topbella

sábado, 7 de mayo de 2011

Capítulo 13


El día de la boda amaneció ventoso y frío. Nubarrones grises cubrían un mundo frío y húmedo, y del sol no había ni rastro. En la terraza del jardín de Forest Glen, en uno de sus extremos, se había colocado un arco adornado con una guirnalda de flores, frente al que había sillas de caña pintadas de blanco que esperaban a los pocos invitados a la ceremonia.

Ya se iban reuniendo, las damas con sus vestidos de seda de talle alto, los hombres con sus chaquetas, chalecos y corbatines. Desde la ventana de la habitación de invitados que le habían asignado, en la primera planta, Ness veía que los asistentes empezaban a tomar asiento.

Con su vestido de seda azul celeste, los rizos en cascada salpicados de capullos de rosa, se disponía a asumir las consecuencias de sus actos. Los acontecimientos del pasado se agrupaban en su mente, su padrastro con Alysson, el robo del collar, su desesperación en Londres, su encuentro con Zac. Su enamoramiento. La trampa que le había tendido para obligarlo a casarse con Alysson.

Ella era responsable de gran parte de lo sucedido y, sin embargo, sentía que casi todo había escapado a su control, como si el destino le hubiera trazado un camino hasta esa ventana desde la que ahora contemplaba el jardín, y deseaba con todas sus fuerzas encontrarse en cualquier otra parte.

Alguien llamó a la puerta con suavidad y entró. Era lady Aimes.

Ashley: ¿Estás lista? -Ness asintió, aunque nunca iba a estar lista para ver que Zac se casaba con otra, aunque fuera Alysson-. Estás preciosa -añadió-.

Ness tragó saliva.

Ness: Gracias.

La prima de Zac era algo más alta que ella, delgada y rubia, y llevaba un vestido de seda rosa con diminutas flores bordadas bajo el escote y sobre el dobladillo. Sus facciones transmitían dulzura y serenidad, el brillo de una felicidad interior que Ness le envidiaba.

Ness: Me gustaría ver a mi hermana para asegurarme de que se encuentra bien.

Ashley: Lo siento, pero me temo que Alysson ya ha bajado.

Debería haber salido antes de su habitación, lo sabía, pero la embargaba una somnolencia infinita y se veía incapaz de sacudírsela de encima.

Ashley: Están esperando. Te acompaño.

Lady Aimes le tendió un ramillete de rosas blancas salpicadas de unas delicadas florecillas del mismo color, atado con cintas azules y envuelto en un tapete blanco de encaje belga.

Ness: ¿Son para Alysson?

Ashley: No, ella tiene su propio ramo. Éstas son para ti.

Vanessa las aceptó pensando en lo bonitas que eran, y se las acercó al rostro para aspirar su fragancia.

Cuando se dirigía a la puerta que lady Aimes ya había abierto, notó que estaba temblando. Intentó esbozar una sonrisa, pero no logró curvar las comisuras de los labios. La vizcondesa la siguió, camino del vestíbulo.

La mayoría de los invitados había tomado asiento en la terraza. A través de los ventanales del salón se oía el suave murmullo de sus conversaciones.

El pequeño David se encontraba junto a la entrada, esperando a su madre, y parecía una reproducción en miniatura de su padre, vestido con la misma chaqueta azul marino, el mismo chaleco blanco y los mismos pantalones gris marengo.

Cuando Ness alcanzó el último peldaño, el pequeño alzó la vista y le sonrió.

David: Estás muy guapa.

Ahora sí se le escapó una sonrisa.

Ness: Gracias. ¿Cómo está tu cachorrito?

David: Se llama Rex. Y no para de crecer.

Ness: Sí, claro, me lo imagino.

Scott Tisdale se acercó a ellos.

Scott: Mi hijo tiene razón. Está usted preciosa.

Para su sorpresa, se inclinó y le plantó un delicado beso en la mejilla.

Ness: Es usted muy amable.

El vizconde dedicó una tierna sonrisa a su esposa.

Scott: Las dos estáis muy guapas. -Rodeó la cintura de Ashley con el brazo-. Vamos, mi amor -añadió, cogiendo a David de la mano-, será mejor que vayamos a sentarnos.

Lady Aimes sonrió a Ness, y a ella le pareció que lo hacía con una señal de comprensión.

Ashley: Es un buen hombre. Alysson estará bien.

Se le formó un nudo en la garganta y se volvió para buscar a su hermana, pero fue el conde de Brant quien salió a su paso. Se le veía tan imponente, tan increíblemente apuesto. Llevaba una chaqueta azul marino con cuello de terciopelo y unos pantalones en un tono más oscuro. El corbatín blanco remataba un chaleco salpicado en azul, a juego con sus ojos. Por un instante olvidó lo que estaba a punto de suceder y se entregó a la contemplación de aquel hombre.

En ese momento, uno de los criados atravesó el vestíbulo a toda prisa con una bandeja de plata llena de copas de cristal, y Ness regresó a la realidad. El conde se detuvo frente a ella, que se obligó a mirarle a la cara.

Ness: Lo siento -balbuceó-. Sé que una disculpa no basta, pero desearía que todo esto no hubiera sucedido. -Zac no dijo nada-. Imagino que, a estas alturas, mis disculpas no deben interesarte lo más mínimo.

Zac: En este momento, no.

Ness apartó la mirada, incapaz de resistir por más tiempo el reproche que leía en sus ojos. Miró al otro extremo del vestíbulo.

Ness: ¿Dónde está Alysson?

Zac esbozó un extraño gesto de secreto triunfo.

Zac: Me temo que tu hermana ya no se encuentra en Forest Glen. Ha partido con lord John Chezwick. Se han escapado a Gretna Green.

Ness se quedó petrificada y supo que el corazón iba a parársele. Notó que la sangre abandonaba su rostro.

Ness: ¿De… de qué estás hablando?

Zac la tomó del brazo y la llevó hasta una salita contigua.

Zac: No es que tu hermana no vaya a casarse, lo que sucede es que ha cambiado de novio.

A Vanessa le temblaban las piernas. Zac le indicó que se sentara en una silla.

Ness: ¿Cómo? ¿Cuándo se han ido? No… no entiendo nada.

Zac: Entonces permíteme que te lo aclare. Como dedujiste correctamente, a tu hermana le hacía falta un esposo que la rescatara de las garras de Harwood. Y a mi me pareció que lord John era el más adecuado para representar ese papel. Por fortuna, él aceptó de buen grado. Estoy seguro de que serán muy felices.

Ness: No puedo creerlo. -La cabeza le daba vueltas-.

Zac: Pues es cierto, aunque todavía queda un detalle por contar.

Ness: ¿Cuál?

Zac: Como me he quedado sin novia, habrás de ser tú la que haga el papel.

Ness: ¿Qué? -exclamó, levantándose de la silla-.

Zac: Lo que oyes, encantadora y futura novia mía. Por decirlo con palabras que tal vez entiendas mejor, me he comido tu peón y tú misma, mi reina, corres peligro si pretendes llevarme de nuevo la contraria.

La mente de Ness era un mar de confusión.

Ness: No puedes… no puedes decidirlo así, sin más… ¿Y el escándalo? Primero ibas a casarte conmigo y después con Alysson. Los asistentes habrán recibido unas invitaciones. No puedes… no puedes cambiar de novia así como así.

Zac esbozó una sonrisa astuta. Se metió la mano en el bolsillo del chaleco, sacó una invitación impresa en letras doradas y se la entregó.

Ness la leyó. El nombre escrito en ella no era el de Alysson, sino el suyo.

Ness: Pero si fue lady Aimes quien envió las invitaciones… -balbuceó perpleja-. ¿Estaba ella… de acuerdo con este plan?

Zac: Le expuse la situación a mi prima y se ofreció a colaborar. Ella aprueba el matrimonio entre lord John y tu hermana. Y, al parecer, tampoco le parece mal el nuestro.

Ness tragó saliva, cada vez más confusa. En sus días de ama de llaves había visto a John Chezwick en varias ocasiones, en casa del conde. Parecía tímido y reservado, apuesto a pesar de su juventud. Alysson había llegado a hablarle de él en un par de ocasiones. ¿Qué era lo que le había comentado? No lograba recordarlo.

Le vinieron a la mente las palabras de la vizcondesa: «Es un buen hombre. Alysson estará bien.» No se refería a Zac, sino a John Chezwick. Ojala aquellas palabras resultaran ciertas.

Zac: Estás pálida. Tal vez el regalo que te he traído para celebrar este momento te anime un poco.

Dicho esto, se sacó del chaleco un estuche de terciopelo azul y levantó la tapa. Un collar de exquisitas perlas y diamantes brillaba sobre una tela de seda blanca. Vanessa se quedó sin habla. Era el preciosísimo collar que ella misma había robado, el collar que en otro tiempo había pertenecido a la novia de lord Fallon.

Tragó saliva, incapaz de apartar la mirada de aquella joya resplandeciente, como sumida en un trance hipnótico. Los diamantes brillaban para ella, como viejos amigos. Las sedosas perlas parecían pedirle a gritos que las tocara.

Ness: El Collar de la Novia -susurró con los ojos como platos-.

Zac: Si así se llama, se trata de un nombre de lo más adecuado.

Separándolo del estuche, se lo puso y abrochó el cierre de diamantes. Sintió el roce de las perlas frías contra su piel, aunque en su mente, acusadoras, ardían y le quemaban. Ella había robado aquella antigua joya, y ahora ésta rodeaba su cuello como recordatorio de su acción.

Un escalofrío recorrió todo su ser. Sintió deseos de arrancárselo y salir corriendo de aquella casa. Sin embargo, nada le gustaba más que el precioso dominio con que Zac acababa de atarla.

Ness: ¿Y… y mi padrastro? Cuando lo vea…

Zac: Harwood ha recibido una compensación más que generosa por su pérdida, aunque supongo que cuando te vea llevarlo se pondrá verde de avaricia.

Ness: Es tan… tan bonito… -Se preguntaba si Zac conocía su leyenda, si tal vez le había regalado aquel collar con la esperanza de que éste le compensara de todos los problemas que ella le había traído-.

El conde la contempló con gesto satisfecho.

Zac: La partida ha terminado, querida mía. Jaque mate. Tu padrastro espera en el vestíbulo, tan furioso que apenas encuentra las palabras. Me parece que lo único que puedes hacer es cogerle del brazo y permitir que te conduzca hasta el altar, donde espera el obispo.

Ness tragó saliva. Con mano temblorosa, acarició las perlas que adornaban su cuello y que, curiosamente, parecían abrigarla. Era cierto, la partida había terminado y Zac era el vencedor. ¿Qué premio obtendría por su victoria?

Lord Brant la tomó de la cintura con firmeza.

Zac: ¿Preparada? -Ella permaneció inmóvil, perdida, incapaz de moverse, y él volvió a hablarle, esta vez con más ternura-. Vas a estar a salvo, Vanessa, y tu hermana también.

Tal vez fuera así en el caso de Alysson, pero no en el suyo. En realidad, el conde suponía para ella una amenaza mayor que la que representaba el barón: el hombre que estaba a punto de convertirse en su esposo deseaba casarse con otra mujer.

La boda transcurrió como en un sueño. Por suerte, entre los invitados se encontraba Britt. Al parecer, el conde había sabido de su amistad; sus fuentes de información parecían inagotables. Una vez Brittany comprendió qué estaba sucediendo, aceptó sin vacilar el papel de dama de honor, y verla allí proporcionó a Ness la dosis de valor que tanta falta le hacía.

La ceremonia se hizo eterna y, al mismo tiempo, terminó en un abrir y cerrar de ojos. Cuando el obispo los declaró marido y mujer, Zac la besó en los labios. Después, en el extremo opuesto de la terraza, se sirvió el banquete. A su lado, de pie, el conde agradecía las felicitaciones de los invitados, mientras ella debía hacer esfuerzos por concentrarse, asentir y sonreír.

Zac: No tardaremos en irnos -le comunicó-. Riverwoods no está lejos. Nos esperan. Allí pasaremos nuestra noche de bodas.

«Noche de bodas.» Las palabras formaban un nudo en su estómago. Zac desearía consumar el matrimonio, aunque en realidad ya lo habían hecho en aquel camarote. Ahora eran oficialmente marido y mujer. Zac desempeñaba bien su papel, pero bajo su apariencia tranquila, ella sabía que estaba enfadado. Se había casado con ella obligadamente.

Ness: ¿Riverwoods? ¿Es tu finca en el campo?

El conde asintió.

Zac: Tenemos otra en Sussex.

Y habría poseído más tierras de haberse desposado con una heredera, tal como tenía previsto. Ness se concentró en la bandeja repleta de exquisiteces que su esposo había plantado frente a ella, sobre la mesa cubierta con un mantel de hilo. Faisán con zanahorias caramelizadas, ostras con salsa de anchoas, tarta de Perigord con trufas. Sus tripas empezaron a emitir ruiditos.

Brittany estaba sentada a su derecha, junto al duque de Sheffield. Pensó que formaban buena pareja. Sheffield era alto y rubio, y su amiga llevaba su cabellera también rubia recogida en un moño y tenía las mejillas sonrosadas. Pero el interés de Brittany por el duque se limitaba a la simple amistad, y los sentimientos de él parecían coincidir con los de ella. Scott y Ashley Tisdale se habían sentado a la izquierda de Zac. El pequeño David, acompañado de su niñera, había subido a las habitacións de la planta superior a echar una cabezadita.

Brittany se acercó más a ella.

Britt: ¿Qué se siente al estar casada?

Ness arqueó una ceja.

Ness: ¿Estoy casada? Nadie me había dicho nada.

Britt soltó una carcajada.

Britt: Seguro que mañana por la mañana ya te habrás enterado. Nunca había visto a un hombre mirar a una mujer como el conde te mira a ti.

Los ojos de Ness se clavaron en el rostro de su esposo, que se encontraba enzarzado en una conversación con el vizconde.

Ness: Él no quería casarse conmigo -dijo al fin con voz grave-. Pensaba hacerlo con una heredera.

Zac se rió con alguna ocurrencia de Scott Tisdale, y Britt observó su elegante perfil.

Britt: En ocasiones los planes cambian. Lo que siente por ti es evidente. Y supongo que te lo demostrará esta noche, cuando acuda a tu cama.

Ness: ¡Britt!

Su amiga volvió a reírse. Siempre había sido algo descarada, y ése era uno de sus rasgos más interesantes.

Britt: Es la verdad. La reputación del conde en ese sentido es notoria. Se dice que no es poca su destreza en la cama. No sé qué sucederá en vuestro matrimonio, pero imagino que aprenderás bastante del placer.

Ness se ruborizó.

Ness: Britt, por favor…

Su amiga frunció el ceño y la miró a los ojos.

Britt: ¡Dios mío, cómo he podido ser tan tonta! ¡Ya te ha hecho el amor!

Ness: ¡Britt! ¡Te van a oír! -Apartó la vista, avergonzada de que su amiga lo hubiera adivinado-. ¡Por el amor de Dios! Espero que no se me note.

Britt: No seas tonta, cómo se te va a notar. Bueno, eso los demás no lo notan, sólo yo. -Miró de reojo al conde, que le devolvió una mirada radiante. Ness sintió que se quedaba sin respiración-. Debes de estar muy enamorada de él -susurró- para haber consentido que se tomara esas libertades contigo.

Vanessa bajó la cabeza.

Ness: No sé cómo sucedió. Intenté evitarlo, ya que yo no era lo que él quería. Pero nada de lo que hice logró detenerlo.

Britt le agarró la mano, más fría que la suya.

Britt: No debes sentirte culpable. Una vez empiece a conocerte mejor, no le quedará más remedio que enamorarse de ti.

Pero Ness no estaba tan convencida. El conde era un hombre lujurioso. Habría querido convertirla en su amante, sí, pero no en su esposa. Pero también se trataba de una persona de honor. Jamás habría hecho el amor con ella si le hubiera confesado que era hija de un noble. No sabía si algún día la perdonaría por ello.

Zac bebió más de la cuenta. Por suerte había un carruaje tirado por cuatro caballos esperando para llevarlos hasta Riverwoods. Vanessa se sentó frente a él y se dedicó a observar, nerviosa, todos sus movimientos. Ella estaba muy guapa, tan femenina, tan encantadora con su aire inseguro. Se excitaba con sólo mirarla.

Zac se planteó la posibilidad de tumbarla allí mismo -el trayecto duraba dos horas- y poseerla en el carruaje. Tenía todo el derecho, y además estaba enfadado. Se había casado con una mujer inadecuada para sus planes, y la culpa era de Vanessa. Pensó en Samantha Fairchild, la rica heredera con quien había pensado contraer matrimonio. Era rubia y guapa, joven y dócil. Ella habría servido bien a su propósito, no como la mujer con quien se había casado, la mujer que lo había engañado y dejado en ridículo en más de una ocasión.

Una vez en Riverwoods siguió bebiendo, aunque no parecía emborracharse nunca. Lo que hacía era caminar por el salón como una fiera enjaulada, pensando en Vanessa. Era su esposa y le esperaba en la habitación contigua. Lo pasado, pasado estaba; ahora ella le pertenecía, y la deseaba, así que decidió hacerla suya sin más dilaciones.

Dejó la copa de coñac sobre el velador Hepplewhite y se dirigió a la escalera. Se metió en el dormitorio contiguo al suyo, se despojó de la chaqueta, el chaleco y el corbatín, y se dejó puestos los pantalones y la camisa. Luego abrió la puerta que comunicaba las dos habitaciones y entró.

Vanessa estaba sentada ante el espejo del tocador. Llevaba una bata ligera de tela azul, el regalo de bodas de Ashley. En el reflejo, Zac se fijó en que el corpiño era de encaje belga, que realzaba la redondez de sus pechos y permitía entrever las aureolas oscuras que los coronaban. Ella se volvió para mirarlo y, al hacerlo, le enseñó fugazmente los muslos y los pies.

Apoyado contra la puerta ya cerrada, el conde ardió de deseo.

Ella se levantó del taburete. Se llevó la mano al cuello y se dio cuenta de que aún no se había quitado el collar.

Ness: Es que no… no podía desabrochármelo.

Brillaba a la luz de las velas del candelabro de plata que descansaba sobre el tocador. Zac, de pronto, la imaginó desnuda, llevando sólo aquella joya. La bragueta de sus pantalones, ya hinchada, dio una sacudida.

Ness: Sé que estás enfadado -musitó-. Si pudiera cambiar las cosas, lo haría.

Zac: Ya es demasiado tarde para eso. Ven aquí, Vanessa.

Ella permaneció un instante inmóvil, temblorosa, antes de inspirar hondo y avanzar hacia él. Llevaba el pelo suelto sobre la espalda, oscuro, brillante a la palpitante luz de las velas. La bata se deslizaba sobre sus pechos a cada paso que daba, le rozaba con suavidad los pezones. La sangre galopaba por las venas del conde.

Se detuvo frente a él y lo miró a la cara. Zac le agarró unos mechones de pelo, la inclinó hacia atrás y la besó en los labios con ardor. No fue un beso tierno, sino fiero, salvaje, un beso imperioso que transmitía lujuria y pasión desbocada. Ness se puso tensa, pero él siguió besándola, tomando lo que deseaba, tocándole los pechos con las manos. Ella hizo gesto de detenerle, pero acabó rindiéndose.

Zac la atrajo más y le agarró las nalgas, acercándola a su sexo, anunciándole que deseaba poseerla. Sentía que ella temblaba y, fascinado, él se regocijó, dispuesto a pagarle de ese modo brutal por sus mentiras, por el futuro de riquezas que ella había quitado.

Zac: Quítate esa bata -le ordenó-. Quiero tomarte y que lleves sólo el collar puesto.

Ella dio un paso atrás, sin apartar los ojos de su rostro. En él había sombras, y su pecho se tensaba por momentos.

Se bajó los tirantes de la bata, que se deslizó por su cuerpo hasta caer a sus pies. Permaneció en esa posición, desnuda, gloriosa, tan dirigida como la reina de marfil en la que, secretamente, se había convertido para él.

Ness: Siento que hayas tenido que casarte conmigo -insistió-. De haber sabido que esto sucedería, no te habría pedido que me hicieras el amor aquella noche en el barco.

Zac: ¿Y por qué lo hiciste?

Ness: No estoy segura. Tal vez me daba miedo el futuro. Quería saber qué sentiría estando con un hombre al que deseaba. No sabía si algún día volvería a tener la posibilidad.

Zac hacía esfuerzos por disimular su enfado, pero no lo logró del todo.

Zac: Eres mi esposa. Te tomaré cada vez que me plazca.

Ness: Sí, lo sé.

Él esbozó una sonrisa fugaz.

Zac: Pero ya no será como antes. Eso es lo que estás pensando, ¿verdad?

Ella seguía en su sitio, desafiante y encantadora, joven y dulce, más mujer que ninguna otra con la que él hubiera estado.

Ness: No será como antes… -expuso- a menos que tú lo quieras.

Aquellas palabras brillaron en la cabeza del conde. ¿Qué era lo que él quería? Quería que todo fuera como había sido aquella noche en el barco, anhelaba que ella le devolviera los besos con la misma entrega lujuriosa, que respondiera con ansia a todas sus caricias. Deseaba que susurrara su nombre, que sus cuerpos se acoplaran hasta el delirio, que le hiciera gemir de placer.

Alargó la mano y le acarició la mejilla.

Zac: Te deseo, Vanessa. Y deseo que esta noche sea como la primera vez.

Ness echó la cabeza atrás para mirar los ojos de su esposo. El tono dulce con que había pronunciado esas palabras le iluminó el corazón con un rayo de esperanza. Recordó cómo la había mirado aquella noche, en el barco, la necesidad que ella había leído en su rostro. Ahora volvía a descifrarla, llegaba hasta ella como la primera vez.

Zac le besó de nuevo los labios, esta vez como ella quería, con una ternura que suavizaba la pasión. Ness le devolvió el beso, indecisa al principio. Pero entonces entre ellos pareció prenderse una llama irrefrenable. Sus besos se hicieron sensuales y ardientes. Ella le rodeó el cuello con los brazos, se apretó contra su cuerpo y le acarició la nuca.

Sosteniéndola en brazos, él la tendió en la cama. Apoyado en los codos y sin dejar de besarla, se echó sobre ella. Le rozó el lóbulo de la oreja con los labios, le besó el cuello y trazó un sendero húmedo y caliente a lo largo de sus hombros.

Y entonces Zac las descubrió.

Ness había rogado que no se fijara en ellas, que pasaran desapercibidas en la oscuridad.

Él alargó la mano, vacilante, y pasó un dedo por las leves cicatrices que ya casi habían desaparecido de su espalda.

Zac: Harwood… -murmuró con voz grave-. ¿Harwood te hizo esto?

Ness: Eso pertenece al pasado. Ahora ya no tiene ningún poder sobre mí.

Zac: Lo mataré. -Su voz sonó peligrosamente suave-. Lo retaré a un duelo.

Hizo gesto de incorporarse, tan furioso que las manos le temblaban.

Ness le agarró el brazo.

Ness: ¡No, Zac, te lo suplico! El barón es un experto tirador. Practica casi todos los días. Se enorgullece de su destreza con la pistola y la espada.

Él esbozó una leve sonrisa.

Zac: ¿Acaso dudas de mis cualidades con las armas?

Ness: ¡No quiero que te haga daño! -El conde se levantó de la cama, pero Ness no le soltó el brazo-. Piensa en el escándalo. Tienes una familia en la que pensar. Y yo tengo la mía. Además, ahora soy tu esposa, estoy a salvo. Harwood ya no puede hacerme daño.

Zac apretó los dientes.

Zac: No -insistió en aquel tono falsamente tranquilo-. Ya no volverá a hacerte daño.

Ness: Te pido, Zac, te suplico que no te batas con él. Sólo me causarías más dolor.

En el fondo, sabía que Vanessa tenía razón. Ella vio que en sus ojos apuntaba un destello de resignación. El escándalo sería mayúsculo. Ahora era el cabeza de familia. Debía pensar en los demás.

Zac: A partir de hoy, declaro a Harwood mi enemigo. No olvidaré lo que te ha hecho. -Con la yema de un dedo resiguió un moratón-. Si ahora te duelen, podemos dejarlo para otra noche…

Ness: Hace tiempo que dejaron de dolerme. Y ésta no es una noche cualquiera: es nuestra noche de bodas.

El deseo regresó a sus ojos azules, que brillaron. La besó apasionadamente. Ella quería que fuera esa noche, deseaba sentir de nuevo aquel placer maravilloso. Zac le acarició los pechos, se inclinó sobre ella y los tomó con la boca. Ness emitió un débil suspiro de placer. Él le lamió un pezón, se lo chupó, saboreándolo, y para ella fue como si un relámpago le sacudiese todo el cuerpo. Zac proseguía con su tierno asalto, ocupándose de sus senos, de su piel cada vez más húmeda, más caliente.

Ella casi había olvidado lo bien que se sentía con sus caricias, aquel deseo ardiente que se apoderaba de ella. Él se aproximaba a su vientre por un sendero de besos, descendía, le separaba las piernas, plantaba la boca en su punto más sensible.

Ness arqueó la espalda y hundió los dedos en el pelo de Zac. Se mordió el labio inferior para no gritar. Una dulce sensación envolvía todo su ser. Él le pasó las manos bajo las caderas, la levantó para llegar mejor donde quería, y poco a poco fue venciendo sus resistencias. No se detuvo hasta que ella se entregó del todo, repitiendo su nombre mientras se abandonaba al placer.

Zac volvió a tenderse sobre ella, besándola con besos primero tiernos, después profundos. Ella sintió la dureza del miembro que penetraba lentamente.

Avivando de nuevo su deseo, la embistió hasta lo más profundo, y ella clavo los dedos en sus musculosos hombros. El placer la desgarraba, tan dulce, tan ardiente, que empezó a temblar. Su cuerpo se tensó, aferrada a él, hasta que se perdió en la tormenta del clímax.

Después, permanecieron un buen rato entrelazados. Él tenía los ojos cerrados. Ella sentía deseos de incorporarse y acariciarle; y se preguntaba si con el tiempo llegaría a amarla como ella le amaba a él.

Zac abrió los ojos y contempló aquel collar que seguía adornando su cuello. Ness se incorporó un poco y pasó los dedos por las perlas brillantes.

Ness: Es una preciosidad -susurró-.

Zac se apoyó en un codo.

Zac: Sí, sin duda. -Pero la miraba a ella, no al collar-.

Ness sonrió cuando él tocó el collar y luego le pasó un dedo por los pechos.

Ness: ¿Conoces la leyenda?

Zac la miró y arqueó una ceja.

Zac: ¿Existe una leyenda relacionada con este collar?

Ness lo sostuvo entre los dedos, apreciándolo, sintiendo su suavidad.

Ness: Data de ochocientos años atrás, cuando lord Fallon lo mandó confeccionar. Era un regalo para la que iba a ser su esposa, Ariana de Merrick.

Zac: El Collar de la Novia -murmuró el conde, al recordar el nombre que ella había mencionado unas horas antes-.

Ness: Así es. Se decía que la pareja se amaba con locura. Lord Fallon le envió el collar a Ariana con una nota en la que le demostraba su adoración, y ella quedó cautivada con el regalo. El día de la boda estaba próximo, pero a lord Fallon lo asaltaron unos ladrones cuando se dirigía al castillo. El conde y todos sus hombres murieron durante la pelea.

Zac observó con detalle la ristra de perlas.

Zac: Nada bueno para la novia.

Ness: La desesperación de Ariana fue tal que se subió al torreón del castillo y se arrojó al vacío. Al parecer, se encontraba embarazada de varios meses. Cuando hallaron su cuerpo, llevaba puesto el collar. Estuvieron a punto de enterrarla con él, pero era tan valioso que optaron por venderlo.

Zac resopló.

Zac: Por suerte no sabía nada de todo esto cuando compré el dichoso collar.

Ness sonrió.

Ness: Se cree que el collar puede bendecir a su poseedor con una inmensa fortuna o llevarlo a una terrible tragedia. Depende de la pureza de su corazón.

Zac se acercó a ella y sostuvo el collar, fijándose en los destellos que los diamantes emitían a la luz de las velas, pasando los dedos una y otra vez por las sedosas perlas.

Zac: Cuando lo vi me pareció la joya más exquisita del mundo.

Ness: ¿Estás seguro de que no lo compraste para castigarme por todas las molestias que te he causado?

Zac se acercó más y la miró a los ojos.

Zac: Tal vez en su momento sí. Pero ahora lo que me gusta es verlo en tu precioso cuello.

Para demostrárselo, lo besó y fue subiendo hasta la oreja, antes de pasar a los labios. Ness advirtió que la energía había vuelto a aquel miembro insaciable, y su cuerpo también despertó del desmayo y se excitó en el acto. Intentaron avanzar despacio, pero la pasión prendió de nuevo y perdieron el control. Llegaron juntos al clímax, y juntos se sumieron en el sueño.

Antes del amanecer hicieron el amor una vez más. Cuando Ness despertó, Zac ya no estaba. Al levantarse de la cama, su mente era un mar de confusión. ¿Qué clase de matrimonio iba a vivir ella con un hombre que no la amaba, que sólo quería poseerla? ¿Qué futuro le esperaba?

Y, por el amor del Cielo, ¿qué le estaría sucediendo a Alysson?


5 comentarios:

Alice dijo...

me encanto la frase de britt: ¡ya te ha hecho el amor! XD XD
bien britt, dilo mas alto ke me parece ke en rusia no te oyeron XD XD
cada vez mas y mas y mas interesante la historia
gracias por los coments
no tuve en cuenta el cambio orario
sorry :b
como me acostumbre a publicar de noche y dia siguiente mirar el blog por la tarde y leer vuestros coments, pues hoy al no ver ni uno kede: :S :(
tengo ke dejar salir mas a menudo mi pacencia XD XD
espero ke os haya gustado
bye!
kisses!

TriiTrii dijo...

ME EXTRA MEGA ENCANTO!!!!!!!!!!!!!!!
SIII YA SE CASARONNN!!!!
ESPERO Q EL TIPO Q SE CASO CN ALYSSON LA TRATE BIENN!!!
HAHAHA NUNCA DEJES DE SEGUIRLAA
PERO Q PASARA CN LA OTRA Q TIENES LA DE TRIUNFARA EL AMOR?? ESA TMBN ES BUINISIMA ESPERO Q NO LO HAYAS DEJADO
BUENO ESPERO TU RESPUESTA
KIISS TKMM Y NO OLVIDES PASAR X LA MIAA JEJEJE
BYEE

LaLii AleXaNDra dijo...

Waoooo
el capi estuvo superr...
esta cada vez mas interesabte...
espero que zac la llegue amar, porque vanessa se lo merece..
y que paso con alysson?
no la dejes asi..
siguela pronto..
estare esperando mañana el otro cappi..
muaccc
mil disculpas por no comentar el anterior, pero no me había conectado..
muaccc

Carolina dijo...

claro britt! gritalo mas fuerte!! xD
y nessa q le la hehco la metralleta al efron xD
q lo hicieron como 3 veces y no se cansa! xD
q tal fisico (perve)
y si cada vez se pone mas interesante!!
y asi me gusta!!
sigan comentando q eso le hace feliz a mi loki!!
tkm loki! a tope de power con el zac!

AnGy dijo...

ahhhh me encantaaaa tu noveee sorry por no comentar antesss byeee siguelaaaaaaaa pronto esta para morirsee byeeeee xoxox cdt

Publicar un comentario

Perfil