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miércoles, 15 de junio de 2011

Capítulo 17


Era su última noche a bordo. Al día siguiente divisarían tierra, navegarían por el Támesis hasta los muelles de Londres y abandonarían el barco. Al día siguiente, el Nimble sólo sería un recuerdo.

Ante la inminente partida de los pasajeros, el capitán había planeado una cena especial de despedida. Abajo, en su camarote, William observaba cómo Miley acababa de ponerse un vestido de terciopelo azul oscuro, de cintura alta, adornado con perlas diminutas e irregulares. De escote ligeramente bajo, era uno de sus vestidos favoritos; realzaba el tono azul de sus ojos y los reflejos rubios de sus cabellos.

Al principio, no quería ponérselo porque era el tipo de vestido que despertaba la admiración de un hombre, y estaría presente Carlton Baker, mirando a Miley con resentimiento y a William con abierta hostilidad, pero William se negaba a permitir que Baker le estropeara la noche y pensaba que Miley, en secreto, tenía muchos deseos de ponerse el adorable vestido.

La estudió a unos pasos de distancia, admirando sus delicadas curvas, sintiendo una ola de deseo en el bajo vientre que se obligó a ignorar. Desde la noche que se había consumado su matrimonio, su relación había cambiado, y al mismo tiempo, seguía igual.

Aunque Miley confiaba en él lo suficiente como para entregarle su cuerpo, seguía mostrándose precavida y cuidadosa en proteger su corazón. De alguna manera, William lo agradecía. En los años que habían estado separados, había construido una muralla de protección a su alrededor. Recordaba demasiado bien el dolor de amar a alguien, conocía demasiado bien su fuerza viciosa y destructiva. No deseaba volver a experimentar esa clase de dolor nunca más.

Era mejor no bajar la guardia, vigilar sus emociones y mantenerlas bajo control; lo que conseguía hacer la mayor parte del tiempo, excepto cuando estaban en la cama.

En otras circunstancias, William habría sonreído. Cuando hacían el amor, el deseo que sentía por Miley era tan fuerte y tan febril como cinco años antes, volviéndolo loco de lujuria y destruyendo su valiosísimo control de sí mismo. Sin embargo, durante el día, él protegía sus emociones tan cuidadosamente como ella, y pensaba que eso era lo mejor, lo más seguro, si continuaban en esa vena.

William miró el reloj del barco situado encima de la chimenea del camarote. Estaba vestido y listo para la velada, elegante con una chaqueta gris oscura a juego con un chaleco de bordado color burdeos y un pañuelo blanco cuidadosamente anudado. Miley también parecía lista, a excepción de los pequeños pendientes de perlas, que se estaba poniendo sentada delante del tocador de teca.

Se le ocurrió lo perfecto que quedaría su regalo, el Collar de la Novia, con el elegante vestido que llevaba esa noche.

Situándose detrás de ella, delante del espejo, la cogió de los hombros:

Will: No te has puesto el collar que te regalé desde que salimos de Filadelfia. Supongo que lo habrás guardado en un lugar seguro durante el viaje. -En el espejo, mientras acababa de ponerse el segundo pendiente, notó que a Miley le temblaba un poco la mano. Le pareció que palidecía y William se puso en guardia-. Si se lo has dado al capitán para que lo guarde en la caja fuerte, iré encantado a buscártelo.

Él vio asomarse la cautela en los adorables ojos azules de Miley, además de otra cosa que no supo reconocer. Ella se apartó del espejo y, despacio, se puso en pie.

Había un tono casi imperceptible de desafío en su voz:

Miley: El collar no está en la caja fuerte del capitán Burns. La verdad es que no está a bordo de este barco.

William hizo un esfuerzo por comprender.

Will: ¿Qué estás diciendo?

Miley: Lo siento, William, pero robaron el collar el día que embarcamos. Debió de ocurrir justo después de la boda. No descubrí que lo habían robado hasta que ya estábamos en alta mar.

Will: ¿Por qué no me lo dijiste?

Miley: Quería hacerlo. -Por un instante, desvió la mirada-. Tenía miedo, miedo de lo que dirías.

Ella no quiso mirarlo a los ojos, y eso le molestó. Había llegado a confiar en ella, y sin embargo...

Will: ¿Tienes idea de quién pudo haber robado el collar? -preguntó, procurando no cambiar el tono de voz-.

Miley: No puedo imaginarme quién pudo hacer una cosa así. Lo único que se me ocurre es que fuera alguno de los sirvientes de la casa. Lo siento, William, lo siento de verdad. Era una joya preciosa, y significaba mucho para mí.

Pero no lo suficiente para ser sincera e informarle del robo. Aunque, por otro lado, habían estado años separados y ella no había hecho más que empezar a conocerlo de nuevo; era posible, tal y como había dicho, que tuviera miedo de su reacción.

Will: Cuando lleguemos a casa, lo notificaré a las autoridades norteamericanas, ofreceré una cuantiosa recompensa. Es posible que aparezca y lo recuperemos.

Ella entrelazó los dedos en su regazo:

Miley: Sí..., es posible. Como he dicho, era un collar sumamente precioso.

Qué cosa tan increíble. William no podía dejar de pensar en la leyenda que acompañaba al antiguo collar de perlas. No sabía si tenía algo de cierta, y en caso de serlo, qué consecuencias sufriría la persona responsable del robo de una joya tan valiosa.

Estudió la postura nerviosa de su esposa, su expresión preocupada, pero se dijo que debía ignorarlas.

Miley: En cualquier caso no hay nada que podamos hacer ahora mismo. No dejaremos que nos arruine la noche.

Miley no dijo nada, pero él pensó que le habían sorprendido un poco sus palabras. ¿De verdad creía que la culparía por la pérdida?

Will: Supongo que esperabas que me enfadara.

Miley: Yo..., sí, pensaba que perderías los estribos. Esperaba que te enfureciera la desaparición del collar.

Los labios de William se curvaron en una ligera sonrisa:

Will: Rara vez pierdo los estribos últimamente. Hago todo lo posible para asegurarme de que eso no pase..., aparte de mis encuentros con Baker, por supuesto.

Sus miradas se encontraron y supo que ella estaba pensando en la paliza que le había dado al norteamericano y que no lamentaba en lo más mínimo.

Miley: Sí..., aparte del señor Baker.

Miley se apartó de la cómoda. William le ofreció el brazo y ella lo aceptó apoyando los dedos en la manga de su chaqueta. Con el magnífico vestido de terciopelo azul, Miley estaba más guapa de lo que él la había visto nunca.

Sin embargo, mientras abandonaban el camarote, sintió la pérdida de las perlas y el sospechoso comportamiento de Miley como un inquietante espectro que se hubiera instalado entre ellos.


Gregory Latimer, el capitán del Laurel, un barco que hacía el recorrido de Baltimore a Liverpool, se hallaba de pie, delante de la chimenea de su camarote. En su mano descansaba la joya más extraordinaria que había visto nunca. Sostenía el collar a la luz parpadeante del fuego, un hilo de perlas intercaladas con diamantes.

Había aceptado el collar como garantía a cambio de la suma, el doble del dinero normal, que el pasajero había prometido abonarle una vez que hubieran llegado a Inglaterra. Era un trato al que no había podido resistirse.

El capitán estudió las perlas, examinando su redondez perfecta, el increíble tono cremoso, experimentando la atracción casi irresistible que emitía el collar. Deseaba que fuera de él, como nunca había deseado nada en su vida. Pero no podía comprarlo. La joya tenía que costar una pequeña fortuna, e incluso en el caso de que hubiera tenido tanto dinero, no creía que el dueño la vendiera.

Tendría que robarla, y entonces prescindir de su propietario, un pensamiento tan sacrílego que no podía creer que se le hubiese cruzado por la mente.

Y, sin embargo, el collar lo tentaba, lo atraía, lo arrastraba poderosamente al lado oscuro de su alma.

Gregory sonrió sacudiendo la cabeza. Puede que no fuera un santo, pero no era ni un ladrón ni un asesino. Devolvió el collar a su bolsa de seda y lo guardó en la caja fuerte de su camarote. Pertenecía a un hombre que se llamaba Robert McCabe, aunque Greg no creía ni por un instante que ése fuera su verdadero nombre.

Es posible que McCabe no fuera capaz de reunir el dinero que necesitaba en los tres días siguientes a su llegada según lo acordado. De ser así, perdería el collar y él podría reclamar la posesión del fabuloso hilo de perlas y diamantes.

Suspiró en medio del silencio que reinaba en su camarote. No iba a ocurrir. No existía ningún prestamista que se negara a conceder un préstamo sobre una joya tan exquisita como aquélla, y él tendría que conformarse con el dinero extra que le pagaría McCabe por el pago atrasado de su pasaje.

Latimer cerró la caja fuerte, con el collar dentro a buen recaudo, e intentó ignorar la extraña sensación de pérdida que experimentó una vez que el collar desapareció de su vista.


Miley había regresado a Londres dos días antes, apenas el tiempo suficiente para deshacer el equipaje, con ayuda de Taylor, en la suite de la duquesa contigua a la del duque.

Sólo habían transcurrido dos días y la seguridad de su mundo ya había comenzado a desmoronarse.

Primero había aparecido la madre de William, irrumpiendo en la casa desde los dormitorios que ocupaba desde su viudez en un edificio separado en el lado este de Sheffield House con una mirada irritable en el rostro. Encontró a su hijo y a su nuera en la biblioteca de dos plantas que su hijo utilizaba como despacho y se dirigió resueltamente en dirección a William, plantándose delante de él con las manos apoyadas en las caderas.

Miriam: ¡No puedo creer que no me avisaras! -le dijo, señalando la cara de William con un dedo acusador, sin inmutarse en absoluto ante el ligero endurecimiento de los hombros, considerablemente anchos, de su hijo-. ¡Podías haber dicho algo antes de marcharte precipitadamente a Norteamérica, dejando nada más que una breve nota! ¡De no ser por tus amigos, lord y lady Belford, me habría cogido completamente desprevenida el hecho de que volverías con la novia que abandonaste cinco años atrás!

William tuvo la gracia de sonrojarse, e hizo una reverencia exagerada a su madre.

Will: Os pido disculpas, madre. En aquellos momentos, las circunstancias tomaron un rápido giro fuera de mi control. Me alegro de que Andrew y Brittany vinieran a veros.

Miriam: Yo también. No te puedes imaginar lo preocupada que estaba. Entonces, Andrew me habló de Justin McPhee y de cómo ese hombre había descubierto la verdad de lo ocurrido aquella noche con Jason Reed.

El rostro de William se esforzaba por ocultar su enfado.

Will: Ya me he ocupado de Reed -afirmó-.

Miriam: Lo sé, de nuevo gracias a Zac y Vanessa.

Will: Entonces ya sabes todo lo que hay que saber del asunto. Miley no fue culpable de ningún acto de mala conducta aquella noche.

La duquesa hizo un gesto arrogante. Dijo:

Miriam: Apenas sé nada, y espero un resumen detallado de todo lo ocurrido desde tu llegada a Filadelfia. Dado que se sabía que Miley iba a contraer matrimonio con otro hombre, imagino que la historia será bastante entretenida. -Aunque parecía incómodo, William no contestó. Y Miley pensó que seguramente le contaría a su madre muy poco de lo que había ocurrido-. En cualquier caso -añadió la viuda-, supongo que conocer la verdad sobre la inocencia de Miley es lo único que importa.

Con aire protector, William rodeó a Miley por la cintura:

Will: Exactamente. Y lo que es aún más importante, he vuelto con una esposa. Pronto la casa estará llena de niños, tal y como ha sido tu mayor deseo.

La viuda sonrió, radiante, pero las inesperadas palabras cayeron sobre Miley como un golpe. Durante semanas se había negado a pensar en el engaño al que había inducido a William, el secreto que debería haberle revelado pero que no lo hizo. En aquel momento le pareció el castigo adecuado por el dolor que William le había causado.

Cinco años atrás, ese hombre la había desechado como si fuera un mueble usado, la había obligado a vivir en el exilio con el corazón destrozado por una herida que le costó años curar y no había tenido nunca dudas. Cuando la había obligado a contraer un matrimonio que ella no deseaba, había sentido que él se había buscado lo que le esperaba.

Una vez que había vuelto a Inglaterra, le asaltaron las dudas. William era un duque, y como su esposa, ella tenía la responsabilidad de darle un heredero. Eso no iba a ocurrir y, ¡ay, Señor! Cuánto la aterrorizaba pensar lo que haría si algún día descubría el engaño.

¡Dios mío! La caída que había sufrido en Wycombe Park la había dejado incapaz de darle un hijo. Tarde o temprano, su esterilidad saldría a la luz. Ella había confiado en que, después de años de no quedar embarazada, William creyera simplemente que algo no funcionaba entre ellos y aceptara lo que no podía ser.

El nudo del estómago seguía allí incluso después de que la duquesa viuda hubiese concluido la reprimenda que había dirigido a su hijo.

Miriam: Tienes toda la razón, por supuesto -concedió-. Estás casado y eso es lo único que importa. -Y, con una sonrisa cariñosa dirigida a Miley, añadió-: Bienvenida a nuestra familia, hija. Después de lo ocurrido, nunca me imaginé que diría esto, pero me siento infinitamente contenta de que se hayan solucionado los errores del pasado y las cosas hayan acabado de esta manera.

Miley recibió un ligero abrazo que ella devolvió.

Miley: Gracias, excelencia.

Su suegra sonrió aún más.

Miriam: Ahora que los dos habéis vuelto finalmente a casa, tan pronto como estéis instalados celebraremos un baile, un espléndido baile para celebrar vuestro matrimonio.

William había preguntado a Miley si deseaba que volviesen a casarse una vez que llegaran a Inglaterra y realizar una boda grande y apropiada para anunciar al mundo que ella era su duquesa, pero Miley se había negado rotundamente. No se sentía muy segura de su regreso a la sociedad, e ir adaptándose poco a poco al curso de los acontecimientos le parecía un enfoque mucho más acertado.

Tampoco le atraía mucho un baile, pero adivinaba por la expresión que había en el rostro de su suegra que su decisión era inquebrantable y, tal vez, necesaria, una manera de poner las cosas en su sitio de una vez por todas.

Will: Creo que es una gran idea, madre. Dejaré que os ocupéis de los detalles..., si mi esposa está de acuerdo.

Miley: Por supuesto. -No habiéndose sentido nunca muy atraída por la vida de sociedad, incluso antes del escándalo, se sintió aliviada-. He estado tanto tiempo fuera que no sabría por dónde empezar.

Miriam: Entonces está decidido -dijo la duquesa viuda-. Déjamelo todo a mí.

Miley resistió el primer día en su nuevo y real hogar, pero estaba agotada cuando subió a la primera planta y se acostó en la cama con dosel en la suite de la duquesa. William no la visitó y se sorprendió al descubrir que añoraba su presencia a su lado, que echaba de menos su manera apasionada de hacerle el amor a la que se había acostumbrado todas las noches.

Al día siguiente llegaron más visitas a la casa, tres mujeres en una masa de vestidos de invierno y capas forradas de piel. Era principios de noviembre, los días eran cada vez más cortos y fríos, la niebla de una húmeda mañana empañaba el aire.

Miley había conocido durante su noviazgo a los amigos del duque: Zac Efron, conde de Brant, y al capitán Andrew Seeley, futuro marqués de Belford. Las mujeres que habían ido a visitarla eran las respectivas esposas de Zac y Andrew, Vanessa Efron y Brittany Seeley, junto con Alysson Chezwick, hermana de Vanessa.

Brittany era una joven delgada, de cabellos rubios, llena de vida y con una sonrisa sincera y afectuosa. Vanessa era más baja, tenía el cabello negro y una figura ligeramente más atractiva. Alysson era..., Alysson no se parecía a nadie que Miley hubiera conocido. Con el cabello largo y de un rubio muy claro y los ojos de un color azul lavanda, era increíblemente preciosa, y, sin embargo, no parecía ser consciente de ello.

Britt: ¡Estamos tan contentas de conocerte finalmente...! -dijo, saliendo a su paso y dándole un abrazo que no esperaba-. Desde el momento en que te vi, supe que eras la mujer perfecta para William.

Miley arqueó sus castañas cejas.

Miley: ¿Cómo es posible que lo supieras?

Brittany se limitó a sonreír.

Britt: Porque nunca había visto al duque mirar a una mujer de la forma en que te miraba a ti. Por un instante pensé que se iba a convertir en un montoncillo de cenizas.

Miley no pudo evitar lanzar una carcajada. Aunque tuvieran otros problemas, en la cama matrimonial se consumían.

Miley: Creo que nos vamos a entender, Brittany Seeley.

Britt: Vamos a ser grandes amigas: todas nosotras; espera y verás.

Miley así lo esperaba. Le gustaba Vanessa Efron -Ness como le gustaba que la llamaran-, y con su adorable ingenuidad, no existía nadie en el mundo capaz de resistir el encanto de Alysson.

Tomaron el té con pastas en el salón chino, una habitación de techos altos y grandes columnas de mármol negro y amarillo. Las gruesas alfombras persas, los jarrones colorados y los muebles dorados y laqueados de estilo oriental, la convertían en la sala más elegante de la casa.

Vanessa dio un sorbo de té de la taza de porcelana con el borde dorado y la depositó en el plato.

Ness: La madre de William dice que va a organizar un baile, un baile espléndido, para celebrar vuestra boda, y nos ha pedido nuestra ayuda para organizarlo. Quiere que nos aseguremos de que no excluye a ninguno de tus amigos.

La sonrisa desapareció del rostro de Miley.

Miley: Me temo que no tengo muchos amigos..., no después del escándalo. Incluso si se declararan como tales, ahora que estoy casada con el duque, mi interés en ellos se ha desvanecido.

Ness: No te culpo -replicó sentándose un poco más derecha en el sofá-. Hay una diferencia entre los amigos de verdad y los conocidos. Incluiremos a tus conocidos y les haremos desear que hubieran sido lo bastante sabios para apreciar la amistad que descartaron tan fácilmente.

Alysson abrió desmesuradamente sus increíbles ojos.

Alysson: ¡Oh, no! ¿Qué me decís de vuestros maridos? Ellos tampoco creyeron a Miley.

Brittany y Vanessa se miraron, y Ness reprimió una sonrisa.

Ness: Nadie como mi hermana para decir la verdad sin rodeos.

Britt: Los dos lo lamentan muchísimo, Miley. Se sentían tan mal por William... No sabes lo mucho que sufrió. Según Andrew, cambió completamente.

Era diferente. Pero Miley no creía ni por un momento que ella hubiera tenido nada que ver.

Miley: Es más viejo, eso es todo, y un poco más reservado.

No creía que William hubiera sufrido. Si la hubiera querido lo más mínimo, habría leído sus cartas, habría escuchado lo que ella intentaba explicarle.

Alysson: Si el conde y el marqués lo lamentan -prosiguió, siguiendo el curso de sus pensamientos- es posible que otros amigos tuyos sientan lo mismo.

Britt: Alysson tiene razón. Tal vez deberías pensar en perdonarlos, igual que hiciste con William.

Pero no había perdonado realmente a William. No del todo. Entonces había dicho que la quería. Si hubiera sido cierto, habría creído en su inocencia, la habría defendido ante sus acusadores.

Sin embargo, no dijo nada de eso a sus nuevas amigas.

Ness: No hay necesidad de pensar en eso ahora -dijo amablemente-. En este momento, Miley necesita una oportunidad para acostumbrarse a ser la esposa de William.

Miley: Es bastante sobrecogedor -admitió-. Ahora que hemos vuelto a Londres, se espera de mí que desempeñe el papel de duquesa, y aunque hubo un tiempo en que estaba preparada para ello, ahora no es el caso.

Alysson: Todo saldrá bien -le aseguró-. Es cuestión de tiempo.

Ness: Y estoy segura de que tienes muchas cosas que hacer -dijo, depositando la taza y el plato en la mesita negra laqueada que tenía delante-. Que es, señoras, nuestro pie para salir de escena.

Brittany y Alysson se levantaron de sus asientos.

Britt: Sólo una cosa más...

Miley: ¿Sí?

Britt: Nos preguntábamos..., verás, una vez a la semana, las tres nos reunimos en mi casa para observar los astros. Nos gustaría que nos acompañaras. Tengo el telescopio más maravilloso para explorar los cielos, un regalo reciente de Andrew, y otro más pequeño, pero también muy bueno. Estudiar las estrellas es una de mis aficiones desde hace tiempo.

Alysson: Brittany nos ha estado enseñando los nombres de las constelaciones -dijo alegremente-, y los antiguos mitos griegos que las acompañan. No te imaginas lo bonito que es el cielo a través de los maravillosos objetivos de Brittany.

Britt: No tienes que sentirte obligada -se apresuró a añadir-, sólo hemos pensado...., bueno, esperábamos que lo encontraras interesante.

Miley sintió una ola de afecto en su interior. Tal y como había dicho, desde el escándalo, tenía muy pocos amigos.

Miley: Será un placer asistir. Muchas gracias por invitarme.

Britt: Nos reuniremos el próximo jueves. A menudo los hombres también vienen, aunque ellos acostumbran a esfumarse en el despacho de Andrew para tomar un coñac o dos. Estaremos encantadas si William te acompaña.

Miley: Gracias. Se lo diré.

Las mujeres abandonaron la casa, y Miley se quedó, por fin, a solas. Parecía que su vida iba ganando aire de normalidad. Es posible que con el tiempo, las cosas funcionaran.

Al menos eso pensó hasta que, tres semanas después, Zac Efron se presentó en la casa llevando su regalo de bodas en una de sus grandes manos.

El increíble hilo de diamantes y perlas conocido como el Collar de la Novia.

3 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

En primera...
Miley no puede tener hijoss??? O_o pobre chica, ahora que pasara cuando Will se entere?
EN segunda...
super que sean amigas, le va hacer bien a miley..
y tercera como que Zac encontro el collar??? O_o
hahaha
siguela
esta super

TriiTrii dijo...

Oh ohh zac encontro el collar...
Seria la segunda vez q lo compra si esq lo vio y lo quiso comprar xD
Miley tendria q decirle la verdad o will lo averigua cn ese investigador q averigua TODO desde la primera novela XD
Haahaha
Respecto a miley tengo una corozonada q al final d la nove ellos aceptan su amor y adoptan hijos :) y miley tendra un milagro... Nc lo q digo pero lo siento!! :D
Siguelaaaa quiero saber q pasaraaa!!!
Sorry si no te comento pero hay veces q no me deja -.-
Pero sabes q me encanta tu nove!!!
Bye byee!!! ;;)

Natalia dijo...

qe pena qe no puede tener niños..
bueno ya sigo leyendo mañana qe hoy es muy tarde..
muackkk

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