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viernes, 27 de enero de 2017

Capítulo 3


Una vez que Zac pudo moverse, empezó a cojear. Pretextando que le dolía la cadera, se apoyó en Vanessa. Dado que ella no podía estar segura de que no fingía, se lo permitió. Pero justo cuando se acercaban a los escalones, las puertas se abrieron de golpe y empezó a salir la gente riendo, alborotando, despidiéndose.

Zac: ¡Cuidado con esos escalones! -gritó irguiéndose-. Yo acabo de resbalar. Están helados. Le pediré a Jack que les eche un poco de sal, pero de momento bajad con cuidado.

**: Claro -dijo alguien-. Gracias, Zac.

*: Y ten cuidado tú con la vuelta a Chico -dijo otro-.

***: Saluda de mi parte a tus hermanas -le encargó una mujer-. Diles que vengan pronto, que las echamos de menos.

**: ¡Pégate bien a esa ricura!

Zac: Lo haré -contestó y acercó a Vanessa hacia sí para dejar sitio a los que salían-.

Entre risas y bromas, cargando algunos con platos y cazuelas de la mesa del bufé, se dirigieron a sus vehículos.

Ness: Pero si ni siquiera son las nueve… -se quejó-.

Zac se echó a reír y volvió a pasarle el brazo por los hombros para apoyarse en ella.

Zac: Este es un pueblo pequeño, Vanessa. Sólo los que no tienen que madrugar para trabajar, incluso en vacaciones, pueden quedarse hasta tarde. Y algunos de los que se quedan tienen que estar disponibles: la comadrona, el poli, el médico -sonrió-. Probablemente hasta los del bar. Si alguien sufre un pinchazo de camino a su casa, te apuesto lo que quieras a que o Jack o Peter se acercan a ayudarlo.

Ness: ¿Conoces a toda esa gente?

Zac: A muchos, sí. Te daré la versión corta de la historia: mi hermana Miley se casó con un marine que quedó incapacitado en una acción y luego murió. Ella se vino aquí para localizar al mejor amigo de su marido, el sargento Hemsworth. Lo encontró en una vieja y aislada cabaña en la sierra, justo en la frontera del condado, pero el pueblo más próximo era Virgin River. Al final se casó con él y ahora tienen un bebé. Mi hermana mayor, Ashley, quería retirarse aquí, pero no pudo encontrar una cabaña sin baño interior o donde no tuviera que cortar leña para calentar el agua, así que contrató a un constructor de la localidad para que reformara una a su gusto, con electricidad y una bañera con jacuzzi -se echó a reír-. Miley es bastante dura, pero si Ashley se arriesgara a romperse una uña, se pondría de muy mal humor -miró a Vanessa y sonrió-. El caso es que el antiguo cobertizo reformado merecería figurar en las páginas del Architectural Digest. Yo he estado subiendo varias veces durante el último par de años, y el de Jack es el único bar del pueblo. No tienes que entrar muchas veces para conocerte a la mitad de la población. Me he encerrado estos últimos días en la cabaña para estudiar un poco, lejos de mis hermanas y del bebé. Pero ya tengo que volver. Esta noche bajé al pueblo con la idea de tomarme una cerveza, no tenía ni idea de que había una fiesta.

Se habían quedado inmóviles frente al porche, con Zac todavía apoyado en ella. Vanessa pensó en lo absurdo de la escena: ella medía uno cincuenta y seis, y él debía de superar fácilmente el uno setenta. Evidentemente no estaba apoyando todo su peso en ella.

Ness: ¿Es muy duro lo que haces? ¿La especialidad?

Zac: No tiene por qué serlo. Podría ser una interesante experiencia de aprendizaje, pero los residentes veteranos te fastidian todo lo que pueden. Esa es la parte dura -de repente se puso serio-. Y los niños. Me encanta trabajar con los niños, hacerles reír, ayudar a que se sientan mejor, pero es duro verlos así. Ser el cirujano ortopedista que «recompone» a un niño… es lo mejor y lo peor de lo que hago. ¿Sabes lo que quiero decir?

Vanessa no pudo evitar imaginárselo llevando a un pequeño jugador de fútbol al quirófano, o escayolando el brazo de una jovencísima violinista.

Ness: ¿Tu hermana se casó con un soldado que…?

Zac: Un marine. Bobby quedó permanentemente incapacitado como consecuencia de una bomba en Iraq. Estuvo en una residencia durante varios años hasta que murió, pero nunca volvió de allí, ¿sabes? Era como si la luz siguiera encendida pero no hubiera nadie en casa. Los dos eran muy jóvenes.

Ness: ¿Estabas muy unido a él?

Zac: Sí. Era dos años mayor que yo y todos habíamos ido juntos al instituto. Bobby se enroló justo después de graduarse. Will era algo mayor, así que no lo conocí hasta que Miley lo trajo a casa -se echó a reír-. Menuda pieza, mi hermana Miley. Vino aquí para localizar a Will, asegurarse de que había regresado sano y salvo de la guerra y entregarle la colección de cromos de béisbol de Bobby. Una Nochebuena, se presentó con él en casa y soltó la gran frase: «Este es Will y pienso casarme con él tan pronto como se vaya acostumbrando a la idea».

Ness: Ahora lo entiendo -murmuró-. Es por eso por lo que te recuperaste tan bien después de que te dejara tu novia. Has visto a la gente pasarlo muy mal y sabes valorar lo que tienes. Apuesto a que es eso.

Suavemente, Zac la hizo volverse para que pudiera mirarlo.

Zac: Es verdad que mi familia lo ha pasado muy mal… sobre todo mis hermanas. Ellas se han llevado la peor parte. Pero lo que me hace mirar hacia arriba, en lugar de hacia abajo… es lo que veo todos los días en el trabajo. Me llaman para tratar a gente con problemas mucho mayores que el mío: gente que nunca volverá a caminar, o a usar sus brazos o sus manos, y a veces situaciones aún peores. El dolor de los tratamientos de ortopedia puede llegar a ser horrible, la rehabilitación resultar una tortura… Te diré una cosa, Vanessa. Puedo caminar, estoy sano, tengo un cerebro que piensa y la posibilidad de disfrutar de la vida. Pues bien, no doy nada de eso por garantizado -arqueó una ceja, ladeó la cabeza y sonrió-. Quizá deberías pasar una temporada en mi centro de traumatología antes de volver a pensar en todas esas cosas que ahora te preocupan.

Ness: ¿Y qué me dices de tus jefes residentes? -le preguntó, haciéndole sonreír-.

Zac: Oh, ellos. Bueno, casi les desearía la muerte. Sin remordimiento alguno. Dios mío, sí que son malos. Malos, rencorosos e imposibles de complacer.

Ness: ¿Serás jefe residente algún día?

Zac: Sí -esbozó una sonrisa diabólica-. Pero no lo suficientemente pronto. Vigila esos escalones, cariño -antes de abrirle la puerta, la detuvo-. Así que… ¿te apetecería encontrar un agradable rincón junto al fuego y hablarme de esa ruptura que te dejó tan triste e inabordable?

Vanessa ni siquiera tuvo que pensarse la respuesta.

Ness: No -sacudió la cabeza-. Preferiría no hablar de ello.

Zac: Me parece justo. ¿Quieres contarme cómo te metiste a fotógrafa?

Ness: Eso sí que podría hacerlo -sonrió-.

Zac: Bien. Le pediré a Jack una copa de vino para ti y, mientras te la prepara, regaré con sal esos escalones -le pellizcó la sonrosada punta de la nariz-. Tu misión será localizar un lugar tranquilo donde podamos charlar. Si no estoy equivocado, somos los únicos solteros de toda la fiesta.

Vanessa volvió a su rincón junto a la chimenea y guardó la cámara en su bolsa. Miró a Zac: estaba de pie en la barra hablando con Jack, que le entregó una gran lata de sal. Aquella escena le evocó de golpe un antiguo recuerdo. Drake en el bar donde celebraron la cena de vísperas de la boda. Estaba acodado en la barra, tomándose sin prisas una copa. Su padrino, Rick, estaba a su lado, con una mano en su espalda, acercándose para decirle algo al oído. Drake no parecía responder.

¿Por qué no se había preocupado más en aquel entonces?, volvió a preguntarse Vanessa. ¿Quizá porque todo el mundo a su alrededor se había mostrado tan confiado? ¿O porque ella misma se había negado a preocuparse?

Vanessa no era una persona muy tradicional, pero había unos cuantos rituales de boda que había querido mantener, como la de no ver al novio el día de autos. De modo que con su prima Brittany, que había querido ser dama de honor, había planeado pasar la noche en la casa de sus padres después de la cena de vísperas. En cualquier caso, recordaba haberse extrañado de que Drake se hubiera despedido de ella tan pronto aquella tarde.

Drake: Voy a salir a tomar algo con los chicos -le había dicho-.

Ness: ¿Estás bien? -le había preguntado-.

Drake: Sí, claro.

Pero, por su seca sonrisa, había sospechado que algo marchaba mal.

Ness: ¿No conducirás tú, verdad?

Drake: Rick tiene las llaves. Quédate tranquila.

Ness: Hasta mañana entonces -recordaba vívidamente haberle acariciado la mejilla-. Me muero de ganas de que llegue mañana.

Él no se apartó, pero desvió la mirada.

Drake: Y yo.

Cuando Rick se acercó para despedirse, ella le preguntó:

Ness: ¿Qué le pasa a Drake?

Rick: Oh, estará bien.

Ness: ¿Pero qué le pasa?

Rick se había echado a reír, incómodo.

Rick: Ya sabes, aunque los dos llevéis juntos ya un tiempo, hayáis vivido juntos y todo eso, sigue siendo un gran paso para un hombre. Para los dos, ya lo sé. Pero los chicos… Yo no sé bien lo que nos pasa. Yo me puse muy nervioso antes de la boda. Era lo que quería, desde luego, pero no podía dejar de estar nervioso. No sé si será la responsabilidad, el cambio de vida…

Ness: ¿Qué cambio? -le había preguntado-. No habrá ningún cambio aparte de que haremos un bonito viaje y escribiremos un montón de tarjetas de agradecimiento…

Rick: Lo que quería decir… es que he estado en muchas bodas, incluida la mía, y todos los novios se han puesto nerviosos una vez llegado el momento. Pero no te preocupes. Le invitaré a una copa de camino a casa y me aseguraré de que llegue bien. Estaréis de camino hacia Aruba antes de que os deis cuenta -le había sonreído, consolador-.

Ness: ¿Le dirás que me llame para darme las buenas noches?

Rick: Claro. Pero si arrastra las palabras para entonces… ¡no me eches a mí la culpa!

Se había quedado despierta hasta tarde hablando con Brittany, y habían abierto otra botella de vino. Por la mañana, cuando revisó su móvil, encontró un mensaje de texto de Drake que había entrado a las tres de la mañana: «A dormir. Ya hablaremos mañana.» Había querido llamarlo, pero pensó que probablemente sería mejor dejarle dormir hasta mediodía, para que estuviera en buena forma para la ceremonia. En aquel momento sólo había anhelado una cosa: que la boda saliera perfecta. Tenía muchas cosas que hacer y se había mantenido bien ocupada haciéndose la manicura y la pedicura, rodeada por las mujeres de la familia y sus amigas.

Lo de celebrar la boda el último día del año había sido idea suya. Se le había ocurrido en una conversación de amigas, mientras comentaban que nunca habían disfrutado de una memorable Nochevieja en la que se hubieran divertido de verdad. Claro que habían estado en fiestas, pero ninguna había sido verdaderamente especial. Vanessa pensó entonces que habría sido fantástico montar una fiesta que acompañara a su boda: un evento inolvidable. Y efectivamente lo había sido.

Se había mantenido ocupada durante todo el día, sin preocuparse de no recibir noticias de Drake. Había supuesto que estaría ocupado con sus amigos, como ella lo estaba con sus amigas. De hecho, no le había preocupado lo más mínimo hasta que dieron las cinco de la tarde, cuando sólo faltaban un par de horas para la ceremonia. Lo llamó entonces y, como no contestó, le dejó un mensaje en el contestador diciéndole que lo amaba, que era muy feliz y que muy pronto estarían casados y de camino a una maravillosa luna de miel.

Fue muy duro para una fotógrafa escoger a otro profesional, casi nadie estaba a la altura de las expectativas de Vanessa. Pero la ya famosa Lin Hui puso un gran empeño, y comenzó a tomar fotos tan pronto como las chicas se presentaron en la iglesia, seguidas de sus peluqueros y estilistas. Su cámara captó casi cada fase de los preparativos, además de detalles muy especiales: manos femeninas acariciando blancos satenes, el abrazo emocionado de las madres de los novios… Pero la pobre Lin parecía muy nerviosa. Vanessa supuso que se debería al desafío que entrañaba fotografiar para otra profesional. Ignoraba que era porque no había podido localizar al novio para realizar una sesión gemela de los hombres.

Sucedió a las siete menos cuarto, quince minutos antes del comienzo de la ceremonia. El padre de Vanessa entró en la habitación de los preparativos con Rick. Ambos tenían una expresión lúgubre.

Ness: ¿Le ha pasado algo a Drake? -inquirió corriendo hacia ellos-.

**: No, está perfectamente, cariño -a continuación pidió que saliera todo el mundo, incluida la madre de Vanessa y la del novio. Volviéndose hacia Rick, le ordenó-: Díselo.

Rick bajó la cabeza, apesadumbrado.

Rick: No me preguntes qué mosca le ha picado, porque no consigo explicármelo. Me dijo que lo sentía, pero que no estaba preparado para esto. Se quedó como paralizado.

Ness: Imposible. La boda empezará dentro de quince minutos…

Rick: Lo sé. Lo siento. Me he pasado todo el día intentando acompañarlo, convencerlo. Incluso le sugerí que se presentara y se casara, y si seguía sintiendo lo mismo dentro de unos meses, que se divorciara entonces de ti. Te juro que eso habría tenido mucho más sentido para mí que esto.

Vanessa sacudió entonces la cabeza y, de manera inexplicable, se echó a reír.

Ness: Estos hombres… siempre con sus bromas. Pero ésta no tiene gracia. ¿Me has oído? ¡No tiene ninguna gracia!

**: No es ninguna broma, cariño -le aseguró su padre-. Yo le he estado llamando… pero no contesta al teléfono.

Ness: Conmigo sí que hablará.

Pero no habló. Su llamada se encontró con el buzón de voz. Le dejó el siguiente mensaje: «¡Por favor, llámame y dime que estoy soñando! ¡Por favor! ¡No puedes dejarme plantada en la iglesia quince minutos antes de la boda!».

Rick la tomó de la muñeca.

Rick: Vanessa… dejó el esmoquin en mi coche, para que lo devolviera. No vendrá.

Vanessa se volvió hacia su padre, para preguntarle en un susurro:

Ness: ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?

La cara de su padre estaba roja de rabia.

**: Le daremos de plazo hasta las siete y cuarto para que llame o haga algo honorable. Luego lo anunciaremos a los presentes y los invitaremos a pasar a la fiesta, para no desperdiciar tanta comida y tanta bebida. Devolveremos los regalos con una disculpa. Por último, saldré a matarlo con mis propias manos.

Rick: Me dijo que pagaría los gastos de la recepción aunque le fuera la vida en ello. Pero nada podrá pagar lo que me ha obligado a hacer hoy -le confesó-. Lo siento muchísimo, Vanessa.

Ness: ¿Pero por qué?

Rick: Yo no le encuentro una razón lógica -sacudió la cabeza-. No lo entiendo, y supongo que tú menos aún.

Vanessa lo agarró entonces de un brazo.

Ness: ¡Dile a su madre que lo llame! ¡Que lo haga desde tu móvil para que piense que eres tú y responda!

Pero Drake no aceptó la llamada y a su madre no le quedó otro remedio que dejarle un airado recado en el buzón de voz antes de echarse a llorar.

Bastante antes de las siete y cuarto, las amigas de Vanessa ya la estaban acribillando a preguntas como si la culpa hubiera sido suya. Que por qué había sucedido, si Drake había hablado con ella de aquello, si estaba molesto o enfadado, si ella había sospechado que algo así podría suceder… Las preguntas y reproches habían sido interminables. ¡Algo tenía que haber sospechado! ¿Estaban teniendo problemas? ¿Habían discutido sobre algo? ¿Había otra mujer? Vanessa no tardó en estallar.

Ness: ¡Eso tendréis que preguntárselo a Drake! ¡Y ni siquiera está aquí para contestaros! No sólo no ha aparecido… ¡sino que me ha dejado aquí sola para tener que responder por él!

A las siete y diez, justo antes de que su padre hiciera el anuncio a los invitados, Vanessa subió a la limusina nupcial. Tomó su ramo de rosas, calas y orquídeas, hizo una parada en casa de sus padres para recoger su bolso y su equipaje para la luna de miel, y por último pidió al chófer que la llevara a casa.

«A casa». La casa que compartía con Drake. Sus padres estaban desesperados, sus amigas preocupadísimas, los invitados se preguntaban por lo que había pasado. Vanessa nunca supo muy bien por qué decidió irse a casa, quizá para comprobar si Drake había hecho las maletas mientras ella se estuvo haciendo la manicura y la pedicura. Pero no, todo estaba tal y como lo había dejado. Y, típico de Drake, la cama estaba sin hacer y había platos sucios en el fregadero.

Se sentó en el borde de la gran cama de matrimonio, todavía con el vestido de novia puesto, con el ramo en el regazo. Y el móvil en la mano, en caso de que la llamara para decirle que todo había sido una broma pesada, o que en realidad estaba en un hospital, o en la cárcel. Pero las únicas llamadas que recibió fueron de sus amigas y familiares, todos terriblemente preocupados por ella. Las respondió como pudo sin decirles dónde estaba; con otras, se limitó a dejar mensaje. Por alguna razón que después había seguido sin poder explicarse, no lloró. Se tumbó en la cama mirando al techo mientras se preguntaba una y otra vez por todo aquello que no sabía del hombre con quien había estado a punto de comprometerse para toda la vida. El nuevo año no vino con un beso, sino con una escandalosa ruptura.

Vanessa no había tenido ningún plan cuando fue a casa, pero en cuanto oyó la llave en la puerta se dio cuenta de que Drake no sabía que estaba allí, dado que había llegado en la limusina nupcial y había dejado su coche donde sus padres. Se sentó en la cama.

Drake entró en el dormitorio. Acababa de dejar la cartera y las llaves sobre la cómoda cuando la vio. Soltó una exclamación de sorpresa y automáticamente se llevó una mano al tobillo, donde siempre llevaba una pequeña pistola. Aspirando profundamente, la dejó allí y se irguió. «Policías», pensó Vanessa. Siempre les gustaba tener un arma a mano, en caso de que se toparan con algún delincuente… o con una novia furiosa.

Ness: Adelante. Dispárame. Eso sería más fácil.

Drake: Vanessa… -pronunció sin aliento-. ¿Qué estás haciendo aquí?

Ness: Vivo aquí -Miró el ramo nupcial que todavía sostenía en el regazo. ¿Por qué no lo había soltado? ¿Por razones sentimentales o quizá porque le había costado ciento setenta y cinco dólares y no podía devolverlo?-. No puedes hacerme esto -le dijo con voz temblorosa-. Tienes que estar enfermo…

Drake: Lo siento -sacudió la cabeza-. Pensaba que, para cuando llegara el momento, estaría preparado. Lo creía de verdad.

Ness: ¿Preparado para qué? -inquirió, desconcertada-.

Drake: Preparado para esa vida… la de un compromiso para siempre, sentar la cabeza, la casa, los niños, la fidelidad de pareja, la…

Vanessa frunció el ceño con expresión desconcertada.

Ness: Espera un momento. Todavía no hemos encontrado una casa que nos guste y podamos permitirnos. Acordamos que aún no estábamos preparados para tener hijos y yo creía que ya teníamos un compromiso… -bajó la barbilla y se lo quedó mirando fijamente-. ¿Fidelidad de pareja? -inquinó en un murmullo-.

Drake: Mira, yo no he hecho nada malo, de verdad. Pero seguía recordándome a mí mismo que aún no estaba casado y pensé que…

Ness: ¿Te has acostado con otras mujeres? -le espetó, levantándose-.

Drake: ¡No! ¡No! ¡Te juro que no!

Vanessa no se lo creyó ni por un momento.

Ness: ¿Entonces qué has hecho?

Drake: Nada. Salir un poco de fiesta. De copas, ya sabes. Bailar. Simplemente salía y conocía chicas, pero no era nada serio.

Ness: Ya. Pero bailabas con ellas, las invitabas a copas… ¿hablabais por teléfono? ¿Les mandabas mensajes de móvil? ¿Salíais a cenar juntos?

Drake: Quizá un poco de eso. ¿Un par de veces?

Ness: ¿Os besabais?

Drake: Sólo una vez, o quizá dos, como mucho.

Ness: Dios mío, ¿cómo es que no me di cuenta?

Drake: ¡Pero si nunca estábamos juntos! -le reprochó de pronto-. La noche en que uno libraba, el otro trabajaba. ¡Éramos como compañeros de apartamento!

Ness: ¡Tú habrías podido ponerle remedio a eso! ¿Por qué no cambiaste de turno? ¡Yo sí que no podía! ¡La gente no se casa ni celebra sus aniversarios de boda las noches de los martes!

Drake: ¡Y tampoco salen a divertirse! ¡Seré un malvado, pero me gusta salir a tomar una copa a un bar o a una discoteca los fines de semana, cuando todo el mundo está fuera! ¡Ya hemos hablado de eso, hemos discutido de eso! Y tú dijiste que eso nunca cambiaría, no mientras siguieras trabajando de fotógrafa.

Ness: Esto no está sucediendo -murmuró-. ¿Has dejado plantados a doscientos invitados de boda, además de tirar por la borda un viaje a Aruba, sólo porque yo trabajo los fines de semana?

Drake: No exactamente, pero… Bueno, mira, tengo veintiséis años. Pensé que eras lo mejor que me había sucedido nunca, la mujer perfecta con la que relacionarme a largo plazo excepto por una cosa… ¡No estoy preparado para renunciar a divertirme! Y tú… tú estás demasiado concentrada en tu trabajo. Incluso esa boda… ¡Dios mío, era como un tren marchando a toda velocidad, fuera de control! Planear aquella astronómica boda fue como un segundo trabajo para ti, mientras que yo no quería para nada algo tan grande y aparatoso. Vanessa, eres demasiado joven para ser tan vieja.

Lo que sintió en ese momento sólo habría podido describirse como un puñetazo en la boca del estómago. De todas las cosas que había creído saber de él, apenas había prestado atención al dato de que, con veintiséis años, era más joven que ella. Y más inmaduro. Quería divertirse.

Ness: ¿Y no pudiste decirme todo eso el mes pasado? ¿O ayer mismo? -se lo quedó mirando fijamente, esperando-.

Drake: Como te dije antes, estaba convencido de que estaría listo cuando llegara el momento.

Ness: Eres un niño. ¿Cómo no pude darme cuenta antes de eso?

Drake: ¡Perdona, pero yo arriesgo mi vida todos los días! ¡Voy al trabajo con un chaleco antibalas! ¿Y tú me dices que soy un niño?

Ness: Oh, perdóname, Drake. Eres un niño grande. Y con muy poco cerebro -aspiró profundamente-. Haz las maletas y llama a algún amigo que pueda alojarte por unos cuantos días. Pienso trasladarme a casa de mis padres lo antes posible. Espero que puedas pagar la renta solo. Si mal no recuerdo, he ganado más dinero con mi aburrido trabajo de fin de semana que tú con tu chaleco antibalas.

Volvió a sentarse en la cama y se tumbó. Vestida todavía con su aparatoso vestido de novia, con su carísimo ramo nupcial sobre su vientre, cerró los ojos. Oyó a Drake revolver cajones, sacar su ropa, sus artículos de aseo. Su cerebro estaba completamente ocupado con preguntas del tipo siguiente: ¿le devolvería la agencia el importe de los billetes en primera clase a Aruba, con la justificación de que el novio no había aparecido el día de la boda? ¿Qué cantidad de dinero no reembolsable se habrían gastado sus padres en una boda que no había llegado a celebrarse? Y, dado que era su nombre el que figuraba en el contrato de alquiler de la casa, ¿la estafaría en eso también Drake, el amigo de las diversiones? ¿Perjudicaría todo ello su buen nombre como profesional?

Drake: ¿Vanessa? -se acercó a ella-. Despierta. Pareces tan… no sé, pareces un cadáver, toda estirada, sin moverte -esbozó una mueca-. Y con ese vestido…

Abrió los ojos y los entrecerró.

Ness: Vete.


Sacudió levemente la cabeza para ahuyentar aquellos recuerdos y alzó la mirada para descubrir a Zac frente a ella. Le estaba ofreciendo una copa de vino.

Zac: Yo me he pedido una cerveza. Y ahora… -se sentó justo enfrente-, acerca de esa fotografía que me hiciste…

Ness: Sucedió hace un año.

Zac: ¿Qué?

Ness: La boda que nunca llegó a ser. La gran boda, la gran fiesta. Estuvimos juntos tres años, comprometidos y viviendo juntos durante uno, y de repente no se presentó. Yo estaba preciosa con mi Vera Wang, había doscientos invitados esperando, con las botellas de champán preparadas… y el novio no apareció.

Un asombro absoluto se dibujó en el rostro de Zac.

Zac: Diablos…

Ness: Su mejor amigo, el que llevó como padrino, me dijo simplemente que no pudo hacerlo. Que no estaba preparado.

De repente Zac soltó una carcajada; no de diversión, sino de incredulidad. Se pasó una mano por el pelo.

Zac: ¿Llegó a decirte por qué?

Nunca le había contado a nadie lo que le había dicho Drake, era demasiado embarazoso. Pero por alguna razón que no logró explicarse, se lo dijo.

Ness: Sí. No quería dejar de divertirse.

Se hizo un silencio.

Zac: No estás hablando en serio -pronunció al fin-.

Ness: Totalmente. Fue todo tan impresionante, que hasta salió publicado un pequeño artículo en el periódico sobre ello.

Zac: ¿Cuándo dices que sucedió eso?

Ness: Hace exactamente un año. En Nochevieja.

Zac: Vaya -fue lo único que pudo decir-. No me extraña que estuvieras de mal humor. ¿Que no quería dejar de divertirse, has dicho?

Ness: Sí. Fue la mejor explicación que se le ocurrió. Que le gustaba salir de fiesta, bailar, flirtear con chicas, lo que fuera… Es el típico chico del sábado noche y parece que no estaba preparado para renunciar a eso. ¿Y sabes qué? Los fotógrafos trabajan los fines de semana: bodas, bautizos, etcétera. Al parecer iba a ser una verdadera lata como esposa.

Zac se frotó el cuello, pensativo.

Zac: Entonces yo debo de estar anticuado. Porque siempre he pensado que tener a la mujer adecuada junto a ti, escuchando tus mensajes de voz o poniéndote mensajes para que le recojas la ropa de la tintorería o avisándote de que ella te recogerá la tuya… alguien que discute contigo por lo que le pones a la pizza y que se acuesta desnuda contigo regularmente… Yo siempre pensé que todas esas cosas eran divertidas. Sexis y divertidas.

Vanessa le sonrió.

Ness: ¿Ir a la lavandería te parece sexy?

Zac: Sí. En serio que sí -y ambos se echaron a reír-.




Que mal se lo hicieron pasar a Ness, pobrecita...
A ver si se da cuenta de que Zac es su hombre 😉

¡Gracias por los comentarios!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Pobre Ness... por eso odia esa fecha, le ha pasado todo.
Me gustó que le cuente a Zac lo que le ha pasado y se están llevando bien.


Sube pronto

Maria jose dijo...

wow un capitulo de
muchos sentimientos
pobre vanessa si que la paso amal
me encanta la relacion que tienen
zac es muy lindo
espero que vanessa no lo deje ir
siguela pronto


saludos

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