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sábado, 4 de enero de 2020

Epílogo


Era muy tarde, pero David se levantó de la cama. La casa estaba en silencio. Todo el mundo dormía.

Corrió al árbol de navidad, y de repente se quedó paralizado.

Esperaba recibir regalos, pero no sospechaba que serían tantos.

Y, desde luego, no esperaba ver su ordenador nuevo, completamente montado, envuelto en un lazo rojo y esperándolo.

Cerró los ojos y volvió a abrirlos. Los regalos seguían allí. Sintió deseos de enseñárselos a Ella.

Pero estaba seguro de que ella ya los había visto. Le caía muy bien, a pesar de ser una chica, y ahora eran hermanos. Los dos habían tenido mucha suerte aquellas navidades. Ya habían recibido muchas cosas que no podrían comprarse con dinero. Él tenía un nuevo padre. Zac Efron no podría sustituir nunca a su verdadero padre, como Vanessa nunca podría sustituir a la madre de Ella, pero se llevaban muy bien y se querían mucho. Aquello era lo mejor que les podía haber ocurrido.

David sabía que Zac estaría siempre dispuesto a salir pronto del trabajo para jugar al béisbol con él. Y Ella tendría una madre que se enfadaría con ella cuando estuviera despeinada y hablaría con ella de cosas de mujeres.

De pronto se dio cuenta de que estaba temblando. Aquéllas habían sido las mejores navidades del mundo.

Contempló el belén que había hecho su madre. Alargó una mano y acarició cuidadosamente las figurillas. Después se fue a la ventana.

Podía ver la estrella polar. La reconocía porque Zac se la había enseñado. La tradición decía que papá Noel vivía allí.

David: Hola -murmuró-. Quería darte las gracias. Creo en el espíritu navideño y en los milagros, pero sé que el papá Noel con el que hablé era mi tío Jeremy. Así que sé que no existes, pero quiero que sepas que he recibido los mejores regalos del mundo. Un padre nuevo y un ordenador. Muchas gracias. Me has dado un padre, y has dado una madre a Ella. Y tengo una hermana, y ella tiene un hermano. Y mamá tiene a Zac, y él tiene a mamá. Es un milagro. Gracias.

Se detuvo porque no encontraba más palabras para expresar su gratitud.

La estrella polar empezó a parpadear con una extraña luz, y después fue desvaneciéndose.

David se quedó mirándola durante un rato y sonrió. La estrella se desvanecía porque se estaba haciendo de día. Era el día de Navidad.

Corrió a la puerta de Ella y empezó a aporrearla.

David: ¡Estamos en Navidad! Despierta, dormilona.

Ella abrió la puerta con los ojos entrecerrados.

Ella: Estarán dormidos. ¿Crees que podemos despertarlos?

David: Claro que sí. Somos niños, y estamos en Navidad.

Vanessa se despertó al oír los gritos de los niños, pero le daba miedo abrir los ojos.

Como sabían que los niños se despertarían pronto, Zac y ella se habían puesto los pijamas antes de dormirse. Estaban de lado en la cama. El pecho de Zac se apretaba contra su espalda, y la abrazaba. Podía sentir su calor, pero no se atrevía a abrir los ojos. Le daba miedo descubrir que todo había sido un sueño.

Pero no era así. Era su mujer. Estaba enamorada de él, y milagrosamente él estaba enamorado de ella. Ningún regalo podía ser mejor.

David: ¡Mamá!

Ella: ¡Papá!

David la despertó a ella, y Ella a Zac. Pero los dos irrumpieron en el dormitorio, y Ella aterrizó encima de ella, mientras que David acabó sobre Zac.

Zac: ¿Qué pasa? -preguntó adormilado-.

David: Estamos en Navidad -anunció indignado-.

Ness: ¿Quieres decir que nos lo hemos perdido?

David: ¡Mamá! -Protestó-. ¿Quieres levantarte de una vez?

Ness: Yo haré el café -ofreció saliendo de la cama-.

Guiñó un ojo a los niños y señaló a Zac, que intentaba volver a dormirse. Mientras salía del dormitorio oyó unas carcajadas cuando los dos atacaban a Zac, haciéndole cosquillas sin piedad.

Y al parecer Zac también fue despiadado al defenderse.

Cuando los tres aparecieron en el salón, el café y el cacao estaban preparados. Vanessa se sentó junto a Zac y los niños abrieron sus regalos. Todo estaba lleno de papeles. Se alegró al ver que Zac gritaba de alegría cuando abría un regalo pequeño con la misma emoción que había mostrado frente al ordenador. Y Ella también mostraba un gran entusiasmo, a pesar de que estaba acostumbrada a tener dinero.

Zac Efron, el millonario, pareció más conmovido por la tarjeta navideña que le había pintado David que por ninguna otra cosa.

Vanessa intentaba abrirse paso entre los papeles para ir a preparar más café cuando sonó el timbre. Miró a Zac con curiosidad.

Zac: No tengo ni idea. Debe ser tu primo Jeremy.

En efecto, era él. Pero se había encontrado con Ashley en el portal, de modo que estaban juntos en el umbral, discutiendo, cargados de paquetes para los niños.

Entraron en la casa, y hubo un gran alboroto mientras los niños abrían los paquetes y agradecían los regalos. Zac sirvió el café mientras Vanessa supervisaba la apertura de los paquetes. El caos reinó durante bastante tiempo, pero al fin se hizo la calma.

Ash: Quería preguntaros si me puedo llevar a los niños a la cabalgata. No está muy lejos, así que sólo os los robaré durante un par de horas.

Zac: Sé que estamos en Navidad, pero las calles están llenas. ¿Seguro que puedes hacerte cargo de los dos tú sola?

Ash: Jeremy viene conmigo -afirmó-.

Jeremy: ¿De verdad? -preguntó asombrado-.

Ashley le dio una patada por debajo de la mesa. La miró indignado, y de pronto se dio cuenta de que ella pretendía proporcionar un poco de intimidad a los recién casados.

Jeremy: Sí. Voy con ellos, por supuesto.

Lanzó a Ashley una mirada de reproche en cuanto vio que su primo no miraba. Vanessa contuvo una sonrisa. Estaba segura de que Zac no se había dado cuenta de nada.

Zac: No sé… -dijo inseguro-.

Ness: Los niños estarán perfectamente y estoy segura de que les encantará ir.

En unos minutos tuvo a los niños vestidos y preparados para salir. Ashley y Jeremy esperaban en la puerta.

Jeremy se detuvo para dar un beso de despedida a Vanessa, y ella fingió que espolvoreaba algo sobre su cabeza.

Jeremy: ¿Qué es eso?

Ness: Polvos mágicos.

Jeremy: ¿Qué?

Ness: Nada. Sal y pásalo bien. Muchas gracias.

Jeremy: De nada. Hasta ahora.

Zac: Comeréis con nosotros, ¿verdad? Yo voy a hacer el relleno.

Ness: Yo cocino -protestó-.

Zac: No. Tú preparas el pavo, las verduras, el puré de patatas y el postre, pero el relleno del pavo lo hago yo.

Vanessa rió y abrazó a Zac.

Ness: Ya veremos. Pero coméis aquí.

Jeremy: De acuerdo.

Ashley estaba metiéndole prisa, y él la miró exasperado.

Jeremy: ¿También la habéis invitado a ella? -preguntó a Vanessa-.

Ness: Sí.

Jeremy: Vaya por Dios.

Ness: Polvos mágicos.

Jeremy frunció el ceño, confundido, y los cuatro se marcharon. Si no cuajaba en aquella ocasión, siempre quedaban las navidades siguientes, pensó Vanessa.

Se volvió para abrazar a su marido. Sus labios se encontraron, y al besarlo sintió un estremecimiento.

Zac miró hacia la puerta.

Zac: ¿Estás segura de que no les pasará nada?

Ness: Estoy completamente segura -respondió, arrastrándolo al sofá-. En realidad, Ashley y Jeremy sólo se llevan bien en apariencia. Pero no confiaría los niños a nadie más. Además, tengo otro regalo para ti.

Zac sonrió y alzó una ceja.

Zac: ¿De verdad?

Vanessa asintió.

Zac: ¿Dónde está el paquete?

Ness: No es exactamente un paquete.

Entrelazó los dedos con los suyos y empezó a caminar hacia el dormitorio.

Zac: ¿Me vas a dar un masaje de pies?

Vanessa rió.

Ness: Es posible.

Se puso de puntillas para besarlo.

Ness: ¿Recuerdas cuando te dije que no te podía dar nada que no tuvieras? Tú me contestaste que me querías a mí. Pues me tienes a mí.

Zac: Un regalo que cuidaré durante toda mi vida -le prometió-.

Vanessa se sonrojó.

Ness: Gracias. Pero también dijiste que querías tener unos cuantos hijos más.

Zac: En efecto.

Ness: Pues había pensado que podemos empezar a intentarlo. Estamos solos, estamos despiertos, estamos sobrios…

Zac: Y estamos muertos de deseo -concluyó riendo-.

La levantó y la cogió en brazos. Vanessa se sentía llena de vida.

De pronto vio que Zac miraba por la ventana.

Aún se veía la estrella polar. Ya había amanecido, pero seguía brillando en el firmamento.

Vanessa se estremeció.

«Gracias», dijo en silencio.

Sus ojos se encontraron. Los dos sonrieron.

Zac: Estaba pensando que… -comenzó a decir-.

Ness: Yo también.

Zac: Me siento muy agradecido por haberte encontrado.

Vanessa asintió.

Ness: Yo también estoy agradecida por haberte encontrado. Y por los milagros navideños. Y por los polvos mágicos.

Zac: ¿Polvos mágicos? Eso tendrás que explicármelo.

Ness: Verás, es que…

Zac: En otro momento.

La llevó al dormitorio y la dejó en la cama. Sus labios se encontraron y se abalanzaron el uno entre los brazos del otro, mientras salía el sol.

Después, estaban tumbados en la cama, abrazados.

Zac: Tenemos que preparar la comida.

Ness: Tenemos que preparar la comida.

Pero él no se movió, y ella tampoco. Tal vez no supiera lo de los polvos mágicos, pero sabía muchas cosas sobre los milagros navideños.

Al final se levantó, deteniéndose para besarla en la nariz. Después le tendió la mano para ayudarla a levantarse.

Zac: Tenemos que preparar ese pavo, a no ser que prefieras tentar a la suerte para ver si viene Papá Noel a cocinar.

Vanessa sonrió.

Ness: Déjalo descansar. El pobre ha hecho ya bastante. Yo voy a preparar el relleno. Tú puedes encargarte del puré de patatas.

Zac: Ni hablar. El puré de patatas te toca a ti.

Vanessa rió, se puso el albornoz y corrió a toda prisa por el pasillo. Después abrió la puerta de la cocina con mucha precaución.

A fin de cuentas, sólo era una cuestión de creencias.

Era posible que Papá Noel estuviera en la cocina.


FIN


1 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto!
Esta nove fue muy linda y tierna.

Sube pronto :)

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