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sábado, 4 de junio de 2011

Capítulo 26


Zac: ¿Qué diablos…? -contemplaba la figura femenina, pequeña, que corría hacia él en la oscuridad. Y ahogó un grito al darse cuenta de que se trataba de su esposa-. ¡Maldita sea! Vanessa, ¿se puede saber qué estás haciendo aquí?

Ness: ¡Ahora no hay tiempo para hablar! -Aspiró hondo, tratando de recobrar el aliento, mientras le tiraba desesperadamente del brazo-. ¡Debemos darnos prisa! Brittany ha descubierto al joven y ha ido tras él ¡Debemos atraparla antes de que se aleje demasiado!

Zac apretó los dientes y se puso en marcha tras ella, que volvía por donde había venido.

Zac: ¡Te juro que en cuanto volvamos a casa te voy a dar una buena azotaina!

Ness sonrió y abrió y cerró los párpados, en absoluto asustada. Will se unió a Zac un instante después, y Andrew surgió de entre las sombras.

Andrew: Lo he perdido. Estaba aquí, y al cabo de un momento no… -Se interrumpió al ver a Vanessa-. ¿Qué diablos está haciendo aquí tu esposa? -Entonces se le ocurrió que si Vanessa se encontraba ahí, Brittany no debía de andar muy lejos, y miró a la joven de un modo que habría hecho encogerse a una mujer con menos valor que ella-. ¿Dónde está? -preguntó airado mientras seguían avanzando-.

Fue Zac quien respondió.

Zac: Brittany ha descubierto al mensajero y ha ido tras él.

Andrew: ¡Maldita sea!

Ness: No quería que se le escapara. Se ha ido por ahí -susurró, indicando una hilera de edificios antiguos que apenas se interpretaban entre las sombras. Sólo la débil luz de la luna que se filtraba entre las nubes les ayudaba a orientarse-. ¡Vamos! ¡Debemos darnos prisa!

Andrew siguió a Vanessa por entre las tinieblas, mientras el temor por lo que pudiera sucederle a Brittany le llenaba de angustia. Ahora no era sólo su hijo el que estaba en peligro, sino también su esposa.

Alcanzaron el punto en el que Vanessa había visto a Brittany por última vez, pero de ella no había ni rastro, y lo único que distinguían era una negrura total.

Andrew: Vamos a dispersarnos . Tenemos que encontrarla.

Zac y Vanessa partieron hacia la izquierda, Will hacia la derecha, y Andrew siguió recto. El corazón le latía con tal fuerza que creía que iba a saltársele del pecho. Tenía que encontrarla. No podía soportar la idea de perderla.

Los hombres rastrearon por todas partes. Los minutos pasaban. Pero no hallaban rastro de Brittany ni del bebé tras el que había partido.

Brittany siguió al granuja flaco y despeinado, vestido con una camisa sucia y unos pantalones marrones viejísimos, y vio que desaparecía tras bajar un tramo de peldaños que conducían a lo que en otro tiempo había sido la entrada a algún local. Ahora la puerta de madera se encontraba rota, y sus listones esparcidos por el suelo. Por ahí se accedía a lo que parecía una destartalada casa de huéspedes. Brittany se estremeció al pensar en la clase de inquilinos que la habitaría.

Esperó un instante y miró a ambos lados con la esperanza de que Ness y los hombres aparecieran. Pero no podía permitirse esperar mucho. Segundos después de que el joven se metiera por ese hueco, Brittany se decidió también a meterse por aquella escalera que se hundía en el subsuelo, bajó la cabeza para cruzar la entrada medio derruida, y accedió al interior de un sótano oscuro.

Allí la oscuridad adquiría tonos fantasmagóricos, pues un único haz de luz se colaba desde lo alto de una escalera de madera destartalada. Aquellas cuatro paredes olían a moho. Las telas de araña colgaban de los techos bajos y rozaban el rostro de Brittany, que prefería no imaginar qué clase de criaturas acechaba en las sombras, pues debía mantener la vista fija en el chico, que en ese momento, tras subir por la escalera, alcanzaba la primera planta.

Ella lo siguió deprisa, con cuidado de plantar un pie en cada peldaño, encogiéndose de temor cada vez que la madera crujía, pues estaba segura de que alguien la oiría. Al llegar a lo alto de la escalera se detuvo, y buscó al joven con la mirada. Lo vio un poco más allá, subiendo por otra escalera que llevaba a la segunda planta. Tan pronto como desapareció, ella volvió a seguirlo, esta vez más rápido aún, deseando que llegara Andrew, rezando por que descubriera dónde se había metido.

Si los hombres no llegaban rápido, se decía, descubriría dónde se dirigía el mensajero y regresaría a por ellos.

Frente a ella se extendía un pasillo alargado. De las paredes colgaban rasgaduras de papel pintado que se había despegado de ellas, y en el suelo, muchos tablones de madera aparecían levantados y podridos. Desde uno de los dormitorios frente a los que pasó le llegaron las voces de una conversación intercalada con las risotadas de una mujer.

En el otro extremo del pasadizo oyó que se cerraba una puerta con sigilo, y se dirigió en esa dirección. Ojala tuviera una pistola, o al menos algún arma, pero su intención no había sido en ningún momento salir sola, sino estar presente cuando Andrew encontrara a Alex. Rogó de nuevo a Dios que Ness estuviera llevando a los hombres hasta allí, y para tranquilizarse se dijo que Andrew aparecería tras ella en cualquier momento.

Pero cuando avanzaba por el pasillo una sombra se alzó tras ella y oyó que el martillo de una pistola se retiraba con un chasquido.

***: Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? -El temor se apoderó de su estómago y sintió que la ira ascendía por su garganta. Se giró un poco y vio a un hombrecillo pequeño y feo, de dientes negros-. ¿Qué hace una dama de la alta sociedad en un sitio como éste?

Brittany se puso muy recta, pues no quería que aquel hombre supiera lo asustada que estaba.

Britt: He venido a por mi hijo.

***: Ya, claro, eso suponía.

Le hizo un gesto con la pistola para que avanzara por el pasillo, y ella obedeció. Las rodillas le flaqueaban bajo el discreto vestido de lana. Al llegar al fondo del pasillo, el hombre abrió la puerta de uno de los dormitorios y se retiró para obligarla a entrar.

Cuando Brittany se disponía a hacerlo se fijó en que el granuja al que seguía se metía una moneda en el bolsillo y salía de la habitación. Al pasar junto a ella la miró, vio al hombre que sostenía la pistola contra sus costillas y se dirigió corriendo hacia la escalera.

El feo no le prestó la más mínima atención, y con el arma le indicó que entrara.

***: Muévase.

Brittany tragó saliva y se puso en marcha. Presa del temor, le sudaban las manos y le dolía el corazón. Se decía a sí misma que Andrew la encontraría, pero cada vez le costaba más creerlo. El lugar se encontraba demasiado bien camuflado. A menos que alguien la hubiera visto entrar, era imposible que imaginaran dónde se encontraba.

Se armó de valor. Al traspasar la puerta creyó ver algo que se movía, y supo que en la sucia habitación se hallaba alguien más. Se giró y, al ver el rostro conocido del hombre que le sonreía desde el otro extremo, ahogó un grito.

Britt: ¡Usted!

Los labios del individuo esbozaron una despiadada sonrisa.

Roger: El mismo. Roger Trask, a su servicio. ¿No es toda una sorpresa? La mantenida del capitán viene a visitarme en persona.

A Brittany le temblaban las piernas. Roger Trask, el tercer oficial del Diablo de los Mares. Lo recordaba muy bien. Se trataba de un hombre frío, calculador y cruel. Por su culpa había recibido veinticinco brutales latigazos.

Brittany se obligó a levantar la barbilla.

Britt: ¿Dónde está mi hijo?

Roger: ¿Dónde está su esposo? -contraatacó-.

Britt: Aquí fuera -mintió-. A punto de entrar.

Trask se echó a reír.

Roger: Lo dudo. Apuesto a que no sabe ni siquiera que está aquí. Si no lo recuerdo mal, es usted una imprudente. Su naturaleza impulsiva la ha llevado más de una vez cerca de la muerte.

Brittany seguía mirándolo con fijeza. Trask no era un hombre feo, si se excluían aquellos ojos grises, insensibles.

Britt: ¿Qué le ha hecho a mi hijo?

Sin darle tiempo a responder, de la habitación contigua le llegó un ruido que reconoció al momento: se trataba de los balbuceos característicos de los bebés. Era Alex, que empezaba a llorar. El corazón le dio un vuelco.

Roger: Su sucio mocoso empieza a berrear de nuevo -dijo el hombrecillo feo-. Me ha tenido despierto toda la noche con sus lloriqueos. Ya te dije que deberíamos habernos librado de él.

El pecho de Brittany se llenó de temor. Cerró tanto los puños que se clavó las uñas en las palmas de las manos.

Trask bajó la vista y se fijó en el maletín que reposaba en el suelo, junto a la puerta.

Roger: Tranquilo, Gary. Ahora que tenemos el dinero ya no me importa lo que hagas con el bebé.

El hombre que respondía al nombre de Gary sonrió y mostró sus dientes negros. Con expresión de alivio se volvió hacia la puerta que conectaba las dos habitaciones y se puso en marcha.

Britt: ¡No! -se interpuso en su camino-. Déjele en paz. ¡Es sólo un recién nacido!

Gary: Apártese -respondió empujándola con tal fuerza que la estampó contra la pared y la hizo caer al suelo-.

«Andrew -pensó ella-, ayúdame a salvar a nuestro hijo. »

Se puso en pie y corrió hacia la puerta por la que acababa de entrar Gary. En el otro extremo del dormitorio, el bebé yacía sobre un montón de harapos que hacían una serie de colchón improvisado, su mantita azul por todo abrigo en aquel ambiente helado.

Gary se interponía entre su hijo y ella. Desesperada, se metió la mano en el bolsillo de su falda marrón, sacó el collar de perlas y se lo ofreció con mano temblorosa al secuestrador.

Britt: Usted quiere dinero; tome esto. Vale una fortuna. Deje que me lleve a mi hijo y que me vaya, y el collar es suyo.

El hombre abrió mucho los ojos y asintió, codicioso.

Roger: Está bien. Démelo y podrá llevarse a su sucio mocoso.

Ella alargó el collar y él, arrebatándoselo de entre los dedos, se lo metió en el bolsillo. Pero en lugar de abandonar la habitación la empujó contra la pared con todas sus fuerzas y se abalanzó sobre el bebé.

¡Dios santo! ¡No iba a dejarlos libres! Debería haberlo sospechado. Lo más probable era que pretendiera matarlos a los dos, y ella debía tratar de impedirlo como fuera.

Miró a su alrededor, en busca de algo que le sirviera de arma. Apoyada en la pared vio una escoba con el pelo gastado casi del todo. La agarró veloz y, sin dar tiempo a Gary a llegar hasta el bebé, se interpuso entre los dos.

Britt: No permitiré que le haga daño.

Gary esbozó su sonrisa podrida.

Gary: Tiene agallas, joven, eso lo reconozco. Tan pronto como me libre de este mocoso, veremos si las sigue demostrando con un hombre encima. Primero la gozaré yo, y cuando yo termine será el turno de Trask.

Gary hizo gesto de adelantarse, pero en vez de darle un escobazo, como él creía, Brittany agarró la improvisada arma por la base y le atacó con el palo, usándolo como si de una lanza se tratara. Se lo clavó en la barriga con fuerza, y él emitió un grito de dolor y cayó al suelo. Se retorció en él, moviéndose lentamente, soltando una tira de palabras insultantes.

Oyó llorar al bebé, y el sonido la incitó. Desesperada, le dio la vuelta a la escoba y empezó a golpearle con la base en la cara y en la cabeza, a darle escobazos en las piernas esqueléticas, y de nuevo en el rostro. Él levantó las manos para protegerse de los golpes, pero ella seguía golpeándolo. Tenía que salvar a su hijo y ésa era la única manera.

Roger: Lo vas a pagar muy caro, joven. Te daré una buena paliza y después te haré mía.

***: No te atreverás a ponerle la mano encima, escoria. -La grave voz masculina resonó a su espalda, y giró la cabeza hacia la puerta para fijarse mejor en aquella voz que le resultaba conocida-. No volverás a hacer daño a ningún miembro de mi familia.

A Brittany se le escapó un sollozo y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Britt: Andrew…

Él se acercó a la puerta con el mismo aspecto de pirata con que se le presentó la primera vez que lo vio, apretando mucho los dientes, los puños cerrados. Respiraba entrecortadamente y sus ojos, que habían adquirido el tono del azul más gélido que le había visto jamás, se clavaban en el hombre que pretendía hacerle daño. Gary se puso en pie de un salto y corrió hacia ella. Le arrancó la escoba de la mano y la golpeó con tal fuerza que Brittany perdió el equilibrio y chocó contra la pared. La cabeza le daba vueltas y se sentía mareada, pero antes de perder el conocimiento oyó que Andrew gruñía de furia, y que le pegaba un puñetazo a Gary.

Andrew golpeó a aquel hombre con el puño muy cerrado y con tal fuerza que éste se dobló de dolor. Lo agarró por la camisa, le dio la vuelta y le atizó un puñetazo que lo tumbó. Subiéndose encima de él, le clavó el puño en la cara, y al hombre empezó a sangrarle la nariz. El hombre trató inútilmente de devolverle los golpes, pero Andrew los esquivó sin problemas y le dio otro que le partió el labio. El hombre forcejeaba por librarse, pero Andrew lo golpeaba una y otra vez, cegado por un arrebato de ira como jamás había experimentado, y siguió golpeándolo hasta dejarlo inconsciente.

Sólo entonces sus ojos se posaron en Brittany, hecha un ovillo en el suelo, y el corazón le dio un vuelco. Se abalanzó sobre ella y volvió a verla como la había visto al asomarse a la puerta, balanceando la escoba como si de un sable se tratara, luchando como una tigresa para defender a su hijo.

Ya sabía que la quería, pero hasta ese momento no se dio cuenta de lo mucho que la amaba. Entonces se fijó en el diminuto bebé, la carita morada de frío, la boca abierta, llorando de hambre. Un bebé que siempre se mostraba alegre y sonriente, un bebé que había llegado a adorar, por más que hubiera intentado no hacerlo.

En ese momento supo que su sed de venganza estaba saciada, que había quedado reducida a cenizas por el amor que sentía por su esposa y su hijo.

Rogando a Dios que Brittany se encontrara bien, se arrodilló a su lado y la incorporó un poco.

Ella parpadeó unos instantes, antes de abrir los ojos.

Britt: Andrew…

Andrew: Brittany… Amor mío.

Ella se acercó más a él, se hundió en sus brazos, y durante unos instantes permanecieron así, unidos. Andrew se fijó en el cardenal que comenzaba a formarse en su mejilla, y la ira volvió a recorrer todo su ser.

Andrew: Estás a salvo. Y Alex está vivo.

Tras él, el bebé comenzó a llorar de nuevo, y se dio cuenta de que Brittany se paralizaba.

Britt: ¡Alex!

Andrew la ayudó a ponerse en pie y se acercaron a su hijo, arrodillándose al unísono junto al montón de harapos.

Andrew: ¿Está bien? -preguntó nervioso mientras ella lo inspeccionaba de arriba abajo-.

Brittany asintió, claramente aliviada.

Britt. Deben de haber contratado a alguna mujer para que lo cuidara. Está seco, pero parece hambriento. -Miró en dirección al otro dormitorio-. ¿Y Trask?

Andrew: Trask ya no nos molestará más. Zac y Will se ocupan de él.

Ella tragó saliva mientras envolvía al bebé con la mantita azul, lo levantaba en brazos y se lo colocaba de manera que apoyara su cabecita en el hombro. Le susurró unas palabras dulces y su llanto empezó a remitir. Le besó la cabeza con ternura, y el bebé se aferró a ella con más fuerza, hizo un puchero y se calló.

Brittany, sin dejar de acunarlo, miró a Andrew.

Britt: Creía que no me encontraríais. Estaba tan asustada…

Andrew le tomó la mano y se la llevó a los labios.

Andrew: Habría buscado toda la vida hasta encontrarte.

Britt: ¿Cómo habéis sabido dónde estaba?

Andrew: El joven vino a buscarnos, el granuja que recogió el dinero.

En efecto, aquel chico había aparecido entre las sombras, con los pantalones raídos y rotos, despeinado.

***: ¿Busca a la guapa del pelo rubio? -le preguntó al darse cuenta de que Andrew llevaba ropas caras-.

Andrew lo agarró por los hombros.

Andrew: ¿La has visto, chico? ¿Puedes indicarnos dónde se encuentra?

***: Le juro, gobernador, que yo no sabía que tenían el bebé. Querían sólo que recogiera el maletín. Pero la dama… la dama ha venido a buscar al niño. Si no la rescatan pronto, le harán daño.

A Andrew se le paralizó todo el cuerpo.

Andrew: Muéstrame dónde está.

El joven le condujo hasta la ruinosa casa de huéspedes por el sótano, y lo acompañó escaleras arriba hasta el primer piso.

***: Es ahí -le dijo, señalando la segunda planta-. En la habitación que hay al fondo del pasillo.

Andrew agarró al joven del brazo cuando intentaba irse.

Andrew: Soy el marqués de Belford. Busca mi casa y te recompensaré por tu buena obra.

***: Sí, señor.

Se estremeció al pensar en lo que habría podido suceder de no ser por el joven, y pasó un brazo por el hombro de Brittany. Habían avanzado apenas un par de pasos en dirección a la puerta cuando oyeron disparos en la otra habitación. Él llevó a los dos hasta una pared y los protegió con su cuerpo, al tiempo que extraía una pistola del bolsillo de su abrigo.

Andrew: Zac, Will, ¿estáis bien?

Zac: Estamos bien -balbuceó-.

La voz de Will se hizo oír entonces.

Will: Por desgracia para él, el señor Trask ha decidido que prefería enfrentarse a mi pistola que a la horca de tres patas.

Al asomarse a la oscura habitación Andrew comprobó que Trask no conocería nunca la horca. Había muerto con una pequeña pistola con mango de concha en la mano, los ojos fríos, grises, muy abiertos, la mirada fija en el techo. Del pecho le brotaba un hilo de sangre. Will y Zac pasaron por encima de él. Andrew jamás habría imaginado que Roger Trask sería capaz de secuestrar a su hijo.

Un instante después la puerta que conducía al pasillo se abrió y Vanessa apareció corriendo, sosteniendo un tronco de madera.

Zac se acercó a ella y con dulzura le arrebató el arma improvisada.

Zac: No te preocupes, cielo, todo está bien.

Ella relajó los hombros.

Ness: Gracias a Dios.

Zac la miró fijamente.

Zac: Creía que habías dicho que te quedarías donde te hemos dejado.

Ness: He oído los disparos. Y me ha parecido que tal vez estuvieras herido.

Zac dejó escapar un suspiro y la atrajo hacia sí.

Zac: Si no estuviera tan loco por ti, te azotaría.

Andrew echó un vistazo al otro dormitorio.

Andrew: Aquí hay otro. -Su mirada se suavizó cuando vio a su esposa-. Está vivo. Yo he acabado el trabajo, aunque ha sido Brittany la que lo ha hecho casi todo.

Will esbozó una sonrisa.

Will: Yo me ocupo de él -dijo, metiéndose en el otro dormitorio-.

Andrew oyó que su amigo recogía del suelo algunos harapos y los usaba para atar y amordazar al hombre, que gemía y protestaba. El duque de Sheffield regresó minutos después sosteniendo en la mano el collar de perlas y diamantes.

Will: Creo que eso es suyo -declaró-.

Britt: Sí… Gracias. -miró a Andrew-. Pensé que tal vez me hiciera falta para negociar.

Andrew: Al parecer no ha funcionado -replicó fríamente, al pensar en la pelea que Brittany había tenido con el secuestrador, y reprimiendo el arrebato de ira que sentía al pensar en lo que había estado a punto de suceder-.

Britt: Quizá no -pareció admitir, metiéndose la joya en el bolsillo-. Aunque lo cierto es que todos estamos bien, y el niño está a salvo. Tal vez el collar sí ha funcionado.

Zac y Vanessa se miraron, cómplices. Andrew no comprendió el significado de aquella mirada, pero resultaba fácil reconocer el amor en los ojos de su primo, del mismo modo que él observaba enamorado a su hijo y a su esposa.

Andrew se inclinó y besó a su hijo en la frente, con gran ternura.

Andrew: Vámonos -susurró, tomando a Brittany de la mano-.

Ella se limitó a asentir. Andrew se preguntaba si Brittany sabría leer en sus ojos el amor que él había visto en los de Zac. Jamás pensó que eso sucedería. No a él. Esperaba que Brittany comprendiera lo mucho que significaba para él. Le había dicho que la amaba, pero no estaba seguro de que ella lo creyera.

Con el tiempo, hallaría el modo de convencerla.

3 comentarios:

caromix27 dijo...

YO lo sabia!
sabia q ese tenia algo q ver!!
maldito desgraciado!
pobre bebe!!
lo bueno q ahora ia stan bien :D!
me encanto!
sobre todo el final <3!
comenten mucho!!
tkm mi loki!

Natalia dijo...

AIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Que lindo capitulo!!!
Se me han saltado hasta las lagrimas jo..
que bonito y que tierno..
Al fin todos sanos y salvos.:)
Siguela pronticooo
muchos besos

TriiTrii dijo...

Aawwww ya rescataron al baby!!!
Siiiiiii!!!!!!!
Ahora falta el papa de britt...
Siguelaaa ya quiero saber q pasara!!!!!
Ojalá y descubran q es inocente...
Ame el capii amiixx
Bye byee

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