topbella

lunes, 13 de junio de 2011

Capítulo 14


Miley contempló al hombre alto que estaba cruzado de brazos en la otra punta del camarote. En reacción a su desafío, todo el cuerpo de William se puso tenso. Se apartó de la pared como una pantera que merodea en busca de presa y Miley tuvo que hacer un esfuerzo para no echar a correr y abandonar la cabina.

Will: Había pensado en no herir tu casta y pudorosa sensibilidad y desnudarme detrás del biombo al menos las primeras noches.

Le estaba ofreciendo la oportunidad de retractarse; debería aceptarla, sabía que debería.

Miley: Has dicho que no habría secretos entre nosotros.

Él frunció la boca. El deseo reflejado en sus ojos se volvió más intenso.

Will: Como gustes.

Miley se humedeció los labios. Una parte de ella temía haber puesto en libertad a una bestia muy peligrosa, mientras la otra parte miraba fascinada. Aparte de atender a un niño enfermo en el orfanato y de haber visto fugazmente el delgado trasero de Jason Reed cuando saltó apresuradamente de su cama cinco años atrás, nunca había visto el cuerpo desnudo de un hombre, y menos el de un hombre tan varonil como William.

Lo observó mientras se desvestía, cómo se quitaba la chaqueta, el chaleco y el ancho pañuelo blanco, y luego, cómo se deshacía de la camisa dejando al descubierto el ancho y poderoso torso que ella recordaba, donde una mata de vello oscuro y rizado daba paso a un estómago firme y sólido como el resto de su cuerpo.

Se quitó los zapatos y las medias. Con los ojos muy abiertos, Miley observó cómo se empezó a desabrochar los botones delanteros del ajustado pantalón. Los empujó por sus largas y musculosas piernas y se los quitó, quedándose sólo con la ropa interior que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel y que le cubría desde la mitad inferior de su cuerpo hasta las rodillas.

Will: No sé cuánto sabes de la anatomía masculina, amor mío, pero en caso de que no lo hayas notado, verte desnuda me ha excitado muchísimo.

Al fijarse en el poderoso bulto que agrandaba su fina prenda interior de algodón, Miley soltó un grito de alarma. Su fanfarronada desapareció al instante. Dando media vuelta para alejarse de él, corrió a la cama, levantó las mantas, se metió entre las sábanas y se acostó en su lado, lo más alejada posible de él.

Oyó la risita de William, pero no le prestó atención. Una cosa era ver a un hombre desnudo y otra verlo con una enorme erección. Conocía lo suficiente de la anatomía masculina para saber que el bulto era el órgano reproductivo masculino y que era por donde se unía a su cuerpo; pero cuando se había hecho una idea de su tamaño, no se imaginaba que nunca llegara a ser posible.

Por detrás de ella, William se acercó más a la cama y Miley contuvo el aliento cuando el colchón se hundió bajo su peso.

Will: De momento, supongo que tendré que renunciar a dormir desnudo, pero te prometo, amor mío, que no será por mucho tiempo.

No se pudo contener. Asombrada al oír sus palabras, se dio media vuelta para mirarlo. Todavía llevaba su prenda íntima, pero su pecho, ancho y velludo, estaba completamente desnudo.

Miley: ¿No duermes con una camisa?

Will: Como he dicho, prefiero dormir desnudo. Es mucho más cómodo, tal y como descubrirás cuando pierdas las vergüenzas propias de la virginidad.

¡Dormía sin nada de ropa y esperaba que ella hiciera lo mismo! ¡Por Dios! ¿Qué otros actos pervertidos era capaz de cometer ese hombre? ¿Y por qué ella encontraba la idea tan excitante?

Con la cara ardiendo, se giró dándole la espalda. No podía imaginarse durmiendo con un hombre desnudo. Siempre se había imaginado que un hombre levantaba el camisón de una mujer cuando le hacía el amor, y que lo bajaba una vez que había terminado. Al parecer, ése no era el caso. ¿Por qué nadie se lo había dicho?

Sintió el peso de William en la cama mientras se movía por el colchón hacia su lado. Necesitaba utilizar el orinal que había en un rincón, detrás del biombo pero esperaría a que él se durmiera.

Acercándose con cuidado, le pasó el brazo por encima de la cintura y la atrajo hacia sí. A pesar del camisón, sintió el cosquilleo del escaso vello rizado de su pecho y el vello rasposo de sus pantorrillas.

Miley cerró con fuerza los ojos al notar la presión del endurecido miembro varonil contra sus nalgas, pero cuando intentó separarse, William apretó su abrazo.

Will: Es algo natural cuando un hombre desea a una mujer tanto como yo te deseo a ti. En este viaje, me temo que estaré en este estado la mayor parte del tiempo..., a menos, por supuesto, que me libres de mi promesa. -Con entusiasmo, ella dijo que no con la cabeza. William la besó suavemente en el cuello-. Entonces, duerme, amor mío, mañana zarpamos rumbo a casa.


Transcurrió una semana y luego otra. Era mediados de septiembre e incluso en la mar se notaba el otoño en el aire. Los días eran cada vez más cortos y las noches más frías. Una niebla más densa envolvía el aire salado del océano.

Como recién casados, se esperaba que Miley pasara la mayor parte de su tiempo con su marido, y William le concedía toda clase de atenciones. Durante el día jugaban a las cartas o leían, conversaban con otros pasajeros o paseaban por el barco.

Todas las noches, después de cenar, él la llevaba hasta un lugar apartado que había descubierto, donde podían disfrutar de intimidad. Al principio, se había sentido incómoda con la idea, pero William se comportaba de manera diferente cuando estaban allí.

En el camarote, cierta tensión se interponía entre ellos. Miley se mostraba cautelosa; William, cuidadosamente reservado, temeroso, se imaginaba ella, de perder el control si bajaba la guardia en un lugar tan íntimo como el camarote. Aparte del ritual nocturno de desnudarse el uno delante del otro, y del íntimo contacto de sus cuerpos durante la noche, William mantenía las distancias.

Miley estaba agradecida. Necesitaba tiempo, necesitaba esas semanas para resignarse a un futuro como la esposa de William.

William era reservado en el camarote pero fuera, a la luz del día, con las olas del mar rompiendo contra el casco del barco y salpicándolo de espuma, se permitía ciertas libertades que Miley, como esposa, apenas podía rechazar.

Y a decir verdad, empezaba a esperar esos avances, los besos apasionados, suaves y delicados las primeras noches, y que iban volviéndose más profundos y más apasionados. Afuera, se sentía segura de una manera que no sentía cuando estaba en el camarote, donde la proximidad de su cuerpo, alto y muy musculoso, abrazándola en la cama, la mantenía despierta hasta entrada la noche.

Una noche ella se lo quedó mirando mientras ambos compartían la oscuridad de su mundo privado, bañado por la luz de la luna y las estrellas. El brillo del deseo seguía estando en sus ojos y también en la tensión del rostro, señal de los esfuerzos que William hacía para controlarse.

La mano de William le acarició la mejilla.

Will: Aún falta tanto para llegar a Londres...

Sabía que se refería al momento en que la tomaría, la reclamaría como esposa y consumaría su matrimonio, y un deseo casi imperceptible se apoderó de ella. Rodeando su rostro con las dos manos, él inclinó la cabeza para besarla, y una sensación, dulce y cálida, la inundó en el bajo vientre.

Sin darse cuenta, se apoyó contra él. Era su marido, al fin y al cabo, y aunque sentía miedo de adonde pudiera conducirla aquel beso, la llama del deseo también había empezado a arder en ella.

William intensificó el beso, convenciéndola para que separara los labios, poseyéndola con la lengua. La besó una y otra vez, besos suaves y delicados, besos muy sensuales que despertaron la misma ardiente necesidad que había sentido mucho tiempo atrás, una necesidad que jamás pensó que volvería a sentir.

Eso la asustaba. Sabía la locura que era confiar en él, necesitarlo, y, sin embargo, según pasaban los instantes, dejó de preocuparse. En cambio, le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió los besos con la misma feroz pasión que podía sentir vibrando a través de él. Su pulso se aceleró cuando las manos del hombre se deslizaron por su espalda, rodearon sus nalgas y la empujaron contra su pelvis.

La tenía dura cuando la apretó contra él, increíblemente dura, y un deseo irresistible se apoderó por completo de ella.

Will: ¿Lo sientes, Miley? ¿Sientes lo mucho que te deseo?

En otro momento habría sentido miedo. Aquella noche, sentía más curiosidad que miedo, un pensamiento peligroso, se dijo, pero sin embargo era verdad.

William la besó en el cuello, y comenzó a acariciarle los senos, tocándola como no se había permitido hacerlo hasta entonces, moldeándolos con las manos, masajeándolos a través del tejido de su vestido de cintura alta. Recordó cómo la había acariciado aquel día en el manzanar y una ola de apetito estalló en su interior.

Sus senos se hincharon y le dolían. William los rodeó con sus manos, rozando los pezones hasta que se volvieron duros y punzantes; mientras tanto la besaba, besos tan apasionados y embriagadores que la dejaban agitada e impaciente, besos ardientes y sensuales que volvían dolorosa su pasión.

Sabía que debería detenerlo. Faltaban semanas para que llegaran a casa, pero sus pezones estaban hinchados y duros, sensibles como no lo habían estado nunca, y sentía fuego líquido entre las piernas.

La mano de William, grande, seguía acariciándole el pecho.

Will: Esta noche pondré mi boca aquí -prometió con voz ronca-. Es hora de que duermas sin camisón.

Sintió un latigazo de pasión dentro de sí, hacia abajo, tan fuerte que se asustó. Temblando, se liberó del abrazo. Su cuerpo ardía de ganas de caricias, y, sin embargo, había reconocido el peligro. Necesitaba más tiempo, necesitaba entender lo que él quería de ella, necesitaba confiar en William al menos un poco, aunque sólo fuera con su cuerpo.

Miley apretó la mano contra el pecho de William, como si quisiera apartarlo.

Miley: No estoy..., no estoy preparada para eso, William.

Los ojos de William rastrearon su rostro, azules y oscuros a la luz de la luna, sin embargo tan llenos de pasión que parecían brillar.

Will: Yo creo que sí. Creo que tu cuerpo está más que preparado.

Y como para demostrarlo, tomó un seno en su mano y lo apretó suavemente, creando una ola de ansiedad erótica que la barrió de pies a cabeza.

Miley: Por favor, William. Sólo han pasado dos semanas.

Dos semanas de dormir con él, dos semanas de sentir el deseo y la fuerza de su cuerpo, la rotundidad de su erección nocturna.

William selló sus labios con un beso lento y completo.

Will: Está bien. Haremos lo que tú quieras. Te daré un poco más de tiempo. Apenas hemos empezado nuestro viaje.

Tenía razón. Apenas había comenzado y ella ya lo anhelaba, anhelaba sus besos sensuales y apasionados, el contacto de sus manos sobre su cuerpo.

Y ansiaba devolverle las caricias.

La verdad la pilló desprevenida. Quería acariciarlo de la misma manera que él la acariciaba a ella, quería conocer la textura de su piel, hundir los labios en su pecho desnudo, examinar el pesado bulto que sentía cada noche cuando estaban en la cama.

Miley se apartó de William y salió del íntimo y retirado espacio a la cubierta bañada por la luz de la luna. En silencio, se acercó a la barandilla y se quedó mirando las olas que iban chocando contra el casco. Sobre su cabeza, el viento tensaba yardas de velas blancas, y arrancaba chillidos y crujidos a las jarcias.

Giró su rostro hacia la fresca brisa del océano y dejó que el viento refrescara la destemplanza de su rostro, el pulso desbocado de su sangre. Al girarse un poco, vio la sombra de un hombre que se acercaba por detrás y, durante un momento, pensó que William la había seguido.

En cambio, era Carlton Baker quien salió de la oscuridad y se puso a su lado, a la luz de la luna.

Carlton: Una noche agradable para dar un paseo. -Los pálidos ojos azules se posaron en ella, fijándose en el color intenso de sus mejillas-.

Miley: Sí..., sí, lo es.

Era alto, podía tener unos cuarenta años, con canas en las sienes, un hombre fornido y atractivo; y, sin embargo, había algo en él...

Carlton: No veo a su marido. Tal vez tiene otro acompañante esta noche.

Se ruborizó. No podía ser que insinuara que tenía una cita secreta con otro hombre.

Miley: No tengo otro acompañante -dijo mirando a su alrededor con la esperanza de que apareciera William, cuando unos momentos antes había deseado escapar de su perturbadora presencia-.

La mirada de Baker se avivó.

Carlton: Entonces está sola.

Miley: ¡No! Quiero decir, no yo...

Will: Aquí estás, amor mío, te he perdido de vista un instante. -Salió del rincón privado del que ella había huido unos momentos antes, tranquilizándola-. No volveré a cometer ese error.

Carlton: Con una esposa tan adorable como la suya, estoy seguro de que no lo hará.

Will: ¿Está disfrutando de la velada, señor Baker?

El tono de William era amable, pero su mirada hostil. Tal vez, igual que ella, también había notado algo no del todo correcto en la conducta del norteamericano.

Carlton: Pues sí -respondió, con sus ojos recorriendo a Miley-. Como usted seguro que también.

Will: La verdad es que hay humedad aquí fuera y el aire se ha vuelto frío. -Con gesto posesivo, rodeó la cintura de Miley-. Creo que es hora de volver adentro.

Miley asintió con la cabeza, deseosa de escapar, aunque no podía decir exactamente por qué. Mientras se alejaban por la cubierta, Miley lanzó una mirada por encima del hombro a Carlton Baker. Aunque le horrorizaba pensar en otra noche de dormir inquieta al lado de William, estaba ansiosa por regresar al camarote.

A la mañana siguiente, Miley desayunó con Taylor. No había dormido bien y pensaba que William tampoco. Tantas noches de dormir a su lado mientras intentaba conservar su virginidad, empezaban a hacerse sentir.

Vestida con un traje de día de color rojo adornado con terciopelo marrón oscuro, Miley divisó a su amiga sentada en una mesa al fondo del salón y se dirigió hacia ella; mientras se acercaba, se le ocurrió pensar que el delgado rostro de Taylor mostraba los mismos signos de fatiga que el suyo.

Taylor la recibió con una sonrisa.

Taylor: Es posible que necesitemos una mesa más grande si el duque desayuna con nosotras.

Miley: Supongo que ya habrá comido. No estaba en el camarote cuando me he despertado.

Taylor: Lady Wycombe sigue durmiendo; no he querido despertarla. -No dijo nada más mientras Miley tomaba asiento frente a ella en la mesa. Se acercó un camarero que, tras tomar nota de lo que querían, chocolate y pastas, las dejó solas-. Pareces cansada -dijo después de haberla observado-. Apuesto a que no estás durmiendo muy bien.

Miley: Yo apuesto a que tu tampoco.

Taylor lanzó un suspiro mientras sacudía la cabeza.

Taylor: No dejo de pensar en Robert. Estoy tan preocupada, Miley. ¿Crees que ya habrá intentado escapar? No cumplir un contrato de esclavitud es un delito, Miley. ¿Qué pasará si lo captura el señor Seaver?

Miley cogió la mano de su amiga entre las suyas.

Miley: No te hagas más daño, Taylor. Intenta no pensar en lo peor, sólo en lo mejor. Decida lo que decida, estoy segura de que Robert lo planeará cuidadosamente. Tal vez haya escapado satisfactoriamente y se encuentre en un barco rumbo a casa. Tal vez regrese a Inglaterra un poco más tarde que nosotras.

Taylor desvió la mirada, tenía los ojos llenos de lágrimas.

Taylor: No lo sé, Miley. A lo mejor nunca tuvo intenciones de regresar. ¿Y si sólo me estaba utilizando? ¿Y si yo no le importaba nada en absoluto y sólo me utilizó para encontrar la manera de escapar? Soy poco atrayente, Miley, y Robert es tan guapo... ¿Y si simplemente se ha burlado de mí?

Miley: No lo creo ni por un instante. Y no eres poco atrayente; eres una mujer muy atractiva. Tienes una clase de belleza elegante que es diferente de la de otras mujeres. Robert lo vio, vio tu belleza interior, también; y creo que decía la verdad en todo lo que dijo.

Justo en ese momento llegó el camarero con las tazas de chocolate caliente y un plato de pastas, que depositó en la mesita redonda que había delante de ellas. Taylor aprovechó la interrupción para recobrar la compostura.

Taylor: Lo siento. Quiero creer en él de la manera en que creía antes; pero si me engañó y, en mi ignorancia, me he aprovechado de tu carácter generoso, no me lo perdonaré jamás.

Miley apretó la mano de Taylor y le dijo:

Miley: Ocurra lo que ocurra, no es tu culpa. Quería ayudar, creí en su inocencia igual que tú, y sigo creyendo en ella.

Taylor respiró débilmente.

Taylor: Agradeció tanto tu ayuda. Dijo que siempre estaría en deuda contigo y que ponía su vida a tu disposición.

Miley: Lo sé, querida mía, y debemos seguir creyendo en él e incluirlo en nuestras oraciones. -Taylor asintió-. Y ahora, disfrutemos de nuestro chocolate en paz y dejemos de pensar en los hombres.

Taylor sonrió y lo mismo hizo su amiga, aunque la sonrisa de Miley desapareció cuando pensó en William, en el futuro, y en las noches que pasaría en su inquietante compañía.


A esa mañana le siguió otra, y luego otra. Dos semanas se convirtieron en tres, casi cuatro. A medida que pasaban los días, William exigía más y más de ella. Más besos, más caricias, más contacto íntimo, y el cuerpo de Miley, traidor a su voluntad, respondía.

Por las noches soñaba con que él le acariciaba los senos, los mordía, le acariciaba las caderas, el vientre, soñaba que finalmente le calmaba el deseo que le despertaba en sus partes más íntimas. Cada vez dormía peor, daba vueltas en la cama, su cuerpo la atormentaba con una necesidad que no entendía.

Recordó que era miércoles, aunque había empezado a perder la noción del tiempo. A medida que pasaban las horas y se acercaba la noche, aumentó su agitación y su nerviosismo. En la cena, saltó ante un descuido imaginario de Taylor y habló con brusquedad a su tía.

Manifestando un dolor de cabeza que en realidad no tenía, rechazó la invitación de William para dar el paseo habitual por cubierta, desesperada por estar lejos de él, al menos durante un rato.

Miley: Me parece que me acostaré pronto -le dijo, mientras se levantaban de la mesa-. Quizá podrías proponer una partida de cartas al señor Baker o al señor Longbow.

William la miró con sus ojos azules y ella no supo si había adivinado la verdad sobre la pobre excusa que había inventado para escapar de él.

Frunció la boca.

Will: Creo que te acompañaré. Es posible que encuentre la manera de aliviar..., tu dolor de cabeza..., cuando estemos en la habitación.

Ante el tono ronco de la voz de William, su cuerpo se tensó. Una extraña sensación le invadió la boca del estómago y se extendió por brazos y piernas. Demasiado cansada para discutir, se resignó a lo que él tuviese en mente y se dejó conducir fuera del comedor.

No dijo nada mientras recorrían el pasillo, nada cuando él abrió la puerta y se apartó para que ella entrara primero en el camarote; la siguió, cerró la puerta y ella vio que los ojos de William habían adquirido una tonalidad azul grisácea.

Will: Te ayudaré a desabrocharte el vestido.

Aunque se había acostumbrado a aceptar su ayuda y ya no le intimidaba su presencia en el camarote, había algo en su aspecto aquella noche, algo ardiente y seductor que la impulsó a sentirse prevenida.

En cambio, su traicionero cuerpo respondió a la intensa mirada varonil, los pezones se endurecieron, el estómago se contrajo y el cansancio empezó a desaparecer. Sin decir palabra, se acercó al tocador para quitarse las horquillas, luego se puso de pie para quitarse los zapatos y las medias, y William le desabotonó el vestido. Miley se sacó la camisola por encima de la cabeza, quedándose momentáneamente desnuda, aunque con mucho cuidado para darle la espalda, pero cuando alargó el brazo para coger el camisón, él se lo arrancó de la mano.

Will: Esta noche no.

Ella le miró por encima del hombro, leyó su deseo en las profundas líneas que le surcaban el rostro, y la determinación en su actitud.

Se echó a temblar.

Miley: Dijiste que me darías tiempo.

Will: Y eso he hecho.

Miley: Me diste tu palabra.

Arrojó el camisón encima del respaldo de la silla.

Will: En ningún momento he estado cerca de romper mi promesa, ni lo estaré esta noche.

Miley se armó de valor. Los maridos tienen exigencias que las esposas deben cumplir. Pero en las semanas transcurridas desde que habían subido a bordo, ella había aprendido que una mujer también tenía ciertos poderes.

Desnuda, Miley se dio la vuelta, y se expuso completamente a la vista de William. Casi tan sorprendido como ella, su rostro se tensó y sus ojos ardieron en deseo.

Miley: Has estado jugando conmigo ¿verdad? Empiezo a entender que una mujer también puede jugar ese juego.

William paseó la mirada por su cuerpo, con tanto deseo reprimido que sus pezones se endurecieron aún más, hasta casi causarle dolor, y de repente, anheló más que nada en el mundo que la tocara.

Miley: ¿Te complace lo que ves? -se burló, girándose para que él pudiera ver mejor su figura desnuda, sorprendentemente desinhibida, en un tono arrogante que le asombraba sentir-.

Will: Me cautiva lo que veo, Miley.

La envolvió el sonido sordo y grave de su voz y, como si se encontrara en trance, se acercó más, deteniéndose justo delante de él.

William no ocultó nada, haciéndole saber por la magnitud de su erección lo mucho que la deseaba y lo complacido que se sentía con lo que ella le mostraba.

Will: Ven aquí...

Tuvo que hacer un esfuerzo para mover las piernas. No sabía cómo acabaría el juego, pero estaba decidida a opinar sobre las reglas. William la arrastró a sus brazos y empezó a besarla, al principio con suavidad, y ella pudo sentir la tensión en su cuerpo, el control que ejercía. La besó con más pasión, introduciéndole la lengua más adentro, y un ansia salvaje se apoderó de ella. De repente, ella le devolvió el beso, besándolo con arrebato, introduciendo la lengua en su boca mientras deslizaba la chaqueta por sus hombros dejándola caer al suelo, y empezaba a desabrocharle los botones del chaleco.

William emitió una especie de gruñido grave, se descalzó a puntapiés, y empezó a tirar del pañuelo anudado al cuello. La ayudó a que le quitara la camisa, dejándole con el pecho desnudo, y luego la cogió en brazos y la llevó hasta la cama.

Will: Libérame de mi promesa -le urgió, pero ella se negó-.

William no lo dudó, y reanudó los besos, una lluvia de besos en la garganta y los hombros, introduciendo los senos en su boca y mordisqueando los pezones. Presa de una fugaz descarga de placer y dolor, Miley gritó su nombre.

Will: Libérame de mi promesa -exigió con suavidad, pero ella volvió a negarse. Necesitaba esas semanas, necesitaba protegerse tanto tiempo como fuera posible-.

Sus miradas se encontraron, la de ella plena de todos sus miedos, de todas sus ansias; en aquel momento, ella le reveló todas sus dudas e incertidumbres con una expresión suplicante, que le imploraba que la entendiera.

Will: Me deseas -dijo con brusquedad-. Al menos, admítelo.

Ella tragó saliva, antes de responder con la verdad.

Miley: Te deseo...

Las palabras lo inflamaron de pasión. Ella pensó que la poseería, que la forzaría si era necesario, sin embargo, comenzó a besarla otra vez, gozando de su boca con pasión, atormentando sus senos desnudos, acariciándolos, mordiendo los pezones, chupándolos hasta que su cuerpo comenzó a temblar.

De su interior brotó un fuego abrasador tan imperioso, que pensó que iba a enloquecer. Se revolvió en la cama, apenas sin fijarse en la mano que se deslizaba sobre su vientre, ajena a todo hasta que los dedos de William resbalaron entre sus piernas.

Siguiendo sus propios propósitos, su cuerpo se arqueó hacia arriba, presionando contra la palma de su mano, buscando desesperadamente algo que ella desconocía.

Miley: Por favor... -murmuró-. William, ayúdame...

Un sonido ronco brotó de la garganta de William y sus dedos separaron la ardiente carne, se introdujeron dentro de ella y la acariciaron primero suavemente, y después con creciente determinación. Una ola de placer la sacudió, una necesidad increíblemente dominante; y cada movimiento, cada caricia la elevaba más alto, más cerca de un horizonte fuera del alcance.

La necesidad entró en rivalidad con el miedo.

Miley: ¿William...?

Will: Déjame darte placer, Miley. -Sus hábiles manos se movían fuera y dentro de ella-. Déjame darte placer.

Su vientre se tensó más y más hasta que pareció romperse. Algo intenso y voluptuoso alcanzó la plenitud dentro de ella, algo que no parecía tener fin. Miley gritó el nombre de William mientras salvajes espasmos sacudían su cuerpo, grandes temblores, uno tras otro, que la sumieron en una agradable oscuridad, y durante segundos que le parecieron horas, disfrutó del placer que inundaba su cuerpo.

Transcurrió el tiempo y la espiral de placer que la había elevado empezó a disminuir. Al abrir los ojos, vio a William sentado a su lado en el borde de la cama, su mano cogida de la suya, sus ojos azules de un tono tan oscuro que parecían negros, fijos en su rostro.

Miley parpadeó al mirarlo.

Miley: ¿Qué... qué has hecho?

William frunció ligeramente la boca.

Will: Te he dado placer. Estoy en mi derecho como marido.

Miley: ¿Eso era... hacer el amor?

Él movió la cabeza apartando una gota de sudor que le caía sobre la frente.

Will: Sólo era un pequeño placer comparado con el que sentirás cuando hagamos el amor.

¿Un pequeño placer? Cansada y saciada, todavía un poco confusa, intentó imaginarse cómo podría sentir más placer todavía; parecía inimaginable. Al mirarlo, se fijó por primera vez en la determinación de su mandíbula, la rigidez de los hombros, la expresión casi de dolor que reflejaba su rostro.

Una mirada al abultamiento en su pantalón le confirmó que William seguía teniendo una erección.

Miley: No comprendo.

Él le acarició la mejilla.

Will: Esta noche era para ti, amor mío. Habrá otras noches, una vida entera de placer para los dos.

Miley no dijo nada más. Era la primera vez en días que se sentía tranquila y soñolienta, los músculos relajados y completamente saciada. Sin embargo, no habían hecho el amor, y era obvio que William no se sentía tan saciado como ella.

Se le ocurrió que había mantenido su promesa, según parecía, con un gran sacrificio por su parte. Miley se aferró al pensamiento mientras se fue quedando dormida.

2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

OMG..
O_o
hahah estuvo muy bueno tu capi...
me ha encantado..
hahah pobre will, la desea tanto y todo lo que hace por ella....
siguela
:D

Natalia dijo...

Oh.. ha dejado a Miley medio tonta no? jajaja
Valla promesa mas larga le va a dar a Will.. pobretico..
muackk

Publicar un comentario

Perfil