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domingo, 14 de febrero de 2016

Capítulo 8


Ness: ¡Zac! -chilló, debatiéndose, pero él le aferraba las dos muñecas con una mano y frotaba su cuerpo contra el suyo-.

Cuando inclinó la cabeza y reclamó su boca no se opuso, sino que se abrió a su exploradora lengua.

Zac: ¿Sabes cómo me sentí cuando me di cuenta de que te habías ido? -preguntó al levantar un poco la cabeza-.

Ness: ¿Furioso? -aventuró-.

Zac: Bueno, eso también. Estaba muy preocupado. No porque decidieras viajar sola... -la hizo callar al ver que iba a hablar-. Estás embarazada. No deberías saltar de un lado a otro del mundo. No quiero tenerte lejos de mí nunca más.

Ella abrió mucho los ojos. Se miraron largo rato y Vanessa reconoció otra vez que algo había cambiado entre ellos.

Zac apoyó una mano en su cadera y exploró el interior de su boca mientras la conducía con premura a la antigua y alta cama con dosel. Liberó momentáneamente sus labios y dijo:

Zac: Quítate la ropa -pidió mientras subía las manos por debajo de la falda y le sacaba las medias y las braguitas-.

Ella desabrochaba la hilera de botones finos de la blusa cuando Zac se incorporó. Con impaciencia, le quitó la blusa por encima de la cabeza, la tiró a un lado y se concentró en el sujetador. Al desprenderlo, los pechos de Vanessa quedaron sueltos. Los coronó con las palmas de las manos y sintió cómo su fresco peso se templaba ante su contacto mientras los acariciaba con movimientos circulares, rozando repetidamente los pezones sensibles que se irguieron al ritmo de sus caricias.

Se inclinó y volvió a besarla, luego bajó hasta su cuello. Ella emitía sonidos bajos e introdujo las manos entre los dos para ocuparse de los botones de su camisa y luego levantarle la camiseta para revelar su torso ancho y velludo. Zac sintió su aliento encendido sobre la piel y se sobresaltó ante la sensación de unos dientes pequeños que se cerraron con suavidad y firmeza sobre una de sus tetillas, al tiempo que con la lengua provocaba la misma excitación que él había despertado en sus pezones.

Unas saetas de deseo se abrieron camino por su cuerpo; gimió y abandonó sus pechos para deslizar las manos alrededor de su trasero y pegarla más a él. Metió una rodilla entre sus muslos, separándolos y avanzando hasta que ella quedó sobre su musculosa pierna. En ese instante Vanessa bajó una mano y lo exploró a través de los pantalones, y la sensación de su pequeña mano frotando su erección cubierta lo volvió loco. Sin dejar que se moviera, abrió el cinturón y se apartó un momento de ella para quitarse el resto de la ropa.

Vanessa se hallaba con la espalda hacia la cama, con la respiración entrecortada y los brazos apoyados en el colchón. Zac volvió a avanzar y ambos emitieron sonidos de frustración y deleite al sentir sus respectivos cuerpos desnudos. La columna ardiente y palpitante de él empujaba el montículo que había bajo el vientre de ella, y cuando Vanessa avanzó y retrocedió, acariciándolo con ese lento movimiento, él cerró los ojos y se entregó a sus cuidados.

Ella pasó las manos por su pecho, jugando levemente otra vez con sus tetillas, luego fue bajando despacio por su caja torácica, por el leve hueco de su ombligo hasta que rozó los rizos negros que rodeaban su rebosante masculinidad. Jugó con él y con sigilo pasó los dedos bajo el pesado saco que pendía entre sus piernas, tomándolo en su mano mientras lo mecía con suavidad; Zac sintió que se excitaba, y más y más frenético por su contacto.

Al final ya no fue capaz de soportar esa provocación.

Zac: Tócame -gruñó, bajando la cabeza para mordisquearle el lóbulo de la oreja-.

Deslizó las manos hasta sus caderas y con una la aferró con firmeza mientras con la otra penetraba con osadía entre la hendidura en sombras que había entre sus piernas; la encontró caliente, húmeda e increíblemente lubricada y lista.

Ella cerró los dedos en torno a su palpitante sexo, sintiendo el sedoso calor mientras pasaba el pulgar por el extremo y descubría la zona que ya estaba lubricada. Frotó los dedos contra el extremo y luego volvió a bajarlos para sostenerlo con mano firme e iniciar una pauta rítmica de movimiento.

Ness: ¿Te gusta? -susurró-.

Zac respiraba con agónico placer. La mano que tenía entre las piernas de ella le apartó los muslos, localizó la entrada húmeda e introdujo un dedo en el estrecho canal femenino.

Zac: Como a ti -logró musitar-.

Adaptó el movimiento de su dedo a las caricias de la mano de Vanessa, sintiendo que el ritmo se incrementaba demasiado deprisa y que todo acabaría en cuestión de momentos, aunque fue incapaz de apartársela. Apoyó la mano encima de la de ella y le mostró un ritmo aún más intenso, guiándola por los pasos encendidos y apasionados de la satisfacción sexual.

Pero casi de inmediato comenzó a temblar de forma incontrolada con el esfuerzo de retener el dominio; tuvo que obligarse a quitarle la mano, a pesar del sonido de protesta de ella. El extremo de su miembro rozó contra su vientre y Zac gimió. Sabía que no disponía de mucho tiempo. Retiró la mano del centro volcánico de Vanessa, la aferró por las caderas y la alzó para sentarla en el borde de la alta cama, situándola en una posición perfecta para recibirlo. Tenía el cuerpo tan preparado para la liberación que gimió cuando se colocó y se preparó para el reclamo final. Luego la movió del borde del lecho.

Ella le rodeó las caderas con las piernas y lo acercó aún más. Zac embistió con profundidad y ella emitió un grito cuando todos sus nervios notaron su pelvis.

Echó la cabeza atrás y lo miró con las pupilas dilatadas por la pasión.

Ness: No puedo... no puedo...

Zac: Sí que puedes.

Casi sin poder contenerse, aunque lo suficiente controlado como para saber que no quería llegar sin ella, metió la mano entre los dos y encontró el pequeño capullo. El cuerpo de Vanessa tembló y cuando movió el dedo en pequeños círculos ella arqueó la espalda y chilló.

En su interior, unas fuertes contracciones musculares apretaron su miembro a punto de estallar, y al sentirla palpitar en sus brazos, Zac notó que todo él se convertía en una enorme sensación centrada en sexo que tenía enfundado en su cuerpo. Sus caderas se movieron a mayor velocidad, su cuerpo se tensó y experimentó unos escalofríos salvajes mientras la llenaba con su calidez.

Al final no quedó nada para dar, nada para sentir salvo un placer saciado y una somnolienta extenuación. A él le temblaban las piernas; los muslos de ella cedieron y sus pies cayeron al suelo.

Zac apartó la colcha dorada antes de alzarla en vilo y depositarla sobre las sábanas. Luego la tapó, rodeó la cama hasta el otro lado y se echó junto a ella. La abrazó y la mano pequeña de Vanessa se apoyó en su torso al tiempo que pasaba una pierna por su muslo. La protuberancia de su bebé se pegó a su costado, acunado entre los dos; sintió que Vanessa suspiraba.

Zac: ¿Cansada? -giró la cabeza y le besó la frente-.

Ness: Hmm -se pegó más a él-.

Era sorprendente lo que podía hacerte una mujer cálida acurrucada a tu lado... cuando se trataba de la mujer adecuada. Le levantó la barbilla con un dedo para poder darle un beso prolongado y tierno.

Zac: Entonces duerme. Yo te abrazaré.


Él despertó antes. Quitó el brazo de debajo de su cabeza y sonrió cuando ella gruñó y se dobló hasta formar una pequeña pelota. Se apoyó en un codo y se tomó unos momentos para contemplarla.

Era tan bonita. Unas pestañas largas ocultaban sus ojos maravillosos. La primera vez que lo atravesó con esos ojos él supo que estaba perdido. Era como si desde el principio hubiera comprendido que iba a ser suya.

Y lo era. El pecho se le llenó de satisfacción. Se preguntó qué habría pasado si la hubiera visto aquel día en Phoenix, sin embarazo que convirtiera el matrimonio en una necesidad.

¿Se habría sentido tan atraído hacia ella? ¿La habría vuelto a llamar? ¿Habría considerado pedirle que fuera su esposa?

Por supuesto. Así era como se suponía que funcionaba. Los matrimonios pactados eran ridículos, y lo parecían todavía más al entender lo que se sentía al esperar el matrimonio con la mujer que amaba...

«La mujer que amaba».

En todo momento había sido así. ¿Cómo no lo había sabido? ¿Cómo no lo había reconocido?

Observó el lento ritmo de su respiración. Los montículos blancos de sus pechos se hallaban ocultos bajo los brazos que había cruzado, y tenía una pierna levantada, escondiendo el tesoro femenino que le había dado la bienvenida antes. Su vientre, estirado e hinchado, reposaba sobre la cama; Zac se preguntó cuánto más podía crecer.

Se dio cuenta de que en un sentido muy físico que no tenía nada que ver con el sexo, ella iba a necesitarlo. En ningún momento dejaría que dudara de que la encontraba deseable a pesar del embarazo. El hecho de que llevara un bebé que ellos dos habían creado solo hacía que fuera más preciosa a sus ojos.

Con suavidad apoyó la mano sobre su estómago. El bebé de ambos. Se preguntó cómo sería como padre. A lo largo de los años se había prometido que cualquier hijo suyo jamás tendría que conocer el aguijonazo de las palabras críticas, que jamás tendrían que dormirse llorando porque no habían estado a la altura de lo que él esperaba, que nunca tendrían que elegir pasar vacaciones en soledad en un internado en vez de regresar a casa. Diablos, ni siquiera pensaba mandarlos a un internado.

Sus hijos iban a saber que eran queridos en todos los sentidos. Si los malcriaba, mala suerte. Era mejor eso que el rechazo.


La cena con la familia tuvo más éxito del que habría esperado antes de ese día.

Al volar aquella noche de regreso a Wynborough, al palacio donde Vanessa iba a quedarse con sus padres, él recordó las insistentes preguntas que ella le había hecho la tarde anterior acerca de su infancia. Aunque hablar de ello no figuraba en su lista de prioridades, de repente dijo:

Zac: Mis padres... y mi padre en particular, tiene unas ideas preestablecidas sobre cómo educar a un futuro duque. Tuve que montar a caballo, cazar, pescar, hablar Francés, leer Latín, sobresalir en Matemáticas y Ciencias, estudiar a los clásicos, recitar todas las reglas de la etiqueta, conocer las formas correctas de dirigirme a la gente... lo que se te ocurra, mi padre creía que debía saber hacerlo.

Ness: Tu infancia debió ser ocupada -apoyó una mano sobre la suya mientras conducía el coche-.

Zac: Ocupada -rió, pero incluso él percibió el dolor en ese sonido-. Quería complacerlos. Recuerdo que de niño permanecí despierto en la cama, repasando una y otra vez cómo saludar al rey de Wynborough en mi primera presentación formal del día siguiente. Pero cuando ese día llegó, me hallaba tan nervioso que vomité mientras esperábamos en fila para ser presentados. Mi padre se puso pálido -ella apretó con más fuerza sus dedos-. Me enviaron al internado a la edad de cinco años porque mi padre consideraba que carecía de autodisciplina. Fue horrible. Duchas frías todas las mañanas, formar filas perfectas en todo momento, no se podía repetir durante las comidas. Para un chico en crecimiento, eso solo era una tortura. Pero, ¿sabes qué fue lo peor? -él percibió su gesto en el oscuro interior del vehículo-. Lo peor fue que en poco tiempo, demasiado poco, preferí ese colegio infernal a mi propio hogar. En el colegio, el trabajo duro tenía su recompensa. En casa, el trabajo duro únicamente representaba más tareas y críticas.

Dejó de hablar. No tenía más sentido continuar.

Ness: Zac... Prometo que nuestro hijo jamás será un... un producto a ser perfeccionado. Nuestros hijos serán obras de arte, grandes tesoros a ser protegidos y preservados por sus características únicas.

Sus palabras lo conmovieron y no se le escapó que había dicho «hijos». Estiró los dedos y le acarició la mejilla antes de volver a posar la mano en el volante.

Ness: Madre, volveré en cinco días, lo prometo -abrazó a la reina de Wynborough-. Tiempo suficiente para que modifiquen tu vestido de boda para que le quepa a una novia embarazada.

Mary: Pero, ¿por qué ir? -preguntó su madre-. No hay nada que debas hacer en Phoenix las próximas dos semanas.

«Sí que lo hay. Según Lisa, Mike Flynn ha vuelto a la ciudad. ¡Sería maravilloso que pudiera traer de vuelta a mi hermano para mi boda!»

Ness: He de ir -fue lo único que manifestó en voz alta-. No quiero estar tanto tiempo lejos de Zac. Ocúpate del resto de los arreglos según tu parecer.

Mary: Mantendremos la sencillez -prometió. Sonrió con añoranza-. Aunque habría sido bonito celebrar una ceremonia enorme al menos para una de mis hijas.

Ness: Oh, madre, lo siento -rió, pensando en los hombres que habían reclamado a cada una de las hermanas, en las bodas precipitadas-. Todas nosotras hemos frustrado tus sueños.

Mary: No, querida, no es así -la reina tomó el rostro de su hija en las manos y le besó la frente-. De hecho, todas habéis satisfecho el único sueño que tu padre y yo hemos tenido sobre vosotras. Habéis encontrado el amor.

Ness: ¿Es tan obvio? -miró por encima del hombro a Zac, quien hablaba con el rey-.

Mary: ¿Que os adoráis? -sonrió-. Solo para los ojos que saben cómo mirar.

«Ojalá fuera verdad», pensó Vanessa mientras terminaban de despedirse y Zac la ayudaba a subir al coche. Había empezado a tratarla como si de verdad la quisiera. Y ella había comenzado a esperar que tal vez el matrimonio resultara algo más que un amor unilateral para el resto de su vida.

El viaje de vuelta a Phoenix fue agotador pero tranquilo. Durmió gran parte del trayecto en los dos aviones mientras él leía y veía películas. Cuando bajaron del coche al brillante sol invernal ante su hogar, Vanessa sonrió y alzó la cara.

Ness: Hasta hoy mismo no me había dado cuenta de que lo echaría de menos. ¡Oh, Zac, me encanta esta ciudad!

Él rió mientras se dirigía al maletero para sacar el equipaje.

Zac: Eso es bueno. Mi negocio está firmemente establecido aquí. Odiaría tener que trasladarlo ahora.

Ness: ¿Tomarías en consideración la idea de un traslado si yo te lo pidiera? -preguntó de repente delante de la puerta-.

Reinó una quietud momentánea en el aire. Despacio Zac depositó en el suelo las maletas que cargaba.

Zac: Bueno, prefería no trasladarme a Wynborough a menos que tú no pudieras ser feliz en otra parte, pero sí, si de verdad lo quisieras, me llevaría mi empresa de aquí -le tomó las manos-. ¿Es que no sabes que haría cualquier cosa para hacerte feliz?

Ness: Únicamente te necesito a ti para mi felicidad -sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas por su tono tierno-.

Algo salvaje y brillante se encendió en los ojos de Zac, luego la soltó y la abrazó.

Zac: Puede que haya sido demasiado obstinado para reconocerlo, pero has sido la dueña de mi corazón desde la primera vez que vi esos marrones ojos felinos observándome -bajó la cabeza y la besó hasta dejarla laxa en sus brazos, con su cuerpo fundido al suyo-. Vayamos dentro -gruñó-, para que pueda hacernos a los dos muy felices.


En medio de la noche él despertó con una sensación extraña. Se puso alerta al instante con Vanessa todavía en sus brazos. Confuso, miró alrededor de las sombras del dormitorio y volvió a experimentarla.

Un leve golpe en la parte donde ella tenía apoyado el estómago contra su cuerpo. Se movió un poco, apoyó la mano y aguardó con impaciencia. ¡Ahí! Una vez más el mismo movimiento.

Zac: Eh -susurró-, estamos en plena noche. Es el momento en que la gente duerme. Será mejor que entiendas ese concepto ahora mismo.

Un sonido apagado le indicó que Vanessa había despertado. Oyó una risita más alta.

Ness: ¿Le hablas al bebé?

Zac: Sí. El pequeño me ha despertado.

Ness: ¿Pequeño? Pues yo espero que sea una niña.

Las palabras despertaron un recuerdo.

Zac: Tú y Alex. ¿Soy yo el único que espera que sea un niño?

Ella se quedó quieta bajo su mano. Tanto que Zac estuvo a punto de jurar que no respiraba. Pero al instante se relajó.

Ness: Tal vez -musitó-.

Algo en su voz lo inquietó.

Zac: Alex comentó que sería más sencillo si fuera una niña -recordó con claridad-. ¿Por qué? -en cuanto pronunció las palabras deseó poder recuperarlas. Borrarlas y continuar con una feliz inconsciencia. Con movimiento lento se sentó y la miró-. ¿Por qué? -demandó-.

Ella titubeó y también se sentó. Unió las manos en su regazo y suspiró.

Ness: Tu padre empezó a decírtelo, pero se vio interrumpido. En estos últimos años se han producido bastantes debates sobre qué hacer cuando llegue el momento, debido a la falta de herederos varones en Wynborough.

Zac: Eso es estupendo. Pero a nosotros no nos afecta.

Ness: Bueno, podría hacerlo -se apartó de él como si quisiera quedar fuera de su alcance-. Hace dos meses se redactó un nuevo artículo a la Ley.

Zac: ¿Qué clase de artículo? -sintió un nudo en el estómago al recordar el tono vehemente de su padre cuando hablaron de vivir en Phoenix. Incapaz de quedarse quieto, se levantó de un salto y se puso los pantalones de un chándal-. Estoy esperando -bramó cuando ella no respondió-.

Ness: Un artículo que garantice que la línea de los Hudgens continúe -musitó-. Como no hay hijo mayor que pueda heredar la corona, el nieto mayor será el que suba al trono cuando mi padre... ya no sea rey.

Zac: ¿El nieto mayor? -repitió con cautela-.

Ella asintió con aprensión.

Ness: Sin importar qué princesa sea la madre, el primer nieto será el próximo rey.

Zac se mostraba incrédulo. Experimentó una oleada de furia al comprender el total significado de sus palabras. Existía una gran posibilidad de que su bebé, si era varón, fuera el heredero del trono de Wynborough.

Zac: ¡No puedo creerlo! -manifestó con ira-. Tú sabes lo que pienso sobre la realeza, ¿y ahora me dices que si tengo un hijo quizá él sea el próximo rey?

Ness: Zac, yo no lo he planeado -explicó con tono de súplica-. Ciertamente no pensé quedarme embarazada la primera vez que nos vimos. Y no era mi intención casarme contigo, ¿lo recuerdas?

Zac: ¿Aún esperas que me crea eso? -estaba demasiado enfadado para que le importaran las palabras que le soltaba-. Sabías quién era yo en aquel baile. Nuestros padres no tuvieron tanto que ver con ello como yo había imaginado, ¿verdad?

Ness: ¡No es cierto! No tenía ni idea de quién eras...

Zac: Claro. Y los cerdos vuelan.

Ness: Te dije que mi padre jamás arreglaría un matrimonio para mí. No cree en esa costumbre arcaica.

Zac: Es posible que no, pero no le importó sacrificar a una hija virgen por el bien de la corona, ¿no?

Ella se quedó boquiabierta. Las lágrimas nadaron en sus ojos y sintió cómo una bajaba por su mejilla. Pero él continuó, y todas las sospechas que había albergado desde el principio estallaran en un remolinearte río de furia.

Zac: Tuve razón en todo momento, ¿verdad? Estuviste a punto de engañarme. Pero ahora tus verdaderas intenciones han quedado reveladas. Vanessa, la reina madre. Y yo soy la presa perfecta. Heredero del Gran Ducado de Thortonburg. «Siempre» que yo fuera a heredar el título. ¡Apuesto que fue toda una sorpresa descubrir que era simplemente Zac Efron y que pensaba continuar de esa manera!

Ness: ¡No fue eso lo que sucedió! -las lágrimas ya caían sin contención por su cara. Salió de la cama a toda velocidad, tapando su desnudez con la sábana-. Cuando nos conocimos no sabía quién eras. Ni siquiera establecí la relación con Thortonburg al encontrar tu tarjeta.

Temblaba de furia, y él experimentó un momento súbito de preocupación por el bebé que llevaba.

Zac: Van...

Ness: Te amaba -se limpió las lágrimas con una mano-. Lo único que quería era casarme contigo y tener una familia. Aquí en los Estados Unidos o en cualquier otro sitio que tú eligieras. Ese estúpido título no me atrae más que a ti -soltó con furia-.

Zac: Claro. ¿Y cuándo pensabas compartir ese pequeño artículo de la Ley? -cruzó los brazos-. Sin duda lo sabías desde hace meses. Este tipo de leyes no se aprueban de la noche a la mañana. ¿Tenías miedo de que una de tus hermanas te arrebatara el premio?

Sentía como si la cabeza fuera a estallarle. ¿Cómo había podido hacerle eso a él? «Es fácil. Fuiste el medio para alcanzar un fin, amigo».

Ness: Iba a esperar hasta que naciera el bebé para contártelo -repuso con voz monótona en respuesta a su pregunta original-. Sabía cómo reaccionarías. Pero si hubiera sido una niña, no habría motivo para la preocupación. A Brittany le queda poco para tener a su primer bebé y mis otras dos hermanas se han casado recientemente... tengo la esperanza de que sea una de ellas quien traiga al heredero al trono.

Zac: Todas las esperanzas -repitió-.

Ness: Todas -recalcó-. Pero sientes tantas fobias hacia los vínculos que tienes con la corona que en realidad tampoco importaría aunque fuera una niña, ¿verdad, Zac? Aún así seguirás teniendo una conexión real que está a solo un paso del rey. Y me culparás por ello el resto de mi vida. Jamás podré hacer que mi sangre sea menos azul. ¿Y sabes una cosa? -atravesó la habitación hasta que quedó delante de él-. Tampoco lo haría aunque pudiera. Amo a mi familia. No son mis enemigos, y no fingiré ser alguien que no soy, ni por ti -calló y respiró hondo dos veces hasta que recuperó el control-. Puedes olvidarte de este matrimonio. Voy a volver a Wynborough para estar con la gente que me quiere como soy.

Sus palabras lo aturdieron. Salió por la puerta y atravesó el pasillo hasta el otro extremo, donde la habitación en la que había dormido con anterioridad aún contenía casi todas sus cosas. Oyó la puerta al cerrarse con violencia y supo que no podría hablar con ella el resto de la noche.

«Puedes olvidarte de este matrimonio».

¡No podía echarse para atrás! Había dicho que se casaría con él.

«Olvida este matrimonio».

Sintió que temblaba al comprender todo el significado de esas palabras. No iba a casarse con él. Su bebé no nacería legítimo. Podría ser educado en un continente distinto, con una madre que ya no querría saber nada de él. Pero peor, mucho peor, era la pérdida del amor del que había llegado a depender.

No había pensado en eso al acusarla de buscar su título. ¿Qué mujer iba a tolerar que un hombre le gritara, la acusara de todo tipo de cosas y pusiera en duda su honestidad?

Sintió un nudo en el estómago y se agarró al borde de la cama. Se había equivocado. Tenía que haberse equivocado. Nadie había tramado para empujarla a sus brazos. Lo único que ella había querido de él era amor. Solo amor.

Enterró la cabeza en las manos. ¿Cuan ciego podía ser un hombre?

Oh, Dios, había sido tan estúpido. Había pisoteado su amor sin ninguna consideración hacia sus sentimientos. Se había concentrado tanto en sus recuerdos amargos que incluso después de que su familia hubiera hecho un intento real de reconciliación aún se hallaba decidido a castigar a alguien.

Y su blanco había sido Vanessa. Había percibido su amor antes de que se lo confesara, y había tenido tanta seguridad de que sería suyo para siempre que no había comprendido la facilidad con que se podía romper un corazón.

¿Podría reparar el daño causado? Supo que no sería fácil. Pero debía intentarlo.

Se levantó y con andar lento fue a su habitación. Llamó a la puerta, pero, tal como había esperado, ella no respondió. Escuchó con atención, aunque no la oyó sollozar... al menos no para poder oírla. Con un agotamiento como nunca había sentido, se dejó caer hasta quedar sentado ante la puerta, decidido a esperar. Cuando abriera, pretendía estar ahí.

Sin importar cuánto tardara.

Porque Vanessa era lo que más le importaba. Si no quería perdonarlo, si ya no lo amaba más, no sabía lo que haría.

Unas horas más tarde amaneció, y todavía seguía sin oírla. Bien. Debió quedarse dormida.

A las ocho ya estaba cansado de permanecer sentado. Vanessa rara vez dormía hasta tan tarde. Se incorporó y llamó a la puerta. No con mucha fuerza, para que no pensara que aún seguía enfadado, pero con suficiente firmeza para que lo oyera.

Nada.

Quince minutos más tarde empezaba a preocuparse. Ella todavía no había emitido ningún sonido y su imaginación comenzaba a desbordarse, acelerándole el pulso.

Zac: ¡Vanessa! Abre la puerta. Solo quiero hablar contigo -calló-.

Ninguna respuesta. Oh, Dios, ¿estaría herida? ¿Yacería en el cuarto de baño, inconsciente? Esas baldosas eran resbaladizas...

Zac: O abres ahora o la tiro abajo -era una amenaza ociosa-.

Él mismo había diseñado la casa. Era imposible que alguien derribara cualquiera de las puertas.

Fue al cuarto de herramientas, eligió unas pocas cosas, regresó y se puso a sacar la puerta de sus goznes. De un modo u otro, Vanessa iba a hablar con él.

Cuando al final logró liberar la puerta, la dejó a un lado y entró en la habitación. No estaba allí. Con el corazón desbocado, comprobó el cuarto de baño, pero tampoco la vio ahí.

Entonces notó que los ventanales que daban a la terraza de la piscina estaban abiertos. Al atravesar la habitación algo blanco y fuera de lugar sobre el edredón verde de la cama captó su atención.

Recogió la nota y leyó su contenido.

Zac

Me pondré en contacto contigo cuando nazca el bebé. Por favor, informa a tu familia del cambio de planes.

S.A.R. Vanessa, princesa de Wynborough.




Oh, oh...
Zac se va a enfadar =S

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Nooooo!!! Todo ya estaba tan bonito
Zac ya casi le decía que la amaba
Hasta q como siempre dudo de ella
Me gusta la novela
No quiero que termine
Síguela pronto por favor


Unknown dijo...

Por dios, por que tuvo que pasar esto?
Zac es un idiota, se asusto al saber que ama a Ness y activo su mecanismo de defensa.
Espero que Ness este bien.
Me encanto el capi, aunque fue un poco triste.



Sube pronto :)

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