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jueves, 9 de enero de 2020

Capítulo 4


El jueves por la tarde, Vanessa, subida en una escalera, colgaba las cintas de Navidad en las ventanas de su clase. La jornada escolar había terminado veinte minutos antes y los niños habían salido corriendo y gritando como de costumbre.

La joven se quedó para terminar de preparar las clases del día siguiente y luego decidió colgar las cintas. Al día siguiente los estudiantes decorarían el resto de la clase con las cadenetas, estrellas, campanillas y demás adornos navideños de papel que llevaban toda la semana preparando.

Zac entró en el aula y cerró la puerta tras él, pero, al parecer, Vanessa no lo oyó. El hombre dejó sobre el escritorio lo que llevaba en la mano y luego avanzó hacia donde ella estaba.

Zac: Hola -dijo, a mitad de camino-.

La joven se sorprendió tanto al oír su voz que perdió el equilibrio al intentar volverse para ver quién había detrás de ella.

En un segundo, Zac se abrió paso entre la barricada de pupitres cuidadosamente alineados; volcó tres de ellos en su esfuerzo por rescatar a la joven.

De algún modo, se las arregló para conseguirlo. Cerró los brazos alrededor de ella y la estrechó firmemente contra su pecho. Los ojos de Vanessa estaban muy abiertos a causa del miedo.

Ambos respiraban jadeantes con las caras muy juntas. Por un largo momento, se miraron a los ojos. Zac se moría de ganas de besarla, de probar aquellos hermosos labios rosas que tan cerca estaban de los suyos. Pero se impuso su sentido común. La joven era una maestra a la que había prometido ayudar. Aunque de momento daba clases al segundo grado, siempre existía la posibilidad de que subiera de grado y acabara siendo la profesora de Holly. No había necesidad de crear una situación potencialmente embarazosa entre ellos y quizá dificultarle también las cosas a su hija.

Zac: ¿Te encuentras bien? -preguntó, con voz más ronca de lo que hubiera deseado-.

Ness: Sí -repuso nerviosa-. Creo que sí.

El hombre la bajó con cuidado hasta depositarla en el suelo.

En cuanto la soltó, Vanessa se apartó unos pasos de él y metió los pies en sus zapatos negros de piel. El corazón le latía con fuerza y se alegró de tener algo que distrajera su atención un momento. Además, se sentía más capaz de enfrentarse a él con los zapatos puestos.

Se dijo a sí misma que debería alegrarse de que el padre de Holly no la hubiera besado en esos momentos mágicos en los que había estado casi segura de que iba a hacerlo. Pero la verdad era que estaba más decepcionada que contenta. Su cuerpo se veía afectado terriblemente por la proximidad de aquel hombre. ¡Menos mal que él la había dejado en el suelo! Hubiera sido humillante que la hubiera besado y luego se hubiera arrepentido de ello. En una ciudad pequeña hubiera sido inevitable encontrarse de vez en cuando y ya había pasado ella bastante vergüenza el semestre anterior en Abilene. No tuvo más remedio que terminar el año escolar y ver a Austin todos los días. Había necesitado hacer un esfuerzo sobrehumano para fingir que su presencia no la afectaba. Lo último que deseaba era repetir errores pasados. Estar enamorada era algo muy doloroso por lo que no deseaba volver a pasar.

Levantó uno de los pupitres y Zac se apresuró a ayudarla con los otros dos que había volcado.

Ness: ¿Qué era lo que querías…? -Se interrumpió al ver una exquisita planta de poinsettias sobre su mesa. Medía unos cuarenta centímetros de altura y otros tantos de ancho y estaba llena de hojas rojas y verdes-. ¡Qué bonitas! -exclamó-. ¿La has traído tú?

El hombre asintió con la cabeza.

Ness: Muchas gracias -dijo insegura-. Pero, ¿por qué?

Zac: Por rescatar ayer a mi hija -repuso con una sonrisa-.

Ness: No seas tonto. No era necesario que hicieras esto -sonrió-. Pero me alegro de que lo hayas hecho. Me gusta muchísimo.

Zac: Me alegro. Eso era lo que quería. ¿Estás a punto de terminar ya?

Ness: Sí, gracias a Dios -abrió un cajón de su mesa y cogió su bolso-. Ha sido un día duro.

Cuando iban hacia la puerta un momento después, Zac preguntó:

Zac: ¿No vas a llevarte la planta a casa?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: Allí sólo la vería yo. Aquí pueden disfrutarla también mis alumnos. Además, anima mucho el aula, ¿no te parece?

Zac asintió. Mientras avanzaban por los pasillos no pudo por menos de admirar el carácter considerado de la joven. Seguro que sus alumnos estaban locos por ella.

Cuando salieron al exterior, Holly no estaba a la vista. Vanessa había asumido que la hija de Zac estaría esperándolo.

Ness: ¿Dónde está Holly? ¿No has venido a recogerla?

Zac: No. Sólo he venido a traerte la planta. Los jueves ella tiene clases de piano. Su profesora vive a una manzana de aquí, así que va andando. Cuando haya terminado, se irá a casa de la señora Dudley. Yo tengo reunión todos los jueves por la tarde, así que se queda con ella hasta que yo termino.

Vanessa asintió.

Ness: Pues aquí es donde nos separamos. Yo también voy andando. Gracias por tu regalo.

Zac: Ahora no tengo nada que hacer -dijo impulsivamente-. Falta algo de tiempo para la reunión. ¿Por qué no vienes conmigo al café de Ella a tomar café y un trozo de tarta?

La joven vaciló, consciente de que encontraba a aquel hombre demasiado atractivo para su gusto y consciente también de que su soledad podía hacerla presa fácil de sus avances amistosos.

Pero, por otra parte, no le apetecía ir corriendo a su casa. Deseaba poder disfrutar un rato al menos de la compañía de alguien.

Ness: Muy bien -asintió-. Será un placer.


Cuando llegaron al café, atrajeron inmediatamente la atención de los demás clientes. Zac hizo un gesto con la cabeza, deseó feliz Navidad a todos y condujo a Vanessa a una mesa situada contra la pared. A la joven le costaba trabajo ignorar las miradas especulativas de la gente.

Ness: Creo que nos están emparejando -susurró cuando estuvieron sentados-.

El hombre sonrió.

Zac: No te dejes impresionar. Ya sabes cómo son los lugares pequeños. Se olvidarán de nosotros en cuanto haya otra cosa que les llame la atención. Ahora cuéntame qué has hecho hoy.

Durante la media hora siguiente, charlaron sin prestar demasiada atención a las miradas de curiosidad de la gente. Uno de los hombres que había en un grupo pequeño en la parte delantera se levantó de su mesa y se acercó a ellos. Zac se lo presentó como Dan Baxter y luego charló unos minutos con él cortésmente.

Cuando ya se iba, se inclinó ante Vanessa.

Dan: Encantado de conocerla -se volvió hacia Zac-. Nos veremos en la reunión del Ayuntamiento.

Ness: ¿La reunión del Ayuntamiento? -repitió cuando se quedaron solos-.

Zac asintió.

Zac: Los dos somos miembros del Ayuntamiento.

Ness: Oh. No lo sabía. ¡Qué interesante!

El hombre suspiró.

Zac: No es particularmente interesante en estos tiempos, pero siento que es un deber que me considero obligado a realizar. Una de las factorías de aquí cerró este año y mucha gente se quedó sin trabajo.

Ness: Sí. Ya me he enterado. Es una lástima.

Zac: Sí que lo es -asintió con tristeza-. Ahora hay mucha gente aquí que necesita desesperadamente un empleo. El Ayuntamiento está haciendo lo imposible por atraer nuevas empresas a la ciudad. Yo estoy en tratos con una compañía de Houston que quiere construir una nueva planta de manufacturación de productos vinílicos el año próximo. Dan se ocupa de una compañía de Colorado y otros miembros están haciendo lo mismo con otras compañías -suspiró-. Créeme, para un lugar tan pequeño como Hope, no es fácil atraer a grandes empresas. La mayoría quieren instalarse en lugares con más posibilidades educativas y de diversión.

Vanessa asintió.

Ness: Es triste ver morir a tantas ciudades pequeñas. Espero que tengáis éxito. Una de las profesoras de la escuela me dijo que quizá tuvieran que mudarse su esposo y ella. Él está buscando trabajo en otra parte. Si son muchas las familias que están en su situación, eso acabará afectando también a los hombres de negocios como tú y las profesoras como yo. Si la escuela pierde muchos estudiantes, yo, que soy la última que ha llegado, sería la primera en marcharse.

Zac: Mi negocio ya se ha visto afectado -admitió-. Ahora tengo más vendedores que compradores. Este año ha sido duro para todos -sonrió de repente-. ¿Quieres decir que te gusta tanto Hope que sentirías tener que marcharte?

Vanessa sonrió a su vez.

Ness: Más o menos.

Zac: ¿Y hay una persona en particular en la ciudad a quien te cueste dejar más que a los demás? -preguntó con voz sugerente-. ¿Tal vez alguien a quien hace poco que conoces?

Zac apenas podía creerlo él mismo. ¡Estaba flirteando! Desde Leila, ninguna mujer había podido afectar su corazón de hierro. Se recordó que tampoco lo haría aquélla, pero, cuando oyó la risa de Vanessa, supo sin duda alguna que disfrutaba mucho con su compañía.

Aquel hombre flirteaba descaradamente con ella en el café de Ella y delante de un montón de personas curiosas. Y, a pesar de sus reservas hacia los hombres atractivos en general, Vanessa se sorprendió al descubrir que disfrutaba con aquello. Echó la cabeza a un lado y lo miró sonriente.

Ness: Tal vez.

Zac sonrió.

Zac: ¿Y quién puede ser esa persona? Si no es mucha curiosidad.

Ness: Oh, por supuesto que lo es -repuso divertida-. Pero, si quieres saberlo, se trata de Holly Efron, por supuesto. Disfruté mucho anoche con su visita y desearía repetirlo más a menudo.

Zac: ¿Y hay alguien más a quien echarías de menos?

La joven fingió quedarse pensativa.

Ness: No -contestó al fin-. No se me ocurre nadie más. Además, sólo me has preguntado si había una persona en particular, no dos.

Zac: Está bien. Está bien. Me has vencido.

Ness: Te lo merecías -repuso en el acto-. Si te pones a pescar en un pozo, no esperes coger una ballena.

Zac echó la cabeza hacia atrás y se rió con ganas. Empezaba a apreciar de verdad a la nueva maestra de la escuela y sospechaba que la echaría mucho de menos si se mudaba.

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