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martes, 17 de mayo de 2011

Capítulo 23


Zac subió la escalera de la residencia real del duque de Sheffield y levantó el pesado picaporte de bronce, impaciente por ver a Andrew, preocupado por él. Quería saber cuanto antes cómo se estaba recuperando tras su largo cautiverio.

Siguió al mayordomo al salón de juegos, una habitación íntima decorada en verde oscuro y madera de roble. Se giró al entrar Andrew, que se detuvo al llegar al umbral. Ninguno de los dos parecía saber bien qué decir. Habían sucedido tantas cosas, la guerra los había cambiado tanto… Su primo parecía una persona diferente, y Zac se daba cuenta de que no estaba preparado para recibir el abrazo fraternal que tanto deseaba darle.

Esbozó una sonrisa.

Zac: Veo que empiezas a parecerte a ti. Me alegro de que tu salud mejore.

Comprobó con agrado que sus ojos azules ya no estaban rodeados de aquellos cercos negros, aunque todavía se le veía delgado y pálido, y más con el pelo tan corto y aquella piel tan descolorida y áspera.

Andrew: Y yo veo que tú ya te sostienes por tu propio pie.

Zac: Sí. Gracias a Dios, y a mi esposa.

Los dos se estaban recuperando físicamente, pero Zac creía que, emocionalmente, a su primo le faltaba mucho para volver a ser el de antes.

Andrew se dirigió al aparador cojeando visiblemente.

Andrew: ¿Coñac? -le ofreció, y quitó el tapón del escanciador-.

Zac: No, gracias -respondió, y se sentó con dificultad en una butaca-. Todavía tengo bastantes cosas que hacer esta tarde.

Andrew: Sigues trabajando tanto como siempre, deduzco.

Zac: En realidad, he decidido aflojar un poco el ritmo. Ya va siendo hora de volver a disfrutar un poco de la vida.

Andrew arqueó una de sus cejas negras.

Andrew: No lo creeré hasta que lo vea con mis propios ojos.

Zac: Es una larga historia. Basta decir que hay cosas más importantes que ganar dinero.

Andrew: Me hablas de tu esposa… la encantadora dama que tanto me ayudó a salir de la cárcel. No son muchas las mujeres que pondrían su vida en peligro para salvar a un hombre al que ni siquiera conocen.

Zac: Vanessa siempre ha sido una persona de valor excepcional.

Andrew: Estoy impaciente por conocerla. Me gustaría darle las gracias en persona.

Zac: ¿Qué fue lo que sucedió, Andrew? Nadie parece saberlo con seguridad.

Andrew dio un largo trago a su coñac.

Andrew: Para decirlo sin rodeos, nos traicionaron. Entre nosotros había un traidor, Zac, y espero descubrir quién era. -Sus largos dedos sujetaron la copa con más fuerza-. Y cuando lo haya descubierto, me las pagará.

Zac: ¿Tienes idea de quién puede ser?

Andrew: Todavía no. Pero ahora que soy marqués, mis recursos son prácticamente ilimitados. Lo encontraré. Y cuando lo encuentre, le mataré.

Un escalofrío recorrió el espinazo de Zac. Andrew no era de los que amenazaban a la ligera. Ansiaba la venganza, y no lo culpaba por ello. Si le hubieran encarcelado a él, si le hubieran torturado y golpeado durante casi un año, sentiría exactamente lo mismo.

Zac: Si puedo ayudarte en algo, házmelo saber.

Zac se levantó de la butaca, casi sin fuerzas. No estaba tan recuperado como quería creer.

Andrew: Ya me has ayudado bastante -respondió. Por primera vez parecía bajar la guardia, y le puso un mano en el hombro-. De no haber sido por ti -añadió-, habría muerto en aquella cárcel. Eres ese mejor amigo que todos querríamos tener.

Los dos hombres se abrazaron un instante. Ambos sabían lo cerca que habían estado de la muerte.

Zac: Me alegro de que estés de nuevo en casa -dijo más secamente, mientras se separaban-. Y sé que Ashley también se siente muy feliz.

Andrew asintió.

Andrew: Ella y su familia van a instalarse en la casa de la ciudad esta misma tarde, que supongo que ahora es mía, junto con todo lo demás.

Zac: Ashley se negó a entrar en ella hasta que tú hubieras vuelto sano y salvo.

Andrew: No es que esté impaciente por enfrentarme a todos esos lloriqueos femeninos, pero la verdad es que me alegraré mucho de verla, y a Scott y David, claro. Sheffield ha sido un anfitrión excelente, pero ya tengo ganas de dormir en mi propia cama.

Zac: Lo supongo.

Andrew: ¿Por qué no venís a cenar Vanessa y tú? A Ashley le encantaría.

Zac sonrió.

Zac: Y a mí también. Así podrás conocer al fin a mi esposa.

Se preguntó qué pensaría Vanessa de Andrew. Su primo había cambiado mucho en el año que había pasado en prisión. Siempre le había fascinado el peligro, y se había entregado a él con una especie de inconsciencia. Pero también se trataba de un hombre que se reía a menudo y que hallaba gran alegría en la vida.

Ahora, sin embargo, se mostraba más reservado, más prudente. No había sonreído ni una sola vez desde la llegada de Zac. Andrew tenía sólo veinticinco años. Zac esperaba que, con el tiempo, volviera a ser el hombre alegre que había sido.

Cojeando un poco y apoyándose en su bastón con mango de plata, Andrew subió a hacer su equipaje para irse a casa. La lesión de la pierna era permanente, según había dicho el médico, producto de una paliza recibida de unos guardias, aunque con el tiempo la cojera se suavizaría.

Cuando Andrew desapareció escaleras arriba, Zac se fue a buscar a Will, pues quería saber qué pensaría él de su reconciliación con Vanessa.

Will: Siempre he admirado a tu esposa por varios motivos -observó Sheffield, desconcertándolo-. Es lista, valiente y protectora con las personas que le importan. Como tú mismo dices, en ocasiones las personas cometen errores. No creo que yo me mostrara tan dispuesto a perdonar si la mujer fuera la mía, pero me alegro por los dos. Y espero que esta vez las cosas salgan bien.

Él también lo esperaba. Pero tardaría tiempo en saberlo con seguridad. Tal vez años.

Aquella idea no le resultó tranquilizadora.

Zac vivía en casa, y aunque no había vuelto a la cama de Ness, mantenía su palabra y pasaba bastante tiempo con ella. Era evidente que quería convertirse en la clase de esposo que, según él mismo, debería haber sido desde el principio.

Ahora deseaba que las cosas entre ellos marcharan bien, pero a Vanessa le destrozaba el corazón saber que él seguía creyendo que le había sido infiel con Jesse Leal.

Consideró la posibilidad de escribirle una carta a su amigo pidiéndole que enviara un mensaje a Zac en que le explicara que entre ellos no había sucedido nada indecente. Pero no creía que su marido fuera a creer nada de lo que le dijera Jesse, e iniciar una correspondencia podía hacer que las cosas empeoraran.

Así, por el momento, debía dejar las cosas como estaban, aunque le resultaba una de las situaciones más duras a las que se había enfrentado jamás.

Alysson: Lo que tienes que hacer es esperar -le había aconsejado durante una de sus visitas matutinas-. Dale tiempo para que vea lo mucho que le quieres. Que él te ama a ti resulta evidente. Ningún hombre perdonaría a su mujer algo tan terrible si no la amara.

Ness: ¡Pero si yo no hice nada!

Alysson: Pero él cree que sí, y aun así te ama. En cierto sentido, es muy romántico.

Ness no tenía ni idea de cuáles podían ser los sentimientos de Zac hacia ella, pero sí sabía que estaba enamorada de él y que disfrutaba de los momentos que pasaban juntos, algo que apenas sucedía antes. La acompañaba por Londres, iban juntos a la ópera, al teatro, y la llevaba de compras a Bond Street.

Zac la consentía regalándole vestidos, guantes, sombreros, ropa interior de seda -que a ella le daba vergüenza llevarse de la tienda pero que deseaba ponerse para él-. Le compró perfumes exóticos y abanicos pintados a mano, media docena de zapatos de cabritilla, e incluso un carruaje para ella sola. También le regaló varias joyas: un encantador broche de zafiros, unos pendientes de granates, y un anillo de diamantes y esmeraldas tan enorme que la mano, con él puesto, se veía minúscula.

Zac: Era de mi madre. Era más corpulenta que tú. Tendrán que ajustártelo.

Con todo, su regalo favorito seguía siendo el exquisito Collar de la Novia que le había ofrecido como regalo de bodas. Cada vez que se lo ponía, notaba una especie de tranquilidad, una serenidad que la ayudaba a calmar la abundancia tormentosa de sus pensamientos.

Lo llevaba la noche en que acudieron a casa del marqués de Belford. A Ness le costaba acostumbrarse a aquella nueva identidad, y para sus adentros seguía llamándole capitán Andrew Seeley.

No sabía bien qué pensar de él. A medida que ganaba peso, se hacía cada vez más atractivo. Pero seguía mostrándose frío y distante, muy reservado y, en ocasiones, severo. Sus ojos pálidos imponían. Había sufrido y ansiaba vengarse de lo que le había sucedido a él y a sus hombres. Ness esperaba, por el bien de Ashley y Zac, que con el tiempo el marqués abandonara aquella idea.

Entretanto, ella centraba la atención en su esposo. Le preocupaba la herida que había sufrido, pues todavía le dolía a veces, aunque él pareciera decidido a ignorarla.

Esa noche asistían a la velada que había organizado el duque de Tarrington en su mansión. Bailaron juntos como no lo habían hecho nunca, y cada vez que sus ojos azules se posaban en los suyos, Ness se ruborizaba.

Conocía bien aquella mirada. La deseaba, pero se negaba a aquel deseo, los dos se lo negaban. Él le daba tiempo, dejaba que fuera ella la que marcara el paso. Creía, equivocadamente, que había hecho el amor con otro hombre, y sin duda aquél era el motivo de su reserva.

Ness no podía evitar el recuerdo de su última velada en Tarrington Park, de la noche en que él la había encerrado en aquel armario y le había hecho el amor apasionadamente. Se preguntaba qué sucedería si fuera ella quien tomara la iniciativa y pusiera en práctica aquella táctica.

Tal vez habría tenido el valor de intentarlo si Zac se hubiera encontrado cerca de ella, pero en ese momento estaba junto a una sopera de ponche, conversando con su amigo, el duque. Cuando se dirigía hacia ellos, vio que su padrastro se acercaba a ella. No le pasó por alto la sonrisa falsa que esbozaba.

Harwood: ¡Vaya, vaya, Vanessa! ¡Cuánto tiempo sin vernos!

Sintió un escalofrío. «No tanto, no tanto.» Se agarrotó y dijo:

Ness: Buenas noches, milord. No sabía que se encontrara en Londres.

Harwood: He venido por negocios. -Se pasaba la copa de champán de una mano a la otra, jugueteando-. He recibido una oferta de compra de Windmere.

A Ness se le formó un nudo en el estómago.

Ness: ¿Alguien quiere comprar Windmere?

Harwood: Exacto. Espero cerrar el trato la semana que viene.

Ness estaba sorprendida.

Ness: No puede hacer eso. Windmere ha pertenecido a la familia de mi madre desde hace trescientos años. ¡No puede desprenderse de ella así como así! -Ahora entendía lo falso de su sonrisa. Él sabía lo mucho que aquel lugar significaba para ella, los recuerdos que guardaba, sabía que venderla era como clavarle un cuchillo en el corazón-. ¿Y quién se ha ofrecido a adquirirla?

Harwood: Me temo que no puedo decírtelo. He oído que el futuro propietario piensa realizar importantes reformas, que quizá decida convertirla en una especie de posada.

Seguro que todo era mentira, pensó Ness. Su padrastro sabía lo mucho que aquella noticia la perturbaría, y precisamente por eso se lo había inventado todo. Aunque también podía ser cierto.

Harwood: Si tanto cariño tienes a ese lugar, tal vez puedas persuadir a tu esposo para que te lo compre. La suma a pagar debería ser, claro, mucho más alta de la que me ofrecen, quizás el doble, no, digamos el triple de la oferta actual. Pero en cualquier caso estoy seguro de que podremos llegar a algún acuerdo.

El barón odiaba a Zac casi tanto como a ella. Le sacaría todo lo que pudiera. Era posible que su esposo aceptara comprar la propiedad, pero ella no se lo pediría.

Había llegado sin un penique al matrimonio, cuando en realidad él quería casarse con una mujer que aportara sus riquezas familiares. Había pagado el precio desorbitado que lord Harwood había pedido por el Collar de la Novia. Además, últimamente la inundaba de regalos caros.

Ya no quería pedirle nada más.

Si el precio era perder Windmere, tendría que renunciar a aquel lugar tan especial.

Harwood: Creo que tu esposo se acerca. ¿Te parece que le comente a él la oferta?

Ness: No. No estamos interesados en comprar la casa.

Aunque sí estaba muy interesada en entrar en ella. Windmere representaba la última oportunidad de encontrar el diario. Si los nuevos propietarios empezaban las reformas, tal vez nunca lo encontrara.

Ness observó el rostro delgado y anguloso del barón, su sonrisa falsa. Aquel hombre había matado a su padre. Estaba convencida de ello. Y deseaba con todas sus fuerzas que pagara por lo que había hecho.

El barón emprendió una retirada a tiempo, pues Zac se encontraba ya muy cerca, y cuando llegó junto a ella, Ness vio que estaba ceñudo.

Zac: ¿Qué quería ese demonio de Harwood?

Ness: Mostrarse desagradable, algo que se le da muy bien aunque no se esfuerce.

Su marido se veía irresistible con su ropa oscura de etiqueta. Sus hombros eran anchos, y ella conocía muy bien su musculoso pecho. Deseaba besarle allí mismo, en el salón de baile, arrastrarlo hasta el armario y levantarse las faldas, como había hecho en otra ocasión.

Él debió de leerle el pensamiento, pues sus ojos se oscurecieron hasta adquirir aquel tono de azul reluciente. Ness pensó que descubriría su excitación si le tocaba. Pero entonces Zac volvió a ejercer el control de los últimos días, y el momento mágico pasó.

Ness miró al otro extremo del salón, donde el barón conversaba con un grupo de personas, y no hizo caso del débil escalofrío que la recorrió.

Ness: Si no te importa, ahora que Harwood ha llegado, me gustaría volver a casa.

Zac miró en la misma dirección y asintió.

Zac: Ven. Recogemos tu mantón y pido el carruaje.

Protector, como siempre, no se separó de su lado ni un momento, pero al llegar a casa se encerró en su cuarto y la dejó sola. Los sueños de Ness no fueron tranquilos, pues se poblaron de escenas eróticas con Zac y de pesadillas sobre Windmere.

Al día siguiente, por la tarde, Brittany se presentó en casa. Temblorosa y con ojos lacrimosos, dejó que Ness la condujera al salón Azul y esperó a que Simon cerrara la puerta.

Ness: Por el amor de Dios, Brittany, ¿qué te pasa? Estás muy pálida, pareces un fantasma.

Su amiga se humedeció los labios.

Britt: Mi padre… he descubierto quién es.

Ness: Vamos, será mejor que te sientes. ¿Quieres que pida un poco de té? Creo que no te iría mal un aperitivo.

Brittany negó con la cabeza.

Britt: No puedo quedarme mucho rato. Sólo quería enseñarte esto.

Ness no se había percatado de la pequeña caja de madera que su amiga llevaba bajo el brazo.

Ness: ¿Qué es?

Britt: Cartas. Cartas que mi padre me escribía.

Ness: ¿Y cómo diablos las has encontrado?

Britt: Al fin reuní el valor suficiente y hablé con mi madre. Al principio se disgustó mucho al saber que había descubierto su secreto, pero yo le dije que lo que había sucedido pertenecía al pasado, que yo sólo quería saber quién era mi verdadero padre.

Ness: ¿Y? -se interesó-.

Britt: Lloró mucho, y me suplicó que la perdonara, y después desapareció y volvió con estas cartas. Me contó que recibía una cada año desde que nací. Me dijo que debería habérmelas dado en cuanto tuve uso de razón, para que supiera la verdad, pero que no quería tener más problemas con su esposo.

Ness: Te refieres al doctor Snow.

Britt: Sí, mi madre me confirmó que él nunca me había aceptado como hija. La que había sido infiel era ella, pero él me lo hacía pagar a mí.

Ness se fijó en la caja tallada que descansaba en el regazo de su amiga.

Ness: ¿Las has leído?

Britt: Sí.

Ness: ¿Y qué te decía tu padre?

Brittany acarició la caja con la palma de la mano.

Britt: Casi siempre me escribía que, si pudiera, me criaría como hija suya. Que si alguna vez tenía algún problema, fuera a ver a su tía, una mujer llamada Matilda Wyman. Es la viuda del barón de Humphrey, y que al parecer lo sabe todo sobre mí. -Se le llenaron los ojos de lágrimas y sacó un pañuelo de su bolso-. A medida que me hacía mayor, mi padre me decía que quería conocerme. Y yo ahora le he escrito una carta, Ness, para saber si todavía deseaba conocerme, y él me ha respondido que sí. Mañana acudiré a su encuentro.

Ness se acercó a su amiga y le cogió la mano.

Ness: ¿Estás segura, Brittany? ¿Estás convencida de que eso es lo que quieres?

Britt: Más que ninguna otra cosa. Mi padre es un hombre de cierto peso en el gobierno. Está casado y tiene hijos, pero yo he prometido guardar el secreto. Ellos nunca sabrán nada de mí. -Sollozó y se llevó el pañuelo a la cara-. Nunca me olvidó, Ness. A pesar de que han pasado tantos años.

Ness: Me alegro por ti, Britt. Sé lo mucho que siempre quisiste tener un padre que te quisiera.

Su amiga sonrió, sin dejar de sollozar.

Britt: Tengo que irme. He encargado un vestido nuevo para nuestra cita, y debo ir a probármelo por última vez. Te lo contaré todo cuando volvamos a vernos.

Ness asintió y se puso de pie.

Ness: Buena suerte.

Brittany salió de la sala con su habitual vitalidad, y a su amiga le pareció que casi podía sentir la energía que dejaba a su paso. Tal vez fue la marcha de Brittany la que hizo que la habitación pareciera de pronto más fría. Fuera lo que fuese, la cabeza empezó a darle vueltas y el estómago se le revolvió.

Las náuseas eran cada vez peores. Subió como pudo la escalera y a duras penas llegó a su dormitorio, a tiempo para vomitar en el orinal. ¡Dios santo! Había tenido los mismos mareos el día anterior y hacía dos días.

Lilian: ¿Milady? -Se encontraba en el quicio de la puerta-. ¿También hoy se siente mal?

Ness reprimió otra arcada.

Ness: No sé qué me pasa.

Lilian vertió agua en la palangana, humedeció un paño y se lo tendió.

Lilian: ¿Cuándo tuvo usted su último periodo, milady?

Ness: No estoy segura. -Se pasó el paño por la cara-. Hace unas semanas… -Se detuvo al adivinar la intención de la pregunta-. Dios santo, ¿no creerás que pueda… que puedo estar embarazada?

Lilian: Lleva varios meses casada, milady, y su esposo es un hombre muy varonil.

¡Iba a tener un hijo de Zac! La emoción que sintió de repente fue contrarrestada por una punzada de temor. Zac seguía creyendo que le había sido infiel con Jesse Leal, de modo que probablemente pensaría que el hijo no era suyo. Volvió a sentir náuseas y descubrió que tenía la frente perlada de sudor.

Lilian: Quizá debería sentarse, milady.

Ness se dejó caer en el banco acolchado del tocador. Intentaba pensar desesperadamente. Debería correr el riesgo y escribir una carta a Jesse, rogarle que hablara con Zac. Ella también hablaría con su hermana para que lord John respaldara a favor suyo. Tal vez juntos convencieran a su esposo de que nunca le había sido infiel.

Lilian: ¿Qué le ocurre, milady? ¿Acaso no le alegra saber que va a tener un bebé?

Ness alzó la vista y esbozó una sonrisa.

Ness: Me siento muy feliz, Lilian.

Pero no podía contárselo a Zac. Todavía no. No hasta encontrar algún modo de demostrarle que el hijo era suyo. Debía convencerle de su amor, de su fidelidad, y ello no sucedería mientras vivieran vidas separadas.

Se volvió hacia Lilian.

Ness: Necesito tu ayuda. Debo hacer el equipaje.

Lilian: ¿Se va de viaje, milady?

Ness se puso en pie.

Ness: Sí, aunque el trayecto será muy corto. Me traslado al dormitorio del señor.

Zac llegó cansado a casa. Había cenado en el club, había tardado algo más de lo que quería, y ahora le dolía la herida del pecho. Además, su encuentro previo con el banquero no había sido tan provechoso como le habría gustado.

Al día siguiente debía realizar un viaje de dos días a Watford para informarse de lo que parecía un buen negocio. En aquella ocasión pretendía llevar a Vanessa consigo. La simple idea de su esposa hizo que su cuerpo vibrara de deseo. No había hecho el amor con ella desde la noche que habían compartido camarote a bordo del Nightingale. En los últimos días, cada vez que ella entraba en la habitación en que él se encontrara, tenía una erección. Debía reunir toda su fuerza de voluntad para mantener el control, pues quería darle tiempo, quería que estuviera segura de que él era el hombre a quien de verdad deseaba.

Al entrar en casa, la buscó con la mirada.

Zac: ¿Sabe dónde está lady Brant? -le preguntó a Simon, intentando no demostrar demasiado interés-.

El mayordomo le recogió los guantes y el sombrero.

Simon: Sí, milord. La señora se retiró a su cuarto después de la cena.

Simon le ayudó a quitarse el abrigo y subió las escaleras con una impaciencia que habría preferido no demostrar.

Estaba enamorado de Vanessa. Se trataba de un sentimiento del que no parecía capaz de desprenderse. Pero no por ello debía comportarse como un ingenuo escolar.

Vanessa no se encontraba en su dormitorio. Preguntó a una doncella, pero ésta no le supo decir dónde estaba su esposa.

Doncella: Hace un rato estaba aquí. Debe de haber salido a tomar el aire.

A su mente acudió Jesse Leal y se sintió incómodo, pero apartó aquel pensamiento. Su esposa estaba en casa. Sólo tenía que encontrarla.

Empezaba a sentir frío, pues la ropa se le había mojado con la lluvia, y fue a su cuarto a cambiarse. Se desanudó el corbatín, se quitó la chaqueta y el chaleco y se deshizo de la camisa sin desabrocharse los botones, pasándola por encima de la cabeza. Estaba a punto de llamar a su ayuda de cámara, cuando oyó voces en el baño.

La puerta estaba cerrada. Tal vez alguna doncella estuviera ahí dentro, limpiando. Giró el tirador y entró. Al ver a Vanessa sentada en su bañera de cobre se quedó patidifuso.

Ness: Puedes retirarte, Lilian.

La joven rubia se ruborizó y Vanessa le dedicó una sonrisa antes de que se marchase. La chica parecía algo vacilante, algo insegura, y Zac se preguntaba por qué.

Ness apoyó la espalda en la bañera. Su cuerpo delicado, desnudo, quedaba apenas cubierto por una fina capa de burbujas blancas, que se rasgaba cada vez que se movía, dejando ver las cimas redondeadas de sus pechos, coronados por pequeños pezones rosados. Se había recogido el pelo en lo alto de la cabeza, aunque algunos mechones ondulados le resbalaban por un lado del cuello.

Esbozó otra sonrisa de bienvenida, aunque sin abandonar una señal de incertidumbre.

Ness: Buenas noches, milord.

Zac notaba ya los tirones de su miembro bajo los pantalones. Jamás había presenciado visión más encantadora. Vanessa apenas entraba en su dormitorio, y nunca hasta entonces había hecho uso de su bañera. Al contemplarla así, se preguntó por qué no la había invitado antes a darse un baño.

Ella se movió y sus pechos asomaron de nuevo entre las burbujas. El deseo se apoderó de él con tal fuerza que se le contrajo el estómago.

Zac: Te estaba buscando -dijo, haciendo un esfuerzo para pronunciar aquellas palabras-. No pensé que te encontraría aquí.

Ness: Tal vez a partir de ahora ocurra con frecuencia.

Zac arqueó una ceja.

Zac: ¿Y eso?

Intentaba concentrarse en la conversación, pero en aquel momento ella dobló una pierna delgada, preciosa, que quedó al descubierto.

El miembro empezó a hinchársele. Notaba los latidos en la entrepierna. Deseaba acariciarla, besarle la piel húmeda. Anhelaba tanto penetrarla que sus manos se convirtieron en puños.

Ness: A partir de hoy -prosiguió-, tengo intención de usar esta bañera siempre que quiera. Pretendo que, en adelante, compartamos el dormitorio. Quiero que durmamos juntos cada noche, despertar a tu lado cada mañana.

Aquello sonaba a gloria, aunque de ese modo ella conseguiría incrementar el poder que tenía sobre él.

Zac: ¿Y si me niego a permitirlo? Después de todo, este dormitorio es mío.

Ness se puso en pie y el agua jabonosa resbaló por su piel.

Ness: Piensa en lo práctico que resultará, milord. Cada vez que me desees, estaré cerca de ti. Podré satisfacer tus deseos siempre que quieras. Estaré disponible para poner en práctica todas esas travesuras que…

Zac no pudo controlarse más. Atrajo hacia sí aquel cuerpo mojado y le abrió la boca con un beso apasionado.

Había pasado mucho tiempo. Demasiado tiempo.

Su excitación se hizo mayor cuando ella se rindió a su abrazo y le devolvió el beso, rodeándole el cuello con los brazos.

Ness: Zac… -susurró, y el conde notó que estaba temblando y que intentaba desabrocharle la bragueta. Él le cogió la mano y se la llevó a los labios-.

Zac: Aún no. No hasta que te haya saboreado palmo a palmo, así como estás, húmeda y deliciosa.

La sacó de la bañera y la plantó en el suelo mientras le besaba el cuello.

El cuarto de baño estaba caliente. La piel de Ness sabía a seda tibia y mojada. Zac le besaba los hombros y los pechos, y ella echaba la cabeza atrás. Los pezones se erguían y se ponían duros, y empezaba a gemir de placer. Sus dedos se aferraban a los hombros de Zac, cuya erección se mantenía, palpitante.

Zac resiguió con sus labios las costillas de Ness, descendió hasta la ligera curva de su vientre y le separó las piernas. Cuando se arrodilló para besarle los muslos, cuando invadió la humedad de su santuario con la lengua, Ness ahogó un grito de gozo. Él lamía y saboreaba, se negaba a parar, y no se detuvo hasta provocarle el clímax.

Ness no dejaba de repetir su nombre con voz suplicante cuando él la levantó en brazos y la llevó a su cama con dosel. Pero no la poseyó hasta que volvió a hacerla gemir de placer, casi al borde de un nuevo clímax. Entonces Vanessa arqueó la espalda y él la penetró con una profunda embestida. Se retiró y volvió a penetrarla. Ness le arañaba la espalda y Zac por fin poseía lo que tanto había deseado.

Aquello sin lo que ya no podía vivir.

Alcanzaron juntos la cima del placer, y al terminar permanecieron abrazados. Vanessa se acurrucó a su lado. Alzó la vista y le miró con expresión vacilante.

Ness: ¿Puedo quedarme? -le susurró con dulzura-.

Zac le pasó un dedo por la mejilla.

Zac: Te prohíbo que te vayas. En realidad, creo que voy a encadenarte a la cama, por si acaso se me ocurre alguna de esas travesuras que comentabas.

Sintió la sonrisa en su rostro cuando ella se apretó más a él, y su cuerpo volvió a excitarse, a desearla de nuevo. Enroscó uno de sus rizos negros en un dedo y sonrió. Su esposa le tenía atrapado sin salida.

5 comentarios:

TriiTrii dijo...

OMG!!!!!!
Ame el capii enserioo!!!
Me imagino q nessa se va otra vez a buskar el diario!!
Y Zac pensando mal las cosas —.—
pero bueno siguellaaaaaaaaa
Esperare hasta tomorroww!!
TQMMMM!!!!
kiisss

ҳ̸Ҳ̸ҳĸaʀყҳ̸Ҳ̸ҳ dijo...

omg!!!
dios que cosas
bueno el que ya esten juntos ya es un paso grande
nessa esta embarazada
pero zac le va a creer
ahhh no me dejes asi
siguela pronto
baii baii

Natalia dijo...

ohhh, que bonito capitulo
siguela prontooo!
Nuestras Nessi está ya embarazada :D
Que bonita la nove, me encantaaa
muackkkk

Carolina dijo...

bien caray!
3 coments!!
y bien x ness!!
ia sta embarazada :')!!
y Zac q la kiere encadenar xD pervertido!!
sigan comentando!!
tkm mi loki!!

LaLii AleXaNDra dijo...

waOOOOOOOOOOO
Esta embarazada Awwwwwwwwwwwww
hahaha
ahora como ara para que el le crea..
hahaha
yo creo que nessa empezo por un buen metodo
haha
me encato..
estuvo super HOT
:)
siguela

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