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domingo, 26 de junio de 2011

Capítulo 31


La nota del rescate estaba esperándolo cuando William regresó a casa, absolutamente agotado, con la ropa húmeda y cubierto de barro. Con aire grave, Wooster le entregó una carta sellada, intuyendo de alguna manera que se trataba de una mala señal.

De pie, junto a Robert, William rompió el sello y leyó por encima la nota, seguro incluso antes de leerla de lo que decía:

Tenemos a su esposa. Si quiere que continúe con vida, siga estas instrucciones. Acuda a Green Park a medianoche, tome el camino que conduce a la colina y espere junto al roble. Acuda solo y no hable con nadie o su esposa morirá.

Green Park era un lugar que conocía bien, el escenario de su duelo con Jason Reed.

Robert: ¿Qué dice? -preguntó McKay, mientras Taylor se cogía temerosa de su brazo-.

Will: Han secuestrado a Miley.

Robert: ¿Quién?

Will: Jason Reed. La nota dice que acuda a la colina de Green Park a medianoche. Ése es el lugar donde nos batimos en duelo, y Reed resultó gravemente herido. Según parece, él es el hombre al que hemos estado buscando. -Y dando golpecitos en la nota, añadió-: McPhee debía vigilarlo mientras Yarmouth no perdía de vista a mi primo. Algo ha debido de ir mal.

Robert miró al reloj de péndulo que decoraba la entrada.

Robert: Tiene menos de una hora para llegar al parque. Tenemos que preparar algún tipo de plan.

Robert echó a andar hacia el estudio, pero William lo cogió del brazo.

Will: No habrá ningún plan porque no vendrá conmigo. La nota dice que acuda solo y eso es lo que tengo intención de hacer.

Robert: No sea insensato. Ese individuo ha intentado matarlo dos veces y casi lo consiguió. Es probable que haya contratado a hombres para que le ayuden y que esta vez no falle. Si acude solo al parque, es usted hombre muerto.

Will: No tengo elección. No arriesgaré la vida de Miley. Le agradezco su ofrecimiento, pero no puedo correr riesgos.

Robert: ¡Maldita sea! -se permitió gritar-.

William gruñó órdenes a un lacayo para que le preparase su calesa y la trajese delante de la mansión, un vehículo para transportarles de vuelta a casa.

Will: No iré desarmado -le dijo a Robert-, y tengo una excelente puntería. -No obstante, no había garantías. Se volvió a Taylor-: Si algo va mal, Miley te necesitará aquí cuando vuelva a casa.

Taylor: Aquí estaré -dijo con sencillez-.

Will: Y dile, por favor, que la quiero. Dile que ojala le hubiera dicho lo mucho que la quiero. ¿Harás eso por mí?

Los ojos azules de Taylor estaban llenos de lágrimas.

Taylor: Se lo diré, excelencia.

William se volvió a McKay.

Will: Usted es un buen hombre. Si algo me ocurre, confío en que cuidará de las dos.

Robert: ¡Maldita sea, déjeme ir con usted! Me quedaré a una distancia prudente, oculto en la oscuridad. Puedo cubrirle sin que sepan que estoy allí.

William echó a andar. Recorrió el pasillo, entró en su estudio y abrió el cajón inferior de la mesa-escritorio. En el fondo había una pequeña pistola. Sacó el arma, la guardó en el bolsillo de la chaqueta y se dirigió a la puerta que conducía a los establos.

Lo que le pasara a él no tenía importancia. De un modo u otro, la mujer que amaba regresaría a salvo a casa.


Miley se sentaba rígidamente en el carruaje junto a un hombre barbudo y maloliente que sostenía una pistola en una de sus manos sucias y peludas.

Su propio carruaje se encontraba abandonado en una calle oscura a unas cuantas manzanas de Sheffield House y en su interior, atado y amordazado, Michael Mullens, el cochero, yacía inconsciente en el suelo del vehículo.

¡Dios mío! ¡Qué estúpida había sido al abandonar la casa! En ese momento, sólo había pensando en escapar y alejarse de William. Temía que si se quedaba, él lograría convencerla de abandonar sus planes y, de esa manera, ella lo traicionaría.

Se contempló las manos atadas sobre su regazo. Ella no había creído realmente que corriera peligro. Era William quien tenía enemigos, no ella. Nunca se le había ocurrido que el hombre que quería verlo muerto la podría utilizar a ella como arma en su contra.

Los había oído hablar, sabía que le habían enviado una nota exigiendo un encuentro. Miley temblaba mientras el carruaje avanzaba con estruendo. Lo amaba tanto... Había deseado darle la única cosa que él realmente quería: un hijo que llevase su nombre.

En cambio, por su culpa ahora corría un enorme peligro.

Cogiendo aire con dificultad, se esforzó para que su voz sonara tranquila:

Miley: ¿Adónde vamos?

Miró por la ventanilla de vidrio grueso, pero la noche era demasiado oscura para reconocer nada familiar.

***: Green Park -respondió su captor. Otro hombre, al que le faltaban dos de los dientes de abajo y tenía una nariz abultada que ocupaba buena parte de su feo rostro, se sentaba frente a él-.

Miley: ¿Ése es el punto de encuentro?

***: No vamos allí precisamente de excursión, encanto.

Green Park. Era el lugar donde William se había batido con Jason Reed. Se lo dijo un día y ella había visto la cicatriz en su brazo.

De modo que Reed era el hombre que quería matarlo, tal y como William había sospechado.

Echó un vistazo al carruaje, examinando las cortinillas de terciopelo rojo oscuro, las lamparillas de latón pulido próximas a las ventanas, un vehículo demasiado elegante para el gusto de dos individuos de aspecto dudoso sentados en los lujosos asientos de terciopelo. Se imaginó que el coche pertenecía a Jason y se preguntó si planeaba matarla lo mismo que a William.

No dijo nada más mientras el par de enérgicos corceles que tiraban del carruaje trotaban por las calles oscuras, pero en su cabeza daba vueltas a planes, maneras de ayudar a William. Descartó uno tras otro, y decidió que tenía que esperar y ver cómo se desarrollaban los hechos. Pasara lo que pasase, no se quedaría de brazos cruzados ni dejaría que esos hombres asesinasen a su esposo.

Miley encontraría una manera de salvarlo, al precio que fuese.

Apenas habían pasado unos minutos cuando el carruaje aminoró la velocidad hasta detenerse, y el conductor, un hombre fornido, de cabello canoso y fino y mandíbula prominente, echó el freno y saltó del vehículo.

Miley se envolvió aún más en su capa cuando abrió la puerta y uno de sus captores la empujó con el cañón de su arma.

***: Fuera. Y no te muevas demasiado deprisa o apretaré el gatillo.

Inclinando la cabeza para salir del vehículo, pisó el escalón, seguida de cerca por el hombre barbado. Con la pistola hundida en las costillas, recorrió el camino que conducía a la colina, con la cabeza dándole vueltas y buscando maneras de eludirlos, maneras de escapar y avisar a William. Pero ella no tenía ni idea de dónde se encontraba su esposo ni de por dónde podría entrar en el parque.

No tenía la menor duda de que William aparecería. Era un hombre de honor y acudiría en defensa de su mujer, no importaba lo que hubiese pasado entre ellos. Tenía que esperar hasta que él apareciera y estar lista para ayudarlo de la manera en que ella pudiese.

***: Hacia allá.

La pistola se hundió en sus costillas y siguió avanzando por la cuesta que conducía a la cima de la colina. Un viejo platanero extendía sus ramas sobre el entumecido césped marrón, mientras un viento helado barría el sombrío paisaje. Al pasar junto al árbol, hizo una pausa, su mirada explorando la oscuridad, en busca del hombre que había sido amigo suyo en una época, Jason Reed.

En su lugar, otro hombre surgió de la oscuridad, una figura bien vestida con un gran abrigo y un sombrero alto de castor. Quizá tendría unos treinta años, un hombre guapo al que nunca había visto. Una segunda figura hizo su aparición y Miley se quedó paralizada ante la inesperada presencia de una mujer.

***: Bien..., por fin estamos aquí.

Iba vestida de pies a cabeza de negro, con un sombrero del que colgaba un delgado velo negro, que no le cubría la cara del todo. Era algo más baja que Miley, de físico más robusto y desprendía el mismo brillo de autoridad que cualquier hombre.

Miley reconoció a la mujer como la marquesa de Caverly, la madre de Jason Reed.

Miley: De modo que habéis sido vos, y no vuestro hijo.

Lady Caverly: Gracias a vuestro marido -dijo la marquesa-, mi hijo ya no es el hombre que era. En su lugar, me veo obligada a hacer lo que ahora es incapaz de llevar a cabo.

Miley: ¿Pensáis matar a William?

Frunció los labios en una expresión de disgusto.

Lady Caverly: Antes de que acabe la noche, os veré muertos a los dos.

Un escalofrío le recorrió la espalda. El odio de la mujer era casi palpable. Estaba claro que la marquesa no descansaría mientras uno de los dos estuviera vivo.

Echó un vistazo por la colina, buscando algo que pudiera utilizar como arma, cualquier cosa que pudiera ayudarlos, mientras rezaba para que William no llegase.

Sabiendo con una certeza que nacía de lo más hondo de su ser que no tardaría en aparecer.

Su corazón se retorció de dolor. Sólo había querido evitarle el padecimiento de una vida sin hijos, casado con una mujer estéril que no podía darle el heredero que tan desesperadamente necesitaba. En cambio, lo había puesto en el más grave de los peligros.

Oyó unos pasos en el camino, las familiares zancadas que pertenecían a William.

Su pulso se disparó. Miró desesperadamente a su alrededor, pero la colina era tan estéril como ella y no vio manera de escapar.

Miley: ¡Huye, William! ¡Es una trampa!

Un puñetazo en la cara la envió, tambaleándose, contra el tronco del árbol.

***: ¡Cállate, maldita puta, si no quieres sangrar más por esa boca! -dijo una voz áspera-.

Temblando en el suelo, respiró hondo para tranquilizarse y, a duras penas, logró ponerse de pie. Los pasos continuaron, aunque sabía que William había oído su advertencia y, un momento después, lo vio en la colina. Durante un instante, un rayo de luna que se coló entre las nubes iluminó su alta figura, antes de que el cielo volviera a cerrarse y su corazón temblase del amor que sentía por él.

Se hallaba de pie a poco más de quinientos metros, pero podía haber estado a cinco kilómetros. Deseaba estirar el brazo y tocarlo, sentir los latidos de su corazón, el aumento de su pecho cuando llenaba los pulmones de aire.

Will: He venido tal y como me habéis pedido. -Sus ojos abandonaron al hombre bien vestido y la localizaron a ella en la oscuridad-: ¿Estás bien, amor mío?

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas.

Miley: Todo esto es culpa mía. Lo lamento tantísimo...

La voz de William era firme:

Will: Esto no es culpa tuya. Nada de lo que ha ocurrido nunca ha sido culpa tuya. -Y volviendo su atención al hombre bien vestido, añadió-: Creo que no nos han presentado.

Lady Caverly: Se llama Phillip Goddard -tronó la voz de la marquesa en la oscuridad, mientras salía de detrás del árbol. William se volvió hacia ella con sorpresa-.

Will: Vaya, lady Caverly. Debo admitir que nunca se me ocurrió que pudierais estar involucrada en este asunto. Se me cruzó por la cabeza la posibilidad de que vuestro Jason buscase venganza, pero no vos.

Lady Caverly: Lástima que los hombres subestimen, a menudo, a las mujeres.

La mirada de William se cruzó con la de Miley, y ella leyó en sus ojos algo que no había visto nunca, algo que se parecía tanto al amor que sintió deseos de llorar.

Will: Sí, es una lástima.

Lady Caverly: El señor Goddard trabaja para mí. Es magnífico, como ya ha podido comprobar.

Los intensos ojos azules de William se volvieron a Phillip Goddard. Le dijo:

Will: Usted provocó el incendio.

Phillip: Me ocupé de que así fuera -admitió Goddard-.

Will: ¿Y el accidente del coche?

Goddard se encogió de hombros.

Phillip: Un trabajo limpio, pensaba. Me sorprende que no funcionara tal y como estaba planeado.

Will: Y ¿cuáles son los planes ahora?

La figura de la marquesa avanzó ligeramente hacia delante.

Lady Caverly: Ahora que habéis comprendido la razón por la que estáis aquí, moriréis. Después, transportarán vuestros cadáveres a un lugar remoto y, simplemente, se os dará por desaparecidos.

Will: ¿Creéis que podéis asesinar al duque y a la duquesa de Sheffield y que nadie averiguará que sois la responsable?

Lady Caverly: Vos no lo hicisteis. Soy mayor, nadie sospechará de una anciana. Nadie será nunca tan listo. -Y Miley pensó que tal vez tenía razón-. Acabe con esto -ordenó a Phillip Goddard-.

Goddard hizo un gesto con la cabeza al hombre de la barba y apuntó con su pistola a William. Opuesto a ellos, apareció una pistola en las manos del secuaz sin dientes y apuntó con ella a Miley. Y todo ocurrió a la vez.

Miley se arrojó sobre el hombre que apuntaba a William, haciéndoles perder el equilibrio a ambos. El arma se disparó y la bala zumbó el aire. En el mismo instante, William disparó un tiro de una pistola que llevaba escondida en un bolsillo de la chaqueta y el hombre a su derecha se derrumbó, disparando un tiro al caer al suelo. Miley lanzó un grito al sentir un dolor desgarrador en el costado.

Will: ¡Miley!

De repente aparecieron varios hombres. Mientras ella se revolvía de dolor, reconoció la musculosa figura del conde de Brant corriendo hacia ellos, y a su lado al marqués de Belford, Andrew Seeley. Robert McKay apareció en el lado opuesto de la colina, apuntando con su pistola a Phillip Goddard.

En aquella ocasión William estaba allí, arrodillado a su lado, tomando su mano y murmurando su nombre:

Will: ¡Miley! ¡Dios mío, Miley!

A Miley, el olor a pólvora le quemaba los ojos y el dolor del costado aumentó hasta casi no permitirle respirar. Sintió los párpados muy pesados y, como si de una capa se tratase, se vio envuelta por la oscuridad. Se esforzó por mantener los ojos abiertos.

Miley: Lo siento mucho -se animó a decir-.

Will: Soy yo quien lo siente. Te quiero, Miley. Te quiero tanto...

Miley contempló el amado rostro y vio las lágrimas que recorrían sus mejillas.

Miley: Yo también... te quiero, William. En realidad nunca... he dejado de amarte.

Entonces, un dolor punzante le cerró los ojos y la oscuridad la engulló.

Su último pensamiento fue para William. Por fin, ella le haría el regalo de su libertad, la oportunidad de tener con otra mujer ese hijo que tanto se merecía.

1 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Nooooooooooooooooooooooo
POrque Miley?? :(
que triste ..
Porfin aceptan que se aman y ahora ella va a morir?
Siguela amiga..
esta super interesante
la verdad me imagine todos menos la vieja esa
haha
siguela
:)

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