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martes, 24 de noviembre de 2020

Capítulo 2


El lunes fue el día en que encontraron a los cachorros, y Zac consiguió mantenerse alejado del bar el martes, pero el miércoles, volvió más o menos a la hora de cenar. Y no sólo para comprobar el estado de los perros; también estaba Vanessa.

Vanessa Hudgens ya no era una niña delgadita, sin pecho, con el pelo encrespado y aparato de ortodoncia. Se había convertido en una mujer esbelta, de piernas largas, pelo suave, sedoso, de color negro y ojos marrón chocolate, con las pestañas negras y espesas. Tenía unas cuantas pecas por la nariz y las mejillas, las justas para que resultaran muy monas. Pero era aquella boca, aquella boca carnosa, rosada, suave, lo que le estaba matando. Él llevaba mucho tiempo sin ver una boca de mujer así. Era espectacular.

Vanessa era un poco mandona, pero a él le gustaba aquel rasgo en una mujer. No sabía si necesitaba terapia por eso, pero le resultaba desafiante. Por el hecho de haber crecido con tres hermanas, había tenido que luchar con mujeres decididas durante toda su vida, y las mujeres dóciles y obedientes no le gustaban. Era culpa de Patricia, Susan y Christina.

Lo primero que notó Zac al entrar al bar fue que Vanessa no estaba allí. Sonrió con superioridad. ¡Ja! Tenía que habérselo imaginado. Había convencido a Jack y a Peter para que se quedaran con ocho perritos, un trabajo intensivo, y les había prometido que ayudaría, y, sin embargo, no había aparecido. Se acercó a la caja y contó los cachorros. Siete. Después, se acercó a la barra.

Zac: Eh, Jack. ¿Habéis perdido uno?

Jack: ¿Eh? -estaba pasando la bayeta por la barra-. Oh, no -dijo, negando con la cabeza-. Vanessa se ha llevado uno a la lavandería para limpiarlo. Ya sabes, se ha manchado mucho el pañal. Es el más pequeño, el que estaba más débil.

Zac: Ah. ¿Todavía está vivo?

Jack: Oh, sí. Y no te lo imaginas: Christopher ha decidido que quiere a ése. Comet. Vanessa intentó convencerlo de que eligiera a otro más fuerte, pero el niño no quiere.

Zac se rió.

Zac: A mí me pasó lo mismo una vez, con una camada de seis cachorritos. Elegí al más pequeño de todos, y lo llamé Dingo. Yo tenía quince años, y también era muy bajito para mi edad. Al final, Dingo se hizo fuerte y tuvo una vida muy larga para un perro, quince años. Claro que se pasó los últimos cuatro tirado frente a la chimenea.

Jack: Cualquiera pensaría que un chico va a elegir al más fuerte.

Zac: No. Nos sentimos débiles, así que nos solidarizamos. ¿Te importaría ponerme una cerveza?

Jack: Claro, Zac, perdona. No me he dado cuenta. Lo cierto es que he estado atendiendo el nido todo el día, y ahora aprecio mucho más lo que haces.

Zac: ¿Os han dado muchos problemas?

Jack: No, no, pero quita mucho tiempo preocuparse de que coman y limpiarlos. Son como bebés normales, pero ocho bebés. Y el bar tiene mucha más clientela, porque la gente viene a ver a los cachorros. Así que tengo que servir más, que cocinar más y limpiar más de lo corriente. Aparte de eso, pan comido. Y si encuentro alguna vez al desgraciado que los abandonó bajo el árbol…

Ness: Vaya, doctor Efron.

Zac se volvió y vio que Vanessa salía por una puerta hacia el bar, seguida por Christopher. Ella llevaba una bolita peluda de color blanco y negro en la palma de la mano. Al mirarla, Zac se dio cuenta de que no la había recordado con precisión. Era alta, curvilínea, de pómulos altos, dedos delicados, pelo brillante… era bella. Y su figura, con un par de vaqueros y un jersey con capucha de color turquesa y escote en forma de uve lo dejó atontado. ¿Dónde se había estado escondiendo aquella chica?

Entonces, Zac se acordó de que estaba en una pequeña peluquería de Fortuna, con un uniforme rosa.

Él tomó su cerveza y se acercó a la chimenea. En aquel momento, Vanessa le pasó el cachorrito a Chris.

Ness: Sujétalo durante un rato y después ponlo con sus hermanos y hermanas. Ellos lo reconfortan más que nosotros en este momento, porque es bueno formar parte de una familia.

Zac: ¿Un poco de mantenimiento? 

Vanessa sonrió.

Ness: Algunos se han manchado mucho, y he tenido que lavarlos. Mi padre decía que un poco de caca no le hace mal a un perro, pero que si se deja durante mucho tiempo, lo pone enfermo.

Zac: ¿Lo has bañado?

Ness: He lavado a cuatro, sin hundirlos en el agua. No quería que se resfriaran. La mujer de Peter ha prestado su secador para la causa. Bueno, Chris, ahora tiene que volver a su casa -le dijo al niño. Hizo sitio entre los otros cachorros, y Chris dejó al cachorrito, suavemente, entre sus hermanos-. Tienen que comer dentro de una hora. ¿Por qué no vuelves a hacer los deberes, o a cenar, o a hacer tus tareas, o lo que tengas que hacer, hasta entonces?

Chris: Muy bien, Vanessa.

Zac tuvo que contener la sonrisa mientras Chris se alejaba. Antes de sentarse en el asiento que el niño había dejado libre, le preguntó a Vanessa:

Zac: ¿Quieres una cerveza? ¿U otra cosa?

Ella asintió.

Ness: Sí, una cerveza no estaría mal.

Él volvió con una copa fría y se sentó frente a ella.

Ness: Creo que están cada vez mejor.

Él tomó a un par de ellos y les miró las caritas. Hubiera preferido mirarla a ella, pero no quería que las cosas se notaran mucho.

Zac: ¿Viniste ayer? 

Ness: Sí -respondió después de dar un sorbito a la cerveza-. Ah, está muy buena. Gracias.

Zac: ¿Vas a venir todos los días?

Ness: Si puedo, sí.

Zac: ¿Sales pronto de trabajar?

Ness: Normalmente no. Tengo una peluquería pequeña en Fortuna, de seis plazas. Es una franquicia. Mi franquicia. Así que soy la responsable, y además tengo una larga lista de clientes, y además es Navidad. Pero estoy encajando las citas lo mejor que puedo. Además, he estado enseñando a una de las chicas de mi establecimiento para que ocupe el puesto de encargada, y ahora va a tener que poner en práctica todo lo que ha aprendido a causa de estos cachorrillos. Yo hago la lavadora de las toallas de los cachorros y el papeleo por las noches.

Zac: ¿Qué clase de papeleo?

Ness: El papeleo de un negocio pequeño. Facturas, cuentas, nóminas.

Zac: ¿Y cómo es que has terminado en una peluquería?

Ness: Oh, eso no es muy interesante. Me apetece más hablar de tu trabajo. Yo crecí entre animales, y me hubiera encantado ser veterinaria. Tú estás viviendo mi sueño.

Zac: ¿Y por qué no lo hiciste?

Ness: Bueno, para empezar, tenía buenas notas, pero no lo suficiente como para entrar en la escuela de Veterinaria. ¿No es más difícil incluso que entrar en Medicina?

Zac: Eso tenía entendido. Entonces, ¿qué hiciste después del instituto?

Ness: Uno de mis trabajos de estudiante era peinar y lavar perros. Me encantaba. Me encantaba. Lo único que no me gustaba era llegar a casa sucia y ganar muy poco dinero. Sin embargo, vi el potencial, y tenía que ganarme la vida de algún modo. Así que fui a una escuela de peluquería, trabajé durante unos años, pedí un crédito y compré un local pequeño, y ya está. Ahora atiendo a clientes con dos piernas. Y va bien.

Zac: ¿Y tu amor por los animales?

Ness: Vengo todas las noches a este bar y cuido a una camada de ocho perritos -respondió con una sonrisa-. Todavía tengo un par de caballos en la granja. Mi padre fue vendiendo el ganado hace unos años, salvo a Erasmus, un toro muy viejo, muy vago y con muy malas pulgas. Mi padre dice que nos va a enterrar a todos. Ellos tienen dos perros, y mi madre cuida algunas gallinas. Tienen un huerto maravilloso. Pero antes era una granja muy próspera. Además, mi padre cultivaba alfalfa para alimentar a las vacas.

Zac: ¿Y por qué ya no es una granja próspera?

Ness: Porque no hay nadie que la dirija.

Zac: ¿A tus hermanos no les gusta esa vida?

Ness: No. Uno es profesor de instituto y entrenador. Otro es fisioterapeuta deportivo y el otro es contable. Todos están casados y con hijos. Se fueron a vivir a ciudades grandes.

Zac: ¿Y tú?

Ness: ¿Yo?

Zac: Sí, tú. Parece que a ti te gusta la granja. Te encantan los animales. Todavía tienes un par de caballos allí…

Ness: Me gustaría hacerme cargo de la granja, pero no creo que sea buena idea. No es el mejor sitio para mí.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Soltera, veintiocho años, viviendo con mi padre y con mi madre en su granja, cuidando el ganado y cultivando los campos. Imagínatelo.

Zac: Bueno, siempre se puede contratar a unos peones para que hagan el trabajo más duro.

Ella se echó a reír.

Ness: El trabajo más duro no es lo que me asusta, sino el hecho de que sería la mejor forma de convertirme en una solterona. Mi vida social ya es lo suficientemente aburrida, gracias.

Zac: Siempre hay formas de tener vida social. Viajes, vacaciones, visitas. Ese tipo de cosas que ayudan a romper un poco el aislamiento.

Ness: Exacto. Es lo que he oído decir. Antes de saber quién eras, oí que le decías a Jack que te vas de vacaciones a Nassau con el Club Med, para ver a un montón de mujeres en tanga.

Por algún motivo que no supo explicarse, aquello le causó un poco de vergüenza.

Zac: No, no. Yo no sé nada de eso del Club Med. Un amigo mío, Jerry, de la escuela de veterinaria, ha preparado unas vacaciones de Navidad con nuestro grupo de amigos. Sólo hemos estado en contacto por correo electrónico desde que nos licenciamos. La parte de Nassau es cierta, pero lo de los tangas es fantasía. Voy a bucear y a pescar un poco. Hace mucho tiempo que no tengo vacaciones.

Ness: ¿No te reúnes con tu familia para celebrar las fiestas?

Zac: Bueno, me han dicho que vaya con ellos de crucero. Con todos ellos. Mis padres, mis tres hermanas, sus maridos, mis cuatro sobrinos y mis dos sobrinas. No creo que pudiera aguantar tanta presión familiar.

Ness: ¿No vienen nunca por aquí? Ya sabes, su lugar de infancia, donde os criasteis todos los hermanos.

Zac: Frecuentemente. Vienen a casa, toman posesión, y yo me voy al establo y me alojo en las dependencias de la técnica.

Ness: La técnica y tú debéis de llevaros muy bien.

Él sonrió.

Zac: Está casada y vive en Clear River, pero tenemos una habitación para ella por si hay casos que necesitan atención por la noche. Era la ayudante de mi padre antes de que él se jubilara. Es una más de la familia -explicó, y observó atentamente la expresión de Vanessa. ¿Era de alivio?-. Toda la familia vino a casa para el Día de Acción de Gracias -siguió explicándole-. Me alegré muchísimo de verlos a todos, y también me alegré cuando se marcharon. Es una locura. Aunque mis cuñados son estupendos, en realidad. Por lo menos, mis hermanas eligieron bien.

Ella tomó un poco de cerveza.

Ness: Debes de estar deseando que lleguen tus vacaciones. ¿Cuándo te vas?

Zac: El día veintitrés, y estaré fuera hasta el dos de enero. Voy a volver a casa bronceado y descansado. 

«Y sexualmente relajado». Al instante se ruborizó y se preguntó por qué demonios había pensado en aquello. Él nunca era superficial en cuanto al sexo. Se lo tomaba muy en serio.

Vanessa lo miró con extrañeza.

Ness: Doctor Efron, ¿se está poniendo colorado?

Él carraspeó.

Zac: No tienes por qué ser tan formal, Vanessa. Llámame Zac. ¿No te parece que hace demasiado calor aquí junto a la chimenea?

Ness: No me había dado cuenta, pero…

Zac: ¿Has cenado?

Ness: No. Ni siquiera había pensado en ello.

Zac: Vamos a sentarnos en aquella mesa antes de que nos la quiten. Voy a decirle a Jack que queremos cenar, ¿qué te parece?

Ness: Muy bien. Cuando hayamos terminado, Chris ya habrá vuelto para darle de comer a su perrito.
 
 
Durante el resto de la semana, los cachorros prosperaron mucho. Y Vanessa también, aunque esperaba que el motivo no se le notara en la cara. No había ninguna razón en particular para que Zac apareciera todos los días en el bar. Los cachorros no estaban enfermos y no necesitaban cuidados médicos, y él no se había comprometido a ayudar, como ella. Sin embargo, volvió el jueves, el viernes y el sábado. A ella le encantaría pensar que era porque quería verla, pero le parecía una idea descabellada. Le parecía tan poco probable que ella pudiera interesarle a un hombre como él en medio de aquel asunto de cuidar a unos cachorros en un bar que ni siquiera quería pensar en ello.

Pero allí estaba Zac, todos los días, más o menos a las seis, la hora en la que ella terminaba con sus tareas caninas. Él siempre le llevaba una cerveza, y después Jack les daba la cena, y ellos la tomaban juntos en una mesa junto a la chimenea, poniéndose al día y charlando sobre sus familias y sobre todo en general. Aunque Vanessa sabía que, seguramente, su amistad iba a terminar en cuanto alguien adoptara a los cachorros, y aunque ir y volver del bar después del trabajo le estaba resultando agotador, disfrutaba de su compañía más de lo que hubiera querido admitir.

Ness: ¿Siempre quisiste volver aquí y ocupar el puesto de tu padre? -le preguntó una noche-.

Zac: No. No era parte de mis planes. En primer lugar, prefiero los purasangres a las vacas. Quería criar caballos de carreras. Hice un par de años de residencia en una clínica de traumatología equina, y trabajé en una consulta en Kentucky, y después en otra clínica, muy lucrativa, a las afueras de Los Ángeles. Entonces, mi padre dijo que quería jubilarse. Ya había trabajado lo suficiente; ahora tiene setenta y cinco años. Hace tiempo, compraron una finca para caballos en una zona muy bonita del sur de Arizona, pero querían conservar la casa y el establo, y la clínica veterinaria también, dentro de la familia. ¿Sabes lo difícil que es establecerse en la profesión con todos estos granjeros y rancheros, viejos y curtidos? -le explicó, riéndose-. El nombre de Zachary Efron es muy conocido por aquí, y de todos modos, yo sigo siendo un advenedizo.

Ness: Así que aquí estás, ¿a cargo de la clínica familiar? 

Sin embargo, estaba pensando en que él se había codeado con gente muy rica del mundo de los caballos. Gente de la alta sociedad, a la que Vanessa había visto a cierta distancia en las competiciones y las ferias, pero de la que no sabía nada. Vanessa llevaba montando a caballo desde que había empezado a andar, había tomado lecciones y había participado en competiciones de adiestramiento, así que estaba familiarizada con la riqueza asociada a la cría de purasangres. Los ricos enviaban a sus hijas a Europa para que aprendieran, mandaban en aviones privados a sus caballos a Churchill Downs, e invertían millones en ranchos de ganado equino. Las chicas de granja de Humboldt County no podían competir con eso. Tragó saliva al sentirse tan fuera de lugar.

Zac: Pensé que debía darle una oportunidad. Yo quería trabajar un par de años, ahorrar, y tal vez meter a un veterinario nuevo, con interés en el establo y en la clínica. Pero no lo he hecho, y ya han pasado dos años.

Ness: Entiendo. ¿Y todavía tienes intención de irte?

Zac: No tengo que explicarte todas las cosas estupendas que tiene este lugar -dijo con una sonrisa-. Y creo que no tengo que decirte lo que le falta. Es una vida demasiado tranquila para un soltero. ¿Te acuerdas de la falta de relaciones sociales que has mencionado antes?

Ness: ¿Cómo iba a olvidarlo? 

Zac: ¿Estás saliendo con alguien? -preguntó de repente, y ella se sorprendió-.

Ness: ¿Eh? No, en este momento no. ¿Y tú?

Zac: No. ¿Tienes muchas citas?

Ella hizo un gesto negativo con la cabeza.

Ness: No. Sólo de vez en cuando -entonces pensó durante un momento, y dijo-: Ah. Las vacaciones. ¿Te vas para ver si mejoras un poco tu vida social?

Él sonrió.

Zac: No estaría mal. Y creo que va a ser muy agradable estar con mis antiguos amigos. En la escuela de veterinaria estábamos unidos. Nos ayudábamos mucho en los exámenes.

Ness: ¿Cuántos vais? 

Zac: Cinco hombres, incluido yo, dos de ellos casados que van con sus esposas. Y dos veterinarias.

Ness: ¿Casadas?

Zac: Una soltera y la otra divorciada.

Ness: Te pillé. Seguro que una de ellas es una ex novia.

Zac: No.

Ness: Vamos, vamos. ¿No saliste con ninguna de ellas?

Zac: Creo que salí con las dos, pero brevemente. Estábamos mejor como compañeros de estudio que… que como cualquier otra cosa -le dio un sorbito a su cerveza-. En realidad, lo que quiero es pescar.

Ella tomó el último bocado de su cena.

Ness: La pesca es muy buena por aquí.

Zac: Ya pesco en los ríos de por aquí. Me apetece pescar en el mar. Y tomar el sol. Me llevo los palos de golf -añadió con una carcajada-. Jugaba mucho al golf en Los Ángeles. Sí, un poco de sol no me va a venir mal.

Después de un instante, ella le recordó con una sonrisa:

Ness: Pronto estarás tirado en una playa, rodeado de un centenar de mujeres en tanga.

Zac: Tal vez tengas razón -replicó con una sonrisa-. Tal vez deba pescar más por aquí si quiero pillar al pez gordo.
 
 
El domingo, Vanessa volvió a la granja. Fue muy temprano, para poder pasar por el bar por la noche. Aquel día, tan cerca ya de Navidad, iba a cocinar con su madre durante todo el día. Harían panes, bollos y galletas que podían congelarse para el aluvión familiar, pero después, ella cenaría en el bar. Por los cachorros, claro.

**: Estás muy callada, Vanessa -le dijo su madre-. Creo que esto de los perritos te está agotando. Siempre has tenido el corazón muy blando.

Ness: Estoy cansada -admitió mientras extendía la masa de las galletas-. Me estoy levantando muy pronto para abrir la peluquería más temprano y poder marcharme antes, y me quedo despierta por las noches para terminar el trabajo. Y ya sabes que no puedo permitir que mi casa se quede sin adornos de Navidad. Estoy decorándola un poco, antes y después del trabajo.

Rose: Entonces, no deberías venir aquí dos días a la semana. De veras, te agradezco mucho que me ayudes, pero no soy tan vieja como para no poder hacer las galletas de Navidad.

Ness: Estos días de cocina me parecen regalos, así que estoy encantada de ayudar -tras unos instantes de silencio, le comentó a su madre-: No sabía que teníamos un nuevo doctor Efron. Pensaba que quien venía a ver a los caballos y a Erasmus cuando era necesario era el viejo doctor. Pero cuando pasó a ver a los cachorros, explicó que él era Zachary Junior. No me lo habíais contado.

Rose: Claro que sí, cariño. Cuando vino hubo muchos chismorreos, al principio. Vivía con una mujer, pero al poco, ella salió corriendo como un gato escaldado. Creo que no hablamos de otra cosa durante meses.

Ness: ¿Con una mujer? ¿Y cuándo fue eso?

Rose: Hace un par de años. Una chica joven de Hollywood -dijo con una risa de indulgencia-. Nos los encontramos varias veces, en la feria, en el mercado, por aquí y por allá. Uno no se encuentra tan a menudo a la gente por aquí. Podía haber pasado un año hasta que la conociéramos, pero Zachary la llevaba a todas partes. Seguramente quería que ella se adaptara, pero supongo que no salió bien.

Ness: Creo que yo lo recordaría, mamá. Me parece que no lo mencionasteis.

Rose miró un instante hacia arriba, intentando recordar.

Rose: Tal vez fuera en la misma época en que tú tenías otras preocupaciones. Estabas comprando la peluquería. Además, también tú pasaste aquella horrible experiencia con Ed, y tal vez tenías otras cosas en la cabeza.

Ed. Sí, Ed. No estaban exactamente comprometidos, gracias a Dios, pero llevaban saliendo más de un año, y ella esperaba que se comprometieran. Habían hablado de casarse. Vanessa se echó a reír.

Ness: Puede que eso me distrajera un poco -admitió-.

Rose: El muy vago -murmuró trabajando la masa de las galletas con mucha más fuerza de la necesaria-. Es un cerdo, un idiota y un mentiroso y… ¡un vago!

A Vanessa le encantó la retahíla, y se rió de nuevo.

Ness: En realidad, no es nada vago. Trabaja mucho y gana un buen sueldo, lo cual resultó ser muy necesario para que pudiera salir con tantas mujeres a la vez. Pero sí es un cerdo, un mentiroso y un idiota, y no lo echo de menos en absoluto. El muy gusano -añadió-. Ya no me acuerdo de por qué no permitimos que los chicos le pegaran un tiro.

Rose: Yo tampoco me acuerdo bien. Siempre supe que ese hombre no era para ti.

Tal vez Vanessa también lo había sabido siempre, pero no había querido darse cuenta. Lo cierto era que, desde aquella ruptura, seis meses antes, había tenido unas cinco citas, ninguna de ellas memorable. Salía a menudo con sus amigas, pero la mejor parte de su vida era pasar un par de días en la granja, montando a caballo, cocinando o haciendo conservas con su madre.

En aquel momento, su padre entró en la cocina y se rellenó la taza de café. Se puso una mano en la espalda, en la cintura y se estiró hacia atrás, girando los hombros.

Ness: ¿Estás cojeando, papá?

Hank: No. Sólo me duele un poco la pierna, eso es todo.

Ness: En cuanto termine este asunto de los cachorritos, voy a venir más a menudo a ayudar.

Rose: El médico dice que lo mejor para él es que se mueva. Tú ya ayudas suficiente.

Hank: ¿No recuerdas a esa mujer tan elegante de Hollywood? -le preguntó a su hija, volviendo a la conversación que había escuchado. Y, sin esperar respuesta añadió-: Se la podía llevar una ráfaga de viento. Estaba en los huesos. No era mujer para Zachary -dijo, y arqueó un poco las cejas pobladas, mirando a Vanessa por encima del borde de la taza-. Creo que tú eres más su tipo. Sí, mejor Zachary que ese desgraciado con el que estuviste.

Ness: Yo ni siquiera sabía que Zac Efron vivía aquí hasta hace unos días, ¿no os acordáis? Y antes de eso, yo estaba con el desgraciado, y Zac también estaba ocupado.

Hank: Sí, habrías tenido que matar a la delgaducha, pero de todos modos ya parecía que estaba muerta.

Sonrió, y se fue de la cocina.

Rose: ¿Zachary va a pasar la Navidad con su familia? 

Ness: Me contó que sus padres, sus hermanas, cuñados y sobrinos van a ir de crucero, y por cómo me lo contó, parece que se habría tirado por la borda si hubiera ido también. Dijo que no podría soportar tanta presión familiar, pero que se las arreglaría.

Rose: Entonces tienes que invitarlo a que venga a cenar y a comer con nosotros en las fiestas, Vanessa. Me parece recordar que era amigo de alguno de tus hermanos cuando eran pequeños.

Ness: No se va a quedar aquí. Se va de vacaciones al Caribe con unos antiguos compañeros de la escuela de veterinaria, con la esperanza de perderse en un mar de tangas. Parece que su gusto en cuestión de mujeres no ha cambiado mucho.

Rose: ¿De verdad? A mí eso me suena muy aburrido.

Ness: No, si eres un hombre soltero de treinta años, mamá.

Rose: Ah. Bueno, llévale unas cuantas galletas.

Ness: Seguro que le dan igual las galletas caseras.

«Si le gustan las chicas elegantes, delgadas y ricas», pensó.

Rose: Tonterías. No conozco a ningún hombre a quien no le gusten las galletas caseras. Les recuerdan a sus madres.

Ness: Justo la imagen que me gusta transmitir.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho esta historia... sigue please!!

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