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miércoles, 24 de febrero de 2016

Capítulo 1


Él era la última persona a quien habría querido ver; a quien menos se habría imaginado encontrarse en el vestíbulo de su oficina. Zachary Efron era heredero de una de las grandes fortunas de Boston y testigo del día más humillante de su vida.

Vanessa, que estaba dentro del discreto despacho que tenía en Ideal Match, se quedó de piedra al verlo. Ese día, algo muy raro en ella, había llegado tarde a la oficina gracias a una comida de negocios que se había prolongado demasiado y a una ventisca de nieve de aquel poco alentador mes de enero. Vanessa lo miró a los ojos boquiabierta, mientras trataba de serenarse.

Por su parte, él ya se estaba levantando del sofá donde había estado sentado; y ella se armó de valor para enfrentarse a su imponente presencia.

**: Tu cita de las dos está aquí.

Ella miró hacia Brittany, que arqueó las cejas y abrió los ojos como platos, antes de mirar al hombre que tenía delante.

Aprovechó esos segundos para contener sus sentimientos antes de avanzar despacio hacia él.

Ness: Hola, Zac -se alegró de que apenas le temblara la voz-. Qué sorpresa.

Zac: Hola, Vanessa. Hace tiempo que no nos vemos.

Cuando lo había visto por última vez, él había ido con chaqué y una gardenia en el ojal. La flor había tenido perlas ensartadas en su centro, tal y como ella había deseado. Después de todo se había tratado de su boda.

El ruido de los tacones de sus zapatos altos sobre el suelo de parqué quedó ahogado cuando alcanzó la alfombra oriental de imitación que cubría el centro del suelo de la recepción.

Vanessa sonreía con gesto profesional cuando llegó junto a él.

Zac: Es estupendo volver a verte.

Cuando él le estrechó la mano, Vanessa tuvo que ahogar cierto revoloteo en el estómago.

Ness: Sí, eso pensé yo -dijo con una sonrisa de pesar-. Una sorpresa, la verdad.

Al mirarlo Vanessa se dio cuenta de lo pequeña que era. Incluso con tacones resultaba menuda; algo que llevaba treinta años lamentando.

Él, por el contrario, lo tenía todo a su favor. Medía al menos un metro ochenta y además era rico, varonil e imponente. ¿Acaso no había leído en algún sitio que la altura de un candidato era mejor indicación de quién ganaría unas elecciones presidenciales, frente a cualquier otro dato?

Lo miró de arriba abajo con disimulo. Tenía la belleza morena de un modelo de la revista GQ pero además era... ¿Cuál era la palabra que buscaba...? Sí... enigmático.

Recordó la portada de un número reciente de la revista Fortune en la que había leído los titulares de un artículo sobre él. Le habían denominado como el «ingeniero financiero de Empresas Efron» por el estilo desenvuelto y sereno con el que llevaba el cargo de gerente financiero del competitivo imperio familiar.

Irónicamente, el Boston Sentinel también le había nombrado el soltero más cotizado durante dos años seguidos. Después de que su hermano pequeño, Alex, se hubiera casado, Zac le había sucedido en el título así por defecto.

Estaba segura de que no estaba allí para contratar un servicio en su agencia matrimonial. ¿Pero qué otra razón podría haberle llevado allí si no? Él era la persona que estaba citada a las dos. Como si le hubiera adivinado el pensamiento, él dijo:

Zac: Seguro que soy la persona que menos te podrías imaginar tener como cliente.

No, por favor. No, no, no. Él no. No el hombre que había permanecido impasible ante su abyecta humillación de cinco años atrás. No el hombre que, curiosamente, le había hecho ser más consciente de su feminidad, y de aquel modo tan especial. Trató de serenarse y asintió a Brittany antes de dirigirse a él en tono aterciopelado:

Ness: ¿Quieres pasar? Podremos hablar tranquilamente en mi despacho sobre lo que estás buscando y sobre cómo podemos ayudarte a encontrarlo.

Vanessa se encogió por dentro; él no estaba buscando que lo juntaran con un ordenador o un objeto carente de emociones, por muy apropiado que eso le pareciera a ella.

Ness: Me refiero a encontrarla -rectificó-. En su mirada se reflejó un destello de emoción que bien podría haber sido humor.

Cuando la siguió al despacho, ella cerró la puerta después de pasar él, no sin antes echarle una mirada ceñuda a la recepcionista, que a su vez la miraba con expresión curiosa.

Se quitó el abrigo y lo invitó a que ocupara un asiento.

Ella se acercó a un aparador que había pegado a la pared.

Ness: ¿Quieres té o café?

Zac: Nada, gracias.

A ella le apetecía un trago de algo fuerte y con cafeína. Sin embargo, volvió y se sentó en un sillón que estaba a la derecha de su asiento en el sofá.

Observó cómo él miraba a su alrededor, tan a gusto allí como una pantera enjaulada, y esperó a que fuera al grano del asunto.

Finalmente él fijó la vista en ella.

Zac: Mi hermana y mis cuñadas creen que el mundo sería un lugar mejor si yo estuviera tan felizmente casado como todos ellos.

Vanessa esperó.

Zac: Mi hermana me sugirió que viniera a verte a ti.

Ella se corrió hacia delante en el asiento.

Ness: Me temo que sólo acepto a clientes que están seguros...

Zac: He decidido que tal vez tengan razón.


Ah. Vanessa retrocedió un poco en la silla, dispuesta a volver a intentarlo.

Ness: Si te han nombrado el soltero más cotizado de Boston, no veo para qué necesitas contratar los servicios de una agencia matrimonial. El mismo título...

Zac: Te has enterado, ¿verdad? -le preguntó en tono irónico-.

Ness: Sí -reconoció-. Leo el Sentinel, y de todos modos es mi negocio conocer a los solteros cotizados de la ciudad.

Zac: Exactamente -se pasó la mano por la cabeza-. Ese ridículo título hace de mí el objetivo de todas las cazafortunas y trepas que hay alrededor. El que me hayan nombrado como el soltero más cotizado de Boston una vez ya fue un rollo, pero ahora que llevo ya dos años seguidos con el título, se me está haciendo muy molesto. He visto a mis hermanos perseguidos por mujeres sin escrúpulos, y no tengo ningún deseo de que eso se repita conmigo -hizo una pausa-. Ahí es donde entras tú.

Ness: Una cosa es querer evitar a las mujeres sin escrúpulos y otra querer encontrar una relación significativa.

Zac: Tengo treinta y dos años. Ya va siendo hora.

Ness: ¿Hora?

Él asintió brevemente.

Zac: Llevo diez años echando muchas horas en la empresa, y no quiero tener sesenta cuando mis hijos lleguen a la liga de béisbol infantil.

Sus palabras le parecieron a Vanessa muy concienzudas y lógicas.

Zac: Además -continuó-, no tengo tiempo para adoptar una metodología arbitraria. Cuento con haber encontrado a la mujer adecuada cuando dentro de tres meses el Sentinel tenga que nombrar de nuevo al soltero más cotizado del año.

Había acudido a ella, pensaba Vanessa, por la misma razón por la que la buscaban sus clientes de alto nivel. Ni ellos ni él tenían tiempo para buscar a la mujer ideal o al príncipe azul, en caso de que los clientes fueran mujeres. Y con su tipo de personalidad, pensaban que encontrar a la persona adecuada se resolvía haciendo lo que hacían para resolver todo lo demás en la vida: dándole dinero a alguien para que hiciera el trabajo.

Supuso que no debería sorprenderse de que un magnate como Zachary Efron pensara que podía encontrar una esposa de la misma manera.

Ness: Contratar los servicios de una agencia matrimonial no es una solución rápida -le advirtió-. Mis clientes a veces se olvidan de que de todos modos tienen que dedicar tiempo, esfuerzo y energía emocional a una relación.

Zac: Entendido. Sacaré el tiempo, pero confiaré en tu astucia para que consigas que merezca la pena. Será una publicidad excelente para Ideal Match si emparejas al soltero más cotizado de Boston.

En eso tenía razón. Naturalmente, siendo el astuto hombre de negocios que era, no pudo resistirse a señalar los beneficios añadidos de tenerle como cliente.

Andrew, su ex prometido, había sido igual. Por supuesto, como Zac y Andrew habían sido compañeros en la Facultad de Ciencias Empresariales de Harvard, no era tan sorprendente que hubiera tantas similitudes entre ellos.

Ella, por otra parte, era una experta en tomar decisiones relacionadas con el negocio utilizando el corazón, y no la cabeza. Afortunadamente, había elegido un sector en el que esa manera de pensar tenía sus compensaciones. Sin embargo, gracias a su trabajo voluntario en la urbanización de jubilados, era la única casamentera de Boston y alrededores que hacía trabajos de caridad.

Pero si conseguía emparejar a Zac con su chica ideal, Ideal Match adquiriría otro nivel. ¿Y qué podía hacer si Zachary Efron era un recordatorio omnipresente del prometido que la había dejado plantada, y si encima no tenía experiencia de lo que eran la pasión y el amor?

Pensó de nuevo en lo mucho que aceptar a Zac la ayudaría en el negocio. Ya se las apañaría. Se las había apañado con altos ejecutivos difíciles que habían estado demasiado ocupados como para acudir a más de una cita, con pomposos perfeccionistas que pensaban que eran el regalo de Dios a las mujeres, e incluso con llorosas prima donnas que llevaban planeando sus bodas desde pequeñas.

Observó que en ese momento Zac paseaba la mirada por su despacho con curiosidad. Ideal Match estaba situada en una de las torres de oficinas más elegantes del centro de Boston. La mayoría de sus clientes eran hombres de negocios profesionales que no sólo esperaban cierta imagen de su negocio, sino también facilidad de acceso.

Pero aunque el edificio era elegante y nuevo, ella se había esforzado para que los despachos de Ideal Match fueran confortables y acogedores. Comprendía el diseño un mobiliario de madera oscura vestido y tapizado en granates y marrones, decorado con cremas y algún que otro dorado.

Zac: Te ha ido bien -le dijo finalmente cuando se volvió a mirarla-. ¿Cuándo abriste Ideal Match?

Ness: Hace poco más de cuatro años. Te sorprendería saber lo mucho que vale un anillo de compromiso con un diamante perfecto en una casa de empeños.

Lo dijo antes de poder contenerse. ¿Acaso él había pensado que cinco años atrás ella se había metido en un agujero para no salir de allí? Había sentido la tentación de volver a California en busca del consuelo de su familia, pero se había resistido.

Él ladeó la cabeza y la miró fijamente.

Zac: No, no me sorprende -murmuró, antes de continuar-. Me alegro de que te haya ido bien en estos últimos años.

Ella se limitó a darle las gracias con mucha cortesía, porque lo que menos le apetecía era volver a hablar de aquel día nefasto del que él también había sido testigo.

Se suponía que la suya habría sido la boda de junio perfecta. Incluso el tiempo había acompañado, ya que el día había amanecido soleado y la temperatura ideal. Pero aparte del tiempo, nada había ido como habían planeado.

De pequeña, siempre había tenido miedo de que, si daba una fiesta, pudiera ser un desastre. Se suponía que, de haberse celebrado, su boda habría sido la fiesta más grande que habría dado jamás; pero acabó siendo el fracaso más estrepitoso de toda su vida.

Aun así, incluso cuando las cosas se habían torcido, nada de lo que había pasado había sido nada común. El novio no había salido huyendo, ni había dejado al padrino de boda para darle a la novia la mala noticia.

En lugar de eso, Andrew había aparecido él mismo. Y a ella no le había dado un ataque de llanto, como solía ocurrir, sino que se había puesto derecha y había continuado con la fiesta.

Estaba ajustándose el velo en la suite del hotel cuando había aparecido Andrew y le había dicho que tenían que hablar. El resto había procedido como una colisión a cámara lenta, pero ella no había podido hacer nada al respecto. Él quería cancelar la ceremonia porque, según él, no estaba seguro, porque tenía que vivir más; y había añadido que sentía mucho hacerle daño.

Ella se había quedado mirándolo fijamente, observando cómo aquellas palabras que no podía creer salían de su boca, incapaz de reaccionar porque el shock la había paralizado.

Él ni siquiera había tenido la decencia de decírselo la noche anterior, durante la cena de degustación, antes de que los casi ciento cincuenta invitados llenaran la iglesia hasta el pasillo central que se suponía que ella tendría que haber recorrido en la hora siguiente.

Y entonces había mirado a Zac, que había aparecido detrás de Andrew. Él estaba vestido con su chaqué de padrino de boda, pero su expresión no había sido de felicidad, sino adusta y seria. De haber estado buscando un hombro donde llorar, estaba claro que el suyo no estaba disponible.

Irónicamente, su reacción la había fortificado. Vanessa le había anunciado a los invitados lo que ocurría, y entonces, con la cabeza bien alta, había continuado con el banquete de bodas; esa vez como homenaje a una boda que no se había celebrado.

Los invitados habían admirado su coraje, pero sólo ella sabía lo duro que había sido irse de viaje de novios con su dama de honor en lugar de con su marido.

Y sin embargo había conseguido darle la vuelta a la adversidad. Había dejado la agencia matrimonial en la que había estado trabajando y había abierto su propio negocio. Y aunque ella no tenía deseo alguno de casarse, estaba convencida de que su mala experiencia le había enseñado a juzgar la compatibilidad entre las personas.

Formar parejas felices la había ayudado a curar sus heridas. Entre sus historias de éxito había muchos matrimonios, y en cada ceremonia a la que había asistido había llorado de felicidad.

Zac: Sigue siendo doloroso para ti -le dijo devolviéndola al presente con sus palabras-.

No había razón para explicarle nada. Ambos sabían de qué estaba hablando él. Como quería cambiar de tema, se acercó a la mesa de centro para retirar la carpeta que Brittany le había dejado allí.

En algún momento, y tal vez sólo fuera la necesidad inmadura de demostrarle que había seguido adelante con su vida, había decidido aceptarlo como cliente.

Vanessa abrió la carpeta.


Ness: ¿Entonces, qué estás buscando en una mujer?

A ti. La respuesta surgió en su pensamiento sorpresivamente. ¿Pero cómo se le había ocurrido eso?

Zac decidió ignorar tal idea. En realidad, no había pensado demasiado en lo que buscaba en una mujer, pero se animó a decir algo de peso en voz alta para ver cómo sonaba.

Zac: Sencilla.

Ness: ¿Algo más?

Se lo pensó un momento.

Zac: Estilosa.

Notó que ella llevaba puesto un top de cuello de pico negro con una falda de tubo gris y botas de cuero negro de tacón alto. Las joyas eran sencillas, tan sólo unos pendientes de aro, un reloj y un collar.

Ella leyó el cuestionario que él había rellenado en recepción y alzó la vista con expresión ceñuda.

Ness: No has respondido a todas las preguntas.

Él se encogió de hombros tranquilamente. Ella lo miró con desaprobación antes de bajar de nuevo la vista a la hoja que tenía delante. Mientras Vanessa continuaba leyendo las repuestas, Zac pensó que tenía una inquietud de la que no parecía poder desembarazarse. Se había pasado los últimos diez años trabajando sin parar, levantando sus edificios de oficinas, ocupado tanto con su tarea de gerente financiero como con sus inversiones privadas. Sin embargo últimamente, cuando estaba con sus hermanos en las reuniones familiares, sentía que destacaba. David se había casado con Elizabeth Donovan, diseñadora de interiores, y había sido padre de un bebé. Luego Miley se había casado con William Hemsworth, su antiguo compañero de universidad. Y poco después Alex se había casado con Kayla Jones, que había sido la mujer más estilosa de Boston según la página de cotilleo del Sentinel.

Cuanto más lo pensaba, más sentido tenía el haber ido a contratar los servicios de la agencia matrimonial; sobre todo porque, mientras el Sentinel continuara otorgándole aquel estúpido titulo, todas las cazafortunas y arpías de Boston y alrededores lo perseguirían con venganza.

No haría daño a nadie contratando los servicios de la agencia de Vanessa durante un par de meses. Su tiempo valía mucho, y aunque no podía cambiar el pasado, el negocio de Vanessa subiría como la espuma si emparejaba al soltero más cotizado de la ciudad.

Justo en ese momento Vanessa alzó la vista del cuestionario y lo sacó de su ensimismamiento.

Con el bolígrafo en la mano, se dirigió a él con dinamismo.

Ness: Rellenemos los apartados que has dejado en blanco.

Zac sintió ganas de sonreír al notar su tono formal.

Ness: ¿Tienes algún color de pelo que prefieras?

Le miró el pelo a ella.


Zac: Me gustan las morenas.

Ella tenía una melena de cabello liso y sedoso que le caía por los hombros. Él se alegró de que ella no se lo hubiera cortado mucho desde la última vez que se habían visto. Parecía incluso más largo de lo que recordaba.

Ness: ¿Edad? -le preguntó, después de anotar su primera respuesta-.

Zac: De unos treinta y tantos años.

Trató de recordar la edad de Vanessa cuando iba a casarse, cinco años atrás. ¿Habrían sido veinticinco?

Ella fijó en él una mirada intensa.

Ness: ¿Color de ojos?

Sus ojos eran de un precioso marrón chocolate, del color del otoño. Era una de las cosas que más le habían atraído de ella cuando Andrew se la había presentado como su prometida, hacía cinco años.

Zac: No me importa, pero los que más me gustan son los marrones.

Ness: ¿Altura?

La miró. Aunque estaba sentada, estimó que no mediría más de metro sesenta y cinco, contando los tacones. Lo suficientemente alta para él.

Zac: No demasiado alta.

Ella lo miró con escepticismo.

Ness: Tú mides más de uno ochenta. ¿Estás seguro de que quieres salir con mujeres menudas?

Oh, sí, desde luego que sí. Y besarlas también, si acaso sus labios se parecían en algo a los de ella; esos labios carnosos y atractivos.

Frenó sus pensamientos. No estaba allí para salir con Vanessa, sino para contratar sus servicios. Ella era un buen modelo que lo guiara en lo que podría encontrar atractivo en una mujer, teniendo en cuenta que no se había puesto a pensarlo antes de la entrevista. Sabía lo que no le gustaba, y en cuanto al resto, se había dado cuenta nada más verla a ella.

Zac: He salido con mujeres menudas -dijo en voz alta-. A mí no me importa.

Ella lo miró con extrañeza; él con gesto insulso.

Pasado un momento, ella anotó su respuesta y las demás respuestas a las preguntas siguientes; entonces dejó el cuaderno a un lado.

Vanessa cruzó las piernas un momento, y al instante volvió a descruzarlas. Él esperó. Ella se aclaró la voz.

Ness: Una de las cosas que he aprendido después de dirigir este negocio durante los últimos cuatro años es que, para encontrar la pareja ideal, a menudo tengo que preparar a mi cliente para que sea también la pareja ideal.

Él se preguntó dónde acabaría esa conversación.


Ness: Lo que quiero decir es que -continuó, aparentemente escogiendo las palabras con cuidado- a veces las personas, por mucho éxito que tengan en su vida profesional, necesitan unos cuantos consejos.

Zac: Ve al grano, Vanessa.

En sus tratos de negocios, él estaba acostumbrado a decir lo que hiciera falta decir, sin evasivas ni disculpas.

Ness: He visto que a veces apareces en la prensa. Se te describe como un hombre frío, calculador y distante.

Él estaba orgulloso de esas características, eso era lo que quería decirle. Dejaban a sus competidores confusos, tal y como él prefería que estuvieran. Sin embargo, mientras que tal vez en público fuera de ese modo, en privado era un asunto distinto; al menos cuando no estaba con ella. Cinco años atrás, había desarrollado la frustrante habilidad de no pasar de una conversación con Vanessa.

Ness: Ideal Match te puede ayudar -continuó rápidamente-. Antes de que acudas a una primera cita, podemos trabajar en el envoltorio total juntos.

Zac: ¿El envoltorio total? -repitió-.

Ella asintió.

Ness: Podemos mejorarte todo lo posible. Me refiero a ropa, imagen, habilidades de conversación.

Hizo un gesto con la mano en el aire, como si no hiciera falta más explicaciones.

Zac recordó que Miley había dicho que a Vanessa la apodaban Doctora Citas. Ahora ya sabía por qué; además de que había tenido más de un éxito en sus servicios.

Zac: ¿Entonces me vas a entrenar?

Una breve mirada de incomodidad cruzó su mirada.

Ness: Algo así.

Zac: Bien.

Estaba acostumbrado a tomar decisiones rápidas. Era la única manera de sobrevivir cuando uno tenía que moverse en el mismo espacio que las aves de rapiña. Además, podía permitirse el pagarle bien.

Y además, por supuesto, la señorita Casamentera tal vez descubriría que había un par de lecciones que tal vez él le enseñara.




¿Se puede mejorar aún más a Zac Efron? XD
¡Seguro que Ness lo consigue!

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¡Un besi!


2 comentarios:

Lu dijo...

Ame este primer capitulo!
Pobre Ness lo han dejado plantada en el pasado...
Me parece a mi o Zac gusta de Ness? La describio como su mujer ideal.
Me encantoooo!



Sube pronto

Maria jose dijo...

Muy bueno el capítulo
Vanessa no se dio cuenta que prácticamente
Zac la describió a ella como su chica ideal jajaja
Muy buena la novela ya quiero seguir leyendo
Se ve que será muy entretenida y divertida
Saludos y sube pronto


Besos

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