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lunes, 29 de febrero de 2016

Capítulo 3


No sería más que una cena de trabajo. Al menos eso fue lo que se dijo Vanessa. En realidad, esa cena no se parecía en nada a ninguna cena a la que hubiera asistido antes.

En su reunión inicial con Zac en su despacho, había mencionado que a veces había ayudado a algunos clientes con sus habilidades para la conversación. Casi se había olvidado de ese dato, hasta que Zac se lo había sugerido.

Dado el modo en que apenas había sobrevivido al fin de semana anterior cuando habían salido de compras, contemplaba la cena de esa noche con no poca inquietud.

No había podido dejar de pensar en Zac y en cómo le sentaban los Levi's; o cómo sus músculos fuertes quedaban definidos bajo una suave camiseta; y sobre todo en cómo había respondido su cuerpo al verlo.

Vestirse para la cena había sido una tortura inigualable. Tenía un repertorio de trajes para las comidas de trabajo; atuendos elegantes y no demasiado sensuales. Pero hacía ya horas que había decidido que nada de lo que tenía en el ropero trasmitía la imagen correcta.

Finalmente se había decidido por un vestido color azul porcelana con manga tres cuartos. Se había dejado el pelo suelto y se había puesto unos pendientes de cristal de roca. Había rematado el atuendo con unos zapatos de tacón negros.

No era por lo que normalmente se habría decidido, ya que el vestido era más apropiado para un elegante cóctel que para una cena en un sitio de postín. Sin embargo, la ropa era su armadura, y con ella estaba equipada para tratar al cliente que iba a ver esa noche; en ese caso un hombre alto, fuerte y viril.

En ese momento estaban sentados el uno frente al otro, como dos oponentes en la centenaria guerra entre los sexos, con sus cubiertos como armas, sus copas y toda la conversación que podía asimilar mientras disfrutaban de unos exquisitos pastelillos de langosta.

Habían charlado sobre sus respectivas familias, y acababan de hablar sobre el teatro local cuando, con una mirada de disculpa, Zac se metió la mano en el bolsillo.

Zac: Disculpa, me están llamando -abrió el teléfono-. ¿Diga?

Zac la miraba mientras escuchaba.

A pesar de saber que él tenía la cabeza en otro sitio, Vanessa sintió otra vez aquel cosquilleo especial que llevaba sintiendo durante toda la cena. Sin embargo, y por sorprendente que pareciera, había disfrutado de la conversación con él.

Zac: Bien, de acuerdo. -Cerró el teléfono y dejó la servilleta a un lado del plato con expresión seria-. Tengo que ocuparme de esto.

Se levantó. Ella no pudo responder porque en ese momento llegó el camarero para rellenarles las copas.

Diez minutos después, él estaba de vuelta.

Ness: Eso no es nada conveniente.

Zac: No me lo digas -respondió en tono de burlona advertencia-.

Ness: Nada de teléfonos móviles. Da la impresión de...

Zac: Lo sé. Da la impresión de que vivo para trabajar.

Ness: No, de que eres un adicto al trabajo.

Él parecía exasperado.

Zac: Es martes por la noche.

Ness: Apaga el móvil -le dijo con resolución-. Particularmente en la primera cita.

Zac: Ésta no es una cita de verdad.

Su respuesta le dolió, aunque fuera cierta, y Vanessa se preocupó de nuevo sobre su habilidad para mantener una distancia profesional.

Ness: ¿Por qué no me hablas un poco de tu trabajo? -dijo desviando la conversación a un terreno más seguro-.

Él arqueó una ceja.

Zac: Pensaba que se suponía que tenía que disimular el hecho de que estoy casado con el trabajo.

Ness: Esta no es una cita de verdad, ¿recuerdas? -repitió empeñada esa vez en recordar ella ese dato-. Además, tienes que ver cómo puedes utilizar tu trabajo para que resulte atractivo cuando tengas una cita de verdad.

Zac: ¿Cómo? ¿Esa idea sale de una casamentera?

Ness: No, es lo que yo llamo el método Hudgens.

Zac: ¿Y qué te parece si dejo que mi considerable liquidez hable por sí misma? -comentó-.

Ness: ¿Es así como un gerente financiero dice palabrotas? -respondió evasivamente-.

Él se echó a reír.

Zac: De acuerdo, me mostraré amable.

Cuando terminó de comer, él se recostó en el asiento y se puso a jugar con su copa de vino.

Ella trató de no pensar en sus manos firmes, cuadradas y hábiles.

Ness: Eres el director financiero de Empresas Efron, ¿no?

Él asintió brevemente.

Zac: Soy el de los números.

Ness: Pero nunca aburrido -comentó-.

Zac: Si me pongo a hablar de algunas cosas, te aseguro que te aburrirás -le advirtió-.

Ness: Desde luego no es algo de lo que quieras hablar en tu primera cita. Eso es, a no ser que ella sea una experta en números también -añadió con suavidad-. ¿Y qué hace exactamente un director financiero?

Él frunció el ceño.

Zac: ¿Con qué clase de mujeres vas a citarme? No voy a tener paciencia para tratar con una belleza ignorante.

Ness: Sígueme la corriente.

Él suspiró.

Zac: Proporciono estrategias financieras a las Empresas Efron. Somos un imperio familiar con intereses en el sector inmobiliario y tecnológico.

Ness: He leído cosas de vosotros en la sección de economía de los periódicos.

Zac: ¿De verdad? -murmuró-.

A Vanessa le dio la impresión de que ese dato le intrigaba, se preguntó si acaso habría revelado demasiado.

En Boston, los Efron y la empresa dirigida por su familia eran omnipresentes. A través de los años, había sido incapaz de resistirse a leer los artículos sobre Zac. Él se había quedado soltero, tanteando el terreno, discreto en su vida privada, y al mismo tiempo había causado una buena impresión en el panorama empresarial.

Zac: Cada día -continuó- superviso el proceso económico y dirijo departamentos internos en Empresas Efron, incluidos los de administración e informática.

Ness: Todavía no estoy mareada.

Él sonrió.

Zac: Cortejo los números y anhelo un balance en positivo.

Ness: Muy gracioso.

Zac: Me disgusto cuando las cifras no cuadran, y nada me excita tanto como un balance en positivo.

Ness: ¿Ves? -le dijo en tono alentador-. Puedes conseguir que esto sea interesante.

Zac: Eso es lo que hago durante el día. Tengo un segundo empleo invirtiendo en nuevas empresas.

Ella arqueó las cejas.

Ness: ¿Eres inversor?

Zac: Soy un ángel, cariño -dijo con una mirada muy picara-.

Estuvo a punto de caerse de la silla al oír el término afectuoso con que se había dirigido a ella; aunque se recordó de nuevo que esa cita no era real, sino un simulacro. Sin embargo, aquel Zachary Efron era mucho más seductor que el que recordaba de cinco años atrás.

Zac: Yo proporciono capital generador antes de que lleguen los inversores. En el mundo de las inversiones se nos conoce como ángeles.

Ness: Entiendo.

Zac: La llamada de hace un rato era de una empresa en la que estoy pensando en invertir.

Ante su mirada interrogativa, él continuó.

Zac: Al fundador de la empresa le cuesta cederle el control a un grupo directivo profesional.

Ness: Interesante.

Se inclinó hacia delante, sin dejar de mirarla a los ojos.

Zac: Esta noche, sin embargo, lo único que me interesa es invertir en ti.

La verdad es que el comentario era ingenioso y no estaba mal. Pasado un momento, él sonrió.

Zac: ¿Qué tal lo estoy haciendo?

Ness: No está mal. -Se aclaró la voz y trató de aclararse un poco las ideas. No podía distraerse-. Deberíamos comentar cómo vas a describirte a ti mismo a una mujer con la que salgas de verdad.

Zac: Cuéntame más cosas del método Hudgens.

Ness: Es un poco como una desintoxicación. Es un campamento de entrenamiento de reclutas para acceder al compromiso a largo plazo –explicó-.

Zac: ¿Y eso se hace cambiando las ideas de los hombres?

Ness. Tanto de los hombres como de las mujeres -insistió-. Trata de informar a ambas partes sobre las expectativas del otro.

Zac: En otras palabras, recuerda el día de San Valentín, el cumpleaños de ella y vuestro aniversario.

Ness: Es eso, porque, sabes, no hay nada que diga «te quiero» como una tarjeta de San Valentín enviada el día antes por correo urgente por tu secretaria.

Él sonrió.

Zac: De acuerdo. Enseguida voy a apuntar esa información. No más envíos urgentes apañados por la secretaria.

Ness: Es un comienzo. Muchos hombres cuando ya llevan mucho tiempo casados un día se despiertan rascándose la cabeza y diciendo. «¿Qué hice mal?» No tienen ni idea de por qué la mujer está disgustada. No sólo quiero que mis clientes encuentren pareja, quiero que encuentren una pareja para toda la vida.

Él la contempló un momento.

Zac: Es curioso que precisamente tú te hayas metido en este negocio de buscarle pareja a los demás.

Ness: ¿Quieres decir porque yo he tenido tan mala suerte en el amor? -dijo lo que él había implicado-.

Él inclinó la cabeza.

Ness: No es tan curioso -continuó-. No tengo intención de dar el salto en breve.

Zac: Un poco cínica para dedicarte a formar parejas, ¿no?

Ness: Supongo que es fácil para ti, o para cualquiera, pensar eso, después de que me dejaran plantada ante el altar; pero está muy lejos de la verdad.

Las veces que otros clientes se habían molestado en indagar en su pasado o la habían reconocido como la abandonada novia de Andrew, siempre les había dado la misma respuesta. Después de todo, nadie quería aceptar consejos de una casamentera que no tuviera suerte en el amor.

De hecho, los efectos de un potente cóctel de dolor, humillación y, por qué no decirlo, una rabia muy profunda se le habían pasado hacía mucho tiempo ya. Últimamente, se encontraba estable; salvo cuando su pasado volvía para visitarla, sobre todo en la forma del enigmático magnate de un imperio.

Zac la miró con extrañeza.

Zac:  ¿No has pensado alguna vez que tal vez no casarte con Andrew fuera mejor al final?

¿Cuántas veces sus bien intencionados amigos y parientes le habían dicho esa clase de frases a ella? «A veces pasan estas cosas» «Sencillamente, no tenía que ser» o «El tiempo lo cura todo».

Ness. Me costó un poco recordar por qué podría haber sido mejor cuando llegó la factura de mi tarjeta de crédito.

Andrew y ella se habían dividido los gastos de la ceremonia, pero había sido su cuenta bancaria la que había sufrido el golpe más fuerte.

Zac arqueó las cejas.

Zac: Andrew no quiso saldar los pagos porque...

Ness: ¿Porque me dejó plantada? -negó con la cabeza-. La mayoría de las cosas de la boda hubo que pagarlas antes de la ceremonia, y esos gastos nos los repartimos -reconoció-. Pero, sabes, como de todos modos decidí hacer el viaje de novios...

Zac: Tuviste que cargar con todos esos gastos.

Ella asintió.

Ness: No fue un paso muy inteligente a nivel financiero, pero el viaje fue estupendo.

Zac: Sí -murmuró-, recuerdo el revuelo que provocaste.

Ness: También me empeñé en devolverle a mis padres algo del dinero que se gastaron, ya que sentía que había sido mi error.

Zac: ¿Por qué tu error?

Ella apartó la mirada de sus ojos penetrantes.

Ness: Sí, tal vez por no darme cuenta de que las cosas no eran perfectas entre Andrew y yo.

La familia de Andrew aparentemente se había comportado de un modo frío y distante, pero ella lo había atribuido al esnobismo general de la clase alta adinerada.

Y después había habido las señales personales. Pero no pensaba entrar en eso con Zac Efron, bajo ninguna circunstancia.

Sin embargo, él pareció quedar satisfecho con su respuesta.

Zac: Pero vendiste el anillo de compromiso para comprar Ideal Match.

Ness: Sí, meses después. Andrew no se molestó en pedirme que se lo devolviera -reconoció que era lo único que Andrew había hecho un poco bien-. Y, francamente, yo ya ni sabía dónde estaba él. Sabía que si utilizaba el anillo para pagar mis deudas, jamás tendría la oportunidad de avanzar.

No se molestó en mencionar los regalos de boda que había tenido que devolver, lo que le había dolido tener que escribir las notas a los invitados, el tener que regalar el vestido de boda que no había sido capaz de guardar en su armario.

Había sido muy doloroso a nivel emocional, particularmente porque ella siempre había sido una romántica empedernida. De niña y adolescente, su juego favorito había sido jugar a las novias. Su hermana pequeña, Meghan, había hecho siempre de su dama de honor, y su hermano pequeño, Mike, había oficiado, con algún peluche haciendo de padrino, la ceremonia.

Zac tenía una expresión inescrutable.

Zac: No tengo ni idea de dónde está Andrew actualmente. Lo último que supe de él fue que estaba dando la vuelta al mundo en viaje de negocios y de placer -hizo una pausa-. A Andrew le gusta meterse en negocios arriesgados. Me parece que espera volver a casa envuelto en gloria.

Esa descripción no encajaba con el Andrew que ella conocía, la verdad. Cuando se habían conocido en una fiesta, ella había reaccionado a su civilizado encanto y a sus promesas fáciles con una ingenuidad que le había llevado a tragarse todos los elogios.

Lo que era más, no le sorprendía demasiado que Zac y Andrew no siguieran en contacto. Sabía que Andrew le había pedido a Zac que fuera su padrino más para afianzar una relación de negocios en potencia que por otra cosa.

Ness: En mi caso -dijo en voz alta- no estoy soltera porque sea cínica o esté amargada. De otro modo, jamás habría podido dedicarme a lo que me dedico.

Zac: ¿Entonces? ¿Estás casada con tu trabajo?

Ella abrió la boca; entonces vio el brillo burlón en su mirada.

Ness: No, sencillamente no estoy buscando pareja en este momento.

Zac: ¿Y cuando lo estés?

¿Por qué era tan curioso? ¿Y por qué estaban hablando de eso?

Zac: Entonces cuando lo vea me daré cuenta.

No añadió que era una impostora, y que su posible príncipe azul descubriría eso al final.

Hasta entonces, tenía por delante una prueba importante, y ésa era la de encontrarle a Zac la mujer ideal. Y cuanto antes lo hiciera, mejor.

Aunque todavía tenía dos meses antes de que el Sentinel volviera a nombrarlo el soltero más cotizado de nuevo, el trato con Zachary Efron le resultaba cada vez más complicado.

Afortunadamente, sabía dónde encontrar la mujer perfecta.

Vanessa se quedó mirando la pantalla del ordenador, y después se volvió a mirar por la ventana de su despacho, repasando con la mente la conversación de dos días antes por enésima vez.

La verdad era un poco más complicada de cómo se la había expuesto a Zac. Tenía que tener una intensa vida social, más que nada por el trabajo, ya que encontrar solteros disponibles llevaba mucho tiempo, pero siempre la había contemplado como una obligación ligada a su profesión.

Desde que Andrew la había dejado plantada ante el altar no había tenido una relación seria con nadie. No sólo no estaba buscando a su hombre ideal en ese momento, sino que llevaba ya cinco años así.

Había terminado siendo una estadística. Y no una de esas estadísticas felices; no de las que podían decir «soy una mujer feliz, adaptada, del siglo XXI; una mujer que lleva las riendas de su vida». En lugar de eso, ya se había acostumbrado a una vida de soledad con la única compañía de su gato Félix.

Después de Andrew, había pasado por varios estadios de dolor por la ruptura: shock, insensibilidad, indiferencia, obsesiones, ataques de llanto. Y había continuado viviendo, pero ya no era la misma persona. Se había vuelto más cauta y era más consciente de las cosas.

La misma cautela parecía advertirle en ese momento que no debía pensar en Zachary Efron como hombre sino como cliente.

Se recostó en el asiento. Había tratado de mantener una conducta profesional la noche cuando habían salido a cenar, pero él la había confundido, y le había hecho perder la tranquilidad.

Volvió a fijar la vista en la pantalla. Se había pasado buena parte de la última hora mirando en su base de datos, tratando de sacar una lista de las posibles candidatas para Zac.

Porque tenía que luchar en contra de la atracción que sentía por él.

Había aprendido algunas lecciones de su experiencia con Andrew, y la más importante había sido que era un fracaso tanto en el dormitorio como fuera de él.

En ese preciso momento Brittany entró en la oficina con un ramo de flores en la mano.

Britt: Acaban de llegar. ¡Me muero de curiosidad por saber de quién son!

Ness: ¿Son para mí?

Britt: ¿Para quién si no? -dijo alegremente-. Si fueran para mí, ya estaría inventándome una excusa para poder irme pronto a casa.

Vanessa frunció el ceño.

Ness: Pero recientemente no he salido con nadie.

Britt: Me lo dices, o me lo cuentas -dejó las flores en un lado de la mesa-. ¿No son preciosas?

Vanessa se fijó en el enorme ramo de rosas color rosa mezcladas con lirios.

Ness: Y caro.

Brittany se cruzó de brazos.

Britt: Tal vez uno de tus clientes se haya espabilado y se haya dado cuenta de que la conquista de verdad es la casamentera en sí.

Ness: Por favor.

Brittany y ella habían hablado de ese tema demasiadas veces ya.

Brittany sacó un sobre pequeño que había dentro del ramo y se lo pasó.

Britt: Toma. El mundo entero está aguantando la respiración.

Fingiendo desinterés, abrió el sobre y miró el contenido de la nota que había dentro: Siento la interrupción de la llamada del móvil. Zac. Las palabras estaban escritas con letra masculina y descuidada; no demasiado romántica.

De pronto rectificó para sus adentros, diciéndose que Zachary Efron y lo romántico no debían ir en un mismo pensamiento... Al menos en lo referente a ella.

Britt: ¿Y bien?

Ness: Son de Zachary Efron.

Britt: ¡Lo sabía! Mira, yo a ese hombre sí que le dejaría llevarme a París cuando él quisiera.

El corazón le dio un vuelco, a pesar de que la razón la obligaba a dejarse de fantasías.

Ness: Estás sacando conclusiones precipitadas, Brittany -se puso de pie y rodeó la mesa de escritorio para tomar el ramo de flores y llevarlo a un aparador que había a un lado, donde retiró el envoltorio trasparente y las metió en una jarra con un poco de agua-. Sólo se está disculpando por ser grosero la otra noche.

Britt: Ah -pareció desinflarse un poco-. Sin embargo, las flores son un detalle bonito; vamos que tras esos trajes y esas corbatas tan conservadoras, hay un hombre que está como un tren.

Ness: Se supone que tengo que emparejarlo con una mujer sencilla.

Brittany levantó las manos, haciendo un gesto como queriendo decirle que allí tenía a una, ella misma.

Britt: ¿Le has hablado de tus humildes orígenes?

Ness: Mi padre es miembro del consejo escolar y mi madre es profesora de colegio. No es demasiado, pero tampoco iba sin zapatos.

No se molestó en explicarle que «sencilla» desde la posición de Zac Efron era una mujer que fuera correcta con los criados.

Britt: Trabaja conmigo.

Ness: Estoy haciéndolo -tiró el envoltorio de plástico a una papelera-. Te contraté después de que fallaras en las nueve primeras entrevistas que te envió la agencia de trabajo. ¿Te acuerdas?

Brittany se encogió de hombros.

Britt: ¿Qué puedo decir? Algunas personas no entienden mis encantos. Vete a saber porqué.

Vanessa se echó a reír aunque no tenía ganas. Había contratado a Brittany cuando en los inicios de su negocio no había podido pagar el sueldo del mercado ni siquiera a una recepcionista. Desde entonces las dos habían pasado buenos y malos momentos juntas.

Brittany observó a su jefa mientras se afanaba en colocar el arreglo floral.

Britt: Jamás entenderé por qué no te has ido con ninguno de los hombres que han cruzado nuestra puerta.

Ness: Tú sabes por qué. No salimos con los clientes.

Britt: Bueno, tú no.

Vanessa hizo una pausa y le echó a Brittany una mirada interrogativa.

Brittany se encogió de hombros.

Britt: ¿Crees que acepté este empleo por el sueldo? Una chica tiene que pensar en su futuro...

Ness: Sí, pero no tiene por qué buscarlo en la empresa donde trabaja...

Brittany alzó las manos con gesto de disculpa.

Britt: Volvamos a Zachary Efron.

Ness: Es demasiado estirado -comentó-.

Britt: Pero tiene una cuenta bancaria bien nutrida.

Ness: ¿Es que no tienes vergüenza?

Britt: ¿En una palabra? No.

Ness: Era uno de los padrinos de la boda que no se llegó a celebrar.

Brittany abrió los ojos como platos.

Britt: ¿De tu boda?

Ness: De cuál si no.

Britt: ¿Y sigue estando en contacto con Andrew?

Ness: No lo creo. Aunque Zac dijo que lo último que sabia de él era que Andrew estaba dando la vuelta al mundo.

Britt: Sabes, de haber sido yo dama de honor, no habría tenido que preguntarte dónde estaba Andrew. Le habría hecho picadillo al momento.

Vanessa volteó los ojos.

Ness: Sí, bueno, como recordarás, tú y yo todavía no nos conocíamos.

En lugar de eso, su hermana Selena había sido su dama de honor. Las dos habían tomado seguidamente el vuelo a Bora Bora, habían comido mahimahi, tomado bebidas de havarkava y bailado bajo las estrellas.

Brittany se encogió hombros, como si el hecho de que entonces ellas no se hubieran conocido no tuviera importancia alguna.

Britt: ¿Entonces, le vas a guardar rencor?

Ella no tuvo que preguntarle a qué se refería. Sin embargo, no se trataba sólo de que Zac hubiera permanecido impasible el día que siempre sería una infamia para ella.

Britt: ¿Y bien?

Ness: Nuestra relación siempre fue... extraña -miró las flores que estaba arreglando, antes de bajar las manos-. Siempre ha habido una serena intensidad en su mirada.

Britt: Oh, vaya... -suspiró con gesto soñador-. ¿Y eso es malo? Cariño, si él me mirara con esos magnéticos ojos azules, habría sido yo la que hubiera dejado a quien fuera plantado en el altar.

Vanessa se preguntó por qué estaba allí hablando de Zac. Él era alguien del pasado, y el único modo en que estaba presente en ese momento era como entrada de dinero en Ideal Match.

Ness: ¿No tienes nada que hacer, Brittany? -le preguntó significativamente-.

Brittany sonrió y le dio un pedazo de papel.

Britt: Phil Rompecorazones ha dejado dos mensajes.

Ness: ¿Sólo dos?

Phil Rompecorazones era como llamaban ellas a un cliente que era todo sonrisas, pero que había fracasado con más citas de las que Vanessa podía recordar.

Britt: Tenía que tomar un vuelo a Phoenix, de modo que no tenía más tiempo. El primer mensaje era sobre su cita de anoche; el segundo en nuestro otro número era para asegurarse de que habíamos recibido el mensaje.

Ness: Naturalmente.

Brittany sonrió.

Britt: Me pregunto cómo habrá roto con ésta.

Vanessa hizo una mueca de asco.

Ness: No quiero saberlo.

Al principio, Phil Rompecorazones había intentado insistirle que una de sus responsabilidades como casamentera era romper por él.

“Para eso es para lo que he contratado tus servicios”, le había dicho Phil.

Finalmente lo había convencido de que romper era algo que él debía aprender a hacer.

En ese momento sonó el teléfono y Brittany fue a contestarlo.

Ness: Esperemos que no sea Phil Rompecorazones para un tercer round -dijo antes de descolgar-.

Britt: ¿Te sientes solo? ¿Triste? ¡Aquí tenemos lo que buscas! -continuó más tranquilamente-. Ideal Match. ¿En qué puedo ayudarlo?

Vanessa volteó los ojos. Había intentado convencer a Brittany para que no dejara el ridículo eslogan, pero a la mayoría de los clientes parecía divertirles.

Brittany se rió cuando la otra persona dijo algo, apretó el botón de espera y le pasó el auricular antes de dirigirse hacia la puerta.

Britt: Nuestro gerente financiero favorito a la espera para hablar con la Doctora Cita.




¡Interesante fecha para publicar capítulo! 

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1 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto el capitulo de hoy!
Ame que zac le haya mandado flores a ness, eso habla bien de el. Re amor


Sube pronto

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