topbella

martes, 9 de febrero de 2016

Capítulo 6


Ella mantuvo un silencio tan grande en el trayecto de regreso al hotel que Zac sintió un nudo en el estómago por la preocupación. Se había puesto rara cuando mencionó otra vez a sus respectivos padres y el acuerdo matrimonial. Mentalmente se dio una patada. Eso mismo ya la había irritado con anterioridad. Tendría que haberlo recordado. ¿Qué importaba que Vanessa no quisiera considerarse parte de un matrimonio pactado? A las mujeres les gustaba un poco de romance. «Bueno», pensó, «no tardará en olvidar la conversación en cuanto vea lo que he hecho por ella».

La condujo a la habitación y abrió con la tarjeta magnética, indicándole que pasara por delante. Al hacerlo, él encendió las luces.

En medio de la estancia, Vanessa se frenó en seco.

El sonrió a su espalda. La florista había hecho un gran trabajo. En la mesa delante del sofá había un enorme jarrón de cristal con un ramo de rosas rojas, tres docenas si habían respetado sus órdenes, hermosamente expuestas.

Ness: ¿Qué es eso? -preguntó con voz extraña-.

Zac: Son para ti -se adelantó y le tomó la mano, acercándola a sus labios-. Para la madre de mi hijo.

Ella se volvió a medias y lo observó con los ojos muy abiertos. Luego prorrumpió en sollozos y corrió al dormitorio.

«¿Qué demonios...?» Quedó tan aturdido que no reaccionó en el momento.

Cuando la siguió tuvo la impresión de que ya había vivido esa escena. ¡No pensaba dejar que volviera a encerrarse!

Pero el pomo giró con facilidad bajo su mano. El dormitorio estaba vacío y pudo oír el agua correr en el cuarto adyacente. Con gesto vacilante llamó a la puerta.

Zac: ¿Vanessa?

Ness: Un momento -repuso con voz tensa y apagada-.

No sonaba como si pensara acampar allí toda la noche, de modo que se apoyó en la cómoda y esperó. Tardó un rato, pero al final la puerta se abrió. Tenía la piel en torno a los ojos enrojecida e hinchada, pero al menos ya no lloraba.

Zac: ¿Qué sucede? -se enderezó-.

Ness: Nada -suspiró-. Gracias por las rosas. Son preciosas -pero a su voz le faltaba entusiasmo, y tenía la vista clavada en el suelo en vez de mirarlo a él-. Me encuentro muy cansada -añadió-. Me gustaría acostarme.

Zac: De acuerdo.

Sabía perfectamente que se refería a acostarse sola, pero él ni se lo planteó. Regresó al salón y echó el cerrojo de la suite, después apagó las luces. Al regresar, ella se había quitado el vestido rosa y no llevaba nada más puesto salvo la ropa interior de seda que le había comprado.

Sobresaltada, Vanessa se volvió al oírlo regresar, aunque él ignoró su reacción y fue al cuarto de baño a apagar las luces. Se situó en su lado de la cama y con indiferencia comenzó a desvestirse.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Prepararme para acostarme -repuso con calma sin dejar de desvestirse, hasta que quedó en calzoncillos-. Pensé que habías dicho que estabas cansada.

Ness: Y así es -hizo un gesto impotente con la mano-. No pretendo dormir contigo.

Zac: Solo hay una cama -señaló-.

Ness: ¡No! -exclamó-. No voy a compartir la cama contigo. Ni para dormir ni para... para cualquier otra actividad.

Ya se había cansado de adivinar qué le pasaba. Despacio rodeó la cama para ir a su lado. Ella dio un paso atrás por cada uno que avanzó Zac, hasta quedar literalmente contra la pared.

Zac: Pensé que te habían gustado las rosas. Lamento si te perturbaron. ¿Quieres contarme por qué?

Ness: Las rosas rojas son para los amantes -repuso tras vacilar un poco-, para... para las relaciones especiales.

Fue el turno de él de titubear. Lentamente, como si caminara por un túnel sin un destello de luz, dijo:

Zac: Tú... tú eres especial para mí. No solo porque vayas a tener a mi hijo.

Ness: No endulces la situación, Zac -meneó la cabeza-. Si no estuviera embarazada, si no hubiera venido a buscarte, nunca más nos habríamos vuelto a ver.

Automáticamente abrió la boca para protestar. Pero la cerró de inmediato. Quizá Vanessa tuviera tazón. Cinco meses atrás... demonios, un mes atrás no podría haber imaginado que lo dominara lo que sentía, la vida sin ella. Y después de haber entrado en su ser, no pensaba dejarla ir.

Zac: Es probable que tengas razón. Si te hubieras quedado en Wynborough, no habríamos vuelto a vernos. Pero... -alargó la mano despacio y le acarició la mejilla cálida-... viniste a buscarme. Fuiste más inteligente que yo. Y me alegro. No quiero estar sin ti. No por el bebé. Sino por ti.

Ness: Zac, yo no puedo...

Zac: Shh -se acercó y la abrazó contra su corazón-. No lo analices hasta la extenuación. Solo acéptalo.

Inclinó la cabeza y le dio un beso en la sien, luego en la mejilla, después le alzó la cara con el pulgar bajo la barbilla y depositó unos besos delicados en sus pestañas y en el puente de la nariz, hasta que bajó a sus labios. La sintió temblar al cobrar conciencia de la excitación que no fue capaz de ocultar cuando su cuerpo reaccionó al tacto y al aroma de mujer, su mujer.

Zac: Te deseo -susurró sobre su boca. Dobló las rodillas y le besó el cuello, luego descendió a la suave piel que nacía en sus pechos hasta que la tela sedosa de la enagua lo detuvo-. ¿Puedo? -musitó-.

En ese momento ella estaba apoyada en la pared, con las manos en el pelo de Zac, los ojos cerrados. Sin abrirlos asintió y a él le hirvió la sangre al darse cuenta de que la había convencido de que se quedara a su lado.

Lentamente le quitó la enagua por la cabeza. El broche del sujetador era frontal; con suavidad lo abrió y se lo sacó por los hombros, dejando que sus pechos hermosos de puntas rosadas quedaran libres. Era tan hermosa. Experimentó un nudo en la garganta al comprender que Vanessa ya era suya. Levantó las manos y con gentileza coronó los senos plenos y con los pulgares jugó con los pezones.

Ella comenzó a respirar con más rapidez, apoyó la cabeza en la pared y la luz de la lámpara se proyectó en su cara, dándole un aspecto misterioso, sensual y deseable. Se inclinó otra vez y depositó la boca justo en el lugar en que sus pechos se encontraban en el centro. Movió la mano y pasó la lengua por la piel en una espiral decreciente hasta que se encontró cerca del pezón excitado. Pero no cerró la boca sobre la tentadora cumbre hasta que ella gimió y levantó las manos hacia su cabeza para guiarlo.

Victorioso, succionó el capullo compacto; después de estimularlo una y otra vez con la lengua, pasó al otro. Vanessa cerró, abrió y volvió a cerrar las manos en su pelo, y los actos inconscientes despertaron la excitación de él, haciendo que su sexo se excitara contra la tela de los calzoncillos para causarle dolor por su necesidad de enterrarse en ella.

Pero quería que en esa ocasión todo se prolongara. Quería que ella lo deseara, que anhelara la dulce invasión de su cuerpo tanto como Zac necesitaba sumergirse en sus ardientes profundidades. Por ello se demoró en sus senos, alternando una succión fuerte con una débil hasta que la tuvo trémula ante él, moviendo las caderas en pequeños círculos y dejando escapar gemidos suaves cada vez que incrementaba la dulce tortura.

Al final se alejó de sus pechos y dejó un surco de liosos sobre la piel satinada de su abdomen hasta la protuberancia que contenía a su hijo. Apoyó la mejilla en ella, pero Vanessa se hallaba demasiado anhelante para quedar satisfecha con unos actos tan suaves, por lo que al rato se puso a explorar con la boca la parte tierna que había más abajo hasta llegar al borde de las braguitas, donde se detuvo.

Aferró la tela tenue con los dientes y tiró con suavidad para enterrar la nariz en los rizos que quedaron expuestos ante él. Con los dedos le quitó las braguitas y se apartó para observar los resultados de su obra.

Si hubiera podido soportar la idea de que otro hombre la viera desnuda, la habría hecho pintar de esa manera, con la cabeza arqueada hacia atrás, las manos apoyadas en la pared detrás de ella y una pierna un poco doblada y abierta, invitándolo a buscar la dulzura oculta en sus sombras. Pero era imposible que otro hombre se acercara a un kilómetro de su gloria desnuda. No le importó lo primitivo y posesivo que sonaba. Ella era solo suya. Para siempre.

Se liberó de la contención de los calzoncillos y dejó que su tensa masculinidad se irguiera expectante. Volvió a inclinarse y plantó la boca justo encima de los pliegues en sombra de su montículo femenino. Ella emitió un sonido bajo de sorpresa y Zac se apartó, colocando las manos en la parte interior de sus muslos para abrírselos más y exponer el núcleo rosa a su mirada.

Se agachó y con la lengua abrió la húmeda suavidad; cuando Vanessa soltó una exclamación, se zambulló en sus profundidades para probar el calor mojado de mujer que le dio la bienvenida. Frotó los dedos contra los pliegues carnosos hasta que pudo introducir uno con facilidad. Al arquearse, depositó la boca sobre el diminuto capullo que aguardaba su contacto, siguiendo el mismo ritmo de su dedo.

Ella gritaba con cada inhalación, moviendo las caderas y golpeando la pared con los puños. Toleró unas pocas caricias íntimas más antes de alcanzar el clímax; su cuerpo estrujó el dedo de Zac en una contracción dura y compacta a medida que sus rodillas cedían y comenzaba a descender hasta el suelo.

A él le habría gustado esperar, le habría gustado provocarle más placer, pero se encontraba tan excitado que incluso el roce de su sexo contra su propio estómago lo acercó peligrosamente a la liberación. La tomó por las caderas y la guió hacia él para meterse en sus profundidades en el momento en que una serie de palpitaciones lo dejó jadeando con la cabeza apoyada débilmente sobre un hombro de ella.

Cuando pudo respirar lo suficiente para hablar, emitió una risa entrecortada.

Zac: ¿Cómo demonios voy a conseguir estar seis semanas sin esto cuando nazca el bebé?

Ella alzó la cabeza, y aunque aún seguía a horcajadas sobre él, aunque sus cuerpos estaban sudorosos y unidos, su sonrisa exhibió un cierto distanciamiento.

Ness: La última vez lo conseguiste durante cinco meses.

Zac: Sí, pero eso fue cuando logré convencerme de que eras un producto de mi imaginación.

Ness: ¿Tu imaginación? -se echó hacia atrás un poco indignada-.

Zac: Mi imaginación -confirmó-. Demasiado buena para ser verdad. Una alucinación causada por años de experiencias decepcionantes. Anhelaba tanto lo verdadero que lo creé yo mismo. O eso pensé.

Ness: ¿Y esto es lo verdadero?

Zac: Voy a fingir que no escuché lo que acabas de decir.

Frunció el ceño para ocultar la sonrisa. La pequeña listilla. La tomó por los hombros y la adelantó para darle un beso ardiente antes de separarse.

Ella se derrumbó en el suelo.

Con un gemido provocado por sus músculos contraídos, Zac se levantó y aparto las mantas de la cama, luego la alzó en brazos y la depositó en el colchón. De inmediato Vanessa se acurrucó y él le palmeó el suave trasero desnudo antes de apagar la luz y acostarse a su lado. La tomó en brazos, cerró los ojos y se hundió en el olvido del sueño, sintiéndose más satisfecho de lo que era capaz de recordar haberlo estado jamás.


La brillante y blanca luz de la mañana entró en la habitación a través de los visillos, despertándolo con lentitud. La noche anterior había olvidado echar las cortinas. Aunque no importaba; ese día iban a marcharse.

Vanessa se movió en sus brazos.

Zac: Buenos días, Bella Durmiente.

Ness: Hmm. Buenos días -giró hasta quedar de espaldas-. ¿Qué voy hacer cuando ya no pueda dormir sobre el estómago?

Zac: Imagino que tendrás que dejar que te abrace toda la noche -ofreció-.

Ness: Eso suena estupendo -se acurrucó contra él y le dio besos en el torso-.

Zac: Vanessa -comenzó despacio. Esa iba a ser la parte complicada. Giró la cabeza y le dio un beso en la sien-. Deberíamos casarnos.

Tal como había esperado, el cuerpo de ella se puso rígido. Aunque no se apartó, lo cual le provocó un optimismo cauto. Quizá se había dado cuenta de que lo que había habido entre ellos en el plano físico era algo extraordinario.

Ness: Creo que ya hemos mantenido esta discusión. No, gracias.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: La atracción física no basta para cimentar una vida juntos.

Zac: Pero es una parte sólida de esos cimientos -argumentó-. ¿Cuántas parejas casadas crees que no se atraen sexualmente?

Ness: Sin embargo, solo es una parte, como tú bien has dicho -su voz reflejó un agotamiento apesadumbrado-. Y es la única que tenemos nosotros.

Zac: Tenemos más -insistió-.

Ness: Zac, no voy a casarme contigo y eso es definitivo.

De pronto él no fue capaz de seguir en la cama junto a su cuerpo rígido y distante, cuando la noche pasada había sido tan cálida y dulce. Se levantó, fue al cuarto de baño a ducharse y afeitarse y se puso el segundo juego de ropa que había comprado el día anterior. Mientas se vestía, se preparó para lo que iba a tener que hacer si ella persistía en su obstinación.

No era capaz de comprender el muro de resistencia que erigía ella cada vez que mencionaba el matrimonio.

Zac: Te lo preguntaré una vez más -dijo al regresar al dormitorio-. Vanessa, «por favor», ¿quieres casarte conmigo?

Enfundada en un bata miraba por la ventana; lo único que pudo ver de ella fueron sus labios al formar la palabra «No».

Zac: Entonces no me dejas más elección -suspiró-.

Atravesó la habitación y levantó el auricular del teléfono. Sacó la cartera de los pantalones que la noche anterior había dejado en una silla, extrajo un trozo de papel y marcó un número.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Llamar a tu padre.

Ness: ¡Mi padre! -giró la cabeza y lo miró con ojos furiosos-. Cuelga ese teléfono -no le hizo caso-. ¿Para qué lo llamas?

Zac: Para informarle de que esperas a mi hijo y de que no te quieres casar conmigo a pesar de que te lo he suplicado.

Sabía que era una táctica dura, pero percibía que no había otro modo de conseguir que aceptara. Y estaba decidido. Su hijo iba a tener su nombre, y Vanessa no iba a dejarlo nunca más.

Ness: ¡No!

Su respuesta sonó tan agónica que Zac tuvo que forzarse a no tomarla en brazos y consolarla.

Zac: ¿Por qué no? -colgó y se volvió despacio-.

Ella tragó saliva. Lo miró con ojos desafiantes, pero él sintió que su determinación cedía hasta convertirse lentamente en triste aceptación.

Ness: Me casaré contigo -musitó-. Pero no se lo digas a mis padres.

Zac: Tendrás que contárselo en algún momento.

Ness: Lo sé -desvió la vista-. Tú no lo entiendes. Debería ser yo quien se lo contara.

Zac: De acuerdo -la observó-. Nos casaremos.

Ness: ¿Qué? ¿Quieres decir hoy? -se plantó ante él con expresión aturdida, luego Zac vio el fuego que ya empezaba a reconocer-. Lo tenías planeado desde el principio. Incluso antes de que ayer subiera al avión contigo pretendías obligarme a casarme contigo hoy. ¿Verdad? ¿Verdad? -demandó ante su silencio-.

Zac: No lo había decidido aún -alzó las manos en gesto de rendición-. Pero después de lo sucedido anoche no veo que exista motivo alguno para que no nos casemos. Te dije que quería que mi hijo fuera legítimo. Estoy preparado para hacer lo que sea para asegurar que ese bebé jamás tenga que cuestionar la ascendencia que por derecho le corresponde.

Ness: Palabras nobles para un hombre que le ha dado la espalda a su propia herencia -bufó-.

Zac: Tonterías.

Aunque sabía que había dado en el blanco.

Ness: Ja -cruzó los brazos y lo contempló con desdén-. Tienes miedo de enfrentarte a tu propia familia. La única vez que estuviste cerca de tu casa en casi una década, fuiste de incógnito y ni siquiera hablaste con tus padres antes de escabullirte.

Zac: No le tengo miedo a mi familia -sintió que la furia surgía en su interior-. Ya ha hecho todo lo que podía para contenerme, y no ha podido.

Ness: ¿Qué hizo? -preguntó con curiosidad-.

Zac: Olvídalo.

Sabía que sonaba como un adolescente enfadado, pero los recuerdos que lo bombardearon lo hacían sentir como un niño al revivir otra vez algunas de las escenas que había soportado con su padre.

«Jamás dije que no fuera un niño agradable. Pero es hijo de un carnicero. No es un compañero adecuado para ti, Zachary. Ya le he explicado a su familia que la amistad sencillamente no puede continuar».

Con un esfuerzo desterró las voces del pasado y se centró en la mujer que iba a ser su futuro.

Zac: Prepárate para salir en treinta minutos.

Ness: Primero pienso desayunar y darme una ducha -manifestó-. No pienso correr para que tú puedas cumplir la pequeña agenda que hayas planeado.

Zac: Perfecto. ¿Bastarán sesenta minutos?

Ness: De sobra. ¿Nos vemos en el bar?

Zac: De acuerdo. Haré que te envíen otro vestido. Baja al bar en una hora.

Ness. Sí, señor.

Sin prestar atención a su saludo marcial, se marchó de la suite y se dirigió al ascensor.


Horas más tarde, ella seguía tan enfadada que no podía quedarse quieta mientras esperaba impaciente que llegara la limusina real a la sala VIP. Mientras iba de un lado a otro, miró la hora. Por ese entonces Zac sabría que se había ido y a menos que tuviera menos recursos de los que imaginaba, sabría que había tomado un vuelo internacional. Y que volvía a casa.

No había sido fácil. Había hecho una llamada a Lisa Bennet en el rancho Colton. Lisa había aceptado arreglarle los preparativos para el viaje, para llamarla un rato después con toda la información necesaria.

Lisa también había aceptado explicarle a Brittany que hasta el momento Mike Flynn había estado ilocalizable. Vanessa había esperado con cauta ilusión que sus hermanas y ella pudieran encontrar al hombre que estaban convencidas de que era su hermano, al que habían dado por muerto. Pero no lo estaba. Y aunque los registros del Albergue Infantil Sunshine habían dejado que desear, habían logrado reducir el campo de posibilidades a dos personas: Mike Flynn, con quien se suponía que debería haber establecido contacto en Phoenix, y a John Colton, el hermano menor del marido de Brittany, Mitch, con quien, según las palabras de éste, no se podía contactar hasta que él decidiera aparecer.

Vanessa se sentía mal por tener que abandonar a sus hermanas justo cuando estaban a punto de encontrar a su hermano, pero... lo entenderían, no le cabía duda. Tenía que hablar con sus padres antes de que lo hiciera Zac. Después, Lisa podría cerciorarse de que Mike Flynn estuviera disponible antes de que volviera para hablar con él.

Con la conciencia más aligerada, hizo las maletas y salió del hotel a hurtadillas para subir al avión unos minutos antes de que venciera el plazo de una hora que le había dado Zac. En Nueva York abordó al avión privado que le había enviado su padre a petición de Lisa.

Llegó la limusina y antes de que estuviera preparada, antes de que de verdad tuviera ganas de irse, fue conducida por las puertas familiares del palacio hasta las escaleras principales donde sus padres, con amplias sonrisas, esperaban para saludarla. Bajaron por los escalones cuando el chofer abrió la puerta y, al salir del vehículo, quedó envuelta en sus brazos.

Supo el momento exacto en que su madre comprendió el significado del bulto en su vientre. El cuerpo de Mary se puso rígido. Vanessa se apartó mientras su madre la observaba. El rostro de la reina exhibió impacto, sorpresa y desconcierto. Luego sus ojos se llenaron de compasión.

Mary: Oh, querida. ¿Es una ocasión para celebrarlo? ¿Eres feliz?

**: ¿Feliz por qué? -atronó la voz de su padre por encima del tono suave de su madre-.

Mary: Prepárate, Phillip -dijo la reina-. Nuestra pequeña está embarazada.

Mientras hablaba condujo a Vanessa escalones arriba, dando órdenes al personal para que llevara unos refrescos al salón familiar.

Philip: ¡Embarazada! Pero, ¿dónde... quién... cómo...?

La voz del rey guardó un silencio aturdido mientras seguía a su esposa.

Mary: Imagino que nos enteraremos de «dónde» está el padre y «quién» es en muy poco tiempo, querido -comentó por encima del hombro-. Y si ya no sabes «cómo», no tienes remedio.

A pesar de las lágrimas que amenazaban con caer, Vanessa rió entre dientes. Había tenido miedo de contárselo. Bueno, esa no era la palabra apropiada. Se parecía más al pesar. Sabía que ser madre soltera debía ser lo último que querían sus padres para una de sus hijas. Había retrasado tanto ese momento porque no había sido capaz de enfrentarse a su decepción.

Y también había otro motivo.

¡Debían  localizar a Michael! Bien, su madre hizo que se sentara en un sillón y le alzó los pies para apoyárselos en una butaca.

Mary: ¿Quieres beber algo?

Ness: Un zumo me sentaría muy bien. De arándanos, por favor.

Su madre asintió, y la doncella partió a toda velocidad. Cualquiera que ya no supiera que la princesa Vanessa había vuelto a casa con un bebé, lo sabría en cuestión de minutos.

Mary: ¿Cómo te sientes?

Philip: ¿Sabes si es un niño? -inquirió al mismo tiempo el rey-.

Agitado, su padre iba de un lado a otro delante de los ventanales.

Ness: Me siento bien -le respondió a su madre-. Por la mañana me sentí un poco mareada, pero ahora me encuentro muy bien. Estoy de cinco meses, más o menos -continuó-. El bebé llegará a mediados de junio. Y, no, no conozco su sexo. Tendremos que esperar y recibir una sorpresa.

Philip: ¿Su padre pinta algo en el cuadro?

El rey dejó de caminar.

Ness: Sí -titubeó-. Pero no del modo en que podrías esperar.

Philip: En otras palabras, no está preparado para casarse contigo -comentó enfadado-.

Ness: No, papá -sonrió con gentileza-. Es al revés. Soy «yo» quien no se va a casar con «él».

Mary: ¿Ese hombre tiene un nombre que querrías compartir con nosotros? -quiso saber-. Si no es así, supongo que podemos aceptarlo.

A Vanessa no se le ocurrió nada que deseara menos, pero sabía que era inútil ocultarlo. La verdad saldría a la luz tarde o temprano.

Ness: Tiene un nombre -manifestó a regañadientes-. Lo conocéis.

Philip: El príncipe de Thortonburg -afirmó-.

Ness: Sí. Aunque en la actualidad se hace llamar Zac Efron -lo miró asombrada-. ¿Ya ha hablado contigo?

Philip: No, pero es lógico. Cuando me dijo que te ibas a quedar con él, me pareció fuera de lugar.

Mary: Zachary -sonrió-. Siempre me gustó su espíritu. Víctor jamás logró encorsetarlo con sus antiguas nociones de cuál debe ser el comportamiento aristocrático.

Ness: Él no sabía quién era yo cuando... cuando... nos conocimos.

Sintió que se ruborizaba y la decepción que vio en los ojos de su madre no la ayudó.

Mary: Comprendo -comentó-.

Ness: Al principio se mostró irritado -confesó-. Como tú has dicho, no tiene una opinión muy alta de la realeza. Pero en cuanto superó la sorpresa, decidió que nos teníamos que casar.

Mary: ¿Y eso es un problema para ti? -inquirió con suavidad-.

Se acercó al respaldo del sillón y apoyó las manos en los hombros de su hija.

Ness: No quiero casarme por deber.

Mary: ¿Es el único motivo por el que desea casarse contigo?

Ness: Todo es culpa de Selena -se encogió de hombros y evitó la pregunta-. Fue ella quien me convenció de que lo buscara y le contara la verdad.

Philip: Viniendo de Selena, es algo bastante sensato -comentó con voz indulgente y una sonrisa, apartándose de la ventana-.

Selena había sido un torbellino desde el día en que nació. Según su padre, hasta sus canas se podían atribuir a ella.

Ness: Papá... -titubeó, sintiéndose ridícula por formular la pregunta cuando ya conocía la respuesta-. Zac tiene la idea de que su padre y tú habéis arreglado el matrimonio, o al menos prometido que se casaría con una de nosotras, aunque yo le dije que eso no era verdad.

Philip: Víctor me acosó con eso durante años -meneó la cabeza-. Yo siempre le dije que nunca me opondría a ello si alguna de mis hijas elegía a uno de sus hijos. Como tú misma has dicho, no es verdad -de pronto vaciló-. ¿Entiende Thortonburg el modo en que en Wynborough se pasa la corona?

Ness: No... no estoy segura.

Mary: Será mejor que lo averigües, querida -chasqueó la lengua-. Si este bebé es el primer nieto varón del rey...

Ness: Lo sé -juntó los dedos-. Lo sé.

El rey se acercó a su lado y se inclinó para darle un beso en la mejilla.

Philip: Tengo una reunión con el ministro de Obras Públicas, pero cuando vuelva quiero que me lo cuentes todo.

Al incorporarse, una conmoción en el pasillo hizo que todos se volvieran. Entrenado para reaccionar de inmediato ante situaciones de posible amenaza, el guardia cerró la puerta, y al hacerlo Vanessa vio que desenfundaba la pistola.

Entonces reconoció la voz, aunque exhibía un tono imperioso que en ningún momento había asociado con su sonido.

**: ... soy el príncipe de Thortonburg y voy a casarme con la princesa Vanessa, así que no me digáis que no están disponibles. Buscaré en cada condenada habitación del palacio si es necesario.

Ella se incorporó a medias, pero el rey se movió con mayor celeridad. Abrió la puerta y habló al máximo de su considerable voz.

Philip: El príncipe de Thortonburg es bienvenido. Guardad las armas todo el mundo. Gracias por vuestra vigilancia, aunque en este caso no es necesaria.

Vanessa cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, él entraba en la estancia. Nunca lo había visto tan furioso. La expresión que exhibía hacía que la que tenía el día que la encontró junto al coche de alquiler averiado pareciera amistosa.

Sus ojos azules la clavaron al sillón y dio tres pasos antes de darse cuenta de que se hallaba en presencia del rey. De pronto giró en redondo y con saludo formal hizo una reverencia desde la cintura.

Zac: Majestad -se dirigió a la reina y tomó la mano extendida, inclinando la cabeza y besándola-. Majestad.

Mary: Bienvenido, Zachary.

Antes de que la reina pudiera añadir algo más, Zac se plantó ante Vanessa. Alargó la mano en exigencia real y cuando ella extendió la suya, él volvió a inclinarse.

Zac: Alteza real.

Ness: La obsequiosidad no te sienta bien -dijo apartando los dedos-. Así que olvídalo. ¿Cómo demonios llegaste tan pronto?

Zac: ¿Has oído hablar de los aviones privados? -comentó con hosquedad-.

Philip: Zachary, Vanessa acaba de contarnos cuáles son tus intenciones -se adelantó-.

Ya no era el padre indulgente, sino el monarca implacable que pocos veían en acción.

Zac: Bien -ni dio impresión de notar la actitud del rey-. Entonces sabéis que he perseguido a vuestra obstinada y malcriada hija por el océano Atlántico porque tengo intención de casarme con ella. No creo que eso sea un problema con vosotros.

Philip: Desde luego que no -su rostro severo se suavizó un poco-. Eres más que bienvenido en esta familia... «si» puedes convencer a mi «obstinada y malcriada hija» a casarse contigo -miró a su esposa por encima de la cabeza de Vanessa, y le ofreció el brazo-. Vamos, querida. Estos jóvenes tienen cosas de que hablar.

Ness: Realmente, eso no es necesario. Madre, no hace falta que te vayas.

Mary: Me temo que a mí también me reclama el deber -comentó, como si no pudiera alterar las cosas-.

Le guiñó un ojo a Vanessa y tomó el brazo de su marido cuando ambos abandonaron el salón.




¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Pero que buena esta!!!!!
Ya quiero leer el próximo capítulo
Espero que zac ya se le declare y le diga sus verdaderos
Sentimiento
Sube pronto por favor que se quedo muy buena


Saludos!!!

Unknown dijo...

Tremendo capitulo!
No se que espera Zac para decirle lo que siente la verdad...
Menos mal que los padres de Ness ya saben todo y no se lo tomaron mal.

Ame el capitulo!




Sube pronto :)

Publicar un comentario

Perfil