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miércoles, 1 de enero de 2020

Capítulo 4


Cuando llegó a la piscina Vanessa se preguntó por qué había bajado. Zac Efron ya no estaba al fondo. De hecho, no lo veía por ninguna parte.

Zac: Estoy aquí, Vanessa.

Se encontraba en el jacuzzi. La observó mientras se acercaba, y por alguna razón aquello la incomodó.

Pero descubrió algo más que incrementó su nerviosismo. Junto al agua había un carrito con dos copas y una botella de champán, así como una bandeja con quesos y galletas.

Vanessa adoptó una postura erguida y se apretó un poco más el cinturón del albornoz. Entonces escuchó la cálida risa de Zac y se tranquilizó un poco.

Zac: Pareces algo tensa, señora Hudgens.

Ness: ¿De verdad? -Preguntó, mirando las copas-. ¿Has pedido el champán para mí?

Zac: En efecto.

Ness: No deberías haberlo hecho.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Porque es como si pretendieras…

Zac: ¿El qué? -preguntó bebiendo un sorbo-.

Ness: Si tú no lo sabes…

Zac: Si estás pensando que intento seducirte, ¿no te parece que eres un poco presuntuosa?

Ness: Oh, Dios mío, todo este viaje ha sido un error. Sabía que ocurriría algo desagradable.

Vanessa se dio la vuelta y se alejó con rapidez.

Pero Zac salió aún más deprisa del jacuzzi y la detuvo, plantándose ante ella, empapado y muy masculino.

Zac: ¿Te parece un error que tu hijo se esté divirtiendo? ¿O es un error porque tienes miedo de mí? Pero ¿por qué? Te admiraba porque eras la única persona que no tenía miedo de decir lo que realmente estaba pensando.

Ness: ¡No tengo miedo de ti!

Zac: ¿Entonces?

Ness: Entonces, ¿por qué me has invitado a bajar?

Él sonrió con ironía.

Zac: Porque me caes bien, y eres mi invitada aquí. Yo he estado trabajando todo el día y tú has estado con los niños. Pensé que podía ser una buena idea que charláramos un rato. Y teniendo en cuenta que es tarde pedí una botella de champán y algo de comer. Creí que te gustaría. Y hasta es posible que te guste, si te concedes un respiro.

No estaba segura de la razón, pero se sentía como una completa estúpida. Tal vez hubiera sido un tanto presuntuosa imaginando cosas. Tal vez no la encontrara tan atractiva.

Hasta cabía la posibilidad de que estuviera diciendo la verdad y que se comportara como un puercoespín.

Ness: ¿Hay salsa para las gambas?

Zac: Sí.

Ness: Bueno, de acuerdo entonces.

No podía mantener su mirada, de modo que se dio la vuelta, se quitó la bata y se metió en el jacuzzi. El agua estaba maravillosa, y en seguida alivió su tensión. Zac la siguió, pero manteniendo las distancias, y le ofreció una copa de champán, que aceptó.

Zac: ¿Qué tal el día?

Ness: Muy bien.

Le contó lo que habían hecho y él le hizo preguntas de vez en cuando, hasta el punto de que su tono de voz fue lo que al fin consiguió que se sintiera más cómoda y relajada que nunca. Antes de que lo notara, empezó a acercarse a él. Estuvo comiendo gambas, mientras él daba buena cuenta del queso.

Y dejó que rellenara su copa dos veces.

Cuando terminó de contarle lo sucedido permanecieron en silencio. Zac había apoyado la cabeza en el borde, con los ojos cerrados.

Ness: ¿Diseñaste tú este lugar?

Zac: Sí -contestó, abriendo los ojos-.

Ness: Eso pensaba. Está tan bien planeado… Lo hiciste para Sara.

Zac: Sí.

Ness: Debe traerte muchos recuerdos dolorosos.

Él hizo un gesto negativo con la cabeza.

Zac: Mis recuerdos no son dolorosos. Pero ¿qué diferencia habría? En tu opinión, sólo soy una máquina que sale permanentemente con todo tipo de mujeres.

Ness: Bueno, es cierto.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Es mejor que lo que tú haces.

Ness: ¿Y qué es lo que yo hago?

Zac: Vivir en un estado de tensión permanente.

Ness: Yo no…

Zac: ¿Sabías que Jeremy y yo somos buenos amigos?

Vanessa respiró profundamente y maldijo a su primo segundo por lo que hubiera podido decirle.

Zac: Jeremy dice que sólo has salido tres veces en tres años. Y que te has comportado con todo el mundo como si fueras una princesa sin corazón.

Ness: ¡Una princesa sin corazón!

Zac: Sí, exacto. Y que no te permites divertirte un poco. Al menos yo lo intento.

Ness: Yo también -protestó-. Y Jeremy no conoce todos mis pasos al dedillo.

Zac tomó un poco más de champán y la observó con ojos tranquilos, medio cerrados, más azules que nunca.

Ness: ¡Deja de hacer eso!

Zac: ¿Hacer qué?

Ness: Puede que te recuerde a un puercoespín, pero en este momento tú me pareces un cocodrilo dispuesto a lanzarse sobre mí en cualquier momento.

El rió y se inclinó sobre ella.

Zac: No pienso atacarte, tranquilízate.

Estaba muy cerca de ella. Podía contemplar su pecho a través del agua y deseaba tocarlo. Deseaba acercarse a él y lamer su piel.

Ness: La vida que llevas no me parece muy apropiada.

No podía apartar la vista de él.

Zac: ¿Eso crees?

Zac le acarició la mejilla con el pulgar y levantó su barbilla unos segundos antes de besarla.

El agua burbujeante y cálida la envolvía y todo su cuerpo parecía arrojado a algún tipo de fiebre intensa y dulce. Nunca había imaginado que podía sentirse así con un hombre que no fuera Richard.

Fue un beso tan apasionado que despertó en ella emociones que creía dormidas.

Tal vez debió haber imaginado que besaría de aquel modo, sin dudar, con la seguridad de quien sabe hacerlo. Tal vez debió imaginar que su lengua juguetearía con su boca y con sus labios, obteniendo con ello su pasión, latente durante tantos años, y provocando en ella un intenso deseo.

Vanessa gimió encantada. No podría acusarlo nunca por haberla seducido. La había tratado con completa delicadeza, y hasta en aquel beso había tenido la impresión de que en cualquier momento podía marcharse de desearlo. Tal vez había sido ella la que lo había seducido. No en vano ella había sido la primera en tocar, la primera en pasar los brazos alrededor de su cuello. Ella era la que se apretaba contra su cuerpo.

Zac la besó otra vez y sus dedos le acariciaron el cuello. Aquél era un hombre muy distinto del hombre con el que había estado casada. Pero lo deseaba intensamente.

Se encontraba entre sus brazos, sobre su regazo, y sólo anhelaba que aquello no terminara nunca. Entreabrió la boca y él susurró con suavidad:

Zac: Creo que por fin hemos conseguido relajamos.

Ness: Es el jacuzzi.

Zac: No, porque no todos mis músculos están dormidos.

Ella lo miró con grandes ojos, y se habría apartado de él de no ser porque la besó de nuevo y le acarició la mejilla, la barbilla y el cuello, para abrazarla después. El agua calentaba todo su cuerpo.

Zac: No podemos quedamos aquí.

Ness: No -susurró-.

Zac: Quiero que sigamos -dijo proporcionándole otra vía de escape-.

Ness: Lo sé.

Zac: ¿Es por el champán?

Ness: Ayuda un poco -admitió-.

Podía marcharse si quería, pero no lo hizo.

Ness: Por favor… -susurró-.

Salieron del jacuzzi y se dirigieron hacia la escalera privada que llevaba directamente al dormitorio de Zac.

La luz estaba encendida, iluminando la gran cama, los cuadros de la pared y los muebles negros y metálicos. Zac seguía mirándola y ella se estremeció con violencia a pesar de que en el interior del edificio no hacía frío. Pero su temperatura se elevó de nuevo cuando se tumbaron sobre la cama y sintió su cuerpo mientras la besaba otra vez.

Zac: ¿Te quedarás?

Ella quería hablar, pero no podía. Asintió, cerró los ojos y pasó los brazos alrededor de su cuello.

Zac: Abre los ojos -le ordenó-. Dime que me deseas. Di mi nombre.

Ness: Te deseo.

Zac: Mi nombre…

Ness: Efron.

Zac: ¡Mi nombre, no mi apellido! -rió-.

Ness: Zac. Te deseo, Zac.

Entonces la tocó entre las piernas tal y como quería que hiciese, y la besó tal y como deseaba.

Un fuego inflamó la noche, estremeciéndola hasta el fondo de su alma. Los ojos de Zac brillaban con una magia especial. Y sus manos masculinas, firmes y grandes acariciaron todo su cuerpo.

Lo besó y lamió su hombro, tal y como había soñado.

Había pasado mucho tiempo.

Hicieron el amor. Zac era cariñoso, apasionado, generoso y exigente al tiempo mientras lo hacía. La acariciaba con suma delicadeza y con total entrega. En poco tiempo, su deseo alcanzó el clímax en forma de sensaciones tan fuertes y dulces que Vanessa sintió que se le iba la cabeza. Cuando se tranquilizó, estaba temblando entre sus brazos, estremecida.

Había hecho el amor con Zac con los ojos abiertos, pero sin pensar. Y sin embargo estaba allí, entre sus brazos, mientras la noche los cubría con su suave manto. El día los descubriría juntos y tendría un nuevo futuro.

Se mordió el labio, pensando que su ropa estaba sobre la cama. No sabía si quedarse o darle las gracias y marcharse a su habitación. Deseó renunciar a su trabajo y huir de aquel lugar, pero no podía hacerlo porque tenía que comprar un ordenador a su hijo.

Intentó moverse, pero él la detuvo.

Ness: Tengo que regresar -dijo asustada-. David me estará esperando.

Zac: ¿A la una de la madrugada? -preguntó sonriendo-.

Ness: Tengo que volver -insistió-.

Zac la besó y se apartó después, apoyándose sobre un codo. La observó mientras se ponía el bañador y acto seguido también él se vistió.

Zac: Te acompañaré a tu habitación.

Ness: No es necesario que lo hagas.

Zac: Te acompañaré de todas formas.

El bañador de Vanessa aún estaba mojado, y sintió frío. Mientras corría hacia la puerta se golpeó con la mesita. Bajó la mirada y vio la fotografía de Sara, pero Zac no pareció darse cuenta. Le abrió la puerta con caballerosidad y la acompañó a la piscina para que recogiera su bata. En cuanto la encontraron, se la puso por encima de los hombros.

Zac: Estás temblando.

Ness: Tengo frío.

Zac: Podrías haberte quedado en mi habitación.

Ness: Los dos tenemos hijos.

Zac: Pero aún teníamos tiempo.

Ness: No.

Zac: Vanessa, si te arrepientes de algo…

Ness: No me arrepiento de nada. Ha sido maravilloso y lo sabes. Era la primera vez que hacía el amor desde que murió Richard. Puede que ahora sea capaz de empezar a ver gente de nuevo, gracias a ti, pero en este momento necesito estar sola.

Zac: Vanessa…

Ness: Tengo que marcharme.

Zac: ¡Espera!

Vanessa tenía miedo, y sabía que no estaba comportándose bien.

Ness: ¡Tengo que marcharme! Y no me importa lo que marcharme pueda significar. ¡No me importa aunque me despidas!

Zac: ¡Vanessa! ¡No pienso despedirte!

Ness: De modo que no tengo que dejar mi trabajo -murmuró-.

Quería reír y quería llorar. Se estaba comportando como una perfecta idiota, porque deseaba arrojarse en sus brazos.

Pero necesitaba estar sola para pensar. Se volvió y salió corriendo hacia su dormitorio.


Pasó la mañana siguiente intentando pensar y comportarse con normalidad.

Ni David ni Ella parecían haber notado nada. No le importó dónde estuviera Zac. No había recibido ninguna nota suya, y no había aparecido para desayunar.

Pero para su horror, aquella tarde apareció en las pistas de esquí, y aunque tenía una cita de trabajo se llevó los esquíes. Vanessa reconoció a varios miembros de la junta directiva, algo sorprendidos por el lugar que había elegido para reunirse. Pero nadie dijo nada.

Pensó que aquélla era una situación ridícula. Sobre todo cuando empezó a esquiar y acabó una vez más en el suelo, perdida de nieve. Zac se acercó a ella para ayudarla.

Zac: Tenemos que hablar esta noche.

Ness: Pero los niños…

Zac: Los niños van a cenar en el restaurante que hay para niños. Comerán perritos calientes y jugarán. Y después cantarán villancicos, recibirán regalos y se lo pasarán bien. ¡Estamos en Navidad! Venga, recobra un poco tu espíritu. Ah, y estate preparada a las seis.

Entonces se marchó deslizándose sobre la nieve a toda velocidad. Ella no era tan veloz, de modo que lo perdió.

Ness: ¿Preparada para qué?

Pero Zac Efron no la oyó, o tal vez no quiso responder.


David se marchó pronto para ir con el resto de los niños, de modo que tuvo tiempo para vestirse con cuidado. No sabía a dónde iba, de modo que eligió un vestido negro de terciopelo. Aquella noche no pensaba salir corriendo. Le debía una explicación, aunque sólo fuera porque necesitaba su trabajo, y porque no quería ser una más en su larga lista de mujeres.

Se miró en el espejo mientras se ponía unos pendientes de perlas.

Sin embargo, Zac era bueno para ella. Le abriría el mundo que tanto tiempo había estado cerrado, y luego podría seguir viviendo.

Pero no podía ser. Lo quería. Le había gustado desde el principio. Pero nadie podía ocupar el espacio que había dejado Richard, aunque se hubiera olvidado de él en los maravillosos momentos que había pasado junto a Zac.

Cerró los ojos y recordó que le había pedido que dijera su nombre. Sin embargo, él no había dicho el suyo.

En aquel momento alguien llamó a la puerta. Vanessa se apresuró a abrir. No quería que entrara en su habitación.

Cuando abrió, notó que sus ojos brillaban y pensó que aún estaba enfadado con ella. Llevaba vaqueros y chaqueta de cuero.

Ness: Veo que será mejor que me cambie.

Zac: No, no importa. No importa en absoluto, teniendo en cuenta el lugar a donde vamos.

Ness: ¿Y a dónde vamos?

Zac se movió como si tuviera prisa. La cogió del codo sin contestar a su pregunta y atravesaron el recibidor del hotel saludando a las personas que se encontraron, pero sin pararse. Salieron y cuando finalmente se introdujeron en el todo terreno, Vanessa repitió la pregunta:

Ness: ¿A dónde vamos?

Zac: Allí -contestó, apuntando hacia una estructura que había sobre una colina-.

Para ser un hombre que quería hablar, no estaba extendiéndose demasiado. Y seguía sin saber a dónde se dirigían.

El viaje fue bastante corto, pero le pareció interminable. En cuanto entraron en la casa de madera supo que era suya y que la había preparado para su llegada. En la chimenea ardía un fuego y sobre la mesa descansaba una apetitosa comida.

Zac se quitó la chaqueta y la dejó sobre un sillón. No se acercó a ayudarla a deshacerse de su abrigo, sino que se dirigió a la mesa y levantó la tapa de una bandeja:

Zac: Strogonoff. Ah, y un buen vino blanco. Venga, siéntate.

Le ofreció una silla, pero Vanessa aún no se había quitado el abrigo.

Ness: Zac, no tenía intención de asistir a una…

Zac: ¿Quieres que discutamos nuestra relación sexual en público?

Ness: ¡No tenemos tal relación!

Él sonrió.

Zac: Muy bien, siéntate y dime por qué.

Exasperada Vanessa gimió, se quitó el abrigo y se sentó. Zac sirvió el vino antes de acomodarse y mirarla por encima de su copa.

Zac: ¿Y bien?

Ness: No puedo verte más.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: En primer lugar, porque eres mi jefe.

Zac: Ahora no estamos trabajando.

Ness: Pero la semana que viene sí.

Zac: Esto no tiene nada que ver con el trabajo, y lo sabes.

Ness: De acuerdo, de acuerdo. ¿Quieres otra razón? No quiero ser una más.

Zac: ¿Una más? -preguntó arqueando una ceja-.

Ness: Yo no…

Zac se inclinó sobre la mesa y cogió su mano sonriendo de una manera absolutamente sensual.

Zac: Me divierto contigo. Me gustas y te admiro -continuó-.

Ness: ¡Pero estás perdido en tus recuerdos!

Zac: ¿De verdad? Muy bien. Tenemos muchas cosas en común. Tú estás enamorada de un fantasma, pero debes reconocer que te diviertes conmigo. No hiciste algo sin importancia anoche. ¡Hiciste el amor conmigo! ¡Y eso es mucho más de lo que te habías atrevido a hacer antes!

Ella se levantó, dejando la copa sobre la mesa de golpe.

Zac: Ah, y al menos yo no salgo corriendo siempre.

Vanessa se detuvo un momento al pensar que tal vez se estuviera enamorando de él. De hecho, todo había comenzado cuando la recogió en su casa aquel domingo. O tal vez antes. Tal vez hubiera comenzado tras la fascinación que sintió por él la primera vez que lo vio.

Zac: Concédeme esta semana.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Te estás divirtiendo, hasta has hecho el amor conmigo. Concédeme esta semana. Y después, si quieres dejarlo, lo dejaremos. Volveremos a trabajar y nadie sabrá nada nunca.

Pensó que debía negarse.

La había llevado a aquel lugar para estar a solas con ella, pero también sabía que si quería marcharse la acompañaría. Sólo tenía que decirlo. Pero le gustaba el hotel, le gustaba estar con los niños, y le gustaba estar con él. Le encantaba su sonrisa, su risa y hasta el brillo de sus ojos. La fascinaba su pecho desnudo.

Era casi Navidad, y se lo debía a sí misma, de modo que se sentó de nuevo en la silla.

Ness: Cenemos -murmuró-.

Y lo hicieron. Pero sólo eso. Sin embargo, entonces empezó a nevar y se quedaron en la ventana observando los copos mientras caían. Después se sentaron frente al fuego y estuvieron charlando sobre baloncesto y sobre las cosas que necesitaban las niñas y los niños en general.

Y de repente se encontraron tumbados junto a la chimenea. Vanessa supo que quería hacer el amor con él otra vez.

Las llamas empezaron a hacerse más grandes, mientras que en el exterior brillaban las luces verdes y rojas de la Navidad.

Vanessa se había concedido un regalo mucho mayor de lo que había pensado. Se había concedido la risa y un pedacito del espíritu de la Navidad.

Sin contar la sensación de sentirse en paz.




🎆¡FELIZ AÑO NUEVO 2020!🎆


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