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domingo, 22 de enero de 2017

Capítulo 1


Vanessa estaba considerando seriamente la idea de cambiarse de nombre.

**: Vamos, Vanessa -le dijo su tío Nathaniel-. ¡Salgamos al pueblo a ver si puedes volver a poner un poco de sol en tu vida!

«¿Salir al pueblo?», pensó. ¿Virgin River? ¿Con una población de unos seiscientos habitantes?

Ness: Ah, creo que prescindiré de eso, yo…

Nate: ¡Vamos, solecito mío, tienes que ser más flexible! ¡Más optimista! No puedes quedarte aquí para siempre, lamiéndote las heridas…

Quizá hubiera quedado bien, cuando tenía cuatro o incluso catorce años, decir cosas como «¡Vanessa no está hoy muy soleada!». Pero era el último día del año y había ido a Virgin River a pasar unos días tranquilos con su tío Nate y su novia Annie, para intentar escapar de la realidad de un corazón que no conseguía curar. Y por si no hubiera sufrido lo suficiente, ese corazón se había vuelto frío y duro.

Miró su reloj: las cuatro de la tarde. Hacía exactamente un año, a esa misma hora, se había estado peinando y maquillándose antes de ponerse un vestido de novia Vera Wang, toda entusiasmada y ajena al hecho de que su prometido Drake estaba a punto de dejarla plantada.

Ness: De verdad que no estoy de humor para una juerga de Nochevieja, tío Nate.

Nate: Ay, cariño, no podría soportar imaginarte en casa sola, triste y deprimida…

«Y sintiéndome como una perdedora a la que han plantado en el altar el día de su boda», añadió ella para sus adentros. Pero eso era precisamente lo que había sucedido. ¿Cómo se suponía entonces que debía de sentirse?

Annie: Nate -dijo por lo bajo-, no creo que ésta sea la noche más adecuada para ir de fiesta….

Ness: ¿En serio? -inquirió con tono irónico, recordándose que no se había mostrado tan irritable y sarcástica desde que se convirtió en una novia abandonada-. Escuchadme, chicos: salid vosotros. Divertíos como si fuerais estrellas de rock. Yo tengo mis propios planes.

**: ¿De veras? -le preguntaron ambos, esperanzados-.

Ness: Sí. Estoy planeando una incineración ceremonial del calendario de este último año. Aunque probablemente debería quemar los de los últimos tres. El equivalente a todo el tiempo y energía que he arrojado a la basura.

Nate y Annie se quedaron sin habla por un momento, intercambiando dudosas miradas.

Nate: ¡Muy bien, entonces! -dijo cuando se hubo recuperado-. Nos quedaremos en casa y te ayudaremos con esa incineración ceremonial. Luego prepararemos palomitas, jugaremos al Monopoly y haremos buenos propósitos para que el nuevo año sea mucho mejor que el último.

Fue así como Vanessa, que no se sentía de humor para complacer a nadie, terminó yendo a la gran fiesta de Nochevieja convocada por el bar de Jack en Virgin River. Porque nunca habría podido permitir que su tío Nate y la dulce y divertida Annie se quedaran en casa para verla toda deprimida y llorosa.

La familia de Vanessa tenía una larga historia de retornos a las cuadras Jensen en busca de refugio y recuperación. Vanessa y sus primos habían pasado incontables vacaciones merodeando por graneros, pastos y sendas, montando a caballo, jugando y respirando el aire puro del campo. Precisamente había sido idea de su madre que viajara a Virgen River para reponerse. La madre de Vanessa era una de las tres hermanas mayores de Nate, y el abuelo había sido el primer propietario de las cuadras y de la clínica veterinaria Jensen. En ese momento el tío Nate era el veterinario y el abuelo, ya jubilado, residía en Arizona.

Vanessa era hija única, tenía veinticinco años y una sola prima, Brittany. Dado que el tío Nate sólo le sacaba diez años a Vanessa, tanto ésta como su prima habían tenido sendos flechazos adolescentes con él. Nate, por su parte, que había crecido con tres hermanas mayores, se había considerado como maldecido por el género femenino.

Hasta que cumplió los treinta, porque a partir de entonces se convirtió en un ser paternalista, paciente, protector. Nathaniel había estado sentado con todos los demás invitados en la iglesia la Nochevieja del año anterior. Esperando, como todos, a que apareciera el novio y diera comienzo la boda.

Aquel último año había pasado para Vanessa como envuelto en una nube de ira y de tristeza. Su negocio de fotografía había continuado prosperando, gracias a su fantástica página web y al boca-oreja, y en lugar de tomarse un descanso después de su desastre personal, se había sumergido en el trabajo. Lo malo del asunto era que estaba especializada en fotografía de novios, bodas, aniversarios, embarazadas y niños: cinco fases de la vida conyugal que supuestamente merecía la pena inmortalizar. Su trabajo por tanto, así como su equilibrio emocional, se había resentido. Pero aunque le costaba concentrarse, conciliar el sueño y hasta levantarse de la cama, seguía esforzándose todo lo posible.

El único cambio importante que había hecho en su vida personal había sido salir de la casa que había compartido con Drake para volver a la de sus padres, hasta que pudiera pagarse una propia. Conservaba de todas formas su despacho en el sótano, así que había constituido un desplazamiento mínimo geográficamente hablando.

Durante aquel último año en casa de sus padres, Vanessa había tenido una revelación. La razón principal por la que muchas jóvenes de su edad deseaban contar con un espacio propio, independencia e intimidad, no era otra que el hecho de que estuvieran comprometidas en una relación. Dado que ella estaba decidida a no repetir pasados errores dejando entrar a otro hombre en su vida, no veía ninguna necesidad de renunciar a la comodidad, seguridad y economía que le proporcionaba la casa de sus padres.

Últimamente estaba probando suerte con la fotografía de amaneceres, puestas de sol, paisajes de tierra y marinos, mascotas incluso. Pero no le estaba funcionando: sus fotos no tenían ni gracia ni interés. Si ya era suficientemente malo tener el corazón roto, su espíritu también lo estaba. Era como si hubiera perdido su don. Antaño había sido brillante con las parejas, inspirada con las bodas: fotografías, presentaciones de diapositivas, vídeos. Había visto la promesa de felicidad en sus ojos y había sabido captarla. Había dado incluso su toque romántico a los abultados vientres de embarazadas… ¡y con los niños había sido una verdadera Anne Geddes! Pero ahora que era una simple observadora que sabía que nunca podría experimentar todas aquellas cosas de primera mano, todo había cambiado de golpe. Y no sólo eso, sino que cada fotografía había conseguido desgarrarle un poco más el corazón.

Annie le había comentado, cuando se lo confesó:

Annie: ¡Oh, querida, pero si eres tan joven…! ¡Sólo tienes veinticinco años! ¡Tus posibilidades son infinitas!

Y Vanessa había contestado:

Ness: Si estoy mal es porque mi novio me dejó plantada el día de mi boda. Y eso no tiene nada que ver con mi edad.

Un manto de nieve fresca e inmaculadamente blanca cubría el pueblo. El gran árbol navideño de diez metros de altura brillaba con todas sus luces mientras los copos seguían cayendo suavemente, y el porche del bar de Jack, adornado con bombillas y guirnaldas, ofrecía un aspecto entrañable y acogedor. Una amable voluta de humo se alzaba de la chimenea y todas las ventanas estaban iluminadas.

Nate, Annie y Vanessa entraron en el bar a las ocho en punto y lo encontraron abarrotado de los clientes habituales, los del pueblo. Jack, el propietario, y Peter, el cocinero, estaban detrás de la barra. Corría todo a lo largo de una pared una mesa rebosante de comida, a la cual Annie añadió una bandeja con sus famosos huevos rellenos y un salmón sazonado con eneldo y acompañado de galletas saladas.

Nate: Hey, parece que ha venido el pueblo entero -comentó-.

Jack: Casi todos. Los habituales. Aunque no creo que veáis a ninguno para el beso de la medianoche. Pero contamos con un grupo de incondicionales que sí se quedará. Ahora mismo están ocupados con la intendencia de los hijos: piensan dejarlos en casa de Peter con una canguro, en plan dormitorio colectivo. Los dos de Violet y Paul dormirán en la misma litera que la pequeña Dana, la de Peter; mis hijos en la habitación de Peter; y los gemelos de Cameron en la de invitados. El pequeño de Bárbara y Mike quiere quedarse en la de Cristopher porque piensa quedarse despierto hasta medianoche con la canguro. Oh, y para ser claro, la canguro se quedará allí por los pequeños, que no por Chris… -añadió con una sonrisa-. Tiene ya ocho años. Todo un hombre.

Nate: Jack, Peter, os presento a si sobrina Vanessa. Vanessa, éstos son Jack y Peter, los jefes de este lugar.

Vanessa sonrió débilmente, asintió con la cabeza y murmuró un «encantada de conoceros».

Jack: Pues a disfrutar, los tres. Siempre y cuando contribuyáis con un buen propósito para el año nuevo, podéis serviros a vuestro gusto -los invitó-. El precio de entrada es un plato de comida y un buen propósito por escrito.

Vanessa se subió a un taburete de la barra y colgó su gran bolsa de cuero del respaldo. Viéndolo, Jack le preguntó:

Jack: ¿Piensas emprender un largo viaje después de la fiesta?

Ness: Oh, es mi equipo fotográfico -respondió, riendo-. Siempre lo llevo encima. Nunca se sabe cuándo podría necesitarlo…

Jack: Bueno, por supuesto, te corresponde a ti honrar la primera fiesta de Nochevieja de nuestro local -dijo al tiempo que le entregaba una hoja de papel y un bolígrafo-.

Vanessa se inclinó sobre el papel, pensativa. Sabía que si decía que su propósito más sincero era acabar con aquella velada lo más rápido posible, se acabaría descubriendo su aversión a la que consideraba la más aciaga de las fiestas del año.

Jack: Que sea un buen propósito de calidad, Vanessa. No des ninguna pista personal y no lo firmes: es una cosa anónima. Habrá una sorpresa justo después de medianoche.

Vanessa miró su reloj. «Dios mío», exclamó para sus adentros. ¿Todavía tendría que aguantar otras cuatro horas de aquello? Nunca lo conseguiría. Finalmente escribió en el papel: «Terminar de una vez con los hombres».


Zac Efron, médico residente de segundo año de especialidad en la universidad de Los Ángeles, se las había arreglado para conseguir diez días libres para Navidad, que había pasado en Chico con sus dos hermanas, Miley y Ashley, sus maridos Will y Scott y su sobrino recién nacido. Las tres Navidades anteriores las había pasado con su familia así como con su antigua novia, Amber. Tenía la impresión de que había pasado una eternidad desde entonces.

Cuando los estudiantes de la especialidad de cirugía ortopédica y traumatología tenían días libres, no eran realmente días libres. Eran simplemente días en que no eran requeridos en el quirófano o en consultas, no tenían que redactar informes ni se veían verbalmente fustigados por los residentes veteranos o por los médicos titulares. Lo que no quitaba que hubiera mucho que estudiar. De hecho, había estudiado de firme incluso con la distracción de la familia, incluido el bebé de Miley que ya estaba empezando a hacerse notar.

Cuando sólo faltaban unos días para su retorno a la baja California, había pedido prestada la solitaria cabaña que la familia tenía en la sierra, cerca de Virgin River, para poder estudiar a fondo. Durante un par de días había conseguido concentrarse completamente y se había quedado asombrado de la cantidad de temas que había repasado. Tal como lo veía, eso le había dado derecho a disfrutar de un par de merecidas cervezas en Nochevieja y de unas cuantas horas de fútbol por televisión en Año Nuevo. El dos de enero regresaría a la casa de Ashley en Chico, pasaría una tarde más con la familia y volvería a meterse en las fauces del lobo de la facultad de medicina.

Recogió su abrigo. Era Nochevieja y ya había pasado suficiente tiempo solo. Pensaba pasar antes por el pueblo con la idea de tomar esas cervezas en Fortuna, sólo por probar suerte. Le extrañaría que el único bar restaurante de Virgin River estuviera abierto, dado que el de Jack no solía abrir hasta tan tarde en vacaciones. De hecho, la rutina de Virgin River en los días normales era que el bar de Jack cerraba antes de las nueve, hasta las diez como muy tarde, y sólo si había cazadores o pescadores por la zona.

Aquélla era una zona de mayoría de granjeros, rancheros y propietarios de pequeños negocios. Nadie solía trasnochar debido a las exigencias de su trabajo con los animales o los cultivos. Pero, para su sorpresa, nada más entrar en el pueblo descubrió que el local estaba lleno. Aquello le hizo sonreír: eso le permitiría ahorrarse un buen trecho de carretera de montaña.

Jack: ¡Hey! ¡Doc Efron! -lo saludó en cuanto lo vio entrar en el bar atestado-. ¿Cuándo has venido?

Eso era lo mejor de aquel local. Sólo se había pasado por allí una media docena de veces en el último par de años, pero Jack no se olvidaba de nadie. Y lo mismo sucedía con sus amigos y familiares. Zac estiró una mano hacia la barra, por entre la gente, para saludarlo.

Zac: ¿Qué tal, Jack?

Jack: ¡No tenía ni idea de que estuvieras aquí! ¿Te has traído a la familia?

Zac: No, estuve con la familia en Navidad y luego subí hasta aquí para estudiar un poco antes de volver al trabajo. Necesitaba escaparme de las chicas y sobre todo del bebé, si pretendía concentrarme un poco.

Jack: ¿Cómo está el bebé?

Zac: Ruidoso y pelirrojo. Lo último es sospechoso. Will está con la mosca detrás de la oreja -bromeó-.

Jack se echó a reír.

Jack: Supongo que te acordarás de mi esposa, Mel.

Zac: Claro -dijo mientras se volvía hacia la mujer, la famosa comadrona del pueblo, y la besaba en las mejillas-. ¿Qué tal estás?

Mel: Como nunca. Ojalá hubiéramos sabido que estabas aquí, Zac. Habríamos hecho por llamarte, invitarte a casa…

Zac miró a su alrededor.

Zac: ¿Quién habría imaginado que montaríais esta juerga en Nochevieja? Parece que ha venido todo el mundo.

Jack: Sí que ha venido gente, sí… Pero espero que esto cambie pronto: la mayoría se marchará hacia las nueve. Ya sabes que madrugan. Yo, desde luego, no pienso cerrar antes de medianoche -le aseguró a Zac-. Apuesto a que podré contar con los dedos de una mano a los parroquianos de Virgin River que estén dispuestos a quedarse al beso de medianoche.

Fue entonces cuando la vio. Justo cuando Jack pronunció las palabras «beso de medianoche», descubrió a una joven con la que habría estado más que dispuesto a quedarse hasta que dieran las doce. Estaba en un rincón cercano a la chimenea, haciendo girar una copa de vino blanco en la mano, la melena azabache derramada sobre sus hombros. No se encontraba demasiado lejos de una mesa en la que charlaban tres mujeres. Vio cómo una de ellas se inclinaba para hablarle, como si quisiera incluirla en el grupo, pero ella se limitó a asentir con la cabeza, bebió un sorbo de vino, sonrió educadamente y continuó como si tal cosa.

Se preguntó si tendría algún esposo o novio cerca. Fuera como fuese, parecía un tanto triste. Y a él le encantaría hacerla feliz.

Jack: Zac -le dijo en aquel momento-. Te presento a Nate Jensen, el veterinario del pueblo.

Zac le tendió la mano, pero sin apartar los ojos de la chica.

Zac: Encantado de conocerte -pronunció de manera automática, pensando en realidad en todo el tiempo que había pasado desde la última vez en que, con sólo mirar a una mujer hermosa, había sentido aquella extraña emoción en el pecho. ¡Demasiado! Era una mujer despampanante. Apenas había soltado la mano de Nate cuando le preguntó a Jack:- ¿Quién es esa morena?

Nate: Mi sobrina -respondió el hombre al que acababa de conocer-.

Jack: Vanessa.

Zac: ¿Casada? ¿Comprometida? ¿Monja?

Nate se echó a reír.

Nate: Perfectamente soltera. Pero…

Zac: Ahora vuelvo. ¡Respondéis de mi cerveza con vuestra vida! -y salió disparado hacia el rincón de la chimenea-.

Nate: ¡Oye! -intentó detenerlo-.

Pero Zac seguía moviéndose. Como un autómata. Una vez que se plantó delante y ella alzó la mirada hacia él, no le sorprendió descubrir que tenía los ojos marrones más bonitos que habría podido imaginar. Le tendió la mano.

Zac: Hola. Me llamo Zac. Acabo de conocer a tu tío -ella no dijo nada. Ni siquiera le estrechó la mano-. Y tú eres Vanessa, ¿verdad? ¿Vanessa Jensen?

Ness: Hudgens -lo corrigió, entrecerrando los ojos-.

Zac renunció al apretón y retiró por fin la mano.

Zac: Bueno. Vanessa Hudgens. ¿Te importa que me siente contigo?

Ness: ¿Estás intentando ligar conmigo? -le espetó-.

Zac: Soy un tipo optimista -sonrió-.

Ness: Entonces no pierdas el tiempo. No estoy disponible.

Zac quedó sumido en un asombrado silencio. No podía decirse que tuviera un gran éxito con las mujeres: de hecho, no tenía demasiada práctica. Pero aquélla lo había atraído como un imán. Y lo que le sorprendía era que lo hubiera despachado antes de que hubiera tenido la oportunidad de estropearlo todo con su conversación.

Zac: Disculpa -le dijo, desanimado-. Tu tío me dijo que estabas soltera.

Ness: Soltera y no disponible -alzó su copa y sonrió débilmente-. Feliz año nuevo.

Zac se la quedó mirando por un momento antes de volver a la barra. Jack y Nate lo estaban observando, expectantes. Jack le acercó su cerveza.

Jack: ¿Qué tal te ha ido?

Zac bebió un buen trago.

Zac: Debo de estar falto de práctica.

Jack: ¿Qué pasa? ¿El hospital no te deja tiempo para andar con chicas?

Zac: Poco. El suficiente para romper con ellas.

Nate apoyó un codo en la barra.

Nate: ¿Una mala ruptura?

Zac: ¿Sabes de alguna buena? -replicó, y se echó a reír-. No, no fue tan mala. De hecho, probablemente debería estarle agradecido. Llegamos a comprometernos, algo que nunca debió ocurrir. Al final me dijo lo que debería haber sabido todo el tiempo: «Si nos casamos, será un desastre».

Jack: ¿No congeniabais?

Zac: Eso es. Debí haberlo visto venir, pero estaba demasiado ocupado poniendo clavos de titanio en fémures para prestar atención a detalles como ése, así que peor para mí. Pero… ¿qué pasa con Vanessa Hudgens?

Nate: Bueno, supongo entonces que probablemente tenéis mucho en común.

Zac: Oh-oh. ¿Una mala ruptura?

Nate: ¿Conoces alguna buena?

Zac: Debí haberlo adivinado… No me ha dado una sola oportunidad. Y yo que pensaba que había metido la pata.

Jack: ¿Listo para el asalto número dos?

Zac reflexionó por un momento.

Zac: No sé -se encogió de hombros-. Quizá deba esperar a que tenga algo más de vino en el cuerpo…

Nate le plantó una pesada mano en el hombro.

Nate: Es mi sobrina, amigo. Estaré vigilante.

Zac: Perdón, ha sido un mal chiste. Yo nunca me aprovecharía de ella, no tienes nada de qué preocuparte -le aseguró-. Pero si vuelve a darme calabazas… ¡podría llegar a acomplejarme de verdad!




Zac ya le ha echado el ojo a Vanessa, pero ella no parece muy receptiva...
Ten paciencia con ella, Zac, que lo ha pasado muy mal...

¡Gracias por los comentarios!

¡Besi!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó!!!
Pobre Ness.. Que feo lo que le ha pasado y a Zac tambien pero al menos tienen algo en común.
Ya quiero saber como sigue.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Que buen capítulo
Se ve interesante
Le falta mucho a esta pareja
Síguela pronto



Saludos

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