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sábado, 4 de junio de 2011

Capítulo 27


Eran casi las cuatro de la madrugada cuando llegaron a casa. Will se había ofrecido a entregar a Gary, el secuestrador, a la comisaría más cercana, y a informar a las autoridades del cadáver que hallarían en la casa de huéspedes de Gray's Inn Lane.

Cuando Brittany y Andrew dieron con el cochero, éste les estaba esperando, y su expresión de alivio resultaba más que evidente.

James: ¿Ya están listos para volver a casa, milord?

Andrew: Más que listos, señor I’Anson -respondió, que se alegraba de que sus amigos dispusieran de sus propios medios para regresar a las suyas-.

Al llegar a su residencia londinense, la mitad del personal de servicio se reunió en el vestíbulo al saber que el bebé se encontraba a salvo. La señora Swann lloró al ver al pequeño Alex. Contenta, se secaba las lágrimas con la punta del chal.

Judy: Un niñito tan dulce. Demos gracias a Dios por traerlo a casa sano y salvo.

Brittany y la señora Swann llevaron al bebé a su cuarto. La madre lo cambió y la niñera le dio de comer, y una vez lleno Brittany lo cogió en brazos y lo acunó hasta que se hubo dormido.

Judy: Ahora que ha vuelto a casa está tranquilo -comentó la señora Swann-. Pero debe de estar agotado, y seguramente dormirá muchas horas seguidas. -Miró a Brittany-. Y usted también debería descansar un poco, milady.

Brittany asintió. La señora Swann tenía razón. Se sentía tan cansada que apenas podía caminar. Sabía, además, que un gran cansancio se había apoderado también de Andrew, y estaba segura de que lo encontraría ya dormido. Pero al entrar en el dormitorio que ahora compartían, vio que se había sentado en un rincón de su vestidor y que miraba impaciente en dirección a la puerta.

La habitación estaba caldeada. Las llamas anaranjadas de la chimenea ardían con fuerza y la iluminaban con un brillo acogedor. Andrew se puso en pie apenas la vio.

Andrew: ¿Cómo está?

Britt: Duerme. Estaba agotado. Creo que se alegra de estar en casa.

Él esbozó una tímida sonrisa.

Andrew: ¿Y su madre? -Se acercó a ella, la agarró por los hombros y la puso dé espaldas, y ella sintió que comenzaba a desabotonarle el vestido-.

Britt: Su madre está también muy cansada.

Andrew: Lo mismo que su padre. -La ayudó a quitarse el vestido de lana húmedo, desapareció un instante en la habitación de la marquesa y regresó con un camisón blanco de algodón. Entonces le quitó la enagua y se lo puso por la cabeza. Con destreza, le ató el lacito rosa al cuello, la puso de espaldas y comenzó a quitarle las horquillas del pelo-. ¿Te hago una trenza? -le preguntó, pasándole los dedos por el pelo rubio-.

Brittany negó con la cabeza, demasiado cansada para molestarse.

Britt: Estoy tan cansada que no creo que me mueva demasiado. No se me enredará mucho.

Andrew inclinó la cabeza muy despacio y la besó.

Andrew: Vamos a dormir un rato.

Ella consintió que la condujera hasta la cama con dosel, se arropó con las sábanas y Andrew se acurrucó a su lado. Allí, protegida por su brazo, sentía el calor de su cuerpo, la tensión de los músculos de su pecho y sus hombros, los largos tendones de sus piernas cuando se movía en la cama. Pensó que el de su esposo era el cuerpo más bonito del mundo, puro músculo y piel suave, clara. Le rozó los muslos con sus muslos. Sintió la caricia del áspero vello masculino y unas cosquillas recorrieron todo su cuerpo. Para su sorpresa, el cansancio iba desapareciendo.

Britt: Creía que cuando llegara a la habitación tú ya estarías dormido -le susurró en el silencio de el dormitorio-.

Andrew: Quería asegurarme de que Alexander y tú estabais bien.

Britt: Los dos estamos bien. -Le pasó la mano por el torso, sintió el tacto del vello en la punta de los dedos-. ¿Estás seguro de que ésa era la única razón?

Andrew dejó escapar un suspiro de cansancio.

Andrew: Me sentía intranquilo. Estoy cansado, pero no tengo sueño.

Eso mismo le sucedía a Brittany. Tal vez los sucesos de esa noche los habían alterado hasta el punto de desvelarlos. Tal vez era su desagradable encuentro con Trask y Gary, o el miedo a perder al bebé. Fuera lo que fuese, lo cierto fue que se acercó a Andrew, le besó el torso desnudo, le pasó la lengua por el pezón plano, marrón.

Britt: Quizá se me ocurra algo para que concilies el sueño.

Un profundo gemido de placer brotó de su garganta cuando Brittany le pasó los labios por el cuello, por la línea de la mandíbula, cuando le cubrió los labios con sus labios y jugó con su lengua, y lo saboreó como él le había enseñado a hacer. Se incorporó un poco y se levantó el camisón por encima de las caderas, antes de sentarse a horcajadas sobre él, agarrándose a sus estrechas caderas.

Andrew: Brittany, amor mío… -susurró-.

Ella se despojó definitivamente del camisón y la cascada de su pelo descendió sobre sus hombros desnudos. A la luz del fuego vio que los ojos de Andrew la devoraban, se oscurecían al clavarse en sus senos.

Andrew: Son tan bonitos… -Levantó la mano para posarla sobre uno de ellos y cubrirlo del todo. Con el pulgar le acariciaba el pezón, que se irguió y palpitó de placer-. Te necesito, Brittany -susurró, agarrándola con suavidad por el cuello y atrayéndola hacia sí para darle un beso profundo, penetrante-.

Andrew estaba ya plenamente excitado. Brittany notaba su miembro de acero entre los muslos, temblaba al sentir que la dureza era cada vez mayor. La besó con detenimiento, muy hondo, y luego le devoró la garganta y los hombros. Le besó los pechos, se los metía en la boca y succionaba, primero con delicadeza, más apasionadamente después.

Gimió al sentir sus labios y su lengua en el pezón, el mordisqueo de sus dientes. El deseo se alojó en su vientre y un calor se apoderó de su centro más recóndito. Estaba húmeda, resbaladiza, dispuesta para aceptar aquel mástil en su ser. Lo deseaba, quería unirse a él. Esa noche era importante que así fuera, más importante que nunca.

Andrew volvió a besarla, le dio un beso húmedo que le irguió de nuevo los pezones e incendió todo su cuerpo una vez más, y Brittany empezó a moverse. Alzó las caderas y arqueó la espalda para recibirlo. Cada vez lo sentía más adentro, y se movía arriba y abajo, y deseaba todo lo que él le daba. La respiración de Andrew se hacía cada vez más profunda y los músculos del torso se tensaban rítmicamente. Ella lo recibía una y otra vez, cabalgaba con dureza sobre él, dejaba que la tensión se acumulara para incrementar el placer.

Notaba que los músculos del hombre se contraían, porque Andrew luchaba por no perder el control. Brittany se acostó sobre él, jadeando, y él la agarró por las nalgas para mantenerla en su sitio, y la penetró con furia.

Con cada nueva embestida el placer alcanzaba nuevas reservas, una sensación cada vez más intensa que la llevó al clímax y la mantuvo en él. Momentos después el cuerpo de Andrew se tensó y alcanzó la cima de su placer.

Andrew soltó a Brittany, que se tumbó como una gata remolona sobre la cama. Encajaba en él a la perfección, pensó Andrew, se ajustaba al pliegue de su brazo como si su brazo estuviera hecho sólo para alojarla. Mientras se sumía en el sueño, le acariciaba mechones de su esplendoroso pelo rubio y le besaba la frente.

Él, por su parte, aun sintiendo el cansancio, no lograba conciliar el sueño. Había algo a lo que no dejaba de dar vueltas en su cabeza, algo que Brittany le había dicho a Justin McPhee.

Se mantuvo en un sueño ligero un buen rato, hasta que por fin sucumbió a un sueño profundo. Y cuando despertó, supo lo que debía hacer.

Boca arriba en la cama con dosel, Andrew clavaba la vista en lo alto mientras esperaba a que su mujer se despertara. Finalmente, ella abrió los ojos y le sonrió con gran ternura.

Britt: Buenos días.

Él se giró y le pasó un dedo por la mejilla.

Andrew: Buenos días.

Brittany se incorporó, cubriéndose con la sábana, y apoyó la espalda en la cabecera. Andrew se acurrucó a su lado.

Britt: Deberíamos levantarnos, creo -sugirió bostezando-. Tengo que ir a ver cómo se encuentra Alexander.

Andrew: Yo ya estoy levantado -bromeó, y entonces Brittany se fijó en su excitación y se ruborizó. El apetito de su esposo parecía insaciable. Por suerte, el mecanismo parecía funcionar también en ella. Pero esa mañana no iban a hacer el amor-. Vamos a ir los dos juntos ahora mismo a ver cómo está el niño. Pero antes quiero decirte algo.

Al rostro de Brittany asomó una señal de preocupación.

Britt: ¿De qué se trata?

Andrew: He estado pensando en tu padre, en la historia que le contaste al señor McPhee. Quiero que Justin investigue un poco más al conde de Collingwood. Cuando el investigador vino a vernos, tú le contaste que éste podía ser sospechoso del secuestro de Alexander. Le dijiste que tu padre creía que él era quien había vendido la información secreta a los franceses.

Britt: Sí… Mi padre cree que el conde puede ser el verdadero culpable del delito.

Andrew: Ayer noche, al verte allí, en aquella sucia habitación, peleando para salvar a nuestro hijo, me di cuenta de que ya no me interesa vengarme de tu padre. Quiero reunirme con él, Brittany. Quiero oír su versión de los hechos.

En un primer momento Brittany permaneció en silencio, mirándolo, como si no creyera lo que acababa de oír. Entonces soltó un grito de alegría y se abalanzó sobre él, abrazándolo y estampándole besos por toda la cara.

Britt: ¡Oh, Andrew, casi no puedo creerlo! -Se sentó en la cama, sonriente-. Estoy segura de que, una vez que oigas la versión de mi padre, te convencerás de su inocencia.

Andrew: He dicho que estoy dispuesto a escucharle. Dejaré que me cuente su versión de los hechos e intentaré averiguar si es cierta. Pero no te prometo nada más.

Ella se inclinó sobre él y le besó.

Britt: Ni yo te lo pido. Es más de lo que muchos aceptarían.

Andrew la estrechó entre sus brazos y la abrazó con fuerza. La sintió temblar y pensó, una vez más, en lo importante que era para él, en lo mucho que la amaba. La besó con gran ternura. No pretendía nada más, pero sin saber cómo ella empezó a devolverle los besos más profundos, y al momento se encontró dentro de ella, y Brittany se movía debajo, y susurraba su nombre.

Hicieron el amor con dulzura, pero no tardaron mucho, pues debían ir a ver a su hijo, asegurarse de que se encontraba bien. En cuanto terminaron de vestirse, Andrew tomó a Brittany de la mano y la condujo al cuarto de Alex.

La señora Swann los recibió en la puerta. Dedicó a Andrew una sonrisa respetuosa, pero centró su atención en Brittany.

Judy: Ya ha comido, milady. El pequeñín ya vuelve a dormir. Está exhausto.

Andrew y Brittany se acercaron a la cuna, y él vio que el bebé dormía plácidamente de lado, con el pulgar en la boca. Brittany se inclinó sobre él con ternura y lo arropó con la manta.

Britt: Venga a verme cuando se despierte, por favor, señora Swann.

Judy: Así lo haré, milady.

Salieron del cuarto infantil y bajaron al estudio de Andrew. Tan pronto como cerraron la puerta, él se volvió a mirarla.

Andrew: Sobre lo de tu padre, Brittany, mantengo lo dicho. Quiero reunirme con él. ¿Sabes dónde localizarlo?

Un rayo de sospecha asomó a los ojos de su esposa. Maldición, ¿cómo podía lograr que confiara en él?

Andrew: No es una trampa, Brittany. Deseo hablar con él, nada más. Iré solo, y cuando termine, no le diré a nadie que lo he visto. Te doy mi palabra.

Brittany pareció relajarse. Al menos su palabra significaba algo.

Britt: Puedo enviarle un mensaje. Le comunicaré que deseas verle, pero yo iré contigo. No le enviaré la nota si no aceptas mi condición.

Andrew: Maldita sea, Brittany. Reunirse con un hombre perseguido por la justicia puede ser peligroso.

Britt: Ésas son mis condiciones -insistió echando hacia atrás la cabeza-. O voy yo o no hay reunión.

Andrew no deseaba llevarla, pero entendía la importancia de ese encuentro, así como el nerviosismo de Brittany. Desde que había vuelto a Inglaterra, él había sido el más empeñado en ver a Forsythe en la horca.

Suspiró.

Andrew: Está bien, puedes venir.

Brittany se relajó.

Britt: Una vez que mi padre reciba la nota, nos responderá indicándonos dónde podemos reunirnos con él.

Andrew no objetó nada. Quería oír la versión del vizconde y, para lograrlo, comprendía que el hombre deseara cubrirse las espaldas.

Tan pronto como terminaron el desayuno, Andrew redactó una nota para Justin McPhee. La noche anterior, tras su regreso a casa, un lacayo había acudido a Bow Street para llevar un mensaje en el que le informaban del rescate del bebé. En el de hoy le solicitaba que siguiera obteniendo información sobre el conde de Collingwood. Andrew le pedía a McPhee que buscara cualquier pista que pudiera vincular al conde con el robo de los secretos de Estado, o que lo relacionara de algún modo con los franceses.

Ese mismo día, más tarde, Brittany le informó de que había enviado un mensaje a su padre, y que esperaba respuesta. El plan se había puesto en marcha. Andrew se había propuesto encontrar al traidor, al responsable de la muerte de sus hombres y de su encarcelamiento. Estaba dispuesto a reunirse con el hombre a quien seguía creyendo culpable, pero del que empezaba a desear que no lo fuera. Ojala se produjera un milagro y se demostrara que el padre de Brittany no tenía relación alguna con el delito.

Por amor a Brittany, esperaba que el traidor no fuera Víctor Vennet.

Ella esperaba impaciente a que llegara la nota de respuesta de su padre. No estaba segura de la frecuencia con la que acudía a la Taberna de la Rosa a revisar sus mensajes. Sabía, sí, que lo hacía bajo el alias de Lionel Jennings, y suponía que tarde o temprano recibiría el que informaba de que Andrew se resignaba a reunirse con él.

Pensó que la noticia le animaría. Estaba impaciente por demostrar su inocencia. Con la ayuda del marqués de Belford, tal vez lo lograra al fin.

Brittany recorría toda la casa, más inquieta a medida que avanzaba el día. Aunque las habitaciones estaban decoradas con ramas de abeto y olían a campo; aunque la casa, por las noches, se iluminaba con el cálido brillo de las velas, no se sentía de humor para las celebraciones navideñas que se avecinaban.

En el otro extremo del salón, la repisa de la chimenea exhibía sus adornos del acebo con sus frutos, y el muérdago colgaba sobre ella para indicar la proximidad de las Pascuas. Los criados cumplían con sus obligaciones con algo más de empeño, pero ella se sentía tensa e irritable, y le parecía que a Andrew le sucedía lo mismo.

El miércoles, al fin, llegó la nota que Brittany llevaba tiempo esperando. La leyó primero ella, antes de entregársela a Andrew, que se encontraba en su estudio.

Queridísima Brittany:

Al fin mis oraciones han sido escuchadas. Dile al marqués que me reuniré con él esta noche en la Posada del Pájaro en Mano, que se encuentra en el camino a Hampstead Heath. Y reza por mí, querida.

Siempre en deuda contigo,

TU PADRE

Brittany leyó la nota y aspiró hondo. Sosteniéndola con fuerza se dirigió al estudio. Su esposo alzó la vista al entrar ella.

Andrew: ¿Qué sucede?

Britt: Ha llegado la nota de mi padre. -Se acercó al escritorio y le entregó el mensaje, que él leyó en un momento-.

Andrew: Esta noche, entonces -confirmó secamente-.

La angustia se apoderó de Brittany al ver su mirada. «Dios santo, dime que he hecho lo correcto.»

Lo había hecho, se dijo a sí misma para tranquilizarse. Andrew le había dado su palabra, y no iba a romperla.

Con todo, su inquietud y sus temores no menguaron.

La Posada del Pájaro en Mano era un lugar limpio y acogedor. La suave luz de las velas otorgaba calidez al salón y al bar. Se trataba de un agradable establecimiento campestre lleno de clientes de la aldea vecina, casi todos granjeros, aunque también lo frecuentaran algunos terratenientes con sus esposas e hijos. La posada estaba decorada con ramas de abeto y de acebo, contagiada del espíritu de la inminente Navidad, y la fragancia de los pinos inundaba las habitaciones de techos bajos.

En un rincón de la taberna, en la parte trasera, un hombre alto y delgado, con el pelo cano y unas gafas de plata, esperaba de pie. Cuando Brittany lo divisó el corazón le dio un vuelco.

Britt: Por aquí -le dijo a Andrew, que le tomó la mano y consintió en que fuera ella quien lo guiara-.

Mientras avanzaban por el salón, Brittany miró de reojo a su esposo y comprobó que las facciones de su rostro estaban rígidas, y que mantenía la boca cerrada con fuerza en un gesto siniestro. Sentía que la tensión se apoderaba de todo su cuerpo, que aumentaba con cada paso que lo acercaba a la mesa.

«Que lo escuche, por favor, Señor», suplicaba en silencio.

Se detuvieron al llegar al rincón.

Víctor: Gracias por venir, milord -dijo formalmente, acompañando sus palabras de una ligera inclinación de cabeza-.

Andrew: Le dije a Brittany que aceptaba escuchar su versión de los hechos -respondió cortante-. Estoy dispuesto a ello, y a nada más.

Víctor: Eso es todo lo que le pido. ¿Por qué no nos sentamos? Le contaré la verdad lo mejor que sepa. Espero que reconozca la sinceridad de mis palabras.

Andrew no dijo nada.

Llegó una tabernera y todos pidieron cerveza, para evitar levantar sospechas. La empleada regresó al momento con tres jarras llenas, y tan pronto como se alejó, el vizconde comenzó a contar su historia.

Resumido, expuso la información que había sido revelada a los franceses, incluidos planes detallados de actividades navales, localizaciones concretas de reuniones, así como los nombres de los hombres que, en el Continente, trabajaban como espías del gobierno británico.

Andrew: Habla usted de corsarios y de espías británicos -le cortó con brusquedad-. Usted era una de las pocas personas que conocía los nombres de esos barcos y de sus capitanes, barcos como el Bruja de los Mares. Usted conocía los nombres de los ingleses que trabajaban en Francia, así como su paradero.

Víctor: Como presidente del Comité de Asuntos Exteriores, estaba al corriente de toda clase de información relevante relacionada con la guerra. Yo no revelé esa información. Habría dado mi vida por no traicionar a mi país.

Andrew apretó mucho los dientes. Brittany no estaba segura de si le creía o no.

Andrew: Siga.

Víctor: Tras mi huida de la cárcel, un amigo muy próximo acudió en mi ayuda. Usé el dinero que me prestó para cubrir mis necesidades básicas, pero también para tratar de descubrir quién había tenido acceso a la información que guardaba en mi despacho, quién había vendido esa información a los franceses.

Andrew: ¿Y?

Britt: Todo apunta a que el traidor no es sino Martin Daniels, el conde de Collingwood.

Su padre siguió informando a Andrew sobre Peter Foster, el joven que en ocasiones se ocupaba de la limpieza de su gabinete de Whitehall. Contó que lo habían localizado y, al presionarlo, había confesado haber leído los informes que el vizconde custodiaba en su escritorio.

Víctor: Creíamos que el chico era analfabeto. Pero no sólo no lo era, sino que se dedicaba a tomar notas y a vendérselas a lord Collingwood. Según sus propias palabras, no tenía idea de por qué el conde deseaba obtener esa información, sólo sabía que le pagaban bien por conseguirla y por guardar silencio.

Andrew:¿Dónde está ahora ese joven?

El vizconde suspiró.

Víctor: Bien, sí, ése es el problema, en parte. Después de que lo interrogáramos, logró escapar. Y nadie ha vuelto a verlo.

Andrew: Algo que a usted le resulta sin duda conveniente.

Víctor: En absoluto. Si Peter Foster estuviera aquí, usted mismo podría descubrir la verdad.

Andrew pareció reflexionar sobre ese punto.

Andrew: ¿Qué más?

Víctor: En los meses anteriores al robo de la información, lord Collingwood se hallaba al parecer apurado por las deudas.

Su padre relató entonces que, en los meses posteriores al robo, aquellos problemas parecieron desaparecer. Por último, el padre de Brittany explicó que lord Collingwood residía en una finca situada en Folkestone, zona relacionada con el contrabando.

Víctor: El lugar está infestado de cuevas que los franceses han usado durante años. Al conde le resultaría fácil organizar en ellas encuentros secretos.

Andrew dio un sorbo a la cerveza, dándose tiempo para valorar la exposición del vizconde, y dejó la jarra en la mesa.

Andrew: ¿Algo más?

Víctor: Eso es todo, por el momento. Como casi me he quedado sin dinero y mi libertad de movimientos se ha visto muy menguada, espero que sea usted, milord, quien encuentre las piezas que le faltan a este rompecabezas y logre demostrar que soy inocente del delito por el que fui condenado.

Andrew dio un último trago a su cerveza y volvió a dejar la jarra, casi llena, sobre la mesa.

Andrew: Investigaré el asunto. Es lo máximo a que puedo comprometerme. -Retiró la silla, se puso en pie y ayudó a Brittany a levantarse-. No le prometo más. Si en mi investigación descubro que fue usted, y no Collingwood o ningún otro, quien se alió con los franceses, lo enviaré a la horca.

A Brittany se le encogió el corazón. El vizconde abrió la boca para añadir algo, pero en ese instante la puerta trasera del local se abrió de par en par, y los tres se volvieron a mirar. Simultáneamente, la puerta principal se abrió también y un grupo de doce soldados con chaquetas rojas irrumpió en el bar.

Brittany se giró hacia el vizconde.

Britt: ¡Corra, padre!

Pero los soldados que habían entrado por detrás ya se abalanzaban sobre él, le inmovilizaban los brazos a la espalda y le apuntaban con sus armas.

Un oficial de pelo cano dio un paso al frente. A Brittany su rostro le resultaba conocido. Los botones de su chaqueta brillaban a la luz de las velas.

***: Usted, señor, se encuentra bajo arresto por traición al país. La condena de la que huyó será ejecutada dentro de cuatro días, al amanecer.

Britt: ¡No! ¡Es inocente! -Andrew la tomó del brazo y trató de alejarla de allí, pero ella se soltó y dio media vuelta para encararse a él-. ¡Tú! Has sido tú, ¿verdad? ¡Me has mentido! ¡Le has mentido! Has faltado a tu palabra, y nunca te lo perdonaré.

Se alejó de él, se subió los faldones del vestido y se dirigió a la puerta corriendo.

Andrew: ¡Brittany, espera!

Andrew la siguió a grandes zancadas y no tardó en darle alcance al pie de las escaleras del porche.

Britt: ¡Aléjate de mí! ¡Te odio! ¡Eres un embustero, un tramposo y no te perdonaré nunca por lo que has hecho!

Volvió a salir corriendo, pero avanzó sólo unos metros en la oscuridad antes de que Andrew la agarrara del brazo y la obligara a volverse. Ella retrocedió varios pasos y él la acorraló contra el tronco de un árbol.

Andrew: ¡Yo no le he delatado, maldita sea! No tengo idea de cómo Pendleton ha sabido que tu padre iba a estar aquí, pero no he sido yo quien se lo ha dicho.

Britt: ¡Mientes!

Brittany le pegó un puñetazo, pero él le interceptó el puño con la mano. Ella cerró entonces la otra, que Andrew también frenó. Apretándola más contra el árbol, le sujetó las manos por encima de la cabeza y la inmovilizó con su poderoso cuerpo.

Ella forcejeó, con los ojos llenos de lágrimas, lágrimas de indignación.

Britt: ¡Suéltame!

Andrew: No pienso soltarte. No voy a soltarte nunca, Brittany. Eres mi esposa y te quiero. Yo no informé a Pendleton sobre tu padre. Te di mi palabra de honor y no he faltado a ella. No te mentiría. No haría nada que pudiera hacerte daño. -Poco a poco, Brittany dejó de forcejear. Le miró a los ojos y vio la preocupación asomada a ellos-. ¿Me has oído bien, Brittany? Yo no le dije a Pendleton ni a nadie lo de tu padre. Os he prometido a los dos que voy a averiguar la verdad, y eso es lo que pienso hacer. A primera hora de mañana iré a ver a McPhee. Le diré lo que ha sucedido y le pediré que agilice la investigación, que contrate a más hombres, que haga lo que deba hacer para descubrir la verdad. Hablaré con Will y con Zac y les pediré que colaboren. Collingwood es aristócrata. Tal vez ellos logren averiguar algo más. -Le soltó las muñecas, despacio, y ella se abrazó a él. Él la estrechó entre sus brazos con ternura-. Disponemos de cuatro días, amor mío. Y vamos a aprovecharlos al máximo.

Ella no podía sino asentir. A punto de echarse a llorar, un nudo le oprimía la garganta al pensar en su padre. Tras ellos, la puerta de la taberna se abrió y apareció el grupo de soldados que rodeaban al vizconde. Lo sacaron del establecimiento y le obligaron a bajar las escaleras del porche. Un carruaje esperaba para llevarlo a la cárcel de Newgate.

Britt: Padre -susurró con el corazón roto-.

Andrew la abrazó con más fuerza.

Andrew: Esta noche no puedes ayudarle. -Ella asintió y él la soltó despacio y le apoyó la mano en la cadera-. Mañana empezaremos a investigar, ahora debemos irnos a casa.

Mientras la conducía hacia el coche de los Belford, ella sintió su fuerza, su mandíbula angulosa, su expresión grave. Reconoció el gesto de determinación dibujado en su boca, la tensión sostenida de sus hombros. Pero era el brillo de sus preciosos ojos azules lo que la convenció de que no le había mentido.

No la había traicionado ni a ella ni a su padre. Sucediera lo que sucediese, podría contar con su ayuda.

Brittany se armó de valor y se montó en el coche.

4 comentarios:

Maritza dijo...

olaa soy nueva en esto del blog pero desde mucho antes he leido tus novelas me encantan estan super waooo
siguela q cada ves se pone ,mas interesante y eso me gusta jeje

caromix27 dijo...

Resumen del cap: Zumbaron 2 o mas veces (perve)
Su bebe sta bien ^^
Agarraron al papa de britt ):
Pero Andrew le ayudara :D!
3 buenos de 4 hechos importantes... asi q sta bien xD! sobre todo la 1° parte (perve)
me ha encantado!
sigan comentando please!!
tkm mucho mi loki!!

TriiTrii dijo...

Pobre britt :(
Agarraron a su padre :(
Pero se q drew lo ayudara!!! :)
Bueno me han encantado el capiii...
Exepto eso ultimo
siguelaaaa pliiiss me encanta esta nove
bye bye!! :D

Natalia dijo...

Capitulo de alegria y de pena..
Pobrecita Britt..
Quien habrá avisado a los soldados para que se lleven a su padre?
Siguelaaa!!
muackkk

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