Era martes por la noche y Zac seguía aún en Houston. Había llamado a Vanessa a la escuela para decirle que tampoco llegaría aquel día y habían decidido que Holly se quedaría un día más con ella.
Aquella noche, después de una cena sencilla, la joven decidió enseñarle a la niña a preparar un pastel de chocolate. Las dos tenían la cara manchada, pero no importaba. Se estaban divirtiendo.
Holly: ¿Preparada? -preguntó, cuando Vanessa extendió un largo trozo de papel de cera sobre la mesa-.
Ness: Déjame poner otra capa. Muy bien, ya puedes empezar.
La niña cogió la mezcla de chocolate y la depositó sobre el papel dándole después forma redonda.
Ness: Perfecto. Cuando se enfríe, se pondrá más sólido.
Holly: ¿Podremos comer algo antes de acostarnos?
Ness: No estoy segura. Quizá tengamos que esperar a mañana.
Holly depositó otra capa de chocolate sobre la anterior.
Holly: ¿Te gusta mi padre? -preguntó de pronto-.
Vanessa se quedó sorprendida.
Ness: Claro que sí.
Holly: ¿Pero te gusta mucho, mucho?
La joven se quedó pensativa. No sólo le gustaba mucho, sino que lo que tanto temía había ocurrido. Se había enamorado de él. Pero, naturalmente, no podía decirle tales cosas a la hija de Zac.
Holly la miraba atentamente, esperando su respuesta. Vanessa se esforzó por sonreír.
Ness: No estoy segura de cuánto es mucho, mucho. Pero creo que sí, que me gusta mucho -de repente se le ocurrió una pregunta-. ¿Te molesta eso a ti?
Holly sonrió.
Holly: No me molestaría aunque te gustara mucho, mucho, muchísimo.
Vanessa la miró. Si no le molestaba que le gustara su padre, ¿significaba eso que la niña intentaba hacer de Cupido?
El miércoles por la tarde, Vanessa y los niños se dedicaron a decorar el árbol de Navidad del escenario. La joven colgó también tiras de papel de colores en la parte frontal del escenario. Alguien había encontrado una mesa pequeña y la colocaron entre una lámpara y un sofá. Eso fue lo máximo que pudieron hacer para el decorado interior. Lo único que tenían para el decorado exterior eran varias cajas con papel blanco fino que se convertirían en copos de nieve al ser arrojados desde arriba por varios de los padres.
Zac volvió a telefonear para disculparse e informarles de que no volvería hasta el día siguiente. Los miembros del Ayuntamiento esperaban tener una reunión más con los representantes de la compañía antes de regresar.
Zac: No sé cómo darte las gracias por lo que haces por Holly. Por lo que me ha dicho, sé que está muy a gusto contigo.
Ness: Es un placer tenerla conmigo -replicó con sinceridad-.
A la tarde siguiente, cuando terminaron las clases, Vanessa salió de la escuela suponiendo que Holly la estaría esperando fuera.
En cuanto puso los pies en el exterior, vio a Zac al lado de su coche. Holly corrió hacia él y su padre la cogió en brazos y la abrazó y besó con ternura manifiesta. Fue una escena muy conmovedora.
A Vanessa empezó a latirle con fuerza el corazón a la vista de Zac. Sintió un calor repentino, a pesar de que hacía una tarde más bien fría, especialmente cuando él dejó a la niña en el suelo y la miró sonriente.
La joven se acercó a él. Cuando llegó a su lado, Zac le cogió la mano y musitó:
Zac: Eres una visión de ensueño para cualquiera.
Aquellas palabras la llenaron de alegría. Pero entonces él estropeó el efecto al añadir:
Zac: Sube. Iremos a tu casa a recoger las cosas de Holly y te pagaré por haber cuidado de ella.
Ness: No me debes nada -repuso con frialdad-.
Zac: Claro que sí -insistió, cortante-. Se ha quedado tres noches en tu casa en lugar de una. No puedo abusar de tu naturaleza generosa. Además, si fueran la señorita Maggie o la señora Dudley, les pagaría.
A ella su voz le parecía distante y pragmática. Se puso tensa y respondió en igual tono.
Ness: Yo no soy ninguna de ellas y no pienso aceptar ni un penique.
Zac comprendió que la había ofendido, pero aquello era lo último que había deseado hacer.
Zac: Si es cuestión de principios, no volveré a ofrecértelo -dijo con gentileza-.
Ness: Muy bien.
Herida y ofendida todavía, Vanessa apartó su mano de la de él.
Holly frunció el ceño y preguntó:
Holly: ¿Estáis enfadados?
Zac: ¿Cómo puedo estar enfadado con Vanessa cuando te lo has pasado tan bien con ella? -contestó animoso. Abrió la puerta del coche-. Sube.
La niña no se movió.
Holly: Habláis como si estuvierais enfadados -insistió mirando a Vanessa-.
La joven le acarició el pelo.
Ness: Tu padre tiene razón. No estamos enfadados. Sólo era un desacuerdo.
La niña pareció dudosa, pero al fin subió al coche.
Zac cerró la puerta de atrás y abrió la puerta delantera para Vanessa. La joven no vio otra opción que entrar.
De camino a su casa, pensó que Zac parecía muy cansado, pero no dijo nada. De todas formas, le hubiera resultado difícil poder meter baza. Después de tres días sin su padre, Holly quería contarle todo lo que había hecho.
Cuando entraron en la casa, Vanessa se sintió obligada a ofrecerle una taza de café mientras la niña recogía sus cosas. El hombre aceptó y, una vez en la cocina, le ofreció un trozo de pastel de chocolate.
Zac: Delicioso -musitó después de un momento-. ¿Tienes otro trozo?
Ness: Sírvete tú mismo -dijo echándole el café en la taza-.
Zac: Está buenísimo -comentó chupándose los dedos-. ¿Te importa que coma otro trocito?
Vanessa sonrió.
Ness: Uno muy pequeño. No quiero que tengas una sobredosis de chocolate.
Zac: Gracias por preocuparte tanto por mi salud. Yo diría que ésa es una buena señal.
Ness: ¿Una buena señal de qué? -preguntó desafiante-.
Zac: Una buena señal de que quizá te interesas un poco por mí.
La llegada de Holly salvó a la joven de tener que contestar.
Ness: Dime qué ha pasado con esas reuniones.
Zac hizo una mueca.
Zac: Todavía no sabemos si se vendrán aquí o no, pero hemos ofrecido todos los incentivos que hemos podido. Están considerando también otras dos ciudades, así que, ¿quién sabe? -se encogió de hombros-. Lo único positivo que puedo decir es que Hope todavía entra también en el juego y que los ejecutivos de la compañía han prometido darnos una respuesta antes de que termine el año. Al menos saldremos pronto de dudas.
Ness: Estás desanimado porque estás cansado. Has dicho que Hope todavía es una posibilidad y eso es positivo. No debes desanimarte demasiado.
Zac sonrió.
Zac: Tienes razón, por supuesto. Gracias.
Hacía mucho tiempo que nadie intentaba levantarle el ánimo. No quería arruinar el momento, pero no tenía elección.
Zac: Tengo malas noticias para ti.
Ness: ¿Para mí? -se sorprendió-. ¿De qué se trata?
Zac: Cuando he llegado hoy a casa, he ido al garaje a ver los decorados para intentar terminarlos para mañana por la noche.
Ness: ¿Y no puedes?
Zac: Ha desaparecido todo; la madera, la pintura, hasta los dibujos de los diseños -movió la cabeza-. Lo que me sorprende es que no falta ninguna de mis herramientas ni el equipo de pesca. Lo único que falta son los materiales del proyecto, ¿has encontrado a alguien que te los haga y lo has enviado a mi casa a recoger el material?
Ness: No. Yo creía que volverías a tiempo de hacerlos tú. Cuando me dijiste que no iba a ser posible, me pareció demasiado tarde para buscar a otra persona. Además, no conozco a nadie.
Zac: No se me ocurrió cerrar con llave el garaje -musitó-. Aquí nunca roban nada -suspiró-. Pero es imposible volver a empezar ahora y tenerlo todo terminado para mañana por la noche. Siento mucho haberte fallado, Vanessa.
Ness: No importa. Creo que todo el mundo estará de acuerdo en que es más importante intentar procurar nuevos empleos para esta ciudad que los decorados del programa navideño. Además, me han asegurado que los padres sólo prestan atención a sus hijos.
Zac se echó a reír.
Zac: Supongo que hay mucho de verdad en ello -apartó la silla y se volvió hacia su hija-. Será mejor que nos vayamos a casa. Vanessa, gracias de nuevo por haber cuidado de ella.
Holly: No olvides mi fiesta de cumpleaños del sábado.
Ness: No faltaré.
Zac: Ve yendo hacia el coche -le dijo a la niña-. Yo iré en un momento.
Holly: De acuerdo. Adiós, Vanessa -salió corriendo-.
Cuando se quedaron a solas, el hombre se acercó a ella y la besó con gentileza.
Zac: Te he echado de menos -murmuró-.
Ness: Zac, por favor…
Volvió a besarla y la joven notó que le temblaban las rodillas.
Holly: Papá, date prisa -gritó desde el exterior-.
Los dos adultos sonrieron.
Zac: En serio, uno de estos días tendremos que quedarnos a solas sin interrupciones.
El corazón de Vanessa empezó a latir con fuerza, pero se echó a reír.
Ness: ¿Eso es una amenaza? -preguntó con aire de desafío-.
Zac: No -musitó-. Es una promesa.
El viernes por la tarde Vanessa estaba a punto de salir de su casa para ir a la escuela cuando alguien llamó a la puerta. Al abrirla, un repartidor le tendió una caja que contenía un ramillete de rosas blancas atado con una cinta roja. En la tarjeta sólo había un nombre: Zac.
Se sintió profundamente conmovida. Se acercó al espejo y sonrió. Al igual que Holly, ella también había escogido un vestido rojo para aquella noche y las fragantes rosas añadían el toque perfecto al vestido.
Cogió su bolso y salió de la casa. Como de costumbre, el señor Starr estaba fuera, arreglando su decorado navideño. La joven lo saludó con la mano y se dirigió a su coche.
Starr: Está usted preciosa, Vanessa -le gritó-. Buena suerte con la actuación de esta noche.
Ness: Gracias -gritó a su vez-.
Vanessa fue la primera en llegar al salón de actos de la escuela. Se quedó sorprendida al ver que sus tiras de adornos habían desaparecido. En el escenario, un cómodo sillón sustituía a la silla plegable que había pensado utilizar. La mesa, la lámpara y el árbol de Navidad seguían allí y producían un efecto perfecto colocados delante de un hermoso decorado que representaba una sala de estar. Había una chimenea pintada de un modo muy realista, con llamas incluidas. Sobre la chimenea, se veían unas velas rojas y un centro de ramas de pino. En el extremo derecho había una ventana con cortinas de verdad; en el izquierdo, una puerta impresionante.
Sorprendida, Vanessa fue a los bastidores. Allí encontró un decorado igualmente maravilloso que representaba una calle principal con una tienda de animales, una de caramelos y otra de juguetes.
Cuando llegaron los alumnos, se mostraron tan encantados como ella.
Unos minutos después llegó Zac con Holly, que estaba adorable con su traje nuevo.
Holly: Mira, papá -exclamó-. Lo sabía. Sabía que Papá Noel se encargaría de que nuestro escenario estuviera perfecto.
Zac miró sorprendido a Vanessa.
Zac: ¿Quién lo ha hecho?
La joven se encogió de hombros.
Ness: Ojalá lo supiera. ¿Verdad que son preciosos?
El hombre asintió.
Zac: El que lo haya hecho, ha seguido mi dibujo, pero lo ha mejorado mucho. La única persona que se me ocurre que pueda hacer algo tan bonito es tu vecino, el señor Starr.
Ness: ¿Tú crees que ha sido él?
Zac: Es posible. Es ebanista jubilado. El construyó todas las estanterías y armarios de mi casa. Y ya has visto las decoraciones tan originales que tiene en su jardín. También las he hecho él.
Vanessa movió la cabeza, maravillada.
Ness: No lo sabía, aunque me dijo que su esposa había hecho las esculturas de madera. ¿Cómo se enteró de que necesitábamos ayuda?
Zac: Ni idea -sonrió-. Pero no importa. Disfrutémoslo. Es lo único que él querría. Por cierto, ¿te he dicho ya que estás maravillosa esta noche?
La joven se ruborizó de placer.
Ness: Gracias por las rosas.
Zac: Preferiría que me dieras las gracias con un beso.
Ness: ¿Aquí? -preguntó escandalizada-.
Zac: Bueno, tal vez aquí no. Pero pronto, en algún otro sitio.
Para alivio de Vanessa, el programa salió bastante bien con sólo fallos pequeños. Una niña de primero olvidó su diálogo y se echó a llorar; un niño de cuarto se chocó con el árbol de Navidad y estuvo a punto de tirarlo. Unos cuantos desentonaron al cantar, pero, en conjunto, el programa fue un gran éxito.
Cuando terminó, sirvieron refrescos y apareció Papá Noel con caramelos para todos los niños.
Vanessa pensó que aquel Papá Noel se parecía mucho a su vecino, el señor Starr, pero no dijo nada.
A la tarde siguiente, cuando salió para ir a la fiesta de cumpleaños de Holly, se encontró a su vecino que, como de costumbre, estaba en su porche. Cruzó la calle para hablar con él antes de irse.
Ness: Anoche fue usted un Papá Noel estupendo.
El anciano la miró con cara inexpresiva.
Starr: ¿Papá Noel?
Vanessa sonrió.
Ness: Yo le reconocí debajo de la barba.
Starr: Tal vez sólo creyera reconocerme.
Ness: No piensa admitirlo, ¿eh? -se rió-. Está bien. He venido a darle las gracias por los hermosos decorados que construyó para nosotros.
Starr: ¿Decorados? ¿De qué me habla?
Vanessa se sorprendió un momento, pero luego miró el jardín de su vecino y vio que no había duda de que la mano que había creado los decorados era la misma que había construido aquella maravilla.
Entonces lo comprendió todo. Holly y ella solían visitar todas las tardes el jardín del señor Starr y debía haberlas oído mencionar que los decorados estaban en el garaje de Zac.
¿Pero quién era ella para desenmascararlo? Si el hombre deseaba que sus buenas acciones quedaran en el anonimato, por ella, estaba bien. Sin embargo, al despedirse, le pareció detectar un brillo travieso en sus ojos.
La fiesta de cumpleaños de Holly fue un gran éxito. Había diez niñas invitadas y Zac contrató a un payaso para entretenerlas. Vanessa lo ayudó a dar de comer y beber a todos. Después de la comida, Holly abrió los regalos antes de cortar la carta.
Vanessa le regaló unos libros y la niña sonrió de alegría al verlos.
Zac: No podías haber elegido mejor. Le encanta leer.
Ness: Lo sé. Y, naturalmente, como maestra, no he podido resistir la tentación de alentar ese hábito.
Zac: Naturalmente -sonrió-. Bueno, ahora me toca a mí. -Le tendió a su hija un pequeño paquete que sacó de su bolsillo-. Feliz cumpleaños, cariño.
Holly abrió la cajita y dio un respingo.
Zac: ¿Te gusta?
Holly: Me encanta.
Sacó una cadena de oro de la que colgaba un corazón del mismo metal.
Zac: Ponte de pie, cariño. Yo te la pondré -se la colgó en torno al cuello-. Esta cadena era de tu madre.
Holly: ¿De verdad? -preguntó acariciando el corazón-.
El hombre asintió.
Zac: Ábrelo y mira en su interior.
La niña obedeció.
Holly: Es una foto de mamá y mía.
Cerró con cuidado el corazón y abrazó a su padre.
Fue una escena conmovedora. Aunque había más gente presente, Vanessa se sintió como una intrusa en aquel momento de intimidad. Recordó que Zac había amado a su esposa de tal modo que ya no podía volver a amar. Lo único que quería con ella era una relación sin compromiso.
Una vez más volvía a sentirse rechazada. Y eso dolía mucho.
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