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domingo, 21 de junio de 2020

Capítulo 16


Zachary llegó al lugar del accidente bastante después que los policías, el departamento de bomberos y el equipo médico. En concesión a la fría llovizna, se subió la capucha de la sudadera y se dirigió hacia la cinta amarilla y las luces intermitentes.

Se habían llevado a las víctimas. No tuvo duda de que había habido víctimas cuando vio el amasijo aplastado y retorcido que antes había sido un BMW.

El otro coche había impactado brutalmente, pero quizá podrían recuperarlo.

Con un poco de suerte, quien viajaba en el Lexus debía de haber salido por su propio pie, cojeando tal vez, o en camilla, pero respirando.

Su trabajo era llevarse lo que quedara con la grúa.

Las linternas de los policías destellaban sobre la carretera salpicada por la llovizna, entre la cambiante neblina, arrancando reflejos a los cristales de seguridad rotos, las marcas del patinazo, los cromados doblados y ennegrecidos, la sangre y, nota escabrosa, un zapato que todavía nadie había recogido de la cuneta. Le quedó grabada una imagen en el pensamiento, una imagen de miedo, dolor y asombrosa pérdida.

El equipo que reconstruía el accidente ya estaba trabajando en ello, pero Zachary podía imaginar la escena sin su ayuda.

La calzada mojada, y una fina neblina. Un BMW circulando demasiado deprisa vira con brusquedad, patina, pierde el control, invade el otro carril y se estrella contra un Lexus. Sale disparado por los aires, da una vuelta de campana, impacta en el suelo y da dos vueltas más de campana o quizá tres.

Sí, por el peso, la velocidad y los ángulos, deduce que da tres vueltas de campana.

Alguien atraviesa el parabrisas, probablemente el pasajero del asiento de atrás del destrozado M6 que no llevaría puesto el cinturón. Si alguien viajaba en el asiento del copiloto, debía de haber muerto aplastado. El conductor no habría corrido mejor suerte.

Se fijó en que el departamento de bomberos había rajado el BMW con unas tenazas hidráulicas, como un abrelatas, pero las probabilidades de que hubieran sacado a alguien vivo de ese violento amasijo de hierros eran casi nulas.

En ese momento se le aparecieron ante los ojos fotografías del coche que conducía él antes de sufrir el accidente. Su aspecto no era mucho peor que el del M6. Y eso que los coches para doblar escenas peligrosas estaban fabricados para destrozarlos, para proteger al conductor durante la escena, a menos que alguien que influyera en la cadena de fabricación decidiera recortar el presupuesto y ahorrarse unos dólares.

Deseó que los pasajeros hubieran quedado inconscientes o hubieran fallecido antes del impacto y las vueltas de campana.

Él no lo estuvo. Y había sentido todo eso, un dolor inimaginable, unos brutales desgarrones y chasquidos. Había sentido todo eso antes de caer inconsciente. Si se dejaba ir, todavía podía sentirlo, por eso lo más inteligente era no dejarse ir.

Permaneció en pie, con las manos en los bolsillos, esperando a que los policías le dejaran pasar para llevarse de allí toda aquella destrucción.


Mientras Zachary seguía de pie en la cuneta rememorando la sangre y el dolor, Vanessa sonreía en una habitación llena de mujeres que charlaban y reían cuando ya faltaba poco para terminar la fiesta de los regalos de Miley.

Ash: Hemos hecho un buen trabajo.

Ashley cogió a Vanessa de la cintura.

Ness: Hemos hecho un trabajo buenísimo. Miley está feliz.

Ash: No quería decirlo antes para no tentar a la suerte, pero he estado preocupada hasta el último minuto por si Linda se enteraba y se presentaba por sorpresa.

Ness: No eras la única. La ventaja de que viva en Nueva York es que no se entera de muchas cosas y, además, anda muy ocupada con su nuevo marido rico.

Ash: Ojalá dure... -rogó en voz alta-. La velada ha sido fantástica... y no hemos tenido a Linda rondando por aquí. Todas lo han pasado de fábula.

Ness: Ya lo sé. Mira a Sherry. Todavía tiene esa luminosidad propia de las recién casadas, y fíjate cómo habla con tu hermana...

Ash: El embarazo le sienta muy bien a Cecelia, ¿no crees?

Ness: Desde luego. Solo por cómo juntan sus cabezas, me parece que Sherry ya empieza a preguntarse cómo le sentaría eso a ella. Creo que relevaré a Brittany como fotógrafa.

Ash: No.

Ness: No veo por qué tiene que...

Ash: Vanessa, ya hemos hablado de esto -dijo volviéndose hacia ella-. Votamos a Brittany porque yo me distraigo demasiado y termino hablando con todo el mundo, y tú... bueno, tú tardas muchísimo buscando el encuadre perfecto o como quieras llamarlo... y al final apenas haces fotos.

Ness: Pero las que hago son buenísimas.

Ash: Excepcionales, pero queremos fotos menos excepcionales pero más numerosas.

Vanessa suspiró aceptando la derrota. Le gustaba mucho hacer fotografías.

Ness: Si no hay más remedio... Creo que deberíamos mezclarnos con las demás. No tardarán en marcharse -sacó el teléfono del bolsillo cuando este empezó a vibrar-. Es un mensaje de Drew.

Ash: Querrá saber si está todo despejado y puede volver a casa con Chris y Liam.

Ness: No. Dice que ha habido un accidente importante en la carretera del norte, en la vertiente sur del parque. Han cortado el tráfico y hacen retroceder a la gente. Dice que se lo digamos a las que tenían pensado tomar ese camino y que ellos volverán en un par de horas.

Ash: Espero que nadie haya resultado herido -sonrió cuando su madre le hizo una señal desde el otro extremo de la sala-. Correré la voz.


Como en todas las buenas fiestas, se saltaron el horario programado, hubo muchas rezagadas y las anfitrionas terminaron agotadas de tanta felicidad.

Ness: Ahora me apetece tomar champán -cogió una botella y llenó las copas-. Siéntese, señora Grady.

Grady: Creo que voy a hacerte caso. -La señora Grady se dejó caer en una silla, se quitó los zapatos de vestir y estiró las piernas-. Llénala hasta arriba.

Obediente, Vanessa llenó las copas hasta el borde mientras Brittany cortaba unas porciones de lo que quedaba de un pastel de tres pisos de altura, hecho con crema de mantequilla recubierta con pétalos de chocolate con formas curiosas.

Miley: ¡Caray! ¡Mirad qué regalos! ¡Son fabulosos! -miraba embobada la mesa en la que Vanessa había colocado con gran cuidado los regalos para que los abriera-. Es como si me hubiera tocado un pequeño y exquisito centro comercial. ¿He dado las gracias a todas?

Britt: Infinidad de veces. ¿Cuánto champán te has bebido ya, colega?

Miley: Litros, porque en mi propia fiesta se me permite terminar un poco borracha. ¡Hemos celebrado mi fiesta de los regalos! -Cogió el trozo de pastel que le ofrecía Brittany y también un pétalo de chocolate con los dedos-. Oh, mmm... ¿Te he dicho que me encanta mi pastel?

Britt: Sí, cariño.

Brittany se inclinó hacia ella y le dio un beso en la coronilla.

Miley: ¿Y también que me ha encantado todo, absolutamente todo? Estoy tan contenta de haberlo celebrado aquí, en las estancias de la familia... Me he sentido más en casa, ¿sabéis? Y la decoración era una maravilla. Ash, las flores. Uau. Tenías toda la razón cuando dijiste que era mejor llenarlo todo de pequeños arreglos florales y poner esas flores naranja... ¿cómo se llaman?

Ash: Son cañas de las indias, y las otras, zinnias.

Miley: Sí, esas, con los tonos púrpura para hacer juego con el chocolate de Brittany, las cintas verde claro y todo lo demás.

Ash: Hay que confiar en la florista. Tuviste un detalle muy bonito regalando flores a las hermanas y a la madre de Liam al despedirte de ellas.

Miley: Ahora serán de mi familia -volvió a sonreír mirándolas a todas-. Tengo una familia increíble. Vosotras, chicas, sois las mejores y tengo muchísima suerte de teneros. A todas, qué suerte la mía... y además estoy saltando de alegría porque mi madre no ha venido -respiró hondo-. Uy, me parece que he tomado demasiado champán.

Ash: Estás en tu derecho -fue a sentarse junto a Miley y le acarició el brazo-. Vienen buenos tiempos, y la fiesta ha sido genial, muy alegre. Eso es lo único en lo que tienes que pensar.

Miley: Tienes razón. Solo estaba soltando todas las cursilerías y los chismorreos antes de la boda. Ese día no quiero estar llorosa ni nerviosa. Pues eso. Señora Grady, usted es la única madre que necesito, y siempre ha estado a mi lado.

Grady: Yo también he tomado más burbujas de la cuenta. No me hagas llorar ahora. -La señora Grady suspiró-. Oh, en fin... Eres una chiquilla flacucha y con mucha labia... Te quise desde el primer momento en que apareciste por la puerta con tus andares de criaturita.

Miley: Ay... -se levantó y se abalanzó hacia la señora Grady para darle un abrazo de oso-. Muy bien, ahora tú, Brittany.

Britt: Ajá.

Miley rió con sorna al notar la reacción de su amiga.

Miley: Eres un hueso duro de roer cuando lo necesito y una amiga contra viento y marea. Si me porto como una imbécil me lo dices, pero nunca me lo tienes en cuenta.

Britt: Bien resumido.

Brittany rió y se dejó abrazar por Miley.

Miley: Ashley. Siempre tendiéndome la mano, ofreciéndome un hombro sobre el que llorar. Sabes ver el arco iris en plena tormenta, y eso me ha servido para capear muchas tempestades.

Ash: Te deseo todos los arcos iris del mundo, cariño.

Ashley dio un fuerte abrazo a Miley.

Miley: Y Vanessa -se secó las mejillas-. Ni una sola vez en toda mi vida me has fallado. A ninguna de nosotras. Eres quien nos ha dado una familia, un hogar, quien nos ha abierto el camino para que nos dedicáramos a esto y para que fuéramos lo que somos.

Ness: Miley -se levantó y le puso las manos en las mejillas, todavía con rastros de lágrimas-. Vosotras también me habéis dado una familia, y un hogar.

Miley: Sí. Pero todo empezó gracias a ti. -Con un suspiro, abrazó a Vanessa y apoyó la cabeza en su hombro-. Sé que estoy un poco borracha, pero desearía que todo el mundo pudiera sentirse tan feliz, tan querido y tan... bien como me siento yo en este momento.

Ness: Después de esto, creo que al menos lo hemos logrado. Por algo se empieza.

A medianoche todo el mundo ya estaba metido en la cama, y los restos de la fiesta recogidos. Todavía un poco acelerada por el éxito, sintiéndose sentimental por las dulces palabras de una Miley algo borracha, Vanessa recorrió la casa inspeccionándola por última vez.

Mi hogar, pensó. Nuestro hogar, como había dicho Miley. No solo lo que le había sido legado por las generaciones anteriores, aunque esa hubiera sido la base, sino el que ellas habían construido. Como sus padres habían hecho también, añadiendo su toque personal, su vida propia.

La gente siempre se referiría a la casa como la finca de los Hudgens, pensó, pero las personas que vivían en ella sabían que era mucho más que eso.

Quizá algún día podría compartirla, construir su vida en ella, con el hombre al que amara.

Esa idea, pensó, era lo que alimentaba sus sueños, sus objetivos y sus ambiciones. Amar, ser amada, compartir, hacer de ese amor y ese compañerismo algo fuerte y duradero.

Podía triunfar sin eso. Podía estar satisfecha sin eso. Sin embargo, se conocía demasiado bien para no reconocer que nunca se sentiría completa, nunca se sentiría lo suficientemente feliz sin ese compañero sentimental.

Creía en el poder y la fuerza del amor, en las promesas hechas, en la solidez del compromiso. Las bodas eran una manera de celebrarlo, un espectáculo plagado de símbolos y tradiciones. Sin embargo, lo que importaba de verdad eran los votos, las promesas, los lazos emocionales que se creaban entre dos personas que creían que su relación duraría toda la vida.

Y acababa de comprender, estaba intentando aceptar, que Zachary era el compañero que ella quería para hacerle esas promesas, para dedicarle toda la vida.

Aun así, reflexionó, vivir en pareja significaba compartir, depositar en el otro una confianza absoluta y ser consciente de ello. Y en él todavía había recodos, fragmentos de sí mismo que mantenía en la sombra e incluso apartaba de su mirada.

¿Cómo podía funcionar aquello, para cualquiera de los dos, si una parte de él permanecía encerrada bajo llave?

Inquieta, arregló un cojín del sofá. Quizá pedía, quizá esperaba demasiado, y quizá demasiado pronto. Sin embargo, Zachary no era el único que quería saber cómo funcionaban las cosas y el porqué.

Vio el destello de unos faros reflejándose en el cristal y frunció el ceño. Se acercó a la ventana, reconoció el coche de Zachary y, encantada porque sintió como si le hubiera invocado, fue a abrir la puerta principal.

Zac: Es tarde -dijo subiendo los escalones del porche y pasándose los dedos por el cabello mojado-.

Ness: No pasa nada. Entra. Hace frío y mucha humedad.

Zac: He visto las luces encendidas y he imaginado que estarías levantada.

Ness: Has imaginado bien. -Algo le pasa, observó mientras escrutaba su rostro y reconocía la tensión en él-. Acabamos de recoger.

Zac: Bien. Bien. ¿Qué tal ha ido... esa cosa?

Ness: Ha sido fantástico.

Zachary no hizo ademán de tocarla o besarla. Vanessa se acercó a él y le rozó los labios con un beso en señal de consuelo y bienvenida.

Ness: Desde el principio hasta el final.

Zac: Bien.

Zachary se paseaba por el vestíbulo, claramente inquieto.

Dime qué te pasa, pensó Vanessa. Veía la barrera que los distanciaba y odiaba tener que derribarla.

Ness: Zac...

Zac: ¿Tienes una cerveza?

Ness: Claro. -Dale un poco de tiempo, se dijo guiándolo hacia la cocina-. Imagino que la noche ha sido larga. ¿Has terminado lo que querías hacer?

Zac: No. En su mayor parte sí, pero surgió algo.

Vanessa sacó una cerveza y fue a buscar una jarra.

Zac: Con la botella me basta.

Zachary abrió el tapón pero no bebió.

¿Cómo era posible que no supiera manejar la situación, a él, cuando siempre había sabido hacer eso?

Ness: ¿Te apetece comer algo? Quedan unas sobras de la fiesta o bien lo que la señora G....

Zac: No. Estoy bien, gracias.

No es verdad, pensó ella mientras él se paseaba por la cocina, no estás bien.

Basta, decidió. Basta ya.

Ness: Dime qué te pasa.

Zac: Tenía cosas que hacer. Y cuando he terminado, no me apetecía volver a casa y he pensado que a lo mejor todavía estarías levantada. Lo estabas. -Cogió la cerveza pero, después de un sorbo, volvió a dejarla en la encimera-. Y ya que estás despierta, a lo mejor puedo convencerte para que te acuestes conmigo.

El enfado y la decepción se combinaron de una manera incómoda con el resentimiento.

Ness: Si hubiera imaginado que venías en busca de sexo y cerveza, a lo mejor me habrías encontrado disponible. Pero no es así, así que no puedes convencerme para que me acueste contigo.

Zac: Valía la pena intentarlo. Me marcho.

Y la rabia fue el último ingrediente de la combinación. Los ojos de Vanessa estaban en ascuas cuando él hizo el gesto de marcharse.

Ness: ¿Crees que puedes venir aquí, llamar a la puerta y luego dar media vuelta y marcharte porque no has conseguido imponer tus condiciones?

Su rostro permaneció inalterable... neutro, pensó Vanessa, e imaginó que pondría esa misma cara jugando al póquer.

Zac: No recuerdo haber impuesto ninguna condición. Estoy de mal humor, o sea que me voy a casa. Así los dos podremos echar unas horas de sueño.

Ness: Sí, claro, me parece perfecto, sobre todo ahora que me has cabreado y me he puesto triste.

Zachary se detuvo y se pasó la mano por el pelo.

Zac: Lo siento. No era el plan. Debería haber ido directamente a casa.

Ness: Puede que sí, ya que pareces creer que nuestra relación no incluye que confíes en mí o me muestres tus sentimientos.

La neutralidad desapareció de su rostro con la velocidad del rayo y dio paso al enfado.

Zac: Eso es mentira.

Ness: No me digas que es mentira cuando es evidente. Ya conoces la salida -añadió pasando junto a él-.

Zachary la agarró del brazo y notó una gelidez que le quemó en los dedos.

Zac: Mira, he tenido una mala noche, eso es todo. Mala noche, mal humor. No debería haber venido aquí con eso.

Ness: Tienes toda la razón -se zafó de su mano-. Llévate eso a casa.

Vanessa se alejó airada y vació la cerveza en el fregadero.

Cuando se volvió, estaba sola. Notó una punzada en el corazón.

Ness: Bien... -farfulló, y aclaró con delicadeza la botella-. Muy bien. De acuerdo. Esto no va conmigo.

Se imaginó lanzando la botella contra la pared y oyendo el ruido de los cristales rotos. Aunque esto otro tampoco va conmigo, admitió, y tiró el envase en el cubo del reciclaje.

Apagó las luces, comprobó las cerraduras y recorrió la casa hasta subir la escalera que conducía al ala que ocupaba.

Se desvistió en el dormitorio, guardó los zapatos, colgó la ropa en los colgadores correspondientes y se puso el pijama más viejo y también al que más cariño tenía.

Siguió la rutina de acostarse, paso a paso.

Y en la cama, enfadada y triste, pasó desvelada toda la noche.


Ness: No nos peleamos -se acercaba al tercer kilómetro subida a la cinta del gimnasio-. Estamos en un impasse.

Britt: A mí me parece que eso ha sido una pelea.

Ness: Una pelea es cuando discutes, gritas o dices cosas inconvenientes. Esto no ha sido una pelea.

Britt: Él se fue. Tú estás como loca. Eso son los síntomas de una pelea.

Ness: Vale, como quieras -le espetó-. Nos peleamos hasta que llegamos a un impasse.

Britt: Fue un imbécil.

Ness: Al menos en eso sí estamos completamente de acuerdo.

Britt: Fue un imbécil por presentarse a medianoche cuando algo le preocupaba si no tenía intención de contártelo. Y más imbécil aún por irse cuando se lo pediste, porque cualquiera que te conozca sabe que esperabas que se pusiera a discutir hasta que diera su brazo a torcer y terminara contándote lo que le preocupaba.

Asintiendo, Vanessa cogió su botellín de agua y bebió.

Britt: Aunque no te conoce desde hace tanto como yo, por lo que es posible que interpretara ese «vete a casa» como un «vete a casa».

Un amago de llanto le atenazó el pecho. Vanessa se esforzó en controlarlo, como también se esforzó por llegar al kilómetro siguiente.

Ness: No puedo estar con alguien que no quiere hablar conmigo, que es incapaz de tener una relación íntima conmigo que no sea física.

Britt: No, no puedes. Pero la intimidad, la de verdad, les cuesta más a unos que a otros. No estoy defendiéndolo. Opino y saco conclusiones. Actúo como lo harías tú, ya que tú estás demasiado alterada para hacerlo.

Ness: Soy una pesada. Lo siento -dijo en el acto, y se apeó de la cinta-. Perdona. No he dormido bien y me siento muy mal conmigo misma.

Britt: No pasa nada. Solo eres pesada a veces.

Riéndose a duras penas, Vanessa cogió una toalla.

Ness: Sí. Sé que soy pesada. -Hundiendo la cara en la toalla, se frotó con ella y se quedó inmóvil al notar el abrazo de Brittany-. No quiero llorar porque es estúpido llorar por algo así. Prefiero ser pesada que imbécil.

Britt: No eres ninguna de las dos cosas y sabes que te lo diría si lo fueras.

Ness: Cuento contigo -dijo recuperando el aliento y apartándose la toalla de la cara-.

Britt: Estás cabreada, irritada, triste y muy, muy cansada. Tómate unas horas libres y descansa un poco. Yo me ocuparé de lo que sea y si no puedo, daré un toque a Ashley y a Miley.

Ness: Quizá me tome una hora. Iré a dar una vuelta para despejarme un poco.

Britt: Lo que te apetezca. Dame el teléfono.

Ness: Oh, pero...

Britt: Hablo en serio, Vanessa, dame el teléfono. -Con los ojos entornados, le indicó con el dedo que se lo entregara-. De lo contrario pensaré que Zachary no es el único con problemas de confianza.

Ness: Eso es injusto -murmuró desenganchándose el teléfono de la cintura-.

No se molestó en cambiarse, solo se puso una parka con capucha y se subió la cremallera. El aire, frío y cortante tras la reciente lluvia de la tarde, le sentó bien. Los árboles desnudos elevaban sus sombríos brazos hacia un cielo de un azul tan luminoso que lamentó no haber cogido las gafas de sol. La hierba, endurecida por la escarcha nocturna, crujía bajo sus pies.

El otoño, pensó, con su colorido, sus destellos y su aroma a humo estaba a punto de acabar y el invierno avanzaba con sigilo deseando ocupar su puesto.

Faltaba solo un mes para la boda de Miley. Y todavía quedaban muchas cosas por hacer, muchos detalles, muchos puntos por cotejar. Quizá era positivo que Zachary y ella hubieran dado ese paso atrás. Necesitaba concentrarse en la boda más importante de todas las que Votos había organizado hasta entonces.

Solo Dios sabía la cantidad de temas por resolver de los demás actos, y eso sin contar el gran espectáculo de los Seaman en primavera, que requería una atención constante.

Todavía tenía que ultimar los innumerables preparativos de la boda de Ashley, y de la de Brittany, y organizarlo todo.

Luego estaba la propuesta del libro. Con los cambios y los añadidos que habían incorporado sus socias, se había convertido en un proyecto sólido, listo para entregar. Había llegado el momento de enviarlo al agente, pensó.

Lo cierto era que no tenía tiempo para las relaciones.

En otro momento de su vida, quizá, pero no entonces. Y lo que esperaba y exigía también era una relación plena, una auténtica unión espiritual de confianza absoluta.

Como sus padres.

No podía, y no se permitiría, enamorarse de un hombre que no quisiera eso mismo. Por mucho que le doliera en ese momento darse cuenta y aceptarlo, más le dolería en el futuro si lo negaba.

Liam: Eh, Vanessa.

Vanessa se sobresaltó interrumpiendo su discurso interno y vio a Liam dirigiéndose hacia ella con el maletín en la mano.

Ness: Liam. He perdido la noción del tiempo. Te vas a trabajar.

Liam: Sí, ¿va todo bien?

Ness: Sí. Solo... vale más que entre en casa y vuelva al trabajo.

Liam la cogió de la mano.

Liam: ¿Qué pasa?

Ness: Nada. De verdad. Anoche no dormí bien y... -Estaba haciendo exactamente lo mismo que había hecho Zachary: cerrarse en banda y encerrarse en sí misma-. Creo que Zachary y yo lo dejamos anoche.

Liam: Si eso es cierto, lo sentiré mucho. ¿Quieres explicarme por qué?

Ness: Supongo que no tenemos demasiado en común, no vemos las cosas de la misma manera. O no queremos lo mismo. -Su mano se había curvado en un puño húmedo, e intentó relajarla-. Liam, en realidad no estoy segura. No entiendo a este hombre.

Liam: ¿Quieres entenderlo?

Ness: Siempre quiero entenderlo todo, por eso creo que esto no saldrá bien.

Liam dejó el maletín en el suelo, le pasó el brazo por los hombros y se puso a caminar junto a ella.

Ness: Tienes que ir a trabajar.

Liam: Hay tiempo. Cuando Miley y yo tuvimos problemas, cuando sentía que no la entendía, tú me ayudaste. Me aclaraste varias cosas sobre ella y yo necesitaba eso. Quizá pueda hacer lo mismo por ti ahora.

Ness: No me deja acercarme a él, Liam. Ha cerrado muchas puertas. Cada vez que le pregunto por sus malas experiencias (y las malas experiencias son un factor que determina quiénes somos), dice que eso no importa, que pasó hace mucho tiempo, o cambia de tema.

Liam: No habla demasiado de sí mismo. Creo que tienes razón en lo de cerrar puertas. También pienso que hay gente que las cierra para abrir otras nuevas, que piensa que no podrá abrir esas otras si no cierra las del pasado.

Ness: Eso lo entiendo, de verdad. Hasta cierto punto. Pero ¿cómo vas a estar con alguien o creer que puedes estar con alguien que no deja que conozcas su pasado, que no comparte sus problemas o sus malos momentos contigo y que no se deja ayudar?

Liam: Por lo poco que ha contado y lo mucho que me ha contado mi madre, de pequeño sufrió varios golpes muy duros. Emocionalmente, cuando perdió a su padre, y físicamente, por culpa de sus tíos. Los profesores hemos de tratar con chicos que han pasado por estas experiencias o que las están pasando. En la mayoría de los casos la confianza requiere tiempo y mucho trabajo.

Ness: Es decir, que tendría que darle más tiempo, tener paciencia y trabajarlo más.

Liam: Algo de eso te tocará hacer -dijo acariciándole el brazo mientras seguían paseando-. Por su parte, yo diría que está loco por ti y que todavía no sabe cómo gestionar eso. Tú quieres, necesitas y mereces saberlo todo de él, y él cree que tendrías que fijarte en él tal como es ahora, que con eso basta.

Ness: Es un buen análisis -suspiró y, agradecida, se apoyó en él-. No sé si con eso me entran ganas de seguir adelante o de salir corriendo, pero es un buen análisis.

Liam: Apuesto a que él tampoco durmió bien anoche.

Ness: Espero que no. -El comentario la ayudó a sonreír, y con esa sonrisa se volvió para darle un abrazo-. Gracias, Liam. Pase lo que pase, me has ayudado mucho. -Y luego se soltó-. Ve a la escuela.

Liam: Te iría bien echar una siesta.

Ness: Liam, ¿con quién crees que estás hablando?

Liam: Tenía que intentarlo -le dio un beso en la mejilla y se dirigió a su coche-.

Estuvo a punto de tropezar con el maletín, pero se acordó a tiempo.

Ness: Miley... -respiró hondo y giró sobre sus pasos para volver a entrar en casa-. Tienes una suerte de mil demonios.

Se detuvo unos instantes para observar la casa, su pálido azul recortado contra un brillante cielo. Sus preciosas líneas, pensó, los hermosos detalles de una casita de mazapán y el resplandor de las ventanas. Como en una boda, concluyó, esos eran los detalles importantes. En el fondo era más que una casa, incluso más que un hogar, y por eso era tan vital para ella. Era un símbolo; era una afirmación. Lo había sido durante generaciones, testimonio de su apellido, de su familia. Y al serlo, demostraba que llevaba en la sangre construir su futuro y perpetuarla.

¿Cómo iba a construir eso con Zachary si no entendía su esencia?

Entró por la cocina. Pensó en un desayuno completo que le diera energía a su organismo. Quizá las respuestas aparecerían, de una manera u otra, si se obligaba a retomar la rutina.

Sin embargo, al entrar en la cocina vio a la señora Grady sentada frente a la encimera con los ojos llenos de lágrimas.

Ness: ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo malo?

Olvidando sus problemas, Vanessa se apresuró y se acercó a ella.

Grady: Anoche hubo un accidente terrible. Un accidente de coche.

Ness: Lo sé. Drew me contó algo de eso. ¡Dios mío! ¿Murió alguien? ¿Alguien que usted conociera?

Grady: Peor aún. Había tres chicas... adolescentes. Habrían sido cuatro, pero acababan de dejar a una de ellas. Todas muertas, todas.

Ness: Oh, no... ¡Qué desgracia!

Grady: Conozco a la madre de una de ellas del club de lectura al que me apunté.

Ness: Señora Grady, señora Grady... -la abrazó y permaneció junto a ella-. Lo siento. Lo siento muchísimo.

Grady: Había dos personas en el otro coche. Dicen que una de ellas está estable y la otra sigue en estado crítico.

Ness: Voy a prepararle un té -dijo apartándole el pelo de la cara-. Échese un rato y le traeré una taza. Le haré compañía.

Grady: No, aquí estoy bien. Las dos sabemos, tanto tú como yo, que la muerte... una muerte repentina y cruel como esta... te deja destrozada.

Ness: Sí.

Vanessa le dio un apretón afectuoso en la mano y fue a preparar el té.

Grady: Dana, esta mujer que conozco del club de lectura... nunca me cayó bien. -La señora Grady sacó un pañuelo del bolsillo del delantal y se enjugó las lágrimas-. Una persona desagradable, de esas marisabidillas... pero ahora que sé que ha perdido una hija, nada de eso importa ya. Alguien sacó unas fotos del amasijo en que quedó convertido el coche y han publicado una en los periódicos locales. Espero que ella nunca tenga que ver eso y que la grúa se lo haya llevado todo antes de que ella lo vea.

Ness: Tómese...

La grúa se ha llevado el coche, pensó Vanessa.

Zachary.

Cerró los ojos y respiró hondo. Lo primero es lo primero.

Ness: Tómese el té mientras le preparo el desayuno.

Grady: Mi niña... -La señora Grady se sonó y casi esbozó una sonrisa-. Que Dios te bendiga, pero no sabes cocinar nada que valga la pena llevarse a la boca.

Ness: Sé preparar huevos revueltos y tostadas -protestó poniendo una taza de té delante de la señora Grady-. Y si no se fía de mí, iré a buscar a Brittany para que se los prepare ella. Pero ahora desayunará y tomará un poco de té. Luego llamará a Hilly Babcock, porque va a necesitar a su mejor amiga.

Grady: Eres una mandona.

Ness: Eso es verdad.

El ama de llaves cogió a Vanessa de la mano mientras las lágrimas volvían a rodarle por las mejillas.

Grady: Estaba aquí sentada, con el corazón destrozado por la muerte de esas chiquillas, por sus familias, incluso por la chica que se ha librado... y una parte de mí pensaba «gracias a Dios», no he podido evitar dar gracias a Dios porque yo todavía tengo a mis niñas.

Ness: Tiene todo el derecho a dar gracias. Todas lo tenemos. Eso no quita que nos duela la pérdida ni que nos compadezcamos.

Vanessa volvió a abrazar a la señora Grady porque recordaba muy bien, demasiado bien, el día en que ellas sufrieron esa pérdida. El modo en que el mundo sencillamente se derrumbó y el aire dejó de circular. El día en que no quedó nada, salvo un dolor terrible, lacerante.

Ness: Beba su té -le estrechó la mano con fuerza por última vez-. Llamaré a Brittany, a Ashley y a Miley, y pasaremos un rato juntas para dar las gracias y lamentar la pérdida. -Besó a la señora Grady en la mejilla-. Pero ahora voy a preparar el desayuno.


Las cuatro se turnaron para echar un vistazo a la señora Grady de vez en cuando sin que se notara demasiado. Teniendo que barajar todas ellas varias citas, un ensayo esa misma noche y un fin de semana por delante con varios actos seguidos, Vanessa apenas tuvo tiempo para pensar.

Pero se propuso buscar la historia en internet.

Esto, pensó con el corazón en un puño al ver la fotografía, era lo que Zachary había visto la noche anterior. ¡Qué horrible debió de ser en directo!

Eso era lo que había visto reflejado en su mirada y el tono de su voz.

Había ido a verla, pensó. Cerrado en banda, sí, pero había ido a verla.

Por eso, tan pronto como pudiera, ella iría a verlo a él.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Q triste�� espero arreglen sus diferencias... esperando el prox cap

Lu dijo...

Ay que feo!
Por lo que veo Zac aun sigue pensado en su pasado y no puede hablarlo con nadie.

Sube pronto :)

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