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martes, 7 de junio de 2011

Capítulo 1


Londres, Inglaterra Junio, 1806

Celia: Es una verdadera lástima -dijo Celia Thorne, lady Brookfield, que estaba de pie cerca del centro del salón de baile-. Fíjate en cómo baila..., se aburre mortalmente. Él, un duque, y ella tan poquita cosa. Apostaría a que la tiene completamente intimidada.

Miriam Hemsworth, duquesa de Sheffield, levantó el monóculo para observar a su hijo, William, duque de Sheffield. Miriam y su hermana, Celia, habían asistido al baile con William y su prometida, lady Melissa Clarkson. La velada, una gala benéfica organizada por la Asociación de Viudas y Huérfanos de Londres, se celebraba en el magnífico salón de baile del hotel Chesterfield.

Miriam: Es una joven encantadora -apoyó la duquesa a favor de la chica- tan rubia y pequeña, un poco tímida, nada más.

En cambio su hijo, el duque, era alto, rubio y con los ojos de un azul incluso más intenso que los suyos. Y ahí estaba, el mismísimo William, un joven fuerte e increíblemente apuesto, cuya poderosa presencia eclipsaba a la joven que había elegido como su futura esposa.

Celia: Reconozco que es guapa, aunque su belleza resulta algo simple. De todos modos es una lástima.

Miriam: Ya es hora de que William cumpla con sus obligaciones. Hace tiempo que debería haberse casado. Es posible que no hagan tan buena pareja como me habría gustado, pero esa niña es joven y fuerte, y le dará hijos sanos.

No obstante lo afirmado, tal y como había dicho su hermana, Miriam se había percatado de la expresión insípida y del aburrimiento que se dibujaba en el precioso rostro de su hijo.

Celia: William fue siempre tan apuesto y atrevido... -replicó, con cierta nostalgia-. ¿Recuerdas cómo era antes? Lo entusiasta, lo mucho que le apasionaba la vida hace unos años. Ahora..., bueno, es siempre tan prudente que echo de menos al joven alegre y lleno de vida que era.

Miriam: Las personas cambian, Celia. Fue una lección muy dura para William aprender adonde puede conducir cierto tipo de emociones.

Celia lanzó un gruñido.

Celia: Hablas del escándalo -musitó. Era delgada, tenía los cabellos blancos y le llevaba casi seis años a la duquesa-. ¿Cómo podría nadie olvidar a Miley? Esa era una mujer a la altura de William. Es una lástima que desilusionara a todo el mundo.

La duquesa lanzó una mirada a su hermana, que zanjaba cualquier mención del terrible escándalo en que su familia se había visto envuelta por culpa de la primera prometida de William, Miley Cyrus.

Al acabar el baile, las parejas empezaron a dispersarse por el salón.

Miriam: ¡Chsss...! -advirtió-. William y Melissa vienen hacia aquí.

La joven, a quien el duque casi le sacaba una cabeza, era la imagen perfecta de la feminidad inglesa: rubia, de piel blanca y ojos azules. Era también hija de un conde con una cualidad bastante considerable. Miriam rezaba para que su hijo encontrara, como mínimo, un cierto grado de felicidad con la joven.

William hizo una reverencia formal y cortés.

Will: Buenas noches, madre. Buenas noches tía Celia.

Miriam sonrió.

Miriam: Los dos estáis espléndidos esta noche.

Y era verdad. William con un pantalón gris perla y una chaqueta azul marino, que realzaba sus ojos azules, y Melissa con un vestido de seda blanco, adornado con delicadas flores rosas.

Melissa: Gracias excelencia -replicó la joven, haciendo una reverencia apropiada a las circunstancias-.

Miriam frunció el ceño. ¿Le había temblado la mano al posarla sobre la manga de la chaqueta de William? ¡No podía ser! Esa niña pronto sería duquesa. Miriam rogó entusiasmadamente a Dios que la ayudara a inculcarle un poco de valor y determinación en los meses venideros.

Will: ¿Os apetecería bailar, madre? -preguntó amablemente-.

Miriam: Luego, tal vez.

Will: ¿Tía Celia?

Lady Brookfield no contestó. Tenía la mirada fija en las puertas del salón, y el pensamiento perdido en algún lugar remoto. Miriam siguió la mirada de su hermana, y lo mismo hicieron William y su prometida.

Celia: Hablando del rey de Roma... -musitó-.

Los ojos de Miriam Hemsworth se abrieron desmesuradamente, y su corazón se aceleró latiendo arrítmicamente. Había reconocido a la pequeña matrona que entraba en el salón, Fiona Chamberlain, condesa viuda de Wycombe; y también a su sobrina, una mujer alta, delgada y castaña clara.

Los labios de la duquesa se contrajeron en una actitud hostil. A pocos pasos de ella, la expresión de su hijo cambió de la incredulidad a la ira, lo que acentuó el ligero hoyuelo que tenía en el mentón.

Celia no apartó la vista.

Celia: ¡Cómo se atreve!

Un músculo se tensó a lo largo de la barbilla de William, que no dijo ni una palabra.

Melissa: ¿Quién es?

William la ignoró. Sus ojos no podían apartarse de la elegante criatura que había entrado en el salón de baile, detrás de su tía. Miley Cyrus había vivido los últimos cinco años recluida en el campo. Después del escándalo, se había desterrado, avergonzada hasta el punto de no quedarle más remedio que abandonar la ciudad. Dado que su padre había fallecido, y su madre la había desheredado por lo que había hecho, se había refugiado en casa de su tía, Fiona Cyrus Chamberlain. Hasta esa noche había vivido en el campo.

La duquesa no podía imaginarse qué hacía Miley de vuelta en Londres o qué la había poseído para visitar un lugar donde, obviamente, no era bienvenida.

Melissa: ¿William...? -lo miró con expresión preocupada-. ¿Qué ocurre?

La mirada de William no decayó. Un destello iluminó los ojos de un azul intenso, un destello apasionado y salvaje que Miriam no había visto en casi cinco años. La ira crispaba la piel de las mejillas de su hijo, mientras respiraba hondo para tranquilizarse y se esforzaba por recuperar el control.

Bajando la mirada hacia Melissa, consiguió esbozar una sonrisa.

Will: Nada de lo que tengas que preocuparte, tesoro. Nada en absoluto. -cogió la mano enguantada de la joven y la depositó una vez más sobre la manga de su chaqueta-. Creo que suena un rondó. ¿Bailamos?

Se la llevó sin esperar a oír la respuesta. Miriam se imaginó que las cosas siempre serían de esa manera: William daría las órdenes y Melissa obedecería sin protestar, como una niña buena.

La duquesa se dio medio vuelta para observar a Miley Cyrus, que seguía los pasos de su fornida y canosa tía, con la cabeza bien alta, ignorando los susurros y miradas, y caminando con la gracia de la duquesa que debería haber sido.

Afortunadamente, el auténtico carácter de la joven se había manifestado antes de que William se hubiera casado con ella.

Antes de que se hubiera enamorado aún más de ella.

La duquesa volvió a mirar a la pequeña Melissa, pensó en el tipo de esposa dócil que sería, nada que ver con Miley Cyrus y, de repente, se sintió agradecida.

Candelabros de cristal, que pendían de los lujosos techos con molduras del espléndido salón de baile, brillaban iluminando suavemente los pulidos suelos de madera. Enormes jarrones llenos de rosas amarillas y crisantemos lucían sobre una hilera de pedestales alineados junto a la pared. Lo mejor de la élite londinense abarrotaba el salón, bailando al son de la música de una orquesta formada con diez músicos uniformados de gala en tonos azul pálido, miembros de la ton, que habían acudido a la gala para apoyar a la Asociación de Viudas y Huérfanos de Londres.

A un lado de la pista de baile, Zac Efron, conde de Brant y Andrew Seeley, marqués de Belford, acompañaban a sus respectivas esposas, Vanessa y Brittany, mientras contemplaban a las parejas que se movían en la pista.

Zac: ¿Veis lo mismo que estoy viendo yo? -preguntó arrastrando las palabras, mientras su mirada se alejaba de los bailarines y se posaba en las dos mujeres que caminaban junto a la pared más alejada de ellos-. ¡No puede ser! ¡Mis ojos me engañan!

Zac era un hombre alto, de complexión fuerte, cabello claro y ojos azul claro. Él y Andrew eran los mejores amigos del duque.

Ness: ¿Qué miras tan fijamente? -preguntó siguiendo la mirada de su marido-.

Andrew: A Miley Cyrus -respondió sorprendido-. No puedo creer que haya tenido el descaro de presentarse aquí.

Andrew era delgado, tan alto como el duque, con los hombros anchos, el cabello claro y ojos azules muy claros también.

Britt: ¡Caramba! ¡Qué guapa es! -dijo mientras miraba fascinada a la castaña alta y delgada-. No me sorprende que William se enamorara de ella.

Ness: Melissa también es guapa -defendió-.

Britt: Sí, desde luego, pero la señorita Cyrus tiene algo... ¿No lo ves?

Zac: Es cierto que la señorita Cyrus tiene algo -gruñó-: Es una pequeña y traicionera viciosa, con el corazón de una serpiente y sin el menor indicio de conciencia. La mitad de Londres sabe lo que hizo a William. No es bienvenida aquí, te lo aseguro -divisó al duque, que estaba concentrado en bailar con su pequeña rubia con un interés que no había demostrado antes-. William ha debido de verla. ¡Maldición! ¿Por qué Miley ha tenido que volver a Londres?

Ness: ¿Qué crees que hará William?

Zac: Ignorarla. William no se rebajará a su nivel. Tiene demasiado dominio de sí mismo para hacer una cosa así.

Miley Cyrus caminaba detrás de su tía sin apartar la vista del frente. Buscaban un rincón al fondo del salón, donde Miley pudiera estar más alejada de las miradas.

Con el rabillo del ojo, la joven vio que una mujer se apartaba bruscamente y le daba la espalda; oía los cuchicheos de la gente, hablando del escándalo. ¡Dios mío! ¿Cómo se había dejado convencer por su tía para asistir al baile?

Pero Fiona Cyrus Chamberlain tenía el don de la persuasión.

Fiona: Estos actos benéficos lo significan todo para mí, querida -había dicho-. Has jugado un papel decisivo en todo el buen trabajo que hemos realizado y no has recibido ni una sola palabra de agradecimiento. Me niego a asistir sin ti. Por favor, dime que concederás ese pequeño favor a tu tía.

Miley: Sabes muy bien lo que eso supondrá para mí, tía Fiona. Nadie me dirigirá la palabra, murmurarán a mis espaldas. No me siento capaz de volver a pasar por semejante tormento otra vez.

Fiona: Tarde o temprano tendrás que salir de tu escondite. ¡Ya han pasado cinco años! Nunca hiciste nada para merecer ser tratada como lo hicieron. Ha llegado el momento de que reclames tu lugar en el mundo.

Sabedora de lo mucho que el baile significaba para su tía, Miley había aceptado a regañadientes. Además, tía Fiona tenía razón. Ya era hora de que Miley saliera de una vez por todas de su refugio y recuperara su vida. Y sólo estaría en Londres dos semanas. Después zarparía rumbo a América, donde tenía el propósito de iniciar una nueva vida.

Miley había aceptado la propuesta de matrimonio que le había hecho Richard Clemens, un rico hombre de negocios norteamericano, viudo, con dos hijos pequeños, y al que había conocido en el campo. Como esposa de Richard, vería por fin realizado el deseo de tener un marido y una familia, un deseo al que había renunciado mucho tiempo atrás. Con una nueva vida en perspectiva, acceder a los deseos de su tía y asistir al baile no suponía pagar un precio muy alto.

Sin embargo, una vez allí, Miley deseó de todo corazón encontrarse en otro lugar, donde fuera, pero lo más lejos posible.

Al llegar al fondo del elegante salón, se acomodó en una pequeña silla de terciopelo dorado apoyada contra la pared y detrás de uno de los jarrones rebosantes de flores. A corta distancia, sin inmutarse ante las miradas hostiles de que eran objeto, tía Fiona se abrió paso hasta la ponchera y regresó unos minutos después con dos vasos de cristal llenos hasta el borde de ponche de frutas.

Fiona: Toma, querida, bebe esto -dijo con un guiño-. He puesto un chorrito de algo para que te ayude a relajarte. -Miley abrió la boca para decir que no necesitaba beber alcohol para pasar la velada, captó otra mirada hostil y tomó un gran sorbo de ponche-. Como copresidente de la gala -explicó-, se espera de mí que pronuncie un breve discurso. Pediré una generosa donación a los asistentes, expresare mi gratitud a todos por el apoyo prestado en el pasado y después nos iremos.

La espera resultó interminable para Miley. Aunque había anticipado lo que le esperaba, el desprecio que leía en los rostros, los conocidos, que habían sido sus amigos, y que entonces evitaban mirar en su dirección, todo eso la hería mucho más de lo que había imaginado.

Y, por si fuera poco, allí estaba William.

¡Dios mío! Con lo que había rezado para no verlo. Tía Fiona le había asegurado que les enviaría una valiosa donación como había hecho otros años. En cambio, allí estaba, más alto, incluso más guapo de lo que ella recordaba, con todo la atracción y el aspecto aristocrático que emitía su presencia.

El hombre que había arruinado su vida.

El hombre al que odiaba más que a nadie en el mundo.

Fiona: ¡Oh, querida! -exclamó mientras aventaba su redondo y maquillado rostro con un abanico pintado a mano-. Por lo visto me he equivocado: me ha parecido ver a su excelencia, el duque de Sheffield.

Durante un instante a Miley le rechinaron los dientes.

Miley: Sí..., eso parece.

Y William la había visto entrar. Miley lo sabía porque durante un instante, sus ojos se habían encontrado sin apartarse, los de ella tan azules como los del joven. Y había visto un destello de ira en esos ojos antes de que los cerrara y recuperaran la insignificante expresión que tenían antes de que la hubiera visto aparecer.

Su enfado aumentó. Nunca antes había visto en el semblante de William una expresión parecida a ésa, tan insípida, tan absolutamente inexpresiva, que resultaba casi inflexible. Sentía deseos de abofetearlo, de borrar de un manotazo aquella mirada de condescendencia de aquel rostro demasiado guapo.

En cambio, se quedó sentada en la silla, junto a la pared, ignorada por sus antiguos amigos, objeto de las murmuraciones de personas a las que ni siquiera conocía, deseando que su tía acabara el discurso y pudieran irse a casa.

William confió su prometida, lady Melissa Clarkson, a sus padres, los condes de Throckmorton.

Will: ¿Querréis concederme otro baile más tarde? -preguntó mientras se inclinaba con una reverencia sobre la mano de la pequeña joven-.

Melissa: Por supuesto, excelencia. -William asintió y dio media vuelta-. Más tarde tocarán un vals -añadió-. Si lo deseáis, puedo...

Pero William ya había echado a andar con el pensamiento en otra mujer muy diferente de aquella con la que pensaba contraer matrimonio. Miley Cyrus. El simple sonido de ese nombre, que resonaba como un murmullo en lo más profundo de su mente, bastó para enfurecerlo hasta niveles peligrosos. Le había costado años aprender a dominar su naturaleza frívola, a mantener sus emociones bajo control. Desde entonces, rara vez gritaba, rara vez se enfurecía, rara vez daba rienda suelta a su carácter apasionado.

No desde que conociera a Miley.

Amar a Miley Cyrus le había enseñado una valiosa lección: el terrible precio que se paga al permitir que las emociones gobiernen nuestra cabeza y nuestro corazón. El amor era una enfermedad capaz de desarmar a un hombre, y que había estado a punto de destruir a William.

Miró al fondo del salón, y vio un destello de la brillante cabellera de Miley. Estaba allí. Apenas podía creerlo. ¡Cómo se atrevía a hacer acto de presencia después de lo que había hecho!

Decidido ignorarla, William fue al encuentro de sus amigos, reunidos junto a la pista. En el instante de acercarse a ellos, supo que habían visto a Miley.

Cogió una copa de champán de la bandeja que paseaba un lacayo.

Will: Y bien..., por las caras de desconcierto, deduzco que la habéis visto.

Zac asintió con un gesto.

Zac: No puedo creer que haya tenido el descaro de presentarse aquí.

Andrew: Esa mujer tiene la desfachatez más absoluta -añadió con tono siniestro-.

William lanzó una rápida mirada a Brittany, que la estudiaba disimuladamente mientras bebía champán.

Britt: Es una belleza. Ahora entiendo que te enamoraras de ella.

El rostro de William reflejó enfado.

Will: Me enamoré de esa mujer porque era un idiota. Créeme, he pagado el precio por mi estupidez y te aseguro que no volverá a ocurrir.

Vanessa alzó la cabeza. Era más baja que su amiga, y su espesa cabellera negra contrastaba con los abundantes rizos rubios de Brittany.

Ness: Supongo que no querrás decir que no volverás a enamorarte nunca más -replicó-.

Will: Eso es precisamente lo que quería decir.

Ness: Pero ¿y Melissa? Debes de quererla aunque sólo sea un poco.

Will: Le tengo cariño, de lo contrario no me casaría con ella. Es una joven adorable, con un carácter dócil y agradable y con una excelente genealogía.

Andrew abrió los ojos con aire de asombro.

Andrew: ¿Necesito recordarte, amigo mío, que estás hablando de una mujer y no de un caballo?

Zac desvió la mirada hacia la joven castaña sentada al fondo del salón. Dijo:

Zac: Lo estás haciendo muy bien al ignorarla. No sé si yo sería tan generoso.

William se burló.

Will: No me supone ningún esfuerzo. Esa mujer no significa nada para mí. Ya no.

Sin embargo, sus ojos volvieron a mirar sin querer al otro lado de la pista de baile. Y cuando alcanzaron a ver fugazmente los rizos de un intenso tono castaño que adornaban la cabeza de Miley, sintió una punzada de ira en el cuello. William sintió unas ganas locas de atravesar la pista a grandes zancadas, agarrar a la joven por la garganta con las dos manos, y retorcérsela hasta que dejara de respirar. Era un sentimiento que no había vuelto a experimentar desde la última vez que la vio, cinco años antes.

Los recuerdos invadieron su memoria con una fuerza sorprendente..., la reunión social de varios días en la casa de campo de su amigo Jason Reed; la excitación que había sentido al saber que Miley, su madre y su tía formarían parte de los invitados. Jason Reed era el tercer hijo de la marquesa de Caverly, y la casa campestre, Woodhaven, era real.

La visita de una semana resultó mágica, al menos, para William: largas y desocupadas tardes en compañía de Miley, noches de baile y la oportunidad de robar algunos momentos para verse a solas con su amada. Entonces, cuando faltaban dos noches para que concluyera la semana, William había tropezado con una nota, un breve mensaje firmado por Miley. Iba dirigido a Jason, había sido leída y arrojada a la papelera y, en ella, Miley invitaba a Jason a acudir a su habitación esa noche:

Jason, tengo que verte. Sólo tú puedes salvarme de cometer una grave equivocación. Por favor, te ruego que vengas a mi cuarto a medianoche. Te estaré esperando.

Un abrazo,

Miley

William se debatió entre la rabia y la incredulidad. Estaba enamorado de Miley y había creído que ella le correspondía.

Apenas pasaban unos minutos de la medianoche, cuando William llamó con los nudillos en la puerta y giró el pomo de la puerta de la habitación de Miley. Al abrirse la puerta, había visto a su amigo tendido en la cama al lado de su prometida.

Tendido y desnudo al lado de la mujer que amaba.

Aún recordaba la sensación de asco que le había invadido el estómago, la terrible y dolorosa impresión de sentirse traicionado.

Que volvía a experimentar en ese momento mientras la música del salón iba creciendo. William fijó sus ojos en la orquesta, decidido a eliminar los recuerdos desagradables, a enterrarlos como había hecho cinco años atrás.

Pasó la siguiente hora bailando con las esposas de sus amigos y, después, volvió a bailar con Melissa. Una de las copresidentes organizadoras de la gala benéfica dirigió unas breves palabras a los asistentes, y cuando reconoció a Fiona Cyrus Chamberlain, comprendió por qué Miley había acudido a la gala.

Sino del todo, a medias.

Si había otros motivos, nunca lo sabría. Después de que finalizaran los breves discursos y se reiniciara el baile, William volvió a mirar al fondo del salón.

Miley Cyrus ya no se encontraba allí.




"Es una pequeña y traicionera viciosa, con el corazón de una serpiente y sin el menor indicio de conciencia". Verdaderamente Zac aprecia muchísimo a Miley. No se la a tirado en medio del salón porque estaba Ness, que si no.... XD XD XD
Enserio, Zac se ha pasado ¬¬
Y cuando Will quería
cogerle del cuello y estrangularla, en realidad lo que quería era tenerla entre sus brazos y besarla apasionadamente XD XD XD
Hay que leer entre líneas XD XD
Bueno, espero que os haya gustado y ¡me comentéis mucho!
¡Bye!
¡Kisses!


2 comentarios:

TriiTrii dijo...

Apee!!!!!! Me gusto muchoooo
PObre Wil :( y tambn miley :(
Siguelaaaaa quiero ver q pasaraaa!!!!!!
Me gusto enserio
Y apuesto q será tan interezante cm las otras :D
Bye bye amiixx :)

caromix27 dijo...

xD! mente enferma!!
q si leo entre lineas de todo lo q me dices ...
mejor lok dejamos ahi xD!
me ha gustado!
se nota super interesante!
comenten ps chicas!
tkm mi loki
pd: recien me deja comentar tu blog ¬¬

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