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domingo, 13 de marzo de 2016

Capítulo 8


Zac apretó los dientes para no perder el control.

En cuanto sintió que Vanessa llegaba al clímax, sin embargo, dejó de pensar y sus instintos primitivos tomaron el mando.

Alcanzó también el clímax poco después de ella. En la nebulosa del placer fue algo consciente de los gemidos de Vanessa que se mezclaban con los suyos propios.

Él la miró. Estaba todavía sudoroso. Ella tenía los ojos cerrados, los labios aún algo hinchados.

Zac: ¿Y bien? -Dijo cuando se calmaron los latidos de su corazón-. ¿Hay algún área en la que necesite mejorar?

Ella abrió los ojos, aquellos ojos de un color marrón chocolate tan fantásticos, y lo miró.

Nes: No se me ocurre ninguna -dijo con voz ronca-.

Zac: ¿Qué tal los besos?

Ella se aclaró la voz.

Ness: Esto... excelentes.

Él se volvió para mirarla de frente, y ella hizo lo mismo.

Zac: ¿El masaje?

Ness: Como el de un experto.

Zac: ¿Y las caricias? -insistió-.

Ness: Maravillosas.

Zac: ¿El ritmo?

Ella lo miró a la cara.

Ness: Experimentado.

Zac: ¿El orgasmo?

Vanessa se pasó la lengua por los labios.

Ness: Se ha registrado en los niveles más altos de la escala de Richter.

Zac: Bien.

Una intensa sensación de posesividad lo recorrió.

Ness: Nunca... me había pasado antes. Quiera decir, esto... con Andrew -carraspeó un poco más-. No he estado con nadie más.

Zac: Ah.

De pronto parecía darse cuenta de lo que ella le decía, al tiempo que esa sensación de posesividad se acrecentaba en él.

Entonces no había andado tan desencaminado. No sólo Vanessa llevaba muchos años célibe, sino que el sexo con Andrew tampoco había sido demasiado especial.

Sin embargo, ella era la que sufría la angustia, mientras que Andrew, estuviera donde estuviera, estaría pasando de una cama a otra con su bravuconería habitual.

Zac desahogó su rabia con ella y abrazó a Vanessa.

Zac: Bueno, para que lo sepas, lo que hemos hecho esta noche ha sido maravilloso para mí.

Ella abrió mucho los ojos.

Ness: ¿De verdad?

La expresión de sinceridad en su rostro estuvo a punto de matarlo.

Zac: Sí, de verdad -insistió-.

Ness: No tenía idea de que pudiera ser algo tan maravilloso -dejó de hablar de pronto y se mordió el labio de aquel modo tan tierno-. Quiero decir, sabía que podía ser así de bueno, lo he leído; lo que no sabía era que podía ser tan maravilloso para mí.

Zac: A veces la pasión desenfrenada supera nuestras inhibiciones.

Ness: Dudo de que me quede alguna.

Él sonrió.

Zac: ¿Quién sabe cómo funcionan estas cosas? Tal vez el sexo con Andrew habría sido mejor si tú te hubieras sentido más cómoda.

Ella suspiró.

Ness: Sí.

Zac: Me alegro de que el masaje funcionara.

Ella levantó la cara y lo miró.

Ness: No puedo creer que sólo te hayas leído por encima un libro de masajes.

Él sonrió otra vez.

Zac: ¿Estás de broma? Una visita a una tienda para comprar juguetes sexuales iba a ser el paso siguiente.

Ella se echó a reír.

Él fingió no sentirse ofendido.

Zac: ¿Qué tiene tanta gracia?

Ness: Tú, el serio e imponente de Zachary Efron, en un sex-shop.

Él asintió.

Zac: El Garito Rosa. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer -entonces frunció el ceño-. ¿Y qué quieres decir con eso de serio?

Para darle más efecto a sus palabras, le deslizó la mano sobre el pecho y continuó hasta la parte más sensible de su cadera.

Ella se puso colorada.

Ness: Bueno... salvo que ahora sé que no eres nada serio.

Él se movió rápidamente, sin darle tiempo a reaccionar; la agarró y la colocó encima de él.

Ella emitió un gemido entrecortado.

Ness: ¿Qué estás haciendo?

Él le echó una mirada maliciosa.

Zac: Bueno, aún no sabemos nada del aguante.

Ella se fijó en el reloj de la mesita.

Ness: Necesitas ir a trabajar por la mañana.

Zac: En mi despacho tengo una ducha; siempre tengo un traje preparado por si lo necesitara. -Cuando ella arqueó las cejas, él entendió lo que quería decir-. No te preocupes, cariño. No es porque sea tal Casanova, sino porque a veces me he pasado toda la noche trabajando y no me ha dado tiempo a volver a casa a cambiarme.

Y dicho eso, Zac se aseguró de que ninguno de los dos hablara durante mucho rato.


Vanessa canturreaba de felicidad.

Britt: Alguien está de buen humor.

Entraba en el despacho con un paquete en la mano.

Vanessa sonrió.

Ness: Hace un día precioso.

Habían pasado dos semanas desde la visita de Zac a su apartamento, y las cosas no habían hecho más que mejorar entre los dos. Tanto en la cama, como fuera. Apenas podían estar en la misma habitación juntos sin empañar las ventanas.

Se excitaba sólo de pensar en todas las veces y todos los sitios en los que habían tenido intimidad.

En un desesperado esfuerzo para llegar al trabajo a la hora, se habían duchado juntos; pero incluso entonces las cosas habían tomado un giro inesperado.

Sin duda. Era una nueva Vanessa Hudgens; más segura de sí misma sexualmente con cada día que pasaba. Y tenía que agradecérselo a Zachary Efron. Él la había ayudado a derribar todas sus barreras. Tan sólo un par de meses atrás, jamás habría podido adivinar el nuevo camino que tomaría.

Como Andrew había sido su primer amante, no había sabido qué esperar porque no sabía lo que se había perdido.

Brittany la miró.

Britt: Mmm. Bueno, sólo para que se sepa, recuerda que te dije que deberías haberte dejado llevar por los encantos de ese hombre hace mucho tiempo.

Ness: Recuérdame que te haga un regalo.

Le había contado a Brittany que Zac y ella estaban juntos. Su recepcionista lo habría adivinado de todos modos enseguida, porque Ideal Match había dejado de buscarle novias a Zac.

Sí, había renunciado al cliente de más importancia para su agencia, pero a cambio estaba recibiendo muchísimo más. Estaba dispuesta a zambullirse de lleno para ver adonde la llevaría aquella relación entre Zac y ella, porque ya no tenía miedo alguno.

Britt: Toma -le pasó la caja que tenía en la mano y fingió perplejidad-. Acaba de traerla un mensajero. Adivina de quién es.

Vanessa se sentía turbada.

Ness: Veamos.

Abrió la caja y retiró el papel de seda que había dentro. El corazón le dio un vuelco al sacar un precioso vestido de noche de seda color verde. Cuando lo examinó bien vio que tenía tirantes de circonitas y pliegues que imitaban la explosión de una estrella y que partían del busto.

Britt: Está mejorando, y mucho.

Vanessa leyó la nota que lo acompañaba. “Póntelo para mí.” Zac había firmado con su nombre y había escrito un día y una hora: la noche de la cena de gala del Grosvenor celebrada para conseguir fondos para los museos de pintura de los que habían hablado.

Brittany le pasó un estuche.

Britt: Toma, se te olvida esto.

Lo abrió con cuidado y de pronto soltó una exclamación entrecortada. Un sencillo collar de diamantes con unos pendientes a juego descansaba sobre el terciopelo que forraba el interior del estuche.

Brittany se asomó para mirarlo bien, y también exclamó con sorpresa.

Britt: Oficialmente eres una mujer mantenida -bromeó-.

Vanessa sintió que se le escapaban las lágrimas. Se pondría todo... además del corazón como bandera.

Porque lo amaba.

Brittany le dio unas palmadas en el brazo.

Britt: Venga, venga. Es hora de descorchar el champán, no de abrir los grifos.

Ness: No me hagas caso.

Britt: Sabes, si éste te abandona -se burló-, creo que te darán más dinero en la casa de empeños que con tu anillo de compromiso.


El Salón Imperial del Hotel Boston Park Plaza brillaba bajo la luz que se reflejaba de varias arañas de cristal. La sala, totalmente abarrotada con sus casi quinientos invitados a la cena, poseía la elegancia de un viejo mundo gracias a su valioso techo, a sus balconadas doradas y a sus arcos ornamentados.

Vanessa se sentía como si estuviera en otra época y en otro lugar, cautivada por el encanto de lo que tenía a su alrededor, y sobre todo del hombre que tenía a su lado.

Se había puesto el vestido que Zac le había regalado, unos zapatos de tela plateada y un bolso a juego que tenía ella. Llevaba el pelo recogido, y en lugar de abrigo se había puesto una capa negra de paño para protegerse del frío.

Cuando le había preguntado a Zac de camino a la cena si su familia sabía algo, éste había respondido que no le había dicho nada directamente a su familia de su incipiente relación.

Tampoco había entendido la reacción de preocupación de Vanessa.

Ness: Teniendo en cuenta que todo el mundo se va a fijar en nosotros -no quería ni pensar en los periodistas que acudirían al evento-, podrías al menos haber avisado a tu familia.

Zac: Todo irá bien, Vanessa -le respondió mientras le daba un apretón en la mano-.

Pero ella se había negado a consolarse con eso.

Sabía que los Efron preguntarían; al menos lo harían con sus miradas, si no decían nada. Después de todo, los hermanos de Zac sabían que él había ido a su agencia a contratar sus servicios, y que antes que eso había sido el padrino del novio en la boda que debería haberse celebrado y que no se celebró. Su historia con Zac no podría haberse complicado más.

Y mientras que antes podrían haber sospechado de algo más que de una relación platónica entre su hermano y ella, esa noche estaba claro que entre Zac y ella había algo más.

De todos modos, sabía que amaba a Zac, y no podía ocultar sus sentimientos y seguir siendo sincera consigo misma.

El gesto tierno de Zac al colocarle la mano en la cintura le hizo sentirse un poco más segura estando allí con su familia, incluidos sus padres.

Estaban junto a la mesa donde iban a sentarse a cenar en breve. La madre de Zac, Nancy, era elegante y bonita, con el cabello castaño como el de Zac, pero con algún que otro toque plateado. El parecido con su hija Miley era impresionante. El padre de Zac, James, vestía un esmoquin como los demás hombres, era alto y distinguido y poseía un amable encanto.

Nancy: Zac mencionó que eras una casamentera profesional, Vanessa.

Ness: Exacto... sí, lo soy.

Hasta hacía muy poco, la de Zac, quería reseñar; pero se quedó callada.

James: Debió de ser un desafío abrir tu propio negocio.

Ness: Sí, pero también muy satisfactorio. He estado muy activa en asociaciones de propietarias de negocios aquí en Boston.

Se alegró al ver que por lo menos los padres de Zac parecían lo suficientemente educados como para no sacar el tema de cómo había pasado de ser la persona encargada de buscarle una esposa a su hijo, a su amante.

Sus hermanos eran otra cosa.

Alex: ¿Y bien, Zac, cómo va lo de buscarte esposa? -le preguntó más tarde, cuando se habían sentado a la mesa a cenar-.

Zac se tomó su tiempo para responder.

Zac: Ya no estoy en el mercado.

Alex se puso la mano detrás de la oreja.

Alex: ¿Qué has dicho? No te he oído.

Zac: He dicho que ya no estoy en el mercado.

Alex abrió mucho los ojos.

Alex: Ni siquiera Vanessa ha podido encontrar a alguien con quien quieras salir, ¿eh?

David ahogó una carcajada.

Nancy: Alex -le reprendió en tono de advertencia-.

Pero Alex miró a su madre con gesto inocente.

Vanessa vio que Zac se recostaba en el asiento y colocaba el brazo sobre el respaldo de su silla.

Zac: Vanessa es mi pareja esta noche, por si acaso no os habéis dado cuenta.

Vanessa vio la expresión de aprobación y alegría que Miley intercambió con Elizabeth y Kayla, sin duda al confirmarse sus sospechas. Alex fingió sorpresa.

Alex: ¿Quieres decir que no está aquí solamente para que aprendas la etiqueta pertinente?

Zac: No.

Vanessa se daba cuenta de que no se trataba de que los hermanos de Zac quisieran meterse con ella, sino que trataban de tomarle el pelo a Zac siguiendo un ritual tal vez establecido en la familia.

Alex: ¿Quieres decir que es tu cita de verdad de esta noche? -insistió-.

Zac: Tan de verdad como la que más.

Vanessa notó que se ruborizaba. De haber dicho que habían hecho el amor de un modo espectacular no habría sido más explícito.

Miley: Estáis incomodando los dos a Vanessa. Basta ya.

Vanessa la miró con agradecimiento.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que otros miembros de la familia Efron la estaban mirando; no con sospecha, sino con comprensión y amabilidad.

El corazón se le encogió y pestañeó con fuerza.

Sabía que acababa de dar un paso significativo.


Más tarde, cuando Zac y ella estaban en la pista de baile, pudo finalmente expresarse con libertad.

Ness: Me gusta tu familia -le dijo a Zac-.

Zac la miró con gesto de humor.

Zac: A veces son insoportables.

Ness: Muy refrescante.

Zac: Menudo eufemismo.

Ella sonrió.

Ness: Vamos, son cariñosos.

Él ladeó la cabeza al pasar junto a otra de las parejas que había en la pista. Una orquesta de veinte músicos tocaba en el escenario.

Zac: Lo dices como si te sorprendiera.

Ness: La familia de Andrew no era así.

Zac: ¿Esa es tu manera de decir que eran ricos y esnobs? -le preguntó en tono divertido pero con una nota de seriedad también-.

Ness: Distantes y formarles -respondió, mientras se quebraba la cabeza por explicarse correctamente-. La cena en su casa siempre terminaba con café y postre, que consistía en un plato con una galleta por persona.

Él sonrió.

Zac: Debían ser unas galletas carísimas.

Ness: Sé que parecerá ridículo.

Él negó con la cabeza y se puso serio.

Zac: No, la familia de Andrew siempre me ha parecido un tanto arrogante -comentó-.

Ness: Bueno, digamos que ellos habrían presumido de que sus antepasados vinieron en el Mayflower, fuera o no cierto -dijo con una sonrisa en los labios-.

Él sonrió también.

Zac: Eso es, dame donde sabes que me duele -la miró y su expresión se volvió más seria, más intensa-. Me alegro de que te pusieras el vestido que te envié. Estás guapísima.

Vanessa se llevó una mano a la garganta; el collar de diamantes estaba frío en contraste con su piel. Tenía suerte de que los Efron no supieran quién se lo había regalado. Ya se habían mostrado más que un poco curiosos y entretenidos con su aparente aventura amorosa con el último soltero de la familia.

Ness: El vestido es precioso. Y también el collar y los pendientes; pero son demasiado caros para quedarme con ellos...

Él la silenció con un beso.

Zac: Déjame que te convenza para que te los quedes.

Su voz estaba cargada de promesas, y Vanessa se estremeció. Era, pensaba ella, una noche mágica que había pasado flotando en una nube de felicidad burbujeante. Y en lugar de estar deseando que la velada tocara a su fin, como había pensado a la ida, la fiesta concluyó enseguida.

En el vestíbulo, esperaron a que el portero le llevara el coche de Zac. Otros invitados abandonaban el Salón Imperial, y los huéspedes del hotel entraban y salían.

Zac se acercó a ella.

Zac: Estoy deseando quitarte ese vestido.

Ella sonrió, pero al segundo siguiente la sonrisa se desvaneció de sus labios.

Andrew.

Le costó un momento asimilar que estaba allí. No lo había visto en cinco años, pero en ese momento entraba por las puertas giratorias y avanzaba por el vestíbulo hacia ellos, con toda naturalidad.

Zac miró hacia donde miraba ella y se quedó también perplejo.

Al momento siguiente, cuando Andrew los vio, puso cara de pocos amigos. Vaciló un instante, pero continuó avanzando y sólo se paró cuando estuvo delante de ellos.

Andrew: Vaya, pero qué sorpresa -pronunció en tono pausado-.

Zac: Andrew.

Vanessa no se podía mover.

Andrew sonrió con gesto desagradable.

Andrew: Le he oído decir a uno de los invitados que estabais juntos en la cena de gala de esta noche; pero la verdad es que no hay nada como verlo con mis propios ojos.

Vanessa se dio cuenta de que Andrew estaba bebido, sin duda después de haber salido por los clubes de la ciudad. Tenía los ojos demasiado brillantes, y las ojeras profundas.

Sin embargo, incluso teniendo en cuenta su estado transitorio, estaba claro que esos años que habían pasado desde la última vez no le habían tratado bien. Se le veía agotado, y estaba claro que no era sólo por una noche de juerga.

Se preguntó si esas señales habrían estado también allí cinco años atrás, o si eran síntomas más recientes de una vida que lo había decepcionado.

Había una debilidad en sus labios, un gesto hosco en su mirada y en general mala cara.

Zac: Supongo que es una feliz coincidencia que nos hayamos encontrado entonces contigo -dijo en tono seco-. Es impresionante la rapidez con la que corren los rumores.

Andrew: Llevo dos días hospedado en el Park Plaza, desde que he vuelto de Londres. En ese momento no imaginé que encontraría a la que casi habría sido mi esposa en los brazos de uno de los padrinos.

Zac: Han pasado cinco años. Cinco años en los que has estado sin decir palabra.

Vanessa sintió la tensión que vibraba entre los dos hombres. La gente a su alrededor empezaba a mirarlos con curiosidad.

Andrew frunció la boca.

Andrew: Ahora sé por qué me decías que cancelara la boda. La querías para ti, asqueroso.

Ella miró a Andrew sin comprender. Entonces se dio cuenta de que no se trataba de que no hubiera comprendido lo que Andrew decía, sino que no quería entenderlo.

¿Zac instigando a Andrew para que la dejara plantada ante el altar? No podía ser cierto.

Zac: Si tienes remordimientos, es culpa tuya y nada más -dijo en tono frío-. Los dos sabemos que la verdadera razón por la que cancelaste la boda fue porque no fuiste lo suficientemente hombre para plantarle cara a tu familia, ni lo bastante hombre como para merecer a Vanessa.

Esas palabras pincharían a Andrew, y Vanessa lo sabía. Y fue Andrew quien se lanzó el primero, pero también quien recibió el primer puñetazo; y después de eso, se desencadenó la pelea, porque se enredaron a pelearse y no parecían querer parar.

A su alrededor, la gente gemía de sorpresa o se retiraba para no ponerse en medio.

Vanessa no podía creerlo. No podía creer que el imperturbable de Zachary Efron se estuviera peleando con nadie, ni que Andrew y él se estuvieran dando de puñetazos, y sobre todo, no podía creer que se estuvieran peleando por ella.

Ness: ¡Basta! -gritó, aunque ni siquiera a ella le resultó convincente-.

Miró nerviosamente a su alrededor en busca de ayuda, pero no vio a ninguno de los Efron, y el grupo de personas de mediana edad que los observaba parecía ser la única fuente de asistencia.

Fijó de nuevo la mirada en los dos hombres, justo a tiempo de ver a Zac dándole un golpe a Andrew que lo tumbó de espaldas.

Hizo una mueca, y al ver su oportunidad se lanzó hacia delante.

Ness: ¡Basta! -gritó con tono histérico-.

Temblaba cuando agarró a Zac del brazo y tiró de él para separarlo de Andrew. Consiguió moverlo sólo un poco, a pesar de hacer un esfuerzo enorme.

Andrew tenía el labio lleno de sangre y la ropa desgarrada; un moretón en la mejilla y otro en el ojo que prometían ponerse más morados.

Vanessa miró a Zac y vio que él no estaba tan mal. Respiraba con agitación y tenía un moretón grande en la mandíbula. En ese momento no tenía nada que ver con el hombre refinado con quien se había reído y había bailado toda la noche.

Pensó de nuevo en la acusación de Andrew. Zac no la había negado categóricamente.

De nuevo trató de digerir el hecho de que Zac, su seductor, su amante ya, tal vez pudiera ser el responsable del momento más humillante de su vida.

Justo a tiempo, sin embargo, llegó el guarda de seguridad del hotel.

La gente comentaba en voz baja, y Vanessa pensó con vergüenza en el tiempo que tardaría en olvidarse de todo aquello. Después de que Andrew le dejara abandonada, le había costado cinco años continuar.

Cuando el guarda de seguridad lo levantó del suelo, Andrew se limpió el labio con el revés de la mano.

Andrew: Te demandaré, asqueroso. Voy a asegurarme de que te arrepientas de haberte cruzado en mi camino.

Otro guarda le plantó una mano a Zac en el pecho, para detenerlo.

Zac: Fuiste tú quien viniste por mí -respondió en tono seco-. Demandarme no te va a llevar a ningún sitio... aunque te quedes en Boston el tiempo suficiente para poder tramitarlo.

Vanessa miró a Zac.

Ness: ¿Es verdad? ¿Es cierto lo que ha dicho Andrew?

Él la miró y no dijo nada, pero ella se lo leyó en la mirada.

Zac: Luego hablaremos de eso -respondió en tono seco-.

Ella retrocedió un paso. Se había trasformado de nuevo en el extraño de ojos azules, en un titán corporativo de voluntad de hierro.

Al momento, sus hermanos y las esposas de éstos llegaron, haciéndoles preguntas y emitiendo exclamaciones de sorpresa.

Ella se retiró del grupo en ese momento de confusión, pensando que tenía que alejarse.

Zac: ¡Vanessa, espera!

Oyó la voz de Zac, pero continuó avanzando. Sabía que él no podría marcharse del hotel sin explicarle a los guardas de seguridad lo que había pasado, aunque también estaba segura de que la riqueza y prominencia social de Zac conseguirían que lo trataran con deferencia y respeto.

Ella, por otra parte, pagaría el precio de lo que había ocurrido esa noche durante mucho tiempo.

Fuera del hotel, el viento de marzo la recibió con su frialdad, y lo cierto fue que Vanessa agradeció el cambio de temperatura. Necesitaba aclararse las ideas. Le pidió a un botones de uniforme que le buscara un taxi, y afortunadamente, en un par de minutos apareció uno. No miró a nadie antes de meterse en el vehículo, pero sintió que la gente la miraba, sin duda personas que habían sido testigos de la pelea que había tenido lugar en el vestíbulo.

Mientras el taxi cruzaba las calles oscuras de Boston de camino a su casa, a Vanessa se le formó un nudo de angustia en la garganta.

Se recostó en el asiento y echó la cabeza hacia atrás. Pero cómo podía ser tan boba; no podía creer que se estuviera enamorando de verdad.

Claramente, no había aprendido nada en los cinco últimos años, porque estaba repitiendo los mismos errores de entonces. Otra vez se había equivocado al pensar que había encontrado a la pareja ideal, a su pareja ideal.

Debería haberse fiado de lo que en un principio le había dicho el instinto acerca de Zac. Claro que eso había sido antes de saber nada del engaño de Zac en el pasado y de las mentiras del presente. Por fin se había dado cuenta de que las similitudes entre los dos hombres iban más allá de lo superficial. Los dos eran dos víboras en las que no se podía confiar.

Al día siguiente, los comentarios circularían y los periódicos no dejarían de publicar la noticia sobre la pelea en el Boston Park Plaza; aparentemente por ella.

Todo era tan horrible que le entraban ganas de llorar.

Pagó al taxista, salió del vehículo y se detuvo delante de su edificio de apartamentos para sacar la llave.

Zac: Vanessa.

Se dio la vuelta al oír la voz de Zac. El corazón le dio un vuelco al verlo. Era la persona a la que menos deseaba ver en ese momento, por lo nerviosa que estaba. Lo mejor era que se colgara un cartel del corazón que dijera: condenada.

Aún con la cara llena de moretones y el aspecto descolocado, sin embargo, era el hombre más atractivo que conocía.

Zac: Tenemos que hablar.




Una pelea y esa frase que no mola nada =S

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2 comentarios:

Lu dijo...

Ay no lo puedo creer! Todo parecia tan perfecto al principio.
Zac ha sido el culpable de que dejaran plantada a Ness en el altar? No lo puedo creer...
Yo que pensaba que iba a seguir todo perfecto.
Me encanto el capitulo!!!


Sube pronto :)

Maria jose dijo...

porque demonios tenia que aparecer andrew?
y por que zac le dijo que no se casara con ella?
tengo muchas dudas, la novela esta muy emocionante
ya quiero seguir leyendola
sube pronto por favor


saludos
novela perfecta!!!!

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