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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Capítulo 2


Will: Así que al parecer te encontró en seguida -aseguró refiriéndose a Jessica, la hija de ocho años de Zac-.

Zac sonrió y trató de sonreír.

Zac: Qué suerte.

Will: Estoy de acuerdo. Llamó a urgencias y luego a mí. Después te echó una manta por encima, se sentó y esperó a tu lado hasta que llegaron los médicos.

Zac: No recuerdo nada de eso -aseguró frunciendo el ceño-.

Will: En mi opinión fue muy duro -comentó-. Le daba terror que estuvieras muerto. Le dije que se fuera con su hermanito, pero me dijo que Alex estaba dormido y que no quería dejarte solo. Estaba sollozando, la pobre niña. Yo vine volando, te lo aseguro. Llegué justo después de la ambulancia. Supongo que también llamaría a su madre, porque Amber estaba allí cuando yo llegué. Es extraño, porque vive más lejos de tu casa que yo -miró de reojo a Zac y añadió:- Comentó algo de que estaba en un restaurante en la zona sur de la ciudad. Le pregunté dos veces cuál era pero no me lo dijo.

Zac mantuvo la misma expresión impasible.

Zac: Jessica sabe que me voy a poner bien, ¿verdad?

Will: Sí, los médicos nos lo dijeron antes de que Amber enviara a los niños dentro de la casa con la niñera esa que contrató, pero Amber se quedó hasta que te llevaron a la UCI después de la operación.

El abogado volvió a mirar a Zac. Eran amigos desde el instituto, y Will era la única persona del mundo con la que era completamente sincero. Hasta ahora.

Zac: Seguro que estaba deseando que me hubiera roto el cuello -aseguró tras aclararse la garganta-.

Will: Preguntó qué medidas habías adoptado en tu testamento para los niños y ella -aseguró con sequedad-.

Zac suspiró, adivinando lo que venía después.

Zac: Y se quedó de piedra cuando le dijiste que, al ser mi ex mujer, no tenía derecho a nada.

Will: Se puso como una fiera cuando le informé de que Mark Coleman y yo éramos los administradores del fondo que habías creado para tus hijos -aseguró sonriendo-. Pensándolo bien, tus padres tampoco parecían muy contentos.

Zac: ¿Quieres decir que han estado aquí? -preguntó con amargura-.

Will: Claro -aseguró ensombreciendo la expresión-. Hasta que supieron que te ibas a poner bien.

Zac: En otras palabras: No se quedaron para asegurarse de que salía bien de la operación -corrigió-.

No esperaba otra cosa. Aquella era la relación que había tenido con sus padres desde que podía recordar. Cuando era niño estaba convencido de que le habían cambiado por otro al nacer. No tenía absolutamente nada en común con sus progenitores, gente de la alta sociedad y amigos de las apariencias. Nunca le habían perdonado que prefiriera trabajar con las manos antes que con una calculadora. Y cuando su hermano pequeño abrazó con entusiasmo el negocio banquero de la familia, el destino de Zac como la desilusión quedó definitivamente sellado.

Will, que Dios lo bendijera, cambió rápidamente de tema.

Will: Quiero solicitar un aplazamiento de la vista por la custodia. De todas maneras en estos momentos no estás capacitado para ocuparte de dos niños, y sabes perfectamente que nuestra posición ha sido muy débil desde el principio.

Zac asintió con desgana y se pasó la mano izquierda por la cara. Le dolía el hombro, sentía la cabeza pesada y la pierna le latía por encima de la rodilla. Se giró en un esfuerzo inútil por encontrar una posición más cómoda en el estrecho colchón y dijo lo que ambos sabían.

Zac: No estamos ahora más cerca de demostrar que es un peligro para los niños de lo que lo estábamos al principio.

Will: Esa mujer es una loca inteligente -aseguró con un suspiro-. Ha tenido sumo cuidado en amenazarte siempre a solas. Lo único que tenemos a nuestro favor es el hecho de que sea una adúltera demostrada.

Zac: Pero eso no aporta nada en lo que a la custodia se refiere -explicó-.

Will: Escucha -dijo acercando la silla a la cama-. Si conseguimos que uno de esos niños testifique que Amber ha perdido muchas veces la paciencia con ellos...

Zac estaba ya negando con la cabeza.

Zac: No -afirmó con rotundidad-. De ninguna manera. No presionaré a mis hijos para que declaren en contra de su propia madre.

Will suspiró.

Will: Bueno, Alex es demasiado pequeño. Y Jessica tampoco querría hacerlo, en cualquier caso.

Zac: No puedes ni imaginarte la presión a la que está sometida, Will. Nadie puede a no ser que haya vivido con Amber. Cualquier cosa que le disguste, por muy insignificante que sea, supone para ella una gran traición. Eso se traduce en una escena irracional tras otra hasta que tu vida se convierte en un intento inútil de intentar complacerla, de detener la situación. Al final te das cuenta de que es imposible, pero no puedes escapar y no te atreves a abandonar. Yo lo sé. Soy un adulto y dos años después todavía estoy intentando encontrar la salida. Imagina lo que debe ser eso para un niño. Te voy a decir la verdad, Will: Si Mark y yo no la hubiéramos pillado in fraganti, todavía seguirías casado con esa vampiresa.

Will se golpeó la palma de la mano con el puño cerrado.

Will: Todavía siento ganas de pegarle a ese tipo cada vez que pienso en él. Tú le construiste la casa, por el amor de Dios. Y no solo intenta estafarte con tus honorarios sino que además se acuesta con tu mujer, y nada menos que en el sofá del salón.

Zac: Sí, pera aquello fue mi salvación -repitió sintiendo que las palabras empezaban a patinarle-. Fue mi vía de escape. Le estaré eternamente agradecido a ese tipo. En cualquier caso -dijo retomando el hilo de la conversación-, volviendo a Jessica: No quiero que nadie le presione, ni respecto a su madre ni respecto a mi caída. ¿Entendido?

Will: Claro, claro -asintió-. Su antipatía hacia ti no es más que un intento de aplacar y complacer a su madre. Eso es lo que tú siempre has dicho, y me da la impresión de que últimamente su comportamiento refuerza esa idea. Quiero decir que te salvó la vida. Si no te hubiera encontrado a tiempo y no hubiera llamado a la ambulancia, el golpe...

Zac: El golpe habría terminado lo que su madre empezó -murmuró-.

Will: ¡Lo sabía! -exclamó triunfante levantándose de la silla-. ¡No te caíste por las escaleras! ¡Ella te empujó! ¡Esa bruja te tiró! Necesitamos un detective privado -concluyó poniéndose en jarras-.

Zac: No.

Will: La hundiremos, la...

Zac: No -lo interrumpió tratando de incorporarse sobre el codo izquierdo-.

Will: Pero has dicho que...

Zac: Me has entendido mal -aseguró apoyándose contra las almohadas-. Lo que quise decir era que Amber me ha estado castigando por todo lo que le ha salido mal en la vida. Seguro que si hubiera muerto habría pensado que me lo merecía. Eso es lo que les ha estado inculcando a mis hijos desde el divorcio. -Will volvió a tomar asiento en la silla con aire derrotado-. Quiero que hagas algo por mí -dijo reprimiendo un bostezo inducido por los medicamentos-. Quiero que me busques un psicólogo para Jessica. Tiene que estar traumatizada por todo esto.

El abogado lo miró fijamente a los ojos.

Will: Zac, ¿vio Jessica cómo su madre te empujaba? ¿Es eso?

Zac: No. Y aunque hubiera sido así no permitiría que nadie la presionara. La niña necesita hablar con alguien en quien pueda confiar, alguien neutral. Lo digo en serio, Will. Alguien neutral. Esto no forma parte del caso. No es una prueba nueva. Se trata de mi hija. Necesita ayuda.

Will se estiró y asintió con la cabeza.

Will: De acuerdo. Lo siento. Me pondré a ello en cuanto salga de aquí. Aunque ya sabes que Amber se pondrá en contra.

Zac asintió débilmente con la cabeza.

Zac: Voy a pedirle a mi médico y al pediatra de la niña que lo soliciten.

Will: Eso ayudará -dijo sin mucha convicción-.

La puerta se abrió en aquel instante y la enfermera Hudgens entró con una bandeja de plástico.

Ness: La cena.

A pesar del cansancio, el estómago de Zac crujió y él sonrió.

Zac: Tengo tanta hambre que hasta la comida de hospital me va bien.

Will: No sabía que se pudiera llegar a tener tanta hambre -bromeó mientras la enfermera colocaba la bandeja en la mesa auxiliar-.

Sin mostrar ningún signo de humor, la joven señaló a Will con un dedo y le dijo con brusquedad:

Ness: Ya ha estado aquí suficiente tiempo. El paciente necesita comer, tomarse la medicina y descansar.

Will arqueó las cejas con gesto divertido y se puso en pie.

Will: De acuerdo, sargento -dijo guiñándole un ojo a la diminuta enfermera-.

Ella ni siquiera le dedicó una mirada. Se limitó a pasar por delante de él para colocar la mesita a la altura del regazo de Zac.

Zac: Gracias por venir, Will.

Viendo que quedarse era una batalla perdida, el abogado se acercó a la puerta y dijo animadamente:

Will: Volveré esta noche.


“Pí-pí-pí-pí”.

Vanessa le echó un vistazo al panel de alarmas mientras se ponía la bata blanca. Habitación dieciocho. Zac Efron. Lydia Joiner, la enfermera jefe, gruñó.

Lydia: Otra vez no...

Ness: ¿Qué ocurre? -preguntó metiendo las manos en sus grandes bolsillos-.

Lydia: El de la dieciocho está que trina -aseguró levantándose de la silla-. Le han comunicado que tienen que volver a operarle la pierna y la ha tomado contra todo el personal de enfermería.

Ness: Yo iré -dijo consciente de que no tendría por qué hacerlo ya que todavía no había comenzado su turno-.

Lydia inclinó la cabeza en gesto de agradecimiento.

Lydia: Gracias, niña.

Niña. Siempre la niña. A sus veintiocho años, todavía seguía comprándose la ropa en la sección infantil de las tiendas. Aquella era la razón principal por la que siempre iba vestida con camisetas y pantalones vaqueros. Lydia no sería mucho mayor que ella, pero debido a su aspecto físico, Vanessa era «La niña». Suspirando con resignación, se dirigió a la habitación de Zac. El panel de alarmas volvió a sonar cuando ella empujó la puerta.

Zac: ¡Gracias a Dios! -exclamó dejando caer el control remoto sobre el regazo-. Ya era hora de que alguien con sentido común apareciera por aquí. ¿Dónde demonios te habías metido?

Vanessa contuvo una sonrisa de satisfacción ante semejante bienvenida.

Ness: Mi turno acaba de empezar.

Zac: Han vuelto a moverme el maldito teléfono. Cada vez que entra alguien me ponen la mesa a un lado y la dejan allí, así que no llego.

Vanessa colocó la mesita al lado izquierdo de la cama y movió el teléfono hacia la esquina derecha, al alcance de la mano.

Ness: ¿Qué tal así?

Zac dejó caer la cabeza contra la almohada.

Zac: Gracias. Gracias.

Ness: ¿Cuándo le han quitado el monitor del dedo?

Zac: No me lo han quitado. Me lo quité yo -confesó-.

Ness: Ya veo.

Vanessa le tomó el pulso con los dedos. Zac se quedó muy quieto mientras ella contaba los latidos y calculaba el tiempo con el reloj. Cuando terminó apuntó la cifra en el informe que había colocado a los pies de la cama.

Zac: ¿No me vas a regañar? -preguntó levantando la cabeza de la almohada-.

Ness: ¿Serviría de algo? -preguntó a su vez sin dejar de mirar el informe-.

Zac no respondió. No había necesidad. Pero tras un instante le preguntó con brusquedad:

Zac: ¿Cuántos años tienes?

A Vanessa se le cayó al suelo el clip que sujetaba los papeles del informe.

Ness: ¿Por qué lo pregunta?

Zac: Porque seguro que eres mayor de lo que aparentas.

Ella estiró los hombros dentro de la bata blanca tratando de aparentar normalidad.

Ness: Tengo veintiocho.

Zac: ¡Cielos! Yo habría dicho veinte o veintidós, o incluso menos antes de conocerte.

Ness: ¿Qué te hace pensar que me conoces? -preguntó molesta, tuteándolo sin darse casi cuenta-.

Zac encogió el hombro sano y se dejó caer sobre la almohada.

Zac: Sé que eres la única persona por aquí que muestra un poco de compasión. Primero me dicen que descanse y luego me tienen toda la noche despierto haciéndome pruebas. ¿Qué sentido tiene eso? Y además, tengo hambre. No he comido nada en todo el día.

Vanessa se cruzó de brazos. Había visto en la puerta de la habitación un cartelito que indicaba que no se sirviera comida en aquella habitación.

Ness: ¿A qué hora está prevista la operación?

Zac: A las tres -respondió mirando al techo-.

Ness: Dime qué quieres para cenar y me aseguraré de que lo tengas aquí cuando regreses.

No hacía falta que le dijera que aquello era lo más que podía hacer.

Zac suspiró con dramatismo y luego entornó los ojos y dijo:

Zac: Pizza de langostinos y pollo, salsa de queso, aceitunas negras, pepino y queso.

Entonces levantó la cabeza para ver cómo se lo había tomado ella.

Vanessa sonreía, porque sabía que Zac pensaba que la había empatado.

Ness: El número seis de Riccotini -dijo-. Hay uno en la esquina. Yo siempre pido los tomates secos con salmón.

Zac: Número nueve -aseguró con una sonrisa-.

Ness: ¿Te traigo algo más? ¿Té helado, por ejemplo?

Zac: Bueno. Unos cinco litros no me vendrían mal.

Ness: Un número seis con un vaso grande de té helado.

Zac: Y tarta de queso.

Ness: Y tarta de queso -repitió dirigiéndose a la puerta con una sonrisa-.

Zac: Espera un momento -la llamó señalándole con el dedo la cómoda-. Allí, en el primer cajón.

Vanessa lo abrió y vio su cartera.

Ness: Oh, no te preocupes por eso.

Ignorando el comentario, Zac tanteó a ciegas el cajón hasta que dio con la cartera. Entonces la abrió y sacó un billete de veinte dólares.

Zac: La cena es cosa mía -aseguró tendiéndole el dinero-.

Ness: No, no pasa nada. De todas formas tenía pensado salir.

Zac: ¿Y bien...? ¿Cuál es tu nombre? -preguntó con una sonrisa-.

Ness: Vanessa.

Zac: Y bien, Vanessa: Insisto en invitarte a cenar, ya que te has ofrecido a traerme mi cena. No hay nada más que decir. Es lo menos que puedo hacer.

De pronto, Zac le introdujo el billete en el bolsillo superior de la bata. Ella sintió una descarga eléctrica de tal magnitud que tuvo que dar un paso atrás. Con tal mala fortuna que tropezó con la mesa y el teléfono salió disparado hacia el suelo. Lo agarró al mismo tiempo que él, y aunque consiguieron que no cayera, sus brazos quedaron enredados. Y lo mismo ocurrió con sus miradas.

Durante un instante el mundo y todo lo que había en él se detuvieron. El segundo que transcurrió según el reloj quedó congelado mientras se miraban el uno al otro a los ojos. Entonces, lentamente, Zac parpadeó y sacó con cuidado el brazo del de ella. Luego se recostó de nuevo contra las almohadas y carraspeó. Vanessa colocó el teléfono en su sitio.

Zac: Yo... esto... ¿Cuándo... cuándo crees que podré degustar esa cena? -preguntó con voz tensa-.

Ella trató de mantener un tono natural.

Ness: En el mejor de los casos no antes de las ocho.

Zac sonrió y se tapó los ojos con la mano.

Zac: Supongo que para entonces todavía estarás de turno.

Ness: Hasta las diez -confirmó-.

Zac: Bien.

Bien. Vanessa trató de que aquella palabra no la complaciera desde el punto de vista personal.

Ness: Yo... yo estaré por aquí más tarde para el preoperatorio -dijo antes de desaparecer por la puerta-.


Katherine Efron levantó su barbilla afilada e hizo un gesto de desagrado. El cabello plateado se le movió a la altura de la nuca.

Katherine: Lo único que he dicho es que es una pena que no pueda presentar una demanda.

**: Eso es lo malo de este país -proclamó Mike, su marido y padre de Zac-. Todo el mundo se queja. Deja que la compañía de seguros corra con los gastos. Para eso está. Aunque no se puede decir que no haya sido culpa suya. Él construyó esa maldita escalera.

Zac gruñó y se preguntó con desesperación dónde estaría Vanessa con su pizza. Apenas la había visto de refilón cuando regresó a su habitación hacía aproximadamente una hora. Pero aquel sonido no provocó ningún efecto sobre sus padres.

Katherine: ¡Tú demandaste a tus propios socios! -señaló-.

Mike: ¡Eso es distinto! Tenía que conseguir que me cuadrara la contabilidad.

Katherine: Tu contabilidad ya estaba bien cuadrada.

Mike: ¿Y yo cómo iba a saberlo?

La puerta se abrió y, para inmenso alivio de Zac, su ángel entró en la habitación con dos cajas de pizza y una bolsa de papel marrón.

Zac: ¡Por fin! -exclamó relajándose y suspirando-.

La mirada cobriza y dulce de Vanessa pasó por delante de él. Sonriendo a sus padres, dejó la pizza y la bolsa en la mesa antes de dirigirse al lavabo y preparar una toalla para que Zac pudiera lavarse las manos.

Ness: El examen postoperatorio ha salido bien, así que ya puedes comer -aseguró colocando la bandeja antes de dirigirse con amabilidad a sus padres-. Disculpen: Estas habitaciones son muy pequeñas y enseguida parecen llenarse. Tal vez no les importaría retirarse a aquella esquina. Por si acaso. Todavía le resulta difícil comer con una mano.

Aquella era la excusa que sus padres necesitaban para batirse en retirada. Zac le hubiera dado un beso. Otra vez.

Mike: Dejaremos que disfrutes con tranquilidad de tu cena -anunció su padre ofreciéndole el brazo a su esposa-.

Katherine besó el aire que rodeaba la mejilla de su hijo y dijo con su tono de voz más sufridor:

Katherine: Intenta no volver a hacerte daño.

Luego ambos salieron por la puerta sin apenas dedicarle a Vanessa una mirada. Aunque estaba encantado de que se hubieran ido, Zac frunció el ceño. Lo menos que podían haber hecho era dedicarle unas palabras de agradecimiento a la única persona de por allí que le hacía sentirse mejor.

Zac: ¿Con quién tengo que hablar para que te suban el sueldo? -le preguntó cerrando los ojos con gratitud-. No has podido ser más oportuna. Estaba pensando en fingir un ataque al corazón para que se largaran de aquí, pero no soy tan buen actor.

Vanessa sonrió, sacó el cambio del bolsillo de su camisa y lo dejó sobre la mesilla de noche.

Ness: Tu cara lo decía todo. ¿Quiénes eran, por cierto?

Zac: Mis padres.

Ness: Supongo que debería haberlos reconocido -dijo alzando ligeramente las cejas-. Su foto sale habitualmente en el periódico. Lo siento.

Zac: Yo también -respondió brevemente-.

Ness: Quiero decir que no los hubiera echado de esa forma si hubiera sabido que eran tus padres.

Zac: No están más encariñados conmigo de lo que yo lo estoy con ellos. No te preocupes. Si no hubieran querido irse no habrías podido echarlos ni con un tridente. Bueno, ¿y mi pizza?

Ness: Aquí está.

Vanessa abrió una de las cajas y colocó su contenido en un plato sobre la bandeja movible. Después hizo lo mismo con la salsa que había en la bolsa. Al terminar agarró su caja y uno de los vasos con té. Un instante antes, Zac hubiera dado su casa, la casa de sus sueños, por tener unos minutos de paz a solas. Pero de pronto la idea de cenar solo, de estar solo, le resultaba muy poco apetecible.

Zac: ¿Te vas? -le preguntó agarrándola suavemente de la muñeca con el brazo bueno-.

Cuando sus dedos agarraron aquellos huesos delicados y finos, Zac se dio cuenta de que no estaba tratando de detenerla, sino que más bien buscaba el calambre, aquel respingo carnal que había sentido cuando le había puesto el billete de veinte dólares en el bolsillo y había vislumbrado un atisbo de sus senos bajo la bata. Al agarrarla, el vaso de té se le cayó de la mano y se derramó por el limpio y seco suelo.

Vanessa dio un paso atrás soltando un gritito con la boca en forma de “O”. Zac inclinó el cuello para echarle un vistazo al té deslizándose por las baldosas y, movido por un misterioso impulso que hacía mucho tiempo que no sentía, dijo:

Zac: Estaré encantado de compartir el mío.

Pero Vanessa se limitó a negar con la cabeza y salir corriendo de la habitación. Exhalando un suspiro, Zac agarró una porción de su pizza. Por alguna extraña razón, no le resultaba tan apetecible sin compartirla con la enfermera Vanessa Hudgens.




Qué mono Zacky, ya quiere a Ness XD Solo falta saber qué piensa Ness, pero me da que le tiene algo de miedo XD

El siguiente capi os va a gustar mucho, será bonito. Comentadme mucho y el viernes lo pongo.

¡Thank you por los coments!


¡FELIZ AÑO NUEVO 2015!

Que lo paséis muy bien y que tengáis un buen año.

¡Un besi!


domingo, 28 de diciembre de 2014

Capítulo 1


El dolor le atravesaba el cuerpo. En unos sitios era más intenso que en otros. Zac parecía flotar en él, dirigiendo ciegamente la atención de un foco de dolor a otro, tratando de formular un pensamiento pero sin conseguirlo. Y de pronto, unas tenazas calientes se le clavaron en la cara interna del muslo y comenzaron a separar el músculo del hueso. Oyó un grito de agonía. ¿Se trataría de un compañero de sufrimiento o era él mismo? Era él, pensó tratando de buscar la fuente de su dolor. Sentía como si le hubieran arrancado el brazo derecho, y cuando trató de moverlo lo invadió una nueva oleada de dolor.

Alguien a quien no podía ver, dijo:

**: Lo tengo. Lo tengo.

Era la voz de un ángel, melódica y femenina.

Unas manos pequeñas y frías terminaron con su angustia. El dolor agudo se fue desvaneciendo. Sintió un alivio que parecía cosa de magia. Estaba flotando de nuevo, y todo su ser se concentró en las sensaciones que despertaban en él aquellas manos que subían lentamente por su muslo, provocándole calambres. Algo se despertó en él... Literalmente. Una marea de contrastes lo llevaba de un extremo a otro: Luces y sombras, frío y calor, dolor y consuelo. El alivio de la inconsciencia y la excitación sexual lo envolvían por igual.

**: Ya está. ¿Qué tal? -le susurró al oído aquella voz melodiosa-. ¿Mejor ahora? ¿Han desaparecido los calambres?

Zac intentó responder, pero tenía la lengua seca y extremadamente dura y le resultó imposible. Aquellas manos maravillosas desaparecieron. Trató de hacerlas volver, y entonces fue consciente de su debilidad. Se encontraba confundido. ¿Dónde estaba? El peso inusitado del lado derecho de su cuerpo y de la entrepierna lo obligaban a seguir tumbado. Entonces sintió que algo le rozaba los labios. Su ángel erótico no lo había abandonado. La firmeza de su entrepierna se hizo más pronunciada. Abrió la boca y sintió algo redondo.

**: Dale un sorbo. Solo un sorbo.

Aquella voz era dulce como la miel. Sobre la boca de Zac se deslizó un agua dulce y él la tragó con ansia. Tras exhalar un suspiro de alivio, entrecerró los ojos para tratar de fijar la vista.

**: ¿Te duele? Utiliza esto.

Le colocaron algo duro en la mano. Zac levantó la cabeza para tratar de mirar qué era pero se distrajo al darse cuenta de algo nuevo. Una cama. Estaba en una cama. Pero, ¿con quién? Trató de ponerle un nombre, un rostro, un cuerpo a aquella voz.

**: Así.

Unos dedos delicados se entrelazaron con los suyos y los movieron. La neblina se disipó y Zac vio un rostro bonito y delicado, un rostro que con seguridad no había visto nunca antes. Tenía el pelo largo y oscuro colocado detrás de las orejas, y los suaves ojos marrones. La nariz fuera tal vez demasiado pequeña, y la barbilla demasiado puntiaguda. Pero la boca... Ay, la boca. Era de una perfección y una sensualidad inigualables. Era una boca para ser besada. Por él.

Sintió una punzada de calor en la entrepierna y alzó instintivamente el brazo izquierdo, porque el derecho se había convertido en una piedra. Se le cayó lo que tenía en la mano, pero él no le prestó ninguna atención. Se limitó a colocar la mano en el cuello de su ángel erótico de voz melodiosa y tacto delicado. Atrayéndola hacia sí, hundió la boca en la suya. Tenía los labios suaves y esponjosos, y se entreabrieron a su contacto. Zac hizo uso de toda su fuerza para besarla más fuerte, para saborearla. Dulce. Era muy dulce. Se agarró a aquella sensación todo lo que pudo para escapar del dolor en que se había convertido la realidad.

¿Quién era ella? ¿Dónde la había conocido? ¿Cómo se llamaba, y por qué no podía recordar? A pesar de sus esfuerzos, en el centro de su cabeza solo había una nebulosa que le negaba todas las respuestas y que se fue haciendo más y más grande y cada vez más oscura hasta que el mundo se hizo completamente negro en medio de un fuerte estruendo.


Un pitido electrónico comenzó a sonar con regularidad. Vanessa levantó la vista del mostrador en el que estaba sentada para comprobar de dónde procedía la alarma. Habitación dieciocho. Al pensar en el paciente que la ocupaba se le sonrojaron de inmediato las mejillas. Zac Efron estaba gravemente herido. Aquel hombre atractivo con aspecto de estrella de cine era todo un seductor incluso cuando perdió la conciencia. Al parecer el pobre acababa de recuperarla por completo.

Normalmente, cuando había un paciente con tanto dolor, Vanessa saltaba del asiento e iba a toda prisa a ayudarlo. Pero esta vez, a pesar de que le preocupaban las heridas de aquel hombre, esperó lo suficiente como para comprobar si había alguien más que pudiera acudir en su ayuda. Sin embargo, al girar la cabeza supo que su búsqueda era inútil. Andaban cortos de personal, y todas las enfermeras estaban ocupadas hasta límites que rozaban la locura. Antes de tener tiempo de asimilar que él no recordaría nada de lo que había pasado antes, ya se había puesto en pie.

En el poco tiempo que llevaba como enfermera de traumatología, a Vanessa la habían insultado, alabado, abrazado e incluso propuesto una cita. Pero nunca la habían besado así. Nadie. El corazón se le aceleró al recordarlo: La fuerza, la posesión, la destreza... ¿Habría captado la atracción que había experimentado hacia él más como hombre que como paciente? En cierto modo había dejado de lado su habitual distanciamiento profesional cuando le desnudó la pierna y le masajeó el muslo herido para aliviarle los calambres.

Mientras abría la puerta de su habitación, Vanessa pensó que teniendo en cuenta las heridas y las medicinas que había tomado para calmar el dolor, era casi imposible que recordara haberla besado. Tampoco recordaría que ella se había tropezado justo después con la papelera metálica que había al lado de la cama. Sin embargo, el pulso se le aceleró y dos puntos de color se dibujaron en la parte superior de sus mejillas, aunque tratara de sacar su lado más profesional para disponerse a atender a su paciente.


Zac apretó los dientes y se maldijo a sí mismo mentalmente. Su brazo se movió por el esfuerzo que le supuso girar su dolorido cuerpo hacia el lado izquierdo. Terminó con la cabeza apuntando hacia el suelo. Estaba atrapado por aquel aparato ortopédico que le mantenía la pierna derecha levantada varios centímetros sobre la cabeza. La escayola que tenía en el brazo y hombro derechos, aunque incómoda, al menos le permitía un mínimo margen de maniobrabilidad. Por suerte, el cable que unía su brazo izquierdo a las bolsas de suero seguía intacto. El botón para llamar a la enfermera colgaba del cordón al lado de la cama. Zac había intentado apretarlo con la cabeza pero no sabía si lo había conseguido o no.

Para colmo de males, algún estúpido había tenido la idea de colocar el teléfono fuera de su alcance, en la mesilla de noche.

**: ¡Señor Efron!

Habían acudido en su rescate, pero en aquel momento la vergüenza podía más que el alivio. Mientras escuchaba el sonido de unos zuecos de goma sobre el suelo limpio, Zac cerró los ojos. Unos brazos rodearon su torso, unos brazos cortos y pequeños. Tuvo un instante de duda mientras sentía un cuerpo cerca del suyo. Se trataba de una mujer menuda y delgada. Reconoció a medias su aroma, sintió la hechura de su cuerpo. Luego ella echó las piernas hacia delante y Zac fue consciente de que lo estaba levantando. El le rodeó la espalda con los brazos y trató de ayudarle en todo lo que pudo contrayendo los músculos.

**: ¿Qué ha ocurrido? -preguntó ella-.

Lo que había ocurrido era su estupidez y su impaciencia, pero Zac estaba resoplando con todas sus fuerzas y solo fue capaz de decir:

Zac: Teléfono.

Y después dejó caer la cabeza sobre la almohada. Ella chasqueó la lengua y colocó el raíl de la cama en su sitio. Pero la esperada regañina no llegó. Se limitó a acomodarle y asegurarse de que no había más daños adicionales.

Pero su rescatadora no podía imaginarse cuánto daño adicional se había hecho ya y la parte de culpa que a él le correspondía. ¿Por qué no se había dado cuenta de lo cerca que estaba Amber, su ex mujer, del punto sin retorno? ¿Por qué no se había imaginado que aquello podía ocurrir? Había sido un idiota. Tenía que hacer algo antes de que alguien más resultara herido. La lista de las personas con las que tenía que hablar inmediatamente era larga: Sus hijos, especialmente Jessica, sus padres, Will, su secretaria, el maestro de obras, los médicos... Mentalmente trasladó a Will Hemsworth, su mejor amigo y su abogado, al principio de la lista. Tenía que llegar al teléfono. Con la cabeza todavía atontada, abrió los ojos y se encontró con un rostro sorprendentemente familiar.

Así que no había sido un sueño. Su ángel era real. Mientras ella movía las manos sobre él con eficacia y profesionalidad, Zac observó que su ángel llevaba zuecos y bata blanca. Se fijó además en que era joven, demasiado joven. Casi una adolescente. Demasiado joven en su opinión para haberla besado. Aunque seguro que aquella parte sí que había sido un sueño. Sin embargo, el deseo de volver a sentir aquella boca de fresa se volvió a abrir paso en él, y le resultó fastidioso. Aquel no era el momento para complicaciones del tipo de una atracción sexual.

Ness: ¿Cómo se siente?

Zac: Como si me hubiera caído por las escaleras -respondió girándose para intentar calmar el dolor insistente que tenía en el hombro-.

Su voz le resultó dura y áspera incluso a él.

Ness: Le está entrando una dosis de morfina por la vía del brazo -dijo comprobando las bolsas, los tubos y los monitores-.

Zac: No quiero morfina -aseguró-.

A pesar del alivio que sabía que le estaba reportando, no podía permitirse en aquellos momentos tener la mente abotargada.

Ness: No sufrirá una sobredosis -le informó la enfermera con sequedad sirviéndole un vaso de agua-. La máquina no lo permitirá.

Le llevó el vaso a los labios y él bebió hasta apurar la última gota.

Zac: No quiero morfina -repitió tras exhalar un suspiro de satisfacción-. Todavía no. Tengo que hacer una llamada de teléfono.

Ella ignoró el comentario.

Ness: ¿Sabe usted dónde está?

Zac trató de controlar su impaciencia.

Zac: En un hospital. Pero no sé en cual.

Ness: En el General -respondió haciendo alusión al más grande y más importante de San Antonio-. Habitación dieciocho. Yo soy la enfermera Hudgens.

Zac: No pareces tener edad todavía para ser enfermera -aseguró tuteándola-.

Vanessa ignoró también aquel comentario.

Ness: ¿Recuerda cómo llegó aquí?

Él movió la cabeza varias veces en gesto negativo.

Zac: Recuerdo que me... Que me caí por las escaleras de atrás de mi casa.

Ness: Lo trajeron en ambulancia -le informó colocándose en las orejas el estetoscopio que llevaba colgado-.

Zac se fijó en que tenía las manos muy pequeñas pero con dedos largos y uñas bien arregladas. Ella le escuchó el corazón, le tomó el pulso y luego preguntó con naturalidad:

Ness: ¿Necesita vaciar la vejiga? Los médicos decidieron que no necesitaría sonda durante la recuperación.

¿Recuperación? Zac apartó aquella idea de la mente junto con la súbita necesidad de hacer lo que ella sugería. Todo lo demás podía esperar.

Zac: Necesito hacer una llamada de teléfono. Ahora.

Ness: Sus padres dejaron su número de teléfono en recepción. Si quiere los llamaré en cuanto terminemos aquí.

Zac cerró los ojos. Su frustración iba en aumento. No quería dejarse llevar por el resentimiento que comenzaba a surgir dentro de él, pero no podía evitar pensar que la mayoría de los padres permanecerían angustiados al lado de la cama de un hijo herido. Dejando a un lado aquel viejo rencor, trató de recuperar su habitual buen carácter para hacer valer su razonamiento.

Zac: Mira: No quiero causar problemas, pero esto es muy importante. Si pudieras pasarme el teléfono y marcar el número por mí te estaría eternamente agradecido.

Entonces abrió los ojos, consciente del impacto que tendrían aquel par de joyas azules.

Y vio reflejado en el rostro de ella el recuerdo nítido de aquel beso. Así que no había sido un sueño. Maldición. De pronto, la necesidad de vaciar la vejiga se hizo secundaria ante otra más urgente.

Vanessa dio un paso atrás, se acercó a la mesa donde estaban los monitores y se sonrojó.

Ness: Debería descansar -dijo mientras organizaba todo con eficacia-.

Zac: No puedo -imploró-. Hasta que no haga esa llamada, no. Por favor.

Ella lo miró y después agarró el teléfono, levantó el auricular y presionó dos teclas.

Ness: ¿Cuál es el número?

Zac: Gracias -dijo exhalando un suspiro-.

La gratitud lo aliviaba en cierto modo de sus necesidades físicas. Le dijo el número y giró la cabeza para poder escuchar los tonos mientras marcaba. Ella se apartó de su campo de visión y volvió a aparecer a los pies de su cama, donde clavó la vista en los dedos vendados de su pie derecho.

La secretaria de Will contestó al instante y soltó un grito al escuchar la voz de Zac. Él le explicó rápidamente que estaba bien antes de decirle que necesitaba urgentemente hablar con su socio. La enfermera Hudgens se acercó para examinarle los dedos que asomaban bajo la escayola del brazo derecho, y un instante después, Will estaba al otro lado de la línea.

Will: Zac, ¿cómo estás?

Zac: Todavía sigo entre los vivos.

Will: ¿Qué demonios te ha ocurrido, amigo? Cuando Jessica me llamó no me lo podía creer.

Zac se puso en estado de alerta.

Zac: ¿Jessica te llamó?

Will: Sí, justo después de que telefoneara al servicio de emergencias. Seguramente te ha salvado la vida, amigo.

Zac sintió una oleada de emoción. Cerró los ojos para luchar contra las lágrimas que amenazaban con saltársele. La pobre Jessica, atrapada entre dos padres en guerra sin saber en quién confiar, sin saber qué era una traición y qué no. Su madre había pretendido sin duda matarlo, y sin embargo Jessica lo había salvado. El inmenso amor que sentía por su hija de ocho años lo embargó durante un instante. Se aclaró la garganta y dijo con toda la suavidad de la que fue capaz:

Zac: Es una buena niña. Siempre lo ha sido.

Will: Sí. Debe haber salido a ti.

Lo que significaba que todos deberían dar gracias por que no hubiera salido como su madre, Amber.

Lo que su ex mujer les estaba haciendo pasar a sus dos hijos era suficiente para romper el corazón de Zac. Llevaba luchando contra ella por conseguir la custodia total desde que había solicitado el divorcio, dos años atrás. Parecía que por fin el caso iba a llegar a los tribunales, aunque Amber había utilizado todas las trampas legales posibles para impedirlo. Si Zac hubiera creído por un instante que ella necesitara de verdad tener a sus hijos cerca, tal vez habría dudado. Pero para Amber sus hijos no eran más que un arma que podía utilizar en contra de él. Les había contado mentiras horribles con el propósito de que lo odiaran, incluso que la única razón por la que quería tener la custodia era para no tener que pagar la pensión alimenticia. Sin embargo, Zac no se había dado cuenta de lo lejos que Amber estaba dispuesta a llegar. Hasta ahora.

Zac: Tengo que verte, Will. ¿Cuánto tiempo tardarías en llegar aquí?

Will: ¿Qué te parece dentro de una hora? Tengo una conferencia en espera. Dame treinta minutos para despacharla y voy para allá.

Zac se sentía débil hasta la médula de los huesos. Así que supuso que necesitaría esa hora para recuperar fuerzas.

Gracias. Te lo agradezco, amigo.

Will: No hay problema. ¿Quieres que te lleve algo?

Zac: Solo quiero que vengas tú.

Will: Claro. Una cosa, Zac...

Zac: ¿Sí?

Will: No sabes lo que me alegro de escuchar tu voz.

Zac: Lo mismo digo.

Sabía que no hacía falta decir que había sentido la muerte tan de cerca que no esperaba volver a hablar con nadie ni volver a escuchar nunca más ninguna voz.

Cuando Vanessa le quitó el teléfono de la mano para colgarlo se dio cuenta de que no tenía anillo de casado. El hecho de haber estado mirando si lo llevaba la desconcertó.

La certeza de que era imposible que recordara el beso que le había dado antes era lo único que le permitía seguir haciendo su trabajo.

Ness: Sus extremidades tienen buen aspecto. Buen color, tacto cálido... ¿Ha intentado ya mover los dedos?

Aquella pregunta pareció sorprenderlo.

Zac: No.

Zac bajó la vista hacia los pies que le asomaban al final de la cama. El movimiento fue mucho más débil de lo que Vanessa había esperado, pero le puso buena cara.

Ness: No se preocupe. Seguramente el médico querrá hacerle más radiografías, pero dada su condición seguramente traerán aquí la unidad portátil.

Zac: ¿Cuál es exactamente mi condición?

Ella lo miró directamente a los ojos para fijarse en el tamaño de sus pupilas.

Ness: Bien. En un principio les preocupó la conmoción, pero el informe del escáner no mostró nada preocupante.

Zac: ¿Me han hecho un escáner?

Ness: Y un tac, una docena de radiografías y una operación para colocarle los huesos de la pierna. También le han puesto el hombro en su sitio y le han recolocado el brazo.

Zac abrió mucho los ojos. Eran de un azul imposible, y probablemente los más bonitos que ella había visto en su vida. Tan bonitos como su rostro. El término «guapo» se quedaba ridículamente corto para semejante perfección masculina. Cuatro mechones dorados, que iban desde el cobre hasta el platino, le caían sobre la frente. Su rostro era el de un arcángel o el de un superhéroe salido de las páginas de un cómic. Unas tenues líneas se le dibujaban en el contorno de los ojos, indicando que aquel hombre pasaba mucho tiempo al aire libre.

Zac: ¿Algo más?

Ness: Arañazos y contusiones. Es un milagro que no se haya roto una costilla. Se la habría clavado en el pulmón.

Zac: Entonces, ¿no hay lesiones internas?

Ness: Nada importante. Pero no se sorprenda si de pronto sangra un poco.

Zac asintió con la cabeza. En la frente se le marcaron algunas arrugas.

Zac: Supongo que tengo que estar agradecido.

Ness: Sé que duele -aseguró-. Si quiere puedo rebajar un poco la dosis de morfina. Le aliviará un poco sin adormilarlo. -La mandíbula apretada de aquel hombre la llevó a dar más explicaciones-. Es mejor controlar el dolor. Si se deja que vaya demasiado lejos se le nublará en cualquier caso la mente y hará falta utilizar más medicamentos para devolverla a su estado normal.

Zac cerró los ojos y apretó con la cabeza. Vanessa hizo los ajustes antes de cambiar el cable que lo unía al monitor del dedo índice de la mano izquierda al de la derecha.

Ness: Así le resultará más fácil.

Zac: Gracias -respondió dedicándole una mirada que le llegó al corazón-.

Vanessa se inclinó para agarrar el orinal de plástico pero solo consiguió darle una patada y meterlo debajo de la cama. ¿Qué le estaba ocurriendo? No había estado tan torpe desde que Luke Chapman le preguntó si quería ir con él al baile de fin de curso. Disgustada, se puso de rodillas y sacó el orinal.

Ness: ¿Cree que podrá arreglárselas solo? -preguntó incorporándose-.

Él la miró a los ojos con aire ausente, y Vanessa supo que los calmantes estaban empezando a hacer efecto.

Zac: Sí, gracias.

Ness: Puede tumbarse sobre la cadera izquierda si mantiene el cuerpo en línea con la barra de tracción de la cama -le aconsejó con tono profesional-. Pero no deje que el orinal se llene mucho o tendremos que cambiarle las sábanas, ¿de acuerdo?

Zac: De acuerdo -respondió apartando la mirada-.

Vanessa se acercó al lavabo y humedeció una toalla con antiséptico. Luego la dejó sin decir nada sobre la barra de la cama, al alcance del paciente.

Ness: Regresaré dentro de unos minutos. ¿Quiere que le traiga algo?

Aquellos ojos azules se posaron de nuevo sobre ella, y en el rostro de Zac se dibujó una débil sonrisa.

Zac: Comida.

Aquello era un buen síntoma. Vanessa consultó su reloj.

Ness: Servirán las bandejas de la cena dentro de una hora aproximadamente. Mientras tanto puedo traerle galletas, helado o chucherias.

Zac: Nada de chucherias -respondió dando a entender que sí se tomaría las otras cosas-.

Vanessa sonrió y se dirigió a la puerta, otorgándole la intimidad necesaria para hacer sus necesidades.




¡Qué primer capítulo! Creo que es la primera vez que el primer beso se lo dan tan pronto XD

¡Bien hecho, Zac! Que por cierto, le estoy viendo ahora en New Year's Eve. ¡Qué guapo!

¡Thank you por los coments!

Seguro que os ha encantado este primer capi. Comentad mucho y el martes o el miércoles capi dos.

¡Feliz día de los inocentes! 

¡Un besi!


viernes, 26 de diciembre de 2014

Prólogo


Zac se inclinó hacia delante y colocó las manos sobre la barandilla mientras contemplaba la silenciosa oscuridad. En una cálida noche de verano como aquella, lo normal era que las criaturas nocturnas cantaran a coro: grillos, coyotes, algún búho ocasional... Aquella noche, sin embargo, reinaba un silencio antinatural. Y Zac sabía la razón. Alguien acechaba ahí fuera.

Agarró con más fuerza la madera de la barandilla, que sintió sólida y fuerte bajo las palmas, y eso le proporcionó una sensación de propiedad, de permanencia. Más allá del porche en el que estaba y de la línea irregular del bosque que caía bajo la colina en la que había construido su casa, San Antonio se extendía como una colcha de retazos de rices ámbar y blancas cosidas con el sinuoso hilo de las calles y las carreteras. Muchas veces se quedaba en el porche cubierto observando aquella ciudad que amaba y de la que al mismo tiempo huía, una ciudad que había ayudado a construir, a veces incluso con sus propias manos. Aquella noche, sin embargo, su atención estaba en el bosque que tenía debajo, en las sombras misteriosas de los cedros circundados de arbustos y matorrales.

Ella estaba ahí. En alguna parte. No podía verla, pero estaba allí. La sentía. Tras tantos y tantos meses, seguía siendo sensible a la volátil presencia de su ex mujer.

Cuando los niños se iban a la cama, montaba alguna escena o entraba en crisis. Zac sabía que aquella noche no sería una excepción.

Despacio, para no despertar a su hija, cuya habitación daba al porche, se giró y bajó el primer escalón de la escalera que lo llevaría por el sendero que bordeaba la parte trasera de la casa. La suave brisa de verano provocaba que la camiseta se le pegara a la espalda, y lo mismo ocurría con los pantalones del pijama. No quería otra confrontación, pero aquella locura tenía que terminar.

Estaba completamente seguro de que ella estaba allí, observándolo, acechándolo, planeando su siguiente número, su próxima exigencia. Estaba decidida a arruinarle la vida, a castigarlo por no haber conseguido hacerla feliz, por no haber convertido sus locos sueños en realidad. Ella estaba allí, esperando su destrucción, deseándola. Su objetivo primordial era volver a sus hijos en su contra, asegurarse de que no pudiera volver a verlos, evitar la influencia de Zac en sus tristes vidas y, si no podía conseguirlo, entonces estropear cada visita, cada momento que pasaba con ellos. Porque más que el dinero, más que el poder y que tener a alguien a sus pies que le ayudara a conjurar sus miedos, lo que ella quería era borrar cualquier vestigio del amor que una vez compartieron.

Hasta que no sintió unas manos en la espalda, Zac no se dio cuenta de que, más que castigarlo, lo que quería era verlo muerto.




Oh my God! ¡Menudo inicio de novela más siniestro!

Seguro que os habéis quedado intrigadas y queréis saber más. Comentad mucho y el domingo primer capi.

¡Thank you por los coments y las visitas!

¡Un besi!


miércoles, 24 de diciembre de 2014

Bajo su cuidado - Sinopsis


Haría cualquier cosa para protegerla... incluso echarla de su vida.

Zac Efron era guapo, misterioso y peligrosamente seductor incluso estando convaleciente. Y se suponía que la recatada y eficiente Vanessa Hudgens iba a tener que vivir bajo el mismo techo que él, atendiendo a todas sus necesidades, pues era su enfermera particular. No tenía escapatoria.

Pero tampoco la tenía el sexy padre soltero. Vanessa era demasiado buena en su trabajo, resultaba demasiado fácil encariñarse con ella, desearla... necesitarla. Pero Zac jamás metería a la dulce Vanessa en la pesadilla que era su vida... sobre todo desde aquella caída, que no había sido ningún accidente.




Escrita por Arlene James.




¡Thank you por los coments!

Me alegro de que os haya gustado la nove anterior. Forma parte de una serie, sí, pero en las otras noves no son Zac y Ness los protas, seguramente lo sean las hermanas de Ness. Pero no tengo ninguna adaptada ni sé los títulos. Pero si os hace ganas leerlas, buscadlas y me contáis qué demonios pasa con el hermano perdido de Ness XD

Respecto a la nueva nove, va a estar muy interesante, ya veréis. Sé que os gustan las novelas largas, y esta lo es: prólogo, epílogo y catorce capítulos. Aparte de eso, espero que os guste la novela.

Si sois buenas y comentáis, el viernes el prólogo.

Feliz Noche Buena a todas y Feliz Navidad para mañana. Pasadlo muy bien y no comáis demasiado XD

¡Besis!


lunes, 22 de diciembre de 2014

Capítulo 20


Vanessa se dirigió sigilosamente hacia la puerta.

Jess y Zac todavía estaban hablando con la policía. No habían notado que había salido de la habitación y había bajado las escaleras. Definitivamente, había llegado la hora de marcharse. Nada había cambiado entre ella y Zac y ella no estaba preparada para soportar por segunda vez su rechazo.

Alex: ¿Te vas?

Vanessa estuvo a punto de sufrir un infarto al oír aquella pregunta.

Ness: ¡Alex! Por favor, no grites. Y no asustes a la gente de ese modo.

Alex: ¿Pero te vas?

Ness: Sí, me voy.

Alex estaba intentando no llorar, pero no podía disimular el temblor de su labio.

Alex: Pero prometiste quedarte hasta enero.

Ness: Lo sé, lo prometí y siento haber roto mi promesa -también le temblaba el labio-. Lo siento de verdad.

Alex: Oí hablar a papá por teléfono -le contó-. Está intentando que venga alguien para cuidarnos a mí y a Jess, pero no le gusta nadie. Me dijo un día que iba a ser difícil encontrar a alguien antes de Navidad -suspiró-. ¿De verdad eres una princesa?

Ness: Sí.

Alex: Sí, pareces una princesa -decidió-. Y Dex también lo cree. ¿Y te tienes que ir porque a las princesas no les dejan ser niñeras?

Ness: Las princesas pueden ser lo que ellas quieran.

Alex: ¿Entonces por qué no te quedas para ser nuestra niñera? O nuestra madre. Para eso solo tienes que casarte con papá.

Vanessa se echó a reír.

Ness: Eso solo funcionaría si tu padre quisiera casarse conmigo.

Alex: ¿Y por qué no va a querer casarse contigo? Jess dice que te quiere. Y la gente que se quiere se casa. -Vanessa no sabía qué contestar a eso-. ¿Sabes? Eres una buena princesa, pero creo que serías una mamá mejor -volvía a temblarle el labio-. Por favor, quédate. Tienes que quedarte por lo menos hasta enero.

Ness: No puedo -le contestó suavemente-. Lo siento, Alex.

Alex: Bueno -musitó-, gracias por haberle salvado la vida a Jess. Papá ha dicho que si no hubieras venido no la habrían encontrado.

El taxi que estaba esperando a Vanessa, comenzó a tocar la bocina. La joven se agachó para darle un abrazo de despedida al niño. Tenía que marcharse antes de que la traicionaran las lágrimas.

Ness: Te quiero, Alex.

Se separó del niño, salió de la casa cerrando con firmeza la puerta tras ella y se montó en el taxi, sabiendo que no tenía otra opción que la de marcharse.

¿Pero cómo que no tenía otra opción?, se preguntó, tras darle la dirección de su hotel al taxista. ¿Qué clase de pensamiento era ese? Así era como pensaba ella en el pasado, cuando solo era una insulsa princesa. Pero la vida le había enseñado a ser insistente. Gracias a Ness Hudgens se había convertido en una mujer fuerte. Había sido capaz de regresar al lado de Zac después de su rechazo porque sabía que la necesitaba. Lo había ayudado a encontrar a Jess, había permanecido a su lado y lo había apoyado. Ness jamás se habría lamentado por no tener otra opción. Nunca se dejaba vencer por los obstáculos. En vez de marcharse, Ness habría agarrado a Zac por los hombros y lo habría sacudido hasta hacerle comprender que estaba enamorado de ella.

Así que, cuando llegaron a su destino, Vanessa se inclinó en el asiento y le pidió al taxista:

Ness: Espéreme, ahora mismo vuelvo.


Zac permanecía en su despacho, contemplando la puesta de sol.

Ness se había marchado. Se había ido mientras él estaba hablando con la policía. Ni siquiera había tenido oportunidad de darle las gracias.

Cerró los ojos, permitiéndose recordar todas las veces que Ness le había tendido una mano en los momentos en los que más la necesitaba, en las veces que le había reconfortado con un abrazo. Las infinitas palabras de aliento con las que había impedido que se hundiera en su tristeza...

Dios, qué estúpido era.

Ness lo amaba. Fuera niñera o princesa, lo amaba. Lo sabía con una certeza absoluta.

Y él también la amaba.

Pero había dejado que se fuera.

Pensando en ello, se levantó de la silla y fue a buscar a sus hijos.

Alex y Jess estaban en el cuarto de juegos. Claire había encendido la chimenea antes de marcharse. Jess leía, acurrucada en el sofá y el niño se entretenía con un puzzle, sentado a la mesa.

Zac: Eh, chicos, voy a tener que pasar unos días fuera, pero antes llamaré a Claire para ver si puede quedarse con vosotros.

Alex: No hace falta que llames a Claire, papá -le advirtió-.

Jess: Chss -silenció a su hermano y miró a Zac-. ¿Adonde te vas?

Zac: No estoy seguro todavía. Voy a ir a Aspen o a Wynborough. Depende de adonde haya ido Ness.

Jess: ¡Sí! -exclamó, cerrando los ojos con emoción-.

Alex rió con tanta fuerza que se cayó de la silla.

Y Ness se levantó de detrás del sofá, donde estaba ordenando una estantería.

Ness: ¿Me necesitas para algo en concreto?

Estaba allí. A solo unos pasos de él.

Zac: ¿Qué...? ¿Cómo...? -alcanzó a balbucear-.

Ness: No podía marcharme. No podía dejaros sin niñera en Navidad.

Zac: Cásate conmigo -le pidió precipitadamente-.

Jess: ¡Sí! -dijo mientras se levantaba-. Vamos, Alex, este es un buen momento para desaparecer.

Tomó a su hermano en brazos y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ellos.

Zac: Por favor -añadió, perdiéndose en la profundidad de los ojos de Ness-. Dios, todo lo estoy haciendo mal. Quería ir a buscarte y explicártelo todo y... Por favor, Ness, perdóname.

Ness: Estoy aquí, ¿no lo ves?

Zac: Pero no quiero que te quedes para cumplir con un contrato.

Ness: Estoy aquí porque quiero a tus hijos -le temblaba ligeramente la voz-, y porque te quiero a ti. Y no creo que lo haya mantenido precisamente en secreto...

Zac: Pero yo sí, Ness. He estado mintiendo desde el principio al no ser capaz de reconocer lo mucho que te amaba -se acercó a ella y la abrazó-: Te quiero. Te quiero más de lo que nunca sabrás. Cásate conmigo.

Ness sonrió. Y Zac supo que, estando a su lado, podría estar lloviendo durante el resto de su vida y jamás repararía siquiera en la falta de sol.

Ness: Sí.

Zac la besó con pasión. Fue un beso profundo, apasionado... Como si quisiera perderse en la dulzura de su boca, en el fuego de sus caricias y... Retrocedió riendo...

Zac: Dios mío, eres una princesa. Mi suegro va a ser un rey. Me siento como si estuviera en medio de un cuento de hadas.

Ness: Estoy segura de que a mi padre le gustarás.

Zac: No sé cómo he de comportarme en medio de la realeza. Mis modales son terribles. Probablemente rompa todas las normas de etiqueta y...

Ness: Yo te enseñaré todo lo que necesitas saber -lo interrumpió-. Y empezaremos con los detalles más importantes.

Zac: ¿Cómo cuáles?

Ness: Bueno, por una parte, a esta princesa en particular le encanta hacer el amor en tu escritorio... -Zac soltó una carcajada-. Y otros lugares igualmente imaginativos -continuó-, siempre y cuando nos encontremos en una habitación en la que haya un buen cerrojo y unas contraventanas que se puedan cerrar.

Zac miró a Ness. Y desvió después la mirada hacia la alfombra que se extendía al lado de la chimenea, y a continuación miró nuevamente a Ness a los ojos.

Y Ness comprendió al instante lo que estaba pensando. Sonrió y lo besó.

Ness: Yo me ocupo de las contraventanas. Tú cierra la puerta.

Zac se movió rápidamente. Ella también.

En cuestión de segundos, estaban de nuevo abrazados. Ness sonrió y él la besó. Descendieron lentamente hasta la alfombra, para tumbarse junto al fuego. Y aquel fue el comienzo de una vida intensamente feliz.


FIN




Awwwww! ¡Qué bonito!

Era inevitable que todo acabara bien XD Pero el cómo siempre es un misterio.

Si os habéis quedado con la duda de qué pasa con el hermano perdido de Ness, deciros que esta novela forma parte de un grupo, son varias partes. Cuando la leí no lo sabía, me di cuenta después y de las demás partes no tengo idea de cuales son. Pero bueno, que a mí me importa muy poco el hermano perdido XD

Espero que os haya gustado la novela. Si sois buenas y comentáis mucho, el miércoles habrá sinopsis de nueva nove.

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


sábado, 20 de diciembre de 2014

Capítulo 19


Vanessa mantenía cerradas las contraventanas de la habitación del hotel del aeropuerto de Albuquerque.

Aquello era patético. Y ya llevaba tres días allí. Escondida.

Todo había comenzado cuando al llegar al aeropuerto le habían comunicado que el próximo vuelo a Aspen no salía hasta el día siguiente por la mañana.

No tenía fuerzas para hacer nada, salvo para permanecer acurrucada en medio de aquella cama inmensa. Había dormido cerca de veinte horas y en ese momento se encontraba sentada en la cama, viendo la televisión sin ningún entusiasmo. Se sentía completamente miserable. Pero todo, absolutamente todo lo que estaba sintiendo, era culpa suya.

Zac la había llamado mentirosa y tenía razón.

Pero ella lo había amado.

Todavía lo amaba.

Sin embargo, si en algún momento Zac había sentido algo hacia ella, había sido por una mujer que ni siquiera existía.

Vanessa cambió de canal y se irguió bruscamente. Acababa de aparecer una foto de Jess en la televisión. Elevó rápidamente el volumen.

**: ... desaparecida desde ayer -estaba diciendo el reportero que cubría la noticia-. La hija de Zac Efron, uno de los propietarios de Efron-Hemsworth, fue vista por última vez por los alrededores de Welford School, entrando en un Toyota de color azul. La policía está interrogando a cuantos la conocen con el fin de averiguar su paradero.

Vanessa estuvo a punto de caerse de la cama cuando se levantó para llamar por teléfono. Las manos le temblaban de tal manera mientras marcaba el número que tuvo que empezar de nuevo.

Era imposible que Jess se hubiera ido de casa, después de la conversación que había mantenido con Zac sobre la muerte de su madre.

Ness: Vamos, vamos. Contestad -susurraba con impaciencia mientras esperaba a que contestaran al otro lado de la línea-.

Ash: Ashley Tisdale -escuchó a los pocos minutos-.

Ness: Ashley, ¡gracias a Dios!

Ash: Vanessa, ¿dónde demonios te has metido? He llamado a casa de los Efron y el ama de llaves me ha dicho que hacía días que te habías ido.

Ness: Y es cierto, pero todavía estoy aquí, en Albuquerque. No puedo explicarte ahora lo que ha pasado. Ashley, necesito que me digas algo, ¿Rick Morgan me envió a uno de sus guardaespaldas mientras estaba aquí?

Ash: ¿A un guardaespaldas? Claro que no. Me dijiste que no lo necesitabas.

Ness: ¿Estás segura?

Ash: Completamente.

Vanessa maldijo de una forma muy poco apropiada para una princesa.

Ness: No puedo explicártelo ahora, por favor, perdona, pero tengo que colgarte -colgó el teléfono y llamó inmediatamente a recepción-. Necesito un taxi inmediatamente -pidió-.

Se puso unos vaqueros y un jersey a toda velocidad y a los pocos segundos corría hacia el ascensor.

Zac: Todo esto es culpa suya, alteza -dijo muy tenso, mientras caminaba nervioso por el pasillo, sin invitarla a entrar en su despacho-. Jess se marchó porque estaba afligida por tu marcha.

Zac estaba furioso.

Furioso porque Jess había vuelto a irse, furioso con Ness por haberse presentado en su casa de aquella manera, furioso por haber sentido que volvía a resurgir la esperanza al verla allí otra vez. ¿Acaso se había vuelto loco?

Zac: Estaba muy enfadada conmigo porque había dejado que te fueras -le explicó a Vanessa-. Como si hubiera tenido otra opción...

Ness: Claro que la tenías.

Zac: ¿Ah, así que ahora resulta que ha sido culpa mía?

Ness: También ahora tienes otra opción. Puedes decidir escucharme o continuar ignorándome

Zac: Venga, princesa, vuelve a Wynborough. Lo único que vas a conseguir estando aquí es ponerme las cosas más difíciles cuando la encuentre.

Ness: ¿Y qué ocurriría si la hubieran secuestrado? ¿Si en realidad no se hubiera ido por voluntad propia?

Zac: No la han secuestrado, estoy seguro. Aunque son muchos los que parecen estar deseando cobrar un rescate -replicó, volviéndose para alejarse de su lado-.

Ness lo agarró del brazo.

Ness: ¡Maldita sea, Zac, escúchame!

No, Zac no quería escucharla. No quería tener que mirarla a los ojos. No quería enfrentarse al hecho de que todavía la amaba, de que todavía la quería.

Quería llorar, pero decidió aferrarse a su enfado y miró el reloj con impaciencia.

Zac: De acuerdo, te escucho. Tienes sesenta segundos exactamente, así que rápido.

Ness: Creo que puedo identificar al conductor del Toyota azul.

Aquellas palabras bastaron para atrapar la atención de Zac.

Zac: ¿Sabes cuál de los amigos de Jess conduce un Toyota azul?

Ness: No es uno de los amigos de Jess. Yo creía que era uno de mis guardaespaldas y...

Zac: Un guardaespaldas. Claro -la interrumpió-, una princesa tiene que tener guardaespaldas -comenzó a subir las escaleras-. Ness, por favor, vete a casa.

Ness: ¡Eso no es justo! -exclamó, corriendo tras él-. Has dicho que me escucharías durante sesenta segundos.

Zac: Pues bien, he mentido.

Abrió la puerta de su despacho e inmediatamente salió a su encuentro Joe Sander, el policía que estaba a cargo de la investigación del caso de Jess.

Joe: Señor Efron, creo que será mejor que vea esto.

Zac: ¿Qué es?

Joe: Una de las cientos de peticiones de rescate que hemos recibido, señor. Pero en este caso no es una carta, sino un CD ROM. Pase y siéntese, por favor.

Zac: Joe, me estás asustando -se sentó frente a su ordenador y otro de los detectives activó el mensaje-.

A los pocos segundos, aparecía la imagen de Jess en la pantalla del monitor. Aparecía sentada en el suelo de una habitación indescriptible, atada a una silla, con expresión desafiante.

Jess: Hola, papá. Estoy aquí, a salvo. Por lo menos por ahora -se le quebró ligeramente la voz-. Se supone que tengo que decirte que metas un millón de dólares en un maletín -miró a la cámara-. Sí, lo siento -la voz le volvió a temblar-. Un millón de dólares en billetes pequeños y sin marcar.

Inmediatamente, se borró la imagen.

Zac: Oh, Dios mío. Dios mío.

Jess había sido secuestrada y él se había pesado el día entero furioso con ella, convencido de que se había escapado y que aparecería en cualquier momento.

Ness estaba a su lado. Le tomó la mano y se la apretó con fuerza.

Ness: ¿Qué vamos a hacer ahora? -preguntó tomando prácticamente las riendas de la situación-. ¿Entregar el dinero? ¿Seguir todas las instrucciones que nos den y esperar a que Jess esté a salvo para intentar atrapar a su secuestrador?

La mirada de Joe no pronosticaba nada bueno.

Joe: No sé si podemos arriesgarnos a esperar. Si el secuestrador piensa que la víctima puede identificarlo de algún modo... Por la experiencia que tengo, creo que deberíamos intentar encontrar a Jess por todos los medios posibles.

Ness abrazó a Zac.

Ness: La encontraremos -le aseguró-, haremos todo lo que haga falta y la encontraremos.

Zac también la abrazó, y se permitió alegrarse de que estuviera allí.

Zac: Antes has dicho que podrías identificar al conductor del coche...

Ness asintió, mirando hacia el grupo de detectives.

Ness: Nos ha estado siguiendo un hombre en un Toyota azul desde hace semanas. Yo pensaba que era uno de los guardaespaldas de la Casa Real de Wynborough, pero estaba equivocada, no habían dispuesto que me siguiera ninguno. Vi claramente su cara varias veces. Es un hombre mayor, de la edad de Zac aproximadamente, un poco más bajo que él y algo más grueso. Lleva el pelo muy corto, como un soldado y tiene un rostro inconfundible. Cejas oscuras y pobladas, ojos pequeños, nariz y barbilla largas y pómulos poco pronunciados.

Zac: ¿Podríamos intentar reconocer un retrato robot? -preguntó, mirando a Joe Sander, que estaba llamando ya por teléfono-.

Joe: Ahora mismo voy a pedir que nos lo envíen. Con un poco de suerte, tendremos a Jess con nosotros dentro de cinco minutos.

Cinco minutos. Zac podía morir quinientas veces en cinco minutos. Se levantó y se asomó a la ventana, fingiendo fijar la vista en las montañas cuando de hecho tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no podía ver nada en absoluto.


Zac miró fijamente el retrato robot que les envió la policía.

Zac: Conozco a ese hombre -le explicó a Joe Sander-. Trabajaba para mí. Lo despedí hace un mes. Se llama Bruce Baxter.

Joe: ¿Tiene la dirección de su domicilio?

Zac: ¿Está bromeando? ¿De verdad cree que si Bruce secuestrara a Jess la llevaría a su casa?

Joe: Siempre es el primer lugar en el que miramos -le explicó-. Y tengo la esperanza de que su hija se encuentre allí. Sé que parece poco inteligente, pero créame, las cárceles no están llenas de genios.

Zac se sentó tras su escritorio. Buscó la dirección del presunto secuestrador y se la tendió al policía, que inmediatamente volvió a llamar por teléfono.

Joe: Esto encaja con todo lo que hemos averiguado hasta ahora -le explicó a Zac-. Ahora, lo único que necesitamos es conseguir una orden judicial y...

Zac se puso inmediatamente la chaqueta.

Zac: Voy con ustedes.

Joe: Señor Efron, con los debidos respetos, creo que debería esperar usted aquí.

Zac: Voy con usted.

El policía miró a Ness en busca de apoyo.

Pero ella sacudió la cabeza y tomó la mano de Zac.

Ness: Yo también voy.


Zac no podía esperar en el coche.

Y Vanessa no lo culpaba. La vista del equipo de rescate preparando una visita sorpresa al apartamento de Bruce Baxter era aterradora... Las armas eran enormes y si Jess estaba en el interior de la casa, probablemente pronto se vería envuelta en un tiroteo.

Pero casi era mejor que empezara cuanto antes.

En cuestión de segundos, la policía se introdujo en el interior del apartamento. No hubo un solo tiro. Al minuto, Joe salió para indicarles que entraran al edificio. En cuanto se asomaron a la puerta del apartamento, vieron a Jess.

La niña saltó a los brazos de su padre y él la abrazó con fuerza.

Zac: ¿Estás bien? ¡Por favor, dime que no te han hecho nada!

Jess: Estoy bien, nadie me ha tocado -dijo entre lágrimas-. Sabía que vendrías a por mí, papá. Lo sabía -Vanessa tampoco podía dejar de llorar-. En realidad no tenía pistola. Era una pistola de mentira, pero como al principio no me di cuenta, me metí en su coche. ¡No lo hubiera hecho si no hubiera pensado que la pistola era de verdad!

Zac: Lo sé pequeña -susurró, besándole el pelo y meciéndola en sus brazos-. Pero ya pasó todo.

Jess: Tenía miedo de que pensaras que me había vuelto a escapar -sollozó-. Tenía miedo de que me llevaran lejos y tú nunca supieras que había sido un secuestro.

Zac miró entonces a Vanessa y esta abrazó a Jess también.

Ness: ¿Estás bromeando? Tu padre estaba muy afectado. Nunca lo había visto tan asustado. Y después de ver el CD ROM, he tenido que sujetarlo para que no entrara con los policías en la casa.

Jess rió entre las lágrimas.

Jess: ¿De verdad?

Vanessa asintió.

Ness: De verdad.

Jess miró entonces a su padre.

Jess: ¿Nos vamos ya a casa, por favor?




En un solo capítulo ha pasado una desgracia y luego se ha solucionado XD

Por suerte todo terminó bien para Jess. Veamos si en el último capítulo termina también todo bien para Ness ;)

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¡Un besi!

viernes, 19 de diciembre de 2014

Capítulo 18


Había sido solamente una polilla. Alex había interrumpido posiblemente la conversación más importante de toda la vida de Vanessa por culpa de una polilla.

Vanessa permanecía en uno de los rincones del espacioso salón de Tiffany Efron, sintiéndose completamente fuera de lugar con aquel vestido azul que se había comprado con Jess en las galerías. Era demasiado informal, demasiado femenino quizá. La falda le llegaba prácticamente hasta los tobillos y era de manga larga, pero tenía un pronunciado escote que le hacía parecer mucho más exuberante de lo que realmente era.

Zac: Me encanta este vestido -le susurró al oído-. Aunque estoy deseando que llegue esta noche para quitártelo. -Vanessa rió disimuladamente-. Tienes un cuello precioso -continuó diciendo-. ¿Crees que alguien se dará cuenta si te doy un beso?

Ness: ¡Sí! -exclamó, volviéndose aterrada hacia él-.

Zac prácticamente la abrasó con la mirada mientras le tendía una copa de champán.

Zac: Lo único que tienes que hacer es decir sí y anunciaré aquí mismo nuestro compromiso. Entonces no importará que te bese. Podremos pasar toda la noche besuqueándonos en una esquina.

Vanessa miró a su alrededor. Aquel no era el mejor lugar para confesar un secreto, pero no podía seguir retrasando el momento de decirle la verdad.

Ness: Zac, hay una razón por la que no puedo aceptar tu propuesta de matrimonio.

Zac: Por favor, no me digas que ya estás casada.

Ness: ¡No!

Zac: Gracias a Dios -se acercaba tanto a ella que Vanessa podía sentir el calor de su cuerpo-. Mira, la cena no va a empezar hasta dentro de una hora. Podemos ir al piso de arriba, cerrarnos en uno de los cuartos de baño y...

Ness: Me encantaría.

Allí, con más privacidad, no le costaría tanto explicarle quién era realmente ella.

Pero evidentemente, aquella no era la respuesta que Zac estaba esperando.

Zac: ¿De verdad? Yo estaba bromeando, pero si de verdad quieres... -rió suavemente-.

Ness: Dentro de diez minutos, en el piso de arriba.


Nueve minutos y medio.

Zac intentaba no mirar el reloj mientras se dirigía disimuladamente hacia las escaleras. No miraba el reloj, no miraba las escaleras, pero le resultaba imposible apartar la mirada de Ness. Ella estaba cruzando la habitación, sonriendo radiante mientras conversaba con Walter Philips, el pastor de la iglesia de su madre. Probablemente el mismo que los casaría y...

Ness lo miró directamente a los ojos, como si hubiera sentido su mirada y sonrió. Fue una sonrisa completamente diferente de la que le estaba ofreciendo al pastor. Era una sonrisa solo para él. Una sonrisa llena de secretos y rebosante de amor.

Zac le devolvió la sonrisa. Sentía el corazón en la garganta. La amaba como no había amado jamás a nadie. La amaba porque a ella no le importaba nada su dinero. La amaba porque los quería a él y a sus hijos con cada célula de su cuerpo.

Tiffany: Si sigues mirándola así, se enterará todo el mundo.

La madre de Zac estaba a su lado. Zac desvió la mirada del rostro de Ness para mirar discretamente el reloj. Siete minutos, cuatro segundos, tres, dos...

Tiffany: Entonces -dio un sorbo de vino mientras seguía a Ness con la mirada-, ¿vas a casarte con ella?

A Zac le costaba creer que su madre aceptara la idea de que se casara con una niñera con tanta tranquilidad.

Zac: Se lo he pedido esta tarde.

Tiffany: Bien hecho.

Zac: ¿Bien hecho? ¿Qué te pasa, mamá? ¿Acabo de decirte que voy a casarme con una niñera y dices que he hecho bien?

Tiffany se echó a reír.

Tiffany: Oh, eres tan divertido. Sé perfectamente quién es ella. Ya sabía yo que me resultaba conocida. Y si crees que voy a protestar porque te cases con la princesa Vanessa de Wynborough, entonces es a ti al que le ocurre algo.

Zac: ¿Princesa qué? -preguntó estupefacto-.

Tiffany: Vanessa Hudgens. Princesa real de Wynborough -repitió-. Mira cómo se comporta, cómo se mueve. No me puedo creer que de verdad pensaras que se trataba de una niñera.

Y lo que Zac no podía era respirar.

Ness, no, la princesa Vanessa, estaba pálida como el papel mientras se acercaba hacia él. Y su madre tenía razón. Sus movimientos tenían una gracia especial. Caminaba como si pensara que la gente tenía que apartarse para cederle el paso. ¿Por qué no lo habría advertido antes?

Tiffany: Me gusta. Hace falta tener una gran capacidad de iniciativa para hacerse pasar por una niñera con el fin de atrapar a un marido rico y atractivo.

Zac se sintió como si acabaran de darle un puñetazo en el estómago.

Vanessa había estado jugando con él. Le había tendido una trampa y él había estado a punto de casarse con ella.

Pero el dolor era más intenso que la indignación por haber sido estafado. Estaba desolado. La sincera, honesta y desinteresada Ness no le había dicho nada más que mentiras.

Se volvió hacia su madre y dijo con voz fría y controlada:

Zac: Siento tener que marcharme antes de la cena -a continuación se volvió hacia Vanessa, que acababa de acercarse a él-. Nos vamos, ve a buscar tu abrigo. Yo me encargaré de los niños...

Ness: Zac...

Vanessa estaba representando perfectamente su fingida confusión. Pero Zac no esperaba menos de una princesa.


Vanessa había esperado demasiado tiempo para decirle la verdad. Había mentido y no podía culpar a Zac por haberla echado de su casa.

Se había despedido de los niños, no sin antes contarles la verdad sobre su identidad y el motivo de que Zac quisiera que se fuera.

A Alex no había tenido forma de consolarlo y Jess estaba indignada. Su padre cambiaba frecuentemente su identidad cuando se iban de vacaciones y no conseguía entender la diferencia entre eso y lo que Vanessa había hecho.

Vanessa había intentado hablar con Zac, había intentado explicarse. Pero él se había mantenido en todo momento frío como el hielo y tras escuchar las disculpas de Vanessa, le había pedido que hiciera las maletas y se marchara.

Y a Vanessa ya solo le quedaba una cosa que hacer antes de subirse al coche que la estaba esperando para llevarla al aeropuerto.

Llamó tímidamente a la puerta del despacho de Zac. Sí, no había ninguna duda. La atrevida Ness Hudgens había desaparecido y volvía a ser la tímida y modosa Vanessa otra vez.

Zac: ¿Sí? -preguntó con dureza-.

Vanessa abrió la puerta y asomó tímidamente la cabeza.

Ness: Zac, por favor, no dejes que las cosas terminen de este modo.

Zac: ¿Y cómo te gustaría que terminaran, princesa? ¿Con un acuerdo de negocios entre la casa real Wynborough y Efron-Hemsworth? ¿Con una habitación llena de abogados diseñando un plan para trasladar la empresa y a sus tres mil trabajadores a Wynborough?

Su dureza hizo renacer de las cenizas el espíritu de Ness Hudgens.

Ness: Crees que lo sabes todo, ¿verdad? -preguntó con dureza-. Pues te equivocas. Vine aquí a buscar a Will Hemsworth con la esperanza de que fuera mi hermano. Puedes creer lo que te apetezca, pero no estaba buscando un marido. De hecho, lo último que esperaba de ti era una propuesta de matrimonio. Y ni siquiera estoy segura de que mi padre me permitiera casarme contigo.

Zac se dirigió hacia el mueble bar y comenzó a servirse una copa con movimientos bruscos.

Zac: Ya sabes lo que les ocurre a los mentirosos, ¿verdad, Vanessa? Nunca se puede estar seguro de si mienten o dicen la verdad. Cierra la puerta al salir, ¿quieres?

Las últimas esperanzas de Vanessa murieron. Zac tenía razón. Era una mentirosa, e incluso en el caso de que Zac pudiera perdonarla, ella no era Ness Hudgens.

Vanessa dejó lentamente la cajita de la sortija sobre el escritorio de Zac y se marchó cerrando la puerta tras ella.




Oh, no...

El momento que más temíais todas por fin llegó v.v

¡Solo dos capis!

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¡Un besi!


lunes, 15 de diciembre de 2014

Capítulo 17


Ness: Zac, ¿has visto a Jess?

La voz de Ness hizo que Zac levantara la cabeza del desayuno que estaba preparando para Alexander.

Zac: No, esta mañana todavía no la he visto. ¿Qué ha pasado?

Ness: Alex, ¿la has visto tú?

Alex: No.

Ness: Zac, por favor, ¿puedes salir un momento?

Zac siguió a Ness al pasillo a toda velocidad.

Zac: ¿Ha habido algún problema?

Ness: Creo que sí. Han llamado por teléfono de una agencia de taxis. Me ha dicho que la joven que había tomado uno de sus taxis esta mañana se había dejado una maleta en el asiento. En ella venía su dirección.

Zac: ¿Qué?

Ness: Zac, creo que Jess se ha escapado. Me han dicho que la joven se dirigía hacia el aeropuerto.


A los pocos minutos, Vanessa y Zac iban al aeropuerto a toda velocidad. Pero antes de que hubieran llegado, sonó el teléfono. Los guardias de seguridad del aeropuerto habían encontrado a Jess. Estaba en la sala de espera, a punto de tomar un vuelo hacia Los Ángeles.

Vanessa jamás había visto a Zac tan enfadado. Estaba furioso y espantosamente sombrío. Cuando se acercaban ya a la comisaría del aeropuerto, Vanessa lo obligó a detenerse un momento.

Ness: Si entras así, ella se pondrá a la defensiva y tardarás días en conseguir que te explique por qué lo ha hecho.

Zac: ¿Y qué se supone que tengo que hacer? ¿Inventarme algo agradable? ¿Te parece bien que le felicite por las líneas aéreas que ha escogido para viajar? -Vanessa se echó a reír, no pudo evitarlo. Y, para alivio suyo, Zac también consiguió esbozar una sonrisa y la abrazó con fuerza-. Gracias por estar aquí conmigo. Me temo que no se me da muy bien eso de ser padre. Pensaba que últimamente estaba haciendo las cosas bien, que ya había pasado lo peor, y... -se le quebró la voz-. ¿Por qué habrá hecho Jess una cosa así? No consigo comprenderlo.

Ness: ¿Sabes, Zac? Eso es exactamente lo que tienes que decirle.


Zac: No lo entiendo.

Zac se sentó frente a Jess. Su hija no había hecho otra cosa que mirar fijamente hacia el suelo desde que Ness y él habían entrado en la comisaría del aeropuerto.

Jess: ¿Podemos volver a casa? -preguntó sin alzar la mirada-.

Zac: No, hasta que me digas por qué querías irte a Los Ángeles.

Jess: ¿Qué importa eso?

Zac: Si no me lo dices, ¿cómo voy a poder decidir si debo o no dejar que te marches?

Jess estuvo a punto de caerse de la silla al oír a su padre.

Jess: ¿Qué?

Zac: Supongo que tendrás una buena razón para querer estar allí, y, a menos que la conozca, no puedo dejarte marchar. Porque si la razón es verdaderamente buena...

Jess: ¡No me dejarías marchar de ninguna manera!

Zac: Es cierto, tienes razón. Pero por lo menos diciéndotelo he conseguido que me prestes atención. ¿Sabes por qué nunca dejaría que te fueras?

Jess: ¿Porque soy demasiado pequeña?

Zac: Sí, porque eres demasiado pequeña -repitió-, pero también porque te quiero.

Los ojos de Jess se llenaron de lágrimas que la niña rápidamente apartó de sus ojos.

Jess: Lo sé -dijo con un hilo de voz-.

Zac suspiró con paciencia.

Zac: Si lo sabes -dijo, consiguiendo mantener un tono considerablemente tranquilo-, ¿cómo se te ha ocurrido hacer las maletas y... -se le quebró la voz-, y dejarnos a Alex y a mí de esta manera?

Jess comenzó a llorar.

Jess: Lo siento -sollozo-. Papá, Ness, lo siento. ¡No sabía qué otra cosa podía hacer! -Zac rodeó la mesa y la niña se levantó para abrazarlo-. Pensaba que era un buen momento para marcharse -continuó diciendo, llorando como una criatura de cuatro años-. Alex quiere mucho a Ness y yo pensaba que si me iba, Ness seguramente se quedaría porque no querría dejarlo solo. Y tampoco te dejaría nunca solo a ti -miró a su padre. Las lágrimas caían a raudales por sus mejillas-. Yo sé que la quieres, aunque no te apetezca admitirlo. Cuando está cerca de ti, siempre estás contento.

Zac: Pero Jess, no lo comprendo. ¿Ibas a marcharte para que Ness se quedara?

Jess: No -se secó las lágrimas y se frotó la nariz. Ness le tendió un pañuelo de papel para que se sonara-. Gracias. Quería irme porque -comenzó a llorar con renovadas fuerzas-... porque tengo lo mismo que tenía mamá.

Zac: ¿Cáncer? -le preguntó completamente desconcertado-.

Jess: Papá, ya sé que en realidad mamá no tenía cáncer, que eso fue una mentira que nos contaste cuando murió.

Zac: Jess, ¿qué...?

Jess: Papá, sé lo que pasó -repuso con fiereza-. He leído en un libro lo que es la depresión y allí decía que una persona con depresión se pasa todo el día en la cama, tumbada y llorando. Eso era exactamente lo que hacía mamá. Yo la oía llorar, nunca te lo dije, pero me quedaba en la puerta de su habitación y la oía llorar. Y también te oí cuando la encontraste en el baño. Estaba escondida debajo de su cama y te oía gritarla. Estabas muy enfadado porque se había suicidado. Sé que mamá se suicidó.

Zac estaba estupefacto.

Zac: Oh, Dios mío, Jess...

Jess: Los libros que he leído dicen que la depresión puede ser hereditaria. Y yo la tengo. Estoy siempre tan triste... Y tengo miedo de hacer lo mismo que hizo ella.

Zac enmarcó el rostro de su hija y la miró intensamente a los ojos.

Zac: Oh, Jess, ¿de verdad has pensado en suicidarte?

Jess: No -contestó con vehemencia-, nunca. No quiero suicidarme. Pero lo que decía el libro -empezó a llorar otra vez-. Decía que la gente que tiene depresión puede suicidarse de repente. Por eso quería irme, para que Alex y tú no me encontrarais una mañana tumbada en el suelo del baño...

Zac abrazó con fuerza a su hija.

Ness: Oh, cariño, estás equivocada -musitó-, tu madre murió verdaderamente de cáncer. Sufría muchos dolores y tenía un tumor cerebral. Nunca sabremos cómo pudo afectar eso a su capacidad de raciocinio o si fue el dolor el que la impulsó a tomarse esas pastillas. Nadie se ha inventado lo del cáncer. Y si ella estaba deprimida, era porque sabía que se estaba muriendo.

Zac miró a Ness con una trémula sonrisa. Sí, Jess se había equivocado en una cosa, pero había otra en la que había acertado por completo. Se sentía feliz cuando Ness estaba cerca de él. Le bastaba mirarla a los ojos para que se apoderara de él una sensación de paz que no había experimentado en toda su vida.

Por mucho que le costara admitirlo, no podía seguir negando que estaba enamorado de ella.

Ness: Volvamos a casa -le susurró a Jess-. Allí te hablaré de la enfermedad de tu madre, y quizá busquemos a alguien que pueda ayudarte. No creo que vayas a suicidarte, cariño, pero quizá haya alguien que pueda explicarte algo más sobre la depresión de lo que has leído en los libros. Juntos podremos solucionar todo esto, ¿de acuerdo?

Jess asintió y Ness le brindó otra de sus maravillosas sonrisas.


Zac: Ah, estás aquí -Vanessa alzó la mirada del suelo del cuarto de juegos, donde estaba tumbada haciendo un solitario-. ¿Dónde están los niños?

Ness: Alex está en la ducha, preparándose para la fiesta de tu madre y Jess en su habitación, vistiéndose. Le he dicho que si quería podía quedarme en casa con ella, pero parece que tiene ganas de ir -lo miró a los ojos-. Si no te importa, he pensado en ofrecerle a tu madre una disculpa y quedarme esta noche en casa.

Zac: Ni hablar -se agachó a su lado-. Solo si vas tú podré soportar esa fiesta. Por favor, ven, no me dejes solo.

Ness: Jess y Alex podrán protegerte de Amber -respondió con una sonrisa-. De verdad, creo que estaría bien para ti y para los niños que fuerais juntos, como una verdadera familia.

Zac: Pero tú eres parte de nuestra familia...

Ness: No, Zac, no lo soy.

Zac: Pues creo que eso es algo que debemos intentar corregir. Yo quiero, todos queremos, que formes parte de nuestra familia -contestó mirándola muy serio-. Para siempre.

Vanessa recogió las cartas.

Ness: Zac, por favor, no empieces otra vez con tus ofertas. Ninguna cantidad sería suficiente...

Zac: ¿Y qué tal la mitad de todo lo que tengo?

Ness: Lo siento, pero...

En ese momento fue cuando Vanessa se dio cuenta de que Zac llevaba algo en la mano. Se trataba de una cajita negra y... Era la caja de una joya.

Zac la abrió y se la tendió, mostrándole el diamante más hermoso que Vanessa había visto en toda su vida. Pero no fue el valor del diamante el que hizo que se le hiciera un nudo en la garganta. Lo que la emocionó fue lo que significaba. Y el hecho de que aquel mensaje brillara también en los ojos de Zac.

Y, por si no lo había comprendido, Zac susurró con nitidez sus palabras.

Zac: Cásate conmigo.

Vanessa rió, llevándose nerviosa una mano al cuello. Estaba completamente sorprendida. Ni en la más loca de sus fantasías se había imaginado nunca a Zac pidiéndole que se quedara a su lado de ese modo.

Zac: No te pediré siquiera que firmes un acuerdo prenupcial porque sé que no te interesa mi dinero.

Ness: Zac, yo...

Zac le tomó la mano y le deslizó el anillo en el dedo.

Zac: Podemos casarnos pronto y viajar a algún lugar especial para pasar la luna de miel -la besó-. Algún lugar cálido en el que podamos pasarnos desnudos la mayor parte del día.

Ness: Zac, no lo sé...

Entonces fue él el que se quedó completamente sorprendido. Como si en ningún momento se le hubiera ocurrido la posibilidad de que Ness pudiera contestar negativamente a su propuesta.

Pero a Vanessa le resultaba imposible aceptarla. Zac le había pedido a Ness Hudgens que se casara con él, y ella no era Ness Hudgens.

Zac: ¿Cómo es posible que no lo sepas? -susurró, volviendo a besarla-. Te necesito, Vanessa. Tanto que a veces temo desgarrarme por dentro. Y no es solo cuestión de sexo. Cuando estamos juntos, me siento infinitamente mejor que cuando estoy solo.

Sin embargo, no le había dicho que la amaba.

Ness: Zac, tengo que pensar en esto -susurró-. No puedo decirte que sí sin reflexionar sobre la decisión que voy a tomar. No esperaba que me pidieras que me casara contigo.

Zac: Sí, yo tampoco lo esperaba, pero hoy he comprendido que era eso lo que quería -volvió a besarla-. Ness, me haces tan feliz. Me basta ver tu sonrisa para...

Todavía no le había dicho que la amaba, pero aquello comenzaba por fin a parecerse a una declaración de amor. Vanessa tenía que decirle de una vez por todas quién era ella. Y tenía que decírselo inmediatamente.

Ness: ¿Te acuerdas cuando me preguntaste cómo había conocido a la princesa Alice? -comenzó a decir-.

Zac asintió, claramente perplejo.

Zac: Sé que era amiga tuya, pero yo imaginaba nuestra boda como una boda tranquila, y una boda con una princesa no creo que sea exactamente tranquila.

Ness: Bueno... -comenzó a explicar-.

Y entonces se oyó un grito. Un grito cada vez mayor. Procedía de la habitación de Alex y sonaba cada vez más alto. De pronto, Alex irrumpió en la habitación de juegos, llevando encima solamente una camisa.

Alex: ¡Hay una abeja asesina en mi habitación!

Zac se levantó, tomó a Alex por la cintura y le tapó la boca para aplacar el efecto sirena.

Zac: ¿Cómo es posible que haya una abeja en tu habitación en medio del invierno?

Alex: No lo sé -contestó, sin disminuir el volumen de decibelios-. ¡Estaba en mi armario! Intentó matarme cuando abrí la puerta.

Vanessa se levantó.

Zac: Yo me ocuparé de ella. Prepárate para ir a la fiesta de mi madre, ¿quieres? -le pidió a Vanessa-. Ya hablaremos más tarde.

Ness: Pero Zac, yo tengo que...

Pero Zac estaba abandonando ya la habitación.




Oh, oh...

Se avecinan cosas... =S

¡Perdón! Debería haber puesto capi ayer, pero se me pasó. Además era el cumple de Ness, ¡felicidades! 26 ya, ¿no? Estamos envejeciendo todos v.v XD

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viernes, 12 de diciembre de 2014

Capítulo 16


Ness: ¿Cómo está Allyson? -le preguntó a su hermana-.

Anne: Todavía no ha dicho nada. Se ha ido con Ashley a Arizona, aunque no estoy muy segura de lo que esperan encontrar.

Ness: Will Hemsworth ha llamado a Zac -la informó-, pero parece que no regresará hasta enero. Zac sospecha que su socio puede estar enamorado.

Anne: Lo que nos lleva de nuevo a la elusiva Betty, que, por lo que he averiguado yo, vive en Las Vegas. La he llamado cientos de veces, pero nunca está en casa.

Ness: Tendrás que ir a buscarla a Las Vegas -decidió-. Si se ha ido a alguna parte con Will Hemsworth, es posible que alguien lo sepa, un vecino quizá... no sé.

Anne: Y el motivo por el que tú no puedes ir a Las Vegas, ¿cuál es?

Ness: No puedo irme ahora de Albuquerque -admitió-. Anne, estoy… -¿Estaba qué? ¿Completamente loca?-. Prometí quedarme hasta enero. Ellos creen que soy una niñera y...

Anne: Supongo que ya sabes que su esposa murió en circunstancias misteriosas.

Ness: Eso no es cierto -replicó con vehemencia-.

Anne: Vaya, vaya -rió-. Cuánta seguridad. ¿Cómo se las ha arreglado para convencerte hasta ese punto?

Ness: Vete a Las Vegas, Anne. Por favor.


A las once y veinticinco Vanessa entraba en la habitación de Alex.

El niño estaba tan profundamente dormido que ni siquiera se movió cuando Vanessa lo arropó. Dex alzó la cabeza y movió ligeramente la cola. Vanessa lo acarició con cariño y se dirigió a la habitación de Jess.

En cuanto llegó a la puerta, se detuvo bruscamente y escuchó con atención: Jess estaba llorando. Una vez más.

Vanessa llamó a la puerta, pero en aquella ocasión no cesó el llanto. Volvió a llamar.

Jess: ¿Ness? -preguntó con una voz trémula que ni siquiera intentó disimular-.

Vanessa abrió la puerta y asomó la cabeza.

Ness: Soy yo, sí. ¿Estás bien?

Jess: He tenido una pesadilla terrible. Me he acostado antes de lo normal y creo que me he quedado dormida, pero luego he tenido ese sueño tan horroroso.

Vanessa entró en la habitación. La luz del pasillo era suficiente para iluminar a Jess, que parecía mucho más pequeña y vulnerable en medio de su enorme cama.

Ness: Así que tu subconsciente ha saboteado tu intento de disfrutar de una buena noche de sueño. A mí a veces también me pasa.

Le tomó la mano y, sorprendentemente, Jess se la estrechó casi desesperadamente.

Jess: La pesadilla era sobre ti. He soñado que había sacado un sobresaliente en matemáticas e iba a tu habitación a decírtelo, pero tú estabas... -Comenzó a llorar de nuevo y Vanessa la abrazó con fuerza-. Pero estabas muerta -sollozó-.

Ness: Chss -le acarició el pelo-. No estoy muerta, estoy bien y estoy aquí.

Jess alzó la cabeza.

Jess: Te encontraba tumbada en el cuarto de baño. Al principio creía que solo era una pesadilla, la misma de siempre, pero cuando volvía a mirar, me daba cuenta de que eras tú, y no mi madre, la que estaba allí. E intentaba conseguir que volvieras a respirar, pero no podía, y nadie venía a ayudarme.

La pesadilla de siempre...

Jess: Y entonces me daba cuenta de que tenía diez años otra vez y de que no había recibido todavía clases de primeros auxilios. Te sangraba la cabeza y yo no podía hacer nada, ¡nada! Era como si todo volviera a empezar otra vez.

Ness: Chss -la mecía delicadamente-. Ya ha pasado todo, solo ha sido una pesadilla -le dijo suavemente, mientras su mente corría a toda velocidad-.

Quizá no fuera el subconsciente de Jess el que le había enviado aquel mensaje con el que parecía anunciar la próxima marcha de Vanessa. Quizá fuera algo más que eso. ¿Habría visto Jessica algo terrible el día que había muerto su madre?

Quizá hubiera visto a Brittany, tumbada en el suelo del baño, con la cabeza sangrante y sin poder respirar. Dios santo.

Zac le había contado que había muerto de cáncer. Pero Vanessa había visto algo en sus ojos, un ligero temblor que le había hecho pensar que le estaba ocultado algunos detalles. Entonces había pensado que se debía a que la verdad era demasiado dura para enfrentarse a ella. Pero no imaginaba que la verdad incluyera una imagen tan terrible como aquella.

No, era absurdo. Había tenido la sensación de que había algo más sobre la muerte de Brittany de lo que Zac le había contado, pero no creía que llegara a esos extremos.

Aun así, las palabras de Jess la habían asustado. La niña había dicho que era como si todo hubiera comenzado otra vez. Pero no, era imposible. Zac Efron no podía haber matado a su esposa. El hombre al que amaba era incapaz de matar a nadie. ¿O no? Era tan intensamente apasionado, tan intenso... ¿Sería posible que una pasión como aquella hubiera sido la responsable de la muerte de su esposa?

No. Vanessa se negaba a creerlo. Zac no era el tipo de hombre incapaz de reconocer su culpa, hubiera sido accidental o intencionadamente.

Aun así, la pesadilla de Jess iba a provocar una seria conversación con Zac. Tendría que contarle el sueño de su hija, preguntarle qué podía significar. Él le diría la verdad y asunto terminado, no había ninguna necesidad de convertir todo aquello en una novela de misterio.

Jess todavía respiraba agitadamente, pero tenía los ojos cerrados. Los abrió ligeramente mientras Vanessa la arropaba.

Jess: Quédate un rato conmigo, Ness -musitó somnolienta-. No me dejes todavía, por favor.


Las doce menos diez. Ness llegaba tarde.

Zac comprobó el estado en el que se encontraban las velas que había puesto en el baño, revisó su reflejo en el espejo, reguló la temperatura del jacuzzi una vez más y volvió a mirar el reloj.

Las once y cincuenta y dos. Sabía que mirar el reloj no iba a servirle de nada, pero había estado haciéndolo durante todo el día, así que, ¿por qué detenerse?

Abrió la puerta del dormitorio y miró hacia las escaleras. El pasillo estaba en completo silencio. Entró nuevamente en la habitación. ¿Habría cambiado Ness de opinión?

Descartó inmediatamente aquella posibilidad. Aunque era posible que Ness hubiera recobrado la cordura y se hubiera dado cuenta de que la locura que Zac y ella compartían no iba a acercarla en absoluto a la familia y el matrimonio que ella deseaba.

Las doce menos cinco. Apagó las velas y decidió salir a buscarla. Ya había esperado demasiado.

Y la encontró. En el sofá que estaba en el rellano de las escaleras, en la puerta de su despacho. Se levantó al verlo.

Zac: ¿Cuánto tiempo llevas ahí sentada?

Advirtió entonces que parecía cansada. Estaba pálida y tenía unas profundas ojeras.

Ness hizo un gesto vago.

Ness: La verdad es que acabo de sentarme. Jess ha tenido una pesadilla, me ha pedido que me quedara con ella y...

Zac tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder decir:

Zac: Si quieres, no tenemos por qué... -Dios, la deseaba tanto que le costaba creer que fuera él el que lo estaba diciendo-. Si estás cansada, podemos...

Ness: ¿Te importaría abrazarme? -le pidió con un hilo de voz-.

Y debía saber que Zac jamás le negaría una solicitud como aquella, porque inmediatamente se arrojó a sus brazos. Zac la abrazaba delicadamente, intentando no pensar en el sexo. Si Ness necesitaba dormir aquella noche, tendría que aceptarlo. No quería que se sintiera presionada en ningún sentido.

Ness: Estaba aquí -susurró, apoyando la mejilla en su pecho-, intentando averiguar la manera de hacerte una pregunta difícil sin hacer que te sientas acusado.

Zac: ¿Acusado? ¿De qué?

Pero nada más preguntarlo lo supo. Aquello tenía que ver con Brittany. Casi había olvidado ya aquellos rumores. Había dado por sentado que Ness no les había dado ningún crédito. Pero al parecer se había equivocado.

Se quedó completamente paralizado. Y Ness se dio cuenta.

Ness: Por favor, ¿podemos subir a hablar a tu dormitorio?

Zac dejó inmediatamente de abrazarla. Y su silencio fue de pronto reemplazado por el enfado y la frustración.

Zac: ¿Estás segura de que quieres subir conmigo? Nunca se sabe, es posible que te mate a ti también.

Ness: No seas tonto -lo regañó-. No me he creído ni por un segundo que hayas matado a Brittany. Es evidente que la querías mucho -se le quebró ligeramente la voz, volvió a sentarse en el sofá y se llevó la mano a la frente, como si tuviera un terrible dolor de cabeza-. En realidad, hasta estoy celosa de ella, ¿puedes creerlo? Estoy celosa de una mujer muerta -alzó la mirada hacia él-. Es patético, ¿verdad?

Lo amaba. Ness lo amaba. No hacía falta que lo dijera. Zac lo sabía.

Y su enfado fue sustituido por un espeluznante terror y al mismo tiempo un júbilo inexplicable. Lo amaba.

Lo amaba. Sabía que la pregunta de Ness era retórica y que no habría podido contestarla aunque quisiera, pero sí podía besarla. Podía y lo hizo.

Sabía que no debía. Sabía que de esa forma le estaba haciendo concebir falsas esperanzas, pero aun así se sentó a su lado, la tomó en sus brazos y la besó con inmensa dulzura. La besó con ternura, deseando que supiera con su beso lo mucho que su sinceridad significaba para él. Lo honrado que se sentía de que le hubiera confiado su más profundo secreto.

Y supo que ella también se merecía conocer sus secretos. Y quizá entonces comprendería por qué no quería arriesgarse a entregarle su corazón.

Zac: Vamos a mi habitación. Allí podremos hablar.

Ness suspiró mientras él la besaba otra vez, moviendo la mano para acariciar su seno.

Ness: ¿Te importaría que esperáramos unos cuarenta minutos para hablar?

Oh, Dios. Cuarenta minutos antes, no había nada que Zac deseara más que volver a hacer el amor con ella. Lo antes posible. Pero en ese momento sabía que Ness lo amaba, y que, para ella, la expresión «hacer el amor» no era solo una forma de nombrar el sexo.

¿Pero qué se suponía que tenía que hacer él? ¿Se suponía que al saber que lo amaba ya no tenía que volver a tocarla para no hacerle daño?

Ness abrió los ojos y lo miró.

Ness: Quizá si te lo pido por favor...

Zac se rió de sí mismo. Sabía que no tenía fuerza suficiente para resistirse a aquella mujer. Probablemente, hacer el amor con ella sabiendo el valor que para ella tenía aquel acto no era lo mejor, pero no era capaz de separarse de ella. Sobre todo cuando Ness lo tocaba de esa forma.

Ness se levantó, lo tomó de la mano y tiró suavemente de él.

Ness: Por favor… -musitó-.

No tuvo que arrastrarlo. Y tampoco tuvo que pedírselo dos veces. Zac la siguió al dormitorio y cerró la puerta tras él antes de volver a besarla otra vez. Lentamente. Dulcemente.

Ness temblaba mientras le desabrochaba la camisa y le hacía desprenderse de ella. Suspiró cuando Zac profundizó su beso.

¿Cómo podía estar algo tan mal cuando parecía tan perfecto? Zac renunció a intentar analizarlo. Al igual que se negaba a sentirse mal por lo que estaba haciendo. Ya tendría tiempo de sufrir. En ese momento estaba disfrutando.

Y disfrutando mucho.

La noche anterior, había creído imposible hacer el amor con Ness sin perder el control. Cada vez que se tocaban, sentía desbordarse en su interior la pasión. Pero aquella noche supo que se había equivocado. Aquella noche harían el amor lentamente. Saborearía cada uno de sus estremecimientos. Cada uno de sus suspiros.

La levantó en brazos y la llevó a la cama.

Cuando ella intentó ayudarlo a quitarse los pantalones, le apartó delicadamente las manos. Él se ocuparía de ello. Solo se movió rápidamente para desprenderse de su ropa y a continuación se tumbó a su lado dispuesto a deleitarse en la perfecta suavidad de su piel. La tocaba por todas partes. Y sabía que haciendo el amor tan lentamente estaban disfrutando tanto él como ella. Ness era tan deliciosamente bella... Y le pertenecía.

La idea no lo asustó mientras sentía sus piernas alrededor de la cintura y sus senos rozando sus manos.

Recorrió con las manos el cuerpo entero de Ness y realizó el mismo camino con sus labios, saboreándola, respirando su dulzura. Se colocó el preservativo y entró en ella, lentamente. Ness abrió los ojos y sonrió.

Zac se sintió electrificado mientras le sostenía la mirada. Era como si acabara de completar un circuito. Ness le rodeó el cuello con los brazos, invitándolo a besarla, moviéndose al mismo tiempo de forma exquisitamente lenta. Zac imitó sus movimientos. Sentía que comenzaban a encenderse fuegos artificiales tras sus ojos, explotando, haciéndole salir fuera de sí, fuera de todos los territorios hasta entonces explorados.

Y supo entonces que se había equivocado. Que, en lo que a Vanessa se refería, jamás sería capaz de mantener el control.


Vanessa escuchaba el ritmo firme y estable del corazón de Zac.

Habría sido fácil dejarse vencer por el sueño. Ignorar al resto del mundo, obviar el pasado y hundirse en el intenso placer del presente.

Pero el presente incluía que acababa de hacer el amor con el marido de Brittany Efron.

La realidad la obligó a abrir los ojos y suspiró. Hasta que no hablaran, el fantasma de Brittany continuaría interponiéndose entre ellos.

Zac se tensó ligeramente y apartó el brazo, como si hubiera sentido la necesidad de Vanessa de liberarse. Y también suspiró, comprendiendo que aquel bello momento había llegado a su fin.

Zac: A Brittany le diagnosticaron la enfermedad cuando ya era demasiado tarde para comenzar un tratamiento -le explicó-. Todavía puedo recordar al médico diciendo la palabra «terminal». Lo oía, pero no podía creerlo. Brittany había adelgazado un poco durante los meses anteriores y parecía cansada, pero.... Le dieron dos meses de vida.

Vanessa cerró los ojos, imaginándose lo duro que debía de haber sido para Zac saber que la persona a la que amaba iba a desaparecer para siempre de su lado.

Zac: No era una mujer muy fuerte. Nunca lo había sido. El final fue terriblemente doloroso, y muy duro para ella.

Vanessa quería acariciar su rostro, pero Zac parecía tan distante, como si hubiera retrocedido varios años.

Ness: Debió de ser muy duro para ti y para los niños -musitó-.

Zac la abrazó con fuerza.

Zac: Me pidió que la ayudara a morir.

Vanessa se separó ligeramente de él para mirarlo a los ojos.

Ness: Dios mío, Zac...

Zac: Maldita sea. Eso todavía me hace sentirme mal, y culpable y... -la miró angustiado-. A veces no comprendo cómo fue capaz de pedirme una cosa así, y creo que habría sido imposible que no me lo pidiera. Era su marido, sabía que la amaba. Si de algo estaba segura, era de eso.

Ness: ¿Y tú...?

Zac: No, no pude. Fue la única vez que me pidió algo que realmente deseaba, y yo no fui capaz de dárselo. Así que terminó pidiéndole a Mia, nuestra niñera, que le dijera al farmacéutico que se le había caído por el lavabo la medicación contra el dolor y le pidiera una nueva dosis. Mia la consiguió y Brittany se tomó todas las pastillas de una sola vez. Terminó muriendo sola, en el cuarto de baño. Yo no pude hacer nada por ella, Ness. Sabía que se estaba muriendo y en lo único que fui capaz de pensar fue en que ya había vivido un mes más de lo que los médicos le habían pronosticado. Quizá el cáncer había dejado de crecer, y podría haber vivido otro mes. Dios, yo no habría dejado de luchar. -Había lágrimas en sus ojos, y pestañeó para apartarlas-. Pero fue su elección. Y yo me sentía tan culpable por no haber estado a su lado cuando me necesitaba, por no haber sido suficientemente fuerte...

Ness: Pero si la hubieras ayudado -susurró-, también te habrías sentido culpable. Zac, no hiciste nada malo. Brittany creyó que ya era hora de morir y tú crees que nunca es momento de hacerlo. Y si la hubieras ayudado, te habrías pasado el resto de tu vida preguntándote qué habría pasado si no lo hubieras hecho -Zac permanecía en silencio y Vanessa sabía que la estaba escuchando con atención-. Pero también tienes que ponerte en el lugar de Brittany. Estaba sufriendo unos dolores terribles. No era una mujer fuerte, tú lo has dicho, y decidió renunciar. Zac, tienes que perdonarla, tienes que perdonarla por haberte pedido lo imposible y tienes que perdonarte a ti mismo por haber sido más fuerte que ella.

Zac: Es más fácil decirlo que hacerlo.

Ness: ¿Por qué permites que continúen los rumores? Hay gente en la ciudad que cree sinceramente que Brittany murió asesinada y que tú eres el asesino.

Zac: Se suicidó, Ness. A mí no me importa lo que digan los demás, pero sus padres no quieren que se sepa. Por eso nunca he querido decir nada acerca de su muerte -suspiró y se frotó los ojos con las manos-. Fue una muerte terrible. Brittany debió caerse y se golpeó la cabeza. Estaba rodeada de sangre cuando la ambulancia llegó. Dios, intenté ayudarla, hacerla volver a la vida, pero había muerto...

Ness: Zac -musitó con voz muy grave-, Jess ha tenido una pesadilla esta noche, y por lo que me ha contado, creo que ella lo vio todo. Probablemente estuvo en el baño antes de que tú llegaras.

Zac: ¿Qué?

Vanessa le contó rápidamente todo lo que su hija le había explicado.

Zac: No tenía ni idea -musitó claramente impactado-.

Ness: Me ha descrito la situación exactamente. El suelo del cuarto de baño, la sangre. Creo que incluso te vio cuando estabas intentando hacer que reviviera.

Zac: Estaba... tan afectado... Pero aun así me cuesta creer que Jess estuviera allí -se interrumpió bruscamente-. Pero ella no creerá... ¿No cree que yo soy el responsable...?

Ness: No sé lo que cree. Pero sé que deberías hablar con ella mañana a primera hora. Tienes que contarle toda la verdad. Ya es suficientemente adulta para conocerla.

Zac: Lo es. Absolutamente -sonrió débilmente-. ¿Sabes? Me encanta cuando me hablas con ese tono de niñera estando desnuda -Vanessa rió para ocultar su confusión-. No sé cómo me las habría arreglado sin ti. ¿Cómo podré convencerte para que te quedes a mi lado?

Vanessa sacudió la cabeza. Por mucho que lo deseara, no podía quedarse a su lado. La Corte Real de Wynborough la estaba esperando.




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