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martes, 24 de enero de 2017

Capítulo 2


Zac saboreó tranquilamente su cerveza y bromeó con Jack y Nate frente a un plato de alitas de pollo, pero el tema de las rupturas le había hecho pensar en Amber. Había ocasiones en que la echaba de menos. O, si no a ella, la relación que habrían podido tener.

La había conocido cuando estaba estudiando en la facultad. Era prima de un compañero de estudios. La primera cita había funcionado bien; las siguientes siete, repartidas en varias semanas, habían transcurrido aun mejor y, antes de que hubiera podido darse cuenta, había empezado a salir exclusivamente con ella. Se habían acostumbrado a su mutua compañía. Amber era enfermera diplomada. Bonita, con sentido del humor, comprendía tan bien su trabajo como él comprendía el suyo y, al poco tiempo, ambos se habían acomodado a la relación. Ayudó también, por supuesto, que el sexo fuera satisfactorio.

Amber había llevado la iniciativa de la relación desde el principio y Zac no había tenido que pensar demasiado en ello, lo cual le había convenido perfectamente. Siempre había estado muy ocupado: disponía de poco tiempo para flirteos y cortejos. Amber había estado perfectamente equipada para ocupar su lugar en su agenda y él se había mostrado más que conforme.

Amber: Se acerca San Valentín -recordaba que le había comentado ella en cierta ocasión-. Podríamos hacer algo especial, ¿no te parece?

Zac no había tenido ningún problema en imaginarse la actividad.

Zac: Desde luego -había contestado-.

Luego había hecho la reserva de hotel y le había comprado un regalo. Amber lo había tenido en aquel entonces por un tipo genial y sensible.

Todo había marchado perfectamente hasta que le pidió que lo acompañara a la baja California y que se instalaran allí juntos. Estaba empezando la especialidad en cirugía ortopédica, llevaba saliendo exclusivamente con Amber durante un par de años y le había parecido un paso natural en su relación. «No sin un anillo de compromiso», le había dicho ella. Así que Zac se lo regaló. Eso también le había parecido lo suficientemente razonable.

Pero el traslado de Chico lo había cambiado todo. A Amber no le había sentado bien. Se había sentido fuera de su elemento, lejos de su trabajo, de sus amistades, de su familia, y Zac había estado demasiado estresado y presionado por el trabajo para ayudarla con el cambio. Se había sentido sola, necesitada de atención, de tiempo, de consuelo. Él había querido proporcionarle todo eso, pero había sido inútil. No había pasado mucho tiempo hasta que su única comunicación se redujo a las discusiones. Discusiones constantes y noches sin hablarse, durante las cuales Amber había llorado contra la almohada sin que recibiera ningún consuelo de su parte… en el caso de que él hubiera estado despierto para dárselo.

Zac ahuyentó aquellos recuerdos y se volvió hacia Nate:

Zac: Bueno, háblame de Vanessa, ¿quieres? A quien, si no te importa que te lo diga, el nombre no parece hacerle justicia…

Nate: Bueno, para empezar, no creo que las bromitas sobre su nombre te lleven a ningún lado con ella. Al menos en este momento.

Zac: Ya -se quedó momentáneamente distraído por el súbito fogonazo de un flash. Descubrió que procedía precisamente de Vanessa, que había sacado una cámara para fotografiar a una pareja brindando-. ¿Qué está haciendo con esa cámara?

Nate: Es fotógrafa. Y de las buenas. Empezó estudiando empresariales en la universidad, pero lo dejó antes de cumplir los veintiuno para montar su propio negocio. A mi hermana Susan, su madre, casi le dio un ataque. Pero resultó que sabía muy bien lo que se hacía. Ahora mismo es una profesional muy solicitada.

Zac: ¿De veras? -inquirió intrigado-. Parece muy joven.

Nate: Sí que lo es, pero lleva haciendo fotografías de alta calidad desde que estudiaba en el instituto. Quizá antes.

Zac: ¿Dónde?

Nate: En Los Ángeles. Reside actualmente en Long Beach.

«Long Beach», repitió Zac para sus adentros. ¡Si casi era vecina suya! Por supuesto, eso no importaba cuando ella no tenía las menores ganas de hablar con él. Pero todavía no estaba dispuesto a rendirse.

Zac: ¿Responde al tipo de artista creída y vanidosa?

Nate se echó a reír.

Nate: Para nada. Es muy práctica. Pero últimamente ha estado probando otros temas, fotografiando caballos, montañas, valles, carreteras y montañas. Amaneceres, puestas de sol, cielos, etcétera -miró a Vanessa mientras tomaba fotos a una pareja de aspecto feliz-. Es bonito verla fotografiar a gente, como antes.

Zac observó cómo regulaba el objetivo con una mano mientras sostenía la cámara con la otra. Su cara se iluminó de pronto: algo divertido debió de decirle a la pareja de novios que les hizo reír, momento al que siguieron varios fogonazos de flash. Parecía tan animada que tomó cinco o seis instantáneas más, y se sacó luego una tarjeta de un bolsillo de los vaqueros para entregársela a la pareja. Finalmente regresó a su rincón junto a la chimenea y bajó la cámara.

Zac advirtió que, en el preciso instante en que bajó la cámara, su rostro recuperó su anterior seriedad. Dejó de verla porque de repente se interpusieron varios parroquianos.

Quería una de aquellas tarjetas.

Jack: Hey, amigo, todavía no has escrito tu buen propósito para el año nuevo -le recordó entregándole lápiz y papel-. Es el precio de la entrada.

Zac: Yo no suelo hacer buenos propósitos… Bueno, excepto cada mañana, antes de volar bajo el radar de los residentes veteranos.

Jak: ¿Por qué?

A veces Zac se olvidaba de que eran pocos los que estaban al tanto de la vida de los residentes de los primeros cursos de especialidad.

Zac: Porque son antisociales con una vena perversa.

Jack: Ah -dijo como si lo hubiera comprendido-. Quizá ahí tengas un buen propósito: evitar a esos antisociales. Cuando lo hayas escrito, mételo en aquel tarro.

Zac: ¿Y luego?

Jack: Cuando quieras marcharte, saca uno al azar. Tal vez encuentres uno mejor que el tuyo. Y te proporcione alguna nueva ilusión o estímulo para el año que viene.

Zac: No lo sé -rio-. Me parece una idea muy loca. ¿Y si saco el buen propósito de atravesar el país en moto?

Jack miró a su alrededor.

Jack: Bah, aquí no hay peligro de que te encuentres un propósito de ese tipo. Pero sí que podrías encontrarte con uno que dijera «acuérdate de hacerte la mamografía anual». Vamos, ponte con ello -insistió-.

Riendo, Zac se puso a escribir algo, para tacharlo casi al instante. Luego, pensando en la hermosa y malhumorada mujer del rincón, escribió: «Empieza el nuevo año dándole la oportunidad a un desconocido». Dobló el papel por la mitad y se lo guardó en un bolsillo. Finalmente pidió a Jack otro. En el segundo escribió: «No permitas que el pasado te estropee las posibilidades del futuro».

Acto seguido bebió un gran trago de cerveza y dijo:

Zac: Disculpadme un segundo -y se dirigió hacia el otro extremo de la sala. Plantado frente a Vanessa, exhibió su más atractiva sonrisa y empezó de nuevo-. Así que eres fotógrafa.

La joven alzó la mirada con gesto inexpresivo.

Ness: Sí.

Zac: ¿Te gusta serlo?

Ness: Sí.

Zac: ¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?

Reflexionó por un momento.

Ness: La tranquilidad.

Zac tuvo que preguntarse una vez más por qué estaba tan interesado en ella. Era bonita, pero él nunca se había sentido atraído únicamente por la belleza física. Había conocido muchas mujeres bellas que habían tenido grandes carencias en otros aspectos, lo cual había matado instantáneamente su interés. Para que una mujer pudiera interesarlo de verdad tenía que ser divertida, inteligente, de buen humor, activa y, por encima de todo, positiva. Hasta el momento, la tal Vanessa no reunía ninguna de aquellas características, al margen de su belleza.

Y sin embargo, por alguna razón, se quedó donde estaba.

Zac: La tranquilidad -repitió-. ¿Algo más?

Ness: Sí. La soledad. Para fotografiar no necesito a nadie. Puedo hacerlo sola.

Zac: Sólo por curiosidad: ¿siempre eres tan inabordable, o sólo en las fiestas de Nochevieja?

Se encogió de hombros.

Ness: Casi siempre.

Zac: Ya. Una última pregunta. ¿Me sacarás una foto?

Ness: ¿Para qué?

No se le ocurría nada.

Zac: ¿Para el pasaporte, por ejemplo? -probó suerte-.

Ness: Lo siento. No hago fotos de pasaporte.

Zac: Bueno, Vanessa… -sonrió-, pues da la casualidad de que estás de suerte, porque ya no tengo más que decirte. Te quedas, como tan obviamente deseas estar, sola. Adiós.

«Soy una imbécil», pensó mientras observaba la espalda de Zac abriéndose paso entre la gente hacia la barra. Cuando lo vio sentarse en el taburete al lado de su tío, se encogió de vergüenza. Adoraba a su tío Nate y sabía lo mucho que se preocupaba por ella. Sabía también lo mucho que le había dolido verla sufrir en el que habría debido ser el día de su boda, y después, mientras estuvo forcejando con el dolor durante los meses siguientes.

Pero aunque sabía que Nate la compadecía enormemente, sabía también que, un año después, estaba empezando a perder la paciencia con la amargura que seguía destilando. No era el único. Sus amigas habían intentado animarla a que superara su desengaño y siguiera adelante con su vida. Si no quería volver a salir con nadie, pues muy bien, pero estar enfadada todo el tiempo no solamente cansaba a sus amistades, sino que además perjudicaba su trabajo. ¡Y ya estaba harta de escuchar aquello de que sólo tenía veinticinco años!

Inmediatamente después de su llegada a Virgin River, Annie se la había llevado a un aparte para decirle:

Annie: Esa rabia no te ayudará a seguir adelante con tu vida de una manera positiva, Vanessa. Tú no eres la única mujer a la que han abandonado. Yo misma descubrí que el hombre con quien supuestamente iba a casarme tenía tres amantes a tiempo completo con las que convivía. Por separado con cada una, claro.

Ness: ¿Cómo se las arreglaba? -le había preguntado tan intrigada como estupefacta-.

Annie: Obviamente era muy ordenado con su agenda. Era viajante de comercio. Cuando me decía que estaba de viaje vendiendo equipamiento para granjas, en realidad estaba con otra de sus novias.

Ness: ¡Oh, Dios mío! ¡Debieron de haberte entrado ganas de matarlo!

Annie: Seguro. Esperé que mi padre o alguno de mis hermanos lo hicieran por mí, pero como no se dio el caso, al final lo superé. Ahora me doy cuenta de que por lo menos no me dejaron plantada en el altar con unos altísimos y no reembolsables gastos de boda que pagar, como te pasó a ti. No puedo ni imaginarme el dolor y la humillación que debiste de pasar, pero yo también me sentí muy dolida y furiosa. Y ahora me alegro enormemente de haber podido encontrar una manera de superarlo porque, si no lo hubiera hecho, nunca habría podido darle una oportunidad a Nate. Y tu tío Nate es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Lo que Vanessa había querido decirle a Annie era que el dolor y la humillación no eran lo peor de todo. No, lo peor era que tanto sus amistades como su familia la compadecían por el plantón que había sufrido ante el altar.

¿Qué era lo que tenía ella de malo para que la hubieran castigado así? Conocía sus defectos. Era bajita tenía el pecho pequeño y era ancha de caderas, no había terminado la universidad y se ganaba la vida haciendo fotografías. Que fueran buenas fotografías no importaba: en realidad no eran tan impresionantes. Alguna vez se hacía reflexiones del tipo «si hubiera sido una supermodelo con un cuerpo despampanante, él no me habría dejado». Intelectualmente sabía que eso era un absurdo, pero emocionalmente se sentía defectuosa, demasiado consciente de sus numerosas carencias. Pero, en lugar de todo eso, le había preguntado a Annie:

Ness: ¿Lo sabías? ¿Llegaste a sospechar que algo andaba mal?

Annie: No. Sólo cuando todo terminó, me puse a recordar y me di cuenta de que nunca había llegado a pasar un solo fin de semana conmigo. Y de que había sido lo suficientemente confiada como para no preguntarme por qué nunca me había pedido que lo acompañara en alguno de sus viajes, a alguna de las poblaciones donde solía quedarse a pasar la noche. Oh, después me hice un montón de preguntas, pero… ¿en aquel entonces? -sacudió la cabeza-. No, nunca sospeché nada.

Ness: Yo tampoco.

Annie: Probablemente en realidad no quería saber que algo andaba mal -había añadido-. No me gustan los conflictos.

Vanessa se había quedado callada. Ella se había acostumbrado a la sensación de rechazo y al dolor casi tanto como a la cruda verdad.

Annie: Bueno, sí que hubo una cosa… -se había corregido-. Una vez que todo pasó, me pregunté si no debería haberme sentido más deseosa por pasar más tiempo con él, si es que realmente lo había querido tanto. Ya sabes cómo son estas cosas. A Nate lo llaman con frecuencia en mitad de la noche por cuestiones de trabajo y a mí no me importa, no monto un escándalo por eso. Pero ambos nos quejamos cuando no tenemos tiempo suficiente para estar solos, para nosotros. Nos necesitamos mucho el uno al otro, y eso nunca me pasó con Ed. Yo me encontraba perfectamente cuando él estaba fuera. Supongo que eso debería haberme hecho sospechar.

El caso de Vanessa había sido muy distinto. Drake se había quejado constantemente de sus largas sesiones de fotos, de viernes a domingo. Había veces en que había trabajado dieciséis horas al día en fin de semana, cubriendo hasta tres bodas y un bautizo. Presentaciones de diapositivas de bodas o compromisos, fotografías de boda, todo tipo de encargos para gente que precisamente solía trabajar de lunes a viernes, de manera que solamente disponía de los fines de semana libres. Luego, de lunes a jueves, tenía que trabajar como una esclava seleccionando y editando imágenes.

Drake trabajaba por aquel entonces de motorista de la policía de Los Ángeles, con un horario que le dejaba libres los fines de semana. Justo cuando ella no estaba disponible. Una vez más, Vanessa revisó aquel viejo argumento de discusión… hasta que se dio cuenta de una cosa. Sí, había algo que ella no había tenido en cuenta en aquel tiempo. Drake llevaba años en la policía, así que habría podido cambiar sus turnos de trabajo y acomodarlos a los de ella. ¿Por qué no lo había hecho, cuando sabía que ella no habría podido hacer lo mismo por culpa de sus compromisos con sus clientes? Vanessa se había sentido orgullosa de haber podido hacerse con una clientela de peso en poco tiempo, así como de ganar una cantidad increíblemente alta de dinero para una mujer tan joven, ya que las bodas resultaban especialmente rentables. Pero había tenido que sacrificar los fines de semana para alcanzar y mantener ese éxito.

¿Por qué? Drake no habría tenido problema alguno en hacerse con un horario que le dejara libre de martes a jueves, como ella. De hecho, si hubiera estado dispuesto a tomarse esos días, trabajando por las mañanas, habrían podido dormir juntos casi cada noche de la semana. En aquel tiempo, él le había argumentado que ése era el horario que mejor convenía a su reloj biológico, y que no era una persona madrugadora, de hábitos diurnos. Y que le gustaba salir los fines de semana. Solía salir con «los chicos».

Tras el plantón en el altar, un par de amigos de Drake le habían confesado que últimamente había estado dudando sobre el paso que había estado a punto de dar: el compromiso legal, solemne, para siempre. Al parecer él les había expresado sus dudas, mientras que lo único que había hecho con ella había sido discutir. Recordaba bien sus palabras: «¡No necesitamos todo eso! Podríamos volar a Aruba, casarnos allí, tomarnos una semana de vacaciones para hacer vela, bucear…».

Pero él no le había dicho que lo que le preocupaba realmente era el compromiso, sino la gran boda y el banquete nupcial, que por aquel entonces Vanessa y su madre habían estado tan ocupadas preparando. De modo que ella le había contestado:

Ness: Intenta no preocuparte tanto, Drake. Tendrás tu semana de vacaciones en Aruba con la luna de miel. Tú simplemente preocúpate de presentarte a tiempo en la iglesia, di lo que tengas que decir y cuando quieras darte cuenta estaremos buceando, navegando y tomando el sol en Aruba.

En aquel instante, Vanessa sacudió la cabeza con gesto frustrado. ¿Qué sentido tenía pensar en todo aquello ahora? Recogió su abrigo, su cámara y se dirigió hacia la puerta. La nieve seguía cayendo suavemente y decidió fotografiar el gran árbol de Navidad del pueblo. Enfocó con el zoom y fue capturando detalles como los reflejos de los copos en las bolas doradas y en las bombillas blancas, hasta que se alejó lo suficiente para enfocar el árbol entero. Si aquellas imágenes salían como esperaba, podría utilizarlas para la siguiente Navidad, como tarjetas de felicitación, por ejemplo.

Luego se volvió y tomó un par de instantáneas del porche del bar. Con la nieve cayendo por la barandillas, los escalones, el tejado. Hizo luego varias de la calle, con todas las casas iluminadas. Por último, tomó una a un hombre que acababa de salir al porche para apoyarse en la barandilla, con los brazos cruzados sobre el pecho. Un hombre muy guapo, por cierto…

Bajó la cámara y se dirigió hacia Zac. No cabía la menor duda de que era guapo: alto y bien formado, con el cabello color castaño claro, los ojos azules, de mirada vivaz, y si no recordaba mal, una sonrisa muy sexy. Continuó en el porche y ella alzó la mirada hacia él.

Ness: Está bien, te pido disculpas. No suelo ser tan grosera, ni tan «inabordable», como tú dijiste. Me dejaron plantada. Aún sigo lamiéndome las heridas, como mi tío Nate se encargó de recordarme. No es el mejor momento para que responda favorablemente a las insinuaciones de un desconocido… Ahora mismo me aterra conocer a un hombre y que termine gustándome, de manera que evito a todos los miembros de tu sexo. Eso es todo, en pocas palabras -añadió, encogiéndose de hombros-. Yo solía ser muy amable y abierta… y ahora me pongo demasiado a la defensiva.

Zac: Disculpa aceptada. Y a mí también me dejaron plantado, de mala manera. Pero hace ya algún tiempo de eso. El pasado es pasado, como se suele decir.

Ness: ¿Te dejaron plantado?

Zac asintió con la cabeza.

Zac: Sí, y sé lo que se siente. Así que empecemos de cero, como si no hubiera pasado nada. ¿Te parece? Me llamo Zac Efron.

Vanessa dio otro paso hacia el porche.

Ness: Vanessa Hudgens. ¿Pero cuándo? Quiero decir… ¿cuándo te abandonaron?

Zac: Hará unos nueve meses, supongo.

Ness: ¿Supones? -pensó que no debió de haberle afectado tanto, ya que en ese caso se acordaría de la fecha exacta-. Quiero decir… ¿fue muy traumático?

Zac: Más o menos. Estábamos comprometidos, vivíamos juntos, pero estábamos discutiendo todo el tiempo. Hasta que al final me dijo que no estaba dispuesta a continuar viviendo así y que cada uno tenía que seguir su camino. Yo no estaba pensando precisamente en romper -se encogió de hombros-. Yo era de la opinión de que podíamos arreglarlo y además quería intentarlo, pero ella no.

Ness: ¿Lo sabías? ¿Lo esperabas de alguna forma?

Zac: Debí haberlo esperado, pero me tomó por sorpresa.

Ness: ¿Cómo puede ser?

Zac aspiró profundamente, alzó la mirada al cielo, a los copos que seguían cayendo suavemente, y la miró por fin.

Zac: Lo pasamos muy mal, pero antes de que nos fuéramos a vivir juntos, nos llevábamos estupendamente. Soy médico residente y mis horarios eran… y lo siguen siendo… horribles. En ocasiones trabajo treinta y seis horas seguidas y apenas duermo. Ella necesitaba más tiempo que eso. Ella… -bajó la mirada-. No me gusta llamarla «ella». Amber lo pasó mal intentando cambiar de vida cuando se trasladó conmigo. Tuvo que buscarse otro empleo, hacer nuevas amistades, y además yo nunca estaba para ayudarla. Debí haberlo visto venir, pero no fue así. Todo fue culpa mía, y sin embargo no hice absolutamente nada para cambiarlo.

Ness: ¿De dónde eres?

Zac: De Chico. A unas horas al sur de aquí.

Ness: Guau. Da la casualidad de que tenemos bastantes cosas en común.

Zac: ¿De veras?

Ness: Sí. Pero tú lo has superado. ¿Cómo lo conseguiste?

Zac hundió las manos en los bolsillos delanteros del pantalón.

Zac: Amber me invitó a su fiesta de compromiso hace tres meses. Con otro médico residente, también de cirugía. Lo último que sé de él es que llevaba la misma rutina que yo. Supongo que se las arreglará para no dormir nada.

Ness: No me lo creo.

Zac: Pues créetelo.

Ness: ¿No supondrás que…?

Zac: ¿Que se lo estaba haciendo con él mientras estaba conmigo? -terminó la frase por ella-. Se me pasó por la cabeza, sí. Pero no me importa: ni siquiera quiero saberlo. Dejando eso a un lado, lo cierto es que Amber no era la mujer de mi vida. Ahora ya lo sé. Lo que significa que en realidad la culpa fue mía. Yo estaba comprometido con una persona por inercia, no porque estuviera locamente enamorado de ella. Así que, en resumidas cuentas, Vanessa, tanto Amber como yo nos libramos de milagro: tuvimos suerte. Porque en realidad no estábamos destinados a estar juntos.

Vanessa se había quedado sin habla, formando con la boca una «o» perfecta. Y mirándolo con unos ojos como platos. Deseó haber podido ser capaz de analizar su propia situación con tanta calma.

Ness: Diablos -murmuró al fin, y sacudió la cabeza-. Supongo que, siendo médico, estás obligado a tener confianza en ti mismo y todo eso.

Zac: Hey, vamos, no le adjudiques todo el mérito a la profesión. Es posible que tenga un poco de sentido común también…

Estaba bajando un escalón del porche para acercarse a ella cuando resbaló. Mientras estaba en el aire, varios flashes seguidos iluminaron la escena: los de la cámara de Vanessa. Y cuando aterrizó, de espaldas en el suelo, todavía vio algunos más.

Ness: ¿Estás bien? -le preguntó, cámara en mano-.

La miró entrecerrando los ojos. Tardó un momento en recuperar el aliento.

Zac: Podía haberme quedado paralítico, ¿sabes? Espero estar alucinando, pero… ¿me has sacado fotos mientras me caía?

Ness: Bueno, no podía sujetarte…

Y se sonrió.

Zac: Eres una persona enferma y retorcida.

Ness: Quizá deberías quedarte quieto. Puedo entrar en el bar y pedirle al pediatra y a la comadrona que te examinen. Los conocí antes de que llegaras.

Alzó la mirada hacia ella; todavía seguía sonriendo. Aparentemente no se necesitaba gran cosa para alegrarla. La cercana muerte de un hombre había servido para ponerla de buen humor.

Zac: Tal vez deberías enseñarles también las fotos….

Vanessa cayó de rodillas a su lado y rio, sin soltar la cámara. Era un sonido jovial y radiante, con aquellos preciosos ojos marrones brillando de alegría…

Ness: En serio, tú eres el médico. ¿Crees que te encuentras bien?

Zac: No lo sé. Todavía no me he movido. Un solo movimiento en falso y podría quedarme paralizado del cuello para abajo.

Ness: ¿Te estás burlando?

Zac: Es posible -admitió, encogiéndose de hombros-.

Ness: ¡Ja! ¡Te has movido! Estás bien. Levántate.

Zac: ¿Vas a tomar una copa conmigo?

Ness: ¿Por qué debería hacerlo? En serio, somos un par de animales heridos… Probablemente no deberíamos beber. ¡Y menos aún juntos!

Zac: Supéralo -le dijo apoyándose sobre los codos-. No tenemos nada que perder. Es una fiesta de Nochevieja. Tomaremos un par de copas, brindaremos por el nuevo año y ya está. Pero intenta no ponerte tan gruñona. Prueba a divertirte un poco -sonrió-.

Vanessa se sentó sobre los talones y lo miró con desconfianza.

Ness: ¿Me lo estás proponiendo por esa inercia de la que hablabas antes?

Zac: No, Vanessa -su sonrisa se amplió-. En parte es por caballerosidad, y en parte por atracción animal.

Ness: Oh, Dios… A mí me dejó plantada un animal. No estoy buscando otro.

Zac: Venga -le dio un puñetazo suave en el brazo-. Sé una buena chica. Apuesto a que hace tiempo que no te dejas invitar a una copa por un tipo. Arriésgate. Practica conmigo. Soy inofensivo.

Ness: ¿Cómo sabes que eres inofensivo? -le preguntó enarcando una ceja-.

Zac: Dentro de dos días volveré a sacrificarme a los dioses de la especialidad. Me masticarán y luego me escupirán. Esos jefes residentes son implacables y quieren vengarse de todas las diabluras que les hicieron cuando eran jóvenes. No quedarán restos. Nadie sabrá nunca que te has tomado una cerveza conmigo.

Y sonrió con todos sus dientes. Vanessa chasqueó los labios y puso los ojos en blanco.

Zac: ¿Te das cuenta de lo mucho que te gusto? -le preguntó mientras se incorporaba-. Eres como arcilla en mis manos.

Ness: ¡Eres un imbécil!

Terminó de levantarse y le tendió la mano, para ayudarla a hacer lo mismo.

Zac: Ya me lo habían dicho antes, pero no me lo creo. Supongo que si escarbas lo suficientemente profundo, puedo ser incluso bastante bueno.

Vanessa se sacudió las rodillas de los vaqueros.

Ness: No sé si voy a tener tanto tiempo para eso…




Vanessa aún se resiste 😆
Zac tiene que cambiar sus tácticas...

¡Gracias por comentar!

¡Besi!


3 comentarios:

Lu dijo...

Al menos van a tomar una copa, peor es nada.
Me encantó el capítulo, ya hablaron bastante de su vida.

Sube pronto

Maria jose dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Maria jose dijo...

lindo capitulo
lo ame de principio a fin
ya quiero seguir leyendo
esa platica que tuvieron se me hizo muy linda
siguela pronto



saludos!!!

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