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domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo 17


Andrew dio por terminada su reunión con el coronel Pendleton en la Oficina de la Guerra. Abandonó el edificio y regresó al carruaje que esperaba frente a él. Según el coronel, no se había divulgado nada sobre el paradero de Víctor Vennet.

Sobre los franceses sí había sabido que las cosas empezaban a ponerse al rojo vivo. El primer ministro y los miembros del gabinete se mostraban cada vez más nerviosos. Y hacía dos semanas se habían puesto en contacto con él y le habían solicitado su ayuda.

Pendleton: Le necesitamos, capitán -le dijo el coronel-. Hasta ahora su asistencia nos ha resultado de un valor incalculable. Esperamos que capitanee una última misión.

Él había aceptado a regañadientes, aunque todavía no se había fijado fecha para la partida del Diablo de los Mares y de su tripulación.

Pendleton: La salida podría tardar todavía algunas semanas -le dijo durante su breve encuentro-. Max Bradley se encuentra aún en el Continente. Y quiero que se una a usted en esta misión. Él puede pasar perfectamente por nativo. Nos será de gran ayuda para conseguir información. Hasta que termine lo que se le ha encomendado y regrese a Londres, no tiene sentido que usted zarpe.

Ahora el carruaje avanzaba hacia la residencia que tenía en la ciudad, y Andrew se apoyaba en el asiento de cuero y maldecía en silencio. No le apetecía nada involucrarse en más acciones de guerra. Ya había cumplido sobradamente con su deber. Ahora le apetecía asumir los retos y los deberes que conllevaba su nuevo título de marqués.

Hasta su mente llegó una imagen de Brittany, de sus pechos algo más hinchados, de su vientre ligeramente redondeado por el hijo que esperaba. Incluso hubo un tiempo en el que quiso ser esposo, en el que había imaginado que, en un futuro lejano, encontraría a una chica obediente con la que casarse, con la que acostarse, a la que convertir en madre de sus hijos.

Brittany no era la clase de mujer en la que pensaba cuando pensaba en casarse. A decir verdad, era bastante opuesta. Y sin embargo, desde que la había conocido, no lograba arrancársela de la mente por más que lo intentara. La deseaba en todo momento, soñaba con hacerle el amor, recordaba con increíble claridad todas las veces en que la había hecho suya. Y ni alejándose a cientos de millas había logrado librarse de aquellos turbadores pensamientos.

Tal vez la solución fuera embarcarse de nuevo. Eso esperaba, pues nada más parecía funcionar.

El carruaje entró en un bache y Andrew se estremeció en su asiento. Dos mensajeros pasaron corriendo para entregar algún aviso. Un mendigo vestido con harapos alargó una mano sucia al ver acercarse el carruaje. Andrew se sacó una moneda del bolsillo del chaleco y se la lanzó.

Diez minutos después, el coche llegaba al exclusivo distrito de Mayfair y se detenía frente a su residencia de Brook Street. Con la mente ocupada en su próximo viaje, Andrew descendió del vehículo, subió la empinada escalera de piedra y selló la entrada.

***: Buenas tardes, milord -le saludó su mayordomo, que respondía al nombre de Owen y que con anterioridad había trabajado al servicio de Charles; se trataba de un hombre de cabello negro, con canas en las sienes, y estirado hasta lo inconfesable, que se apartó para dejarle pasar-. Me temo que en su ausencia se ha producido cierto revuelo.

Andrew clavó la vista en su empleado.

Andrew: ¿Qué clase de revuelo?

Owen: Al parecer ha llegado su esposa.

La noticia le impactó con la fuerza de un disparo, y vino seguida de una oleada de emoción que se negó a definir. No le pasó por alto la seriedad en los rasgos de su sirviente. Lo cierto era que no había comentado a nadie su matrimonio reciente, por lo que comprendía la sorpresa del servicio.

Andrew: ¿Dónde está?

Owen: En su dormitorio, señor. Su doncella y ella están deshaciendo el equipaje. Supongo que he hecho lo correcto al instalarla en la habitación de la marquesa.

Brittany estaba en su residencia londinense. En el piso de arriba, en un dormitorio contiguo al suyo. El corazón empezó a latirle con fuerza, la sangre le palpitaba en las venas. Dios, la simple idea de verla otra vez le hacía actuar como un colegial.

Andrew: Ha actuado usted como debía. Después de todo, la señora es mi esposa.

Owen: Felicidades, señor.

Andrew captó el ligero tono de desaprobación del mayordomo.

Andrew: Haré que se presente ante el servicio antes de que se vaya.

Porque no iba a quedarse, de eso no tenía duda. De ninguna manera iba a quedarse allí ni un minuto.

Mientras subía la escalera iba enfureciéndose más y más. Por el amor de Dios, aquella mujer era una descarada. Él era su esposo, ¡era el marqués de Belford! Y ella era su mujer, se suponía que debía obedecer sus órdenes. Y le había ordenado con claridad que se quedara en Belford Park.

Al llegar junto a la puerta de su dormitorio se detuvo un instante y llamó varias veces con los nudillos, antes de hacer girar el tirador y entrar sin permiso.

Brittany se estaba cambiando de ropa y en ese instante se encontraba de pie ante la ventana, con una enagua ceñida, ligas de encaje y medias, tan alta, excepcional y encantadora como la recordaba. Vio que los pechos le habían crecido un poco, que los pezones rosados eran más grandes, más redondos, más tentadores que antes.

La enagua caía con suavidad sobre la ligera curva de su abdomen. Según sus cálculos, debía de estar embarazada de casi cuatro meses, y sin embargo parecía más radiante, más encantadora que nunca. Se le secó la boca, sus músculos se tensaron y sintió que se le agarrotaba todo el cuerpo. Se dijo a sí mismo que no era amor, sino deseo.

Los ojos azules de Brittany se abrieron mucho al verlo. Buscó con la mirada la bata de terciopelo verde oscuro, que su doncella recogió del banco que reposaba a los pies de la cama con dosel, y le ayudó a ponérsela.

Andrew: Phoebe, si es tan amable, me gustaría hablar a solas con mi esposa.

Phoebe: Por supuesto, milord.

Viendo lo serio de su gesto, se escurrió nerviosa hasta la puerta y la cerró tras ella.

Andrew se volvió para mirar a Brittany.

Andrew: Te dije que te quedaras en Belford. ¿Qué estás haciendo en Londres?

Ella levantó mucho la barbilla, en ese gesto tan característico que él tan bien recordaba, y se dijo a sí mismo que no se alegraba lo más mínimo de verla.

Britt: He venido a visitar a mi esposo. Y, por supuesto, también deseaba ver a mi familia y a mis amigos. Haberse casado conmigo, milord, no le da derecho a impedirme que vea a las personas que quiero.

Durante un segundo Andrew se sintió culpable. Suponía que Brittany tenía razón. Con todo, verla ahí, en su casa de la ciudad, en un dormitorio contiguo al suyo, no le gustaba. Posó en ella la mirada, recorrió con ella la pálida columna de su cuello hasta una vena que, en su base, palpitaba con exaltación, y al momento deseó hundir sus labios en ella. La deseable curva de sus pechos se ocultaba bajo la bata, los pies esbeltos, los tobillos pequeños, asomaban por debajo del dobladillo.

Un cosquilleo recorrió su cuerpo, que se tensó al momento. El deseo se coló por su entrepierna, y su miembro volvió a la vida como no lo había hecho desde su regreso a Londres.

«Esta vez no», se dijo, pues sabía muy bien el poder que ella ejercía sobre él con su delicioso cuerpo. Sí, tal vez la deseaba, pero Brittany volvería a irse pasados unos días -él mismo se ocuparía de que así fuera-, y estaba resuelto a mantener la distancia hasta que eso ocurriera.

Andrew: ¿Estás segura de que en tu estado te conviene viajar? -le preguntó, aunque, dado su más que saludable aspecto, lo cierto era que no parecía muy preocupado-.

Ella se encogió de hombros.

Britt: Tal vez no. Supongo que deberé considerar los riesgos antes de emprender otro viaje largo.

Andrew maldijo para sus adentros. Sin querer, había puesto una trampa y Brittany le había hecho caer en ella. Con todo, juraba que la sacaría de casa antes de que viajar se convirtiera en un problema para ella, antes de que volviera a metérsele debajo de la piel, que es lo que haría a la menor oportunidad.

Habían acordado llevar vidas separadas.

Y era un acuerdo que pensaba cumplir y hacer cumplir.

Brittany vio salir del dormitorio a su marido y soltó el suspiro que llevaba rato reprimiendo. El corazón le latía como un pájaro asustado encerrado dentro de su pecho. Dios santo, ¿cómo había olvidado el efecto que causaba en ella?

Se dejó caer en el banco que reposaba a los pies de la cama, con la mente invadida por la imagen alta, imponente, oscura, turbadora y varonil de Andrew. El poder y la sensualidad parecían envolverlo, cubrirlo con un aura a la que resultaba prácticamente imposible resistirse.

Brittany aspiró hondo. Desde el instante en que lo había visto, no le cabía duda de que había obrado bien trasladándose a Londres. Ahora ya estaba con él, sólidamente instalada en la residencia de la ciudad.

¡Al menos no la había echado a la calle!

No estaba del todo segura de que no fuera a hacerlo. No la quería a su lado. Eso estaba claro.

Y sin embargo, en sus ojos ella había visto un deseo que Andrew no era capaz de ocultar, la atracción que los había unido a los dos desde que él la había raptado del Lady Anne.

Le preocupaba que él ya no la encontrara atractiva. Su cuerpo estaba cambiando, se hacía más femenino, de curvas más rotundas. A medida que el bebé creciera en su interior, se pondría gorda y fea. Con el tiempo perdería todo su atractivo. Debía actuar mientras pudiera, ganarse su favor antes de que fuera demasiado tarde.

Brittany pensó en el extraño encuentro con la anciana del castillo. Desde que Melinda Merrick se alejó, ella supo qué camino debía seguir. En el carruaje que la conducía de regreso a Belford, le contó a Kate cuáles eran sus intenciones.

Britt: Me he estado mintiendo a mí misma, Kate. Estoy enamorada de Andrew. He intentado dejar de quererle, pero no lo consigo. Quiero que me corresponda, y no lo lograré si me quedo aquí, en el campo.

Kate sonrió, se acercó a ella y la abrazó.

Kate: Sabía que con el tiempo lo entenderías. Si es como dices, debes ir a él. Debes obligarle a admitir lo que siente por ti.

Britt: ¿Y tú? ¿Estarás bien durante mi ausencia?

Kate: No te preocupes por mí. El tiempo que hemos pasado juntas me ha devuelto la alegría de vivir. Me entretendré con la casa y tal vez, una vez terminadas las reformas, yo también me traslade a Londres.

Brittany se rió, encantada, y la abrazó también.

Britt: Nada me gustaría más.

Tan pronto como llegaron a Belford ella empezó a ir de un lado a otro de la casa, ordenando que subieran los baúles del sótano y ayudando a Phoebe con el equipaje. Mientras lo hacía, las palabras que Kate había pronunciado en otra ocasión resonaban en su mente: «Si Andrew Seeley no hubiera deseado casarse contigo, nada en el mundo le habría obligado a hacerlo. »

Dios mío, ojala su cuñada tuviera razón. Ojala la expresión que había visto en los ojos de Andrew el día de su boda fuera exactamente lo que ella tanto deseaba que fuera: Amor.

E incluso si no era más que un leve afecto, todavía había esperanza para ellos.

O al menos eso era lo que se decía a sí misma durante el viaje hacia Londres. Y hoy, cuando él irrumpió en su dormitorio, por un instante, habría jurado que en sus ojos ardía la misma mirada. Su deseo por ella resultaba inconfundible, pero ¿encerraban también el más leve brillo del amor?

Tal vez fuera demasiado pronto para eso. Pero fuera lo que fuese que había visto, agitó en ella una señal de esperanza. Y en esa ocasión Brittany se negó a pasarlo por alto.

Andrew, plantado frente a la chimenea de su estudio, contemplaba el fuego apagado. Pensaba en la mujer que seguía en la planta de arriba, la mujer con la que se había casado. Desde que había regresado a Londres, había hecho todos los esfuerzos imaginables por olvidarla. Y ahora ella se encontraba allí, en su casa.

«Maldita sea.»

Unos golpes en la puerta lo sacaron de su embelesamiento. Se volvió un poco y al momento vio aparecer a William Hemsworth.

Alto, imponente, el duque se detuvo tras traspasarla.

Will: No creo haber visto nunca ese gesto en tu rostro.

Andrew: Acaba de llegar mi esposa -gruñó-.

Will: Ah, eso lo explica todo.

Andrew: Trataba de decidir qué debo hacer.

Hemsworth arqueó una ceja oscura.

Will: ¿Y qué vas a hacer? Brittany es una mujer preciosa y deseable, y además es tu esposa. Diría que los próximos días van a resultarte bastante agradables.

Andrew: Pienso enviarla de nuevo al campo a la primera ocasión.

Will: ¿De veras?

Andrew: Desea visitar a su madre, claro, y dedicar tiempo a reunirse con algunas amistades. Eso no se lo puedo negar.

Will: Por supuesto que no. -Esbozó una sonrisa maliciosa-. Y mientras está aquí, los dos tendréis la oportunidad de conoceros mejor.

Andrew conocía bien aquella sonrisa. No le comunicó que no pretendía pasar las noches en la cama de Brittany, por más apetecible que resultara la idea.

Will: De hecho, podría haber escogido otro momento más oportuno para su visita -intervino componiendo de nuevo un gesto serio-. Traigo noticias de Forsythe.

Los hombros de Andrew se agarrotaron. Se alejó de la chimenea y se acercó a la puerta.

Andrew: ¿Has dado con él?

Will: No, pero en la oficina del juez jefe se ha recibido un informe no confirmado de la presencia del vizconde en York.

Andrew: ¿York? ¿Están seguros? Me cuesta creer que ese hombre haya permanecido en Inglaterra cuando tiene a medio país buscándolo para cobrar la recompensa.

Will: Como acabo de decirte, se trata de un informe no confirmado, pero las autoridades han enviado a la zona a varios hombres con la esperanza de descubrir algún rastro.

Andrew permaneció unos instantes pensativo. York no quedaba lejos de Scarborough. Y Brittany se había trasladado hasta ahí para visitar a su tía. Tal vez existiera alguna conexión entre esos dos hechos, y se dijo que le pediría a Justin McPhee que investigara esa posibilidad.

Desde el día en que Víctor Vennet fue condenado por traición, Andrew se juró que no descansaría hasta verlo ahorcado. Y aunque se había casado con la hija de Forsythe, había aumentado esfuerzos para asegurarse de que así fuera, para lo que había contratado a otros dos informantes de Bow Street. Sin embargo, hasta ese día no había sabido nada del vizconde, por lo que cada vez estaba más convencido de que se hallaba en Francia.

Andrew: Supongo que me mantendrás informado.

Will: Por supuesto.

Llamaron a la puerta y Andrew dio permiso a quien fuera para que entrara. Al momento Brittany hizo su aparición en el estudio. Llevaba un vestido de seda blanco algodón que realzaba el color de sus ojos, y él pensó que se veía preciosa, a pesar de la inquietud que leía en su rostro.

Britt: Espero no interrumpir.

Will: En absoluto -se adelantó, sin dar tiempo a Andrew a responder, y ella centró su atención en el duque-.

Britt: Owen me ha dicho que había llegado, y he venido con la esperanza de saludarlo antes de que se fuera.

Will le tomó la mano y se la acercó a los labios.

Will: Me siento encantado de verla, milady.

Brittany le sonrió. Andrew había sido testigo de esa sonrisa en muy contadas ocasiones, y su efecto fue cegador.

Britt: Milady suena demasiado formal, y más conociéndonos, como nos conocemos, desde hace tanto tiempo.

Will: En ese caso me limitaré a felicitarla, Brittany. Deseo que Andrew y usted sean muy felices.

La sonrisa que Brittany esbozaba se esfumó al momento.

Britt: Gracias.

Andrew miró para otro lado y sin saber por qué sintió que se le encogía el corazón.

Will miró entonces a su anfitrión.

Will: Me temo que debo irme. Tengo asuntos que tratar en Threadneedle Street. Odio privarles de mi agradable compañía, pero estoy seguro de que hallarán el modo de entretenerse sin mí.

Andrew no permitió que su mente siguiera el hilo de esa idea. Se dijo que era mejor pensar en la posibilidad de que Forsythe se encontrara en Inglaterra, de que el responsable de la muerte de sus hombres pudiera ser detenido. Y se recordó a sí mismo que la mujer que tenía delante era la hija del traidor.

Andrew: Tal vez no te importe, ya que te va de paso, acercarme a mi abogado. Tengo una reunión con él esta mañana.

Will dedicó una mirada a Brittany.

Will: No hay problema.

Andrew: Si nos disculpas.

Ella asintió y, no sin esfuerzo, esbozó una sonrisa.

Britt: Por supuesto… Yo también tengo algunas cosas que hacer.

No añadió nada más, y él tampoco; se limitó a salir detrás de Will, tratando con todas sus fuerzas de no pensar que habría preferido quedarse en casa con ella.

Un día después de su llegada, Brittany envió una nota a su madre en la que le informaba de su regreso a la ciudad. Después de su apresurado matrimonio, había escrito a Amanda Snow para comunicarle que se había convertido en marquesa de Belford. Y había recibido varias notas de respuesta, todas ellas rebosantes de alegría.

¡Apenas puedo creerlo! Y pensar que estábamos tan preocupados los dos por que pudieras decepcionarnos…

Cuando hablaba de «los dos» se refería a su padrastro y a ella.

Debería haber imaginado que mi niñita lista y encantadora era demasiado inteligente como para conformarse con otra cosa. Un noble, y marqués, nada menos.

Nada más lejos de la realidad considerar inteligente su comportamiento en relación con Andrew. Se había mostrado imprudente, alocada, y de no ser por el sentido del honor de él -ese mismo sentido del honor que ahora le mantenía alejado de ella-, habría acabado siendo madre soltera.

Pero a Amanda Snow le interesaba sólo el resultado final. Tener una hija casada con un marqués le hacía ganar varios puntos.

Brittany era marquesa de Belford, y a ojos de su madre eso era todo lo que importaba.

Esa tarde, cuando Amanda Snow llegó a la residencia londinense de los Belford, Brittany no estaba segura de qué diría, aunque su intención era pasar de puntillas sobre el tema de su esposo. Algo que, por razones obvias, no iba a lograr.

Amanda: El doctor Snow y yo estamos pensando en organizar una cena restringida para celebrar tu boda -le comentó su madre mientras tomaban el té en el jardín-. Si me permites que te lo diga, el marqués no ha cumplido con sus deberes de sociedad en lo que respecta a nosotros. Después de todo, es nuestro yerno.

Britt: Creo que sería más prudente esperar un poco. No sé cómo recibiría ese gesto. Andrew es un hombre muy reservado.

Amanda: Sí, lo que quieras, pero ya va siendo hora de que Londres sepa que existe una nueva marquesa de Belford.

Brittany se inclinó hacia su madre y le tomó la mano.

Britt: Todavía no, madre. Te lo ruego. Danos un poco más de tiempo.

Amanda arqueó las cejas rubias, del mismo tono que las suyas, y emitió una especie de resoplido.

Amanda: Está bien, supongo que podemos esperar un poco.

Se trataba de una respuesta demasiado vaga, y Brittany le pidió a Dios que su madre no se metiera en el asunto de su boda. Resultaba evidente que Andrew no quería saber nada de ella ni de su familia. Y sin duda no quería saber nada del hijo que había engendrado.

Brittany se prometió a sí misma que hallaría el modo de hacerle cambiar de opinión.

No volvió a ver a Andrew en todo el día, y tampoco esa noche. Decidida a ignorar su ausencia, a la mañana siguiente fue en busca de Alan Barton, al que encontró feliz, trabajando en los establos.

El joven rubio sonrió al verla y dejó a un lado la forja que sostenía.

Alan: Me alegro de verla, milady.

Ella resistió el impulso de acercarse a él y abrazarle, segura de que sólo lograría incomodarle, pero lo cierto era que se alegraba mucho de verle, pues aquel joven y ella se habían convertido en amigos.

Britt: Yo también, Alan.

Charlaron de su trabajo como mozo de cuadras y ella descubrió que le encantaba dedicar su tiempo a los caballos. Le mostró el establo y, mientras lo hacía, pronunciaba orgulloso los nombres de todos y cada uno de los ejemplares.

Alan: Después de los barcos, milady, esto es lo que más me gusta.

Britt: ¿Añoras el mar entonces, Alan?

Antes de que pudiera responder, Buffy apareció y frotó el macizo cuerpo rubio contra la pierna lisiada de Alan. Sin darle mucha importancia, él se agachó y la recogió del suelo. Mientras la sostenía bajo un brazo, iba acariciándola.

Alan: Sí, milady, en cierto modo lo añoro.

Brittany sabía bien que ahí estaba mejor, exento de libre, y sin embargo…

Se le ocurrió algo interesante.

Britt: Tal vez yo pueda ayudarte en eso. Podría enseñarte a usar un sextante. Podría enseñarte a navegar guiándote por el sol y las estrellas.

Al pequeño se le iluminó el rostro.

Alan: ¿Lo haría de veras, milady?

Britt: Podríamos comenzar mañana mismo, si quieres.

Andrew: ¿Comenzar qué?

Una voz profunda resonó desde la entrada. Andrew, muy tenso y con gesto sombrío, apareció junto a la puerta, y a Brittany el corazón le dio un vuelco al verle.

Britt: Le… le decía a Alan que le enseñaría a usar un sextante. Pensaba pedirte permiso, claro, pero no me ha parecido que fuera a importarte. -Al menos no lo había creído en el momento de ofrecérselo. Andrew siempre se había mostrado amable con el joven-.

Pero ahora, a juzgar por su ceño fruncido, le parecía que tal vez se hubiera equivocado.

Andrew: Dudo que tengas tiempo para enseñarle nada. No vas a quedarte tanto tiempo.

Brittany logró mantener la sonrisa clavada en el rostro.

Britt: Bien, al menos podríamos empezar… Es decir, si no te importa…

Alan: Por favor, capitán, ¿nos deja? Me encantaría aprender…

Andrew tosió.

Andrew: En realidad, es por eso por lo que he venido. He contratado a un tutor para ti, Alan. Va a enseñarte a leer.

Alan quedó boquiabierto.

Alan: No es broma, ¿verdad? ¿En serio voy a aprender a leer?

Andrew: No es broma.

Alan: ¿Y en serio cree que lo lograré?

A Andrew se le suavizaron los rasgos.

Andrew: Tú eres listo, Alan. Siempre lo has sido. Sí, creo que lograrás aprender a leer, y muchas cosas más. -Observó a Brittany por encima de la cabeza del joven-. Enséñale navegación, si quieres. Nada es bastante para un niño. Tal vez te dé tiempo de instruirle en lo básico.

Ella volvió a esbozar una sonrisa.

Britt: Gracias, milord.

Andrew dio media vuelta y se alejó. Brittany lo vio desaparecer tras un gran seto, en el jardín, y su ausencia le dolió como un pinchazo.

Alan: ¿Cuándo podemos empezar?

Ella sonrió.

Britt: ¿Qué te parece esta misma tarde.

No pudo evitar mirar en dirección a la casa, ni preguntarse si habría la más mínima posibilidad de que Andrew se uniera a las clases.

2 comentarios:

TriiTrii dijo...

Q tonto es drew..... :/
Y britt tan buena cn Alan :)
Espero q drew se de cuenta d una vez x todas d lo q siente hacia ella!!
Siguelaa!!!
Me gusto muchoooo
Esperare el otro capii :)
Bye byee

caromix27 dijo...

se autoinvito xD!
bien hecho brit!!!
demuestrale kien manda! jum!
va sa ver q el se dara cuenta q sta enamorado de ti <3!
comenten chicas!! ia se q como noe s zanessa ustedes no comentan ¬¬! pero haganlo!
es muy buena!!!
no sean mezquinas!!
tk mi loki!!

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