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martes, 28 de enero de 2020

Capítulo 4


Ness se despertó con la sensación de que algo iba mal. Podía oír la respiración de otra persona a su lado.

Y, puesto que ella dormía sola, allí estaba pasando algo raro.

Lentamente abrió los ojos y vio la cuna. Katie.

Un bebé, la ventisca, la tortilla... empezaba a recordar.

Había pasado la noche en casa de Zac.

Habían cenado juntos y después habían hablado y reído mientras fregaban los platos. Después de eso, Katie se había despertado, Ness le había dado de comer y la había acostado, antes de irse ella a dormir en la habitación de invitados de Zac. Con una de sus viejas camisetas como pijama.

Echó un vistazo al reloj.

Eran las siete. Katie había dormido toda la noche de un tirón.

Probablemente debía levantarse y ducharse antes de que se despertara. Empezó a retirar la colcha, pero inmediatamente se tapó otra vez para conservar el calor.

La calefacción debía de haberse apagado durante la noche.

Podía quedarse en la cama y esperar a que Zac se levantara y volviera a ponerla en marcha.

Pensó en Katie y, apretando los dientes, se levantó para ir hasta la cuna de la niña. Lo único que podía ver de ella era una mata de pelo rubio.

Le tocó la mejilla con suavidad y comprobó, aliviada, que estaba caliente.

Temblando, llegó hasta la habitación de Zac y llamó a la puerta. No hubo respuesta.

La abrió y lo llamó. Nada. Lo llamó más fuerte. Esa vez obtuvo como respuesta un sonoro ronquido.

Consciente de que la casa tenía que estar caliente antes de que se congelaran las tuberías, antes de que se congelaran todos, se acercó a la cama a oscuras y sacudió su hombro. Su hombro desnudo.

Estaba cálido. Casi caliente.

Desde luego, hablaba en términos de temperatura, no en términos de atractivo físico.

No era que no fuera atractivo, sí lo era, pero eso no significaba que ella se sintiera atraída por él. Nada de eso, aunque el resto de la población femenina se pusiese a sus pies, Ness nunca haría algo así. Ella tenía mucha más... conciencia. Eso, conciencia.

Ness: Zac. Vamos, despierta. Se ha apagado la calefacción.

Zac: ¿Qué?

Ness: Zac, vamos. Estoy preocupada por la niña.

Eso funcionó. Se sentó como un rayo en la cama.

Zac: ¿Qué le pasa a la niña?

Ness: Nada por ahora, pero la casa está muy fría. Tienes que encender la calefacción o la chimenea, o hacer algo.

Zac: Estás temblando. Vuelve a la cama hasta que vea qué pasa.

Ness sabía que tenía que haber protestado, pero tenía demasiado frío.

Ness: Gracias. Dame un grito si me necesitas.

Ella corrió a la habitación de invitados y se hundió bajo las mantas. Lo único que deseaba era irse a casa, o al trabajo. Ir a algún sitio.

Había tenido unos sueños muy extraños. En sus sueños, ella estaba con un hombre, que se parecía mucho a Zac. Pero no podía ser él. Después de todo, si estaba soñando con Zac, debía ser una pesadilla, no el tipo de sueño apasionado que acababa de tener.

Oyó un sonido procedente de la cuna. Se levantó arropada con la colcha y se asomó.

Ness: Hola, dormilona.

Katie respondió con uno de sus gorjeos.

Ness: ¿Eres una niña muy buena, verdad?

Ness se inclinó y la tomó en brazos.

Ness: Vamos abajo a ver si Zac ha encendido el fuego. Allí hará calor y te cambiaremos el pañal y te daremos el desayuno.

Con la niña arropada con su manta, y ella con la colcha arrastrando tras de sí, bajó al salón, donde Zac ya había encendido la chimenea.

Ness: Oh, qué bueno eres -dijo sentándose en el suelo para estar más cerca del calor-. Como premio, este pañal se lo cambiaré yo.

Zac: Si la forma de librarse de cambiar pañales es encendiendo fuegos, tendrás fuego hasta julio.

Ness: Pero yo no estaré aquí en julio. De hecho, no me quedaré mucho tiempo -la cara con que la miraba Zac la puso nerviosa-. No me quedaré mucho, ¿verdad?

Zac: ¿Has mirado por la ventana?

Ness: No.

Zac: Bueno, ¿recuerdas cómo estaba todo ayer? -asintió con la cabeza-. Pues hoy está mucho peor. No hay electricidad, por eso no tenemos calefacción. Por suerte, tengo una estufa de leña en el sótano. Los antiguos dueños de la casa la utilizaban para calentarse y me alegro de que esté allí en ocasiones como ésta. Iré a encenderla mientras te ocupas de Katie, ¿de acuerdo?

Ness: De acuerdo.

Él se marchó y Ness se sintió descorazonada. Estaba atrapada con Zac, y no sabía por cuánto tiempo.

La noche anterior había sido extraña. Casi íntima. Habían compartido anécdotas familiares y el cuidado de la niña. Parecían una pareja.

Pero la última persona en el mundo con la que ella quería estar era con Zachary Efron.

Y estaba atrapada con él.

Ness: Genial -le dijo a Katie-. Esto es genial.

La niña se rió. No parecía importarle la nieve.

Bueno, una persona feliz de tres.

Ness: Zac -dijo para romper el silencio-.

Estaba atrapada en su casa, sentada a su lado en el sillón. Lo menos que podía hacer era hablar con ella.

El día había pasado lentamente y ellos habían centrado su actividad en el tiempo o en el bebé. Ness había empezado a dudar qué necesitaba más atención; si las tormentas de nieve o los bebés.

Zac había sacado un quitanieves de aire caliente y había intentado limpiar la acera y parte de la calle de nieve, pero pocos minutos después de dejarlo, estaba todo igual que al principio. No dejaba de nevar.

Ness sabía que le había tocado la parte buena de las tareas. Ella se quedaba en casa con Katie, al lado del fuego.

Katie sabía gatear y sentarse, aunque a veces le fallaba un poco el equilibrio, pero Ness estaba encantada con ella. A la niña también parecía gustarle mostrar sus habilidades y no paraba de parlotear y canturrear, contenta.

Ness se dio cuenta de que Katie Smith, dormida en los brazos de Zac, le había robado el corazón. Aquel sentimiento cálido que envolvía a Ness tenía que ser por Katie, no por el hombre que la acunaba.

Tenía que concentrarse en otra cosa que no fueran Zac y Katie.

Intentó leer, pero todos los libros de Zac eran de suspense o misterio, lo cual no le interesaba para nada y no podía centrarse en la historia.

Por eso no dejaba de mirar a Zac a escondidas. Incluso cuando la enfadaba era más interesante que la biblioteca que tenía en casa.

El modo en que acunaba a Katie... le estaba afectando.

No. No era Zac, sino la falta de un buen libro. Daría lo que fuera por una buena historia de amor.

Pero Zac no era un hombre de romances. A juzgar por la serie de mujeres a las que había visto entrar y salir de su vida, no le gustaban los compromisos a largo plazo, pero tal vez con la niña fuera diferente.

Ness: Zac. ¿Qué vas a hacer con Katie? ¿Vas a dejar que se marche?

Desde luego, tampoco era un hombre hablador y se tomó su tiempo para responder.

Zac: No voy simplemente a «dejar que se marche». Voy a encontrar el hogar perfecto para ella. El mejor. Y la gente hará cola para adoptarla.

Ness: Entonces, ¿estás seguro de que no quieres quedarte con ella? Pensé que, puesto que has pasado un tiempo con ella, tal vez hubieras cambiado de idea.

Si Zac se quedaba con Katie, Ness podría visitarla. Podría cuidarla, siempre.

Zac: Estoy seguro de que no me la voy a quedar. No voy a tener niños. Nunca -su tono de voz era firme, como si estuviera haciendo una declaración-.

La fantasía de Ness de ser la Mary Poppins de la vida de Katie se evaporó en un instante. Sintió una oleada de tristeza.

Ness: Es una pena. Te he observado cuando estás con ella, y serías un buen padre.

Zac: Lo cual demuestra lo poco que sabes -dijo, antes de guardar silencio-.

Ness se dio cuenta de que había tocado una antigua herida, y alargó la mano para tomarle la suya. Pretendía ser una caricia desenfadada y reconfortante, pero no fue así para ella.

Le dio un vuelco el corazón. Acababa de descubrir que Zac era algo más que un compañero de trabajo que la irritaba. Sentía algo por él, algo que iba más allá de las bromas y las risas.

Apartó su mano de él. Deseaba que todo quedase ahí y poder volver a la semana siguiente al trabajo y a su antigua rutina de meterse el uno con el otro. De repente, temió que esa situación no volviera a darse.

Zac: No tienes una perspectiva completa. Sólo me has visto con Katie ayer y hoy. Eso no es nada, sólo son dos días. Cualquiera puede ser un buen padre durante dos días, pero lo que estamos discutiendo es la vida entera de Katie Smith. Y ella se merece algo mejor que yo.

Ness: ¿Y no crees que vayas a ser siempre tan cariñoso con ella?

Zac: Sé que no lo seré.

Ness: Por mucho que odie decirlo, dado que es un cumplido, lo diré de todos modos: No estoy de acuerdo contigo -sonrió-. Ya sabes que pensar lo peor de ti es mi pasatiempo favorito, pero he visto otra cara de ti, la cara que intentas ocultar. No han sido sólo dos días, sino desde que hace meses aceptaste la responsabilidad de ser el tutor de esta niña. Es el tiempo que trabajas como voluntario en Nuestro Hogar, ayudando a esos niños que no tienen a nadie a su lado. Y ahora, Katie. Cuando la tomas en brazos, el sentimiento es muy profundo. La niña no podría pedir nada más; te preocupas por ella y la querrás.

Zac: Cuidado, estás hablando con el corazón -dijo en tono burlón-.

Aquello era suficiente normalmente para enfurecer a Ness, pero esa vez no lo consiguió. Ella sentía algo distinto, algo que no estaba dispuesta a analizar, pero estaba segura de que no era ira.

Zac: Como abogado -continuó-, tengo que analizar cada caso y trabajar según una estrategia basada en los hechos de los que dispongo. Las cosas no son sólo como dice el cliente, no es sólo si es inocente o culpable, y tampoco lo que me afecte la historia. Es todo en su conjunto.

Ness: ¿Y vas a compartir toda tu historia conmigo?

Él sacudió la cabeza.

Zac: No. Basta con decir que las circunstancias de mi pasado me llevan a decir que no debo arriesgarme a ser padre. Dicen que uno imita a sus padres con sus hijos, y yo no le desearía eso a ningún niño. Así que he tomado la decisión de no tenerlos. Nunca. Ni siquiera a Katie.

Ella no quiso seguir discutiendo. Le daba igual lo que le hubieran hecho sus padres, ella sabía que nada podría hacer que él no fuera un buen padre. Aquello sólo podía hacerle mejor aún.

Pero podía ver en la expresión de su rostro que no la creía y no lo haría nunca.

Ella creía haber visto todas las caras de Zac: el abogado fuerte y con confianza en sí mismo, el que hacía reír a la gente, el que tenía a las mujeres haciendo cola, pero sin dejarlas acercarse demasiado a él. Pero entonces podía ver mucho más. Podía intentar decírselo, pero no la creería, así que lo dejó en un:

Ness: De acuerdo.

Él pareció sorprenderse.

Zac: ¿Ya está? ¿No vas a presionarme ni a pincharme?

Ness: Si alguna vez quieres contarme más cosas, yo te escucharé. Para eso están los amigos.

Zac: ¿Somos amigos?

Ella sonrió.

Ness: Por extraño que parezca, eso creo. Si lo hubieras dicho la semana pasada, me hubiera reído en tu cara. Pero, aquí sentada, me he dado cuenta de que algo ha cambiado entre nosotros.

Zac: No dejes que cambie mucho -dijo muy serio-.

Ness: ¿Qué?

Zac: Amigos está bien, pero no sé te ocurra enamorarte de mí. Incluso si estuviera buscando tener una relación, que no es así, no sería contigo. Eres el tipo de mujer que quiere llegar hasta el final, y eso es lo último que deseo. Por el simple motivo de que nos mataríamos el uno al otro. Así que, deja de hacerte ilusiones. Yo no soy tu hombre ideal.

Los hombres suelen tener un ego frágil. Ness intentó contenerse, pero no pudo. De su garganta escapó una tremenda carcajada.

La niña se sobresaltó en los brazos de Zac, pero después se acurrucó más en su pecho y volvió a dormirse.

Ness procuró contenerse, pero pronto se estaba riendo con tantas ganas que se le escapaban lágrimas de los ojos.

Zac: ¿Qué pasa? -preguntó confundido-.

Su confusión sólo consiguió hacerle reír aún más.

Ella se detuvo e intentó calmarse.

Ness: Escucha, Zac. He descubierto que me caes bien, que es casi un milagro, pero, ¿amarte? -se siguió riendo-.

Zac: De acuerdo, pero no ha sido para tanto -dijo molesto-.

Ness: Claro que lo ha sido. ¿Tú y yo? En el bufete nadie podría reponerse de la sorpresa. Admito que hay más en ti de lo que creía, eso está claro. Creo que serías un gran padre para Katie. ¿Pero como novio? ¿Como prometido? Zachary, yo estoy esperando a mi verdadero príncipe, y no me conformaré con menos de eso. Tú vas dejando un rastro de mujeres abandonadas tras de ti. Vamos a ponernos de acuerdo aquí y ahora en que puede que nuestra relación haya cambiado un poquito, pero no lo suficiente como para que esté deseando salir contigo.

Zac: De acuerdo.

Katie bostezó y se estiró. Empezaba a abrir los ojos.

Salvada por la niña, pensó Ness. Hablar con Zachary acerca de relaciones personales era más de lo que podía soportar.

Zac: Acaba de pasar la máquina quitanieves. Si han llegado hasta aquí, las calles principales deben de estar despejadas.

Ness: ¿Quieres decir que me puedo ir a casa? -preguntó con una gran sonrisa-.

Zac se sintió un poco molesto. No tenía por qué parecer tan contenta con la noticia.

Pero no era sólo su sonrisa lo que le molestaba; la sensación no se le había quitado desde su ataque de risa de hacía un rato.

No era que quisiera que ella se enamorara de él.

¿Ness enamorada de él?

Aquella idea no se tenía en pie. Pero, aun así, su risa incontenible resultaba casi insultante.

Muchas mujeres pensaban que él era un buen partido. Tenía éxito, era ambicioso y se lavaba los dientes con frecuencia. Ness podía encontrar algo peor.

Pero se merecía algo mejor, se dijo a sí mismo.

Y se sintió aún más confuso.

Zac: Dejó de nevar hace un par de horas. Ha vuelto el suministro eléctrico y nuestra calle está despejada. Sí, creo que es hora de llevarte a casa.

Zac también estaba contento. Había estado en compañía de Ness durante veinticuatro horas, lo cual era un día entero más de lo necesario.

Ness: ¡Genial! Déjame subir a cambiar a Katie antes de abrigarla para el viaje.

Tomó a la niña en brazos y subió las escaleras casi bailando.

No hacía falta que se pusiera tan contenta. Tampoco se habían peleado ni nada parecido.

Los dos se habían comportado muy bien. Nadie del bufete hubiera podido creer que habían pasado un día juntos y que siguieran vivos.

Estaba el incidente de la risa histérica, pero aquello no había sido una pelea, aunque no hubiera tenido que reírse tanto. Aunque tampoco era que hubiera herido sus sentimientos.

Después de todo, ella había estado sentada, haciendo como si leyera, cuando se había pasado todo el rato mirándolos a él y al bebé.

Lo último que necesitaba era que Ness Hudgens se enamorara de él.

Apretó un botón de su llavero y arrancó el coche. Quería que el interior estuviera caliente para Katie.

Ness: Estamos listas. Ahora sólo tenemos que abrigarla.

Zac: Tardaremos más, porque tienes que ponerte todas esas capas, así que empieza a abrigarte tú y yo me ocuparé de Katie.

Ella lo miró. Era una mirada normal de Ness, llena de furia

Un clásico.

Aquello era bueno, porque nada había parecido normal entre los dos desde que la había recogido el día anterior.

Zac: Vamos, Katie. Tienes que ayudarme a abrochar todos estos botones.

Se concentró en ponerle a la niña su traje para la nieve y en ignorar a Ness mientras se envolvía en jerseys, bufandas, guantes y demás. A pesar de todo, no parecía lo suficientemente abrigada, y sí rígida e incómoda.

Aquella mujer necesitaba un abrigo.

Un abrigo de invierno, largo, que le abrigase también las piernas. ¿No se daba cuenta de que vivía en Erie? Era un sitio frío y nevado durante seis meses al año. ¿Cómo no estaba preparada?

Zac: Ya está -dijo, cuando hubo acabado de abrochar botones-.

Ness: Yo también.

Zac: ¿Vamos? El coche ya debe de estar caliente.

Ness: No te he oído salir.

Zac: Tiene arranque automático.

Ness: Oh, justo lo que estaba pensando ayer. Cuando me compre un coche nuevo, tendrá arranque automático y asientos calefactantes. Incluso tracción a las cuatro ruedas -dijo, esperanzada-.

Zac, que conocía el coche de Ness, deseó que no quedara demasiado para que pudiera comprarse ese coche.

Zac: Vamos -dijo, abriendo la puerta y sintiendo el frío polar en la cara-. Cierra la puerta, voy a llevar a Katie al coche.

Ajustó la sillita de la niña al asiento trasero del coche y se sentó al mismo tiempo que Ness.

Zac: ¿Por qué no me dices dónde vives? Deja el coche en el bufete. Aunque el tiempo ha mejorado, no me gusta la idea de que conduzcas. Te recogeré para ir a trabajar el lunes.

Él había esperado que ella se negase, pero le sorprendió cuando dijo:

Ness: Es una buena idea, pero no te preocupes por lo de recogerme. A Donovan le pilla de paso mi casa. Le llamaré.

Zac: De acuerdo.

Por supuesto que estaba de acuerdo. Si tenía que recoger a Ness el lunes, tendría que desviarse, y la verdad era que con preparar a la niña para salir tendría suficiente motivo de retraso.

Sí, así estaba bien.

Otra vez aquella extraña sensación.

Zac agradeció que la carretera requiriese grandes dosis de concentración. No dejaba tiempo para hablar, y estaba seguro de que Ness y él habían tenido suficiente charla para varios meses.

La llevó hasta su piso y aparcó.

Zac: Gracias de nuevo. No sé qué hubiera hecho sin ti.

Ella le dedicó una breve sonrisa.

Ness: No ha sido nada. Odio decir esto, pero, ha sido un placer.

Zac: Yo... -olvidó lo que quería decir al mirar a Ness sonriente-.

Era asombroso cómo le había robado la habilidad para hilvanar las palabras una tras otra, haciéndole desear. Antes de que pudiera saberlo, se inclinó y la besó. Un beso suave que la invitaba a pedir más, pero sin insistencia.

Un beso que esperó, preparado para apartarse, pero deseoso de más.

Los labios de Ness se ablandaron, hundiéndose en los suyos, saboreándolos...

Fue Zac el que rompió el contacto, apartándose.

Zac: Hum, gracias.

Ness se quedó sentada un momento, como hipnotizada. Pronto esa expresión se vio reemplazada por otra de sorpresa. Sus mejillas se tiñeron de un rosa pálido.

Ness: De nada. Adiós -dijo mientras abría la puerta, salía a toda prisa y cerraba de un portazo-.

Zac la miró entrar a la carrera en el pequeño y viejo bloque.

¿Qué demonios acababa de hacer?

Tres horas después, seguía sin averiguar qué le había poseído para besar a Vanessa Hudgens.

Katie estaba dormida. La puso en la cuna y subió el volumen del aparato de escucha al máximo, de modo que pudiera oírla respirar.

Intentó pensar en la niña, y no en Ness y en el beso.

EL BESO.

Había empezado a pensar en ello en mayúsculas.

Aquel breve beso le había dejado deseoso de más, de más que besos. Quería...

En aquel momento sonó el teléfono, interrumpiendo sus inapropiadas fantasías.

Zac: ¿Sí?

Tal vez fuera Ness. Tal vez ella tampoco pudiera dejar de pensar en el beso.

**: Hola, cariño -dijo, alegre, la voz de la señora A-.

No era Ness. Por supuesto. Estaba seguro de que se había olvidado de él en el mismo momento en que puso un pie en su casa.

**: Llamaba para ver qué tal te había ido en la tormenta. Tenemos unos cinco centímetros por aquí, así que conducir es imposible. Esperemos que lo limpien para el lunes.

Zac: Las cosas están interesantes por aquí, y no tiene que ver con que la ventisca haya bloqueado la ciudad.

**: ¿A qué te refieres?

Zac: Bueno...

Empezó a relatar la historia de Katie y la ayuda que le había prestado Ness. No dijo nada del beso, pero le contó toda la historia, incluyendo el hecho de que tenía que buscar un hogar para la niña. Mientras, la señora A. escuchaba.

Escuchar era uno de los puntos fuertes de Kelly Anderson.

Kelly: Veo que has estado ocupado -dijo, riéndose-.

Zac: ¿Crees que podrías ayudarme?

Odiaba pedir ayuda, pero era un poco más fácil con la señora A. Sabía que diría que sí.

Kelly: ¿Qué puedo hacer por ti, cariño?

Zac. Tal vez me puedas ayudar dándome tu opinión cuando encuentre unos posibles padres para Katie.

Kelly: Ya sabes que yo siempre tengo opinión, y siempre la doy, aunque a Chad y a Matt no les guste.

Él se echó a reír.

Todos se quejaban del peso de las opiniones de la señora A., pero nunca se había equivocado.

Zac: Gracias. Sabía que podía contar contigo.

Kelly: Y esa Ness...

Había cierto tono de conspiración en su voz. Siempre intentaba buscarle novia.

Zac: Nada de eso, señora A. Si nos vieras juntos te darías cuenta de que no hay forma humana de que Ness y yo pudiéramos tener una relación.

No pensaba decirle nada del beso.

No había significado nada.

Había besado a otras mujeres antes y volvería a hacerlo, aunque por el momento, la única mujer a la que le apetecía besar era a Ness. Era una locura.

Kelly: No he dicho nada de relaciones. Nada de nada.

Zac no diría nada tampoco del beso. Fue un raro incidente producto del estrés.

Y se había acabado. Ahora tenía que ocuparse de la niña, y probablemente hubiera olvidado el BESO al día siguiente.

Zac: Te llamaré la semana que viene.

Kelly: Claro. Estoy deseando saber más cosas de esa Ness.

Nada más, pensó Zac mientras colgaba.

No habría nada más que contar de Ness. No pensaba volver a pensar en ella y en el BESO.

2 comentarios:

Pao dijo...

NEXT!

Maria jose dijo...

Muy buena
Ya me puse al dia
Siguela pronto
Saludos

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