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jueves, 3 de marzo de 2016

Capítulo 4


Ness: Gracias por las flores. Acaban de llegar, y son preciosas.

Zachary trató de interpretar el tono de voz de Vanessa mientras se paseaba por su habitación de hotel en Atlanta. Su viaje de negocios había sido una sucesión de reuniones, cada una más pesada y difícil que la anterior, y estaba deseoso de volver a casa.

Se aflojó la corbata con una mano mientras hablaba con Vanessa.

Zac: De nada. Mi secretaria no fue quien se encargó de enviarlas. Quería que supieras que tus lecciones no han sido en vano.

Ness: Qué alivio.

Zac: ¿Entonces tienes ya alguna candidata?

En realidad, era lo que menos tenía en la cabeza. La había llamado porque había tenido un rato libre... porque había querido saber si había recibido su ramo... y, porque, francamente, había querido hablar con ella y juzgar su reacción.

No había podido dejar de pensar en ella desde que habían cenado juntos hacía unos días. Se había dicho para sus adentros que era sólo porque llevaba unos días pensándose todo aquel asunto de encontrar pareja.

Ella se aclaró la voz.

Ness: Sí, sí. Tengo algunas candidatas estupendas.

Zac: Muy bien.

Zac oyó el clic del ratón del ordenador y asumió que estaba buscando el documento.

Ness: Tengo una cliente fabulosa llamada Melanie -dijo en tono formal-. Es modelo y actriz...

Zac: Nada de actrices.

Ness: ¿Por qué no?

Zac. Las de Hollywood están muy pendientes de sí mismas y su carrera profesional.

Ness: Pero Melanie es una actriz con una formación clásica -argumentó-. Es de teatro. Su madre es miembro del consejo de directores del Teatro Juvenil de Massachusetts.

Zac: Demasiado en plan diletante de lo artístico.

En papel todo sonaba estupendamente, pero de algún modo, tal vez porque Vanessa estaba describiéndole a una mujer que no conocía, sintió que le faltaba entusiasmo.

Se produjo una pausa en la conversación antes de que Vanessa volviera a hablar.

Ness: De acuerdo, paso a otra. Valerie es una mujer maravillosa que resulta ser la consultora de gerencia de Bain & Co.

Zac: Ni hablar.

Con ésa estaba en un territorio más familiar, y no tuvo problema en rechazarla.

Ness: ¿Cómo? ¿Pero por qué? -parecía sorprendida-. Valerie es una luchadora en su profesión, pero también le encanta el deporte y la vida al aire libre. Es además una aficionada al hockey, y yo sé que tú lo practicabas en la facultad.

Zac: Estupendo, porque la única vez que podremos ver un partido será en el aeropuerto. Los consultores de gerencia también viajan mucho. Jamás podremos concertar una cita.

Ness: Vaaaale -dijo que estaba a punto de perder los estribos-. Después está Bethany...

Él la interrumpió.

Zac: ¿Bethany Collingsworth?

Ness: ¿Sí, cómo lo has adivinado?

Zac: ¿Cuántas mujeres conoces que se llamen Bethany? -le preguntó en tono burlón-. ¿Es una cliente, o alguien que tú conozcas?

Ness: ¿Por qué te interesa?

Zac: No me interesa, pero veo por tu respuesta evasiva que es cliente tuyo y que te paga para que le busques pareja.

Ness: ¿Y qué tiene de malo Bethany?

Zac: Está buscando un marido rico.

Ness: Posee un fondo de inversiones -respondió en tono escéptico-.

Zac: Y dicho fondo está a punto de tocar ídem.

Ness: ¿Cómo? -parecía exasperada-. ¿Cómo sabes tú eso?

Zac: Nunca revelo mis fuentes.

La clase alta de Boston no era tan numerosa, así que incluso él había oído hablar de Bethany «cuánto-vales» Collingsworth, para empezar porque antes de que se casara su hermano, lo había intentado también con él.

Vanessa suspiró.

Ness: Vas a tener que darme más tiempo para que té busque a más candidatas.

Por el tono de voz de Vanessa, Zac dedujo que ella tenía ganas de estrangularlo.

Zac: Anímate, cariño -dijo sonriente-. Todo el mundo deber reconocer que el cliente siempre tiene la razón, incluido yo.

Ness: Es fácil para ti decir eso, siendo tú el cliente en esta situación.

Se echó a reír abiertamente.

Zac: Tengo suerte.

Ness: Voy a dar el discurso que suelo dar acerca de mantenerse flexible y mantener la mente abierta.

Zac: ¿Otra lección? -se burló-. ¿Cuándo empezamos?

Ness: Este fin de semana no. Estoy ocupada.

Zac sintió una punzada de celos que no le hizo la menor gracia. ¿Estaría Vanessa saliendo con alguien? Había dicho que de momento no estaba buscando pareja, pero tal vez de vez en cuando saliera con alguien.

Zac: ¿Trabajo o placer? -le preguntó en tono informal-.

Él notó que ella vacilaba un poco antes de contestar.

Ness: Un poco de ambas cosas -dijo por fin-.

Zac: El misterio es mayor -dijo para ver si sacaba algo-.

Ella suspiró.

Ness: Bueno, si quieres saberlo, soy voluntaria en una comunidad para jubilados.

Zac: ¿De casamentera? -le preguntó sorprendido-.

Ness: El amor es para los que tienen joven el corazón.

Zac: Aparentemente, tal vez.

Ness: ¿Quién es ahora el cínico? En realidad, me han invitado a la boda de una pareja que les presenté yo. El novio tiene setenta y siete y la novia un año menos. Los dos son viudos, y van a dar una fiesta para algunos familiares y amigos.

Algo en su tono de voz, un rastro de vulnerabilidad, lo enterneció.

Zac: ¿Y cuándo es el gran día?

Ness: El domingo por la tarde.

Sabía lo que iba a decirle, aunque se daba cuenta de que no era demasiado inteligente por su parte.

Zac: ¿Tienes acompañante?

Ella se echó a reír.

Ness: Sí, mi coche, que me lleva allí.

Zac: Hagamos un cambio -dijo con naturalidad-. Conozco a un Lexus macho que quiere pasárselo bien.

Ness: Yo...

Zac: Considéralo como parte de tu tarea para reformarme -le dijo antes de que ella pudiera negarse-. De otro modo, estaría trabajando.

Se produjo una pausa.

Ness: Bueno... Supongo que te vendrá bien ver un ejemplo de amor de verdad en acción.

Sintió que soltaba una bocanada de aire que no se había dado cuenta de que se estaba aguantando.

Zac: ¿Cuándo te recojo?

Era algo que ya había vivido, pensaba Vanessa.

La última vez que había estado en una iglesia con Zachary Efron, ella había estado vestida de seda marfil, lista para casarse con un hombre.

Cuando había accedido a que Zac la acompañara ese día, no había estado pensando en que su presencia le llevaría de nuevo el recuerdo de uno sentimientos que parecía haber tenido adormecidos durante años. Sólo había estado pensando en que Zac pudiera ser testigo de una historia de amor en primera fila. Sólo por el bien de su atractivo en relación a las mujeres, se decía ella con convencimiento. Entre las que no se incluía, por supuesto.

Le echó una mirada, allí sentado a su lado en el banco de madera de la capilla que servía a la urbanización de jubilados Pine Hill. Su aspecto era austero aunque endiabladamente apuesto con su inmaculado traje gris marengo de raya diplomática y su corbata azul pálido y amarillo.

El pulso se le aceleró.

Llevaba todo el día nerviosa, esperando el momento en que llegara Zac a recogerla con su coche, tratando de decidir qué ponerse.

Finalmente había escogido un vestido de seda por la pantorrilla en color azul plomo, con mangas de gasa y una estola de gasa sobre los hombros. Era uno de sus vestidos favoritos porque era imaginativo; ya se lo había puesto para ir a tres bodas.

Sin embargo, había estado con los nervios de punta cuando lo había saludado; eso es, hasta que había visto la mirada de deseo en sus ojos, antes de que Zac pudiera disimularlo.

Zac dejó de mirar a su alrededor y se inclinó hacia ella un poco.

Zac: Estoy impresionado. Este lugar es como un pueblo pequeño. ¿Quién fue el promotor?

Ella nombró una conocida empresa de Boston.

Zac asintió.

Zac: Empresas Efron necesita meterse en el mercado de construcción de urbanizaciones de jubilados.

Ella no estaba segura de si él lo decía o no en serio, pero había que reconocer que Pine Hill era un sitio muy atractivo. Los residentes podían elegir entre una gran variedad de viviendas, ya fueran casas bajas, apartamentos en urbanizaciones o una residencia en sí. Allí había una gran variedad de actividades para realizar, desde cuidar el jardín, administrar una casa o cuidar de los animales, entre otras cosas. En el centro de recreo, se daban clases de baile, de gimnasia y de muchas cosas más, además de celebrarse fiestas.

Su única intervención se había iniciado de un modo indirecto, después de que un cliente mayor, un viudo de unos cincuenta años, le hubiera hablado de su madre, una residente de Pine Hill, que deseaba que en la comunidad hubiera una persona encargada de buscar pareja.

Había contactado con el departamento de administración de la urbanización y le habían asignado un pequeño espacio, donde la gente podía ir a conocerla los fines de semana para contarle lo que estaban buscando.

Tras el desastre Andrew, como ella llamaba lo que le había pasado, le había parecido más distraído que estar sentada en casa viendo películas románticas y llorando con un cuenco de palomitas en la mano.

Su papel, sin embargo, se había extendido rápidamente de voluntariado a tiempo parcial a mucho más. Había entablado una buena relación con algunos de los jubilados, como por ejemplo Agnes, que se negaba a salir con un hombre con tupé, o Floyd y su colección de soldaditos de plomo y reconstrucciones de batallas.

Se había convertido en directora de actividades lúdicas a tiempo parcial en su intención de conocer a los residentes y adivinar quién estaba hecho para quién.

Al mirar a Zac, se preguntó qué pensaría él de todo ello, y se dio cuenta con un escalofrío de que era el primer hombre que la había acompañado a Pine Hill.

Justo en ese momento la música cambió, alertando a los invitados allí reunidos, alrededor de cincuenta, de que alguna marcha nupcial estaba a punto de empezar.

Zac y ella se levantaron y se dieron la vuelta con los otros invitados para mirar hacia el fondo de la capilla.

Cuando la novia, vestida con un sencillo traje gris, entró a las notas de una melodía de Purcell, Vanessa sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.

Pestañeó rápidamente, con la esperanza de que Zac no se diera cuenta. Sería horrible que él supiera lo romántica que había sido... que en realidad seguía siendo.

Observó cómo la novia llegaba hasta donde estaba el novio y se daban la mano antes de volverse hasta el oficiante.

**: Queridos amigos -empezó el capellán-, estamos reunidos hoy aquí para unir a Verónica y a Albert en santo matrimonio...

A su lado, Zac miraba al frente con expresión inescrutable.

Ella se sentó, esperando a que le llegara el turno, esperando que le tocara decirle algo a aquellas personas a quienes ella había juntado.

Su propio matrimonio no se había llegado a celebrar, y siempre le resultaba purgante ser testigo de una boda que trascurriera sin ningún fallo.

Cuando le llegó el turno, se acercó al atril y, fijando los ojos en Zac, recitó de memoria el poema de Sir Edwin Arnold titulado Somewhere, sobre dos almas solitarias que se conocen y se unen en un todo perfecto.

Cuando llegó a las palabras «todo perfecto», sintió que Zac la miraba con intensidad. Experimentó una sensación purificadora, como si finalmente los dos estuvieran por fin viéndose tal y como eran.

El hechizo se rompió cuando un músico rasgó una cuerda, señalando el comienzo de la siguiente parte del programa.

Cuando ella volvió a su sitio, no quiso mirar a Zac por si se le saltaban las lágrimas delante de él.

Miró al frente, al son del Ave María, que los llevó a la parte de la ceremonia en la que la pareja pronunciaba los votos matrimoniales.

Verónica: Yo, Verónica -empezó a decir la novia- te tomo a ti, Albert...

Vanessa sintió que volvían las lágrimas y pestañeó para contenerlas.

Verónica: En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad...

Una lágrima le resbaló por la mejilla. Al momento, otra le siguió.

Verónica: Para amarte todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.

De pronto sintió que Zac la agarraba con calor, que le tomaba la mano entre las suyas. Sorprendida, ella lo miró, pero él se sentó mirando hacia delante, con gesto serio.

Cuando el ministro de la iglesia murmuró «puede besar a la novia», Vanessa estaba hecha un mar de lágrimas.

Zac la miró, y ella se volvió a mirarlo. Que pensara lo que quisiera, se decía ella. No podía ocultar lo mucho que la ceremonia le había afectado, y no servía de nada intentarlo.

Pero en lugar de burlarse de ella, o de mostrar una falta de comprensión impasible, él la miró con seriedad y atención. A Vanessa se le nublaron las ideas cuando él se inclinó hacia delante y le besó una lágrima y después la otra.

Zac: No tengo pañuelos de papel -murmuró mientras tomaba asiento y se volvía a mirar a los sonrientes novios-.

Cuando Vanessa se unió al resto de la congregación en el aplauso, pensó en la reacción de Zac. Le había tomado la mano y le había limpiado las lágrimas con besos.

Tal vez estuviera aprendiendo algo de lo que era el amor. ¿Pero sólo estaría demostrándole que seguía sus consejos, o acaso lo que hacía significaba algo más?

Resultaba tan confuso, y lo que menos le hacía falta a ella era que su relación con Zachary Efron se enredara más.

Él necesitaba aprender cómo usar el corazón más que la cabeza; sin embargo ella tenía el problema contrario, y esa vez no iba a permitir que nada se interpusiera en el camino de la lógica y el sentido común: casar a Zachary Efron y sellar su reputación como casamentera de primera.

A la salida de la capilla y de camino a un restaurante cercano donde se iba a celebrar la comida, vio que los demás invitados, la mayoría de ellos otros residentes de Pine Hill, la miraban con curiosidad.

Demasiado tarde se dio cuenta de la expectación que había despertado llevándose a Zachary Efron como pareja a la boda.

En realidad, en cuanto llegaron al restaurante los comentarios no tardaron en fluir como la cerveza en una fiesta estudiantil.

Como una bienintencionada señora, que miró a Zac con coquetería y dijo:

**: Yo me lo llevaría al altar, si fuera veinte años más joven y me sobrara un marido.

Esos veinte años le dejarían aún una diferencia de diez con Zac.

Sin embargo, ese comentario no fue tan atrevido como los que siguieron. Los residentes de Pine Hill se lo pasaron en grande analizando su vida social.

*: Querida -dijo la mujer mayor del grupo-, tiene toda la pinta de ser un tigre en la cama.

Vanessa sintió que se ponía colorada de vergüenza, y lo único que le impidió consumirse en un montoncito de cenizas fue el hecho de que en ese momento Zac estaba enfrascado en una conversación con el propietario jubilado de una empresa de construcción.

No quería pensar en la habilidad de Zac Efron como amante; ni recordar lo mal que quedaba ella en ese departamento.

Estuvo a punto de suspirar de alivio cuando se vio en una pequeña pista de baile con Zac.

Él bailaba bien. La diferencia de altura entre los dos ni siquiera se notaba mientras él la llevaba por la pista con la sutil presión de su mano en su espalda.

Olía a algún jabón de aroma fresco y sencillo, seguramente de hombre, y tenía la piel suave y recién afeitada. Ella deseaba acariciarle la mejilla.

Desvió la mirada adrede y trató de centrarse en el hecho de que la misión que tenía esa noche allí era que Zac se empapara de todo el romanticismo con todos sus sabores. Después de todo, no podía permitir que con todas las mujeres con las que se citara hablara de números.

Zac: Me gustan tus amigos -le dijo sacándole de su ensimismamiento-. Son un grupo muy bien avenido.

Ness: No te puedes imaginar cómo -murmuró pensando en los comentarios personales que no había dejado de recibir durante toda la velada-.

Zac: ¿Cómo? -la miró a la cara-.

Ness: Les has caído bien.

Él sonrió.

Zac: ¿No has oído lo que decía una señora? Tengo pinta de ser una fiera en la cama.

Ella se puso como un tomate.

Ness: Esto...

Zac: Lo que quiero saber -dijo frunciendo los labios-, es por qué tengo que aprender toda esa etiqueta para citarme con una mujer cuando mis habilidades como amante son tan visibles.

La palabra «amante» le provocó escalofríos por todo el cuerpo. Como no había respuesta segura alguna a su comentario, sólo pudo decir:

Ness: Puedes bailar el vals o el fox trot con las mejores de ellas que te doblan la edad.

Él la miró con un brillo en los ojos, como si se hubiera dado cuenta de su intención de cambiar de tema.

Zac: Cuando éramos pequeños -dijo finalmente- mi madre nos metió en clases de baile.

Ness: Estás de broma.

Conocía a todos los miembros de la familia Efron, y no se imaginaba a Zac y a sus hermanos, todos unos machitos, practicando los pasos de baile más tradicionales.

Zac: Fue un esfuerzo monumental conseguir que mis hermanos y yo nos comportáramos correctamente -sonrío-. Mi hermano Alex decidió llevar a cabo tácticas guerrilleras, pisando a la gente y tropezándose todo el tiempo con sus parejas de baile, con la esperanza de que lo echaran de la clase.

Ness: ¿Y funcionó?

Zac: No -se echó a reír-. Pero se ganó una visita al pediatra cuando mi madre se preocupó de que no tuviera bien el equilibrio. Eso, y se ganó la fama de payaso en la clase.

Ness: Me encantaba la clase de baile.

Él la miró.

Zac: Estoy seguro de que eras una de esas niñas que quería ser bailarina de mayor.

Ness: Desde el primer hasta el cuarto curso -dijo en tono nostálgico-. Ojala hubiera tenido las piernas más largas.

Él se inclinó un poco de lado, fingiendo que le examinaba las piernas, y seguidamente la miró a la cara.

Zac: A mí me parece que las tienes bien.

La tensión entre ellos se masticaba.

Ness: Gracias, pero yo era como una de esas chicas cuyos pies pisabais tú y tus hermanos.

Él la miró con curiosidad.

Zac: Dudo que yo pudiera pisarte -le dijo en voz baja-. Podría haber intentado otras cosas para llamar tu atención, pero eso no.

Pasado un momento, fue ella la que bajó la mirada. Así de cerca, sentía el calor que emanaba de su cuerpo musculoso; y sintió un cosquilleo en los pechos, por todo el cuerpo...

Había sido un error pedirle que la acompañara ese día. Le había costado cinco años, pero en el presente llevaba una vida agradable y ordenada, tal y como ella había querido. No estaba ni preparada ni dispuesta a abrirle la puerta a las emociones del pasado.

Necesitaba encontrar una mujer apropiada rápidamente, para que él pudiera salir de su vida. Todo lo demás era demasiado problemático como para tenerlo en cuenta.

Se prometió a sí misma que en cuanto volviera a su despacho se aplicaría con entusiasmo a la tarea de encontrarle candidatas a Zac. Y se negaba a analizar por qué esa idea le resultaba deprimente.

Desgraciadamente, Zac no parecía dispuesto a cooperar con el plan que acababa de urdir en su mente.

Charlaba con los otros invitados, les hacía reír, y en respuesta a las preguntas curiosas de los otros, no hizo nada para disipar la impresión de que pudiera ser algo más que un cliente.

Zac hizo enseguida muy buenas migas con el grupo de Pine Hill. Ella se quedó pensando en aquel lado de Zachary Efron; un lado que resultaba encantador, educado y accesible, y desde luego algo que no había visto en él cinco años atrás.

Al final de la velada, mientras charlaban agradablemente con los recién casados antes de despedirse, Zac le echó un brazo a la cintura.

Verónica: No podemos recomendarte a Vanessa lo suficiente. Jamás habría conocido a Albert, de no haber sido por ella. Después de la muerte de su primera esposa, sólo salía de casa para jugar al golf y para ver a sus nietos.

Zac: Me alegro de que Vanessa me invitara a venir hoy. Ha sido una boda preciosa.

Albert: Tú deberías probar a casarte.

Zac: Esa es mi intención -le guiñó un ojo-. Mientras tanto, me están civilizando un poco.

Antes de que Vanessa pudiera reaccionar, Zac se inclinó hacia ella y le rozó los labios con los suyos.




¡El primer acercamiento amoroso! XD
Apuesto a que no es el último ;)

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Lu dijo...

Ame el capitulo de hoy!
Que amor todo, la verdad. Amo a este Zac.
Ness deberia dejar el pasado atras.


Sube pronto :)

Maria jose dijo...

Me encanto este capítulo
Siento que zac es muy romántico
Ya quiero que den el siguiente paso
El final fue lo mejor
Esperar para el siguiente capítulo
Se me hará toda una eternidad
Síguela la novela


Saludos

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