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sábado, 14 de mayo de 2011

Capítulo 20


Vanessa no había visto a Zac en todo el día. La cena ya se había servido, y él todavía no había llegado a casa. Se avecinaba una tormenta y ella empezaba a preocuparse. En ese momento oyó sus pasos en la entrada y sintió un gran alivio.

Salió a recibirlo y al momento se percató de la dureza de sus facciones. Y al momento, su alivio se ensombreció de temor.

Ness: ¿Qué te pasa, Zac? ¿Qué sucede?

Zac: Quiero hablar contigo. Tal vez será mejor que subamos.

El corazón de Ness comenzó a latir con fuerza. Nunca había visto aquella expresión en sus ojos. Subió delante de él, entraron en su dormitorio y Zac cerró la puerta. Ella examinaba su mirada, tratando de hallar alguna pista de sus pensamientos, pero él la mantenía dura e impenetrable.

Zac: Será mejor que te sientes.

No le hizo falta repetirlo, pues para entonces ya le temblaban las piernas. Sucedía algo grave, y ella no imaginaba de qué podía tratarse. Fue hasta un silloncito del salón y se dejó caer sobre él.

Zac: He ido a ver a un hombre llamado Justin McPhee, una especie de investigador privado. Ha trabajado para mí en varias ocasiones.

Ness: Sí, creo que me hablaste de él. ¿No es quien descubrió que Alysson y yo éramos hijastras de Jack Whiting?

Zac: Así es.

Ness: ¿Y por qué… por qué has ido a verle?

Zac: Quería conocer la verdad sobre ciertas cosas, unas cosas que esperaba que el señor McPhee podría aclararme.

¡Dios santo! ¿Habría averiguado que se había colado en casa de sir Leonard? ¿O que había estado con Jesse Leal? Se ordenó mantener la calma, pues tal vez se tratara de otro asunto.

Ness: ¿Y sobre qué cosas deseabas conocer la verdad?

Zac se sirvió un coñac.

Zac: ¿Quieres uno? -fue su respuesta-. Te veo algo pálida.

Vanessa se pasó la lengua por los labios.

Ness: Estoy bien -mintió-.

Zac dio un trago de la copa, que agitó suavemente con un movimiento circular. Se mostraba muy calmado, y eso resultaba irritante. Los peores temores de Ness parecían confirmarse por momentos.

Zac: Quería formularle algunas preguntas sobre mi esposa.

Ness: Ajá. Tu esposa -repitió con un hilo de voz-.

Zac: Sí, y en ese sentido, el señor McPhee me ha sido de gran ayuda. Para empezar, me ha informado de que no estuviste en Harwood Hall.

El corazón le dio un vuelco.

Ness: ¡Eso no es cierto!

Zac: ¿Ah, no? Justin habló con el mayordomo, el ama de llaves y una doncella. No estuviste allí, Vanessa.

Ness: Los criados… son amigos míos. Les hice jurar que no me delatarían.

Zac volvió a remover la copa.

Zac: Y también está el asunto de la noche que pasé en Lemming Grove. En esa ocasión también saliste.

A Ness le costaba respirar. ¿Cómo lo habría descubierto McPhee? ¿Cómo podía haberse enterado?

Ness: Puedo explicártelo.

Zac: ¿Ah, sí? Adelante, pues.

¿Por qué no le gritaba?, se preguntó ella. ¿Por qué no se enfurecía ni le decía que la estrangularía, o al menos que la encerraría con llave en su habitación? Aquella calma absoluta era peor que todo lo demás.

Aspiró hondo y soltó el aire despacio.

Ness: Tiene una explicación muy sencilla. Cuando estuve en Harwood Hall, Greta, el ama de llaves que has mencionado, me comentó algo sobre la casa que mi familia poseía en la ciudad. Apuntó la posibilidad de que el diario de mi madre se encontrara allí.

Zac: Ya, claro, el misterioso diario. Debí figurármelo.

Ness: La casa se encuentra en Greenbower Street, que no queda lejos de aquí. Sabía que no te parecería bien que fuera, así que decidí acudir sola. Salí de casa poco antes de la medianoche.

Miró a Zac. ¿Debía mencionar la aparición de Jesse Leal? Si lo hacía y resultaba que él no sabía nada, se disgustaría más de lo que ya lo estaba. La cabeza le daba vueltas, intentando adivinar lo que McPhee podía haber descubierto. Le pareció que era su deber tratar de mantener a Jesse al margen.

Ness: Fui a pie… hasta la casa, y tuve la suerte de encontrar una ventana abierta en la parte trasera. -Intentó esbozar una sonrisa-. Mi padrastro vendió la casa a sir Leonard Manning, un hombre que en estos momentos no se encuentra en la ciudad. Busqué por todas partes, pero…

Zac: Pero también en esta ocasión, desgraciadamente, saliste de allí con las manos vacías.

Ness: Así es.

Zac: Qué lástima, Vanessa. Tal vez si hubieras contado con la ayuda de alguien, habrías tenido más suerte. De alguien como, por ejemplo, Jesse Leal.

Ness estuvo a punto de desmayarse. Por un instante vio unos círculos negros que bailaban frente a sus ojos. Y tal vez sí llegó a perder el sentido, pues cuando abrió los ojos de nuevo, Zac le daba a beber un sorbo de su coñac.

Zac: Bebe un poco, cariño. Te sentirás mejor.

Ella obedeció y sintió la quemazón del licor bajándole por la garganta.

Ness: No… no es lo que crees. Jesse y yo… nos encontramos por casualidad. Él vive en Mayfair, ¿sabes? Iba en su carruaje, camino de su casa. Me vio en la calle y se negó a dejarme seguir si no le contaba adónde me dirigía y qué pensaba hacer. Cuando se lo conté, no quiso que fuera sola.

Zac: El señor Leal es un hombre de lo más protector, qué duda cabe.

Ness: Sí, lo es. Además somos amigos. Temía que me sucediera algo malo.

Le tenía delante, de pie, imponente en su estatura, y él la miraba como si fuera alguien a quien apenas conocía. Debía llegar hasta él. No soportaba por más tiempo aquella expresión distante, inaccesible, de su rostro.

Redujo la distancia que los separaba, tomó la copa de su mano, se levantó y le rodeó el cuello con los brazos. Se dejó impregnar por la fragancia de su colonia. Sus cabellos claros se enredaron en sus dedos. Apoyó la mejilla en el hueco entre su cuello y su hombro, y sintió los rápidos latidos de su pulso.

No estaba tan calmado como parecía.

Ness: Lamento haberte mentido. No debería haberlo hecho. Debería haberte contado la verdad, pero temía tu reacción. Sabía que te enfadarías.

Se inclinó, presionó los labios contra su cuello, se puso de puntillas y lo besó. Zac no le devolvió el beso, permaneció inmóvil, con las manos inertes a ambos costados.

Daba miedo.

Volvió a besarle, le separó los labios e introdujo su lengua. Se apretujó más contra su cuerpo y sintió la tranquilizadora dureza de su excitación. La deseaba, como siempre.

Zac: Vanessa… -dijo con voz angustiada-.

Dios, ¿qué había hecho?, pensó ella. No había sido su intención herirle de aquel modo. Lo amaba. No sabía cómo, pero debía hacerse perdonar.

Ness: Lo siento mucho, Zac. -Cubrió de besos las comisuras de sus labios, volvió a abrirle la boca con otro beso apasionado. Recurriendo a aquellos trucos eróticos que él mismo le había enseñado, le rozó la lengua con la suya, jugueteando, insistiéndole a responder-. Debería haberte dicho la verdad. Ojala lo hubiera hecho, créeme. No volveré a mentirte nunca, te lo juro.

Pero él parecía no oír sus palabras. Su cuerpo seguía agarrotado. Ness temió que de un momento a otro la apartaría de su lado.

Con manos temblorosas, cada vez más desesperada, le quitó la chaqueta, desabotonó su chaleco gris perla y lo arrojó al suelo. Le tomó la cara entre las manos y unió sus labios en otro beso apasionado.

Pero Zac seguía evasivo. Ella le sacó la camisa de los pantalones y con urgencia se la desabrochó, ansiosa por tocarle, por vencer aquella gelidez aterradora. Él no cooperaba, pero no se resistió cuando Vanessa le quitó la camisa y lo besó a la altura de su corazón.

Sintió su sabor salado, la vibración de sus músculos al moverse. La respiración de Zac se hacía más profunda, su pecho subía y bajaba. Ella resiguió uno de sus pezones con la lengua y le mordió la punta.

Pero él seguía sin entregarse.

Cuatro minúsculos botones cerraban el escote de su vestido de talle alto. Se los desabrochó en un momento, le agarró una mano a Zac y la llevó al interior de su enagua, insistiéndole a acariciarle el pecho. El pezón se le endureció. Su esposo gimió y masculló:

Zac: Vanessa, esto no va a cambiar…

Ella le acalló con un beso, más asustada que antes. Le cogió la mano, lo llevó a la cama y lo sentó en el borde. Parecía tan cansado, demasiado exhausto para protestar cuando ella se arrodilló, le quitó los zapatos y empezó a desabotonarle los pantalones. Su mástil brincó, grueso y tieso, más dispuesto que él mismo a entregarse. En cuestión de segundos, ella le había quitado sus ropas y se había desnudado.

Pero él seguía sin responder.

Por el amor de Dios, si siempre se había mostrado apasionado, fiero incluso cuando le hacía el amor. Había sucedido algo muy grave. Lo besaba una y otra vez, buscando transmitirle el amor que sentía, rogando, de un modo u otro, poder reparar el dolor que le había causado.

Casi se echa a llorar al sentir las manos de él sobre sus pechos, al ver que al fin empezaba a sucumbir a su deseo. Tras las manos se rindió su boca, que empezó a chupárselos, a llenarla de calor, de deseo, de una excitación desbordante.

Arqueó la espalda para facilitarle el camino. Pero él no intentó hacerla suya. Ness cerró los ojos y unas lágrimas ardientes resbalaron por su cara. Le suplicó que se tendiera sobre ella, sin dejar de besarlo, decidida a demostrarle cuánto lo amaba.

Ness ahogó un grito cuando las manos de Zac le rodearon la cintura, la levantaron en el aire y la sentaron sobre él. Sus ojos se encontraron, y el dolor que ella observó en los suyos le destrozó el corazón.

Ness: Lo siento mucho… -susurró-. De verdad, cariño.

Él susurró su nombre con tal tristeza que la preocupación de Ness no sólo no menguó, sino que aumentó. Se incorporó y se soltó el cabello, que le cayó por la espalda. Zac se lo acarició, despeinándola.

Zac: Siempre me ha encantado tu pelo -dijo con voz quebrada-.

Volvió a levantarla y, muy despacio, fue penetrándola. Estaba unido a ella, era parte de ella, y pasara lo que pasase, Ness sabía que siempre sería así. Echó el pelo hacia delante y los dos quedaron atrapados en una especie de crisálida en cuyo interior se besaron. Lo amaba. Y deseaba proporcionarle el placer que él siempre le había dado.

Se incorporó y, lentamente, volvió a hundirse, intentando encontrar el ritmo, decidida a complacerle. Sentía que Zac tensaba los músculos, notaba su fuerza con cada movimiento.

También crecía su propio placer. El calor y el deseo se apoderaban de ella, mezclados con el temor a perderle. Zac le mordisqueaba los labios, la embestía con más fuerza, y el placer inundaba a Vanessa, haciéndole temblar todo el cuerpo. El amor que sentía por él le llenaba el corazón y, combinado con sus movimientos rítmicos, no tardó en llevarla al clímax.

Zac lo alcanzó segundos después. Exhausta, saciada, ella se dejó caer sobre su pecho, rezando por que al fin la hubiera perdonado.

Debió de quedarse dormida un momento, porque cuando despertó Zac se encontraba junto a la cama, casi vestido del todo. Tras abrocharse los puños de la camisa, se puso la chaqueta sobre el chaleco.

Zac: No hacía falta, Vanessa -observó con frialdad. Al parecer, volvía a enorgullecerse de aquella irritante calma-. Pero admito que ha sido un buen regalo de despedida.

El miedo volvió a instalarse en ella con tal fuerza que temió morirse allí mismo.

Ness: ¿De qué estás hablando?

Zac: Estoy hablando de poner fin a la farsa de este matrimonio. Ya he iniciado los trámites de su anulación. Si todo va bien, en pocos meses los dos seremos libres.

Ness: ¿Vas… vas a poner fin a nuestro matrimonio?

Zac: Deberías alegrarte, cariño. Una vez libre, podrás tener al señor Leal.

Ness tragó saliva, intentando pensar, luchando contra las lágrimas que le quemaban la garganta.

Ness: No quiero a Jesse, nunca le he querido. Ya te he dicho que sólo somos amigos.

Zac se alisó la chaqueta y tiró de los puños de su camisa.

Zac: Te deseo lo mejor, querida, de verdad.

Dio media vuelta y se dirigió a la puerta.

Ness: ¡Zac, espera! -Se envolvió el cuerpo desnudo con la sábana y corrió hacia él. Desesperada, se agarró de su brazo para impedir que saliera-. Por favor, no lo hagas. Sé que no debería haberte mentido. Debería haberte confiado la verdad. Te quiero, Zac.

Él la miró con un destello de crueldad.

Zac: Qué curioso que hasta ahora no me lo hayas dicho nunca. Tal vez esto de ser condesa te resulte más atractivo de lo que creía.

Ness: Tu título me da exactamente igual. Nunca me importó.

Zac esbozó una fugaz sonrisa.

Zac: Mejor para el señor Leal, entonces.

Dicho esto, salió del dormitorio y cerró la puerta.

Ness se desmoronó en el suelo, hecha un ovillo de sábanas y cabellos negros. Desgarradores sollozos le sacudían todo el cuerpo. Estuvo horas llorando, hasta quedarse sin lágrimas. Oía a su marido en el cuarto contiguo; no dejaba de moverse de un lado a otro mientras hablaba con su ayuda de cámara. En un momento determinado oyó cerrarse la puerta. Zac se iba, se marchaba de allí, ponía fin a su matrimonio.

Podía hacerlo. Era conde y su poder era grande.

Además, ¿por qué no habría de hacerlo? Ella le había mentido desde el principio, una y otra vez. Los años que había pasado con su padrastro la habían llevado a desconfiar de la gente, especialmente de los hombres. Pero en su esposo sí había llegado a confiar. Y lo amaba más que a la vida misma. Había querido darle celos, sí, pero sólo para que él la amara más. Y ahora él creía que lo engañaba con Jesse Leal. Menudo desastre.

Debía demostrar su inocencia, hallar el modo de convencerlo.

Le pediría a Jesse que la ayudara, que le explicara a Zac que entre ellos no había nada. A él le creería. Pero Jesse se había ausentado de Londres para visitar a un pariente enfermo que vivía en Nueva York. No sabía cuándo volvería, ni qué sucedería si los dos hombres se encontraban cara a cara.

Su mente era un torbellino. Debía pensar con claridad. Debía decidir qué camino seguir. Estaba locamente enamorada de su esposo, y no soportaba la idea de perderlo.

Zac pensaba irse de la ciudad, pasar un tiempo en Riverwoods, olvidarse de Vanessa y de su fracaso matrimonial. De momento, lo único que quería era salir de aquella casa, alejarse de su mujer, del recuerdo de sus besos, de la suavidad de su piel, de la dulzura que había sentido en ella cuando la sostenía entre sus brazos.

Cogió el sombrero de copa, cruzó la puerta principal, subió a su carruaje y se fue derecho al club. Las horas siguientes las pasó sentado solo, emborrachándose.

Poco después de medianoche, tambaleante, subió hasta una de las habitaciones privadas, donde podría quedarse sin que nadie le preguntara por qué no había regresado a casa.

En el mundo de la aristocracia, en el que los matrimonios solían ser concertados, no era frecuente que las parejas se demostraran verdadero afecto. En la práctica, marido y mujer llevaban vidas separadas, de manera que ambos podían entregarse a sus aventuras privadas. Pero, por sorprendente que pareciera, Zac no quería tener amantes. Su corazón había recibido un duro golpe, y tras perder a Vanessa no sentía el menor deseo por ninguna mujer. Excepto por la suya, claro, que era precisamente aquélla con la que no podía estar. Trató de no pensar en la última vez que habían hecho el amor, en la desesperación, en la tristeza que parecía envolverlos mientras sus cuerpos se unían por última vez. Él no quería que sucediera, no creía que fuera a suceder. Pero la atracción que sentía por Vanessa no la había sentido jamás por otra mujer, y le había resultado imposible resistirse a su inocente seducción.

Envidiaba a Leal.

Al pensar en el amante de Vanessa, su mano se agarrotó en un puño apretado. Visualizó a Jesse acariciando aquellos preciosos pechos, saciando su pasión en el cuerpo sensual de Vanessa. Se le removía el estómago. Cerró los ojos para apartar aquella visión, y entró en la pequeña habitación. Se sirvió un coñac.

Estaba bebiendo demasiado, pero no le importaba. Se acabó la copa, volvió a llenarla y dio otro trago generoso. No quería pensar. El alcohol aliviaba el dolor, aunque sólo un poco, no lo bastante para hacerle olvidar.

La semana transcurría despacio. Debía regresar a casa y recoger sus cosas, preparar su habitación en Riverwoods. Prefería no imaginar si encontraría a Vanessa en casa, o si ésta habría salido con su amante.

Por suerte para él, Leal no estaba en Londres cuando Zac había descubierto que mantenía un romance con su mujer. Según constaba en el informe de McPhee, en aquellos momentos se dirigía a su residencia familiar en Nueva York. De haberse encontrado en la capital, debería haberse enfrentado a un duelo o, cuando menos, a una buena paliza.

Afortunadamente, Zac había recobrado la cordura antes de que eso sucediera. Había aceptado el desagradable hecho de que había sido él quien había traicionado a Vanessa, no al revés. Había dejado a su esposa siempre sola, la había mantenido a distancia en todo momento, menos cuando hacían el amor.

Ojala pudiera cambiar las cosas, contarle qué sentía por ella, confesarle que la amaba. Mejor aún, demostrárselo. Pasaría todo el tiempo que pudiera con ella, haría lo que fuera para que fuera feliz, para borrar aquella expresión de soledad que con tanta frecuencia le asomaba al rostro.

¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué se había resistido tanto a demostrarle su amor?

En el fondo lo sabía bien. Tenía trece años cuando su madre murió, tras una lenta y dolorosa agonía de semanas durante la que él estuvo a punto de enloquecer. El sufrimiento de ella, la impotencia que él sentía al no poder hacer nada, habían sido una tortura. Se odiaba por no ser más fuerte, más duro. Debería haber sido capaz de enfrentarse a aquella muerte, no permitir que le destrozara el corazón.

Pero había aprendido bien la lección. En los años siguientes había aprendido a aislarse de sus sentimientos, a protegerse para no sufrir nunca más de aquel modo. Y había optado por la solución más fácil, dando rienda suelta a su lado más instintivo, sumergiéndose en el materialismo y el placer más extraviado. Tanto se había cegado que falló a su padre cuando éste más lo necesitaba.

Y ahora acababa de fallar a su mujer.

Zac bajó a la sala de juegos. Había llegado el momento de volver a casa, de dejar el santuario del club y preparar su viaje al campo.

Que debía ser pronto, se dijo.

Pero en lugar de irse, se dirigió a una de las mullidas sillas situadas frente a la chimenea. Estaba a punto de sentarse cuando apareció el duque de Sheffield. No sabía si debía alegrarse de reunirse con su amigo, o si debía temer la conversación que estaba punto de producirse.

Will: He estado en tu casa, pero como al parecer nadie sabía dónde estabas, se me ocurrió buscarte aquí. ¿Te importa que me siente?

Zac negó con la cabeza.

Zac: Aunque debo advertirte que no soy la compañía más grata en estos momentos.

Will hizo una señal al camarero, que le llevó una copa de coñac.

Will: Tienes un aspecto lamentable -observó Sheffield removiendo la copa-.

Zac: Gracias.

Will: Circulan rumores. Se dice que has iniciado los trámites para la anulación de tu matrimonio.

Zac se incorporó en el sofá de cuero.

Zac: ¿Cómo es posible que alguien lo sepa?

Will: Supongo que algún funcionario se habrá ido de la lengua. O alguno de tus criados habrá oído algo que decíais. Imagino que se lo habrás comunicado a Vanessa.

Zac: Sí. -Bajó la vista y se concentró en la copa de coñac que sostenía entre las manos, pero no bebió-. Tenías razón en lo de Leal y Vanessa. Encargué a McPhee que investigara el asunto.

Will entrecerró los ojos.

Will: ¿Estás seguro? Yo diría que tu esposa está enamorada de ti.

Zac desvió la mirada. Ojala su amigo tuviera razón.

Zac: Es culpa mía. La ignoré casi por completo. Casi la arrojé en brazos de otro hombre.

Will dio un sorbo a su coñac.

Will: Malditas mujeres. De un modo u otro, siempre te engañan.

Zac sabía que lo decía por Miley, la joven con quien había estado comprometido, y a la que encontró en la cama con uno de sus mejores amigos. Nunca se había repuesto de aquella infidelidad.

Zac: Te repito que la culpa es mía. Desde el principio de nuestro matrimonio no supe llevar bien las cosas. Diablos, en realidad lo hice todo mal ya desde antes de la boda.

Will: Tal vez. En cualquier caso, no me parece normal que una mujer se rinda tan pronto cuando ama a un hombre. Y más tratándose de una mujer tan enamorada.

Zac: Vanessa no me ha querido nunca. Quizá, durante un tiempo, pensó que me quería.

Will: ¿Y tú? ¿La querías tú?

Zac dio un trago al coñac, mientras pensaba en la noche en que la había descubierto en su gabinete y la había acusado de mover las piezas del ajedrez, y en la partida que habían jugado a continuación y que ella había ganado.

Zac: La amé casi desde el principio. He sido un estúpido, Sheffield, y me merezco todo lo que me pasa. -Will se mantuvo en silencio-. Si no te importa, creo que me retiro a descansar.

Eran apenas las nueve, pero se sentía agotado.

Will: Todo esto pasará, amigo mío -trató de animarlo-. Hay más mujeres en el mundo.

Pero él mismo todavía no había encontrado a la suya. Y Zac creía que no iba a correr mejor suerte.

Ness intentaba fingir que su vida discurría con normalidad. Ya se había visto sola en otras ocasiones, incluso con Zac en casa. Pero sin él se sentía muy desgraciada.

Habían transcurrido apenas siete días desde su marcha, pero a ella le parecían años. No había contado a nadie lo de la anulación, ni siquiera a Britt y Alysson. Tarde o temprano debería explicarles algo. Una vez el anuncio apareciera en los periódicos, todo el mundo lo sabría.

Aquella tarde su hermana se presentó en casa sin avisar, y Ness no tuvo duda de que se había enterado. Dios santo, el trámite ya debía de haberse hecho público. Cuando Simon anunció la llegada de Alysson, se le encogió el estómago. Forzó una sonrisa y salió a recibirla.

Alysson: ¡Ness! -Sonreía tanto que se le formaba un hoyuelo en la mejilla-. ¡Ha sucedido algo maravilloso!

No se trataba precisamente del saludo que Ness temía. Se sintió como una tonta al experimentar alivio; que la verdad saliera a la luz era sólo cuestión de tiempo.

Ness: Cálmate, cielo. -La cogió de la mano, la llevó al salón y cerró la puerta. Con el conde fuera de casa, el servicio ya tenía bastante tema de conversación, no le hacían falta más-. Muy bien, cuéntame qué es eso que te tiene tan emocionada.

Alysson: Es John. ¡Me ama! Tenía tanto miedo de que se hubiera casado conmigo sólo por lástima. -Soltó una alegre risotada-. Ayer noche me dijo que me quería tanto que a veces no podía respirar. Me confesó que me mira y que el amor le desborda. Yo le dije que también le amaba, y entonces me besó, y fue tan bonito, Ness…

Vanessa quiso expresar lo contenta que estaba por ella, pero en vez de palabras sólo sacó una especie de gruñido. Los ojos se le llenaron de lágrimas, y desde su ser más oculto se le escapó un sollozo. Sintió que las piernas le flojeaban, y temió caer al suelo.

Alysson: ¡Ness! -La sostuvo por la cintura y la ayudó a alcanzar el sofá. Apoyándose en su hermana, logró sentarse-. ¿Qué tienes, Ness? Dios santo, ¿qué ha sucedido?

Las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas. Alysson sacó un precioso pañuelo de encaje de su bolso.

Ness lo cogió y se secó las lágrimas, mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

Ness: Zac me ha dejado.

Alysson: Pero ¿qué…? Zac es tu esposo. No puede dejarte así como así.

Ness cerró los ojos, pero las lágrimas siguieron brotando.

Ness: Yo quería lograr que me amara. Pensé que si le daba celos… si creía que otro hombre me encontraba atractiva, tal vez su amor por mí se haría más fuerte. -Trató de reprimir las nuevas lágrimas que asomaban a sus ojos-. Jesse aceptó ayudarme. Los dos… a los dos nos pareció buena idea.

Contó a Alysson todo lo sucedido, le explicó que Zac no creía que hubiera estado en Harwood, que los criados habían mentido para protegerla y habían terminado por convencerle de que nunca había estado allí. Le confesó que se había colado en la ex residencia familiar en Londres, la casa de Greenbower Street, y que se había encontrado a Jesse por casualidad, y que él la había acompañado, y que Zac había descubierto que aquella noche estuvieron juntos, y que creía que se trataba de un encuentro amoroso.

Alysson le apretó la mano con fuerza.

Alysson: Todo se arreglará, Ness, ya lo verás. Lo aclararás todo. Tienes que buscar la manera de que entienda que dices la verdad. Ve a Harwood y tráete a Greta. Que le diga ella a Zac que estuviste allí.

Ness: No la creerá. Pensará que le he pagado para que diga lo que me conviene. O algo por el estilo.

Alysson: Tal vez John podría hablar con él. Él y yo le explicaremos que Jesse y tú sois sólo amigos.

Ness: No; diría que sois demasiado inocentes o demasiado hipócritas.

Alysson: Entonces debes escribir a Jesse. Pedirle que vuelva y que se explique.

Ness negó con la cabeza.

Ness: En un primer momento me planteé todas esas posibilidades. Creía que podría hallar la manera de demostrar mi inocencia, que todo se arreglaría. Pero luego me di cuenta de que tal vez haya una razón que explique todo esto.

Alysson: ¿Razón? ¿Qué razón?

Ness tomó aliento, temblorosa.

Ness: ¿No lo ves? Quizás ésta es la oportunidad perfecta que a Zac le hacía falta para poner punto final a nuestro matrimonio. Él quería casarse con una rica heredera, no con una mujer sin herencia. Y ésta es su gran ocasión. -Desde el principio había sabido que era así. Si no se hubiera sentido obligado a casarse con ella, Zac lo habría hecho con Samantha Fairchild o con cualquier otra rica casadera. La mitad de las jóvenes de la alta sociedad habían quedado deshechas al saber que el conde de Brant se había casado con una mujer desconocida que provenía del campo-. Una vez quede libre -concluyó-, podrá casarse con la mujer que quería, como quería antes de que yo lo atrapara.

Alysson: Tu intención no era atraparlo -susurró, abrazándola-. A veces las cosas pasan.

Ness apoyó la cabeza en el hombro de su hermana. Alysson estaba creciendo deprisa. Ya era una mujer. Una esposa. A Ness le gustó tener a alguien con quien poder sincerarse.

Ness: Debo dejarle libre, Alysson. Zac merece ser feliz. Conmigo nunca lo ha sido. Siempre ha hecho todo lo posible por mantenerse lejos de mí.

Las lágrimas regresaron a sus ojos, y lloró apoyada en el hombro de su hermana, Notó que su esbelto cuerpo se agitaba, y supo que también estaba llorando.


4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Muy triste...
((lloro))
Se van a separar??
Noooooooooooooo
que mal..
y ahora??
siguela..
espero el otro capi..
:D

TriiTrii dijo...

NNNNOOOOOOOOO!!!! :'(
Pq!!!??? Por favorr q nc separeeenn
Te lo ruegoooo!!!!
Siguelaaa
Esperare hasta tomorrow!!!
te quiero mucho amix..!
Kiiss

Natalia dijo...

ohh..sabes? se me saltaron hasta las lagrimas..
porfavor siguela prontisimo..porfavor..
dioos..
pobre Nessa..y pobre Zac..que no se separen por dios..
muackk

Carolina dijo...

bien! soy el 4 coment!!
ia vamos mejorando!!
y respecto al cap! es lo mas dramatico,se los juro...! pero como despues d cada tormenta hay un arcoiris... ia veran xq!
tkm mucho loki!!
sigan comentando!!

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