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viernes, 27 de noviembre de 2020

Capítulo 3


Rose Hudgens se empeñó en que Vanessa le llevara un plato de galletas de Navidad al doctor Efron, pero Vanessa se sintió como una granjera tonta, así que las dejó en el coche cuando entró en el bar de Jack, aquella noche.

Al entrar, se le escapó una exclamación de alegría. Todo el local estaba decorado para la Navidad. 

Había un árbol en la esquina opuesta a la chimenea, guirnaldas por la barra y por las paredes y centros de ramas de abeto en las mesas, y el ciervo que había sobre la puerta tenía una corona en los cuernos. Había un ambiente festivo, acogedor, y el olor a abeto fresco se mezclaba con el del humo de la chimenea y la buena comida que se preparaba en la cocina.

Tardó menos de dos segundos en comprobar que Zac no estaba allí, lo cual hizo que se sintiera doblemente aliviada por no haber llevado las galletas. Tal vez aquél fuera el día en que él había decidido dejar de pasar por allí. No tenía obligación de hacerlo. De hecho, aparte de echarles un vistazo a los cachorros y de preguntarle a Vanessa si estaban bien, no hacía nada en absoluto.

Ella saludó a Jack y se dirigió directamente hacia la cesta de la camada. Durante la semana anterior habían crecido mucho, y estaba claro que eran collies. Se habían puesto regordetes y adorables, y todo aquél que pasaba junto a la cesta tomaba alguno y lo acariciaba contra el pecho.

Jack se acercó a la chimenea, y ella sonrió.

Ness: El bar está precioso, Jack. Todo preparado para Santa Claus.

Jack: Sí, las mujeres lo han preparado todo para su fiesta. Hay intercambio de galletas mañana al mediodía. Deberías venir.

Ness: No puedo, tengo trabajo. Pero diles de mi parte que los adornos son preciosos.

Jack: Claro. Vanessa, tenemos un problema. Hay que pensar en un nuevo plan para los perritos.

Ness: ¿Por qué, Jack?

Jack: Ya no van a poder estar aquí mucho más tiempo. Puedo aguantar un par de días más, mientras tú piensas algo, pero hay que encontrarles otra casa. Los cachorros están muy grandes, tienen energía, y empiezan a despedir olor a perro. Esto es un establecimiento de comidas, Vanessa.

Ness: ¿Se ha quejado la gente?

Jack: No, al contrario -dijo sacudiendo la cabeza-. Entre el árbol y los perritos, viene más gente de lo normal. Pero ya sabes cómo son los perros, Vanessa. Están mojando muchas solapas cuando los toman en brazos para acariciarlos. Esto va a pasar de ser una monada a ser un problema en muy poco tiempo.

Ness: Tienes razón. No sé qué voy a hacer…

Jack: Ya tenemos familia para algunos. No sé si alguno puede salir ya de la cesta, pero hemos conseguido algunas adopciones. Christopher, por supuesto. No está dispuesto a separarse de Comet.

Ness: Comet no está listo para ser la responsabilidad de un niño de seis años. Necesita un par de semanas más. Y, aunque Chris es muy bueno con él, necesitará supervisión.

Jack: Lo sé. Y yo estoy perdido. David no deja de hablar de su perrito. He estado pensando en tener un perro, pero…

Ness: Y, Jack, no le puedes dar a un niño de tres años un perro tan pequeño. Es como si le dieras un huevo y un tomate maduro.

Jack: Sí, sí, ya lo sé. Cuando llegue el momento, tendremos cuidado. Y Buck Anderson, el ranchero, dice que necesita un par de pastores. Tiene un niño pequeño y siete nietos. Sus hijos pueden ayudarle a criarlos antes de que tengan que estar con los demás perros y las ovejas. Pero le gustaría que fueran regalos de Navidad. Sé que no confías en la gente que busca perros para regalarlos en Navidad, pero podemos fiarnos de Buck. Él sabe lo que son los animales. Aunque espero que los perros sean buenos con las ovejas.

Ness: Bueno, entonces ya tenemos familia para cuatro.

Jack: Hay un par de personas más que se lo están pensando, pero, hasta el momento, ése es todo el progreso. ¿Sabes que todo el mundo del pueblo los llama como los renos de Santa Claus?

Ness: Sí. Qué idea más adorable, ¿verdad? Jack, yo no tengo sitio para ellos. Además, no podría cuidarlos sola, con todo el trabajo que tengo en la peluquería…

Jack: Tal vez tengamos que sopesar la idea del refugio. ¿No crees que podrían cuidárnoslos durante dos semanas? Entonces, por lo menos, les quitaríamos a algunos de las manos…

En aquel momento entró Zachary, envuelto en una ráfaga de viento. Se quitó los guantes y los golpeó contra la palma de la mano. Miró a su alrededor por el bar recién decorado y soltó un suave silbido.

Zac: Hola -les dijo a Jack y a Vanessa-. ¿Cómo va eso?

Silencio.

Zac: ¿Hay algún problema?

Vanessa se acercó a él.

Ness: Jack ya no puede tener más a los perros aquí, Zac. Empiezan a oler muy fuerte. Y esto es un restaurante, después de todo.

Zac se echó a reír.

Zac: A mí me parece que has resistido muy bien, Jack. Y mucho más de lo que yo había pensado.

Jack: Lo siento, Zac, pero si Vanessa no hubiera sido tan convincente, los cachorros hubieran ido directamente al refugio. O a algún sitio peor. Por lo menos les hemos encontrado casa a unos cuantos, cuando estén fuertes como para dejar la camada.

Zac: Sí, lo entiendo. Bueno, si Vanessa me promete que no me va a dejar en la estacada, yo me los llevaré a casa. Estoy muy ocupado estos días, pero tengo una ayudante que me ayudará. Ya no necesitan tantos cuidados como hace una semana, porque saben comer solos, y puedo ponerlos en el cuarto de la lavadora para que no me tengan despierto toda la noche.

Ness: ¿Tendrán suficiente calor? ¿Están lo suficientemente fuertes? 

Zac: Sí, estarán bien, Vanessa. Jack, ¿qué hay de cenar?

Jack: Chili y tortillas de maíz. ¿De verdad? ¿Me los vas a quitar de encima?

Zac se echó a reír otra vez.

Zac: ¿Podemos gorronearte una cena más antes de llevárnoslos? Soy soltero, y apenas tengo comida en casa -le pasó el brazo por los hombros a Vanessa y añadió-: Esta está malacostumbrada, además. Se ha habituado a que le den de comer a cambio de sus esfuerzos. Y dos cervezas.

Jack: Sí -dijo arqueando las cejas con curiosidad-. Ahora mismo.

Zac: Después de cenar, puedes seguirme hasta mi casa -le dijo Vanessa, como si todo estuviera decidido ya-.


Vanessa sabía más o menos dónde estaban la clínica, el establo y la casa de los Efron, pero no recordaba haber ido nunca hasta allí. Uno podía llevar al caniche o al spaniel al veterinario, pero para atender a los animales más grandes, el veterinario iba a la granja, a no ser que se tratara de una operación o de un tratamiento más largo. El establo de la clínica proporcionaba también alojamiento temporal para caballos, y tenía instalaciones para la cría. Algunos propietarios de caballos valiosos preferían dejar a sus yeguas preñadas en el veterinario.

Zac llevó la cesta de los cachorritos en su camioneta. Estaban envueltos en mantas para que no se enfriaran durante el trayecto. Vanessa lo siguió en su propia furgoneta. Dejaron la carretera principal al ver un letrero que rezaba Establos Efron, Doctor Zachary Efron, Veterinario, y llegaron a un complejo de edificios bien iluminado. El establo estaba a la izquierda de una zona abierta muy amplia, y tenía un corral que lo rodeaba por el lateral y la parte trasera. La clínica era el edificio contiguo al establo. Había luces de Navidad en las ventanas. A la derecha se erguía una casa moderna, de una sola planta, con un paseo de ladrillo que llegaba hasta la puerta delantera, de dos hojas de madera oscura con cristales. Allí no había un solo adorno de Navidad. Vanessa pensó que la clínica debía de haberla decorado la ayudante de Zac.

Entre la casa y el establo había dos remolques, uno para seis caballos y el otro para dos, y eran tan lujosos que seguramente tenían bar y camareros.

La puerta del garaje, que estaba en un extremo de la casa, se abría automáticamente, y Zac entró con su furgoneta. Vanessa aparcó fuera y entró al garaje a pie. Llevaba la leche en polvo y los cereales, y él llevaba la cesta con la camada. Zac abrió la puerta y encendió las luces con el codo; atravesó la cocina y desapareció.

La cocina era enorme, con electrodomésticos muy modernos y una cocina de seis fuegos, con isla de trabajo y un horno doble. Su madre se habría muerto por tener algo así. Era maravillosa, y parecía que la habían remodelado poco tiempo antes.

Vanessa avanzó lentamente, y vio al pasar una larga barra de desayunos. En la sala de estar había muebles grandes con aspecto de cómodos y una preciosa chimenea. A cada lado de la chimenea había estanterías llenas de volúmenes encuadernados en piel.

Zac: ¿Vanessa? ¿Dónde estás?

Ella dejó de mirar a su alrededor con la boca abierta y siguió el sonido de la voz de Zac. Pasó junto a una mesa muy grande y antigua de roble situada junto a unas ventanas con vistas a la parte posterior de la finca. Giró a la izquierda por un pasillo corto y vio un baño, un dormitorio y el cuarto de la lavadora. Además de armarios, había una pila de acero inoxidable y una secadora. Aquélla no era una granja vieja, eso estaba claro.

Zac: Voy a usar sábanas de la clínica para la cesta de los perros -estaba diciendo-. Aquí estarán bien. Escucha, sé que te has ofrecido para esta tarea, pero no quiero que pienses que tienes que reorganizar tu horario para venir aquí todos los días. Virginia, mi ayudante, puede ayudar durante el día y aunque a mí me llaman para hacer visitas algunas veces, en esta época del año no hay partos, así que no es demasiado ajetreado. Pero…

Ness: De acuerdo. No vendré. Te voy a dar mi número de teléfono por si me necesitas.

Zac: Bueno, pero, ¿podrías venir alguna vez? -le preguntó con una carcajada-. Si me echas una mano dándoles de comer y limpiando, descongelaré un pedazo de carne para poner en la parrilla, o algo así. Nada como lo de Peter, pero comestible. Sólo tienes que avisarme cuando puedas venir.

Ness: Pero si tienes a tu técnica…

Zac: No me gusta pedirle a Virginia que se quede después de las cinco, a menos que tengamos pacientes especiales. Ella se quiere ir a casa para cenar con su marido. Te voy a dar una llave por si me entretengo con algún paciente y tú llegas antes que yo.

Ness: Claro. Dime exactamente lo que quieres -dijo con sequedad-.

Él se puso en jarras.

Zac: Quiero saber qué pasa. ¿Por qué frunces el ceño? Llevas así desde que entré en el bar de Jack.

Ness: Es que no lo entiendo. Esto es exactamente lo que no querías, pero estás casi entusiasmado por tener a los cachorros en tu casa. ¿Qué ha pasado?

Él se echó a reír.

Zac: No. Sabía que iba a ocurrir esto, al final. Me alegro de que Jack y Peter los cuidaran durante los primeros días, porque había que darles de comer y limpiarlos con mucha frecuencia, y a mí me gustaba pasar por el bar todos los días después del trabajo. No sé cuándo había comido tan bien -dijo, frotándose el estómago plano-. Ahora que es evidente que van a sobrevivir, sólo hay que mirarlos y darles de comer cada poco tiempo, y Virginia y yo podemos hacerlo durante el día. Estoy de acuerdo contigo en lo del refugio. Seguramente los perros estarían bien, porque esos tipos se toman la molestia de entrevistar a quienes se llevan a animales en adopción y de hacer un seguimiento, pero, ¿para qué arriesgarse? Si es necesario llevarlos allí, podemos hacerlo después de Navidad.

Ness: ¿Y eso es todo? ¿Sabías desde el principio que te iban a caer encima?

Zac se rió de nuevo.

Zac: Vamos, voy a enseñarte la casa en la que me crié, y haremos un poco de café, les daremos de comer a los cachorros y los instalaremos para que pasen bien la noche. ¿Qué te parece?

Ness: No tienes por qué enseñarme la casa. No me voy a dedicar a fisgonear.

Él la tomó de la mano.

Zac: No me preocupa que fisgonees. Ven -dijo, y la llevó a la cocina. Después entraron a un enorme salón, y Zac le explicó-: Aquí tuvieron lugar muchas peleas entre mis hermanas. Cuando yo era pequeño, había muebles viejos con estampados florales, pero cuando todos terminamos de estudiar y dejamos de depender de nuestros padres, comenzaron a aparecer cosas nuevas en la casa. La remodelaron y la pusieron al día -la llevó por el pasillo y le mostró la habitación principal y las otras tres-. Yo me quedé con la habitación con baño que hay al otro lado de la cocina. Así estaba lejos de las chicas -después volvió a pasar por el salón y continuó hablando-: El salón formal sólo se usaba en las fiestas familiares como Navidades, y el comedor, para las grandes cenas.

Después, acabaron de nuevo en la cocina.

Ness: Es enorme. Es muy bonita. ¿Cómo era crecer en una casa tan grande?

Zac: Supongo que yo no me daba cuenta, como cualquier niño -respondió encogiéndose de hombros-. Sigue siendo la casa de mis padres, aunque no creo que ellos vuelvan a vivir aquí. Vamos, voy a hacer café.

Ness: No tienes por qué entretenerme, Zac.

Zac: Tal vez me esté entreteniendo a mi mismo. No tengo mucha compañía por aquí.

En cuanto tuvieron servida la taza de café, Vanessa recordó algo.

Ness: Demonios. No te muevas. Tengo una cosa para ti. -Salió corriendo por la puerta del garaje en busca de las galletas de Navidad que tenía en el coche, y las llevó a la cocina-. Para ti. Deberían estar calientes, pero ahora están congeladas. Mi madre se empeñó.

Zac: ¿Las ha hecho para mí? -preguntó sorprendido, mientras apartaba el envoltorio de papel film y tomaba una.

Ness: Bueno, más o menos.

Zac: ¿Más o menos?

Ness: Hoy hemos estado cocinando juntas. Todo el día. Antes de Navidad hacemos mucha comida y la congelamos, y también se la regalamos a las vecinas y a las chicas de la peluquería. Hacemos dulces durante mis días libres para Navidad.

Zac: ¿Tú sabes hacer dulces? -le preguntó con asombro-.

Ness: Todas las granjeras saben -respondió con una sonrisita-. También sé hacer colchas, cuidar el huerto, hacer conservas y cortarle la cabeza a una gallina. No podría matar una vaca yo sola, pero sé cómo se hace y he ayudado alguna vez.

Zac: Vaya.

Vanessa no se sintió halagada por su reacción. Ella no había tenido una vida glamorosa y hubiera preferido contarle que se había educado en un internado en Suiza y que había hecho cursos de adiestramiento equino en Inglaterra.

Ness: Te recuerdo a tu madre, ¿eh?

Zac se echó a reír.

Zac: No exactamente. ¿Pescas? ¿Cazas?

Ness: He ido de pesca y de caza, pero prefiero la granja. Bueno, una vez le pegué un tiro a un puma, pero fue hace mucho tiempo y no estaba cazando. El bicho se estaba comiendo las gallinas de mi madre, y los chicos ya se habían marchado de casa, así que yo…

Zac: ¿Cuántos años tenías?

Ness: No sé… trece, o catorce. Pero cazar no es mi actividad preferida. Me encanta montar a caballo. Echo de menos las vacas. Me gustaba que hubiera terneritos, y me gustaba comer helado de nata fresca. Huevos calientes, tomados de debajo de la gallina. Tengo más escarapelas 4-H que cualquiera de mi familia. ¿Te acuerdas de Erasmus, el toro de malas pulgas? Es mío. Escarapela azul en la feria del estado. Yo tenía quince años cuando él vino a la granja. Ahora es muy viejo, y padre de cientos de cabezas. Se me dan muy bien las plantas, como a mi madre. Planto cualquier cosa en la tierra y crece. Una vez cultivé una jara -dijo, y él la miró con perplejidad. Entonces, ella puso los ojos en blanco y siguió-: Sólo soy una chica de granja muy normal. De cuerpo pequeño, y más fuerte que los chicos de mi clase hasta que llegamos al último curso de instituto. Mi padre dice que soy sólida. Constante. No soy el tipo de chica que atrae a los hombres. Yo atraigo a los… cachorritos. Así son las cosas.

Él sonrió ampliamente y exhibió su dentadura blanca y perfecta, y aquel hoyuelo delicioso.

Zac: ¿De veras?

Ness: No soy tu tipo, eso está claro. Nunca he tenido un tanga. No sabría qué hacer con él. ¿Qué se hace con un tanga? ¿Puedes usarlo como hilo dental?

Zac se rió.

Zac: Hay cosas más sexis que los tangas.

Ness: ¿De verdad? Cuando te oí hablar de que ibas a perderte entre una marea de mujeres en tanga, se me formó una imagen en la mente, una imagen de la que no he podido librarme. Es como si se me hubiera pegado una canción mala. Y hoy, cuando estaba en casa de mis padres, ellos me han contado que, cuando viniste aquí para hacerte cargo de la clínica, trajiste a tu novia. Una mujer guapa, elegante, de Hollywood.

Él se quedó tan asombrado que abrió unos ojos como platos.

Zac: ¿De verdad dice eso la gente?

Vanessa se encogió de hombros.

Ness: No sé si siguen diciéndolo, y no sé si alguien, aparte de mis padres, lo vio de esa manera.

Él se echó a reír con ganas, pero por fin consiguió controlarse.

Zac: Muy bien, ella era mi prometida, ¿sabes? Pero traerla aquí fue una equivocación, porque era demasiado joven, y no estaba lista para casarse. Gracias a Dios. Y no era una mujer de Hollywood, aunque quisiera serlo. Tal vez lo sea ya. Susanna era de Van Nuys. Lo único que sabía de caballos era que tienen cuatro patas y los dientes grandes. Yo tenía veintinueve años y ella sólo veinticuatro, y además, nunca había vivido en un pueblo pequeño y no quería hacerlo.

Ness: Y era delgada. Muy delgada.

Zac: Bueno, no todo -replicó con una sonrisa muy expresiva-.

Ness: Oh, eso es asqueroso -dijo con desaprobación-.

Zac: Es que no está bien hablar mal de las ex novias.

Ness: Seguro que estaba estupenda en tanga -dijo con un resoplido-.

Zac: Estaba increíble -contestó para provocarla-. De todos modos, ¿por qué estás tan celosa? Ni siquiera conoces a la pobre y delgadita Susanna. Lo que tú debes de saber es que ella era una persona buena y cariñosa, y que yo fui horrible con ella -le dijo con una sonrisa de picardía-.

Ness: ¡No estoy celosa! ¡Tengo curiosidad, sí, pero no estoy celosa!

Zac: Estás verde de celos, más verde que una rana -la acusó-.

Ness: Oh, demonios. Se acabó. He tenido un día muy largo. Me voy.

Tomó su bolso y su chaqueta y salió de la cocina disparada. Y se perdió. Se vio en mitad del pasillo que conducía a las habitaciones. Encontró el camino hacia el salón y después entró de nuevo en la cocina.

Ness: ¿Dónde demonios está la puerta?

Él extendió el brazo hacia el garaje, todavía con una sonrisita de superioridad. Qué egocéntrico.

Cuando llegó al coche, se quedó allí parada, pensando que todo era horrible. Zac era capaz de leerle el pensamiento muy bien. Ella se sentía muy atraída por él, y como sabía que seguramente había estado con muchas mujeres bellísimas, se había dejado llevar y había hecho comentarios grotescos y envidiosos acerca de la única de la que tenía noticia, Susanna. Aquella mujer tan joven que evidentemente tenía un trasero muy pequeño y una delantera muy bonita. ¿Por qué había hecho ella tal cosa? ¿Qué le importaba?

Se quedó dándole vueltas al asunto bastante rato, lo suficiente como para tener frío. Debía ir a arreglar las cosas. Tenía que decirle que se había puesto de mal humor, que siendo una granjera robusta que no sabía andar con zapatos de tacón, le había molestado oír hablar de otra mujer que podía captar la atención de uno de los pocos solteros de todo el condado. Aunque ella no quisiera captar su atención, pero de todos modos… Se disculparía y le prometería que no iba a volver a comportarse así. Normalmente, ella no era irracional.

Volvió a entrar al garaje y llamó suavemente a la puerta trasera. Se abrió de par en par. Él alargó el brazo y la tomó de la muñeca, y tiró de ella para ceñirla a su cuerpo y abrazarla. La pasó al interior de la cocina y ¡la besó! La besó con tanta fuerza, con tanta confianza, que a ella se le abrieron los ojos desorbitadamente de la impresión. Vanessa no podía moverse. No podía ni resistirse, ni devolverle el beso. ¿Qué demonios…

Finalmente, él dejó de besarla y le dijo:

Zac: Te gusto. Lo sabía.

Ness: No me gustas tanto. No vuelvas a hacerlo.

Zac: Me deseas -dijo con una sonrisa-. Y voy a dejar que me consigas.

Ness: Eres un engreído. No te deseo.

Él volvió a besarla, y de nuevo, ella abrió unos ojos como platos. En aquella ocasión consiguió liberar sus brazos y le empujó el pecho.

Zac: Bueno, vamos, sólo tienes que besarme tú a mí y comprobar si te afecta de algún modo.

Ness: No. Porque a ti, esto te parece divertido. He vuelto a disculparme por ser tan malhumorada. No me importa nada la mujer delgada, la chica. Es que estoy un poco cansada.

Zac: No tienes que disculparte, Vanessa. A mí me pareces muy mona por estar celosa. Pero tampoco tienes motivo para tener celos de Susanna. Ella se fue hace mucho, y yo no la echo de menos. No éramos el uno para el otro.

Ness: Eso es lo que dijo mi padre.

Zac: ¿Hank te dijo eso?

Ness: Sí.

Zac: ¿Qué te dijo exactamente?

Ness: Dijo que yo era más tu tipo, pero que primero habría tenido que matar a la rubia delgaducha. Dijo que de todos modos ya parecía que estaba muerta.

A Zac le pareció hilarante. Se rió durante mucho rato, pero no la soltó.

Zac: Entonces, me alegro de que se fuera. No era capaz de resolver ningún tipo de dificultad. Lloraba si se le rompía una uña.

Ness: Seguro que fue una de tantas.

Él retrocedió un poco, pero con una mirada de diversión.

Zac: Piensas que soy un mujeriego.

Ness: ¿Y cómo no ibas a serlo? Sé cómo es esa gente rica de los caballos. ¡Y tú eres el veterinario! ¡Claro que habrás tenido un millón de novias!

Finalmente, a él se le borró la sonrisa de los labios.

Zac: No. Yo no soy así, Vanessa. Sólo porque haya estado con esa gente no me he convertido en uno de esos tipos.

Ness: Bueno, pero te vas a una isla con unas veterinarias.

Zac: Tina y Cindy. Vaya. No quiero alardear, pero tengo treinta y dos años, Vanessa, y he estado con varias mujeres. Seguro que tú también has estado con algunos hombres. Tina y Cindy son amigas.

Ness: Ya. Estoy segura. Amigas y cientos de mujeres en tanga.

Zac: Ven a terminar el café -le pidió con una sonrisa-.

Ness: No puedo. Tengo que ir a casa con Ahab.

Zac: ¿Quién es Ahab?

Ness: Mi gato. Ahab. Trípode. Tiene muchos nombres. Sólo tiene tres patas.

Zac: ¿Qué le pasó?

Ness: No lo sé. Lo adopté en un refugio cuando quedó bien claro que no se lo iba a llevar nadie. Tiene malas pulgas, pero me quiere. Es muy independiente, pero le gusta comer. Tengo que irme.

Zac: ¿Vas a volver mañana después del trabajo?

Ness: ¿Vas a comportarte como un caballero?

Él arqueó una de sus preciosas cejas.

Zac: ¿Quieres que lo haga?

No.

Ness: Por supuesto. O me marcharé y te dejaré con los cachorros y sin ayuda.

Zac: Ven mañana. Pasa por tu casa para dar de comer al gato antes de venir, para que no tengas prisa en marcharte.

Después le dio un beso muy cortés en la mejilla, aunque rezumaba seducción.

Ness: Nos vemos mañana.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

������se pone cada vez mejor�� siguela...

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