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miércoles, 18 de mayo de 2011

Capítulo 24


Hacía días que Zac no se levantaba tan descansado. Se giró en la cama para abrazar a su esposa, pero ésta no estaba. Se puso una bata de seda roja y se acercó a la puerta que comunicaba los dos dormitorios.

En un primer momento no la vio, pero entonces oyó un ruido y la descubrió tras el biombo pintado de la esquina, devolviendo en el orinal.

Zac: ¡Vanessa! -Hizo gesto de acercarse a ella, pero cambió de dirección y se dirigió al tocador. Llenó de agua la palangana, humedeció un paño y le sirvió un vaso de agua-.

Ella seguía inclinada sobre el recipiente.

Vanessa cogió el paño con mano temblorosa.

Ness: No quería despertarte. -Se lo pasó por la cara y el cuello y esbozó una fugaz sonrisa-. Debo de haber comido algo que me ha sentado mal.

Zac frunció el ceño.

Zac: Pensaba ir a Watford esta tarde, y llevarte conmigo, pero tal vez sea mejor que me quede en casa.

Ella negó con la cabeza.

Ness: No seas tonto. No puedes hacer nada para ayudarme y, además, ya me encuentro mejor. ¿Cuánto tiempo pensabas estar fuera?

Zac: Dos días, tres como máximo.

Ella volvió a lavarse la cara, y tomó el vaso de agua que él le tendía.

Ness: Quiero que vayas. Aunque te quedes no me ayudarás en nada.

Zac: Si me fuera, no haría más que preocuparme por ti.

Ness: Ve, Zac, por favor. Si te quedas, no descansaré bien. -Miró el orinal y se ruborizó-. Además, preferiría que no me vieras en este estado.

Zac examinó su rostro y le pareció notar algo distinto, una especie de brillo que no había visto hasta entonces. Recordó la redondez de los pechos que había acariciado aquella misma noche, la ligerísima curva de su vientre.

Y por la mañana se sentía mareada.

Zac había conocido a bastantes mujeres. Se sentían cómodas a su lado, confiaban en él, Ashley entre ellas. Tal vez Vanessa todavía no lo hiciera, pero él creía saber muy bien qué le ocurría a su esposa. Estaba embarazada.

La simple idea le encogió el corazón.

En tanto que conde, había llegado el momento de pensar en la descendencia. Su obligación era dar un heredero al título y la fortuna de los Brant. Deseaba con locura tener hijos. Cuando era niño, había soñado con tener un hermano o una hermana, y se había sentido feliz con la llegada de sus tres primos, los Seeley. Adoraba al pequeño David, y esperaba con impaciencia el día en que nacerían sus propios descendientes.

Ojalá pudiera estar seguro de que el hijo que su esposa esperaba era suyo.

Bajó la vista y miró a Vanessa, que seguía pálida, aunque menos temblorosa.

Zac: Si estás segura de que vas a estar bien, creo que seguiré adelante con mis planes.

Le hacía falta poner distancia de por medio, necesitaba tiempo para asimilar esa nueva preocupación. Debía asumir la posibilidad de que el hijo que su mujer esperaba fuera de otro.

Aquella posibilidad no la había imaginado cuando se casó con Vanessa. Y no se trataba de algo fácil de aceptar para un hombre como él. Necesitaba tiempo. Con unos días para reflexionar, tal vez se resignara a la idea de que Jesse Leal podía ser el padre del hijo que Vanessa estaba esperando.

Vanessa lo vio sólo brevemente antes de que partiera para Watford. Tal vez no debería haberse trasladado a su dormitorio hasta que hubieran desaparecido las náuseas matutinas, pero no podía esperar ni un día más a cerrar la terrible brecha que se había abierto entre ellos.

Creyó que podría ocultarle su malestar, y que éste pasaría rápido. A partir de ese momento debería ir con más cuidado, al menos hasta que recibiera la respuesta a la carta que había enviado a Jesse.

Rogaba a Dios que Leal le ayudara a salir del lío en que se había metido ella sola.

Hacía apenas dos horas de la partida de Zac cuando Vanessa recibió un mensaje urgente de Alysson.

Ness le había hablado a su hermana de la intención de su padrastro de vender Windmere, y le había confesado que estaba decidida a encontrar el diario de su madre. Pero Alysson nunca se había sentido tan unida a la preciosa finca de los Costwolds, y creía que Ness debía olvidarse del pasado y mirar al futuro.

Alysson: Siempre que has intentado encontrar el diario de mamá, no has conseguido sino meterte en líos. No sé qué fue lo que hizo Jack Whiting, pero sea lo que sea pertenece al pasado. No merece la pena que vuelvas a correr más riesgos.

Estaban sentadas en el salón Azul. Bueno, la que estaba sentada era Alysson, porque Ness no dejaba de pasearse delante de la chimenea.

Ness: Ese hombre mató a nuestro padre, Alysson. Le arruinó la vida a mamá, y nos robó la casa que ella tanto amaba y que deseaba que nosotras heredáramos. Demostrar su culpabilidad bien merece que asuma ciertos riesgos.

Alysson sostenía entre los dedos un trocito de la misma tela de su vestido de terciopelo color ciruela. Desde que se había casado parecía mayor, pero no por ello menos encantadora. En realidad, tal vez sus encantos fueran mayores.

Alysson: Tal vez tengas razón -acordó-. Yo he venido a decirte que, en teoría, la venta va a cerrarse pasado mañana.

Ness: ¿Qué?

Alysson: Eso es lo que me ha contado John. -Ness había pedido a su hermana que mantuviera bien abiertos los oídos. Lord John era muy conocido en la ciudad, y parecía estar al corriente de todos los cotilleos que circulaban por Londres-. Según él, el comprador es un tal Baldwin Slaughter. Iniciará la reforma del edificio el mismo día en que la propiedad pase a su nombre.

Ness: ¡Dios santo! Una vez empiecen a demoler, desaparecerá toda posibilidad de encontrar el diario. Debo entrar en la casa antes de que los nuevos propietarios accedan a ella.

Alysson: Pídele a Zac que te lleve.

Ness: Tal vez lo haría, pero no se encuentra en la ciudad. -En realidad no creía que fuera a ayudarla a entrar a escondidas en la casa de su padrastro-. Y no volverá antes de que la venta se haya cerrado.

En cualquier caso, no pensaba caer en el mismo error de antes. Esta vez le escribiría una carta para exponerle lo importante que era aquello y el poco tiempo de que disponía. Le suplicaría que no se enfadara con ella por irse sola.

Ness: Al menos Windmere no está tan lejos -le dijo a Alysson-. Y viajaré con mi propio carruaje.

Se llevaría consigo a Evan, el joven lacayo; lo conocía desde que había entrado a trabajar como ama de llaves y confiaba plenamente en él. Junto con Bob, el cochero, un hombre grande y corpulento, la expedición sería sin duda segura.

Ness: Como ya te he dicho, el tiempo apremia. Saldré hacia Windmere mañana a primera hora. Creo que el trayecto dura unas cuatro horas. Me dará tiempo de registrar la casa y regresaré mañana mismo, por la noche.

Alysson: Tal vez debería acompañarte.

Ness negó con la cabeza.

Ness: De ninguna manera. Si te ocurriera algo, tu marido me mataría.

Alysson: Creo que tú tampoco deberías ir, Ness.

Ness: Debo hacerlo. Es nuestra última oportunidad de llevar a Jack Whiting a los tribunales, y pienso aprovecharla.

Alysson no añadió nada más, pero Ness la notó preocupada. Y más lo habría estado de saber que estaba embarazada. Pero todavía faltaba mucho para el nacimiento, y tendría cuidado.

A Ness le preocupaba más lo furioso que se pondría Zac cuando leyera la carta. Aun así, no podía quedarse de brazos cruzados mientras la última oportunidad de atrapar a Jack Whiting se esfumaba.

Redactó la nota aquella misma noche, y la reescribió dos veces para asegurarse de que él la entendiera. Luego la cerró con un sello y la colocó en el escritorio del gabinete, donde seguro que la encontraría. Si todo salía como había planeado, él nunca habría de leerla. Regresaría antes que él, y ella misma se lo contaría.

Con suerte, también podría mostrarle el diario. Si lo hacía, Zac entendería por fin que había estado diciéndole la verdad desde el principio. Sabría que nunca le había sido infiel con Jesse Leal. Encontrar aquel diario era más importante que nunca, y ella estaba decidida a lograrlo.

Al caer la noche, un viento helado empezó a azotar las ventanas de la casa. Las ramas arañaban los cristales y la luna, tímida, se filtraba por las ranuras de las cortinas. Ness pasó varias horas en vela, intranquila, moviéndose en la cama, pensando en el día en que su padre había muerto, recordando la intensa pena de su madre.

Despertó más tarde de lo que habría querido, algo dolorida y cansada, pero decidida a seguir adelante con su plan. Tuvo algunas náuseas, que no duraron mucho, y al cabo de una hora ya estaba lista para partir. El elegante carruaje negro que Zac le había regalado esperaba en la puerta, y los caballos, impacientes, se encabritaban.

Se trataba de un carruaje que no había sido pensado para aquel tipo de desplazamientos, sino para circular por la ciudad en días más cálidos, con la capota bajada. Pero Zac se había llevado el coche que usaban en los trayectos largos, de modo que debía conformarse con el suyo.

Se había puesto un vestido grueso de lana azul y un sombrero de pieles a juego. Esperaba impaciente a que Lilian le pusiera la capa forrada de piel sobre los hombros. Cuando la chica lo hizo, Ness bajó la escalera.

Evan la ayudó a subir al carruaje y le puso una gruesa manta de viaje sobre las piernas para que se mantuviera en calor. El joven lacayo rubio montó en la calesa y se sentó junto al cochero, mucho más expuesto que ella a los cortantes vientos de noviembre.

Las cuatro horas de viaje acabaron resultando cinco. Para distraerse, Ness se llevó un libro de aventuras sacado de la biblioteca, aunque era difícil concentrarse, pues las manos y las mejillas se le adormecían de frío. Se detuvieron en varias posadas para entrar en calor, lo que les ayudaba pero a la vez retrasaba su llegada.

Ya era media tarde cuando llegaron al diminuto pueblo de Windingham, situado en los Costwolds, y se dirigieron a la casa de piedra arenisca que se asentaba en lo alto de una colina.

Windmere.

El nombre era como un susurro pronunciado a su oído, la inundaba de recuerdos y anhelos, y se le clavaba en el corazón. La propiedad llevaba dos años cerrada. Sólo el jardinero y su esposa vivían en la finca y se ocupaban de la casa y los campos.

Esperaba que la mujer, la señora Riddle, se acordara de ella y le permitiera entrar. Ella no tenía por qué saber que Ness era la última persona en este mundo a quien lord Harwood daría la bienvenida a su casa, pues precisamente intentaba demostrar su culpabilidad en un caso de asesinato.

Zac esperaba encontrar un respiro en Watford, el pequeño pueblo lejos del bullicio y el hollín de Londres, lejos de Vanessa. Pero pasó mala noche pensando en ella. Deseaba estar a su lado.

Al concluir la mañana siguiente, ya había conseguido la información necesaria sobre la propiedad que pensaba comprar, y decidió regresar a casa.

El trayecto no era largo, y llegó poco después del mediodía. No sabía bien qué sentía ante la idea de que su esposa estuviera embarazada -y de que el hijo que esperaba pudiera ser de otro hombre-, pero mantenerse lejos de ella no le había ayudado a poner en orden sus ideas.

Tal vez lo viera todo más claro al regresar a casa.

Simon: Bienvenido a casa, milord -le saludó en la entrada-. No le esperábamos hasta mañana o pasado mañana.

Zac: Sí, bueno, los negocios han salido mejor de lo previsto.

Habría podido quedarse un día más en la encantadora posada que había descubierto junto al río, siempre que Vanessa le hubiera acompañado. Pero, estando solo, había antepuesto su deseo de volver a su lado.

Zac: ¿Dónde puedo encontrar a lady Brant?

Simon: Lo siento, señor. La señora ha salido esta mañana en dirección al campo. Creo que le ha dejado una nota en su gabinete.

¿Vanessa se había ido? De inmediato sintió un nudo en la boca del estómago. Era la tercera vez que su mujer salía coincidiendo con una ausencia suya. En las dos ocasiones anteriores había ido al encuentro de su amante.

Cruzó el pasillo, impaciente por leer la nota. Seguro que debía haber alguna explicación. Vanessa le había dicho que le amaba. Le había jurado fidelidad. Y él la quería tanto que la había creído.

Pero buscó por todo el gabinete y no encontró nada. El nudo en el estómago se apretaba más y más. Volvió junto a Simon, que estaba cepillando el polvo del abrigo.

Zac: ¿Está seguro de que lady Brant ha dejado una nota?

Simon: No del todo, pero vi que llevaba una carta a su gabinete, y supuse que era para usted.

Regresó y buscó por todas partes, sin éxito. Subió y realizó una búsqueda completa en las habitaciones, y mandó llamar a Lilian.

Lilian: ¿Sí, milord?

Zac: Al parecer, la señora se ha ido. ¿Sabe dónde puede haber ido?

Lilian negó con la cabeza y, al hacerlo, se movieron sus curiosos cabellos rubios.

Lilian: No exactamente, milord. Pero dijo que el viaje no era muy largo y que estaría de regreso esta misma noche.

Zac: Gracias, Lilian.

Lilian: Creo que le dejó una nota, milord. En su gabinete.

Zac negó con la cabeza.

Zac: Ya he buscado, y no está.

Lilian arqueó las cejas.

Lilian: Qué raro. Vi cómo la escribía. Tal vez la haya dejado en su dormitorio.

Pero habían trasladado casi todas sus cosas a su habitación, y tampoco encontró nada.

Le dolía el pecho. Había depositado tantas esperanzas en el futuro común. Deseaba vivir con Vanessa. Creyó que sería posible.

Regresó a su dormitorio, se dejó caer sobre la butaca contigua a la cama. Se sentía asqueado. Asqueado y vacío.

Había vuelto a confiar en ella. Una vez más.

Había creído que ella se preocupaba por él.

Permaneció sentado un buen rato, sintiendo el fuerte latido de su corazón, el intenso dolor que se había instalado en su pecho. Debía de haber ido a encontrarse con Jesse. Tal vez a contarle que estaba embarazada.

Se levantó de la butaca maldiciendo.

Vanessa le había engañado desde el día en que la había conocido, le había mentido y se había burlado de él. Ya era hora de que se enfrentara al hecho de que no significaba nada para ella, de que jamás le había importado lo más mínimo. Ya era hora de que hiciera lo que debería haber hecho hacía semanas, cuando descubrió su infidelidad.

Cruzó el vestíbulo a toda prisa, pidió a gritos que le trajeran el carruaje. Ya no pensaba consentir que Vanessa siguiera riéndose de él. Esbozó una sonrisa triste. La manera de olvidar a una mujer era encontrar otra.

El estómago se le revolvió, indicándole que ésa no era la respuesta, pero las piernas seguían llevándole hacia la calle. No quería vivir ni un día más ese sentimiento, esa incertidumbre, esa desconfianza. Su matrimonio había terminado. Debía alejarse, alejarse de Vanessa antes de que fuera demasiado tarde. No sería fácil conseguir la anulación, pero creía que la lograría.

Su carruaje apareció por la esquina. No sabía adónde dirigirse. A algún lugar donde encontrar compañía femenina de la que costaba dinero, de la que no esperaba nada a cambio. Alguien que le ayudara a aliviar el dolor que torturaba su corazón.

El carruaje se detuvo frente a la entrada y un lacayo abrió la portezuela. Estaba a punto de subir cuando vio que Lilian se aproximaba a él, con aquel pelo rubio tan raro que le sobresalía por debajo del gorro.

Lilian: Espere, milord! ¡Espere, por favor!

Agitaba en la mano un trozo de papel arrugado, manchado de hollín.

Zac sintió que el corazón se le endurecía, que el muro que construía alrededor de él se hacía más y más alto.

Zac: ¿Qué sucede, Lilian? -le preguntó con frialdad-.

Lilian: Ésta es la nota, milord -respondió con la respiración entrecortada-. La nota de milady. La señora Rathbone la robó de su escritorio. Cuando entré en su dormitorio intentaba quemarla.

Zac se acercó y le arrancó el papel de la mano temblorosa. Se dispuso a leerlo, convencido de que, dijera lo que dijera, nada cambiaría lo que sentía en ese momento.

Se dijo que debía mantenerse objetivo e, ingenuo, creyó que lo lograría. Pero aquellas pocas líneas, escritas con su caligrafía femenina, lograron que sus ojos se humedecieran.

Querido esposo mío:

Sé que estarás enfadado cuando leas esta nota, pero esto es algo que debo hacer. Sólo espero que, una vez hayas concluido la lectura de estas líneas, llegues a comprenderme.

Me dirigo a Windmere en busca del diario de mi madre. Mi padrastro ha vendido la propiedad y ésta es mi última esperanza de encontrarlo. Sé que nunca has estado convencido del todo de su existencia, pero yo creo que mi madre descubrió que Jack Whiting había matado a mi padre y que en su diario puede encontrarse alguna prueba de ello. Si regresas antes que yo, perdóname, por favor. Te confirmo el amor que siento por ti. Cuando vuelva, encontraré la manera de demostrártelo.

Tu amante esposa,

VANESSA

Zac releyó aquellas palabras, más fríamente esta vez. Le decía que había partido en busca del diario. Era la misma excusa que ya había usado en las ocasiones anteriores. ¿Por qué había de creerla ahora?

Dobló el papel. Podía subir al carruaje y marcharse, olvidar a Vanessa, olvidar su matrimonio, olvidar que su esposa tal vez llevara en su interior el hijo de otro hombre.

O podía creerla.

Podía dar una oportunidad más al amor.

Le vino a la mente la imagen de Vanessa la última vez que estuvieron juntos, cuando ella alzó la vista y le miró con dulzura. «¿Puedo quedarme?» ¿En su cama? ¿En su corazón? Allí siempre parecía haber un sitio para ella.

Recordó los primeros días, cuando la conoció, recordó su valor la noche en que le había ayudado a liberar a Andrew de la cárcel. Siempre se había mostrado tenaz y decidida. Si existía aquel diario, no abandonaría en el empeño de encontrarlo, siempre y cuando existiera la más mínima posibilidad.

Miró hacia la casa, pensó en todos los años que tenía por delante, los años sin Vanessa, y supo que acababa de tomar la decisión.

Apretó la mandíbula y se volvió hacia Lilian.

Zac: ¿Dónde está la señora Rathbone?

Lilian: Arriba, milord.

Zac volvió a entrar en casa. Subía los peldaños de dos en dos, y no tardó en plantarse en los dormitorios del servicio.

La puerta de la señora Rathbone estaba entreabierta. Cuando entró la encontró caminando de un lado a otro, frente a la minúscula chimenea encendida. Al verlo palideció.

Rathbone: ¿Mi… milord?

Zac: ¿Por qué se llevó la carta?

La sirvienta se humedeció los delgados labios.

Rathbone: Yo… fue por error, milord. Estaba limpiando su gabinete. La carta se mezcló con el resto de la basura. Y la eché al fuego por equivocación. No sabía que era para usted.

Miró la chimenea. No había motivo alguno para que hubiera llevado la carta a su dormitorio.

Zac: Miente. Ha odiado a Vanessa desde el día en que llegó. No quería que viera la carta. Intentaba causarle problemas.

Rathbone: No, milord, eso no es así.

Él recordó algo, y una luz se encendió en su mente.

Zac: Usted sabía que yo me encontraba en el cuarto de baño el día en que le contó a la doncella lo de lady Brant, ¿verdad? Lo que quería era causarle problemas.

Rathbone: Es cierto que aquella noche salió, tal como yo dije.

Zac: Lo que haga o deje de hacer mi esposa no es de su incumbencia. Está usted despedida, señora Rathbone. Y sin referencias. Cuando vague por las calles buscándose el alimento, recuerde que mi esposa podría haberla despedido hace meses. Sólo gracias a su bondad de corazón usted mantuvo el puesto en esta casa.

Su rostro de espantapájaros se endureció.

Rathbone: Siempre se consideró muy lista. Mejor que los demás. Bueno, yo no pienso morirme de hambre, descuide. Su padrastro me ha pagado muy bien, para que lo sepa. Ya no me hace falta su miserable empleo.

Zac se sintió aturdido. La vieja hizo gesto de salir de la habitación, pero él se interpuso en su camino.

Zac: ¿Ha estado espiándonos? ¿Ha estado facilitando información a Harwood?

Rathbone: No he hecho nada que vaya en contra de la ley. Los dos estábamos preocupados por el bienestar de su hija.

«Sí, eso seguro.»

Zac: Usted ha leído la nota. ¿Ha informado a Harwood de que lady Brant se dirigía a Windmere?

La muy bruja sonrió maliciosamente.

Rathbone: Se trata de su casa, ¿no es cierto? Ese hombre tiene derecho a saber quién entra y sale de su propiedad.

Zac intentó controlar su ira.

Zac: Haga el equipaje y váyase de aquí. Le doy quince minutos. -Salió de la habitación y, a grandes zancadas, se plantó de nuevo en el vestíbulo-. ¿Cuánto tiempo hace que salió lady Brant? -preguntó a Simon-.

Simon: A última hora de la mañana, milord. Se hizo acompañar del lacayo, el señor Kidd.

Gracias a Dios. El cochero era un hombre grande y corpulento, y el lacayo, un servidor leal. Con todo, si era cierto que Harwood había asesinado al padre de Vanessa, o contratado a alguien para que lo hiciera, sería capaz de todo para impedir que las pruebas salieran a la luz.

Zac recordó las marcas de los azotes que había descubierto en la espalda de su esposa la noche de bodas. El miedo volvió a apoderarse de su ser. Harwood era un hombre despiadado. Si creía que Vanessa podía representar la menor amenaza para él…

Zac: Que ensillen mi caballo. No necesitaré el carruaje.

Simon: Muy bien, milord.

Quince minutos más tarde, se encontraba ya camino de Windmere, galopando a lomos de su negro corcel. Al llegar a alguna diligencia, alquilaría una montura descansada. De ese modo llegaría antes.

Sólo esperaba que Jack Whiting no llegara antes que él.




¡¡¡Esto se pone interesante!!!
¡Cada vez más!
Los capítulos siguientes, en mi opinión, son de los mejores.
Espero que os gusten.
¡Seguid comentando!
Que estoy muy contenta de que haya cada vez mas coments.
Y mirando las estadísticas del blog, descubrí que tengo lectores de Alemania, Canadá y Guatemala entre otros. ¡Increíble!
Eso sí me pone contenta.
Bueno, a ver si tengo algún coment en alemán XD XD
¡Bye!
¡Kisses!

11 comentarios:

TriiTrii dijo...

OMG!!!!!!!
siguelaaaa ya esta en lo capis mas culminantes!!!!!
Siiiiii!!!!
Esperare el capi con ansias!!!!
Ya quiero ver q pasaraaa!!!!
Hahaha te quierooo
Byee kiiss

Natasha dijo...

diooooss que super mega capii¡iii lo ameeeee pon el siguiente yaaa me muero de intrigaaa

zac al rescateee!!!


me dejastes emocionada... siguelaaaa yaaaaaaa

Natasha dijo...

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Carolina dijo...

super zac to the rescue!!
go Zac go!! xD
no mas le falta su capa y un escudo q diga "SZ" xD
se vienen los mejores!!
ia lo veran!!
sigan comentando!!
tkm mi loki!!

Natalia dijo...

Como se nota que Zac quiere a Vanessa eh?jajaja
que alegria mas grande qe tengas tantas lectoras, aunque con esta novela es para tenerlas vamos..
siguela prontoooo y si puedes por mas capitulos al dia, que esto está...bastante interesanteee!
Muackkkk

ҳ̸Ҳ̸ҳĸaʀყҳ̸Ҳ̸ҳ dijo...

OMG!!!
ya creia que lo engañaba
como odio a esa señora
zac al recate espero que llegue antes
aaaaaa no me dejes asi
super el capitulo
siguela pontooooo!!!!

baii baii

LaLii AleXaNDra dijo...

OMG..
esto se puso muy interesante...
como todo un principe que rescata a su princesa, zac va a rescatar a vanessa
:D
Awwwwwwwwwwwwwwww
que amor..
:D
mañana esperare el otro capi
:)

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