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lunes, 28 de enero de 2019

Capítulo 9


“BRITTANY CAMBIA CHICAGO POR LA GRAN MANZANA. LA REINA DE LA TV EN NUEVA YORK.
CONTRATO MULTIMILLONARIO PARA LA RUBIA FAVORITA DE CHICAGO.”

Los titulares aparecieron en todos los periódicos, incluso en los más serios como el Chicago Tribune, el New York Times y el Washington Post. Durante un día soleado de junio, los comentarios sobre el monto récord del contrato de Brittany superaron a temas más inquietantes como la economía y el Oriente Medio.

Brittany se sentía en su elemento.

Con la majestuosidad de una reina, concedió entrevistas, recibió a un equipo de periodistas de People en su casa, conversó por teléfono con Liz Smith. Apareció la noticia en Variety y una nota de varías páginas en McCall's.

Finalmente, a fuerza de mucho trabajo, ambición y agallas, obtuvo lo que siempre había deseado: ser el centro de atención de todo el mundo.

Tuvo la astucia necesaria para expresar solamente palabras de elogio para la CBC, Delacort y Chicago. Hasta derramó algunas lágrimas en Entertaiment Tonight.

Y su servicio de prensa recogió cada palabra, cada centímetro impreso publicado sobre ella.

Entonces, en medio del bullicio, propinó su coup de grace: las últimas seis semanas de contrato se las tomaría como vacaciones.

Ash: Brittany sí que sabe apretar los tornillos.

Ness: Eso no es lo peor -dijo mientras caminaba por el salón del apartamento de Ashley-. Ha despedido a la mitad de su equipo. La otra mitad tiene que elegir entre abandonar la CBC y mudarse a Nueva York o buscarse otro empleo. Y en este momento no hay demasiado trabajo.

Ash: Es obvio que no lees los periódicos. El gobierno asegura que no estamos en recesión. Dice que eso es solo fruto de nuestra imaginación.

Nada divertida, Vanessa tomó un libro de nombres para bebés y se lo golpeó contra la palma de la mano mientras seguía caminando por el cuarto.

Ness: Vi la cara de Drew Seeley cuando abandonó ayer el edificio. Por Dios, Ashley, trabajó con Brittany seis años, y ella lo despidió de un día para otro.

Ash: Lo siento. Lo siento por todos ellos. Los que trabajan en televisión saben que por lo general impera el juego sucio. Pero tú me preocupas más. ¿Mike sigue llamándote?

Ness: Ya no me deja mensajes en el contestador -se encogió de hombros-. Creo que finalmente comprendió que no contestaría sus llamadas. Pero sigue enviándome flores, ¿puedes creerlo? Está convencido de que así terminaré por olvidar lo ocurrido.

Ash: ¿Quieres que hablemos mal de los hombres? Richard está jugando al golf en este momento, así que no tendrá oportunidad de ofenderse.

Ness: No, gracias.

Ash: Te cuento, Ness, que Richard se está poniendo muy formal. Ya sabes, golf los sábados, trajes de tres piezas. La casa que estamos por comprar en los suburbios. Dios, pensar que solíamos ser rebeldes. Y ahora, en cambio... -Se estremeció-.

Vanessa se echó a reír y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

Ness: Lo creeré cuando os compréis un Volvo.

Ash: El otro día estuve a punto de comprar uno de esos autoadhesivos de «Bebé a bordo» para poner en la luneta del coche. Por suerte, recuperé la cordura a tiempo.

Ness: Entonces todo está bien. No te he preguntado cómo te sientes.

Ash: Fabulosamente bien. En el trabajo, las mujeres que han tenido hijos me miran con una mezcla de burla y envidia. Todas tienen historias horripilantes con respecto al embarazo: náuseas, desmayos, retención de líquidos. Y yo me siento como Rocky. Como si pudiera correr kilómetros sin siquiera transpirar. ¿Qué te parece?

Durante los minutos que siguieron permanecieron en silencio.

Ness: Ashley, he estado pensando.

Ash: Me preguntaba cuándo llegarías a eso. Si hasta me parecía ver la idea saltando en tu mente.

Ness: Podría ser impracticable. Demonios, podría ser imposible. Cuando te lo haya contado, quiero que seas franca conmigo.

Ash: Está bien. Adelante, te escucho.

Ness: Delacort, la empresa con la que Brittany trabajaba, se encontrará con un gran hueco en su programación y en sus ingresos. Estoy segura de que podrá cubrirlo en forma adecuada, pero... ¿sabías que el gerente general de Delacort es el segundo marido de Brittany?

Ash: Por supuesto. Loren Bach. -Aparte de las ocasionales novelas de misterio, su lectura favorita eran las revistas de cotilleos, y no se avergonzaba de ello. Si uno quería saber qué celebridad estaba haciendo tal cosa, con quién y dónde, no había más que preguntárselo a Ashley-. Se casaron en cuanto ella dejó a su primer marido, el magnate inmobiliario. Sea como fuere, Loren Bach invirtió mucho dinero y trabajo en nuestra muchacha. La convirtió en una estrella.

Ness: Y pese a que corrieron algunos rumores y comentarios en las columnas de chismes de la farándula diciendo lo contrario, supuestamente se separaron de forma amistosa -eso era lo que había leído-. Pero conociendo a Brittany como ahora la conozco, realmente lo dudo mucho.

Ashley levantó las cejas.

Ash: Se dice que el acuerdo le costó a él por lo menos dos millones de dólares, además de la casa y el mobiliario, así que en total calculo cuatro millones. Y no creo que a Bach le quedara demasiado afecto residual por nuestra heroína.

Ness: Exactamente. Y Bach es amigo desde hace mucho de Barlow James, el presidente de la división noticias de la CBC. Y al señor James le gusta mi trabajo.

Ash: ¿Y entonces?

Ness: Bueno, tengo algo de dinero ahorrado, y también algunas conexiones. -La sola idea le aceleró tanto los latidos del corazón que tuvo que apretárselo con la mano para aquietarlo. Deseaba aquello mucho, quizá demasiado. Lo suficiente como para saltarse varios pasos del plan que había diseñado con tanto cuidado para su carrera-. Quiero alquilar un estudio, grabar una cinta. Y mandársela a Loren Bach.

Ash: Dios -se reclinó en el sofá-. ¿Eres tú la que habla?

Ness: Sé que suena descabellado, pero lo he estado pensando mucho. Bach hizo que Brittany pasara de un programa modesto y local a un éxito a nivel nacional. Podría hacerlo de nuevo. Yo podría reunir varios clips de El rincón de Vanessa y mis informes periodísticos. Creo que puedo conseguir que Barlow James me respalde. Si tuviera un programa piloto, algo simple e ingenioso, quizá tenga posibilidades. -Se puso de pie de nuevo, demasiado nerviosa para permanecer sentada-. El momento es perfecto. Delacort todavía se tambalea por el impacto de la deserción de Brittany, y aún no tienen preparado un sucesor. Si lograra convencerlos de que me dieran una oportunidad en un programa local, y un puñado de mercados en el Medio Oeste, sé que tendría éxito.

Ashley suspiró y tamborileó los dedos sobre su abdomen.

Ash: Sí, suena descabellado. Y me encanta. -Dejó caer la cabeza hacia atrás y se echó a reír-. Es suficientemente loco como para que funcione.

Ness: Yo lo haré funcionar -se acercó al sofá, se puso en cuclillas frente a Ashley y la tomó de las manos-. Sobre todo si cuento con una productora experimentada.

Ash. Cuenta conmigo. Pero piensa en el coste del estudio, los técnicos; incluso en el de un equipo de producción ajustado. Es un gran riesgo.

Ness: Estoy dispuesta a correrlo.

Ash: Richard y yo tenemos algunos ahorros.

Ness: No. -Emocionada y agradecida, sacudió la cabeza-. En absoluto no. No ahora que está en camino mi ahijado. Aceptaré tu inteligencia, tu respaldo y tu tiempo, pero no tu dinero. -Después de palmear el abdomen de Ashley, se puso de pie-. Créeme, esas tres cosas son mucho más importantes.

Ash: Está bien. ¿Cuál es tu proyecto, tu tema y tu público?

Ness: Quiero algo sencillo, cómodo. Hacer lo que mejor hago, Ashley: hablar con la gente. Conseguir que hablen conmigo. Me hará falta un par de sillones mullidos y cómodos. Dios sabe que de todos modos necesito muebles nuevos. Pero me propongo hacer algo íntimo, cordial.

Ash: Y divertido. Si tu enfoque no busca las lágrimas ni la angustia, inclínate por lo divertido. Algo que atrape al público.

Ness: Pensé recurrir a algunos de los invitados que tuve en El rincón de Vanessa. Hacer algo así como La mujer en el arte.

Ash: No está mal, pero es poco interesante. Y pretencioso. No creo que lo mejor para una demo sea presentar intelectuales, sobre todo del mundo del arte -pensó en las distintas posibilidades-. El año pasado hicimos en Temas de mujeres una sección sobre las novedades que se usan. Y salió muy bien.

Ness: ¿Te refieres a algo así como «lo de antes y lo de ahora»?

Ash: Sí, las novedades en maquillaje y peinados. Es divertido. Algo así como un programa de modas. ¿Qué novedades hay? ¿Qué se usará este verano? ¿Cuáles son las últimas tendencias de la moda? Conectarnos con Marshall Field's y que ellos presenten los estilos del verano: modelos para ir al trabajo, trajes de noche, ropa de deporte.

Con los ojos entrecerrados, Vanessa trató de visualizarlo.

Ness: Sí, e incluir zapatos y accesorios, con un coordinador de modas. Después elegimos mujeres del público.

Ash: Exactamente. Mujeres reales, no cuerpos perfectos.

Entusiasmada con la idea, Vanessa buscó su bolso y sacó un bloc.

Ness: Tendremos que elegirlas antes, para que el coordinador de modas tenga tiempo de buscarles la ropa y el maquillaje adecuados.

Ash: Después les damos, por ejemplo, un vale de cien dólares para una de las grandes tiendas.

Ness: Cómo parecer de un millón por solo cien dólares o menos.

Ash: Sí, me gusta -subrayó-. Realmente me gusta.

Ness: Tengo que volver a casa -se puso de pie-. Y hacer unas llamadas. Tenemos que movernos deprisa.

Ash: Cariño, jamás te he visto moverte de otra manera.


Aquello exigía a Vanessa trabajar dieciocho horas por día, la totalidad de sus ahorros y cierta dosis de frustración. Como solamente pudo conseguir una semana libre en sus obligaciones con la CBC, no dormía. Alimentada con café y ambición, siguió con el proyecto. Reuniones con el departamento de promoción de Marshall Field's, llamadas a los encargados de relaciones públicas, horas de búsqueda de los accesorios adecuados.

Quizá el primer programa de La hora de Vanessa tendría que ser producido con muy poco dinero, pero el objetivo era que no lo pareciera. Vanessa supervisó cada paso y cada etapa. Aunque terminara siendo una derrota o una victoria, estaba decidida a que llevara su marca.

Regateó, ofreció canje, suplicó y pidió prestado. Consiguió un juego de sillones, cincuenta sillas plegables, arreglos florales, equipos.

La mañana de la grabación, el pequeño estudio que había alquilado era un caos. Los técnicos de iluminación gritaban órdenes y sugerencias mientras hacían los ajustes de último momento. Las modelos estaban apiñadas en un camerino diminuto, y hacían malabarismos para conseguir vestirse. El micrófono de Vanessa entró en cortocircuito, y el florista entregó una corona para un entierro en lugar de cestas con pimpollos de flores.

«En memoria de Milo.» Vanessa leyó la tarjeta y soltó una breve risa histérica.

Ness: Dios santo, ¿qué más?

Ash: Lo solucionaremos. -En el control de la situación, Ashley intervino-. Ya he enviado a Vinnie, el sobrino de Richard, en busca de cestas. Sacaremos las flores de la corona y las arrojaremos a las cestas como al descuido. Quedará fantástico -dijo con desesperación-. Será un arreglo natural.

Ness: Eso espero. Nos queda menos de una hora. -Hizo una mueca al oír el ruido de una silla plegable que se caía-. Si nadie aparece como público, será un desastre.

Ash: Vendrán -dijo y atacó los gladiolos-. Todo saldrá bien. Entre las dos nos hemos puesto en contacto con todas las organizaciones femeninas del condado. Las cincuenta entradas ya han sido repartidas. Podríamos haber conseguido el doble de público si hubiésemos tenido un estudio más grande. No te preocupes.

Ness: Tú estás preocupada.

Ash: Es la tarea de un productor. Ve a cambiarte y péinate. Imagina que eres una gran estrella.

**: ¿Señorita Hudgens? ¿Vanessa?

La asesora de modas, una mujer pequeña y vivaz, con una sonrisa permanente en la boca, le hizo señas desde fuera del decorado.

Ness: La mataré -dijo en voz baja-. En serio, la mataré.

Ash: Ponte en la cola. Si ha vuelto a cambiar de idea sobre la ropa, yo haré el primer disparo.

**: ¿Vanessa?

Ness: Sí, Karyn. -se obligó a sonreír y giró la cabeza-. ¿Qué puedo hacer por usted?

Karyn: Tengo un pequeño problema. ¿Los shorts en color anaranjado?

Ness: ¿Sí, qué pasa? -hizo chirriar los dientes-.

¿Por qué tenía esa mujer que convertir cada afirmación en una pregunta?

Karyn: No le quedan bien a Mónica. No sé yo en qué estaba pensando. ¿Le parece que podríamos hacer que alguien corriera a la tienda y trajera el mismo conjunto en color berenjena?

Antes de que Vanessa pudiera abrir la boca, Ashley se adelantó.

Ash: Le diré lo que haremos, Karyn. ¿Por qué no llama por teléfono a la tienda y pide que alguien traiga aquí el conjunto?

Karyn: Oh -parpadeó-. Supongo que podría, ¿no? Dios mío, tengo que darme prisa. Ya casi es la hora del programa.

Ness: ¿De quién fue la idea de hacer un programa sobre modas?

Ashley retomó la tarea de desmantelar la corona para entierro.

Ash: Debe de haber sido tuya. A mí jamás se me habría ocurrido algo tan complicado. Ve a arreglarte. No creo que puedas dar indicaciones sobre moda con Jersey y rulos en la cabeza.

Ness: Tienes razón. Si voy a arrojar una bomba, más vale que lo haga con elegancia.

El camerino de Vanessa era del tamaño de un armario, pero tenía lavadero, baño y espejo. Sonrió al ver la enorme estrella dorada que Ashley había adherido a la puerta.

Tal vez fuera solo un símbolo, pensó mientras pasaba un dedo por el papel metálico, pero era un símbolo. Ahora tenía que ganársela.

Aunque todo fracasara, conservaría el recuerdo de tres semanas increíbles. El entusiasmo y el apuro para tratar de organizar el programa, la fascinación y el esfuerzo de ocuparse de todos los detalles. Y la certeza de que eso era exactamente lo que quería hacer con su vida. A lo cual se sumaba, sorprendentemente, el hecho de que muchas personas creían que ella podía hacerlo.

Hubo datos del realizador de la CBC, consejos de Benny y de otros integrantes de la producción. Joe había aceptado dirigir el equipo de cámaras y persuadido a algunos de sus compañeros para ayudar con el sonido y la iluminación. Jeff Hyatt se ocuparía del montaje y de la parte gráfica.

Ahora era el momento de ganarse la confianza de todos... o perderla.

Se estaba poniendo un pendiente y dándose ánimos cuando oyó golpes en la puerta.

Ness: ¡No me digáis nada! -gritó-. El conjunto berenjena tampoco le queda bien y tenemos que conseguir uno color tomate, ¿verdad?

Zac: Lo siento -abrió la puerta-. No he traído comida.

Ness: Oh -exclamó, se le cayó el tornillo del pendiente y lanzó una imprecación-. Creí que estabas en Moscú.

Zac: Lo estaba. -Se apoyó en el umbral de la puerta mientras ella buscaba la pequeña tuerca de oro-. Y mira lo que ocurre cuando me voy por un par de semanas. Protagonista principal de los rumores de la sala de redacción.

Ness: Fantástico -comentó y terminó de ponerse el pendiente-. Debo de estar loca para empezar esto.

Zac: Imagino que pensabas con claridad -se dijo que ella estaba fabulosa. Nerviosa, pero en funcionamiento y lista-. Viste una puerta abierta y decidiste que podías ser la primera en traspasarla.

Ness: En este momento me parece más una ventana abierta. En el último piso.

Zac: Solo preocúpate de aterrizar de pie. ¿Cuál es el tema de programa?

Ness: Es un programa de modas, con participación del público.

Zac: ¿Un programa de modas? ¿Con tus antecedentes como periodista?

Ness: Aquí no se trata de noticias, sino de entretenimiento. Eso espero. ¿No tienes que cubrir una guerra o algo así?

Zac: No por el momento. Pensaba quedarme por aquí un rato, y después volver a la sala de redacción. Dime una cosa. -Le puso una mano en el hombro para serenarla-. ¿Haces esto por ti o para irritar a Brittany?

Ness: Por las dos cosas. Pero sobre todo por mí.

Zac: Muy bien. -Sintió la energía y los nervios que vibraba contra su mano-. ¿Cuál es el siguiente paso?

Ella lo miró de reojo y vaciló.

Ness: ¿Confidencialmente?

Zac. Confidencialmente.

Ness: Una reunión con Barlow James. Y, si consigo su respaldo, iré a ver a Bach.

Zac: De modo que no piensas jugar en segunda división.

Ness: No por mucho tiempo -afirmó y suspiró-. Hace un minuto creí que me moriría. Ahora me siento bien. Estupendamente bien.

Ash: ¡Ness! -Mientras se colocaba los auriculares, Ashley corría por el estrecho pasillo-. El estudio está repleto. No queda ni un asiento libre. Las tres mujeres que elegimos de la Sociedad Histórica del Condado de Cook están histéricas. No pueden esperar a que empiece el programa.

Ness: Entonces no las hagamos esperar.

Ash: Está bien. Podemos empezar cuando estés lista.

Dejó que Ashley motivara al público; se puso a un costado del estudio y escuchó las risas y los aplausos. Sus nervios habían desaparecido. En cambio, sentía una energía tan grande que le costaba quedarse quieta. Impulsada por ella, hizo su entrada y se sentó en su sillón, debajo de las luces y frente a la cámara.

Se oyó la cortina musical, gentileza de Vinnie, sobrino de Richard y aspirante a músico. Fuera de cámara, Ashley pidió aplausos a la audiencia. Se encendió la luz roja.

Ness: Buenos días. Soy Vanessa Hudgens.

Sabía que fuera del plató había un caos: complicados cambios de ropa, órdenes impartidas a gritos, los inevitables inconvenientes. Pero ella sentía que controlaba la situación: conversaba amigablemente con la detestable Karyn y después caminaba entre el público en busca de opiniones mientras las modelos presentaban la ropa.

Casi podía olvidar que era una demo de la cual dependía su carrera y no una travesura mientras reía con una mujer del público a causa de un par de shorts diminutos de tela a lunares.

Parece una mujer que entretiene a sus amigas, pensó Zac al vagabundear por el fondo del estudio. Como periodista implacable, con un desprecio natural por lo frívolo, no podía decir que estuviera particularmente interesado en el tema. Pero, al margen de sus gustos, el público estaba fascinado. Vitoreaba y aplaudía, profería exclamaciones de asombro y después las equilibraba con gruñidos divertidos cuando un atuendo no le satisfacía.

Y, sobre todo, las espectadoras mantenían una relación muy especial con Vanessa. Y ella con su público; en la manera en que le pasaba el brazo a una de las presentes, establecía contacto visual con otra o daba un paso atrás para permitir que sus invitadas estuvieran bajo los focos.

Zac decidió que Vanessa había logrado trasponer la puerta, y sonrió para sí. Se le ocurrió que no estaría de más llamar por teléfono a Barlow James, y sostener la puerta un poco más abierta.


Brittany caminó por el enorme salón de su nuevo penthouse.

Sus tacones repiquetearon en el parquet, se amortiguaron sobre las alfombras, y volvieron a resonar sobre los suelos de cerámica cuando se alejó de un sillón junto a la ventana. Mientras caminaba, fumaba con furia.

Britt: Está bien, Drew. -Más tranquila, se detuvo frente a una mesa baja y apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal-. Dime por qué crees que puede interesarme una cinta casera de una presentadora de noticias de segunda categoría.

Drew se movió con incomodidad en su asiento.

Drew: Creí que te gustaría estar enterada. -Advirtió el tono lastimero de su propia voz y bajó los ojos. Detestaba lo que estaba haciendo, pero tenía dos hijos en la universidad, una cuantiosa hipoteca y la amenaza de quedar sin empleo-. Vanessa alquiló un estudio, contrató técnicos, pidió favores. Consiguió unos días de licencia en la sala de redacción y montó un programa de cincuenta minutos, y una cinta con fragmentos de su material viejo. Me han dicho que el programa es bastante bueno.

Britt: ¿Bastante bueno? -El desprecio en la voz de Brittany fue tan filoso como un bisturí-. ¿Y por qué tendría yo interés en algo «bastante bueno»? ¿Por qué habría de interesarle a alguien? Los aficionados tratan todo el tiempo de meterse en el mercado. Eso no me preocupa.

Drew: Ya lo sé... quiero decir que se comenta que vosotras tuvisteis una fuerte discusión.

Britt: ¿Ah, sí? -su sonrisa fue helada-. ¿Has venido en avión desde Chicago para contarme los últimos chismes de la CBC, Drew? No es que no aprecie tu gesto, pero me parece un poco exagerado.

Drew: Supuse que... -Respiró hondo y se pasó la mano por su pelo claro-. Sé que le ofreciste mi puesto a Vanessa.

Britt: ¿En serio? ¿Te lo dijo ella?

Drew: No. -El poco orgullo que le quedaba salió a la superficie. La miró a los ojos-. Pero se filtró. Tal como se filtró que ella rechazó tu oferta. -Vio un destello familiar en los ojos de Brittany-. Y ahora -se apresuró a continuar-, después de trabajar contigo durante tantos años, sé que no te gustaría ver que ella se beneficiara con tu generosidad.

Britt: ¿Cómo podría hacerlo?

Drew: Al convertirlo en una cuestión de lealtad hacia el canal. Al pedir el respaldo de Barlow James.

Había logrado interesarla. Para ocultarlo, ella giró y sacó un cigarrillo de una caja laqueada. Su mirada se dirigió al bar, donde siempre tenía champán helado. Asustada por la urgencia con que necesitaba una copa de esa bebida, se humedeció los labios y apartó la vista.

Britt: ¿Y por qué habría de participar Barlow?

Drew: A él le gusta el trabajo de Vanessa. Se ha tomado el trabajo de llamar varias veces al canal para decirlo. Cuando la semana pasada fue a visitar la oficina de Chicago, tuvo tiempo para reunirse con ella.

Brittany accionó el encendedor.

Drew: Se comenta que miró la cinta. Y que le gustó.

Britt: ¿De modo que quiere lisonjear a una de sus periodistas jóvenes?

Brittany echó la cabeza hacia atrás. Solo un trago, pensó. Un trago frío y espumoso.

Drew: Vanessa le mandó la cinta a Loren Bach.

Lentamente, Brittany bajó el cigarrillo y lo apoyó en el cenicero.

Britt: La muy hija de puta -dijo en voz baja-. ¿Realmente cree que puede empezar a competir conmigo?

Drew: No sé si se propone eso. Todavía. -Dejó que esa idea se fuera asentando-. Sé que algunas de las repetidoras del Medio Oeste están preocupadas por el coste de tu nuevo programa. Cabe la posibilidad de que prefieran algo más barato, y más cercano.

Britt: Entonces que lo hagan. -Con una carcajada, se acercó a los ventanales para disfrutar de su vista de Nueva York. Tenía todo lo que quería, todo lo que necesitaba. Por fin era la reina que miraba a sus súbditos desde su alta e inexpugnable torre. Ya nadie podía tocarla. Y mucho menos Vanessa-. Yo estoy aquí arriba, Drew, y pienso quedarme aquí. Cueste lo que cueste.

Drew: Yo puedo usar mis conexiones, averiguar qué decide Loren Bach.

Britt: Me parece bien, Drew -murmuró mientras observaba los árboles de Central Park-. Hazlo.

Drew: Pero quiero mi puesto de nuevo. -Su voz tembló con emoción y autodesprecio-. Tengo cincuenta y cuatro años, Brittany. A mi edad, y tal como están las cosas, no puedo empezar a mandar mi currículum por correo. Quiero un contrato por dos años. Para entonces, ya mis dos hijos habrán terminado la universidad. Puedo vender la casa de Chicago. Barbara y yo podremos comprar una más pequeña aquí. Solo necesito un par de años para estar seguro de tener un buen respaldo económico. Creo que no es mucho pedir.

Britt: Por lo visto, lo has pensado todo con cuidado.

Drew: He hecho un buen trabajo para ti -le recordó-. Y puedo seguir haciéndolo. Además, tengo muchos contactos en Chicago. Gente que me pasará información confidencial, si llegáramos a necesitarla.

Britt: No imagino que podamos necesitar eso, pero... -Sonrió para sí-. No me gusta pasar por alto posibilidades. Siempre recompenso la lealtad. -Lo observó. Decidió que era un hombre que trabajaría de forma incansable y que tenía suficiente miedo como para sepultar la ética debajo de la necesidad-. Te diré lo que haremos, Drew. No puedo ofrecerte el puesto de productor ejecutivo porque ya lo tengo cubierto. -Lo vio palidecer-. Pero sí el de productor asistente. Sé que, técnicamente, es un descenso, pero no tenemos por qué considerarlo así.

Sonrió. Con la facilidad de una niña, olvidó su fastidio anterior hacia él y su propia traición. Ahora, una vez más, eran compañeros de equipo.

Britt: Siempre he dependido de ti, y me alegro de poder seguir haciéndolo. La diferencia en el sueldo es muy poca, y estamos en Nueva York. Eso compensa muchas cosas, ¿no crees? -Le sonrió, complacida por su propia generosidad-. Y para demostrarte cuánto te valoro, te quiero conmigo para el primer especial. Haremos que el departamento legal redacte el contrato y sea algo oficial. Mientras tanto... -Se puso de pie, se le acercó y le tomó la mano entre las suyas; como un gesto afectuoso entre viejos amigos-. Vuelve a Chicago y arregla tus asuntos allí. Haré que mi agente inmobiliario busque una vivienda agradable para ti y Barbara. Tal vez en Brooklyn Heights. -Se puso de puntillas para besarlo en la mejilla-. Y mantén los oídos bien abiertos, ¿lo harás, querido?

Drew: Por supuesto, Brittany -respondió-. Lo que tú digas.


2 comentarios:

Caromi dijo...

Que bien que le esté yendo asi a Nessa, se lo merece, asi como se merece Brittany a la vayan q destronar, ya la veo venir
Pública el otro pronto, q haya más momentos de Zanessa

Maria jose dijo...

Brittany puede manipular al que ella quiera
Qur bien com vanessa por lo que hace
Ya quiero saber mas
Sube pronto!!!

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