topbella

martes, 14 de junio de 2011

Capítulo 16


Miley necesitaba encontrar a su marido. Era tarde, bien pasada la medianoche, y aún no había regresado al camarote. Después de la cena, la había acompañado a su habitación, y entonces, de repente, se había ido. Miley no lo había visto desde entonces.

La duquesa caminaba intranquila por el camarote. El dobladillo del vestido de terciopelo burdeos que se había puesto para William rozaba sus tobillos cada vez que se giraba. Lamentaba no haberle impedido que se marchara del camarote, no haberle hablado sinceramente, no haberle dicho las palabras que habrían puesto fin a la tortura que les oprimía en las largas horas de la noche.

Podía esperar hasta que llegara, pero cada noche regresaba más tarde que la anterior; el celibato que ella le había impuesto estaba atormentando su cuerpo, volviéndole más y más distante.

Durante la cena había estado distraído y pensativo. Miley creía que si lo libraba de su promesa, cambiaría de actitud. No estaba segura de adonde conduciría la intimidad o qué esperaba exactamente; sería doloroso, lo sabía, pero todas las mujeres lo soportaban, y estaba segura de que sólo lo sería la primera vez.

Miró el reloj del barco que marcaba las horas encima de la diminuta chimenea, donde una pequeña llama ardía para combatir el frío. Había casi luna nueva, pero la mar estaba en calma y ella se negó a esperar más tiempo.

Se había soltado el cabello en anticipación de lo que ocurriría esa noche, y una cascada de suaves rizos le caía por la espalda. Descolgó la capa de lana del perchero situado junto a la puerta, se la colocó alrededor de los hombros y se puso la capucha para cubrir sus brillantes rizos. El pestillo de la puerta se levantó fácilmente y Miley salió al pasillo.

Era indecente salir a cubierta sin ir acompañada, pero era tarde y, aparte de un grupo de marineros que cantaban salomas cerca de la proa, no parecía haber nadie más.

Se dirigió al salón, pero una vez allí, una rápida mirada le bastó para comprobar que William no estaba. Era un hombre que siempre había necesitado actividad física y se imaginó que podía estar paseando por la cubierta.

Se apretó la capa un poco más contra la brisa que inflaba las velas y se le ocurrió una idea extraña. Dando media vuelta, rodeó la cabina de cubierta en dirección a la popa y, desapareciendo entre las sombras, se encaminó hacia el rincón privado al que la había llevado las primeras semanas del viaje.

Casi había llegado a su destino cuando una figura alta apareció delante de ella, bloqueando los suaves rayos de luna. Ella sonrió pensando que había encontrado a William.

Carlton: Vaya, ¡que coincidencia! -La voz de Carlton Baker llegó hasta ella, inmovilizándola en el sitio-. Parece que a los dos nos gusta esta parte del barco.

Miley tragó saliva. Últimamente el norteamericano le desagradaba más incluso que al principio de conocerlo.

Miley: Estoy buscando a mi marido. He pensado que podía estar aquí.

A la luz de una linterna colgada de un cabo a cierta distancia, se fijó en el extraño brillo de los pálidos ojos de Baker.

Carlton: Ya veo. En ese caso ¿qué le parece si la acompaño en su búsqueda?

La compañía de Baker era la última cosa que deseaba.

Miley: Gracias, pero no hace falta. Si me disculpa, seguiré mi camino.

Al pasar rozándolo, Baker la cogió del brazo.

Carlton: ¿Por qué no se queda y me hace compañía un rato?

Ella lo miró, era un hombre grande y casi tan alto como su marido.

Miley: No me parece que sea lo adecuado. Y, ahora, por favor, déjeme pasar.

Pero Baker no tenía intención de hacerlo. La había estado observando durante semanas, o al menos, eso pensaba ella. Últimamente se había vuelto más y más cautelosa. Acercándose a ella, la agarró fuertemente del brazo, la arrastró hacia él y, a la fuerza, la empujó contra la pared de la cabina cubierta. La capucha resbaló hacia atrás cuando Baker bajó la cabeza e intentó besarla, pero Miley se resistió.

Miley: ¡Suélteme!

Baker se aplastó contra ella, acariciándole una mejilla.

Carlton: Vamos ¿de verdad es eso lo que quieres? He visto cómo me mirabas. Sé lo que estás pensando, todas las mujeres sois iguales.

Presa del asco, Miley se defendió, comenzando a sentir realmente miedo.

Miley: ¡He dicho que me suelte!

Intentó besarla de nuevo y cuando ella volvió la cara, cuando intentó gritar, él le tapó la boca con la mano. Miley sintió cómo se inclinaba para coger el borde de su falda, y empujar hacia arriba la tela que le cubría las piernas. Era fuerte y utilizaba su fuerza para mantenerla inmóvil contra la pared.

Carlton: Serás mía, y te gustará.

Habría dicho algo más, si un instante después, su cuerpo no se hubiera despegado violentamente de ella como si fuera una marioneta tirada de unos hilos.

William lo obligó a girarse, y lo golpeó una vez, y luego otra, derribándolo de espaldas y arrojándolo sobre la barandilla. Baker se recuperó, se abalanzó sobre él y le pegó un puñetazo en la mandíbula que lo hirió ligeramente. William contraatacó y golpeó, primero un puñetazo, luego otro, hasta que le dió un golpe lo bastante fuerte para estrellar a Baker contra la cubierta.

Le llovió otro golpe, y otro más. Baker empezó a sangrar por la nariz y una mancha carmesí apareció en la pechera de su camisa. William agarró al hombre por las solapas de su chaqueta, y le golpeó tan fuerte que se dio con la cabeza en la pared. Baker se derrumbó sobre la cubierta y, esta vez, no se levantó.

Dado que William había ganado la batalla, Miley se acercó temblando y al volverse para mirarla, vio que le brillaban los ojos.

Will: ¿Te encuentras bien? -masculló, casi murmurando la pregunta-.

Ella se limitó a asentir, absolutamente incapaz de hablar. Dejando a Baker desplomado en el suelo, William la rodeó por la cintura y la insistió a andar, y Miley se dejó guiar por la cubierta hasta el camarote. Le latía el corazón de manera irregular, y un nuevo miedo le oprimía la garganta.

Sabía lo que William estaba pensando, reconocía la mirada que había visto en sus ojos cinco años atrás, sabía que la creía responsable de haber alentado las insinuaciones de Carlton Baker, y aunque era inocente y no había obrado mal, sabía que su marido no la creería.

Un suave sollozo le apretó la garganta mientras descendían por la escalera que les conducía al camarote. Cuando William abrió la puerta para dejarla entrar, los ojos de Miley se llenaron de lágrimas.

Miley: Yo... yo no lo alenté. Sé que no me crees, pero te juro que no lo hice. -Las lágrimas resbalaron por sus mejillas-.

La expresión de dureza, marcada por la tensión de la mandíbula, reflejada en el rostro de William se transformó en horror.

Will: ¿Eso es lo que piensas? ¿Que creo que has tenido alguna culpa en lo ocurrido?

Ella se echó a llorar entonces, y William la arrastró a sus brazos; temblaba, ella se dio cuenta, aunque no podía imaginarse el motivo.

Sosteniendo su nuca en la mano, William presionó su mejilla contra la de ella y la mantuvo firme contra la suya.

Will: Escúchame, Miley, Carlton Baker es un granuja de la peor especie. Cuando lo vi acosándote, quería matarlo. Quería acabar con su vida con mis propias manos. Lo habría desafiado, pero un barco no es el lugar más apropiado. He pensado que no querrías eso, y he preferido no empeorar las cosas. -Se apartó un poco para mirarla-. Nunca he creído que hayas tenido nada que ver en lo que ha pasado, Miley, ni por un instante. -Las lágrimas se convirtieron en sollozos y él volvió a cogerla en sus brazos. Cinco años antes no la había creído. Nunca se hubiera imaginado que algo cambiaría-. No llores -dijo suavemente-, no por él.

Ella trató de no llorar, y William le secó las lágrimas de la mejilla con un dedo.

Miley: He salido a buscarte. Necesitaba hablar contigo.

Will: Ahora estoy aquí. Dime qué era tan importante como para sentir que tenías que ir en mi busca a medianoche.

Miley desvió la mirada. Había ensayado lo que le iba a decir, pero después de lo ocurrido, los nudillos de William todavía inflamados y doloridos por la pelea que había tenido, el momento ya no parecía oportuno.

Miley: No importa. Ahora no.

Ella intentó soltarse pero William la cogió del brazo, negándose a dejarla escapar.

Will: Habla. Deja que sea yo quien juzgue si es importante o no -la obligó-.

Como de costumbre, no le dejó elección. Miley se armó de valor:

Miley: Quería decirte que..., quiero liberarte de tu promesa.

Sus ojos se oscurecieron durante un instante. Después, su mirada se volvió apasionada y feroz.

Will: ¿Eso te parece poco importante? Son las palabras más importantes que he oído en los últimos cinco años.

Y entonces la besó.

Miley se inclinó hacia él. William la llenó de besos, con las grandes manos enroscadas en sus cabellos, manteniéndola en el sitio mientras iniciaba su tierno asalto, tratándola con mimo y calmando sus miedos.

Will: Nos lo tomaremos con calma. No te presionaré para que des más de lo que estás dispuesta a dar.

Pero mientras su boca le recorría la garganta, mordisqueaba el lóbulo de su oreja, y reclamaba sus labios en un beso más largo y profundo, pensó que estaba lista para cualquier cosa que él le tuviera reservada.

La había creído, había confiado en que ella le decía la verdad. Su corazón se esponjó y la invadió un sentimiento de dulzura.

William había comenzado a desnudarla, sin mucho miramiento, quitándole la ropa de forma rápida y eficiente hasta que los dos estuvieron desnudos. Aunque se había acostumbrado a desnudarse en su presencia, era la primera vez que veía a William completamente desnudo, y la vista de su miembro erecto le causó una honda fascinación.

Will: No tengas miedo -dijo, consciente de su mirada-.

Miley: No lo tengo -respondió, mintiendo un poco-.

Miley tembló cuando él reanudó los besos, besos largos y profundos que le producían vértigo. Sus labios recorrieron la garganta, se pasearon por los hombros y fueron a parar a los senos, donde capturaron un pezón erecto, y luego el otro, chupándolos y mordisqueándolos, alimentando el ardor que sentía entre las piernas.

Se acercaron a la cama, William provocándola y acariciándola, mordisqueando y saboreando su cuerpo hasta que las piernas se negaron a sostenerla; como si lo hubiera adivinado, él la levantó en brazos, la depositó en el centro de la cama y se acostó a su lado.

Subiéndose encima de ella, se inclinó para besarla, el peso de su cuerpo hundiéndola en el colchón. Al sentir el roce del vello rizado y rubio de su pecho contra sus sensibles pezones, su deseo se inflamó como una antorcha. Su torso se arqueó debajo de él, cada vez más inquieto. Buscaba el contacto con el cuerpo del hombre, alargado y musculoso. Sentía la fuerza de su erección.

El miembro, erecto y duro, palpitaba al ritmo de los latidos de William y aceleró los suyos.

¡Oh, cuánto lo deseaba!

Miley lo besó con fiereza, introduciendo la lengua en su boca, arqueándose bajo su cuerpo y apresurándole para que la poseyera.

William gimió.

Will: No quiero presionarte -dijo con brusquedad-, pero no sé cuánto tiempo más podré aguantar.

Miley: No quiero que esperes más, William, por favor...

William emitió un sonido gutural con la garganta, entonces se colocó encima de ella y le separó las piernas con la rodilla.

Will: Intentaré no hacerte daño.

Ella no respondió, simplemente se removió inquieta, desesperada por estar más cerca de él. Por sentir esa parte de él que la reclamaba como su esposa. El miembro de William tanteó la entrada a su cuerpo, luego la besó, larga y profundamente, y se hundió en su interior.

El tiempo pareció detenerse. Por un instante, su cuerpo se tensó y apagó un grito de dolor.

El cuerpo de William se tensó.

Will: He intentado no hacerte daño. ¿Estás bien?

Se las arregló para asentir mientras era consciente del esfuerzo que él tenía que hacer para no dejarse ir. Los músculos de Miley estaban tan tensos que temblaban cuando él le ofreció la oportunidad de ajustarse a su tamaño y longitud.

Will: Lo peor ya ha pasado, amor mío. Ahora, relájate.

Era un hombre grande y la llenó completamente, una sensación diferente a todo lo que ella se había imaginado. Y que, sin embargo, no era desagradable. De hecho..., se fijó en que el dolor había desaparecido y lo había reemplazado una creciente urgencia que parecía aumentar a cada momento.

Miley: Me gusta sentirte dentro de mí...

Se arqueó ligeramente hacia arriba, probando la posición, acentuando la penetración.

William resopló. Su musculatura se tensó mientras se esforzaba por mantener el control, hasta que la tensión alcanzó su límite y, entonces, pareció aflojarse. Inclinándose sobre ella, la tomó con fuerza y rapidez, golpeándose contra ella como si no existiera otra alternativa.

Durante un instante su absoluto poder la asustó, y entonces el placer que había sentido antes comenzó a crecer en espiral dentro de ella, más y más, hasta que se olvidó del tiempo y del lugar. Su cuerpo, preso en una fina red de deseo, echó a volar, enviándola a un lugar lleno de dulzura y placer en el que nunca antes había estado.

Gritando el nombre de William, le echó los brazos al cuello y se abrazó a él.

Al cabo de un momento interminable, volvió a ver la habitación y el éxtasis empezó a disminuir. William dejó de poseerla y se tumbó a su lado. La apoyó en el hueco de su brazo y Miley se acurrucó contra él.

William la besó en la frente.

Will: Que descanses, amor mío.

Agotada y extrañamente feliz, se fue quedando dormida.

En plena noche, se despertó agitada. Sintiendo el cuerpo de William próximo al suyo, fue a acariciarlo y se dio cuenta de que estaba excitado otra vez. Al levantar los ojos hasta su rostro, vio que estaba despierto y que la miraba.

Miley se inclinó hacia él, su cuerpo cobrando vida al recordar el placer que él le había procurado. Apretó los labios contra el pecho desnudo de William. Sus brazos la rodearon. Como un león reclamando a su hembra, la montó, penetrándola con mucha menos resistencia que antes.

Hicieron el amor despacio, dejando que el placer fuera en aumento, y al acabar él la recostó en su regazo y se quedó dormido.

Miley observó su respiración regular, el ascenso y el descenso de su pecho. Era su marido y sentía ansias de él. Pero lo había amado una vez, y ese amor había estado a punto de destruirla.

Durante minutos que parecieron horas, Miley miró al techo, decidida a que, por mucho placer que le proporcionara el cuerpo de William, no volvería a enamorarse de él.

2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

PORFinnnnnnnnnnnnn
..........................
Se han entregado..
tan delicado will..
y ahora ella no quiere enamorarse, pero se que lo va hacer :D
siguela..
hace unos minutos te comente en el anterior capi.. y cuando me di cuanta es que ya habias subido otro hahaha
:)
pero me ha encantado

Natalia dijo...

ohhhhhhhhhhhh..qe romantico..
miley flipa, qe no quiere enamorarse Will? pero si ya lo esta..jajajaja

Publicar un comentario

Perfil