanessa. Al hacerlos caminar juntos debilitas la entrevista y la emoción que buscas. Además, se trata de una noticia, no de la película de la semana.

Zac tenía razón, pero eso hacía más difícil que ella lo aceptara.

Ness: Corta esa parte, Jeff.

Mientras él hacía correr la cinta, lo compaginaba y marcaba el tiempo, ella permaneció sentada con los brazos cruzados. Era uno de los últimos trabajos que haría para los informativos de la CBC. Y era un asunto de amor propio querer que saliera perfecto.

Ness: Tengo que volver a grabar la voz -miró a Zac-.

Zac: Imagina que no estoy aquí -sugirió-.

Cuando Jeff estuvo listo, ella se tomó un momento para estudiar el guión. Con un cronómetro en la mano, Vanessa asintió y comenzó a leer.

Ness: La peor pesadilla de un matrimonio llegó a su fin esta mañana, cuando su hija Ruth Thompson, de dieciséis años, que faltaba de su hogar desde hacía ocho días, regresó junto a su familia en Dayton...

Durante los minutos que siguieron, olvidó por completo a Zac mientras ella y Jeff seguían trabajando para perfeccionar ese bloque. Hasta que, satisfecha, le murmuró palabras de agradecimiento al editor y se puso de pie.

Zac: Buen trabajo -comentó mientras salía con ella de la sala de montaje-. Sólido, discreto y emotivo.

Ness: ¿Emotivo? -se detuvo y lo miró-. Creí que eso no te parecía importante.

Zac: Sí me lo parece si se trata de noticias. He oído decir que la semana que viene te trasladas al piso de arriba.

Ness: Has oído bien -entró en la sala de redacción-.

Zac: Felicidades.

Ness: Gracias, pero creo que sería más prudente que esperaras hasta después del primer programa.

Zac: Tengo la impresión de que todo saldrá bien.

Ness: Es extraño, pero yo también. Aquí arriba -dijo y se tocó la cabeza-. El que duda es mi estómago.

Zac: Quizá lo que tienes es hambre. ¿Por qué no cenamos juntos?

Ness: ¿Cenar?

Zac: A las seis quedas libre. Me fijé en los horarios. Yo estoy libre hasta las ocho de la mañana, momento en que tengo que abordar un vuelo a Kuwait.

Ness: ¿Kuwait? ¿Qué pasa allí?

Zac: Rumores. Siempre rumores. ¿Qué tal una cita conmigo, Kansas? Espaguetis, vino tinto, y un poco de conversación.

Ness: Bueno, creo que hace tiempo que no salgo.

Zac: ¿Permites que ese tipo te controle la vida?

Ness: No tiene nada que ver con Mike -subrayó con frialdad. Pero en realidad sí tenía que ver-. Mira, me gusta comer y me gusta la comida italiana. ¿Por qué no lo llamamos, mejor, simplemente cenar juntos?

Zac: No pienso discutir sobre semántica. ¿Qué tal si te paso a buscar a las siete? Eso te dará tiempo para volver a tu casa y cambiarte. El lugar en que estoy pensando es informal.


Vanessa se alegró de haberle tomado la palabra. Estuvo tentada de ponerse un poco más elegante, pero finalmente se decidió por una blusa holgada y pantalones, un atuendo adecuado para el calor de pleno verano. La comodidad parecía ser lo importante esa noche.

El lugar que Zac había elegido era un restaurante pequeño y lleno de humo que olía a ajo y pan tostado. Había quemaduras de cigarrillo en los manteles a cuadros y astillas en los bancos de los reservados, que habrían sido fatales si ella hubiera llevado medias.

Un trozo de vela emergía de la boca de la consabida botella de Chianti. Zac la apartó cuando los dos se instalaron en el reservado.

Zac: Confía en mí. Este lugar es mucho mejor de lo que parece.

Ness: A mí me gusta.

El sitio parecía agradable. Una mujer no necesitaba estar en guardia en un restaurante que parecía una cocina familiar.

Zac la vio relajarse. Pensó que tal vez esa era la razón por la que la había llevado allí: un sitio donde no había maitre ni lista de vinos encuadernada en cuero.

Zac: ¿Te parece bien Lambrusco? -preguntó cuando vio acercarse a una camarera...

Ness: Sí, me parece bien.

Zac: Tráenos una botella, Janey, por favor, y un antipasto.

Janey: Muy bien, Zac.

Divertida, Vanessa preguntó:

Ness: ¿Vienes aquí a menudo?

Zac: Una vez por semana cuando estoy en la ciudad. La lasagna de aquí es casi mejor que la mía.

Ness: ¿Tú cocinas?

Zac: Cuando uno se cansa de comer en restaurantes, aprende a cocinar. Pensé en prepararte algo esta noche, pero temí que no aceptaras.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque cocinar para una mujer, si uno lo hace bien, es una poderosa arma de seducción, y es evidente que a ti te gusta andar con cautela, avanzar paso a paso. -Inclinó la cabeza cuando volvió la camarera con la botella y les llenó las copas-. ¿Tengo o no razón?

Ness: Supongo que sí.

Él se echó hacia delante y levantó su copa.

Zac: Bueno, entonces este es el primer paso.

Ness: No estoy segura de por qué razón estoy brindando.

Él la miró a los ojos, extendió la mano y le acarició una mejilla.

Zac: Sí lo sabes.

El corazón de Vanessa latió con fuerza. Enfadada consigo misma, suspiró muy despacio.

Ness: Zac, quiero dejarte claro que no tengo interés en empezar una relación con nadie. Debo volcar todas mis energías y sentimientos en llevar adelante un buen programa.

Zac: Yo diría que eres una mujer con un gran caudal de sentimientos. ¿Por qué no esperamos a ver qué pasa?

La camarera colocó la fuente con el antipasto sobre la mesa.

Janey: ¿Saben ya lo que querrán?

Zac: Yo sí -volvió a sonreír-. ¿Y tú?

Turbada, Vanessa intentó leer el menú. Era extraño, pero no podía comprender nada de lo que había allí escrito. Para el caso, podría haber estado escrito en griego.

Ness: Me decido por los espaguetis.

Zac: Que sean dos.

Janey: Muy bien -le guiñó un ojo a Zac-. Los White Sox ganan por dos en el tercer tiempo.

Ness: ¿Los White Sox? -arqueó una ceja cuando la camarera se hubo alejado-. ¿Sigues siempre a ese equipo?

Zac: Sí. ¿Te interesa el béisbol?

Ness: Sí, una pena que te gusten los Sox.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Bueno, puesto que somos de la misma profesión, trataré de pasar eso por alto. Pero soy fanática de los Cubs.

Zac: ¿De los Cubs? -cerró los ojos y gimió-. Y pensar que casi estaba enamorado de ti. Vanessa, creí que eras una mujer práctica.

Ness: Algún día seremos campeones.

Zac: Sí, tienes razón, en el próximo milenio. Te diré lo que haremos. Cuando yo esté de vuelta, iremos juntos a ver un partido.

Ness: ¿Y a cuál de los dos equipos iremos a ver?

Zac: Lo decidiremos lanzando una moneda al aire.

Ness: De acuerdo -aceptó, y se puso seria-. Podríamos invitar al programa a las esposas de los jugadores de béisbol. De los Cubs y los Sox. Los telespectadores enseguida tomarían partido. Dios sabe bien que, en esta ciudad, la gente se moviliza con que solo mencionemos deportes o política. Podíamos tocar el tema de qué se siente al estar casada con alguien que debe viajar todo el tiempo. Y qué actitud tienen frente a las lesiones, un mal partido, etcétera.

Zac: Eh -hizo chasquear los dedos frente a la cara de Vanessa y la hizo parpadear-.

Ness: Oh, lo siento.

Zac: Uno aprende mucho al observarte. -Para sorpresa de Zac, eso también le resultaba excitante. Le hizo preguntarse si ella se concentraría de igual manera en las relaciones sexuales-. Y me parece una buena idea.

Ness: Presiento que esto me va a encantar. -Con la copa de vino en una mano, se reclinó-. De veras, me va a encantar. Todo el proceso es fascinante.

Zac: ¿Y las noticias no lo eran?

Ness: Sí, pero esto es más... no sé. Personal y cautivante. Es una aventura. ¿Eso es lo que sientes cuando tomas un vuelo hacia un país y otro?

Zac: Sí, la mayor parte del tiempo. Diferentes lugares, diferente gente, diferentes historias. Es duro paralizarse y caer en la rutina.

Ness: No puedo creer que esa posibilidad te preocupe.

Zac: Pero sucede. Uno se empieza a sentir cómodo, pierde la agudeza y las inquietudes.

Ness: ¿Cómodo? ¿En zonas de guerra, áreas de desastre, cumbres internacionales? ¿Por eso no te quedaste en Londres?

Zac: En parte. Cuando dejo de sentirme extranjero, sé que ha llegado el momento de volver a casa. ¿Has estado alguna vez en Londres?

Ness: No. ¿Cómo es?

Fue fácil contárselo, y fácil para ella escuchar. Conversaron mientras comían pasta y vino tinto, y, después, con los cappucino y los cannoli, hasta que la vela de la botella comenzó a apagarse, y el tocadiscos automático calló. Precisamente la falta de ruido hizo que Vanessa paseara la vista por el lugar. El restaurante estaba casi vacío.

Ness: Es tarde -reconoció sorprendida, cuando miró su reloj-. Tienes que tomar un vuelo dentro de menos de ocho horas.

Zac: Me las arreglaré -se puso de pie cuando ella lo hizo-.

Ness: Tenias razón con respecto a la comida. Ha sido fabulosa.

Pero su sonrisa se desvaneció cuando Zac le tomó la cara con las manos, la miró fijo y fue acortando la distancia entre los dos.

El beso fue lento y devastador. Ella había esperado algo más violento de ese hombre; por eso, quizá, ese beso tierno, perezoso y romántico la desarmó por completo.

Vanessa le puso una mano en el hombro, pero en lugar de apartarlo, como era su intención, lo apretó fuertemente.

Cuando su boca cedió a la de él, Zac profundizó el beso. Siguió haciéndolo con lentitud, a la espera de una respuesta de parte de Vanessa, hasta que la mano de ella se deslizó del hombro y aferró su cintura.

Miles de pensamientos cruzaron por la mente de Vanessa. Y Zac deseó más, con desesperación. Pero la apartó levemente, por saber que era importante mantener la cordura, aunque en ese momento no supiera bien por qué.

Ness: ¿Y eso por qué ha sido?

Zac: ¿Además de la razón obvia? Pensé que si lo hacíamos aquí, tú no te pondrías a pensar en lo que podría o debería suceder cuando te lleve de vuelta a tu casa.

Ness: Ajá. Pero te aseguro que yo no planeo cada aspecto de mi vida como el guión de una novela.

Zac: Por supuesto que sí lo haces. Pero a mí no me importa. Considera esto como el principio. El resto del texto lo escribiremos a mi regreso.




¡Muy bien Efron! 
Has metido ficha nada más morir la relación. No has esperado ni a que se enfriara el cuerpo 😆

Espero que estéis disfrutando de la novela 😊
¡Gracias por comentar!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Siiii besooo
Me encanto el capitulo
Zac es muy tierno y lindo con ella
Ya quiero saber como le irá a vanessa en su trabajo y al regreso de zac
Siguela pronto

Caromi dijo...

Por fin!!!
Bien x Zac xq si esperaba más facil otro lo adelantaba xD
Pon pronto el que sigue, quiero ver como queda todo luego que regrese

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