
domingo, 12 de enero de 2020
Capítulo 7
Cuando Zac la acompañó a casa aquella tarde, todos se quedaron admirando las luces del señor Starr. Su trabajo era todavía más completo de lo que había visto Vanessa. Aquella noche, el pino que había en la calle estaba decorado como un árbol de Navidad. De sus ramas colgaban enormes y brillantes juguetes de madera y, por supuesto, un montón de luces rutilantes. En la copa del pino había una estrella dorada rodeada de pequeñas luces blancas.
Holly: Todavía no ha terminado de decorar. Aún falta el nacimiento y Papá Noel y su trineo y los renos.
Zac: Dale tiempo -se rió. Se volvió hacia Vanessa-. Cada año hace mejores decoraciones. Todo el mundo pasa por aquí para verlas.
Ness: No tenía ni idea de que se tomara tanto trabajo -repuso impresionada-.
Zac la acompañó hasta su puerta. Con las niñas esperando en el coche, resistió el impulso de besarla. Además, le había prometido que no intentaría nada aquel día.
Vanessa era también consciente de la presencia de las niñas. Deseaba que él le diera un beso de despedida, pero se preguntaba si lo desearía también él después del modo histérico en que había reaccionado la otra noche. Aquel día sólo se había mostrado tierno y amistoso. No había visto ni rastro de la pasión que demostrara aquella otra noche memorable.
El lunes por la mañana, cuando sus alumnos salieron al patio para su clase de educación física, Vanessa entró en la sala de profesores a tomar una taza de café y se sorprendió al ver que Zac la esperaba allí.
Ness: ¿Ocurre algo?
Zac: No. He venido a pedirte un favor. Tengo que ir esta tarde a Houston para una reunión muy importante con representantes de la compañía de la que te hablé.
Ness: ¿La que quieres que se instale aquí en Hope?
Zac: Sí. Acaban de llamarme y parece que tendré que quedarme allí esta noche. Le había prometido a Holly que la llevaría hoy a comprarse un vestido nuevo para el programa navideño del viernes, pero ahora no puedo. ¿Puedo pedirte que la acompañes tú y la lleves después a casa de la señora Selley? Puede pasar la noche allí.
Ness: Por supuesto. ¿Pero por qué no le dejas pasar la noche conmigo? Tengo un dormitorio de sobra. Cuando terminemos de comprar puedo llevarla a tu casa a recoger algo de ropa.
Zac sonrió.
Zac: ¿Estás segura de que no será demasiada molestia? La señora Selley estará encantada de tenerla.
Ness: Sólo si Holly prefiere quedarse con ella.
Zac se echó a reír.
Zac: Holly la adora, pero dice que le hace acostarse demasiado pronto.
Ness: Entonces, está decidido. Será estupendo tener compañía. Es una niña maravillosa.
El hombre sonrió de nuevo.
Zac: En ese caso, voy a buscarla y decírselo. Tengo que irme ya o llegaré tarde.
Después de la escuela, Vanessa y Holly se divirtieron yendo de compras. Encontraron el vestido perfecto para el programa navideño; uno de terciopelo rojo con un cuello blanco de encaje. Compraron también medias blancas de encaje y zapatos negros de piel. Una cinta roja en el cabello completaría el atuendo. Holly parecería un ángel y Zac probablemente reventaría de orgullo.
Cuando se hizo de noche y llegaron a casa de los Efron, ambas estaban cansadas, pero contentas con sus compras. Fueron directamente al cuarto de Holly a coger lo que necesitaría para la noche. Cuando la niña buscaba unos calcetines, sonó el teléfono. Salió corriendo del cuarto y corrió pasillo abajo.
Holly: Hola, papá -la oyó gritar Vanessa, antes de empezar a describirle su nueva ropa-.
Vanessa sonrió y empezó a doblar el pijama.
Holly volvió y dijo:
Holly: Papá quiere hablar contigo. El teléfono está en su cuarto.
Vanessa salió al pasillo y se sintió como una intrusa al penetrar en el cuarto de Zac. El teléfono estaba en la mesilla de noche, al lado de la enorme cama de matrimonio. Vanessa cruzó el cuarto y se sentó sobre la cama.
Ness: Hola, Zac. ¿Cómo ha ido la reunión?
Zac: Me siento algo optimista. No están dispuestos a comprometerse, pero parecen lo bastante interesados para querer hablar con otros miembros del Ayuntamiento. Mañana llegará el alcalde con otras personas y tendremos otra reunión. Parece ser que tendré que quedarme también mañana por la noche. No me gusta tener que decirte esto, pero a este paso no creo que vuelva a tiempo de terminar los decorados que te prometí para el viernes. Siento mucho fallarte así.
Ness: Me doy cuenta de que no puedes evitarlo -le aseguró-. Atraer nuevas compañías a la ciudad es más importante que los decorados. Ya nos arreglaremos, no te preocupes. De todos modos, la gente viene a ver a los niños. No les importará lo demás.
Zac: Eres muy comprensiva. ¿Habéis cenado ya?
Ness: No. Compraremos algo de camino a la ciudad. Holly se inclina por una pizza.
Zac: Me gustaría estar con vosotras. Yo tengo que llevar a cenar a unos ejecutivos de la compañía.
Ness: Pareces cansado.
Zac: Lo estoy -bajó la voz-. Apuesto a que ahora estás sentada en mi cama, ¿verdad?
Vanessa se ruborizó.
Ness: Sí, así es -admitió-.
Zac: Te imagino perfectamente -musitó-. Tendida, con el cabello derramado sobre la almohada y vestida sólo con…
Ness: ¡Zac! -exclamó-. Estoy completamente vestida y sentada en el borde de la cama con los pies en el suelo. No me atrevería a…
Zac: Es una lástima. Podrías dormir esta noche en mi cama. No me importaría. A decir verdad, más bien me gusta la idea.
Ness: Cállate -le suplicó-. Ayer me prometiste que no harías más tonterías.
Zac: No es cierto. Sólo dije que no intentaría nada mientras montábamos y cumplí mi promesa. Pero no recuerdo haber dicho nada del futuro. Me gusta imaginarte en mi cama.
Ness: Por favor -dijo sin aliento-. Ya te lo he dicho. Yo no…
Zac: Lo sé -la interrumpió-. Te quemaste una vez y tienes miedo de volver a jugar con fuego. Lo comprendo. Yo tampoco busco un compromiso duradero, pero me gustas cada vez más y creo que yo también te gusto. Somos dos adultos solitarios con necesidades normales; los dos estamos libres y nos sentimos atraídos el uno por el otro, así que, ¿qué nos impide disfrutar mutuamente de nuestra compañía?
Ness: No quiero volver a sufrir -susurró-.
Zac: Yo tampoco -en su tono había una angustia repentina-. No creo que pudiera soportarlo. Especialmente viniendo de ti.
Ness: ¿Qué quieres decir?
Zac: No importa. Buenas noches, Vanessa. Felices sueños.
Cuando colgó, Vanessa miró a su alrededor. En aquel cuarto, a diferencia del de Holly, no había ninguna foto de la difunta esposa de Zac y se preguntó la razón. ¿Le resultaría demasiado doloroso? Cuando dijo que no quería volver a sufrir, en su voz había verdadero dolor.
Se puso en pie y volvió a la habitación de Holly.
Ya en la ciudad, compraron una pizza antes de ir a casa de Vanessa. Cuando llegaron a la puerta, Holly se sintió encantada.
Holly: Mira. Ya te lo dije. ¡Ahí están Papá Noel y sus renos!
En cuanto se detuvo el coche, salió corriendo hacia el jardín del señor Starr. Vanessa la siguió.
A un lado del césped había una casita de madera desde la que la señora de Papá Noel se despedía de su marido. Papá Noel estaba en su trineo y, en el lado opuesto, había un enorme portal con suelo de paja y tallas de madera de tamaño natural que representaban a las distintas figuras. No lejos de allí, estaban los tres Reyes Magos, unos pastores y unas cuantas ovejas. Todas las figuras eran muy hermosas y habían sido talladas a la perfección.
Holly se acercó a la casita de madera y Vanessa se reunió con el señor Starr, que estaba sentado en su mecedora en el porche.
Starr: Buenas noches, Vanessa.
Ness: Buenas noches, señor Starr. Su exposición navideña es verdaderamente magnífica.
El hombre asintió, aceptando el cumplido en silencio.
Ness: ¿Ha hecho usted las esculturas?
Starr: ¡Oh, no! No tengo tanto talento. Mi esposa, Wilma, las talló y pintó todas.
Vanessa movió la cabeza admirada.
Starr: Cuénteme qué va a hacer usted para Navidad.
La joven extendió las manos.
Ness: No tengo planes. ¿Y usted?
Starr: Tampoco.
Ness: ¿La pasará solo?
El hombre asintió.
Ness: En ese caso, podríamos comer juntos el día de Navidad.
El señor Starr asintió y estuvo a punto de sonreír.
Starr: Acepto.
Holly: Vanessa, ven a ver el portal -gritó-.
Ness: Disculpe.
El hombre movió una mano.
Starr: Miren todo lo que quieran, querida.
En el interior del establo, la hermosa figura de María, la madre de Jesús, aparecía graciosamente recostada contra un haz de heno. En una cesta de mimbre, a su lado, estaba su hijo. La mujer miraba al niño con una expresión de alegría y adoración en el rostro. Su esposo, José, estaba tras ellos con aire protector.
Holly tocó uno de los brazos extendidos del niño y miró radiante a Vanessa.
Holly: ¿Verdad que son preciosos? -dijo, admirada-.
Ness: Desde luego.
Holly: Le he dicho al niño Jesús lo que quiero por Navidad, porque lo que quiero es demasiado importante para Papá Noel solo.
Ness: ¿Y de qué se trata?
Holly: Él lo sabe.
Y se alejó bruscamente.
Vanessa se quedó unos momentos más, conmovida por aquellas hermosas figuras que representaban la esencia de la Navidad. Para sorpresa suya, siguió el ejemplo de Holly y musitó sus secretas esperanzas e ilusiones.
Después de todo, la Navidad es una época de milagros.
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