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sábado, 25 de junio de 2011

Capítulo 28


William escoltó a las mujeres de regreso a la casa. Con su habitación destrozada, las alfombras del pasillo húmedas y llenas de barro, y el penetrante olor a quemado, era imposible dormir en el ala oeste de la residencia. Había ordenado que se cerrase todo el ala y las doncellas ya habían empezado a preparar las habitaciones del ala este para su uso y el de Miley, así como una habitación para Taylor.

Finalmente la casa recuperó la tranquilidad cuando todo el mundo se retiró por segunda vez a descansar. Era tarde, apenas faltaban unas horas para que amaneciera. William se acostó al lado de Miley, y repasó mentalmente una y otra vez la lista de personas que podrían desear su muerte. O tal vez, tal y como Taylor había dicho, que quisieran verlos muertos a los dos.

Miley: ¿Cómo crees que el hombre que ha iniciado el fuego ha podido entrar en la casa? -se dio media vuelta para mirarlo-.

Will: Pensaba que estabas durmiendo -afirmó-.

Miley: Y bien ¿cómo crees que ha entrado?

Will: No estoy seguro. Es posible que haya entrado por la ventana, como hizo Robert la noche que vino a ver a Taylor. Lo más probable es que alguien lo dejara entrar.

Miley: Eso es lo que yo estaba pensando -admitió-. Hace unas semanas, el ama de llaves contrató a una nueva doncella. De hecho, hay varias empleadas nuevas que se han añadido, últimamente, al personal de servicio. Tal vez haya sido una de ellas.

Will: ¿Por qué no hablas con la señora Whitley, a ver qué sabe de ellas?

Miley: Es muy buena idea.

Will: Mientras tanto, faltan algunas horas para que amanezca y a los dos nos vendría bien dormir un rato. Creo que sé una manera de que eso ocurra.

Se inclinó sobre Miley y la besó. No había labios más suaves y dulces que los de ella, y a él le encantaba cómo parecían hundirse en los suyos.

En unos minutos, él estaba dentro de ella, los dos moviéndose a un ritmo perfecto. Llegaron al orgasmo juntos, una intensa culminación que tensó todos los músculos de sus cuerpos.

Mientras William se dejaba caer de espaldas en el mullido colchón de plumas, saciado y contento, acurrucó el cuerpo de Miley contra el suyo y escuchó cómo su respiración se volvía más pesada a medida que iba cayendo en un profundo sueño.

William deseó poder descansar también, pero a pesar de lo fatigado que estaba, se sentía demasiado preocupado para dormir.

A la mañana siguiente, Miley se despertó temprano. Le dolían los músculos de haber levantado los pesados cubos de agua la noche anterior, y con todo el alboroto, sólo había podido disfrutar de unas pocas horas de sueño antes de levantarse y afrontar el día.

Se vistió sola, con la esperanza de dar a Taylor unas horas más de merecido descanso, recogió su cabellera a los lados con peinetas de concha y se dirigió al vestíbulo, donde le llamó la atención el alboroto de la entrada.

En el rellano de la escalera vio a la duquesa viuda de Sheffield, alta, de cabello oscuro salpicado de bandas plateadas y, todavía, extremadamente atractiva. Se dirigía a su hijo en un tono bastante alto:

Miriam: ¿Cómo no me has dicho nada? Tu esposa casi se mata en un accidente de coche ¿y no se te ocurre informarme?

Will: No quería preocuparte.

Miriam: ¿Y se supone que tampoco debo preocuparme cuando llego a tu casa y descubro que alguien ha prendido fuego a tu habitación?

William frunció el ceño.

Will: ¿Cómo te has enterado?

Miriam: Para empezar, toda la casa huele a quemado, y en el caso de que no fuera así, pocas cosas ocurren en esta casa de las que yo no esté informada. ¿Dónde está Miley?

Miley: Estoy aquí, excelencia.

La duquesa viuda se giró, y la examinó con sus astutos ojos azules.

Miriam: ¿Cómo estás? Y no me digas que estás bien. Supongo que no habrás descansado mucho la noche pasada. En lugar de estar aquí hablando deberías estar en la cama, recuperando parte del sueño que obviamente necesitas.

Miley no estaba segura si su suegra estaba preocupada por su salud o sólo por los posibles efectos de la falta de sueño en su capacidad de producir un heredero.

Miley: Prometo hacer la siesta esta tarde. Aparte de estar un poco dormida, me encuentro perfectamente.

La duquesa viuda volvió su atención a William:

Miriam: ¡Y tú! Deberías contratar a unos hombres para que os protegieran a ti y a tu esposa. Alguien está atentando contra vuestras vidas y no estás dando ningún paso para protegeros.

Will: La realidad es que ya lo he hecho, madre. He contratado a un hombre que se llama Samuel Yarmouth para que investigue el asunto. Hoy le pediré a Yarmouth que contrate algunos hombres de su confianza para hacer guardia delante de la casa, y que trabajen día y noche. Y bien, ¿ya te sientes mejor?

La duquesa viuda se aclaró la voz de una manera cargante:

Miriam: Seguramente ha sido ese inútil de tu primo, Artie Bartholomew. Sin duda tendría mucho que ganar con tu fallecimiento.

William frunció el entrecejo. Miró a un lado y otro del vestíbulo para ver quién podría estar oyendo la conversación.

Will: No creo que la entrada sea el mejor lugar para ventilar los trapos sucios, madre. ¿Por qué no vamos todos al salón donde gozaremos de más intimidad?

Con la cabeza bien alta, la duquesa fue la primera en encaminarse al salón más próximo, donde esperó a que William cerrara las pesadas puertas correderas. Su hijo se acomodó a su lado en el sofá de bordado mientras Miley se sentaba en un sillón cercano.

Will: Si tienes algo más que decir, madre, éste es el momento adecuado. Una vez que hayamos acabado, necesito ver a Yarmouth y poner ciertos planes en marcha, y Miley tiene que interrogar al ama de llaves, la señora Whitley, sobre el servicio contratado recientemente.

Miriam: Muy bien -replicó la mujer de cabellos oscuros, lanzando una mirada furtiva a Miley y luego volviendo a mirar a su hijo-. Tal vez sea mejor que te vayas. Miley y yo podemos discutir este asunto más en profundidad y ponernos al día mientras tú estás fuera.

William se limitó a asentir.

Will: Muy bien. Os dejo, pues. Volveré lo antes posible.

Miley: Ten cuidado, William -dijo, y recibió una tierna sonrisa por su preocupación-.

Will: Tú también.

Y entonces se marchó y ella se quedó a solas con su suegra. Miley sabía exactamente el tema que la mujer deseaba discutir y la invadió el horror.

Todavía no estaba embarazada ni nunca lo estaría.

Con la mejor de sus sonrisas, Miley volvió la cara a la mujer que, si descubría la verdad, seguramente estaría entre quienes también podrían desear su muerte.


Era medianoche. William había estado durmiendo, aunque de manera irregular, cuando lo despertó el familiar golpe seco del mayordomo en la puerta. Preocupado por lo que hubiera podido ocurrir, apartó de un manotazo las sábanas, se puso el batín y se apresuró a ir hacia la puerta.

Will: ¿Qué ocurre, Wooster?

Wooster: Lamento molestarlo, excelencia, pero acaba de llegar el señor McPhee acompañado de dos hombres, uno de ellos de aspecto bastante desagradable. El señor McPhee dice que es urgente que hable con usted lo antes posible.

Detrás de él, oyó los pasos de Miley.

Miley: ¿Qué ocurre, William?

Will: Justin está aquí. Creo que puede haber descubierto algo importante. -Corrió a ponerse un pantalón y una camisa blanca limpia-. Quédate aquí. Volveré dentro de un instante.

Dejó a Miley en el umbral de la puerta de su dormitorio, pero antes de llegar a su estudio, la vio corriendo detrás de él por las escaleras. Susurrando una maldición en silencio, y sabiendo que tendría que haberse imaginado que ella desobedecería sus órdenes, se detuvo para que ella pudiera alcanzarlo.

Miley: No digas nada, William. Este asunto me incumbe tanto como a ti.

El duque frenó su mal humor ya que estaba más que seguro de que era cierto.

Will: Muy bien, pues -dijo, y la cogió del brazo, conduciéndola por el vestíbulo, vestida con una sencilla falda de color gris perla y una blusa de algodón blanco. Su cabellera, recogida en una trenza, golpeaba contra su espalda a cada paso y alcanzó a ver fugazmente, al levantarse la falda, que iba descalza. Casi sonrió al ver lo joven que parecía, y cuánto se parecía a la jovencita rubia de la que se había enamorado hacía mucho tiempo-.

Sintió una opresión en el pecho. La había amado una vez. Sería un idiota si volvía a arriesgar su corazón.

Entraron juntos en el estudio y vieron a McPhee de pie junto a un hombre con las manos atadas a la espalda. El otro hombre era ni más ni menos que Robert McKay.

Justin: Buenas noches, excelencias. Lamento molestarlos pero se trata de un asunto que no puede esperar.

Will: Gracias por haber venido.

Miley: Buenas noches, Robert.

Robert: Un placer, como siempre, duquesa. Y según parece, una vez más vuelvo a estar en deuda con usted y su marido.

William clavó en él sus ojos. Dijo:

Will: Y, exactamente ¿cómo es eso?

Robert lanzó una mirada al investigador:

Robert: De no haber sido por la oportuna llegada de su amigo, seguramente ahora mismo estaría muerto.

Robert prosiguió explicando que Justin McPhee había acudido a su buhardilla situada encima de la posada The Dove y había estado observando sus movimientos.

Justin: Para suerte del señor McKay -añadió, e inclinó la cabeza hacia el hombre que tenía las manos atadas-. Este hombre se llama Albert Sweeney. Cuando oí que le preguntaba al tabernero por McKay, y que le pagaba una suma a cambio de que le dijera qué habitación ocupaba, lo seguí. Abrió con un gancho, entró y cuando lo seguí dentro, era evidente que tenía la intención de asesinarlo.

Robert: Y no habría sido el primero.

Justin: Eso es cierto -confirmó-. Después de detenerlo, McKay y yo mantuvimos una charla con él.

La clase de charla era algo más que aparente. Sweeney tenía un ojo prácticamente cerrado de la hinchazón, el labio partido y sangrante, y la ropa manchada de sangre.

Will: ¿Qué clase de información has descubierto?

Justin: A Albert Sweeney le pagaron para matar al conde de Leighton -contestó sin rodeos-.

Miley abrió los ojos con sorpresa.

Miley: ¿Ha dicho eso? ¿Ha admitido que iba a asesinarlo?

Justin: Con la ayuda de un poco de persuasión -prosiguió-, y la promesa de que el duque de Sheffield intercederá a su favor si nos ayuda a pescar a los hombres que lo habían contratado.

William asintió dando su conformidad. Preguntó:

Will: ¿Quién ha sido?

Justin: Un tipo llamado Burton Webster. Espero poder demostrar que Webster trabaja para Clifford Nash.

William sintió el entusiasmo de Miley mientras le rodeaba su brazo con los dedos.

Miley: Es una noticia estupenda.

Sweeney lanzó un juramento, y McPhee lo lanzó contra la pared.

Justin: Vigila esa lengua y sé cortés. Estás en presencia de una dama -dijo el investigador-.

Robert: Hablaré con Webster. Tal vez colaborará si piensa que eso le facilitará las cosas con las autoridades.

Justin: Déjeme eso a mí. Webster es también el hombre que contrató a Sweeney para matarlo, lo que significa que Nash debe saber que se encuentra en Inglaterra. Mientras usted siga vivo, es una amenaza para él. Su vida corre peligro.

Will: Justin tiene razón. Es mejor que se ocupe él de eso. -Y girándose hacia el investigador, añadió-: ¿Hay alguna cosa que necesites que haga?

Justin: No de momento, excelencia.

Will: Dímelo si hay algo.

Justin: Gracias, excelencia. Si eso es todo, con su permiso me retiro. Tengo que entregar, aquí a nuestro amigo, a las autoridades.

Justin abandonó la casa llevándose con él a su prisionero, y William volvió su atención a Robert McKay.

Will: Robert, puede quedarse aquí hasta que este asunto esté completamente resuelto.

Robert pareció desconcertado:

Robert: Es posible que lleve algún tiempo. Aunque Sweeney confiese, puede que no le crean. Mi nombre no quedará limpio de toda mancha hasta que lleve a Webster y a Nash ante la justicia.

Will: Seguramente lleva razón. De todas maneras, ya está más cerca de alcanzar la libertad de lo que estaba antes, y aquí es bien recibido.

Robert asintió solemnemente:

Robert: Entonces acepto. Les debo tanto que nunca seré capaz de pagarles lo que han hecho.

Will: No nos debe nada, pero hay un asunto que me gustaría discutir.

Robert alzó la cabeza.

Robert: ¿Está usted hablando de Taylor Marley?

Will: Así es. Parece que la señorita Marley alberga ciertos sentimientos hacia usted. No está claro qué sentimientos tiene usted hacia ella.

Robert: La quiero -dijo, con sencillez y naturalidad-.

Will: Todo eso está muy bien pero cuando alcance la libertad, también heredará un condado. La señorita Marley es sólo la doncella de una dama.

Robert: Me daría igual que fuera deshollinador. La quiero. Quiero casarme con ella.

William casi podía sentir los latidos del corazón de Miley. La joven dio un paso hacia delante, tomó la mano de Robert y le dijo:

Miley: No me equivoqué con usted, Robert McKay. Supe, cuando los observé juntos, que veía en Taylor la misma belleza que veía yo.

Robert: Ella es lo mejor que me ha pasado nunca -admitió-.

Miley sonrió y le soltó la mano, más feliz de lo que William recordaba haberla visto nunca.

Robert miró hacia la puerta. Dijo:

Robert: Ya sé que es medianoche, pero si hay alguna posibilidad de que pueda...

Justo entonces, giró el pomo de la puerta y ésta se abrió de par en par.

Taylor: ¡Robert!

Will: ¡Que Dios nos libre de las mujeres que escuchan las conversaciones ajenas! -refunfuñó, aunque no pudo reprimir una sonrisa cuando Robert se abalanzó hacia la joven alta y rubia, y la tomó en sus brazos-.

Durante unos largos segundos simplemente la abrazó. William hizo un gesto a Miley para que abandonasen el estudio en silencio, pero antes de que hubiesen llegado a la puerta, Robert se arrodilló ante Taylor:

Robert: Ya sé que éste no es el lugar ni el momento adecuado, pero me da igual. Te quiero con todo mi corazón, Taylor Marley. ¿Te casarás conmigo?

Taylor abrió de par en par sus ojos azules.

Taylor: ¿Qué dices? No puedes casarte conmigo. ¡Eres un conde!

Robert: Puede que sea conde, pero sigo siendo un hombre y te quiero. Di que sí, Taylor. Hazme el honor de convertirte en mi esposa.

Taylor volvió sus grandes y desconcertados ojos azules hacia Miley:

Taylor: No puedo casarme con él. No sería justo ¿verdad?

Miley: No sería justo destrozarle el corazón -dijo sonriendo-. Y creo que serías una condesa perfecta. Piensa que ya sabes exactamente la ropa que tienes que llevar.

Taylor se echó a reír mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas y se volvió hacia el hombre que seguía arrodillado ante ella:

Taylor: Yo también te quiero, Robert McKay, y si de verdad lo deseas, me sentiré muy honrada de casarme contigo.

Taylor emitió un sonido de profunda alegría. Robert se levantó y la tomó en sus brazos.

William acompañó a Miley fuera del estudio y fingió no darse cuenta de que ella también lloraba.

Miley: Soy tan feliz por ellos...

Will: Esto no ha acabado todavía ¿sabes? Todavía quedan algunos obstáculos por evitar y la posibilidad de que las cosas salgan mal.

Miley: Lo sé, y rezo para que no sea así. Taylor merece ser feliz y con Robert lo será. -Mientras subían la escalera para ir a su dormitorio, a Miley se le ocurrió un extraño pensamiento-. Es curioso, durante un breve período de tiempo, Robert tuvo en su poder el collar. Se lo di yo misma ¿recuerdas?

William se rió entre dientes.

Will: ¿No creerás que están juntos por el collar?

Miley: Bueno, yo creo que tiene un corazón muy puro, ¿tú no?

Will: Sí, amor mío, yo también. Y soy feliz por ellos.

Pero él no creía en leyendas, maldiciones ni poderes extraños o inexplicables. De creer, no estaría preocupado por el hombre que estaba intentando matarlos.

Ni estaría preocupado por Miley, o intranquilo porque el canalla tuviera éxito.

1 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Disculpame...
mil disculpas..
no te habia podido comentar..
pero ya me adelante
y me ha encantado..
me encanto la decisión que tomo will acerca de miley..
y robert que le pidiera matrimonio a taylor..
esta super..
siguela
:D

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