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sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 3


Vanessa permanecía apoyada contra una de las paredes de la entrada de la prisión. Paredes que parecían cerrarse sobre ella, asfixiándola. Al igual que todas las otras veces que se había aventurado a trasponer la valla de la alambrada, la falta de aire, de luz, de libertad, le provocaba una sensación de ahogo. Pero era lo que había visto en la celda de Kane lo que más la había afectado, llenándole el corazón de terror.

La vista de aquella foto con el cuello de Brittany cortado y manchado de sangre reseca la había dejado temblando. Desde el día de su boda había sabido que Kane pensaba matar a Brittany, pero aquella imagen tan gráfica de sus intenciones había sido demasiado. Absolutamente insoportable. Y eso era lo peor: que le había llegado. La treta de Kane había funcionado. Ella había insistido en que no necesitaba protección, que podía enfrentarse sola a Kane, y lo cierto era que… no podía.

Zac tenía razón. Todas las investigaciones que había hecho sobre la mente criminal, todas las historias de horror que había recopilado para sus estudios… nada de todo aquello la había preparado para enfrentarse con aquella fotografía. Con aquella amenaza tan evidente dirigida contra la vida de su hermana.

Afortunadamente, Zac la había sacado de la celda para llevarla de vuelta a la entrada, encargándole a Charles que se ocupara de ella hasta que terminara de registrar las pertenencias de Kane. Apretó los dientes, maldiciéndose por su propia debilidad. Por lo menos, no se había desmayado…

Suspirando, miró a Charles. Incluso antes de haberla informado de la boda secreta de Brittany, aquel guardia parecía haberla tomado bajo su protección.

Charles: Siento todo lo que ha sucedido, profesora -le puso una mano en el brazo con gesto consolador-.

Ness: Gracias, Charles. De verdad.

Charles: Ese maldito Kane… ¿por qué tuvo que enredar a su hermana en todo esto?

Ness: No lo sé.

Desvió la mirada hacia el pasillo de entrada, cerrado por un rastrillo. A pesar de las quejas del director acerca de la falta de fondos, aquella prisión parecía completamente segura, impenetrable. No conseguía imaginarse cómo un preso había podido escapar. No sin contar con alguna ayuda del interior.

Ness: ¿Conocía usted bien a Kane, Charles?

Charles: ¿Conocerlo? -repitió con una mueca de asco-.

Ness: ¿Hablaba con él? ¿Llegaron a tener algún contacto?

Charles: No.

Ness: ¿Nunca?

Charles: Nunca.

Ness: ¿Y los demás guardias? ¿Llegó alguno a mantener un tipo de relación más o menos amable con él?

Charles: No que yo sepa.

Ness: ¿Es posible que alguno pudiera tener alguna razón para ayudar a Kane?

Charles: ¿Ayudarlo? -lo miró asombrado-.

Ness: Sí. Ayudarlo a escapar. Alguien que pudo haberlo ayudado a burlar el sistema de seguridad y saltar la valla, para que luego Brittany pudiera recogerlo.

Charles: Creo que se equivoca en sus suposiciones -repuso sacudiendo la cabeza-. Se fugó solo. Sin ayuda.

Ness: ¿Cómo? Me parece imposible que alguien pueda fugarse de aquí por sus propios medios.

Charles: Pues yo no puedo imaginarme a nadie moviendo un solo dedo para ayudar a ese monstruo. Pero quizá esté equivocado. Tampoco podía imaginarme que alguien pudiera casarse… -se interrumpió de pronto, ruborizado-.

Ness: Que alguien pudiera casarse con Kane -terminó la frase por él-. No se preocupe, Charles. Yo tampoco podía imaginármelo.

Resonaron unos pasos en el corredor, acercándose. Los guardias abrieron el rastrillo y salió Zac, con una caja de cartón en las manos, seguido del inspector Wiley y de los dos policías de uniforme.

Ness: ¿Has encontrado algo?

Zac: No mucho -respondió, antes de dirigirse hacia el mostrador. Cuando terminaron con los trámites, le preguntó-: ¿Estás bien?

Ness: Sí.

Zac recuperó su arma y se encaminó hacia la salida.

Zac: Me alegro. Porque ahora tenemos que ir a la comisaría.

Ness lo siguió hasta la puerta. Antes de que se marchara, Charles le dijo con una tímida sonrisa:

Charles: Pensaré sobre su pregunta, profesora. Y si se me ocurre alguien que pudiera haber ayudado a Kane, se lo haré saber.

Ness: Gracias, Charles.

Era difícil, pero quizá el guardia pudiera suministrarle una información útil. Esperaba que aquel viaje a la cárcel no hubiera sido una completa pérdida de tiempo.


Zac se pasó una mano por el pelo y miró a Vanessa. Se había dejado caer en una silla en la habitación contigua a la sala de reuniones de la diminuta comisaría de Grantsville, con la mirada clavada en el suelo. Seguía teniendo un aspecto lamentable, pero al menos su rostro había ganado algo de color desde que vio la mutilada foto de su hermana.

Se volvió para contemplar la sala de reuniones. Sobre la gran mesa había varios archivadores de cartón. Archivadores llenos de los informes que habían servido para encerrar a Kane la primera vez, junto con las correspondientes fotografías de cada escenario del crimen. Al menos no tendría ninguna necesidad de enseñárselos a Ness. No había nada que ella pudiera decirle acerca de esos casos que él no supiera ya.

Pero debía dejar de pensar en ella. Tenía trabajo que hacer y solo disponía de dos horas antes de que comenzara la reunión con el grupo de emergencia que se había constituido para tratar de capturar a Kane. Entró en la sala de reuniones y cerró la puerta a su espalda.

Wiley ya lo estaba esperando allí. Lo miró arqueando una ceja, pero no hizo comentario alguno sobre su decisión de mantener a Ness al margen. Al menos de momento. Poco después la puerta se abrió de nuevo y entró un hombre de pelo oscuro y complexión delgada. Al ver a Zac, un brillo de emocionada admiración asomó a sus ojos. Le tendió la mano.

**: John Rogers, comisario jefe de policía de Grantsville -se presentó-. Es un verdadero honor conocerlo.

Zac le estrechó la mano. Las diferentes reacciones que provocaba en las diversas autoridades de la policía nunca dejaban de sorprenderlo. Habitualmente su presencia era recibida con indiferencia y hasta con cierto desprecio. Pero había otros que veían a los agentes federales bajo una luz completamente distinta, como Rogers.

Zac: Lo mismo digo, jefe Rogers.

John: Por favor, llámeme simplemente Rogers. O John. Mi departamento solamente dispone de tres agentes a tiempo completo, yo incluido.

Wiley: Ya era hora de que viniera, Rogers -intervino visiblemente molesto-. Deje de hacerle tanto la pelota a Efron y siéntese. Tenemos trabajo que hacer.

Rogers obedeció sin rechistar. Al parecer el joven oficial se sentía intimidado por la superior autoridad de Wiley.

Una vez que estuvieron todos sentados a la mesa, Wiley se dirigió a Zac, señalando los viejos archivadores:

Wiley: He estado buscando el perfil que elaboró de Kane, pero no lo he podido encontrar.

Zac: No está escrito.

Wiley: ¿Por qué?

Zac: Queríamos evitar que pudiera ser filtrado a la prensa. Había muchos factores que podían ser instrumentalizados de manera sensacionalista. Además, solamente deseábamos hacer públicos ciertos detalles. Detalles que podían poner nervioso al asesino e incitarlo a que cometiera riesgos innecesarios, o incluso a que saliera a la luz. Si los periodistas hubieran accedido a un perfil en un informe por escrito, habríamos perdido toda nuestra ventaja.

Wiley: ¡Periodistas! Hemos montado una sala de prensa en Platteville. Con un poco de suerte podremos mantener controlados a todos esos vampiros -rebuscó en una de las cajas-. Entonces… ¿tendrá que elaborar un nuevo perfil completo? ¿No le llevará eso demasiado tiempo?

Zac sabía que no le costaría mucho reconstruir el original. Cada noche veía en sus pesadillas los rostros de las víctimas de Kane. Y no pasaba un día sin que pensara en ellas y en sus desconsoladas familias. Sacó el fajo de fotografías que había estado viendo en la celda de Kane.

Zac: Seguiré examinando las cosas que nos llevamos de la celda y revisaré los archivos. Habré terminado para cuando se reúna el grupo investigador.

Se concentró en las fotografías. La de la boda de Kane y Brittany. Las sensuales imágenes de Fiona Hamilton. Y volvió a experimentar la inquietud que lo había asaltado en la celda. Definitivamente, había algo raro en aquellas fotos. Algo que no encajaba…

Las dejó encima de la mesa y abrió el archivador más antiguo. Sacó una carpeta para examinar su contenido: eran fotografías de escenarios de crimen. Una de las víctimas parecía mirarlo con unos preciosos ojos azules de brillo apagado, sin vida. Ashley Dalton. Veinte años, con dos hermanas pequeñas, aficionada a la bioquímica. Su cuerpo mutilado presentaba una insoportable blancura a la luz del flash de la cámara. Tenía la larga melena rubia enredada y revuelta.

Continuó examinando más fotos. Poco a poco fue recordando los detalles más retorcidos de los crímenes de Kane, aunque nunca había llegado a olvidarlos. Formaban parte de su memoria, de su cerebro, de su persona. La mujer de la segunda carpeta era Diana Bertram, estudiante de postrado de psicología. Una joven preciosa. De ojos verdes, no azules. También rubia.

Eso era. Eso era lo que le había extrañado en las fotos de Fiona Hamilton. Su pelo oscuro. Kane prefería las rubias.

Wiley: ¿Ha visto algo, Efron?

Zac le mostró las fotografías que había estado viendo.

Zac: Todas las víctimas de Kane eran rubias. Ese era uno de los rasgos de identidad de sus crímenes. Una especie de firma. Mata rubias. Solamente rubias.

John: ¿Por qué? -inquirió extrañado-. ¿Acaso su madre era rubia o algo así?

Zac: Su madre no, aunque ella probablemente fue bastante culpable de la configuración de su personalidad. Desde que era niño comenzó a incubar rabia, odio, fantasías de violencia. Sabíamos que realizaba esas fantasías en animales pequeños que robaba a sus vecinos del barrio.

John: Entonces, ¿lo de su fijación por las rubias?

Zac: Meses después de que su madre muriera de cáncer, se casó con una rubia. Ella estaba en la universidad cuando se conocieron. Cuando ella empezó a tener aventuras con otros hombres, Kane comenzó a realizar sus fantasías de violencia en mujeres que se le parecían. Fantasías que siempre culminaban en el asesinato. Eso lo hacía sentirse poderoso. Poseedor de un control que no tenía en su vida normal. Cada vez que mataba a una joven universitaria, rubia, se podía imaginar a sí mismo dominando a la esposa que lo humillaba cotidianamente.

John: Hasta que acabó matándola también a ella.

Zac asintió con la cabeza. Casi podía oler el ocre olor de la sangre mezclado con el de los abetos y las lilas. Sangre fresca. Maldijo para sus adentros. Si hubiera sido más rápido, habría podido salvar a la primera esposa de Kane. Si hubiera logrado identificarlo y localizarlo antes.

Pero no había podido ser. Kane se le había adelantado por unas pocas horas.

El recuerdo de la atemorizada voz de Ness resonó en sus oídos. Bajó la mirada a la foto mutilada en la que aparecía con su hermana. No podía dejar que se le adelantara esta vez.

Wiley se había puesto a comparar las fotos de las víctimas con las de Fiona Hamilton.

Wiley: Así que no lo excitan las morenas.

Zac: No -repuso volviendo a la realidad-.

Wiley: Creo recordar que una vez leí algo en una de las cartas de esta Hamilton… acerca de que se teñía el pelo -pronunció frunciendo el ceño-. Quizá se lo teñía de rubio para él.

Zac buscó entre las cartas hasta encontrar aquella a la que se había referido el policía. La leyó en voz alta:

Zac: «Como puedes ver me he teñido el pelo para ti Derek. La lencería roja queda estupenda con el pelo oscuro, ¿no te parece?»

Wiley: Pero eso quiere decir que se tiñó de morena para él. De morena, no de rubia -dijo dando golpecitos con el bolígrafo en la mesa-.

Así era, efectivamente. Pero, para Zac, aquello carecía de sentido. Un asesino en serie jamás cambiaba su pauta de comportamiento, que se repetía hasta el infinito en cada crimen. Podía cambiar su modus operandi para ganar en eficacia o evitar que lo capturaran. Pero lo que no cambiaba era el tipo de satisfacción emocional y sexual que conseguía con cada asesinato. Kane se alimentaba del miedo de sus víctimas mientras se vengaba en ellas de la mujer que lo había humillado. De la ex mujer de melena rubia.

Zac: ¿Hay más fotos? ¿Alguna en la que Hamilton aparezca de rubia?

Wiley buscó entre las fotografías que se habían llevado de la celda de Kane.

Wiley: Sí. Este retrato -y se lo tendió-.

En la imagen, Fiona Hamilton lucía una melena rubia platino. Llevaba un traje muy elegante. Zac maldijo para sus adentros. No lo entendía. Kane no podía haber cambiado su pauta de comportamiento. Pero, si no lo había hecho, ¿por qué le había pedido a Fiona Hamilton que se tiñera de morena?

Zac: Brittany.

Brittany era una morena natural, como Ness, pero llevaba años tiñéndose el pelo de rubio, al menos desde que la conocía Zac. Recogió de la mesa la foto de su boda y la mutilada. En ambas Brittany tenía el cabello rubio platino, en tirabuzones que le caían sobre los hombros. Si la preferencia de Kane había cambiado hacia las morenas, ¿por qué se había casado con una rubia apenas un mes atrás?

A no ser que Brittany, como Fiona Hamilton, ya no fuera rubia.

Zac se concentró entonces en la fotografía mutilada, fijándose en Ness. En su confiada sonrisa de felicidad, en los ositos de peluche que se amontonaban en el banco del vestíbulo. Se le encogió el estómago.

Zac: Tal vez la profesora Hudgens pueda servirnos de ayuda, después de todo -se levantó para dirigirse hacia la puerta-.

A su espalda, Wiley murmuró algo y lanzó su bolígrafo sobre la mesa. Zac ignoró su evidente gesto de desaprobación.

Al verlo, Vanessa se levantó de su silla como un muelle.

Ness: ¿Habéis encontrado algo? -inquirió desesperada-.

Zac: ¿Te importaría pasar, por favor?

Asintió en silencio. Justo cuando estaba entrando, Zac le puso suavemente una mano en la espalda. No pudo evitarlo. Era un gesto automático, que había repetido mil veces antes. Cuando todavía estaban juntos. Cuando todavía había tenido derecho a tocarla.

El sedoso tacto de su suéter le provocó una sensación de cosquilleo en la punta de los dedos. El calor de su piel pareció atravesar la tela. La sintió tensarse bajo su contacto, pero no lo miró. En silencio, ocupó su asiento libre ante la mesa.

¿Qué diablos estaba haciendo? No tenía ningún derecho a tocarla. Había renunciado a ese derecho hacía dos años. Había renunciado a todo tipo de derechos sobre ella para mantenerla a salvo del mismo tipo de maldad que ahora la acechaba.

Cerró la puerta y se sentó a su lado. Vio que estaba mirando el fajo de carpetas que estaba apilado sobre la mesa. Una fotografía asomaba fuera de una de ellas. La cara de una de las víctimas de Kane la estaba mirando. Rubia, pálida, con unos ojos sin vida…

Zac se apresuró a guardar la foto y apartó las carpetas. Lo más lejos posible de Ness.

Zac: Me gustaría hacerte algunas preguntas.

Ness: Adelante.

Zac: ¿Se ha cambiado Brittany el color del pelo recientemente?

Ness arqueó las cejas, claramente sorprendida por la pregunta.

Ness: Sí. Ha vuelto a su color natural.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Después de la boda. Hará unas tres semanas.

Wiley cesó de dar golpecitos con su bolígrafo por primera vez desde que Ness entró en la habitación.

Wiley: ¿Así que ahora es morena?

Ness: Su pelo tiene más o menos el mismo color que el mío.

Zac asintió. Y muy parecido al de Fiona Hamilton.

Zac: ¿Te dijo por qué se lo cambió?

Ness: Oh, sí, desde luego. Me dijo que a Kane le gustaba lo más natural posible. Que le encantaba su color natural de pelo.

A Zac se le encogió el estómago al imaginarse a Kane susurrándole aquellas palabras a Brittany, con su voz cargada de falso encanto. Y a juzgar por la expresión de Vanessa, ella también estaba sintiendo náuseas.

Wiley: ¿De modo que le pidió que dejara de teñirse el pelo y se quedara morena? -intervino-.

Ness: Eso es lo que a mí me dijo Brittany -miró a uno y a otro, asombrada-. Pero… ¿se puede saber a qué viene tanto interés por su color de pelo?

Zac: Parece que Kane ha cambiado sus preferencias -le explicó-. De rubias a morenas. Y en el lapso de unas pocas semanas. Al parecer, a Fiona Hamilton le pidió que se tiñera de morena.

Ness: La mujer de la lencería roja.

Zac: Sí.

Ness: Y todas las mujeres que había matado antes eran rubias, ¿verdad? Eso formaba parte de su pauta de comportamiento. Era una señal de identidad suya.

Zac: Exacto.

Ness: ¿Y eso qué quiere decir?

Zac soltó un suspiro de frustración.

Zac: Eso es precisamente lo que estamos intentando averiguar. Un asesino en serie no cambia de pautas así como así. No tiene sentido. A no ser…

Ness: ¿A no ser qué?

Zac miró la larga melena oscura de Ness. Era una melena brillante, que olía a lavanda. Una melena que recordaba muy bien derramándose sobre sus dedos, o sobre la almohada de su cama…

Zac: ¿Alguna vez le hiciste algo a Kane que él pudiera tomárselo a mal? ¿Algo que pudiera ponerlo furioso? -El sobresalto que experimentó Ness no le pasó desapercibido. Agarrándola de un brazo, la obligó a que lo mirara-. ¿Qué sucedió, Ness?

Ness: Hace unos cuatro meses… publiqué un artículo en una revista académica. Un artículo sobre Kane, aunque no lo cité por su nombre. No entiendo cómo pudo conseguir una revista así en la prisión, pero lo leyó. Se enfadó mucho conmigo. No le gustó lo que escribí sobre él.

Zac: ¿Qué fue lo que hizo?

Ness: Tenía un encuentro más con él para el libro en el que estaba trabajando. Primero accedió a verme, pero luego se negó a responder a cualquier pregunta. Se limitó a mirarme fijamente.

Cerró los ojos, llevándose una mano a la boca. Estaba pálida como la cera.

Zac: ¿Qué más, Ness?

Tragó saliva y abrió los ojos, aferrándose a su mirada como si fuera su tabla de salvación.

Ness: Fue entonces cuando empezó a contestar a las cartas de Brittany. Cuando empezó a cortejarla.

Un horrible escenario se dibujó en la mente de Zac. Kane realizaba sus fantasías de violencia con mujeres para satisfacer sus deseos de venganza. Escogía víctimas que tuvieran el mismo color de pelo que la mujer que lo había humillado. Luego preparaba su juego. Soltaba a su víctima en algún bosque aislado y le daba caza, hasta que la cortaba desde el cuello hasta la pelvis, abriéndola en canal. Con cada mujer que asesinaba, se imaginaba que poseía y dominaba a la mujer que lo había mortificado: el verdadero objeto de su odio.

Pero, en esa ocasión, mucho se temía que el verdadero objeto de su odio… era la propia Ness.




Oh my God, oh my God, oh my god!!! ¡Esto va mal, esto va jodidamente mal!

Apuesto a que estaréis sumamente asustadas e inquietas, porque así es como deberíais estar...

¡Gracias por los coments!
A ver si veo alguno más.
¡Un besi!


jueves, 27 de junio de 2013

Capítulo 2


Zac plantó su firma en el documento sin mirarlo siquiera. Sabía lo que decía ese papel. Había tenido que firmarlo muchas veces durante los años que llevaba en el FBI. Firmarlo y entregar su arma. Cada vez que se había aventurado en los pabellones de celdas de una prisión de máxima seguridad. Hacia donde se dirigía con Ness en aquel preciso momento.

Miró a Ness, firmando a su lado en la oficina. Tomó el bolígrafo con dedos temblorosos. Había realizado entrevistas en la prisión, pero dudaba que hubiera pasado más allá de las zonas de visita. El documento contenía una ominosa cláusula: que en el caso de que se produjera un motín y fueran tomados como rehenes, las autoridades de la cárcel no moverían un dedo para salvar sus vidas. No habría negociaciones. Ni conversaciones. Ni besos de despedida.

Le habría gustado no haberla puesto en aquella situación. Pero ella estaba en lo cierto. Necesitaría de todos los recursos que tuviera a su disposición para atrapar a Kane, incluso aunque uno de esos recursos fuera la propia Ness. No había otro remedio.

Se volvió hacia el guardia que estaba esperándolos para acompañarlos hasta la celda de Kane. Cuanto antes terminaran de registrar sus cosas, antes podrían salir de aquel maldito lugar. Y empezar la búsqueda del asesino en serie.

Zac: Vamos.

Tras asentir con la cabeza, el guardia se dirigió a Vanessa:

Charles: ¿Lista, profesora?

Ness: Adelante, Charles.

Empezaron a caminar por el pasillo principal.

Zac: Antes de que lleguemos a la celda, quiero advertirte de algo.

Ness: ¿Advertirme de qué?

Zac: No sé lo que vamos a encontrar en la celda de Kane. Probablemente lo que él haya querido que encontremos. Y Kane es un maldito canalla. Probablemente nos tenga reservada alguna desagradable sorpresa.

Ness: Lo soportaré -alzó la barbilla-.

Zac: Eso espero. Porque si te he traído aquí, ha sido en contra de mi propia voluntad.

Ness: Necesitas de toda la ayuda que puedas conseguir, Zac. Para salvar la vida de Brittany.

Zac: Es la única razón por la que estás ahora aquí, Ness. Créeme.

Después de caminar durante lo que les pareció una eternidad, Charles se detuvo para introducir su tarjeta en un panel y abrió el último rastrillo. Ya estaban en el primer pabellón de celdas de seguridad. Cuando pasaron, el rastrillo volvió a cerrarse a su espalda. Un abominable eco resonó en el edificio de dos pisos.

Zac nunca había visitado aquella prisión antes, pero se parecía demasiado a las otras que había conocido. Un largo pasillo rodeado de celdas, a dos alturas. Un gimoteo de murmullos, gritos y abucheos se alzó cuando entraron. Sintió que Ness se tensaba a su lado, y le rodeó los hombros con un brazo en un gesto automático.

Entre las salas abiertas de las duchas, en el centro mismo de la estructura, una escalera de acero conducía al segundo piso. Siguieron a Charles. Sus pasos resonaron tétricamente en los escalones. Arriba había dos policías de uniforme. Las celdas de aquella sección habían sido evacuadas.

Dos hombres trajeados conversaban a la puerta de la celda de Kane. El más alto llevaba un traje italiano, de chaqueta cruzada. Su aspecto no podía ser más pomposo. Zac supuso que debía de tratarse del director de la prisión. Al otro lo conocía, aunque no demasiado bien. La última vez que se vieron, Pete Wiley era uno de los inspectores encargados del caso en el que estaban trabajando. Por aquel entonces, Kane todavía era un sujeto desconocido. Por desgracia, y como muchos otros compañeros suyos, Wiley albergaba un gran resentimiento hacia el FBI. De manera que no era precisamente un ejemplo del modelo ideal de cooperación entre ambos cuerpos.

El inspector parecía inquieto y nervioso, como un niño deseoso de marcharse para jugar. O como un adulto sometido a una excesiva tensión, pensó Zac. El director sacudía su cabeza calva con gesto dramático. Su voz resonaba en el pasillo de celdas vacías.

**: … quizá todo esto haya sido para bien. Tal vez ahora el Departamento de Rehabilitación nos dé más dinero para mejoras y para pagar a más guardias de seguridad, en vez de canalizar los fondos federales hacia esas nuevas prisiones de Tennesee y Oklahoma, y esa supercárcel de máxima seguridad que…

Zac no podía dar crédito. La fuga de un asesino múltiple… ¿había sido para bien? Vio que Ness cerraba los puños, indignada. Estaban detrás del director, que aún no se había dado cuenta de su presencia.

Ness: ¿Qué diablos es eso de que «todo esto ha sido para bien»? -Ambos se volvieron hacia ella. Una desconfiada sonrisa se dibujó en los labios de Wiley-. Le presento al agente especial Efron -señaló con la cabeza a Zac-.

Cuando miró a Ness, arqueó las cejas con expresión de sorpresa, aunque luego pareció reconocerla… y desaprobar claramente su presencia allí.

Zac: Esta es Vanessa. Vanessa Hudgens -la presentó-.

Wiley: Sé quién es.

Zac no pudo menos que sorprenderse de la hostilidad de su tono. Era extraño. Hasta donde sabía, no habían tenido ocasión de conocerse. Era como si Wiley tuviera algo personal contra ella.

Una vez terminadas las presentaciones, el director se dirigió a Ness.

**: Siento mucho que su hermana se haya visto mezclada en esto, señorita Hudgens.

Ness: Gracias, director Hanson. Pero… ¿de qué estaban hablando cuando llegamos? ¿Por qué decía usted que «ha sido para bien»?

Zac disimuló una sonrisa. El director se puso colorado.

Hanson: Me temo que no me he explicado bien. Ha sido una desafortunada expresión. Pero algo grande tenía que pasar para que la Dirección de Prisiones se dignara a reconocer nuestro problema de financiación. Porque hasta ahora no me han hecho el menor caso -hizo un expresivo gesto con sus manos huesudas-. En mi opinión, la falta de esos fondos es el factor responsable de la fuga de Kane. El gobierno no puede seguir ignorando el problema por más tiempo.

Zac no pudo menos que irritarse. ¿Cómo podía aquel hombre ser tan insensible a las posibles consecuencias de una fuga que, en primera instancia, era responsabilidad suya?

Zac: Con Kane suelto, morirá más gente inocente. Comparado con eso, me cuesta mucho compadecerme de usted y de sus problemas de financiamiento, director.

Al menos aquel tipo tan presuntuoso tuvo la decencia de parecer avergonzado.

Hanson: Sí, por supuesto… yo solo estaba reflexionando sobre el hecho de que…

Zac: No hay mucho tiempo para eso -lo cortó mirando su reloj, y se volvió hacia Wiley-: Empecemos con esto de una vez.

El director lanzó a Zac una mirada de disgusto mientras se alisaba la chaqueta con gesto nervioso.

Hanson: Sí, bueno, tendrán que disculparme. Tengo que ocuparme de ciertos detalles administrativos. Buena suerte, agente especial Efron. Profesora Hudgens…

Zac: Gracias -pronunció irónico, dirigiéndose hacia la celda-.

Pero Wiley le impidió el paso, plantándose en el umbral.

Wiley: ¿Por qué está ella aquí, Efron?

Zac: ¿Tiene algún problema con la señorita Hudgens, Wiley? Como profesora de psicología que ha estudiado a fondo la personalidad de Kane, y hermana de su cómplice en la fuga, su asesoría resulta inestimable.

Zac no pudo evitar advertir la mirada de agradecimiento que le lanzó Ness. Una mirada que difícilmente se merecía. No le gustaba nada la idea de exponerla a la desagradable sorpresa que, a buen seguro, Kane les había dejado preparada. Solo podía esperar que, realmente, sus conocimientos y capacidades pudieran servirles de algo.

Frunciendo el ceño, Wiley entró en la celda, y Ness y Zac lo siguieron. El guardia que los había acompañado se quedó en la puerta.

La celda de Kane era pequeña, con un armario empotrado en una pared y una estantería en la otra. En la tercera pared había un servicio con un lavabo. Todo estaba inmaculadamente limpio y olía a desinfectante.

Zac: Kane siempre se ha caracterizado por su maniática compulsión por la limpieza -comentó-.

Ness: Sí, hablaba de eso a menudo -pronunció a su lado-. Limpiaba su celda varias veces al día. También decía que nunca había encontrado nada tan limpio y puro como la sangre fresca fluyendo… -le tembló la voz al recordarlo-.

Detectando su tono de temor; Zac apretó los dientes. Maldijo para sus adentros. La limpieza solo era una de las muchas compulsiones de Kane, de las fantasías de poder que ejercitaba con cada una de sus víctimas. La parte principal de sus fantasías era el miedo que lograba inspirar en ellas. Su pánico mientras les daba caza. Sus gritos mientras las asesinaba.

El muy canalla debió de haber disfrutado con el brillo de miedo que habría visto en los ojos de Vanessa cuando le habló de la sangre fresca. ¿Qué diablos habría pretendido al querer entrevistarlo? ¿Por qué habría decidido hacerlo?

Pero Zac conocía perfectamente la respuesta. Ness había querido entender por qué él la había abandonado mientras trabajaba con el caso de Kane, por qué había roto su compromiso poco tiempo después de aquello. Y se había ido a ver a Kane para buscar respuestas.

Él mismo la había puesto en manos de Kane. Y en aquel momento estaba a punto de iniciarla aún más en el sórdido laberinto de su personalidad, en su tortuosa y retorcida mente. En el mundo del dolor, del miedo y del mal.

Se dedicó a examinar la celda. Debajo de la estantería había un pequeño escritorio, con fajos bien ordenados de cartas y revistas. Miró a Wiley.

Zac: ¿Ha registrado alguien esto?

Wiley: No. Cuando me enteré de que usted estaba en camino, pensé que era mejor esperar. Por nada del mundo habría querido entorpecer su delicada labor.

Zac ignoró la burla y abrió una de las revistas. Ness echó un vistazo por encima de su hombro. Pornografía sadomasoquista.

Zac: ¿Cómo pudo conseguir esto Kane? -se volvió hacia el inspector-.

Wiley hojeó la revista con una mueca de disgusto.

Wiley: A escondidas, supongo. Probablemente se la pasaría su hermana -añadió con tono venenoso, mirando a Vanessa-.

Zac se tensó. Definitivamente, Wiley tenía algún problema con Ness. Y fuera el que fuera, no estaba dispuesto a aguantarlo más. Pero antes de que pudiera replicar algo, ella se le adelantó:

Ness: Evidentemente no tiene usted ni la menor idea de lo que está diciendo, inspector. Brittany jamás habría tenido que ver con una porquería semejante.

Wiley: Pero se casó con Kane, ¿no? -repuso encogiéndose de hombros-.

Ness: Sí. Se casó después de que Kane la convenciera de que su amor había hecho de él una mejor persona. Pero dudo que hubiera tenido éxito con aquella farsa de haberle mostrado estas revistas.

Zac pensó que, sin lugar a dudas, Ness sabía defenderse perfectamente. Y a su hermana también. Dejando a un lado la pornografía, se puso a revisar las cartas. Conforme las leía se las iba pasando a Ness. En su mayor parte procedían de Brittany. Largos mensajes en los que le declaraba su amor, afirmando no creer en nada de lo que se decía sobre Kane… y albergando un amargo resentimiento hacia su hermana mayor.

«Ella siempre tiene que tener razón, siempre tiene que ser mejor que yo. La Profesora Sabelotodo se cree tan lista…».

Al propio Zac le dolían aquellas palabras. La envidia era probablemente algo normal en una joven con tantos problemas como Brittany. Pero sabía que Ness no interpretaría aquellos ataques como un simple fruto de los celos. Sabía que sufriría. Y mucho. Apretando los dientes, continuó pasándole las cartas.

Ness se mordió el labio inferior mientras las leía, procurando disimular su reacción. Pero le brillaban sospechosamente los ojos.

Zac se ocupó del siguiente fajo de cartas. Para su alivio, no procedían de Brittany, sino de una mujer llamada Fiona Hamilton. Si la letra de Brittany era infantil, de caracteres redondos, ingenuos, aquella era en cambio enérgica y angulosa. Su contenido, sin embargo, era similar. Declaraciones de amor. Promesas de planes futuros, planes para la salida de Kane de la cárcel…

Zac: ¿Qué es lo que se sabe de Fiona Hamilton? -le preguntó a Wiley-.

Wiley: Viuda. Heredera de la fortuna de su maridito. Visitaba regularmente a Kane. En estos momentos la policía se dirige hacia su casa.

Zac asintió. Después de tenderle a Vanessa el último fajo de cartas, se concentró en los pocos objetos que todavía quedaban en su escritorio. Había un portafotos de platino, probablemente de Brittany, y unos cuantos cigarrillos sueltos. De repente, en uno de los pequeños cajones, descubrió unas fotografías. La primera era el retrato de la boda de Kane y Brittany. La novia llevaba un vestido blanco, largo, lleno de encajes, y el novio el mono reglamentario de la prisión. El contraste no podía ser mayor.

Ness se acercó para ver las fotos… lo suficiente para que Zac volviera a aspirar su delicioso perfume a lavanda. La sintió tensarse justo en el instante en que vio la imagen de su hermana con Kane.

Zac se apresuró a cambiar de foto. Las tres siguientes eran instantáneas de una atractiva morena posando seductoramente con un conjunto de lencería roja, liguero y medias negras. De pronto, experimentó una sensación muy extraña. Algo no encajaba en aquellas fotos. Algo que no conseguía identificar. Dio la vuelta a la última fotografía y leyó la frase que estaba escrita: ¡Disfruta! Tu amor, Fiona.

Seguían otras fotografías de varias rubias, mujeres probablemente atraídas por el aura de peligro y de notoriedad de Kane. Mujeres que nunca llegaría a comprender. Hasta que llegó a la última.

Era una instantánea de Brittany y de Vanessa en el vestíbulo de la casa de esta. Estaban sentadas en el banco, rodeadas de ositos de peluche, sonriendo. Pero la foto estaba estropeada. Un preciso corte de cuchilla atravesaba la imagen de Brittany, desde el cuello hasta su pelvis. Y unas gotas resecas de un líquido espeso y pardo oscurecían su dulce sonrisa. Gotas de sangre.

Ahogando una exclamación, Ness tuvo que apoyarse en él. Zac volvió a guardar las fotos y la abrazó, maldiciendo para sus adentros. Eso era precisamente lo que tanto había temido que sucediera. Kane jamás habría dejado pasar la posibilidad de transmitirles el mensaje claro y explícito de su amenaza.

La sintió temblar violentamente. Respiraba con rapidez, como si se estuviera ahogando. Estrechándola con fuerza entre sus brazos, le susurró al oído:

Zac: Ness, piensa que este es precisamente el juego de Kane. Manipular, controlar, dominar. Adivinó que vendrías a la prisión conmigo, y que buscarías entre sus cosas. Puso a propósito esa foto ahí para que la vieras. Para hacerte daño. Para asustarte. No le des ese gusto. Agárrate fuerte a mí. Respira profundo…

Ness hizo lo que le decía, y poco a poco se fue tranquilizando. La miró. Su rostro en forma de corazón tenía una palidez mortal, pero al menos no iba a desmayarse.

Zac estaba furioso. Con Kane, con Brittany. Y, sobre todo, consigo mismo. Sabía que Ness era fuerte, pero no tanto como para soportar las retorcidas artimañas y manipulaciones de Kane. ¿Cómo podía una persona normal soportar una abierta amenaza sobre un ser amado? ¿Cómo podía una persona normal enfrentarse a un mal semejante?

Zac: Voy a sacarte de aquí -le espetó-.

Ness: No -negó enfáticamente con la cabeza-. Estoy bien. Yo…

Zac: No estás bien. No debí haberte dejado venir. Vámonos ahora mismo.

Y la hizo salir de la celda. Prácticamente ya lo habían registrado todo, y Ness no había recordado una sola cosa que hubiera podido serviles de pista para localizar a Kane. No había encontrado, por arte de magia, las respuestas que él había estado buscando.

De modo que había arriesgado su tranquilidad de espíritu… para nada.




Esto va de mal en peor... =S
Aunque lo bueno es que se nota que Zac quiere mucho a Ness. Lo único bueno, de momento.

¡Gracias por los coments!

Espero que os esté gustando mucho la novela. Creo que es la mejor de todas las que tengo. Ya os daréis cuenta más adelante.

¡Comentad!
¡Un besi!


martes, 25 de junio de 2013

Capítulo 1


Vanessa contemplaba las imágenes que se iban sucediendo en los informativos de las diez de la noche. La alambrada de una valla brillando al sol. Una celda vacía. La voz del locutor resonó en su cerebro como una condena a muerte: Derek Kane se había fugado de la cárcel.

Brittany. Se le cerró la garganta.

Todavía podía escuchar sus palabras durante el día de la boda, un mes atrás: «hasta que la muerte nos separe». Kane iría directamente a por ella. Y una vez que la atrapara, la mataría. De eso Vanessa no tenía ninguna duda.

Se levantó y fue a la cocina. Estaba en bata. Se disponía a acostarse cuando los informativos dieron la noticia. Dormir era ya imposible. Al menos hasta que Kane volviera a estar entre rejas, y Brittany a salvo. Descolgó el teléfono de la cocina. Con dedos temblorosos, marcó el número de su hermana.

Esperó, rezando fervientemente para que estuviera en casa. Pero no estaba. Tenía que vestirse. Y salir a buscar a Brittany antes de que Kane se le adelantara.

Subió la escalera, descalza, apartando los ositos de peluche que se apelotonaban en el vestíbulo y los escalones. De repente, sonó el timbre de la puerta. Se quedó paralizada, sin aliento. ¿Sería Brittany? ¿O la policía?

Bajó de nuevo las escaleras y mró por la mirilla de la puerta. Se le aceleró el corazón. Cerrándose la bata con una mano, descorrió el cerrojo y abrió. Zac la estaba mirando desde el oscuro umbral, con el rostro apenas iluminado por la luz del porche.

Hacía dos años que no lo veía, dos largos años, y jamás había imaginado que se alegraría de volver a verlo. Pero se alegraba. Zac clavó en ella su mirada azul cielo.

Zac: Ya lo sabes, ¿verdad?

Vanessa sintió una punzada de pánico. No había tiempo que perder.

Ness: Lo he visto en las noticias. Tenemos que localizar a Brittany.

Zac: Maldita sea… No quería que te enterases así.

Sacudió la cabeza, frustrada. Lo de menos era la manera en que se había enterado.

Ness: Tenemos que encontrar a Brittany antes de que lo haga Kane. La matará. Sé que la matará. Tenemos que apresurarnos. No ha contestado al teléfono.

Pero Zac no se movía. Su expresión la inquietaba. Sí, sabía algo. Algo que no había salido en los informativos. Algo horrible. Abrió la boca, pero no fue capaz de hablar.

Zac la tomó entonces de un brazo, como preparándola para lo peor.

Zac: Brittany está con él. Creemos que lo ha ayudado a fugarse.

La cabeza empezó a darle vueltas. Kane ya estaba con Brittany… Lo había ayudado a fugarse, y ahora era su prisionera. «Hasta que la muerte nos separe». Le flaquearon las rodillas. Zac la ayudó a sentarse en el banco del vestíbulo.

No, no podía ser verdad. Si Kane tenía a Brittany consigo, ya era como si estuviera muerta.

Ness: Brittany no puede estar muerta. No puede estarlo. Solo…

Zac: Ness -la interrumpió-. No sabemos si lo está. Yo no lo creo -añadió, inclinándose sobre ella, con el rostro muy cerca del suyo-.

La esperanza aleteó por un instante en su corazón al escuchar aquellas palabras. Zac conocía a Kane mejor que nadie. Por eso el FBI lo había enviado allí: para encontrar al asesino y salvar a Brittany.

Ness: Entonces tenemos que localizarla ahora mismo -se esforzó por levantarse, pero él se lo impidió-.

Zac: La localizaremos. Pero primero tienes que vestirte. Un agente de Grantsville está de camino hacia aquí para recogerte. Tendrás que ir con él a la comisaría de policía y responder a unas cuentas preguntas.

Ness: ¿Grantsville? -reconoció el nombre: era un pequeño pueblo situado a un tiro de piedra de la prisión. Lo que no entendía era el tipo de ayuda que podría aportar una comisaría de proporciones tan modestas-. No tengo tiempo. Tenemos que encontrar a Brittany. Se nos acaba el…

Zac: Ness. Mírame.

Se obligó a mirarlo. Era un rostro que reflejaba fuerza, confianza, decisión. Un rostro que, hasta hacía apenas unos minutos, no había querido volver a ver nunca más.

Zac: La encontraremos, Ness. Detuve a Kane una vez antes, y volveré a hacerlo ahora. Haré todo lo que esté en mi poder para devolverte a Brittany viva. Te lo prometo.

Las promesas de Zac. Cerró los ojos para no verlo. Para no ver aquellos ojos fascinantes, aquella barbilla cuadrada, decidida. Eran muchas las promesas que había roto en el pasado. Pero aquellas habían sido promesas personales: de matrimonio, de familia. Esa, en cambio, tenía que ver con su trabajo. Y era de vida o muerte. Sabía que la cumpliría.

Ness: ¿Qué piensas hacer?

Zac: Cuando llegue el agente, me iré para la cárcel. Quiero examinar los objetos personales de Kane, todo lo que haya dejado atrás. Cualquier cosa que pueda darme una idea del lugar al que se dirige y de lo que anda planeando. Después iré a buscarte a la comisaría. El grupo de trabajo se reunirá allí.

Ness: Te acompañaré a la cárcel -al adivinar su reacción, insistió-. Yo puedo ayudar, Zac. Mis conocimientos sobre la personalidad de Kane pueden ser muy útiles.

Zac: Acompañarás al agente y contestarás a todas las preguntas que se te hagan. Así es como mejor podrás ayudarnos. No hay ninguna necesidad de que vayas a la cárcel.

Ness: Pero la policía también tendrá que ir a la prisión, ¿no? Allí podré responder a sus preguntas. Necesito ir.

Zac la miró con expresión sombría, apretando la mandíbula. Vanessa se enfureció. Había visto esa expresión incontables veces antes. Cuando estuvieron prometidos en matrimonio. Cuando rompió su compromiso. Y cuando la expulsó de su vida. Procuró hacer a un lado aquel antiguo resentimiento para concentrarse en argumentar de modo razonable.

Ness: He dirigido un estudio sobre psicología criminal. Durante el año pasado, he estado decenas de veces en distintas prisiones, visitando a Kane y a otros presos. He…

Zac: No puedo consentir que te sumes a la persecución de un asesino en serie. Ni siquiera aunque tu hermana esté con él. Es demasiado peligroso.

Vanessa suspiró, frustrada. No tenían tiempo para ponerse a discutir.

Ness: Maldita sea, Zac -se levantó-. Antes solías permitir que te ayudaran los familiares de las víctimas. Me acuerdo perfectamente.

Zac: Esta vez no -replicó con tono rotundo, definitivo-.

Pero un extraño brillo irradió en sus ojos. Un familiar brillo de ternura, de protección.

Vanessa cerró los puños, deseosa de agarrarlo por las solapas del traje. Pero en lugar de ello, apretó los dientes y recordó las palabras que le había dirigido la noche en que rompió su compromiso. La noche en que destrozó sus sueños.

Ness: Increíble. Sigues empeñado en protegerme de la maldad del mundo, ¿verdad?

De espaldas a ella, Zac se tensó. No dijo nada. No se defendió. Desde la noche en que le espetó que no podía casarse con ella, se había impuesto el silencio como penitencia, como castigo por el dolor que le había infligido. Un castigo que se merecía.

Pero ella no quería castigarlo. Quería que comprendiera.

Ness: No necesito tu protección. Ya conozco a Kane, lo he entrevistado. Y Brittany encontró tan fascinante mi trabajo… que se casó con él. Ahora estoy metida de lleno en esa maldad, en esa suciedad que tú me quieres impedir ver. Y probablemente esté tan manchada y hundida en ella como tú.

Zac: Tal vez lo creas así, pero no es verdad. Todavía no. Y no pienso responsabilizarme de que te hundas más. No voy a llevarte conmigo.

Vanessa se contuvo de espetarle una cáustica respuesta, porque sabía que con ello no conseguiría nada. Tendría que arreglárselas sola. Brittany la necesitaba. Y no dejaría que nadie, y menos que nadie Zac Efron, se interpusiera en su camino.

Ness: Muy bien. Me voy a la prisión. Si la policía quiere hacerme preguntas, que me busque allí. O que me detenga -y, cerrándose la bata, subió apresuradamente las escaleras-.

Zac maldijo entre dientes. Mientras oía a Ness subir los escalones, miró a su alrededor. Su colección de ositos de peluche invadía la caja de escalera y el banco del vestíbulo. Aquellos muñecos parecían mirarlo con expresión acusadora. Volvió a maldecir para sus adentros. ¿Cómo había podido esperar que aquel reencuentro saliera bien? Que Ness quisiera y necesitara ayudarlo a rescatar a hermana no le sorprendía lo más mínimo. Pero había esperado que se conformara con ir a la comisaría de policía y responder a las preguntas que le hicieran. Tenía que habérselo imaginado.

Resignarse a responder a unas cuantas preguntas no era propio de Ness. Debería haberlo previsto, haber hecho algo, cualquier cosa con tal de disuadirla de la idea de visitar la prisión. Pero no había hecho nada. Abrió la puerta y salió al porche. La luz de la luna se derramaba sobre las hojas de los robles, arrancando reflejos a las gotas de rocío que salpicaban el césped. Le llegó un delicioso aroma a lilas, mezclado con el fresco y penetrante olor del abeto. Los familiares aromas de la primavera de Wisconsin, que impregnarían su memoria para siempre…

Pero, en su recuerdo, aquellos dulces aromas eran imposibles de separar del acre olor de la sangre, del hedor de los cadáveres y de las maldades de Derek Kane. Esa era la realidad de su vida. Sangre, cadáveres y un asesino suelto. Nada de céspedes bien cuidados. Nada de ositos de peluche. Y, ciertamente, nada de mujeres como Ness.

Cerró los ojos, intentando resistirse a su maravilloso aroma a lavanda, al exquisito timbre de su voz, a las deliciosas curvas de su esbelta figura que aquella bata no había logrado esconder… Maldijo una vez más. Él había sido quien había metido a Derek Kane en su vida. Él había infectado su tranquila y saludable existencia con el mal. De no haber sido por él, Ness no habría conseguido aquel empleo en la Universidad de Wisconsin, de modo que no se le habría ocurrido incluir a Kane en su estudio. Y su hermana no se habría casado con aquel monstruo para ayudarlo a escapar.

Él había contaminado su vida. Y ahora era muy probable que Brittany terminara pereciendo en las manos de Kane. Y, con ella, la propia Ness. La culpa lo estaba devorando por dentro. Si no hubiera aceptado aquella misión en la unidad de perfiles criminales del FBI… Si no hubiera hecho aquel primer viaje a Wisconsin para buscar al desconocido que andaba secuestrando y matando jóvenes… Si nunca hubiera llegado a obsesionarse con la retorcida mente de Kane, hasta conocerla tan bien como la suya propia y ensuciándose en el proceso… Si todo eso no hubiera sucedido, en aquel momento Vanessa y él estarían felizmente casados. Y Brittany se encontraría a salvo.

Pero no podía cambiar el pasado, ni las decisiones que había tomado. Cambiar el rumbo de su carrera habría significado liberar a los asesinos que había ayudado a encarcelar. Liberarlos para que pudieran atentar contra más vidas inocentes. Y sabía que no podría vivir con eso en la conciencia. No a cambio de su propia felicidad personal. Ni siquiera por la de Ness.

Salió del porche y se dirigió hacia su coche de alquiler. No podía retroceder en el tiempo ni cambiar el pasado. Lo único que podía hacer era su trabajo. Encontrar a Kane antes de que asesinara a Brittany, antes de que pudiera matar a alguien más.

Y al mismo tiempo, haría todo lo posible por proteger a Ness. Tanto si le gustaba como si no.

Una vez vestida con unos pantalones y un suéter de algodón, Vanessa entró en el garaje y pulsó un botón iluminado. La puerta automática empezó alzarse lentamente. Mientras lo hacía, los faros de un coche situado justo detrás iluminaron su oscuro interior. Se volvió alzando una mano, cegada por la luz. Era Zac.

Zac: Sube a mi coche, Ness. Te llevaré a la cárcel.

Así que Zac había cambiado de idea… Su capacidad de asombro se estaba colmando por momentos. Pero, conociéndolo, su decisión de llevarla a la cárcel en el último momento debía de responder a un astuto cambio de estrategia. Indudablemente había decidido que, estando con ella, la protegería mejor de cualquier peligro que pudiera acecharla.

Pero el primer paso, el de convencerlo de que la llevara a prisión, estaba dado. Ahora tendría que utilizar los cuarenta y cinco minutos que duraría el trayecto en persuadirlo de que no necesitaba su protección. Y de que, además, podría serle de gran ayuda.

Pulsó nuevamente el botón del garaje. Una vez que la puerta volvió a cerrarse, subió al coche de Zac.

Su aroma familiar la hizo estremecerse… y recordar. La memoria de un tiempo en que había encontrado consuelo y calor en aquel aroma, en aquel cuerpo. Pero aquel tiempo se había ido, junto con el amor que en el pasado habían compartido. Junto con los planes que habían concebido para el futuro.

Apretó los dientes, dejándose llevar por la furia. Lo prefería. Prefería la furia a la tristeza, a la lamentación por lo que había perdido. Y al recuerdo de la traición de Zac. La furia la mantendría concentrada, alerta, decidida. Eso era lo que necesitaba si quería ayudar a Brittany.

Zac metió la marcha atrás, salió del sendero de entrada y enfiló hacia la autopista. En ningún momento la miró. Tenía una expresión dura, sombría, como si estuviera preparándose mentalmente para los argumentos que sabía que iba a utilizar con él, y se hubiese prometido no ceder.

Por supuesto, probablemente sabría ya lo que ella estaba pensando. Después de todo, se habían conocido cuando Vanessa era todavía una estudiante universitaria y él un agente primerizo del FBI. Y, tras ocho años de noviazgo, Zac sabía perfectamente cómo funcionaba su mente. Y lo muy terca y decidida que podía llegar a ser.

Ness: Necesito que me pongas al tanto de todo, Zac.

Zac: No sé nada más que lo que te he dicho ya, Ness…

Ness: Pero si supieras más, no lo compartirías conmigo.

Zac: Efectivamente. -Vanessa soltó un suspiro de frustración-. ¿Qué esperas? ¿Acaso que te dé los detalles más peligrosos?

Ness: Esta vez, esos detalles peligrosos son mi vida, Zac. O la de Brittany, que es lo mismo… -se interrumpió. Sabía que era inútil. Zac estaba decidido a llevarla a prisión, pero solo para evitar que se pusiera a indagar por su cuenta. Cerró los puños sobre el regazo-. ¿Crees acaso que es mejor que me entere de todos los detalles del caso cuando algún autor de novelas policíacas escriba sobre ello? ¿Es entonces cuando me enteraré de alguna pieza crucial de información que pudo haberme ayudado a encontrar a Kane? ¿Podrá salvar eso la vida de Brittany?

Por primera vez desde que Vanessa se subió a su coche, Zac se volvió para mirarla. Ceñudo, su rostro era más fino y anguloso de lo que recordaba. No dijo nada.

La conocía, sí, pero ella también lo conocía a él. Y conocía el origen del dolor que lo torturaba. El sentido de la responsabilidad que lo atenazaba por dentro.

Ness: Nunca me perdonaría a mí misma si algo que yo supiese pudiera salvar la vida de Brittany… y no lo pusiera en práctica. ¿Y tú, Zac? ¿Podrías perdonarte a ti mismo por ello?

Vio que reaccionaba como si lo hubiera abofeteado. Continuaba mirando hacia el frente, la mirada clavada en la carretera. Vanessa se inclinó hacia él, apoyando una mano en su brazo.

Ness: Déjame echar un vistazo a las cosas de Kane. Tal vez algún detalle me haga recordar algo. Algo que me dijo él, o que tal vez me contó Brittany… Déjame ayudarte. Antes de que sea demasiado tarde.

Zac: Ya veremos -pronunció al fin-.

Suspirando, Vanessa desvió la mirada hacia la ventanilla. No era exactamente una promesa. Pero era mucho más de lo que había esperado obtener en un principio. Y lo aprovecharía al máximo. Por el bien de Brittany y por el suyo propio.




Tenemos ante nosotras un nuevo caso de estupidez. Esta vez por parte de Zac, como la mayoría de veces XD, porque se cree que rompiendo con Ness la protege. Hombres... ¬_¬

¡Gracias por los coments!
Vamos mejorando y eso me pone contenta ^_^

Lau, no me crucifiques a la pobre Britt, que no es tonta. Solo ilusa XD

Espero que os vayan cuadrando más las cosas y no estéis confundidas.

¡Comentad!
¡Un besi!


domingo, 23 de junio de 2013

Prólogo


**: ¿Aceptas a esta mujer por legítima esposa…?

Vanessa Hudgens frenó en seco y abrió la puerta de golpe. A trompicones, bajó del coche y cruzó el aparcamiento a la carrera, hacia el Centro Correccional Grant.

Tenía que impedir ese matrimonio. No podía dejar que Brittany arruinara su vida de esa manera. Tenía que salvar a su hermana. Y se le estaba acabando el tiempo.

**: …para amarla y cuidarla…

El sol de la primera hora de la tarde arrancaba reflejos a la valla con alambrada que rodeaba el recinto. Vanessa no pudo estremecerse al verla. Si no hubiera sido por ella, Brittany nunca habría conocido a Derek Kane. Nunca habría proyectado en él la figura paternal que desde siempre había encarnado su padre. Y nunca se habría convertido en su voluntariosa víctima.

**: …por siempre y para siempre…

Dos guardias vigilaban la entrada. Vanessa se detuvo, esforzándose por dominar el pánico.

Ness: Hola, Charles -saludó al más corpulento de los dos-. ¿Llego tarde?

Charles: Ya han empezado, profesora -abrió la puerta y la dejó entrar-. ¿Qué es lo que la ha retrasado tanto?

Ness: El tráfico. Me he dado toda la prisa que he podido.

Y ni siquiera habría llegado de no haber sido por la llamada de Charles, avisándola de la boda.

Charles: Rápido, por favor.

Vanessa subió los escalones tras él. Después de hacerla pasar por un arco de detección de metales, Charles la guió hasta el amplio vestíbulo de entrada de la prisión.

**: …en la riqueza y en la pobreza…

Una guardia la cacheó exhaustivamente, incluidos los zapatos. Vanessa aspiró profundamente. Siempre tenía la sensación de ahogarse dentro de aquellos muros. Nunca parecía haber suficiente aire. Ni luz. El perfecto lugar para que un tipo como Kane se pasara el resto de su vida.

Por supuesto, ese era un pensamiento que no podía formular en voz alta. Como profesional que era, se suponía que debía apoyar los esfuerzos que estaba haciendo Kane para rehabilitarse. Se suponía que tenía que creer que, por medio del psicoanálisis podría llegar a superar su traumática infancia y dar un giro a su vida. Una parte de su ser deseaba incluso creerlo. Pero cada vez que pensaba en sus ojos azul hielo, o en su astuta sonrisa, no podía evitar un escalofrío. Y la sensación de un destino inminente y fatal.

Conocía el origen de aquella sensación. Zac había sembrado aquel prejuicio en su mente cuando describió, como agente del FBI, el perfil criminal de Kane. Cuando testificó en el juicio contra él. Cuando ayudó a que lo metieran en prisión. Zac. Siempre Zac.

**: …para bien o para mal…

Sacudió la cabeza. Aquel maldito discurso de los votos matrimoniales asaltaba su mente a traición. Tenía que llegar a tiempo a la capilla. Tenía que impedir aquella farsa. Una vez satisfechos todos los requisitos de seguridad, siguió apresurada a Charles. Atravesó el rastrillo, que volvió a cerrarse a su espalda. Ansiaba adelantar al guardia y echar a correr. Ansiaba agarrar a Brittany y sacarla de la capilla aunque fuese a rastras.

Ojala hubiera podido cambiar el pasado. Ojala Brittany no hubiese sido la chiquilla débil e indefensa que era. Ojala nunca hubiera incluido a Kane en su lista de casos a estudiar… Pero lamentándose no conseguiría ayudar a Brittany. Tenía que sacarla de allí y alejarla de Kane.

**: …en la salud y en la enfermedad…

Finalmente Charles se detuvo frente a una puerta lisa de acero, con el letrero de «Capilla».

Charles: Espero que no haya llegado demasiado tarde. Por el bien de su hermana -añadió antes de empujar la puerta-.

Vanessa lo siguió. Su hermana estaba en una esquina de la capilla. La melena de tirabuzones, de un rubio platino, le llegaba hasta los hombros. Su vestido de seda blanco no podía ser más aparatoso. Llevaba los labios pintados de un rojo vivo, en forma de corazón. Arqueó las cejas al verla.

Brittany: Vanessa.

Vanessa miró entonces al novio. Tenía un aspecto encantador, muy juvenil. Esbozaba una sonrisa conmovedoramente tímida y amable. Mirándolo, cualquiera habría pensado que sería el perfecto marido para una chica problemática como Brittany. Cualquiera menos Vanessa. Porque Derek Kane era un asesino. Un asesino en serie.

Se dirigió al altar, cerrando los puños. La mirada azul de Kane se encontró con la suya.

Derek: Hola, hermanita. ¿Has venido a darme la bienvenida a tu familia? -Vanessa no pudo evitar otro escalofrío-. ¿No? -su sonrisa se amplió-. ¿Por qué no? ¡No irás a decirme que estás celosa de tu hermana! ¿Has oído eso, Britt? Está celosa de ti -se volvió hacia su pareja, radiante-.

Vanessa sentía náuseas. Quería pensar que todas las personas eran reformables, curables. Pero viendo la glacial mirada de Kane, sabía que no. Zac tenía razón. Un hombre como Kane nunca cambiaba. Manipulaba, aterrorizaba, mataba… pero nunca cambiaba.

Y precisamente había encontrado la táctica perfecta para manipular a su hermana.

Derek: Admítelo, hermanita -le dijo en aquel momento-. Brittany ha triunfado donde fracasaron tantos años de tratamiento psicológico. Su amor ha hecho de mí una mejor persona. Una buena persona. Ella es mi media naranja. Y tú has llegado demasiado tarde para poder cambiar eso -le hizo un guiño-. Brittany y yo ya somos marido y mujer… hasta que la muerte nos separe.




Y aquí empiezan quince interminables episodios de pura desesperación e incertidumbre...
Esta novela os va a tener en vilo hasta el final. Es muy diferente a las otras por eso y yo creo que os va a gustar mucho.

Gracias por el comentario, Camy. Estaba esperando a tener al menos uno para seguir publicando. No sé que habrá pasado con el resto.

Bueno, a ver si veo más comentarios en el prólogo.

¡Un besi!


jueves, 20 de junio de 2013

La mujer a la que amé - Sinopsis


Él era el único hombre que podía ayudarla… Ella era la única mujer a la que él había amado.

El agente especial Zac Efron era la única esperanza que tenía Vanessa Hudgens de rescatar a su hermana de un peligroso matrimonio. Aunque también era muy peligroso estar tan cerca de Zac porque cada roce, cada mirada, le recordaba todo lo que había perdido.

Zac Efron solo estaba haciendo su trabajo como agente del FBI, pero también era un hombre que había amado… y seguía amando a aquella mujer. Por eso, protegerla de un asesino no era un caso como los demás…




Escrita por Ann Voss Peterson.




¡Gracias por los coments!

Hay varias que os quejáis de que hubierais querido más final del que había. ¡Pero yo no escribo las novelas! Así que os aguantáis XD.

He hecho un conteo y por mayoría aplastante hemos ganado las que piensan que Zac fue idiota por armar aquel plan. Tres contra una. Lo siento Lau XD.

Anónimo (te digo así porque no sé si tu nombre es Yoha o no XD), aunque tus comentarios no sean productivos, a mi me da igual. Si puedes comentar, hazlo. Ponga lo que ponga yo siempre lo agradezco.

Nata, si te mentí fue para que estuviera más interesante la novela. Si ya sabes toda la verdad desde el principio, ¿qué gracia tiene? XD. Ah y si en la novela la mala no se llamaba Amber es porque, aparte que no era mala del todo XD, si no que lo fingía, me pareció que a la descripción de ese personaje le iba muy bien el nombre de Heather Lovelace, que es el original, no se lo cambié. Por cierto, me encanta que ames las novelas que adapto XD.

No estéis asustadas por la próxima novela. No es totalmente de miedo, si no más bien policíaca. Está muy chula. No sentiréis miedo en plan la peli "The ring" XD. Si no del miedo que se siente cuando alguien está en peligro...

¡Y ya no digo más na! Tendréis que comentar para empezar a conocer esta historia.

¡Un besi!


Capítulo 13


Zac se pasó los dedos por la nuca.

Zac: Te lo iba a decir...

Ness: ¿Ah, sí? ¿Y qué me ibas a decir exactamente?

Zac: Todo... deja de mirarme así. Te he dicho que teníamos que hablar y te has abalanzado sobre mí como una leona en celo.

Ness: Porque no sabía que lo que me has estado diciendo estas tres últimas semanas era mentira -contestó enrojeciendo-. ¿No te ibas a casar con ella?

Zac: No, Heather es actriz, así que la contraté para que se hiciera pasar por mi prometida.

Ness se quedó mirándolo fijamente.

Ness: ¿Por qué? -le preguntó recordando lo mal que lo había pasado pensando en cómo romper aquel compromiso para que Zac no sufriera-.

Zac: ¡Porque ya no se me ocurría qué hacer para conseguir que me vieras como algo más que un amigo! -confesó-. Sabía que era una apuesta arriesgada, pero supuse que lo último que me quedaba por hacer era que me vieras prometido con una rubia espectacular. A ver si así reaccionabas -sonrió-. Si eso no funcionaba, confiaba en que te sacrificaras para que no me casara con la mala mujer que Heather fingía ser.

Ness: ¿Fingía ser? ¿No es así de verdad? ¿No era cierto que solo te quisiera por tu dinero y que odiaba a los niños?

Zac: No -confirmó-. Tú siempre me has protegido, así que sabía que jamás dejarías que una mujer así se casara conmigo.

Ness lo miró anonadada. ¡Cómo la conocía!

Ness: ¿Has invitado a quinientas personas a una boda de mentira?

Zac: Se nos fue un poco de las manos, pero Heather pensó que no iba con su personaje una boda pequeña. Había que hacerlo por todo lo alto y, así además, ayudar a tu hermana.

Ness: ¿Y toda esa bobada de la carrera para las ratas de árbol de Hollywood? ¿También era mentira?

Zac asintió.

Zac: Un poco forzado, pero sabía que jamás dejarías que me casara con alguien que se dedica a salvar ratas.

Ness: ¿Y la otra noche en la tienda? ¿Sabías que quería que me besaras?

Zac: No exactamente. Me di cuenta de que pasaba algo cuando Heather me dijo que Selena le había pedido que fuera a la tienda a las diez y media de la noche para revisar los menús, pero no supe de qué se trataba hasta que llegue y te vi tan... amistosa.

Ness: ¡Eres una rata de árbol! -exclamó levantando el puño-.

Zac le agarró la mano y sonrió.

Zac: Míralo desde mi punto de vista. ¿Sabes lo que significó para mí que me pidieras que te besara? ¿Sabes cuánto tiempo llevaba soñando con ese momento?

Ness: Pero me mentiste -objetó cruzándose de brazos-.

Zac enarcó las cejas.

Zac: Mira quién habla, la que ha dicho que estaba embarazada.

Ness: Eso ha sido diferente. No me había dado cuenta de que tú te lo fueras a creer. Lo he hecho para que no te casaras con Heather.

Zac: Eres como una veleta. Heather me dijo después de comer contigo que estabas enamorada de mí, pero cuando fui a tu casa anoche te comportaste como si quisieras que me casara con ella.

Ness se sonrojó.

Ness: Oí a Joe y a Heather discutir. Él dijo que estaba embarazada y yo creí que el niño era tuyo.

Zac: Ahora lo entiendo. Por eso decidiste sacrificarte -añadió mirando al cielo-. Debo de estar mal de la cabeza. Me vas a volver loco.

Ness: ¿Yo? -dijo con el corazón a mil por hora-. ¿Y tú qué? ¿Era necesaria tanta farsa?

Zac: No lo sé -contestó tomándola de las manos y poniéndose serio-. Nada de lo que había intentado antes había funcionado y sabía que, si te volvía a oír decir lo «buena persona que era» o que «me querías como un hermano», me iba a poner violento.

Zac le agarró la mano y sonrió.

Ness: Pero nunca te comportaste como si yo te gustara. Me dijiste que estabas enamorado de Amber Adams.

Zac: Porque te había visto salir corriendo en cuanto un chico te proponía algo sexual -rió-. No dejabas que ninguno de tus novios te tocara. En cuanto te pedían un poco de compromiso, los dejabas. La única manera que tenía de estar cerca de ti era fingir que te quería como a una hermana.

Ness: No es verdad -protestó débilmente-.

Zac: Sí lo es. En Navidad, cuando te presentaste con el francés después de dos años sin verte, me puse furioso, pero sabía que acabarías dejándolo.

Ness: Me sorprende que no te rindieras.

Zac: Estuve a punto de tirar la toalla un par de veces. Salí con otras chicas, pero me di cuenta de que nunca podría querer a nadie como te quería a ti... a pesar de lo frustrado que me tenías.

Ness: Así dicho, parece qué era horrible -dijo mirando el suelo-.

Zac: No, no lo eras. Sabía lo mal que lo pasaste cuando tu padre dejó a tu madre y vi cómo el embarazo no deseado de tu hermana Anne y su apresurada boda te afectaban. Lo sorprendente habría sido que no te dieran miedo los hombres.

Ness sintió que se le nublaba la vista. Zac siempre la había entendido, incluso cuando no se entendía ni ella misma. ¿Cómo iba a vivir sin él?

Ness: Ojala me lo hubieras dicho antes -se lamentó-. Aunque admito que tienes razón, puede que te hubiera apartado de mi vida... No te puedo leer el pensamiento, Zac, así que me vas a tener que decir lo que sientes por mí.

Zac: No me resulta fácil hablar de algo tan importante -dijo apretándole las manos y tomando aire-. Te quiero, Ness. Siempre te he querido, pero ya no puedo esperar más. ¿Tú me quieres o no?

Ness: Claro que te quiero -contestó con lágrimas en los ojos-. He sido una idiota por no haberme dado cuenta antes.

Zac sonrió feliz y la besó hasta dejarla sin aire.

Zac: Cásate conmigo -le pidió-. De verdad esta vez.

Ness asintió.

Ness: Pero con ciertas condiciones -añadió. Zac la miró confundido-. Me tienes que enseñar a patinar en línea...

Zac: Lo intentaré.

Ness: Prométeme que no vas a participar más en actos benéficos a favor de las ratas...

Zac: Eso dalo por hecho. ¿Algo más?

Ness: Sí, que me ayudes a quitarme este vestido tan horrible.

Zac la miró con un brillo especial en los ojos y le bajó la cremallera.

Zac: Nessi, tus deseos son órdenes para mí.


FIN




¡Todo, absolutamente todo, era mentira! Y lo mejor de todo es que yo lo sabía y os he engañado a todas XD. Bueno, casi todas (¬_¬) Porque algunas sospechabais algo, ¡pero aún así no estabais seguras! ¡Así que sí que os engañé! XD. Si en la novela fuera el día de los inocentes, sería la mayor inocentada jamás hecha XD.

Bueno, y el ganador del premio al más idiota es para... ¡Zac! ¡Por armar semejante farsa! ¡No me jodas! Yo digo como Vanessa: ¿era necesaria tanta farsa? ¡Pues noooooo! Zac, ¡tio!, eres un inteligente hombre de negocios, ¿no podrías haber pensado otro plan que no fuera tan absurdo (¬_¬) para que Vanessa admitiera que te quiere? Claro que no (¬_¬). Por muy hombre de negocios que seas, sigues siendo un hombre. Al final será verdad que tiran más dos tetas que dos carretas.

¡Gracias por los coments!

Lau, ¿estás segura de que Zac es el más inteligente de todos por armar todo ese plan? Yo diría que es al revés, eh XD. Mira, Ness hizo realidad tu sueño de darle un puño, solo que Zac lo detuvo XD. Y te tengo dicho que no sirve de nada que le des un millón de veces a las casillitas porque solo cuenta una XD.

Anónimo, que lista eres XD. Pues sí, tus sospechas eran ciertas. Pero para la próxima nove no comentes solo si tus sospechas son ciertas (¬_¬). Comenta siempre que puedas, ¡que se agradece!

Pondré la sinopsis de la próxima nove en cuanto vea comentarios en este capi. Estoy segura de que os gustará. Mola mucho XD y marcareis muchas veces la casillita de miedo >=)

Por cierto, si hago el quiz question, la próxima nove no entrará, solo las veinte primeras.

¡Comentad!
¡Un besi!


martes, 18 de junio de 2013

Capítulo 12


«Qué demonios he hecho?», se preguntó Ness horas después en el banquete que estaban dando en un hotel de lo más lujoso.

Iba de grupo en grupo recibiendo la enhorabuena con una sonrisa forzada en la cara. No había pensado nunca en casarse, pero si lo hubiera hecho jamás habría imaginado hacerlo con un vestido rosa horrible y rodeada de desconocidos.

Había ignorado a su familia, pero a ellos no había parecido importarles demasiado. Su madre y David estaban sentados en una mesa dándose trozos de aguacate mutuamente, sus sobrinos jugaban con la fruta y Selena estaba bailando con su novio, que era un encanto.

En cuanto a Anne y Dan... bueno, la terapia matrimonial debía de estar funcionando por fin porque estaban abrazados y felices.

Zac: Vámonos -le gruñó al oído-.

Ness se estremeció. Era obvio que seguía enfadado con ella y no le extrañaba. Lo había obligado prácticamente a casarse con ella.

Aunque lo había hecho porque lo amaba, ¿lo perdonaría él alguna vez? A juzgar por la frialdad con la que la miraba, lo dudaba mucho.

Ness: Espera -contestó intentando posponer lo inevitable-. No nos podemos ir sin despediros.

Zac: Nadie se va a dar cuenta -le aseguró tomándola del brazo y llevándola al ascensor-. Nuestra habitación está en la planta veintidós.

La obligó a entrar en el ascensor y una vez allí se dieron cuenta de que lo compartían con las dos personas que menos les apetecía ver.

Heather y Joe ya habían dado a la planta veintidós. Qué mala casualidad. Mientras el ascensor subía, Ness vio que Heather y Zac se miraban y sintió que el mundo se le caía a los pies. ¿Habrían deseado estar solos?

Joe abrazó a Heather de forma posesiva y miró a Zac desafiante.

Al llegar a la planta veintidós, descubrieron que sus habitaciones estaban una enfrente de la otra.

Una ironía más de aquel día tan desgraciado. Zac abrió la puerta y Ness entró en la habitación. Miró nerviosa a su alrededor y se puso a balbucear.

Ness: Vaya, qué muebles tan bonitos...

Zac: Ness...

Ness: Anda, y se ve el mar...

Zac: Ness...

Ness: Guau, qué televisor...

Zac: Ness, no vamos a ver la televisión.

Ness lo miró asustada.

Ness: ¿Ah, no?

Zac: No -contestó furioso-. ¿Quién es el padre del hijo que esperas? ¿El francés?

Ness: ¿Jake Ryan?

Zac: No, no puede ser. Anne me dijo que lo dejasteis en Navidad. ¿Quién es? ¿Un antiguo novio? ¿Alguien que has conocido hace poco? Dime su nombre...

Ness: Zac, ¿te has vuelto loco? ¡No estoy embarazada!

Zac dejó de pasearse por la habitación.

Zac: No estás embarazada... -repitió enarcando las cejas-. Tenemos que hablar.

Ness lo miró a los ojos. No quería hablar. Iba a tener que contarle la verdad, que le había mentido para que no se casara con Heather.

Y, al hacerlo, corría el riesgo de que se enfureciera todavía más y la dejara antes de darle tiempo para convencerlo de que iba a ser mucho más feliz con ella que con la rubia.

Tenía que convencerlo y rápido.

Ness: Bésame.

Zac: ¿Cómo? -dijo mirándola como si estuviera loca-.

Ness: Bésame -repitió-.

Zac: Ness, no sé si es una buena idea... -dudó-.

Ness: ¡Por Dios! -exclamó echándole los brazos al cuello y besándolo con la intensa pasión que llevaba tres días aguantando-.

¿O habían sido tres años?

Zac la abrazó y Ness se encontró apretándose contra su cuerpo.

Zac la besó con pasión y Ness se perdió en el torbellino de sensaciones. Cómo lo deseaba...

Zac: Nessi, tenemos que hablar... -En ese momento, llamaron a la puerta-. ¿Quién será? -preguntó disgustado-.

Ness: Ni idea -contestó deseando que, fuera quien fuera, se largara-.

Quería que Zac la volviera a besar. Volvieron a llamar.

Zac abrió y se encontraron con Joe y Heather.

Joe: ¿Te lo ha dicho? -le preguntó a Ness entrando en la habitación-.

Ness: ¿Qué me tiene que decir? -preguntó confundida-.

Zac: Maldición -murmuró-.

Ness lo miró y volvió a mirar a Joe.

Ness: ¿Qué me tiene que decir? -repitió-.

Joe: Que no estáis casados. El cura era de mentira.

Ness: ¿Cómo? -exclamó-.

Joe asintió.

Joe: Tan de mentira como el compromiso entre Heather y Efron -dijo mirando a Zac-. El resto explícaselo tú. Nosotros tenemos que tomar un avión a Las Vegas para casarnos de verdad.

Heather: De eso nada -objetó-. No pienso casarme contigo...

Joe cerró la puerta dejando a Ness y Zac a solas de nuevo.




¿Como que el cura de mentira? ¿Y el compromiso también? ¡No jodas! ¿Qué narices está pasando? Nos debes una explicación, Efron ¬_¬

¡Gracias por los coments!

Me alegro de que os divirtiera el capi anterior. Espero que con este os hayáis reído también.

Nata, gracias por abrir blogger expresamente para comentarme. Se agradece que te hayas tomado esa molestia ^_^

Por cierto, como con esta ya son veinte novelas adaptadas, estaba pensando en hacer un quiz question sobre las veinte novelas. Haría una o dos preguntas sobre cada novela y pondría tres opciones. A la que acertara más preguntas podría ponerla como personaje en una de las próximas novelas que adapte. De vosotras depende que ponga o no el quiz. Si lo vais a hacer lo pongo, si no, no XD. Pondré una encuesta a la derecha para que marquéis sí o no.

¡Comentad! ¡Solo queda un capi!
¡Un besi!


lunes, 17 de junio de 2013

Capítulo 11


Aquella noche, Ness estaba planchando su vestido de dama de honor en el salón de su casa intentando desesperadamente no llorar.

Zac se casaba al día siguiente y no podía hacer nada para impedirlo.

Se había pasado toda la tarde intentando encontrar una solución. Incluso se le había pasado por la cabeza proponerse como madre adoptiva del bebé, pero lo que le había oído decir a Heather le había dejado claro que la rubia jamás aceptaría aquello.


*: ¿Se lo has dicho a Efron? -le había preguntado el desconocido-.

Heather: Todavía, no. Se lo voy a decir la noche de bodas. Va a estar encantado. Él quiere tener hijos.

*: ¿Tanto como tú? -se había burlado el desconocido-.

Heather: No te rías, aunque no es un hijo deseado voy a intentar ser una buena madre para él.

*: ¿Pretendes que me crea que te importa más un hijo que tu carrera?

Heather: No me importa lo que creas -había contestado con decisión-. Da igual lo que haya dicho en el pasado. Me he dado cuenta de que en esta vida hay cosas más importantes que el trabajo.


Luego se habían ido dejando a Ness con su dolor. ¡Heather estaba embarazada de Zac! Y aquello parecía haberle hecho plantearse su vida. Había dicho que iba a intentar ser buena madre y que ya no le preocupaba tanto su éxito profesional.

Ness sabía que tenía que mantenerse al margen. No sería justo para el niño intentar romper la relación de sus padres.

Apretó la plancha. Tenía que dejar de intentar romper su compromiso. Si de verdad era amiga de Zac eso era lo que tenía que hacer.

Aunque lo cierto era que ya no quería ser su amiga. No, porque durante la comida se había dado, por fin, cuenta de la verdad.

Estaba enamorada de él.

Estaba enamorada de Zac desde hacía mucho tiempo, pero no había querido admitírselo a sí misma por miedo a sufrir. Había visto lo que había pasado entre sus padres y lo mal que le iba a su hermana con su marido y sabía que el amor se podía tornar odio y no quería que le pasara algo así con Zac.

¿Y qué sentiría él? ¿De verdad era capaz de besarla y de tocarla como la noche anterior y solo ser su amigo? ¿Por qué insistía tanto para que admitiera la verdad? Tenía que ser porque sentía algo por ella.

Si Heather no estuviera embarazada, lo averiguaría.

Pero Heather estaba embarazada.

Ness sintió náuseas. Ya era demasiado tarde. Quería a Zac, pero él debía casarse con Heather. Llamaron a la puerta y Ness miró el reloj. Casi las nueve. ¿Quién sería? Seguramente, una de sus hermanas. No le apetecía hablar con nadie. Se sentía fatal.

Volvieron a llamar.

***: ¿Nessi, estás ahí?

Ness dejó la plancha.

Ness: ¿Zac? -Se acercó a la puerta y se abrochó bien el cinturón de la bata. Miró por la mirilla y vio que, efectivamente, era Zac-. ¿Qué haces aquí? -le dijo abriendo una rendija-.

Zac: Déjame pasar -le ordenó-.

Ness obedeció confusa.

Una vez dentro, Zac se giró y se quedó mirándola.

Ness sintió que se derretía, así que volvió a la tabla de planchar.

Ness: ¿Qué haces? No deberías estar aquí.

Zac: Ya lo sé, pero... -se pasó los dedos por el pelo-. Heather me dijo que creía que... Has comido con ella hoy, ¿no?

Ness: Me sorprendió mucho que viniera ella en vez de ti -contestó sinceramente planchando el vestido-.

Zac: Lo siento. Es que estaba enfadado por lo de anoche.

Ness: Yo también lo siento. Fue culpa mía.

Zac: No, no lo fue. Fue culpa mía. Sabía que... Nunca debía perder el control...

Ness: Por favor, Zac -dijo dejando la plancha e intentando sonreír-. Vamos a hacer como si jamás hubiera sucedido, ¿de acuerdo? No podemos dejar que eso te estropee la boda.

Zac: ¿La boda? Sí, bueno, he estado pensándolo y creo que la voy a retrasar.

Ness: No, Zac, no puedes hacer eso. Heather cuenta contigo.

Zac: Ness, tenemos que hablar -dijo acercándose a ella y tomándola del brazo-. No era mi intención que esto llegara tan lejos. No estoy enamorado de Heather.

¿No estaba enamorado de Heather? Qué maravilla. Durante unos segundos, Ness sintió que flotaba, pero de repente la verdad la hizo volver a la tierra.

Heather y su bebé. ¿Cómo podía haberlo olvidado?

Ness: Zac, te estás confundiendo -lo interrumpió apartándose de él-. No sabes lo que dices. Claro que estás enamorado de Heather.

Zac: No, no lo estoy.

Ness: Pero si es una mujer preciosa...

Zac: Sí, lo es, pero, ¿tú crees que es la mujer indicada para mí?

Ness quería gritar que no con todas sus fuerzas, pero sonrió valiente y mintió.

Ness: Sí, Zac, creo que es perfecta para ti.

Zac: ¿Sí? -dijo sorprendido-.

Ness: ¡Sí! ¡Claro que sí! Es muy guapa y le gustan los animales. ¿Qué más podrías pedir?

Zac: ¿Qué más podría pedir? -repitió mirándola como si fuera una desconocida-. ¿De qué habéis hablado hoy en el restaurante?

Ness: De nada importante. Simplemente le he dicho que entre tú y yo no había pasado nada.

Zac: ¿Que no había pasado nada? -dijo con sarcasmo-. ¿El beso de ayer no fue nada? ¿Y por eso te estremeciste cuando mis dedos tocaron tu interior?

Ness: Zac, por favor... -dijo enrojeciendo como si se hubiera puesto la plancha en la cara-.

Zac: ¿Zac por favor qué? -dijo tomándola de los hombros-. Lo de anoche me encantó y a ti también, ¿verdad?

Ness: No -tartamudeó-.

Zac: Heather me ha dicho que... me quieres. -Ness se quedó helada. No podía hablar-. No puedo dejar de pensar en lo de anoche -continuó-. No quería dejar de besarte y de tocarte. De hecho, lo que quería hacer era tumbarte sobre la mesa y hacerte el amor.

Ness: Zac...

Zac: Sí, Ness, dime lo que tú quieres. Dime la verdad. Dime que me deseas tanto como yo te deseo a ti...

¡Ay madre! Qué difícil era mentir oyendo aquello, pero debía hacerlo. Por Heather y por el niño.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano se apartó de él.

Ness: Claro que te quiero, pero como amigo.

Zac: ¿Como amigo? ¿Solo como amigo? -Con el corazón roto, Ness asintió-. Estás mintiendo -explotó furioso-. Anoche estuvimos a punto de acostarnos. Heather tenía razón. No me habrías dejado ir tan lejos si no hubieras sentido algo por mí.

Ness: ¿Has hablado de esto con ella?

Zac: Sí, hemos discutido y le he dicho que tenía dudas sobre casarme con ella...

Ness: ¡No! ¡Tienes que casarte con ella!

Zac: ¿Tengo?

Ness se mordió la lengua. Se moría por decirle que lo quería, que Heather estaba embarazada y que debía casarse con ella por el bien del niño pero hacerlo sería egoísta. Zac debía casarse con la conciencia tranquila y el corazón entregado.

Consiguió encogerse de hombros.

Ness: Haz lo que quieras. A mí me da igual. Yo tengo mi vida. De hecho, la semana que viene empiezo las clases...

Zac: ¿Te vas al instituto de diseño?

Ness: Sí -contestó bajando la mirada-. Gracias por hablar con tu amigo. Me ha dicho que es una profesión muy dura y que voy a estar muy ocupada, así que no voy a tener tiempo para nada...

Zac: ¿Ni siquiera para el amor?

Ness sintió ganas de llorar, pero consiguió controlarse. Si se ponía a llorar, Zac la abrazaría y, entonces, estaría perdida. Se iría abajo y le contaría la verdad.

Ness: Lo último que quiero es un hombre -rió-. Gracias a ti sé, por fin, lo que quiero hacer con mi vida y me voy a entregar a fondo a mi trabajo.

Zac: Entiendo -dijo con tristeza-. Es obvio que sabes muy bien lo que quieres, así que me voy. No te hago perder más el tiempo...

Ness: ¡Espera! -le gritó cuando él estaba ya en la puerta-.

Zac: ¿Qué?

Ness: ¿Te vas a casar mañana con Heather?

Zac se quedó mirándola fijamente.

Zac: Sí. ¿Estás contenta?

Ness: Sí...

Zac: Muy bien, entonces -dijo abriendo la puerta y yéndose-.

Cuando la cerró, Ness comenzó a llorar.


Ness llegó tarde al Templo de la Paz y la Tranquilidad. El edificio de mármol blanco estaba situado en un acantilado sobre el Pacífico y había brisa aunque hacía sol.

Menos mal porque así tenía excusa para llevar gafas de sol que ocultaran sus ojos enrojecidos de tanto llorar.

Avanzó por el césped buscando a Zac con la mirada, pero no lo veía. Había mucha gente, pero él no estaba por ningún sitio.

Anne: ¡Por fin! -exclamó apareciendo de la nada-. ¿No eres capaz de llegar a tu hora jamás? -la reprendió-. Por Dios, Ness, eres la dama de honor. Tienes que estar con Heather.

Ness: Lo siento.

Anne: ¿Estás bien?

Ness: Sí, sí -consiguió sonreír-.

Anne: Vanessa... ¿estás enamorada de Zac? -le preguntó tras dudar unos segundos-.

Ness: Claro que no -rió de forma forzada-.

Anne: Lo digo porque como querías romper el compromiso como fuera...

Ness: Estaba preocupada por él, pero me he dado cuenta de que estaba equivocada con respecto a Heather -le explicó con un nudo en la garganta-. Quiero que Zac se case con ella.

Anne parecía aliviada.

Anne: Bien porque la ceremonia empieza en un cuarto de hora. Ve para la capilla. Mis niños ya están allí... Por cierto, si llegas tarde, empezaremos sin ti -le prometió alejándose-.

Ness deseó que así fuera. Fue hacia el templo, donde las sillas estaban colocadas y las flores en su sitio. Allí estaban sus tres sobrinos, pero cuando los iba a llamar vio a Zac.

Llevaba un esmoquin que realzaba su belleza masculina. Estaba increíblemente... sexy. ¿Cómo podía haber ignorado tanta sensualidad durante tanto tiempo? Ojala pudiera ir hasta él y decirle la verdad, que lo amaba y...

En ese momento, Zac levantó la mirada y la vio. Apretó los dientes y miró hacia otro sitio. Ness sintió que las lágrimas le resbalaban por las mejillas, así que se alejó del templo en dirección a unos árboles. Una vez allí, se quitó las gafas y se limpió las lágrimas con el pañuelo.

Oyó un ruido entre los matorrales y vio a Heather con el desconocido del día anterior. El hombre abrazó a la rubia y la besó.

Ness estaba a punto de lanzarse contra él cuando se dio cuenta de que Heather lo besaba también. ¡Y con entusiasmo!

Heather: Para, Joe, no puedo... Zac...

Joe: No te puedes casar con él. Sobre todo, porque llevas a mi hijo en tus entrañas.

Ness ahogó un grito. ¿El bebé era de Joe?

Heather: ¿Y qué otra cosa puedo hacer? -dijo con voz temblorosa-. Tú me has dejado muy claro que no te vas a casar conmigo.

Joe: Eso no es justo...

Heather: Tienes cinco minutos para decidirte -dijo corriendo hacia el templo-.

Joe fue tras ella, pero Ness ni los vio.

¿El niño era de Joe? Heather debía de haber mantenido una relación paralela con él mientras estaba con Zac. ¡Zac! No podía dejar que se casara con ella.

La rubia lo había estado engañando. Bruja. De repente, oyó los acordes de la marcha nupcial.

Ness se arremangó el vestido y corrió hacia el templo. Ella, Justin y Kate ya estaban avanzando por el pasillo. Se colocó detrás de ellos pensando desesperada cómo poner fin a aquello boda.

No quería montar una escenita. Tal vez, podría hablar con Zac en el altar, pero, ¿la creería?

Al llegar junto a él, se dio cuenta de que Zac ni la miraba.

Cura: Queridos hermanos -comenzó-.

Ness: Pss, pss -susurró para que Zac la mirara-.

Heather, reina de la frialdad con su vestido blanco, se giró hacia ella, pero Zac no lo hizo. Siguió mirando de frente como una estatua.

Ness: Ejem, ejem -tosió-.

Ella le dio un empujón para que se callara que estuvo apunto de hacerle perder el equilibrio.

Frank Coleman, el padrino, le dio a Zac un codazo, pero él ni caso.

Cura: El matrimonio es un lazo sagrado... -estaba diciendo-.

Ness agitó el ramo de flores que llevaba. Kate le sonrió, pero Zac nada.

Tiff: Vanessa, deja de hacer el tonto -le dijo sentada en primera fila-.

Ness miró hacia atrás. Cientos de ojos la miraban. Todos menos Zac.

Empezó a desesperarse. ¿Qué podía hacer?

Cura: Si hay alguien que tenga algo que decir, que lo diga ahora o que calle para siempre -oyó que decía-.

*: ¡Yo!

Ness se giró y vio a Joe.

Heather y Zac estaban pálidos y los invitados comenzaron a murmurar.

Cura: ¿Qué tiene que decir?

Joe: Que Heather Lovelace está embarazada de mí.

Los invitados de Zac murmuraron indignados y alguien del lado de Heather gritó de júbilo y exclamó que aquello se ponía cada vez más interesante.

Heather: Lo tenías que soltar, ¿verdad? -le espetó-.

Zac: ¿Es cierto?

Heather dudó y asintió.

Zac miró de repente a Ness como buscando una respuesta, pero ella, sintiéndose culpable, apartó la mirada.

Cuando volvió a mirarlo, él seguía mirándola muy enfadado. Miró a Joe y tomó a Heather de la mano.

Zac: Continúe -le dijo al cura-.

Ness sintió que se desmayaba. La noche anterior Zac le había dicho que no estaba enamorado de Heather, pero debía de ser mentira cuando estaba dispuesto a casarse con ella a pesar de que estuviera embarazada de otro.

La debía de querer con todo su corazón. Ness se sintió morir.

Debía parar aquello como fuera.

Cura: Zac y Heather, os declaro...

Ness: ¡No, padre, pare! -gritó-. No los puede casar porque... porque yo también estoy embarazada... de Zac.

El volumen de los murmullos se hizo insoportable. De reojo, Ness vio a su madre apoyar la cabeza sobre el hombro de David y llorar desconsolada.

Zac la miró y no dijo nada. Ness se tensó y se preguntó si iba a descubrir su mentira.

El cura se cruzó de brazos.

Cura: Estos niños necesitan padres, así que solo se me ocurre una solución. Joe, venga para acá y usted, Zac, póngase junto a Ness.

Zac: Padre, no creo que sea una buena idea... -objetó-.

Cura: Es una idea excelente. Dios perdonará vuestros pecados si los enmendáis a tiempo.

Zac: Pero, padre...

Ness notó que la cabeza le daba vueltas. No podía casarse con Zac porque él no la quería. Debía negarse a seguir adelante, pero entonces corría el riesgo de que Zac insistiera en casarse con Heather.

Ness tomó aire y le puso la mano en el brazo.

Ness: Por favor, Zac. Ya te lo explicaré todo luego, pero de momento cásate conmigo. Si no lo haces por mí, hazlo por mi madre.

Zac miró a Tiffany, deshecha en lágrimas, y asintió.

Zac: Continúe, padre.




¡Pero qué es esto! ¡Menudo culebrón! XD
Primero Ness empeñada en que se casen, luego no quiere que se casen porque se entera de que el hijo es de otro. Luego Zac, que es gilipollas XD, quiere casarse a pesar de que sabe que el bebé no es suyo. Luego  la mentira de Ness, que no podría ser más gorda XD. Y ahora al cura se le va la olla XD.
Veremos a ver como termina todo esto...

¡Gracias por los coments!

Por lo visto, todas queréis mucho a Heather XD.
Felicidades a las que hayáis acabado los exámenes y estéis de vacaciones. ¡Ahora toca relajarse!

¡Faltan solo dos capis! Así que comentadme mucho. Ya os adelanto que os va a sorprender mucho el final.

¡Un besi!


domingo, 16 de junio de 2013

Capítulo 10


Charlie: Lo relacionado con el antimonopolio ya está todo hecho y el informe final estará para hoy. Podemos empezar con los pagos la semana que viene -dijo abriendo la carpeta que tenía en la mano-. Leo ha calculado lo que le corresponde exactamente a cada empleado y la cantidad media es de cincuenta y ocho mil dólares por persona y... por Dios, Zac, ¿qué demonios te pasa?

Zac dejó de mirar por la ventana y se giró hacia su socio.

Zac: Nada, no me pasa nada.

Charlie: Venga ya, a mí no me engañas. Es la tercera vez que entro en tu despacho hoy y no le has sacado brillo al trofeo ni una sola vez. A ti te pasa algo. ¿Es por tu prometida?

Zac: No, no es por Heather. Sé lo que estoy haciendo -le aseguró-.

Charlie: Ya -dijo yendo hacia la puerta-. ¿Sabes? Si le dijeras lo que sientes por ella, tal vez funcionaría.

Cuando Charlie salió, Zac suspiró. Respetaba y quería a su amigo, pero en aquella ocasión Charlie se equivocaba por completo.

Zac volvió a mirar por la ventana.

Recordó la noche anterior, cuando había entrado en la tienda y había visto a Ness con aquel vestido, oliendo tan bien... Inmediatamente, se había dado cuenta de que iba a tener problemas.

Como un tonto, había ignorado la alarma que había sonado en su cabeza, se había dicho que podía controlar la situación y, por supuesto, no había sido así.

Sabía que no debía besarla, pero no había sido capaz de resistirse. Había querido besarla desde los diecisiete años y, por fin, tenía la oportunidad. ¿Cómo no iba a aprovecharla?

Recordaba el día en el que se habían conocido como si fuera ayer. Estaba a punto de mandar a cierto sitio al cretino de Drake Bell cuando apareció una coleta y le había gritado a su contrincante que le dejara en paz o que le iba a contar a su madre qué había sido de su preciada colección de frasquitos de perfume.

Drake se había ido a regañadientes y, justo cuando Zac se disponía a decirle a aquella niña que se fuera a casa a jugar con sus muñecas, ella se había girado y le había sonreído.

En ese momento, Zac sintió una punzada en el corazón. Qué guapa era. Tenía los ojos marrones, la piel ligeramente morena y una sonrisa preciosa. El pelo casi le llegaba a la espalda y su uniforme de animadora revelaba unas piernas largas y bonitas y unos pechos con muy buena pinta.

Tenía diecisiete años y, con la revolución hormonal, se había excitado. Por suerte, había conseguido disimularlo. Aquella niña era muy pequeña para él.

Cuando se enteró de que tenía catorce años, decidió que, definitivamente, era muy pequeña para él, así que decidió ignorarla, pero la niña era insistente. Se pasaba a buscarlo a su casilla, se sentaba con él en la cafetería a la hora de comer, se le pegaba al volver a casa andando.

En uno de esos paseos le había hecho sonreír por primera vez desde que sus padres y su hermana habían muerto.

Había bajado tanto la guardia con ella que un día se encontró hablándole de Miley. Era su hermana pequeña, le llevaba seis años y era un incordio. La solía soportar como podía, pero una mañana, tras una noche en vela estudiando para un examen de cálculo, se había hartado y le había dicho que lo dejara en paz.

Unas horas después, en mitad del examen, el director había entrado en su clase con lágrimas en los ojos y le había dicho que lo acompañara.

No había llorado entonces y no lloró cuando se lo contó a Vanessa aunque ella sí lo hizo y por los dos. Sin embargo, al llegar a casa de su abuela aquella noche, se había acostado y notó que el nudo que llevaba seis meses en su pecho se había hecho más grande.

De repente, las lágrimas brotaron de sus ojos a borbotones y, tras un buen rato llorando, se quedó dormido con más facilidad de lo normal.

Se despertó sintiéndose un poquito mejor y desesperadamente enamorado de Nessi.

Intentó convencerse de que le recordaba a su hermana pequeña y que la tenía que tratar como tal, pero en lo más hondo de su corazón sabía que lo que estaba haciendo era esperar a que creciera para casarse con ella.

Las cosas no habían salido como él quería. En los años siguientes, sus padres se divorciaron, su hermana mayor se casó a toda prisa y su padre murió. Aquella combinación de acontecimientos no le benefició lo más mínimo pues Ness se convirtió en una joven a la que los hombres daban miedo.

De hecho, cambiaba de novio como de camisa. Dejaba a todos los que querían algo serio con ella, así que Zac decidió que si él intentaba algo iba a correr la misma suerte.

Tenía que tener paciencia. Al final, Ness terminaría por vencer sus temores y entonces habría una oportunidad para ellos.

Sin embargo, para su frustración, seguía encantada con ser solo su amiga y seguía teniendo novios aquí y allá a los que dejaba en cuanto la sombra del sexo aparecía entre ellos.

Zac había esperado, pero llegó un momento en el que ya no pudo esperar más, así que puso en marcha un plan para romper las barreras. Con un abrazo aquí y una caricia allá consiguió que Ness se fijara en él de otra manera.

Las cosas iban bien. Tan bien que Zac compró una casa y se la enseñó. Vio en sus ojos que le había gustado mucho. Tanto que pocos días después Ness se fue a Nueva York

Entonces, Zac decidió olvidarse de ella y seguir su vida. Había montado una empresa próspera, había conocido a otras mujeres y se había convencido de que lo había superado, de que ya no la quería.

Claro. Ya no la quería. No, qué va.

La noche anterior, Ness lo había besado como él siempre había soñado que hiciera. Besarla y tocarla había sido una experiencia impresionante, pero lo que había sucedido a continuación había sido horrible.

Sus palabras no podrían haber sido más insultantes ni desagradables. Menos mal que Heather había aparecido. Zac le había explicado lo sucedido creyendo que le iba a mandar a paseo, pero para su sorpresa no había sido así.

Heather había insistido en que lo entendía. Era realmente una mujer sorprendente, buena y comprensiva. Lo que más le había gustado había sido ver la cara de Ness cuando le había visto alejarse de la mano de Heather.

Pero aquella satisfacción le había durado poco.

Zac, mirando por la ventana, se dijo que tenía que dejar de creer que en la vida se podía tener todo. Él mejor que nadie debía saberlo. Había accidentes de tráfico, la gente moría y no se podía hacer que una mujer lo amara a uno por mucho que él la quisiera.

Se sentó en su butaca y se dijo que ya iba siendo hora de que se enfrentara a la realidad. Ness no lo iba a amar jamás.

Sonó el teléfono.

Marilyn: Vanessa Hudgens por la línea tres -le dijo su secretaria-. ¿Se la paso?

«Ya encontrarás a otra mujer», recordó.

Zac: No, dígale que estoy ocupado.

Colgó y se puso a mirar el informe que le había pasado Charlie. Las cifras le parecían adecuadas. Leo había hecho un buen trabajo y su socio, también.

Volvió a sonar el teléfono.

Marilyn: Lo siento, pero la señorita Hudgens ha dejado un mensaje. Ha dicho que tiene que hablar con usted y que se reúna con ella en el restaurante de enfrente a la hora de comer. Ha dicho que estará esperándolo.

¿Qué diablos querría?

Zac: Llámela y dígale que no puedo ir. No, déjelo, ya la llamo yo.

Tras colgar, se quedó mirando el trofeo que tenía sobre la mesa. Marcó un número y esperó a que contestaran mientras le sacaba brillo.

**: ¿Sí?

Zac: Hola, Heather, ¿me podrías hacer un favor?

Ness estaba sentada en una mesa del restaurante con un refresco. No paraba de mirar la hora.

Eran casi las doce y media y ella llevaba allí desde las once y media.

¿Dónde se habría metido Zac?

No podía dejarla plantada. Necesitaba hablar con él, saber qué había pasado en la tienda. Aquél beso la había removido hasta los cimientos y, para colmo, el comportamiento de Zac había sido imprevisible. Se había enfadado y la había acusado de... ¿de qué exactamente? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que eran amigos y que no quería que aquello cambiara. Si las cosas cambiaban, la nueva situación sería impredecible y, por lo tanto, le daba miedo.

Zac había sido la única constante en su vida durante los últimos diez años, el claro al que se había agarrado cuando el mundo se le había caído encima. No quería que aquello cambiara y aun así... aun así...

No podía dejar de recordar cómo la había besado. ¡Y cómo la había tocado! Ojala hubiera podido hablar con él, pero no había podido ser porque había aparecido Heather y le había importado un bledo que su prometido se hubiera estado besando con otra mujer.

Por supuesto, había llorado e hipado durante un buen rato, pero Zac se había asegurado de consolarla y de prometerle que no volvería a ocurrir.

Ness había sentido deseos de gritarle que era tonto. ¿No se daba cuenta de que Heather solo quería su dinero? ¿No se había dado cuenta de la facilidad con la que había dejado de llorar cuando le había dicho que Ness no significaba nada para él, que solo era como su hermana pequeña, su amiga?

Ness frunció el ceño. Ella se había dicho lo mismo a sí misma muchas veces. ¿Por qué, entonces, oírlo de labios de Zac le había hecho tanto daño? Se sentía traicionada, como si Zac le hubiera clavado una daga en el corazón.

Se había intentando convencer de que todo era fruto de la preocupación que sentía por su amigo, pero no era cierto. Algo había cambiado entre ellos.

Lo que sentía por él era diferente. Estaba hecha un lío y necesitaba hablar con él. Necesitaba saber, preguntarle si él también sentía algo.

**: ¿Esperas a alguien?

Ness levantó la cabeza y vio horrorizada quién era.

¡Heather! Llevaba un pantalón dorado, una chaqueta de generoso escote y un collar de diamantes. Estaba increíble.

Heather: ¿Te importa que me siente? -le dijo haciéndolo-.

Ness: Eh, la verdad es que estoy esperando... a alguien.

Heather: Sí, lo sé. Zac me ha llamado para contarme que has suplicado verlo. Tiene una reunión y no ha podido venir, así que me ha enviado a mí -dijo llamando al camarero-. Pizza tailandesa de pollo, ensalada y té con hielo -pidió-.

Ness: Yo solo una limonada.

Saber que Zac le había contado a Heather lo de su llamada le había quitado el hambre. De hecho, sentía náuseas.

Ness: Gracias por venir a decírmelo -dijo dejando un billete sobre la mesa-. Esto es para la limonada...

Heather: No huyas. Quiero hablar contigo.

Ness: ¿De qué?

Heather: No te hagas la inocente -dijo encendiéndose un cigarrillo a pesar de que estaba prohibido fumar allí-. Quiero saber qué te propones.

Ness se quedó mirando el vaso de limonada.

Ness: No sé a qué te refieres.

Heather se acodó en la mesa y se echó hacia delante.

Heather: Mira, a mí no me engañas. Lo deseas, ¿verdad? Anoche, querías acostarte con él, ¿eh?

Ness: ¡No! -contestó enrojeciendo-.

Heather: Venga, por favor. ¿Te crees que no se ver a una mujer en celo cuando la tengo delante? No se te puede notar más.

Ness tragó limonada.

Ness: Te equivocas.

Heather: Nunca me equivoco a la hora de valorar a mis competidoras aunque lo cierto es que tú has sido más una ayuda que un obstáculo, ¿sabes? Zac se siente tan culpable por lo de anoche que mira lo que me ha regalado -dijo tocándose el collar de brillantes-. Por mí, cuando quieras compartir cama con él puedes hacerlo.

Ness hizo una bola con la servilleta. Aquella actriz era la peor persona que había conocido en su vida. Zac se merecía a alguien mucho mejor, a alguien que lo quisiera, lo entendiera y lo cuidara...

Ness: Hay algo que deberías saber -dijo esperando a que el camarero dejara la comida de Heather-.

No se le ocurría nada, pero debía hacer algo para que aquella rubia peligrosa no le arruinara la vida a su amigo.

Heather: ¿Me decías que me tenías que decir algo?

Ness: Sí, eh... Zac ronca -improvisó-.

Heather: Estupendo, la excusa perfecta para tener habitaciones separadas -sonrió-.

Ness: Eso no es todo -añadió-. ¡Le encanta vestirse con ropa femenina!

Heather: ¿Y? -bostezó-.

Ness: Y nada, pero supongo que habrá gente a la que no le parezca bien.

Heather: A mí no me parece ni bien ni mal, pero soy actriz y estoy acostumbrada a tratar con todo tipo de excentricidades.

Ness: Me alegro, pero... hay otra cosa.

Heather: ¿Qué?

Ness: Es... es eyaculador precoz.

Por primera vez, Heather pareció preocuparse.

Heather: Bueno, ya me las apañaré... quiero decir, conmigo no ha tenido ese problema.

Ness: ¿Qué quieres decir? Zac me había dicho que vosotros no...

Heather: ¿Te ha dicho eso? Es tan chapado a la antigua que lo habrá hecho para hacerme parecer una santa, pero la verdad es que llevamos un mes acostándonos y es un genio en la cama.

Ness sintió más náuseas. Se habían acostado. Sintió ganas de llorar.

Heather se rió.

Heather: Incluso se creyó que era virgen. Así conseguí que me pidiera que me casara con él.

Ness dejó de tener ganas de llorar y pasó a desear arañarle la cara a Heather y a dejarla calva.

Ness: Entonces, espero que no te importe saber...

Heather enarcó las cejas.

Heather: No te pongas más en ridículo, por favor. Si Zac quiere tener a una fresca por ahí, yo no voy a decir nada.

¡Una fresca! Ness agarró el vaso de limonada con fuerza y estuvo a punto de tirárselo a Heather a la cara.

Heather: Mira, Vanessa, ¿por qué no nos dejamos de tonterías? ¿Por qué no admites de una vez que quieres quedarte con Zac?

Ness: Porque no es cierto.

Heather: Por mí, puedes seguir mintiendo, me da igual. Además, aunque una vez le gustaste, de eso ya hace mucho.

Ness: ¿Le gustaba yo?

Heather: No me digas que no lo sabías, pero ahora ya es agua pasada. Ahora, me quiere a mí. Aunque le digas que estás enamorada de él no podrás hacer nada.

¿Enamorada de él? Ella no estaba enamorada de Zac.

Ness: Zac y yo solo somos amigos.

Heather: Sí, claro. Venga, hombre, admítelo. Admite que estás enamorada de él.

Ness miró a la rubia. No podía hablar. Recordó las palabras de Zac, tan parecidas a las de Heather.

«Admítelo. Por una vez en tu vida, admite la verdad».

Ness sintió pánico.

*: Perdone -dijo una voz masculina-.

Ness levantó la mirada y se encontró con un hombre moreno que, por supuesto, no la miraba a ella sino a Heather.

La rubia estaba pálida como la pared. Ness nunca la había visto así.

*: ¿Podría acompañarme, señorita Lovelace? Tenemos que hablar.

Heather: No, estoy ocupada.

*: Sabe que tiene que hablar conmigo aunque no tengo ningún inconveniente en hablar delante de su amiga si lo prefiere.

Heather estaba aterrorizada.

A pesar de lo mucho que la odiaba, Ness sintió pena.

Ness: Por favor, váyase o llamo al encargado -le dijo al hombre-.

Él la miró con ojos fríos como el acero.

*: ¿Heather?

La rubia consiguió sonreír.

Heather: Lo siento, Vanessa, pero tendremos que seguir hablando en otro momento.

Ness observó con el ceño fruncido cómo Heather se iba con aquel desconocido. ¿Quién sería? ¿Y por qué estaba tan enfadado?

Ness se levantó y miró por la ventana. Vio al hombre haciendo gestos y gritando. Salió con cuidado y se acercó a ellos. Se escondió detrás de una palmera y decidió que, si el hombre le hacía algo a Heather, se pondría a gritar.

Heather: ¿Por qué no te metes en tus asuntos? -le dijo al hombre-.

Ness se sorprendió. Nunca había oído a Heather hablar con tanta pasión.

*: Es asunto mío. Esto podría afectar a tu trabajo.

Heather: ¿Solo te importa mi trabajo?

*: Vas a tener que tener cuidado con el embarazo. Hablaré con el director -dijo el hombre-.

Heather: Solo estoy de un mes, idiota. No afectará a mi trabajo hasta dentro de varios meses.

Ness se quedó de piedra. ¿Heather estaba embarazada?




¡Hala! ¡Venga! ¡La rubia embarazada! ¡No fastidies! ¡Lo que faltaba!
Zac, ¡existen los anticonceptivos! Pero pobrecito, ¡cómo lo va a saber si es tonto del culo!
¿Y ahora qué pasará? =S

¡Gracias por los coments!
A ver si comentáis un poquito más en este ^_^
¡Un besi!


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