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sábado, 27 de febrero de 2016

Capítulo 2


Lujoso. La palabra se le pasó a Vanessa por la cabeza al entrar en el ascensor del edificio de Zac.

El portero ya había anunciado su llegada. Había oído la voz de Zac por el intercomunicador instruyéndole al portero uniformado que la acompañara arriba.

Ella se dio cuenta de que probablemente Zac no tenía ama de llaves en casa los fines de semana. Había aprendido hacía mucho tiempo que toda la información posible sobre un cliente podría resultar útil para construir el perfil de su pareja ideal.

Habían quedado encontrarse en su apartamento un sábado, el único día que Zac estaba disponible, para empezar a trazar cómo prepararlo para conocer a su mujer ideal.

En el ascensor, los paneles de madera y la alfombra oriental se sumaban al ambiente de un edificio que destilaba discreta riqueza. Vanessa se preguntó de nuevo cómo había podido ser tan loca como para aceptar aquel trabajo.

Su efectividad como casamentera dependía de su habilidad para mantener una distancia emocional con sus clientes, pero Zac estaba asociado con el peor drama de su vida.

Encima de todo, hacía tiempo que había jurado que no trataría con nadie asociado con su ex prometido. Zac era rico, privilegiado y nacido para gobernar, y hubiera sido el padrino de Andrew. Ella tenía la idea de que estaban cortados por el mismo patrón.

En realidad, el edificio donde acababa de entrar era la clase de lugar en que había imaginado que viviría Zac. Era de ladrillo oscuro, del periodo de preguerra, con porteros de librea y toldo verde intenso.

La familia Efron era una familia de rancio abolengo en Boston. Por ello no era sorprendente que el apartamento de Zac no fuera un pretencioso ático de lujo en un rascacielos nuevo y deslumbrante, con el ascensor abriéndose directamente al apartamento.

En lugar de eso, como descubrió cuando se abrieron las puertas del ascensor, había dos apartamentos en la planta superior que compartían un pasillo suavemente iluminado.

Zac estaba a la puerta de su apartamento. Vestía pantalón de traje, pero sin chaqueta y sin corbata.

Zac: Pasa -dijo, haciéndose a un lado-. Llegas puntual.

A ella le empezó a latir más deprisa el corazón. Él era un hombre, fuerte y correcto. Pero su propia reacción la fastidió.

Ness: Porque todos sabemos que el tiempo es oro, ¿verdad? -Entró en el apartamento-. Eso es lo último que tienes que trasmitirle a tu cita.

Él la siguió y cerró la puerta.

Zac: ¿Pero y si la estoy cronometrando?

Ness: Tal vez sería mejor dejar ese tipo de cosas para después de la boda.

Sabía que hablaba como si estuvieran hablando de perversiones sexuales, pero la etiqueta a seguir en las citas era importante para ella.

Él emitió un sonido de incredulidad.

Zac: De acuerdo, tomo nota. Un hombre paciente puede ser la máxima fantasía de una mujer; pero no deja de ser una fantasía.

Ella esbozó una sonrisa resuelta.

Ness: Bueno, cuando terminemos, seguramente serás la máxima fantasía de una mujer.

Y, a juzgar por el modo en que su cuerpo respondía, no lo estaba haciendo tan mal en ese momento.

Zac: Empezaré ahora mismo, llevándome tu abrigo -le dijo en tono suave-.

Ness: Gracias.

Cuando sintió el roce de sus dedos en la parte de atrás del cuello, se estremeció.

Zac: Deja que te enseñe la casa -le dijo después de dejar su abrigo en un armario-.

Ella trató de ahogar la sensación de cosquilleo mientras él le enseñaba rápidamente el apartamento.

La cocina era espaciosa, con armarios de madera de cerezo y puertas de cristal, una isla de cocina de mármol y electrodomésticos de acero inoxidable. En el comedor formal, las paredes estaban pintadas de rojo frambuesa sobre un revestimiento de madera color marfil y rematado en el techo con molduras en el mismo tono. Las sillas estaban tapizadas en rayas rojas y doradas, y varias piezas, incluido el aparador, parecían antigüedades.

Vanessa no pudo evitar comparar el comedor de Zac con el modesto comedor de la casa de Sacramento donde se había criado; su madre había empapelado las paredes, y los muebles estaban llenos de arañazos y golpes de tantas patadas, incluidas las de su hermano y hermana pequeños.

Cuando pasaron al salón de Zachary, notó que al menos esa habitación estaba hecha pensando en la comodidad. Los sofás y las butacas, tapizados en tela beis y cuero color chocolate, se agrupaban delante de una chimenea enorme.

Después del salón estaba la sala de estar; llena de estantes de libros del suelo al techo, mientras que desde las ventanas se contemplaban magníficas vistas del centro de Boston.

Vanessa se dio cuenta de que era allí donde Zac pasaba la mayor parte del tiempo. En el escritorio había montañas de papeles y documentos, y un portátil abierto. Era la única habitación donde había un rastro de desorden.

Finalmente llegaron a un largo pasillo donde había una alfombra larga.

Zac: Esto lleva a las habitaciones y los baños. Hace un par de años tuve la oportunidad de comprar el apartamento de abajo y hacer un dúplex, dejando la zona de invitados en el nivel inferior -se encogió de hombros-, Pero el apartamento ya era demasiado grande para un soltero.

Ness: Sí, ya veo.

El ático era masculino y discreto, pero tenía el toque indiscutible de la mano de un diseñador. Sin embargo, a pesar de todo el lujo, faltaba algo.

Le llevó dos segundos adivinar lo que era.

Allí no había pasión. No había fotos que documentaran los momentos más importantes de la vida del ocupante, ni recuerdos de algunas vacaciones memorables; ni siquiera premios que denotaran en modo alguno las aficiones y pasatiempos favoritos.

En resumen, Zac Efron seguía siendo tan misterioso como lo había sido siempre.

Ness: Aunque tal vez necesite una ayuda -dijo despacio-.

Zac: ¿El qué?

Ness: Tu apartamento.

Él miró a su alrededor y frunció el ceño.

Zac: ¿Qué tiene de malo? Contraté a un profesional para que lo decorara.

Ness: Exactamente.

Zac: Me costó bastante...

Ness: Pero no tiene corazón -lo interrumpió-. Me sorprende que tu diseñadora no incorporara tus recuerdos y posesiones cuando volvió a decorarlo.

Zac: La diseñadora era alguien que me recomendó mi cuñada, y sí que lo hizo. Pero mis cosas siguen en cajas.

Ness: Mmm... ¿Y hace cuánto tiempo que cambiaste la decoración?

Él no parecía contento.

Zac: Hago muchos viajes de negocios. Apenas estoy en casa.

Ness: Si no tienes tiempo de vivir en tu apartamento, no tendrás tiempo para llamarla y concertar una cita.

Él parecía listo para refutar sus palabras; y ella tuvo que controlarse para no censurar su expresión hostil.

Ness: La fecha límite es el miércoles, por cierto.

Zac: ¿El miércoles, para qué?

Ness: Es el día de la semana que vas a llamarla para concertar una cita para el fin de semana.

Ella se dio cuenta de que le estaba hablando como si le estuviera regañando, pero parecía la única manera.

Zac: Entiendo -respondió en tono seco-. ¿No debería estar tomando apuntes?

Ness: Podría ser buena idea. De todos modos, el viajar a menudo sería una buena excusa si tuvieras otro sitio que pudieras llamar tu casa en lugar de... -hizo un gesto a su alrededor- esto.

Él arqueó una ceja.

Ness: No voy a cambiar la decoración de tu apartamento.

Lo que buscaba era infundirle seguridad.

Zac: Me alegro de oírtelo decir.

Ness: Pero me gustaría sugerirte unas cuantas cosas para darle a una mujer una pista sobre ti. Tal vez algunas fotos estratégicamente colocadas; nada más importante. Podemos buscar algunos marcos que combinen con la nueva decoración.

Por enésima vez se dijo que no pensaba dejarse intimidar por él. No había lidiado con fiscales de alto nivel o con titanes del mundo empresarial sin ponerse nerviosa.

Ness: Vamos a echarle un vistazo a tus roperos. Y tal vez podamos salir de compras esta tarde como habíamos hablado.

Su dormitorio. Estaba a punto de descubrir lo que había al final del pasillo, delante de ella.

Su dormitorio era enorme, seguramente del mismo tamaño que su modesto apartamento. Una gran cama de matrimonio dominaba la pieza donde los muebles eran modernos, oscuros, de líneas sencillas y con tiradores de metal cepillado. Por una puerta entreabierta se veía un amplio cuarto de baño, y una chimenea ocupaba la pared frente a la cama.

Aspiró hondo. La habitación no era tan imponente como su ocupante, pero ella era una profesional. Al menos en lo que a los contactos se refería, se dijo para sus adentros.

Miró el ropero que había al otro lado.

Ness: ¿Puedo?

Zac: Adelante.

Cuando abrió las puertas dobles, vio un montón de elegantes camisas de diseño y un número indefinido de trajes colgados con mucho cuidado. Todo era una variación de lo mismo.

Ness: ¿Dónde está la ropa de sport? -lo miró, y enseguida levantó una mano para continuar-. No me digas. Usas traje la mayor parte del tiempo.

Él ladeó la cabeza.

Zac: Muy perspicaz por tu parte.

Ness: Eso habrá que arreglarlo.

Su mirada fue sardónica.

Zac: ¿Sometes a las clientes femeninas a este trato?

Ness: Desde luego. No se trata de convertirse en alguien que uno no sea, sino de crear un tú mejor.

Zac: ¿Y qué le recomiendas a las mujeres?

Ness: Bueno, si te lo contara, te revelaría el apretón de manos secreto.

Zac: Mis labios están sellados.

Ella suspiró.

Ness: Lo compartiré contigo sólo porque creo que le darás buen uso a esta información.

En sus labios había una sonrisa.

Zac: Soy todo oídos.

Ness: Bueno, yo recomiendo que por ejemplo con la ropa se empiece por lo básico, con algo que nunca se pasa de moda. Un vestido negro, un traje, un par de vaqueros, una camisa blanca, unos tacones color carne y un par de zapatillas de deporte. En cuanto a complementos o joyas, un reloj y unas perlas.

Zac: Estás de broma.

Ness: ¿Por qué iba a bromear? Lo básico es sencillamente eso. Puedes combinarlos para utilizarlos por la mañana y también por la noche, para cambiar de estilo informal a formal.

Zac: De cuerdo, tengo que preguntar. ¿Por qué carne para los tacones?

Ness: Es sexy -dijo sin más-. Hace que el que mira no se fije en los pies sino en las piernas, y eso hace más alta a una mujer, algo que es particularmente importante si la mujer es... -hizo una pausa, como si se hubiera dado cuenta demasiado tarde de lo mucho que estaba revelando-. Bueno, menuda -terminó de decir-.

Él le echó una mirada de fingida seriedad.

Zac: Has pensado mucho en esto.

Ness: Naturalmente.

Podía burlarse lo que quisiera, pero ella tenía un negocio en marcha; y era él quien había buscado sus servicios.

La miró de arriba abajo, desde las perlas falsas que se destacaban con el suéter de amplio escote y los pantalones vaqueros negros que le ceñían las curvas hasta las sandalias de cuña.

Ella cambió de postura con turbación; pero enseguida se obligó a reaccionar.

Era la encargada de buscarle una pareja, e iba a casarlo con alguna mujer de sociedad o aspirante a ello. Iba a hacer de él la historia de más éxito de su empresa; aunque su presencia suscitara los malos recuerdos.

Zac: Supongo que las perlas pueden ser de imitación, ¿no?

Ness: Por supuesto. Todo el mundo sabe que es prácticamente imposible diferenciar las perlas verdaderas de las falsas sólo con mirarlas.

Zac: Me alegra saber que tu plan en doce pasos es accesible a las masas.

Ella empezó a mirar la ropa que colgaba del ropero.

Ness: Si vas a burlarte, esto no va a funcionar.

Zac: No te preocupes. Me lo voy a tomar muy en serio -hizo una pausa-. ¿Y qué prendas básicas le recomiendas a los hombres para que se lleven a una isla desierta?

Ness: El príncipe azul no necesita una lista de cosas esenciales -dijo adoptando el mismo tono irreverente que él-, porque para los hombres, la moda es lo básico. Ya sabes, los trajes, las corbatas... un esmoquin.

Zac: Estupendo. Parece que lo tengo todo cubierto.

Ness: Sí, pero un par de pantalones sería muy útil -le dijo volviéndose a mirarlo-. Los hombres tienen el problema opuesto a las mujeres, y es la torpeza de ir más allá de lo básico.

Zac: Tengo un par de vaqueros.

Ness: ¿Que tienen cuánto tiempo...?

Él le echó una mirara.

Zac: No se te escapa una, ya lo veo.

Ella sonrió con modestia.

Ness: Tú me has contratado, de modo que te voy a dar toda mi experiencia.

Zac: ¿De acuerdo, qué te parece esto? Me gustan mis vaqueros, aunque últimamente no los use mucho.

Ness: Sí, lo sé. Porque sales mucho en viaje de negocios. Tendremos que hacer algo al respecto. Mientras tanto vamos a vestirte para que tus compañeros de la facultad no te reconozcan.

Vanessa esperaba que si seguía concentrada en la labor que tenía entre manos, mantendría controlados los pensamientos ilícitos. La autoridad y la virilidad eran para él como una segunda piel, y en contraste ella se sentía femenina y diminuta a su lado.

Él la miró con perplejidad.

Zac: Sabes, no permito que cualquiera me hable de este modo. Los que trabajan para mí, no lo hacen nunca; e incluso mis competidores saben que no es recomendable.

Él la miró con gesto pensativo.

Zac: No es así como te recuerdo -añadió-.

Ness: Con el paso de los años a menudo las cosas cambian -se obligó a sí misma a decir-.

Se había prometido no volver a ser tan inocente y vulnerable.

Zac: Eso ya lo veo.

Estaban entrando en territorio peligroso, de modo que ella se dio la vuelta hacia el ropero y le tocó los labios con el índice.

Ness: Estoy pensando en unos vaqueros de Helmut Lang.

Zac: Ni hablar.

Ella se volvió a mirarlo.

Ness: Si fueras un fanático de la ropa vaquera, te sugeriría unos vaqueros japoneses hechos de algodón orgánico y tintes naturales.

Zac: ¿Qué tienen de malo los Levi's?

Ness: Nada. Depende del mensaje que quieras transmitir -se estremeció sólo de imaginarlo con unos Levi's-. En realidad, no te vendría mal darle un poco de empuje a tu imagen. Podría ser un equilibrio agradable, particularmente si lo que has dicho en nuestra entrevista es verdad y estás buscando una mujer sencilla.

Zac: Así es.

Ness: Entonces, de acuerdo -otra vez se volvió hacia el ropero-. Veamos si podemos animar un poco la cosa.


Zac: No.

Ness: Los hombres de verdad visten de rosa.

Zac miró la camisa de vestir que Vanessa tenía en la mano.

Zac: De rosa fuerte no.

Las compras de esa tarde no estaban yendo como él habría esperado. Habían pasado por algunas de las tiendas de ropa masculina más elegantes de Boston, y habían terminado en Neiman Marcus.

Que Zac supiera, Vanessa tenía la intención de suavizar un poco su estilo, de civilizarlo un poco. La idea de Vanessa era conseguir variar un poco su aspecto de ejecutivo agresivo para que, con suerte, eso afectara su comportamiento y lo fuera menos.

Él quería decirle que no tenía oportunidad alguna.

Ella suspiró.

Ness: Veo que voy a tener que mostrarte la colección de prendas de moda de P. Diddy.

Zac: Continúa utilizando Ralph, Vanessa. Tal vez tengas mejor suerte.

Ness: Sabes, si yo de verdad quisiera recomendar algo de moda, sugeriría trajes cosidos a mano.

Él emitió un resoplido de incredulidad. A él le hacían los trajes a medida, pero los cosidos a mano eran muy distintos.

Ness. Para que lo sepas, el tono del que hablábamos se llama «fresa fiesta».

Zac: Lo pueden llamar «rojo de la suerte» si les da la gana, pero yo no pienso ponérmelo.

Un dependiente de mediana edad se acercó a ellos con una sonrisa cortés en los labios.

**: ¿En qué puedo ayudarlos?

Zac: Gracias, pero ya nos marchábamos.

Vanessa esbozó una sonrisa de disculpa al dependiente.

Ness: Estamos buscando algo informal, pero nuestras opiniones difieren mucho.

El hombre asintió.

**: Las esposas suelen tener una opinión muy distinta a la de sus maridos.

Vanessa se quedó cortada.

Ness: No estamos...

Zac: Lo que quiere decir mi esposa -la interrumpió- es que no estamos buscando algo que sea sólo informal. También está tratando de suavizar mi imagen en el trabajo.

Vanessa abrió la boca, pero antes de poder decir nada, él la agarró del codo y la llevó hacia el vendedor.

Zac: Vamos, cariño. Vamos a ver lo que puede enseñarnos. Empecemos con unos pantalones de sport -le dijo al vendedor-.

**: Muy bien -comentó el hombre-. Si tienen la amabilidad de seguirme...

Cuando ya iban hacia otra sección, Vanessa murmuró algo en voz baja.

Ness: ¿Qué estás haciendo? Si alguien te reconoce y cree que somos pareja; o peor, si alguien piensa que estás casado en secreto, estropearás todo lo que intentamos conseguir.

Zac: No te preocupes -le dijo con tranquilidad-. Soy el típico héroe de acción invisible a todo el mundo salvo a las mujeres que buscan marido.

Ella le echó una mirada de soslayo.

Ness: ¿De verdad? ¿Y cuáles son esos poderes de superhéroe?

Zac: Yo te los demostraría, pero sería mejor hacerlo en privado.

Ella apretó los labios.

Ness: No sé por qué hemos asumido el papel del matrimonio. Ninguno de nosotros lleva anillo de bodas.

Zac: No todo el mundo usa anillo. Además, las novias no eligen la ropa de un hombre; las esposas sí. Si el dependiente piensa que estamos casados, te escuchará. De otro modo, se dirigirá a mí todo el tiempo -añadió-.

Ness: Me has puesto en evidencia.

Zac: Aprende a pedir lo que quieras. Ése es el problema con las mujeres.

Ella retiró el codo que él le agarraba.

Ness: Tendremos que trabajar en esa desafortunada tendencia tuya a incluir las palabras «problema» y «mujeres» en la misma frase.

Zac: ¿Cuándo he hecho eso? -Preguntó en tono suave; desde que Vanessa había llegado a su apartamento, se sentía que estaba con una especie de institutriz-. Lo único que he dicho es que he sido el objetivo de cazafortunas y oportunistas.

Ness: Lo mismo -le respondió antes de volverse hacia el dependiente-.

Vanessa y el hombre empezaron a charlar de los colores de la temporada y de varias marcas.

Zac limitó sus respuestas a «sí», «no» y «olvídalo». Era la manera a la que estaba acostumbrado a hablar en el consejo de administración, y ese método le había servido bien.

Se daba cuenta, de todos modos, de que estaba exasperando a Vanessa.

Cuando el dependiente se ausentó un momento para tratar de buscarle su talla, ella se dirigió a él.

Ness: ¿Podrías responder con algo más que monosílabos?

Él le sonrió.

Zac: Sí.

Ella aspiró hondo, y él no pudo menos que bajar la vista a su pecho. Cuando la volvió a levantar y la miró a los ojos, el ambiente estaba cargado de tensión.

Ness: Tal vez necesitemos trabajar un poco tus habilidades para la conversación.

Zac: Las que poseo me han servido bien en las reuniones del consejo de administración. Las palabras de más son una pérdida de energía. ¿Por qué entonces hablar cuando hay maneras más efectivas de comunicarse?

De pronto sintió unas ganas apremiantes de demostrarle a ella lo efectivas que podían ser otras maneras de comunicarse. Estaban en un lugar lleno de público, con un montón de gente a su alrededor comprando, y sin embargo le parecía como si estuvieran en su propio mundo.

El hechizo se rompió cuando volvió el vendedor y les condujo a un probador que mostró a Vanessa una silla a la puerta donde sentarse mientras él se probaba la ropa.

En el probador, él se desnudó y se puso unos chinos y una camisa de sport. Salió uno minutos después para que Vanessa le diera su opinión.

Ness: Mmm -se sentó y cruzó las piernas-. Date la vuelta.

Él la miró un instante, antes de hacer lo que le pedía. La ropa no era de su estilo habitual, pero estaba dispuesto a ceder un poco.

Sobre todo y más importante, no detectó que ella estuviera disfrutando de darle órdenes. Aun así, tenía sus sospechas.

Ness: Te sienta bien.

Jamás había pensado que tres palabras tan inocentes pudieran resultar tan eróticas.

En realidad, aquella salida para ir de compras se estaba convirtiendo en una experiencia más íntima de la que habría pensado jamás.

Ness: ¿Estás cómodo?

Cómodo no era la palabra que habría elegido él. Excitado describía mejor su estado; y si no tenía cuidado, pronto se daría cuenta todo el mundo.

Zac: Me quedan bien -dijo en voz alta, y asintió al dependiente que estaba cerca-. Nos los llevamos.

**: Muy bien -respondió el hombre-. Hay unos cinturones que podrían irle muy bien.

Ness: Eres decidido -dijo cuando el hombre se hubo marchado-

Zac: Impaciente -reconoció-. Normalmente entro y salgo de las tiendas en menos de treinta minutos. Diez para encontrar lo que quiero, cinco para probármelo y otros diez para pagar y salir por la puerta.

Ella le sonrió con dulzura.

Ness: ¡Pero lo haces tan bien!

Así que ella estaba disfrutando.

Zac: Me siento como un modelo en un anuncio malo de televisión -murmuró-.

Ness: Zac, estoy ayudando a organizar un pase de modas para recaudar fondos para la Asociación Operística de Boston. Todavía nos faltan modelos masculinos voluntarios para hacer los pases de la ropa de diseño que ha sido donada.

Zac: Olvídalo.

Ness: Piénsatelo -le incitó-. Sería un modo estupendo de conocer a gente. Estarías en el ambiente ideal para conocer a una mujer de temperamento agradable a quien le parezca importante apoyar las artes, mientras que te promocionas en el mejor ambiente ayudando.

Zac: Buen intento, pero no cuela.

En realidad, si alguno de sus hermanos se enteraba de que se había prestado a pasar modelos delante de docenas de mujeres sentenciosas, se habrían muerto de la risa. Por no hablar de que su fama de duro competidor en el mundo empresarial caería en picado. Necesitaba pisar el freno antes de que Vanessa lo trasformara en un hombre con chaqueta de media gala, o en un voluntario de una subasta. Él tenía sus límites.

Y esos límites, aparentemente, incluían unos Levi's, que fue precisamente con lo que salió de allí, entre otras cosas.

Cuando el dependiente envolvió las compras, Zac reconoció que Vanessa sabía lo que hacía. Si lo de la agencia no le iba bien, tenía futuro como asesora de imagen.

Se dijo que ese día le permitiría dirigirlo, en realidad más de lo que había dejado a nadie en su vida. O más bien había que decir que había alternado las sugerencias con las insinuaciones para conseguir lo que quería; al menos en algunos momentos.

El hecho de que fuera tan menuda, y que él fuera mucho más alto que ella, tan sólo se añadía a la ironía. No sabía por qué al pensar en la diferencia de tamaño entre los dos sentía ese calor entre las piernas; se dijo de nuevo que las mujeres menudas no eran su tipo. Sobre todo una mujer menuda particularmente mandona que actuaba como si no estuviera segura de que él le cayera muy bien. Una mujer menuda cuyo interés primario en él parecía ser de trabajo.

Si fuera de otro modo, tendría que empezar a hacerse preguntas comprometidas sobre sus motivos pasados, y no quería hacer eso.

De modo que, naturalmente, las primeras palabras que salieron de su boca, fueron:

Zac: ¿Cuándo podrías salir a cenar para poder mejorar mis técnicas de conversación?




Esa pregunta me huele a cita XD

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¡Un besi!


2 comentarios:

Lu dijo...

Gran graaan capitulo!
Me encanta como se llevan Zac y Ness... Es rara su relación.
Y a Zac le gusta mucho Ness, se nota mucho.



Sube pronto

Maria jose dijo...

Me encanto la pregunta de zac al final
Más claro de que quiere pasar más tiempo con ella
Muy buen capítulo ya quiero seguir leyendo
Síguela pronto


Saludos

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