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viernes, 10 de enero de 2020

Capítulo 5


El viernes amaneció un día brillante y soleado, así que Vanessa decidió ir andando a la escuela. Al salir de su casa, vio al señor Starr en su porche, colocando unas luces de colores en el exterior de su propiedad.

Vanessa cruzó la calle para hablar con él.

Ness: Buenos días. Veo que está decorando.

Starr: A mi esposa le gustaban las decoraciones exteriores todavía más que las de dentro porque quería que todo el mundo pudiera disfrutarlas. Murió el año pasado, ¿sabe?

Vanessa asintió. El hombre se lo había dicho la primera vez que se vieron.

Starr: Lo hago porque sé que a Wilma le hubiera gustado.

La joven se sintió conmovida.

Ness: Es un buen recuerdo a su memoria -musitó con gentileza-.

Se despidieron y ella se fue en dirección a la escuela.


Los niños estuvieron toda la mañana excitados. Sabían que después de comer decorarían el aula. Al final, hasta Vanessa consiguió contagiarse de su entusiasmo.

La decoración fue bien y, cuando terminaron, era ya hora de ensayar para el programa navideño.
Vanessa estaba seleccionando la música en el auditorio cuando Holly se acercó a ella.

Holly: Hola, señorita Hudgens.

Ness: Hola -sonrió-.

La niña le tendió un sobre blanco.

Holly: Le he traído una nota de mi padre. Queremos que venga esta noche a cenar y nos ayude a decorar nuestro árbol.

Vanessa cogió el sobre y sacó la nota.

Te debemos una cena, así que no digas que no. Ven temprano, alrededor de las seis. Puedes venir en tejanos.

P.D. He terminado los diseños, pero no puedo empezar la construcción sin tu aprobación.

Vanessa se dijo que no debía ir. Veía demasiado a aquel hombre y su atracción por él la ponía nerviosa. No quería arriesgarse a ser rechazada de nuevo, pero su invitación la atraía como un imán.

Holly notó su vacilación.

Holly: Por favor, venga, señorita Hudgens. Será divertido. Papá ha dicho que puede ayudarnos a decorar el árbol. Por favor.

La joven la miró un momento y dejó de oponer resistencia.

Ness: De acuerdo. Allí estaré.


Cuando llegó aquella tarde a casa de los Efron, Zac salió a recibirla con un delantal que ponía: «Besa al cocinero». Sin decir palabra, señaló las palabras.

Vanessa se echó a reír.

Ness: ¿Es necesario?

Zac: Imprescindible, si quieres comer.

Ness: Bueno, tengo hambre -suspiró con fingida resignación-.

Y lo besó castamente en la mejilla.

Zac: Eso no basta.

Y señalándose los labios, mostró un trozo de muérdago que llevaba en la mano y lo colgó sobre su cabeza.

Vanessa se encontró de repente inclinándose hacia él y sus labios se encontraron.

El beso sólo duró unos segundos, pero los dos se quedaron largo rato después mirándose a los ojos. Zac parecía tan sorprendido como ella. El beso que acababan de compartir había sido, sin duda, algo
fuera de lo común. Ambos se sintieron sorprendidos por la calidez y la emoción contenidas en aquel contacto breve. Siguió un silencio atónito.

Zac fue el primero en romperlo.

Zac: Pasa -dijo con voz ronca-.

Ness: Gracias.

Delante de las ventanas de la sala de estar había un pino desnudo.

Zac: Espero que tengas hambre. Tenemos pollo frito. Ven a la cocina y podrás supervisarlo.

Holly y su amiga, Amy Grant, estaban allí cortando ingredientes para la ensalada.

Niñas: Hola, señorita Hudgens -saludaron las dos al unísono-.

Ness: Hola, chicas. ¿En qué puedo ayudar?

Holly: Papá ha dicho que no te pidamos que hagas nada. Tú eres una invitada.

Ness: Prefiero ayudar a quedarme aquí sin hacer nada.

Zac: De acuerdo. Puedes poner la mesa.


La cena no sólo fue deliciosa, sino también bastante animada. Zac bromeó con Vanessa y las chicas y ellas le siguieron el juego en todo momento.

Después de la cena, Vanessa insistió en recoger la cocina con las niñas y el hombre acabó cediendo y entrando en la sala. Mientras trabajaban, la relación entre ellas se hizo más familiar y la joven terminó por decirles que podían llamarla por su nombre de pila siempre que no lo hicieran en la escuela o en presencia de otros alumnos.

Cuando terminaron de recoger, mientras Holly y Amy sacaban los adornos de un armario del pasillo, Vanessa aprobó los diseños de Zac. El hombre le prometió empezar a construirlos al día siguiente.

Decorar el árbol fue divertido. Cuando terminaron, sonó el timbre de la puerta y las dos chicas corrieron a abrirla.

Amy: Hola, mamá.

*: ¿Estáis ya listas?

Holly: Casi.

Zac: No la dejes ahí en el frío -gritó a su hija-. Hola, Joanne. Siéntate -dijo cuando la mujer hubo entrado-.

Joanne: No puedo. Brad me espera en el coche. Daos prisa, niñas -añadió-. Hemos alquilado una película de Walt Disney para cuando lleguemos a casa.

Las niñas gritaron de placer y corrieron a buscar las cosas de Holly.

Zac presentó a Vanessa a la madre de Amy y Joanne Grant le dedicó una sonrisa amistosa.

Joanne: Ya la he visto en la escuela. Soy la secretaria de la A.P.A.

Ness: Ah, sí. Sabía que me resultaba usted familiar.

Zac sacó un billete de su cartera y se lo tendió a Joanne.

Zac: Creo que será suficiente para la comida de Holly y el regalo. Si necesita algo más y te parece razonable…

Joanne: Le prestaré algo si es necesario -se rió. Se volvió hacia Vanessa-. Mañana me llevaré a Amy y a Holly a Houston a comprar regalos de Navidad.

Zac: Una mujer valiente -sonrió-.

Las niñas volvieron con una bolsa de ropa en la mano y todos se despidieron unos de otros.

Cuando Vanessa y Zac se quedaron solos, lo único que se oía era el sonido del fuego en la chimenea. La joven se puso tensa.

Zac: Bueno… -empezó a decir-.

Ness: Me has tendido una trampa -lo interrumpió-.

Zac: ¿Quién? ¿Yo? -puso cara de inocencia-.

Ness: Me has engañado deliberadamente -le acusó-. Sabes muy bien que me diste la impresión de que pasaría toda la velada con Holly y contigo.

Zac lo negó.

Zac: Simplemente se me olvidó decirte toda la verdad -se acercó a ella-. ¿Ha sido un crimen tan horrible? ¿Tan terrible es estar a solas conmigo?

Vanessa se sintió confusa. El pulso se le aceleró al pensar en lo que estaba a punto de ocurrir. Zac la cogió en sus brazos, inclinó la cabeza hacia ella y la besó apasionadamente.

Una ola de calor se extendió por las venas de Vanessa, produciéndole sentimientos que había intentado ocultar desde que conoció a Zac. Durante un segundo, se resistió. Pero luego sus labios se abrieron y levantó las manos tímidamente para acariciar el rostro de él. Cuando lo tocó, rindiéndose a su abrazo, ambos temblaban de emoción.

Zac: Gracias por haber entrado en mi vida, Vanessa Hudgens -murmuró contra su boca-.

La joven retuvo el aliento al oír sus dulces palabras y se apartó un poco para mirarlo maravillada.

Ness: Nadie me había dado las gracias sólo por existir.

Zac: Supongo que no sabían apreciarte -murmuró. Le acarició el cabello y se lo apartó de la cara-. He estado tan solo durante tanto tiempo. Me alegro mucho de que estés aquí.

Vanessa se puso de puntillas para besarlo.

Aquel acto espontáneo inflamó a Zac; le pasó los brazos en torno al cuerpo y la estrechó contra él. Empezó a acariciarle la espalda, acercándose cada vez más a ella. En aquel momento, se sorprendió al descubrir que no quería soltarla nunca.

Ness: Yo también me alegro de estar aquí -susurró al fin-. Pero no esperaba sentir esto por ti… por nadie.

Zac: Yo tampoco -musitó con voz ronca-. Pero es algo maravilloso.

La besó en la mejilla, las sienes y enterró su rostro en su estupendo cabello sedoso. Luego buscó sus labios de nuevo y la empujó con delicadeza sobre el sofá.

Un momento después, la cabeza de Vanessa reposaba sobre un montón de cojines y Zac yacía a su lado. Ambos seguían completamente vestidos, pero él no dejaba de acariciarla.

Le introdujo lentamente las manos por debajo del jersey y tocó su cálida piel. Las movió hacia arriba y sus dedos se encontraron con una seductora barrera de encaje que cubría sus pechos.

Cuando los dedos de Zac entraron dentro de su sujetador y empezaron a acariciarle los pezones, Vanessa se estremeció de placer. Todo su cuerpo pareció inflamarse y se apretó contra él.

El deseo de Zac por ella se convirtió en un dolor delicioso. Quería verla, besarla por todas partes, hacerle el amor. Empezó a desabrocharle el pantalón, pero el borde del sofá entorpecía sus movimientos.

Zac: Aquí tenemos muy poco espacio -susurró-. Déjame llevarte al dormitorio.

Vanessa deseaba acceder. No había duda de cuáles eran sus sentimientos por Zac. Él la excitaba como nadie la había excitado nunca.

El hombre se levantó del sofá y le tendió la mano. Ignorándola, Vanessa se sentó y tiró de su jersey hacia abajo.

Sentía la garganta seca y le costaba trabajo hablar. Su deseo por Zac era tan innegable que casi no tenía fuerzas para resistirse. Pero tenía que hacerlo.

Ness: Lo siento -murmuró-. Lo siento mucho, pero no puedo hacer esto.

Zac la miró con preocupación.

Zac: ¿He interpretado mal los signos? Yo creía que tú también querías -se pasó la mano por el pelo-. ¡Dios! Debes pensar que soy un sinvergüenza.

Ness: No -exclamó poniéndose en pie-. No he pensado nada. No has hecho nada malo. Y, sí, yo también te deseaba -bajó la cabeza-. Todavía te deseo -confesó-.

Zac se acercó a ella, como si fuera a cogerla de nuevo en sus brazos. Vanessa se apartó con brusquedad.

El hombre la miró sorprendido.

Zac: Dices que me deseas, pero luego me dices que no. Esto es una locura. A menos -añadió con una sospecha súbita-, que tengas un marido en alguna parte.

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: No hay nadie -repuso con sinceridad-.

Zac: Entonces, ¿qué te retiene? -su voz sonaba ligeramente enfadada-.

Ness: No puedo. No quiero enamorarme de ti.

Zac se quedó atónito ante su respuesta. Levantó las manos en un gesto sin palabras que indicaba que no volvería a tocarla.

Ness: Lo siento mucho -murmuró que estaba a punto de llorar.

Zac: No lo sientas -repuso cortante-. Es culpa mía. No debería haberte besado y mucho menos… -se interrumpió un momento-. Yo tampoco quiero enamorarme de ti ni de nadie más -admitió-. Los dos seríamos más felices si hubiera recordado eso antes de invitarte esta noche. Así que, si hay alguien que tenga que disculparse, soy yo.

Se miraron a los ojos con melancolía. No quedaba nada que decir, excepto despedirse.

Vanessa cogió su chaqueta y su bolso. Cuando estuvo lista para marcharse, Zac le abrió la puerta con la mandíbula apretada.

Ness: Perdóname -murmuró-.

Zac: Buenas noches.

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