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miércoles, 17 de febrero de 2016

Capítulo 9


La luz del sol le hería los ojos a pesar de las gafas oscuras que llevaba.

Mientras el conductor del coche alquilado que había contratado avanzaba por la carretera hacia Catalina, por enésima vez deseó que se le permitiera tomar un analgésico para el dolor de cabeza que martilleaba detrás de sus ojos.

Debía recuperar el control antes de llegar a Catalina, o Mike Flynn pensaría que estaba loca.

De todos modos, seguro que lo pensaba. ¿Cuántas personas llamaban a tu puerta para explicarte que podías ser un príncipe secuestrado?

Debería sentirse más entusiasmada. Era bastante probable que en menos de una hora viera por primera vez en la vida a su hermano.

Pero ya nada le producía entusiasmo después de lo sucedido la noche anterior.

Tragó saliva y se obligó a pensar en otra cosa. Pero una y otra vez, como un CD rayado que no dejaba de volver al mismo punto, oía la voz de Zac en su cabeza: «En el baile sabías que era el heredero al Gran Ducado de Thortonburg».

El dolor le martilleó el cráneo. Dios, ¿cómo había podido pensar eso de ella? Hizo bien en cancelar la boda. Él jamás sería capaz de superar sus dudas, de olvidar la ira que le producía el que su padre y su familia intentaran convertirlo en algo que no era.

Los ojos volvieron a escocerle, aunque era capaz de jurar que ya no le quedaban lágrimas. La noche anterior había llamado un taxi y en cuanto pudo vestirse abandonó con sigilo la casa por la puerta de la terraza. Saltar por la valla de la propiedad no había resultado tan fácil, pero lo consiguió y se registró en un motel a pasar lo que quedaba de la noche. Después de llorar durante horas se levantó al amanecer para mirar la televisión en blanco hasta una hora prudente en que pudo llamar a Catalina.

Mike Flynn se había mostrado reservado por teléfono, pero había aceptado verla. Después de ducharse alquiló un coche, en esa ocasión con chofer. Cumpliría el objetivo inicial por el que sus hermanas y ella habían ido a los Estados Unidos: encontrar a su hermano... luego regresaría a casa.

Aunque Wynborough ya no le pareciera su «casa», era uno de los mejores sitios donde criar a su hijo... al hijo de Zac.

Según la guía telefónica, Michael N. Flynn era abogado. Como era martes por la mañana, había llamado a su bufete y tuvo suerte de encontrarlo.

Cuando el coche se detuvo ante su edificio, bajó del vehículo y mentalmente cerró una puerta a todos los pensamientos ajenos a la tarea que en ese momento la ocupaba.

Una recepcionista tecleaba algo en la sala de espera. Vanessa se anunció tal como lo había hecho por teléfono, como Vanessa Hudgens, y la mujer desapareció por un pasillo largo. Momentos más arde, volvió y la invitó a seguirla.

El abogado se sentaba ante un escritorio enorme que contenía diversos objetos de arte y muchos papeles. Se levantó cuando ella entró y con cortesía rodeó la mesa para estrecharle la mano y ofrecerle un asiento mientras la recepcionista se marchaba.

Mike: Señorita Hudgens. Es un placer conocerla. Y ahora dígame cómo puedo ayudarla con ese «asunto urgente» que mencionó por teléfono esta mañana.

Mike Flynn tenía un pelo castaño tupido y ondulado y una mandíbula fuerte con un hoyuelo en cada mejilla. Resultaba atractivo de un modo agreste que hacía juego con sus hombros anchos bajo la camisa blanca.

Pero fueron sus ojos los que captaron la atención de ella. Penetrantes, azules e intensos, que le recordaron a los de Zac. Sintió que perdía la serenidad al pensar otra vez en los amados rasgos de Zac.

Ness: Ah, señor Flynn, gracias por recibirme de inmediato.

Mike: Mike, por favor, señorita Hudgens -se inclinó y observó su anillo de compromiso-. Es señorita, ¿verdad?

Ness: En realidad, es princesa. Mi padre es el rey Phillip de Wynborough.

Mike: Santo cielo -pareció un poco desconcertado. Estudió su expresión-. No bromea, ¿no? -entonces se puso serio, se apoyó en el borde del escritorio y cruzó los brazos musculosos sobre el pecho-. Ha despertado mi curiosidad. ¿Qué sucede?

Ness: ¿Es usted Michael N. Flynn que una vez estuvo en el Albergue Infantil Sunshine?

Mike: El mismo -asintió con ojos llenos de interés-.

Ness: Señor Fl... Mike, es posible que recuerde que hace años tuve un hermano al que secuestraron de niño.

Mike: Lo dieron por muerto -meneó la cabeza-. Por ese entonces yo era muy pequeño, pero he leído sobre el caso. Debió ser un momento terrible para sus padres.

Ness: Lo fue. La cuestión es que usted tiene exactamente la edad de mi hermano. Hasta hace poco lo considerábamos muerto. Pero unas pruebas nuevas nos condujeron al Albergue Sunshine, donde se cree que llevaron a mi hermano pocas semanas después del secuestro.

Mike: Comprendo -habló despacio-. Y piensa que existe una posibilidad de que yo sea su hermano.

Ness: Existe -convino-.

Mike: No -descruzó los brazos y se sentó en el borde de la mesa, con los pies colgando-. Usted es demasiado hermosa para estar relacionada conmigo.

Ness: Cuando mi hermano desapareció, tenía el pelo oscuro y los ojos azules. Sabemos que era grande para su edad. Se parecía mucho a mi padre y es probable que aún sea así en la actualidad -abrió el bolso, extrajo dos hojas que desplegó y alisó. La primera se la pasó a él-. Esta es una foto de mi padre a la edad de treinta años, los que tendría hoy mi hermano.

Mike: La edad que tengo yo -estudió la copia-. Es posible. Aunque no veo gran semejanza.

Ness: Cuesta distinguirla por la fotografía -lo estudió, pensando que podía ser Michael. Entonces, ¿por qué no se sentía más entusiasmada? ¿No había ido a los Estados Unidos para eso? «También viniste a los Estados Unidos para encontrar al hombre que te hizo el amor en la caseta del jardín». Respiró hondo y desterró otro par de ojos azules de su cabeza-. ¿Estaría dispuesto a dejarse hacer un análisis de sangre?

Mike: Claro -repuso tras meditarlo-. ¿Por qué no? -le devolvió la foto. Luego chasqueó los dedos-. Aguarde un minuto. ¿Su hermano tenía alguna marca que lo identificara? ¿Una marca de nacimiento, alguna cicatriz... cualquier cosa por el estilo?

Ella consultó la segunda hoja de papel que aún sostenía en la mano, aunque conocía su contenido de memoria.

Ness: Sí. Tenía un grupo de pecas en el bíceps derecho. Aunque nos han advertido de que esas marcas pueden haber desaparecido con los años.

Mike: ¿Alguna cicatriz? -la miraba con atención-.

Ness: Ninguna lo bastante grande como para haber perdurado. Michael jamás fue sometido a una operación ni tuvieron que darle puntos. Solo tenía un año cuando lo secuestraron.

Mike: Bueno, entonces me temo que ha hecho el viaje en balde, alteza -bajó del escritorio y comenzó a levantarse la camisa de los pantalones-. Tengo la cicatriz de una operación que ya había cerrado cuando me llevaron al Albergue Sunshine, por lo que allí dedujeron que debería haber tenido lugar como mínimo tres meses antes. Todavía podían contar las marcas de los puntos. Veintiuno en total.

Ness: ¿Como mínimo tres meses antes de que lo llevaran al albergue? -comentó, pensando en voz alta-. Mi hermano no llevaba secuestrado tanto tiempo cuando los dos aparecieron allí -se levantó y examinó la cicatriz justo debajo de su caja torácica-. Santo cielo, seguro que un médico podría recordar este tipo de sutura aplicada a un bebé. ¿Ha investigado el asunto?

Mike: Lo comprobaron cuando me dejaron en el albergue -se encogió de hombros-, pero no descubrieron nada. Era en los días en que no había ordenadores, así que imagino que la búsqueda se redujo al ámbito local. Yo nunca me tomé la molestia -añadió-. Quienquiera que me dejara allí, no me quería. Y ya no lo necesito.

Vanessa asintió, aunque sintió dolor en el corazón por el bebé que aún sufría. El dolor se expandió al recordarle a otro hombre adulto cuya propia infancia dolía... «No, no vayas por ahí, Vanessa».
Dio un paso atrás, recogió los papeles y los dobló antes de volver a guardarlos en el bolso.

Ness: Mike, lamento haberle hecho perder el tiempo. Gracias por recibirme hoy.

Mike: Ha sido un placer, alteza -extendió la mano y envolvió la de ella en su enorme zarpa-. Buena suerte para encontrar a su hermano.

Al regresar al coche, el chofer la esperaba, tal como le había pedido. De inmediato puso rumbo al siguiente destino, un pequeño aeropuerto donde había reservado un avión que la llevaría a Tucson, desde donde partiría a la costa este para tomar el vuelo trasatlántico hasta Wynborough. No era la ruta más directa, pero no había poder en la tierra que pudiera inducirla a acercarse a Phoenix, ni siquiera para pasar de un avión a otro.

En el aeropuerto de pronto se dio cuenta de que disponía de la información que sus hermanas y ella habían esperado tanto tiempo para confirmar. Buscó un teléfono y llamó al rancho de Mitch Colton, donde Lisa Bennet aún seguía con Mitch y Brittany, coordinando las pistas restantes para encontrar al príncipe.

Ness: ¿Lisa? Soy Vanessa.

Lisa: ¡Princesa Vanessa! Felicidades por su compromiso -sonó tan dulce y encantada como siempre-. La veré pronto en Wynborough. Estoy ansiosa por conocer a Zachary Efron.

Ness: Lisa, escúchame -intentó controlar las lágrimas-. Encontré a Mike Flynn. No es él.

Lisa: No es... entonces el único que queda... -la voz de Lisa mostró entusiasmo-... ¡es John Colton! ¡El cuñado de Brittany!

Ness: Sí. ¿Está ahí? Necesito que hables de inmediato con él.

Lisa: No puedo -la voz de la secretaria sonó pesarosa-. Aún no ha vuelto. Mitch y Brittany han dejado mensajes en varios sitios para él, pero hasta donde yo sé todavía no se ha puesto en contacto con ellos.

Ness: Diles que envíen mensajes más urgentes. Debemos hablar con él -si se concentraba en la tarea de encontrar a su hermano perdido, quizá parte del devastador dolor que le atravesaba el corazón desapareciera, o al menos fuera más soportable-. Vuelvo a Wynborough. Llámame allí si tienes más información. Pero ten cuidado. No quiero que mis padres se enteren de nada hasta que estemos seguras.


Cuando Zac bajó del avión que había tomado a primera hora de aquel día, Alex lo esperaba en la sala del aeropuerto.

Alex: Zac, lamento recibirte con malas noticias, pero creo que no ha venido aquí. Al menos aún no.

Zac: Gracias por comprobarlo -asintió con estoicismo-.

Alex: Nuestro padre ha puesto a alguien para que comprobara todos los vuelos. Si viene a casa, lo sabrás.

Zac: De acuerdo -apenas fue capaz de hablar debido a la decepción-.

Comenzaron a caminar por el aeropuerto.

Alex: Estaba seguro de que ella te amaba -comentó-. ¿Me equivocaba?

Zac: No -meneó la cabeza-. Pero yo... yo no manejé la situación muy bien, me temo.

Alex: ¿Hay algún modo en que pueda ayudarte? ¿O prefieres que me calle?

A pesar de la desdicha que sentía, tuvo que sonreírle a su hermano menor.

Zac: Tu presencia es suficiente ayuda.

Sintió pesar por los años que podría haber tenido con su hermano; le rodeó los hombros en un abrazo rápido y afectuoso.

Cuando llegaron a la limusina que los esperaba a la salida, Zac quedó sorprendido al ver a su padre sentado en el interior. Antes de que pudiera manifestar algún saludo, Víctor alzó la mano.

Víctor: Sé lo que piensas.

Zac: ¿Sí? -sonrió con ironía-. Bien, porque yo ya no lo sé con certeza.

Víctor: Zachary, estoy seguro de que crees que me muestro tan solícito por el deseo de unir mi casa con los Hudgens -hizo una mueca-. Y reconozco que a una parte de mí le gustaría mucho. Pero no he venido por eso. De hecho, me marcharé si prefieres que no me involucre en tu vida.

Zac: Creo que albergas las mejores intenciones hacia mí, padre -musitó-. Y eso me basta -se dio cuenta de que era verdad-.

Víctor: Jamás debí tratar de forzarte a un matrimonio basado en...

Zac: ¿Mentiras? -inquirió-.

Víctor: Medias verdades, como mínimo -el hombre mayor se aclaró la garganta-. Sé lo que es amar a alguien. Y quedó claro cuando os vimos juntos a Vanessa y a ti que estabais enamorados. Al ser mi hijo, es muy posible que hayas hecho algo imperdonablemente estúpido...

Sus dos hijos rieron y la tensión que había en el vehículo se evaporó.

Zac: Espero que no sea imperdonable -dijo cuando se pusieron serios otra vez-.

Despacio, con titubeos, Víctor alargó el brazo y depositó una mano de consuelo en la rodilla de su hijo.

Víctor: Haremos lo que podamos para ayudarte a arreglarlo.


Varias horas más tarde, un criado llamó a la puerta de la sala de fumar donde Zac, su padre y su hermano se habían reunido.

Víctor: Adelante -bramó el Gran Duque y Trumble entró con una bandeja de plata en la que había una hoja-.

Trumble: Un mensaje telefónico para usted, alteza.

Víctor prácticamente saltó sobre el hombre.

Víctor: ¡Pues dámelo! ¿Qué pone?

El papel se le cayó de la mano y flotó hacia el suelo, pero antes de que pudiera aterrizar Alex lo había recogido en el aire.

Alex: La princesa ha llegado a palacio -anunció. Luego carraspeó-. Ella, hmm, visitó a un hombre, un abogado americano llamado Michael Flynn, en Catalina, Arizona, antes de salir de los Estados Unidos -miró a Zac-. ¿Amigo tuyo?

Zac: Al parecer es un amigo suyo -comentó con tono sombrío-.

Víctor: ¿Te recibirá si la llamas? -inquirió-.

Zac: Ni lo sueño.

En el pasado habría soportado la tortura antes de reconocer ante su padre que había cometido un error. Ese día ya no le importaba.

Víctor: Bueno, entonces tendremos que hacerte pasar sin ser anunciado.


Dos horas después, la limusina de Víctor se detenía ante la caseta de los guardias delante de la puerta del palacio.

Víctor: El Gran Duque de Thortonburg y mi hijo Alex, príncipe de Thortonburg -anunció con voz imperiosa cuando el guardia comprobó a los dos hombres sentados en la parte de atrás del vehículo-.

El hombre apretó unas teclas en el intercomunicador y recibió permiso para admitirlos. Mientras las puertas se abrían despacio y la limusina entraba en los exuberantes jardines que conducían al palacio, Alex miró la nuca del chofer y rió entre dientes.

Alex: Muy bien, padre. Muy bien.

Zac: Gracias, padre -dijo el chofer al mirar por encima del hombro-.

Al final, resultó más sencillo de lo que Zac había anticipado.

Alex y el Gran Duque lo dejaron junto a un sendero boscoso para equitación en la zona interior de los terrenos. Mientras caminaba por él, Zac miró alrededor para orientarse. Había elegido ese sitio porque sabía que los árboles crecían hasta el mismo borde de los jardines. Los guardias en el perímetro del palacio por lo general permanecían a la vista pero no necesariamente al oído de la familia real. Esperaba acercarse lo suficiente a la casa para que cuando Vanessa saliera a dar un paseo, pudiera hablar con ella aunque tuviera que quedarse allí sentado toda la noche.

No podía creer lo fácil que había sido, teniendo en cuenta la obsesión del rey por la seguridad. Pero jamás se esperaría que el Gran Duque representara una amenaza. A la derecha Zac pudo ver el comienzo de un pequeño claro. Al mirar con más atención, masculló:

Zac: Qué me aspen.

Los terrenos del palacio eran enormes y no los conocía bien. Al ver un mirador acristalado en medio del claro meneó la cabeza con nostalgia. ¿Sería el mismo? Parecía igual que el que tenía grabado en la memoria.

Tan ensimismado estaba, que la gota que cayó sobre su mejilla izquierda lo sorprendió. Pero cuando la lluvia se convirtió en un diluvio, corrió hacia el único refugio disponible, el pequeño mirador donde había hecho el amor con Vanessa aquella primera vez.

Apenas unos momentos después de haber entrado en el interior resguardado, un sonido hizo que girara en redondo. Vanessa se detuvo en la puerta, con las manos en el cuello en un gesto de asombro que imitaba la expresión de su cara.

Ness: ¡Zac!

Se recuperó mientras ella lo miraba con los ojos desorbitados, aunque su aparición también le había resultado sorpresiva.

Zac: ¿Por qué no entras antes de que te empapes?

Ness: Yo... -contempló la lluvia que caía-. ¿Qué haces aquí? -se irguió y su postura fue tan real que bien podría haber llevado una corona-. Has perdido el tiempo -las palabras fueron gélidas-.

Zac: ¿Por qué has venido aquí?

Ness: Había salido a dar un paseo cuando se puso a llover, así que corrí en busca del refugio más cercano. No vine por ningún otro motivo.

Zac podría haber comentado algo sobre su explicación, pero un hombre listo para suplicar por su vida era lo bastante inteligente como para no buscar el antagonismo de la mujer con quien quería compartir dicha vida.

Ness: ¿Por qué has venido aquí? -volvió a preguntar-.

Zac: No podía olvidarlo.

Ness: ¿Perdón? -parpadeó y lo miró con unos ojos marrones fríos-.

Zac: En Phoenix me dijiste que olvidara nuestra boda. No puedo.

Ness: ¿Y has venido hasta aquí para decirme eso? A propósito, ¿cómo entraste? -alzó una mano-. Olvídalo -dio media vuelta y observó el exterior por los cristales del mirador-. Vete.

Tenía la espalda rígida y los brazos cruzados sobre el vientre con el bebé.

Zac: He hecho las paces con mi padre -musitó-.

Ness: Qué bien -no lo miró, pero su voz no sonó beligerante-.

Reinó un silencio incómodo cuando él intentó pensar en algo brillante que la convenciera de darle otra oportunidad. Al final soltó las palabras que reverberaban en su cabeza.

Zac: Dijiste que me amabas.

Ness: Algunas cosas no están destinadas a ser permanentes -manifestó con tristeza-.

Zac: Vanessa... -¿no había modo de llegar hasta ella?- Si no quieres que nos casemos, no tenemos por qué hacerlo. Podemos vivir juntos el resto de nuestra vida sin legalizarlo. Por favor, solo... -se le quebró la voz. Calló un momento, redujo el espacio que los separaba y se quedó detrás de ella-. Vanessa, no quiero vivir sin ti. Por favor, regresa a mi lado -ella no respondió, pero tampoco lo rechazó. Levantó las manos con la intención de apoyarlas en sus hombros, pero las dejó caer-. Por favor -repitió-, dame otra oportunidad. Me equivoqué en todo. Tu padre, mi padre, tú...

Ness: ¿Vivirías conmigo aunque me negara a casarme? ¿Por qué? ¿Para que puedas acosarme hasta la extenuación con el fin de que acepte legalizar la situación de tu hijo?

Las palabras fueron un poco burlonas, pero él captó el dolor que había detrás.

Zac: Algunos aprendemos las lecciones más despacio que otros -susurró-. Yo tardé mucho en aprender la mía -respiró hondo-. Te quiero -vio que ella abría mucho los ojos-. Te quiero -aprovechó su ventaja-. Tendría que habértelo dicho antes. Tendría que haber confiado en ti... -ella apoyó un dedo sobre sus labios-.

Ness: Está bien, Zac. Ahora haremos que salga bien -le tomó el rostro entre las manos y se puso de puntillas-.

La abrazó y con dulce alivio le dio un beso. A pesar de todo, lo había perdonado. ¿Podría entender Vanessa alguna vez cuánto la amaba? Sus labios se tornaron exigentes mientras su cuerpo lo instaba a demostrarle lo mucho que la necesitaba.

Sus lenguas se unieron y sus cuerpos se fundieron. En unos segundos el beso encendió una hoguera que amenazó con desbocarse.

Lo único que impidió que la echara sobre el suelo fue la humedad que sintió en su propia cara.

No, en la cara de ella.

Con irritación interrumpió la intensidad del beso y se apartó para limpiar la lluvia de sus caras. Pero no era lluvia.

Vanessa lloraba. Le alzó la barbilla.

Zac: ¿Qué sucede, princesa? ¿Es por mí?

Ness: No -meneó la cabeza, mientras las lágrimas seguían cayendo-.

Levantó las manos para apoyarlas en las suyas.

Zac: Me quedaré con el título -dijo con desesperación-.

Aunque no era el sendero que había querido que siguiera su vida, lo haría sin pensarlo si ella aceptaba quedarse. Pero Vanessa volvió a sacudir la cabeza.

Ness: No es por el título. Te amaré sin importar lo que quieras hacer con tu vida.

Zac: Entonces, si no hay problema, ¿por qué lloras?

Ness: Porque soy feliz -se inclinó hacia él en busca de otro beso-.

Pero en el último instante él recordó una cosa.

Zac: ¿Quién diablos es Michael Flynn, de Catalina, Arizona? -preguntó con la boca a unos milímetros de ella-.

Ness: ¿Quién crees que es?

Aunque no se retiró, hubo una quietud súbita en ella que le reveló lo que Vanessa temía.

Zac: No creo que tengas algo que ver con él, porque me amas.

Ness: Qué modesto -rió, con el rostro iluminado mientras su cuerpo se relajaba-.

Zac: Pero es alguien muy importante. Es la «otra cuestión» por la que fuiste a Phoenix, ¿verdad?

Ness: Existen motivos para creer que mi hermano Michael sobrevivió a su secuestro.

Zac: ¿Qué? -se quedó de piedra-.

Sintiendo el vientre con su hijo pegado a él, por primera vez pudo apreciar el infierno por el que debieron pasar el rey y la reina, y la idea lo crispó.

Ness: Es verdad -confirmó-. Es casi seguro que sobrevivió. Lo rastreamos hasta un albergue infantil en Arizona y eliminamos la búsqueda a tres hombres. Mike Flynn era el segundo.

Zac: ¿Y...?

Ness: No es mi hermano. Tiene una cicatriz que lo demuestra. Lo que significa que el tercer hombre probablemente es el heredero al trono. Mis hermanas están esperando que vuelva a su casa para que podamos hablar con él.

Zac: ¡Dios mío! Tus padres estarán tan... espera un momento. Por eso no te preocupaba tanto esta ley nueva, ¿verdad?

El remordimiento volvió a dominarlo por las palabras terribles que le había dicho.

Ness: Hasta que encontremos a Michael -titubeó-, el primer varón podría ser el heredero de la corona. Me preocupa, pero también sé que existen las mismas posibilidades de tener una niña. Si es un varón y no queremos que sea rey, se puede hacer, aunque representaría un proceso tedioso. Como último recurso, podemos solicitar en el parlamento que lo descarten.

Zac: Nos ocuparemos de ellos juntos cuando llegue el momento -la tomó en brazos-, si es que llega. Y si se encuentra a tu hermano, entonces podremos ser unos padres normales.

Ness: Bueno, quizá no tan normales -sonrió-.

Zac: Lo importante es que pasemos el resto de nuestros días juntos.

Y al encontrar sus labios y reclamar a su princesa, sintió que algo en su interior encajaba, algo que había esperado toda su vida. Era amado.




¡Por fin se reconciliaron! ¡Ahora sí que sí!
Pero esta historia no acaba aquí, falta el epílogo.

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¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encanto el capitulo.
Lastima que aun no hayan encontrado al hermano de Ness.
Lo bueno es que Zac se reconcilio con su padre y con Ness.



Sube pronto :)

Maria jose dijo...

Lindo capítulo!!!
Ya quiero leeré el epílogo
Ahí ya Vanessa tendrá a su bb
Sigue la novela pronto

Saludos y síguela

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