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martes, 23 de junio de 2020

Capítulo 17


Zachary purgó los cables, nuevos y más largos, de unos frenos de un jeep que un cliente le había pedido que cambiara. Sospechaba que el chico quería modificarlos más por una cuestión de apariencia y estatus ante sus amigos que por mejorar el agarre del automóvil.

Fuera cual fuese la razón, pensó Zachary, él iba a cobrar igualmente.

Mientras el iPod reproducía a todo volumen la lista de canciones desde el altavoz, encima de la mesa del taller, Zachary sustituía metódicamente los amortiguadores delanteros y los muelles de compresión por otros más grandes. La petición del cliente implicaba cambiar los brazos de control y las barras estabilizadoras, además de poner unos cables de freno más largos.

El chico rozaría los límites de la legalidad... por decirlo de alguna manera.

No era una tarea que pudiera abordarse a tontas y a locas, un trabajito en el que enfrascarse después de echar el cierre. Aunque tampoco lo era cambiar el aceite que, en lugar de pasárselo a Glen por ser algo sencillo, Zac se había propuesto hacer a continuación.

Un trabajo entretenido, admitió mientras atronaba la música de The Killers. Bueno, quería mantenerse ocupado.

Tanto el tiempo que dedicara a aumentar las prestaciones del automóvil del chico como a hacer un cambio de aceite y reponer un freno, no lo dedicaría a pensar.

Mayormente.

Pensar en lo mal que estaba el mundo, y en concreto su vida, no arreglaría nada. El mundo seguiría estando mal por muchas vueltas que le diera.

En cuanto a su vida... tomarse un poco de tiempo y darse un margen de espacio probablemente sería lo mejor. El tema de Vanessa se había vuelto demasiado intenso, quizá un poco asfixiante... y eso le afectaba, sin duda.

Había alentado la carrera, la había trazado y se había mantenido en ella. De alguna manera él... ella... ellos, no estaba muy seguro, habían participado en esa carrera a mayor velocidad de la esperada y adentrándose en terrenos mucho más profundos de lo previsto.

Habían pasado juntos prácticamente todo su tiempo libre, e incluso ciertos momentos que no formaban parte precisamente del tiempo libre. Y entonces, ¡bum!, va y se plantea pasar la semana próxima con ella, los próximos meses y... sí, incluso en ir más lejos. Con eso no había contado.

Más aún, antes de saber lo que está pasando, la lleva a cenar a casa de su madre y le pide que se quede a pasar la noche con él, en su cama.

Ambos sucesos carecían de todo precedente. No porque sus normas fueran rígidas en ese tema, sino más bien porque evitaba poner las cosas demasiado fáciles.

De todos modos, Vanessa no era una persona fácil, pensó mientras instalaba una placa antideslizante para proteger el cárter. Eso lo había ido descubriendo.

Era complicada y en absoluto predecible como parecía por fuera. Había sentido curiosidad por saber cómo funcionaba esa mujer, eso era innegable. Y cuanto más examinaba sus componentes, más prendado se quedaba.

Ahora ya conocía esos componentes y su modo de funcionamiento. Era una mujer que cuidaba los detalles, un poco... no, ni hablar, extremadamente obsesiva y centrada en el objetivo. Y, combinado con todo eso, tenía el don y la necesidad de empaquetar todos esos detalles en un envoltorio perfecto y ponerle un lacito.

Si eso, añadido al dinero y al pedigrí, hubiera sido todo, probablemente Vanessa habría sido la típica guapa repelente. Pero en su interior sentía una profunda necesidad de disfrutar de una familia, de una estabilidad, de crear un hogar (quién mejor que él para comprender eso), y valoraba lo que le había sido dado. Era leal hasta las últimas consecuencias, generosa y, como estaba educada para ser productiva y útil, tenía una ética profesional fuera de toda sospecha.

Vanessa era complicada y real, y como la imagen que él tenía de su madre en la cuneta de la carretera con un hermoso vestido veraniego, parecía la encarnación de la belleza. Por dentro y por fuera.

Por eso había roto esa especie de normas no escritas, porque, cuantas más cosas conocía de ella, más prendado se quedaba y más seguro estaba de que ella era exactamente lo que quería.

Zachary sabía controlar sus deseos. Había deseado muchas cosas. Algunas las había conseguido, otras no. Y siempre había dado por sentado que al final todo se compensaba. Pero la noche anterior, cuando había ido a su casa porque se había sentido inquieto, intranquilo y terriblemente triste, se había dado cuenta de que en su caso el deseo iba unido a la necesidad.

Necesitaba estar con ella, tan solo estar con ella en ese cosmos que Vanessa había creado y donde de alguna manera todo cobraba sentido.

Y ese necesitar algo, a alguien, era como saltar al vacío desde lo alto de un edificio sin llevar arnés de seguridad. A las malas había aprendido que era mejor cuidar de sí mismo, ocuparse de sí mismo y de lo que era suyo. Punto final.

Salvo que había empezado a pensar en ella como algo suyo. Le había contado ya ciertas cosas que jamás había contado a na¬die y que tampoco consideraba que valiera la pena replantearse.

O sea que...

Mejor que se hubiera enfadado con él, decidió. Mejor que le hubiera echado. Los dos se tomarían un respiro y dejarían reposar las cosas. Reconsiderarían las cosas.

Comprobó los cambios desplazándose hacia la parte trasera del automóvil.

Y entre la música de los Foo Fighters oyó el sonido distintivo de unos tacones altos pisando el suelo de hormigón.

Solo tuvo que ladear la cabeza para verla. Ahí estaba, con uno de sus trajes chaqueta tan sexis que se ponía para trabajar, con su cautivador rostro despejado y un bolso del tamaño de un Buick colgado al hombro.

Ness: La puerta no estaba cerrada.

Zac: No.

Zachary sacó un trapo del bolsillo trasero para limpiarse las manos.

Ella no debería estar aquí, pensó. El taller olía a grasa, a motor, a sudor. Y, supuso, él también.

Zac: Pensaba que hoy tenías un acto.

Ness: Sí, pero ha terminado -le lanzó una mirada géli¬da-. Aunque nosotros no. ¿Te importaría apagar eso?

Zac: Tengo que poner las ruedas y los neumáticos a este coche.

Ness: Muy bien. Esperaré.

Y esperaría, adivinó Zachary. Eso se le daba bien.

Supuso que los Foo Fighters tendrían que aprender a volar sin él. Guardó las herramientas, desconectó el iPod, abrió la nevera que había puesto sobre el banco de al lado y sacó de su interior una de las dos cervezas que se había traído.

Zac: ¿Quieres una?

Ness: No.

Zachary abrió la botella y bebió un largo trago mientras la observaba.

Zac: ¿Qué se te ha metido ahora en la cabeza, Piernas?

Ness: Muchas cosas, en realidad. He oído lo del accidente, lo de esas tres chicas. ¿Por qué no me lo contaste anoche?

Zac: No quería hablar de eso. -La imagen... los cristales rotos, la sangre, el metal ennegrecido sobre la carretera resbaladiza por la lluvia... le vinieron a la memoria-. Y sigo sin querer hablar.

Ness: Prefieres que siga reconcomiéndote por dentro.

Zac: No me está reconcomiendo por dentro.

Ness: Creo que esta es la primera mentira que me dices, y hablo en serio.

Le enfureció, de una manera absurda, que ella tuviera razón.

Zac: Sé lo que me pasa por dentro, Vanessa. Y hablar de eso no cambia nada. No cambia que estas chicas estén muertas, ni salva a la pareja del otro coche de tener que soportar una vida llena de dolor. La vida sigue, hasta que se acaba.

El ardor con que le espetó esas palabras no alteró la frialdad de Vanessa.

Ness: Si creyera de verdad que eres tan fatalista, insensible y cruel, sentiría lástima por ti. Pero no lo creo. Anoche viniste a verme porque estabas triste, pero no pudiste o no quisiste contarme el porqué. A lo mejor enfadarte conmigo te ha servido de algo, a lo mejor has podido sustituir la tristeza por la rabia. Pero yo no merezco esto y tú tampoco, Zac.

Había que anotar un tanto en la columna «Ella tiene razón». La puntuación, Hudgens 2 - Efron 0 le irritó.

Zac: Anoche, cuando estaba de mal humor, no debería haber ido verte. ¿Quieres que me disculpe? Lo siento.

Ness: ¿Todavía no me conoces, Zac?

Zac: Por Dios... -musitó dando otro trago de cerveza cuando en realidad no le apetecía-.

Ness: Y no adoptes esta actitud masculina y despreciativa conmigo.

Zac: Soy un hombre, Vanessa -le soltó, complacido por haber arañado esa capa de tranquilidad y ansioso por arañar nuevas capas-. Me comporto como un hombre.

Ness: Entonces métete esto en la cabeza. Si estoy contigo, lo estoy tanto cuando das saltos de alegría como cuando estás de mal humor.

Zac: ¿Ah, sí? -Algo se le atragantó, y se le revolvió el estómago-. Anoche no lo parecía.

Ness: No me diste la…

Zac: ¿Qué fue lo que no entendiste cuando te dije que no quería hablar de esto? ¿Y por qué extraña razón esto ha terminado siendo algo que ha pasado entre tú y yo? Tres chicas están muertas y tuvieron suerte si murieron en el acto. Aun así, las cosas no debieron de suceder tan rápidamente. Cinco o diez segundos siendo consciente de lo que va a pasar es una eternidad. Eso y no poder crecer, no poder apretar la tecla de retroceso y decir «espera, que voy a hacerlo de otra manera» es un precio terriblemente alto para una chica que apenas hacía un año que tenía el carnet de conducir y dos amigas suyas, solo por el hecho de haber sido unas estúpidas.

Vanessa no se sobresaltó cuando la botella que Zachary lanzó se estrelló contra la pared, más bien dejó escapar un sonido a medio camino entre una carcajada y un murmullo de compasión.

Ness: Anoche, cuando te fuiste, estuve a punto de hacer lo mismo. Luego pensé que no serviría de nada y que encima tendría que limpiarlo. ¿Te ha servido a ti de algo?

Zac: Vanessa, eres una pasada. No todo tiene una respuesta directa y práctica. No todo encaja siempre. Si fuera así, tres chicas no estarían muertas por conducir demasiado deprisa y enviar mensajes de texto a sus amigos.

A Vanessa le dolieron en el alma esas vidas echadas a perder.

Ness: ¿Fue eso lo que ocurrió? ¿Cómo lo sabes?

Zac: Conozco a las personas. -Maldita sea, pensó echándose el pelo hacia atrás mientras se esforzaba por controlar la rabia que lo había cegado-. Escucha, todo eso está bajo secreto de sumario hasta que cierren la investigación.

Ness: No diré nada. La señora Grady conoce a la madre de la chica que conducía y está muy afectada. Quizá el hecho de que yo la escuchara, le preparara un té y la cogiera de la mano no le ha servido de gran cosa. Quizá no le he dado una respuesta directa y práctica, y quizá no todo encaja siempre. Pero tenía que hacer algo. Cuando las personas a quienes quiero tienen un disgusto, tengo que hacer algo.

Zac: Tanto si esas personas quieren como si no.

Ness: Sí, supongo que sí. A mi modo de ver, ayudarnos los unos a los otros no resta importancia a lo que les pasó a esas chicas, ni alivia el dolor que podamos sentir por ellas o por sus familias. De todos modos, tomo nota. Tú no quieres que te escuche. No quieres que te coja de la mano. Eso quiere decir que la única que necesita hacer ambas cosas soy yo, no tú.

Suspiró hondo, y Zachary notó que su respiración era irregular. Eso, más que cualquier otra cosa que ella hubiera dicho o hecho, fue lo que le impresionó.

Ness: Tú lanzas la botella contra la pared, luego recoges los cristales y los tiras. Esa es tu manera de ser práctico, Zac.

Zac: A veces una botella rota tan solo es eso, una botella rota. Oye, tengo que volver a poner las ruedas al jeep.

No fue rabia lo que vio en su rostro, cuando el objetivo había sido hacerla rabiar. Fue dolor. Fue su respiración irregular.

Vanessa asintió.

Ness: Que te vaya bien.

Por un momento, mientras ella se daba la vuelta para marcharse, Zachary deseó tener todavía la botella en la mano para poder estrellarla contra la pared.

Zac: Pensé que había muerto.

Vanessa se detuvo, se volvió y esperó.

Zac: Cuando se torcieron las cosas, cuando supe que todo se iba al traste, pensé que podría salir de aquello. Pero el tema era muy jodido. Un problema técnico, un error de cálculo y unos recortes presupuestarios que nadie comunicó a los que podíamos correr peligro. Alguien de arriba tomó una decisión equivocada, no importa el motivo. Ese motivo hizo que al final me dieran un talón muy sustancioso.

Ness: Ese fue el motivo de que terminaras herido.

Zac: Era un tema muy jodido y eché tierra encima.

Eso era lo que había hecho, lo que había tenido que hacer para superarlo.

Zac: En fin, en un primer momento pensé que esto se iba a la mierda; en el minuto siguiente, pensé que podría controlarlo. Y luego... luego fue cuando supe que no podía y que iba a morir. Estamos hablando de segundos, pero es que todo pasa muy despacio. Oyes ruidos, de arañazos, de reventones, y fuera del túnel en el que has entrado todo se difumina. En cambio, por dentro todo va a cámara lenta, por eso los segundos son eternos. Y es terrorífico. Eso primero, luego viene el dolor.

Zachary se detuvo para tomar aliento y calmarse un poco. Mientras tanto, Vanessa se acercó a la mesa del taller y cogió la botella de agua que él había lanzado junto con la cerveza.

La destapó y, mirándole fijamente a los ojos, se la dio.

Dios mío, pensó él, esa mujer es una pasada. Una pasada increíble.

Zac: Bien -se refrescó la garganta-. Tras el dolor sabes que no estás muerto, pero quieres estarlo. Por dentro estás gritando y tus gritos no parecen humanos. Ni siquiera puedes sacar fuera el sonido porque te estás ahogando en tu propia sangre. No puedes respirar porque tus pulmones han empezado a paralizarse. Esos segundos es más de lo que puedes soportar atrapado en el dolor y queriendo morir, queriendo que todo eso acabe. ¿Te hace algún bien saber todo eso?

Ness: Forma parte de ti. No somos un libro en blanco, Zachary. Lo que hemos hecho, aquello a lo que hemos sobrevivido, forma parte de nuestra identidad. Lo que les pasó a esas chicas, tu reacción...

Zac: No sé por qué me afectó tanto. Quizá porque había tenido una jornada muy larga, quizá porque fue cerca de casa. No revivo mi accidente cada vez que me llaman para que me ocupe de uno. No lo vivo así.

Ness: ¿Cómo lo vives entonces?

Zac: Pensando que eso ya ha terminado. Si no, ya no estaría aquí. Eso terminó cuando me desperté en el hospital. No estaba muerto. Es algo muy importante, no estaba muerto, y así quería seguir -dejó la botella de agua y fue a buscar la escoba y el recogedor para barrer los cristales rotos-. Si tenía que dolerme como si estuviera cruzando el infierno, de acuerdo. Había sobrevivido al accidente y había pasado por eso. ¿Tenían que coserme por todos lados? Adelante, siempre y cuando pudiera salir de ahí por mi propio pie. Me propuse conseguirlo y tenía un largo trecho por recorrer. Se acabó el ver pasar un día tras otro.

Ness: Apretaste la tecla de retroceso.

Zachary la miró.

Zac: De alguna manera, sí. O quizá apreté la contraria. Lo que sí supe cuando me desperté, y vi la cara de mi madre sentada a mi lado, es que no volvería a irme. No quiero decir con eso que solo me tuviera a mí, que solo me tenga a mí, en su vida hay otras cosas. Pero supe que esa vida que yo llevaba ponía en peligro la poca familia que le quedaba y decidí terminar con eso. Tenía la oportunidad de hacer algo por ella y de seguir adelante por mí mismo -suspiró y, con un ruido de vidrios rotos, tiró el cristal a la basura-. No quiso regresar a casa. Ni siquiera cuando recuperé las fuerzas y me vi capaz de gritarle y enfurecerla conseguí que regresara.

Ness: ¿Era eso lo que querías? -preguntó con voz queda-. ¿Querías que se marchara?

Zac: Yo... no, claro que no. Pero tampoco quería que se quedara tal y como estaban las cosas. Mi madre dejó su empleo y aceptó algunos trabajos de camarera sirviendo mesas. Me marché de casa cuando cumplí los dieciocho, eso fue básicamente lo que hice. Le envié dinero, por supuesto, pero podrían contarse con los dedos de una mano las veces que fui a verla. Sin embargo, ella no quiso dejarme solo. Se me presentó la oportunidad de cambiar las cosas y la aproveché. Eso es todo.

Ness: Tienes suerte de contar con tu madre.

Zac: Lo sé.

Ness: Y ella es muy afortunada por tenerte a ti.

Zac: Nos va bien.

Ness: Zac, ¿cómo explicarías lo que hay entre tú y yo? ¿Qué nos está pasando?

Zac: ¿Cómo lo explicarías tú?

Ness: No, no, siempre sales con esas. Las cartas, sobre la mesa. Tienes que jugar.

Zac: Por Dios, Vanessa... a veces cuesta seguirte. Ya me he disculpado por lo de anoche y te he explicado los motivos. Te he explicado mucho más de lo que suelo hacerlo.

Ness: ¿Debo interpretar que no puedes explicar lo que hay entre tú y yo?

Zac: No pretendo explicar nada -tomó la botella y volvió a dejarla sobre la mesa-. Si tuviera que hacerlo, diría que estamos viviendo una historia.

Ness: Una historia. -El suspiro de Vanessa se convirtió en una risa-. Vale. ¿Crees que quiero vivir una historia contigo y no saber cómo gestionaste ese trauma, cómo te afectó, cómo cambió eso el rumbo de tu vida, o cómo cambiaste tú por culpa de eso?

Zac: No. Eso lo has dejado muy claro,

Ness: Para ti es importante saber cómo funcionan las cosas. Y yo soy incapaz de saber cómo funcionas tú, o cómo podríamos funcionar nosotros dos, si no tengo todas las piezas.

Eso le llegó al alma.

Zac: Lo entiendo, pero había varias piezas que no me gustaban, por eso, como estoy haciendo con este jeep, las cambié. No funciono de la misma manera que antes del accidente. De lo contrario, no estaría viviendo esta historia.

Ness: Eso nunca lo sabremos, pero me gusta cómo eres, Zac, y eso incluye tu pasado. No quiero tener la sensación de que me estoy metiendo donde no me llaman cada vez que te hago una pregunta sobre tu pasado.

Zac: Y no quiero que tengas esa sensación. Lo que pasa es que no me gusta escarbar. El pasado, pasado está.

Ness: No estoy en absoluto de acuerdo. ¿No recuerdas la primera vez que montaste en una bicicleta, besaste a una chica o condujiste un coche?

Zac: Recuerdo la primera vez que te besé, salvo que fuiste tú quien me besó a mí. Fue el Cuatro de Julio.

Bueno, pensó Vanessa, por hoy basta. Dejémoslo correr.

Ness: Eso fue para hacer rabiar a Drew.

Zac: De todos modos, el beneficiado fui yo -se miró las manos-. No estoy en condiciones de tocarte sin dejarte hecha un asco. Y ese traje chaqueta que llevas es bonito.

Ness: Entonces estate quieto y aparta de mí esas manos.

Vanessa se acercó a él y le besó en los labios.

Zac: Espero que no creas que con este beso me vas a compensar por haberme dejado sin sexo.

Ness: No vas a conseguir nada más en estas circunstancias.

Zac: A lo mejor podrías quedarte por aquí un rato más. A los tíos les encanta que las mujeres se queden a mirarlos mientras arreglan un coche.

Ness: Eso lo hacemos para calmaros.

Zachary bajó tres palmos el jeep.

Zac: ¿Cuándo has salido tú con alguien que se mete bajo los coches?

Ness: Antes de ahora, nunca, pero Miley sí. O sea que sé de lo que hablo, lo sé de buena tinta.

Relajado, habiendo soltado lo que se le había atravesado en la garganta y el estómago, Zachary le sonrió.

Zac: Eso es sexista. He conocido a muchas mujeres apasionadas por la mecánica.

Ness: Pero a esas no se les pide que se queden a mirar.

Zac: Bueno, veamos. ¿Llegas al volante?

Ness: Supongo que sí, pero...

Zac: Hazme un favor. Sube ahí y gíralo todo hacia la derecha. Luego gíralo todo hacia la izquierda.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque al elevar la suspensión hay que modificar muchas cosas, y quiero asegurarme de que no haya interferencias antes de poner las ruedas.

Ness: ¿Qué habrías hecho si no llego a venir?

Zac: Seguir cabreado, más o menos. Al final se me habría pasado -añadió al tiempo que se echaba en una camilla para mecánico y se metía debajo del jeep-.

Ness: Me refería al jeep, pero en realidad prefiero esa respuesta -se asomó al interior del automóvil y giró el volante- ¿Así?

Zac: Sí, se ve bien. Desde aquí abajo la vista es fantástica.

Ness: Se supone que tienes que mirar lo que hay debajo del jeep, no debajo de mi falda.

Zac: Puedo hacer las dos cosas. A la izquierda, Piernas.

Ness: ¿Crees que a tu madre le gustaría venir a la cena del día de Acción de Gracias? -Al ver que él no decía nada, alzó los ojos al techo-. ¿O la cena de Acción de Gracias está fuera de lugar en nuestra historia?

Zac: Espera un momento.

Zachary hizo rodar la camilla hacia fuera, cogió una herramienta y volvió a rodar bajo el coche.

Vanessa oyó unos golpes metálicos.

Zac: Vuelve a girarlo. Eso es.

Zachary volvió a salir, se levantó y fue a buscar un neumático enorme. ¿Por qué había dicho que era una rueda? Quizá la rueda era lo que debía de ir dentro del neumático, encajada en... ¿sería eso un eje?

¿Qué demonios le importaba a ella?

Zac: Nunca he vivido una historia como esta.

Ness: Lo entiendo.

Zac: No, no lo entiendes -usó una especie de herramienta de aire que tras un fuerte siseo soltó un ruido seco-. He vivido otras historias, pero esta es diferente.

Ness: Lo entiendo, de verdad, Zachary. Para mí esta historia también es diferente. Y entiendo que en ella no encaje una fiesta familiar tradicional.

Zac: Eso ya lo veremos. Sé que a ella le gustaría ir, pero me bombardeará con toda clase de preguntas, como si hay que ir bien vestido o…

Ness: De etiqueta -mantuvo una expresión anodina durante unos cinco segundos mientras él se esforzaba por no sudar-. Oh, por el amor de Dios, Zac... -Y se le escapó una carcajada-. No hay normas de etiqueta. Piensa que, durante buena parte del día, como en la mayoría de los hogares estadounidenses, los hombres estarán pegados al televisor viendo el partido de fútbol.

Zac: Apuesto a que la salsa de frambuesas no será de lata, como en la mayoría de los hogares estadounidenses.

Ness: Ahora me has pillado. Hablaré con tu madre y así te evitaré el interrogatorio.

Zac: Que te crees tú eso... Te lo agradezco, pero seguirá bombardeándome con preguntas, y me perseguirá para que me ponga un traje.

Ness: El traje te sienta bien. ¿Por qué son tan grandes estos neumáticos?

Zac: Porque al chico del jeep le gusta fardar. -Le dio al botón de elevación hasta que los neumáticos estuvieron en el suelo-. Tengo que volver a comprobar la dirección y luego levantar al máximo ambos lados con el gato. Tendré que ocuparme de la alineación delantera -Estudió el jeep y luego a esa mujer-. Pero haré eso por la mañana. ¿Por qué no me lavo, cierro y te llevo a cenar por ahí?

Ness: Es un poco tarde para cenar.

Como él no llevaba reloj, señaló el de Vanessa e inclinó la cabeza para ver la hora.

Zac: Sí, es tarde, a menos que uno no haya cenado todavía.

Ness: Te propongo una cosa. ¿Por qué no te lavas, cierras y me sigues con el coche a casa? Te prepararé unos huevos revueltos. Es el plato del día.

Zac: Me parece muy bien. Vanessa, me alegro de que hayas venido.


Vanessa cogió el teléfono y rodó fuera de la cama. Echando un vistazo al reloj comprobó que, aunque apenas eran las cinco, la novia del viernes por la noche ya estaba levantada.

Ness: Buenos días, Leah. ¿Cómo…? -se interrumpió y fue a la pequeña sala contigua mientras la novia le exponía su crisis-. Oh, lo siento mucho. No, escucha, no te preocupes por la hora. Hoy te dedico todo el día. No quiero que te preocupes por nada que tenga que ver con la boda. Dile a Justin que su madre estará en nuestros pensamientos. Lo demás ya lo arreglaremos, Leah, déjamelo a mí. Permite que te haga una pregunta: ¿uno de los testigos podría hacer de padrino?

Vanessa escuchó, agradecida de que la novia mantuviera la sangre fría a pesar de que el padrino estuviera viajando a Seattle el día de su boda.

Ness: Eso está bien. Sí sólo que nos faltará un testigo. ¿Channing o tú no conocéis a alguien que pueda hacer el papel? Sí, comprendo que no queda tiempo y que luego está la cuestión de que le vayan bien el traje y la camisa que habéis elegido.

Torciendo el gesto, abrió la puerta con sigilo y entornó los ojos mirando a Zachary, que había aprovechado su ausencia para estirarse en diagonal sobre la cama.

Ness: Creo que tengo a la persona que encajaría. Ya sé que ni Channing ni tú lo conocéis, pero… No, eso ni lo pienses. Déjame ver si puedo solucionarlo y luego te llamo. Te lo prometo, nos ocuparemos de todo. Dame una hora.

Vanessa volvió a entrar en el dormitorio y empezó a montar la estrategia.

¡No había nada de malo en dorar un poco la píldora!

Se metió en la cama con cuidado y se acurrucó contra la espalda de Zachary. Era un arduo trabajo, mientras le acariciaba el costado y con los labios le rozaba la escápula. Pero alguien tenía que hacerlo.

Su cuerpo estaba caliente y firme. Cuando le pasó la mano por la cintura, por el vientre, y siguió bajando, sonrió y pensó: muy firme.

Recorrió con los dedos su muslo y volvió a subir. Y entonces se tomó en serio la tarea que tenía entre manos. Con las manos y los labios hizo que él se moviera y se despertara, lo invitó a ponerse boca arriba y vio que sus soñolientos ojos resplandecían en la oscuridad.

Ness: Buenos días -musitó depositando un beso tras otro en su pecho-.

Zac: Eso parece.

Se recreó en su cuello, con unos mordiscos suaves y juguetones.

Ness: Como estaba despierta, y tú también... -fue acercándose a su oreja mientras las manos de él empezaban a moverse por su cuerpo-. Espero que no te importe que me sirva yo misma.

Zac: Haz lo que tengas que hacer.

Vanessa rió y se puso a horcajadas encima de él. Se inclinó y le ofreció los pechos entregándose al lento placer. Había tantas cosas de él que todavía ignoraba... tantas cosas que quizá nunca llegaría a entender.

Sin embargo, allí, en la oscuridad, se conocían.

Vanessa se incorporó y tomó a ese hombre.

Lo envolvió, cuerpo y aroma, el sonido de su respiración susurrante, el sabor de ella todavía en su lengua. Se movió encima de él, pálida sombra, dulce fantasía, cálida mujer. Antes de que despuntara la mañana, tomó a ese hombre, lo dirigió, lo poseyó.

Se arqueó, cediendo a ese ansioso descenso, y lo atrajo hacia sí.

Dejó escapar un sonido que podría equipararse al de un gato lamiendo la última gota de leche y luego se estiró sobre él cuan larga era.

Ness: Eso es… -repitió el sonido-. Una manera perfecta de empezar el día.

Zac: Un desayuno de campeones.

Ness: Mmm. ¿A qué hora tienes que ponerte a trabajar?

Zac: A las siete o siete y media. Con esta especie de arranque en segunda podría ahorrarme media hora de gimnasio. ¿Qué hora debe de ser?

Ness: Te quedan un par de horas. ¿Volverás más tarde?

Zac: Sí, volveré. -Sus dedos le recorrieron perezosos la columna-. Creo que podré salir a las cuatro si necesitas ayuda esta noche.

Ness: Fantástico -sonrió y se volvió para besarle en el cuello-. Porque la llamada que nos ha brindado este hermoso despertar era de la novia de esta noche, y hay una complicación.

Zac: Me aseguraré de estar aquí. Supongo que se lo debo.

Estaba resultando demasiado fácil, pensó Vanessa.

Ness: De hecho, tú eres el único que puede solucionar esta complicación.

Zac: ¿Qué? ¿La limusina necesita una puesta a punto? ¿La carroza de Cenicienta necesita un cambio de rueda?

Ness: Te llamaría a ti para eso, pero no -le besó en una mejilla notando que ya le asomaba la barba-. El mejor amigo del novio, y padrino de la boda, ha tenido que coger un avión hacia Seattle esta mañana. -Y luego le besó en la otra-. A su madre tienen que operarla de urgencia.

Zac: Mal tema. ¿Es grave?

Ness: Una peritonitis. Les preocupa una posible septicemia y que haya otras complicaciones. Es más, la mujer se encontraba cuidando de su madre, a la que acaban de operar de la cadera, y eso ha complicado mucho las cosas para todos. Leah y Channing están preocupados por su amigo, por la madre de su amigo, y además se han quedado sin padrino. Uno de los testigos ocupará su lugar, pero entonces les faltará un testigo.

Zac: Ajá.

Ness: Es decir, que necesitaremos un sustituto que tenga la misma constitución que Justin, el padrino, para que el esmoquin le entre.

Zac: Claro.

Ness: Tú tienes una talla cuarenta y ocho de pantalón, ¿verdad? Una cuarenta y dos de cintura... y diría que, de camisa, una XXL.

Zac: Supongo que sí. No he... uau. Espera.

Cuando Zachary la cogió por los hombros e hizo ademán de apartarla, Vanessa se apretujó contra él.

Ness: Me harías un gran favor. Te gustará Channing, es un encanto. Leah y él crecieron juntos, por decirlo de algún modo. Fueron uña y carne en el instituto, luego perdieron el contacto, durante los años de la universidad, hasta que...

Zac: Tú estás de broma. -Esta vez la empujó con más ímpetu y se zafó de ella-. No esperarás en serio que me ponga el esmoquin de otro tío y...

Ness: Estoy segura de que te irá bien. Drew necesita una cincuenta, y a Chris le quedaría grande. Y no pueden ponerse uno de sus trajes, porque los miembros del cortejo van a conjunto.

Zac: De ninguna manera voy a...

Ness: Considera que haces una sustitución. De eso se trata en realidad -se dio la vuelta y se deslizó sobre su pecho-. Estuviste en otra boda, ¿no?

Zac: Sí, pero...

Ness: Lo único que tienes que hacer es acompañar a los invitados a sus asientos, quedarte de pie con los otros testigos del novio y luego ser la pareja de una dama muy atractiva en el desfile final. Sacarías de un gran apuro a Leah y a Channing.

Zac: Eso sería importante si conociera a Leah y a Channing.

Ness: Pero me conoces a mí. Me harías un gran favor personal, Zachary -le besó en la mandíbula-. Y yo te estaría muy agradecida.

Zac: Tengo que trabajar.

Ness: Pero llegarás aquí con tiempo de sobra. De verdad, si vienes a las cinco cuarenta y cinco, podré arreglarlo. Me ocuparé de los detalles. Lo único que tienes que hacer es ponerte el esmoquin... ah, y los zapatos del día de la boda de Sherry irían muy bien.

Zac: Menos mal.

Ness: Tomo nota del sarcasmo, y lo ignoraré. Tú ven, pon buena cara y acompaña a la gente a sus asientos. Será una boda preciosa. El pastel es increíble. Mármol de chocolate con cobertura cristalizada sobre crema de mantequilla. Brittany lo servirá en un mar de salsa de caramelo.

Zac: ¿Crees que puedes sobornarme con un pastel?

Ness: Es un pastel excepcional -se dedicó a mordisquearle suavemente la barbilla-. Y seguro que podré confiscar una cantidad para... luego.

Zac: ¿Ahora me sobornas con sexo en salsa de caramelo?

Ness: Sí.

Zac: Eres absolutamente diabólica, Piernas.

Ness: Gracias.

Zac: ¿Y tu manera de despertarme? ¿Querías prepararme para esto?

Ness: Desde luego.

Zac: Bien pensado.

Ness: ¿Lo harás?

Zac: Me gustaría saber quién es el hombre capaz de resistirse a una salsa de caramelo.

Ness: Gracias -le plantó un beso fuerte y sonoro en los labios-. Te lo digo en serio, gracias. Tengo que llamar a Leah para contárselo. -Saltó de la cama y agarró el teléfono-. No te preocupes por nada. Lo único que tienes que hacer es estar aquí, yo ya te guiaré en todo lo demás.

Zac: Sí, sí...

Y mientras ella llamaba a la novia, Zachary se tapó la cara con la almohada.


2 comentarios:

Lu dijo...

Ay me encanto!
Son tan lindos juntos, amo mucho esta nove.


Sube pronto :)

Anónimo dijo...

Me encanta la desicion de Ness de buscar a zac y arreglarlo chica fuerte!!!

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